Aromas y especias

Aromas y deseo, especias y sexo...

- Aromas y Especias -

Siempre me gustado la aromaterapia. Tal vez sea porque de pequeña viví en una finca llena de plantas y árboles de muchos tipos. Me recuerdo a mi misma recogiendo hojas de menta y ramas de tomillo y oliéndolas. Y curando mis heridas con yodo puro, que salía como sangre dorada de su rama.

Pero mi perdición siempre fue la canela. Su aroma, su sabor...ambos dulces y penetrantes. Sensualidad en forma de especia...

En mi casa siempre había un quemador con aceite de esencia de canela encendido, era mi infusión preferido, y no había postre en la que esta no fuese uno de los ingredientes.

En la esquina de mi barrio estaba la herboristería donde casi todas las semanas compraba mis saquitos y botes de canela en diferentes formas...

¿ Ya sabes que la canela es un gran afrodisíaco no ? Me preguntó el chico guiñándome un ojo pícaramente...

El chico...Ojos turquesa, intensos, penetrantes magnéticos. Rostro salvaje, hermoso y una sonrisa que se complementaba con las reacciones de sus ojos...Si tenía algún defecto era que le faltaba algún kilo...

Cuando me dijo aquello, con una sonrisa traviesa y mirándome a los ojos casi de forma provocadora, mi cuerpo completo se convirtió en un escalofrío de placer.

No supe contestarle. Conseguí esbozar una leve sonrisa, recogí rápidamente el cambio que me ofrecía y conseguí salir rápidamente a pesar de que las monedas casi cayeron de mi mano al sentir el roce de su piel.

Mi corazón palpitaba como loco durante los pocos minutos que tardé en llegar a casa...

Mientras me desnudaba, no podía evitar recordar aquella sonrisa y aquellos ojos insinuantes.

Encendí el que mador de aceite y el aroma de la canela comenzó a mezclarse con el aire que respiraba, llenando mis pulmones y mis sentidos, embargándolos, relajándome y al tiempo excitándome.

Era Extraño, llevaba mucho tiempo, desde que abrieron comprando allí especias y aromas y él jamás me había dicho más de lo necesario. Siempre muy amable eso si, pero jamás una insinuación...

Pensé que tal vez me lo había imaginado. Aún así, pocos minutos después estando totalmente desnuda, me tumbé en la cama y comencé a acariciarme pensando en que era él quien lo hacía.

Recorrí mi cuerpo con las yemas de los dedos, haciendo que pequeños escalofríos me recorrieran, para después dedicarme a caricias más directas, pellizcando mis pezones o acariciando en círculos cada vez más rápidos mis clítoris...

Yo cerraba los ojos y le imaginaba a él, sobre mi, con sus ojos taladrando los míos y penetrándome con ellos y con su sexo. Imaginé aquel roce de sus manos al darme el dinero por toda mi piel y mi imaginación conseguía hacer que la sensación fuese casi real.

Fue una orgasmo largo, intenso...y aún así al acabar, noté que me quedaba insatisfecha.

Durante el resto de la semana, intenté en la medida de lo posible, evitar pasar por delante de la herboristería cuando iba a casa. Pero al encender los quemadores, al aspirar aquel erótico aroma al saborear una infusión...aquella sonrisa y aquellos ojos volvían a estar frente a mi.

Cuando las reservas empezaron a escasear, pensé en ir a otro sitio a comprarlas. Creía que no soportaría volver a ver a aquel hombre sin que mi deseo me delatara.

Pero al final pudo más mi ansia de verle que todos los pudores del mundo...

Entré en el local, casi tímidamente, como si fuese una intrusa en casa ajena en vez de una cliente en un sitio público.

La mezcla de olores de las diferentes hierbas y aromas era embriagadora y muy agradable. Sin resultar excesiva ni empalagosa.

Él estaba atendiendo a una señora de avanzada edad, pero giró la cabeza para ver quien entraba. Una sonrisa resplandeciente apareció en su rostro y yo creí que la tierra se abría bajo mis pies. Quise salir corriendo pero mis piernas no respondieron...

Volvió a prestar su atención a la señora, pero la sonrisa no se borró de sus labios.

Mis piernas comenzaron a temblar y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para acercarme al mostrador cuando la mujer al fin se fue con su bolsa en la mano.

Por fin frente a él de nuevo...No, no habían sido imaginaciones mías. Aquel hombre me deseaba. Parecía que cada poro de su piel quisiera transmitírmelo... ¿Porqué nunca antes me había dado cuenta? ¿O es que aquel deseo había nacido de forma repentina? Fuese lo que fuese, no había ninguna duda de que su forma de mirarme no era inocente. Y yo...me sentía casi intimidada.

Fue él quien rompió el silencio...

Cuanto pasión por una planta... ¿ Pones la misma pasión en todo ?

Mi cara debió cambiar o al rojo vergüenza o al blanco palidez...o a una mezcla de las dos cosas, si eso es posible.

El hombre desde luego era muy atrevido y parecía muy seguro de si mismo, como si supiera de antemano lo que yo sentía bajo mi ropa interior al verle y al oír su voz.

No seas tan tímida. Una persona a la que le atrae tanto la canela, debe poseer una gran sensualidad.

Silencio. Falta de reacción. Ojalá yo fuese de ese tipo de personas que no se inmutan y saben parar los pies a los demás.

Me gustaría que vieses una cosa. Esta noche. Cuando cierre. Algo especial que he preparado para ti...¿te gustaría?

Y a veces...nuestra boca nos traiciona y no nos obedece cuando queremos parecer más duros...

Si..Si, pero...

El salió del mostrador y se dirigió a mi. Me puso un dedo en los labios para silenciarme...

Shhhhhh...No digas nada. Ven cuando haya cerrado. Y no te preocupes por tu canela...tendrás toda la que quieras. Ahora, vete.

Sin aliento, sin palabras. Un botón imaginario accionado por su voz activó el resorte de mi voluntad y salí del establecimiento.

¿ Que extraña clase de magnetismo era la que poseía aquel hombre? De repente pasó de ser un solo hombre atractivo a ser el centro de mis pensamientos y mis deseos.

No pude ir a casa. Necesitaba caminar. Faltaba media hora para que él cerrase. No quería pensar, pero no me quitaba de la cabeza aquella maldita y penetrante mirada traviesa, ni aquellos labios que tanto deseaba besar. El contacto de su dedo sobre mi boca parecía quemarme, como si me hubiese marcado a fuego con aquel gesto.

A pesar que anhelaba ver que era lo que quería enseñarme, no quería parecer demasiado ansiosa, así que me retrasé unos diez minutos.

Cuando llegué, no había luz en el interior. Intenté abrir la puerta pero estaba cerrada. Llamé golpeando el cristal, pero nadie acudió.

Me sentí frustrada, aquello era por haberme pasado de lista. Al parecer él no había querido esperarme.

Me encaminé dirección a casa, enfadada conmigo misma y con él por no haberme esperado diez minutos.

Justo cuando metía la llave en la cerradura del portal, pude apreciar tras de mi, aunque de forma más tenue, el mismo olor que inundaba la herboristería.

Supe que él estaba detrás de mi y saberlo hizo que mi mente y mi cuerpo se bloqueara.

Escuchar su voz con sus labios casi rozando mi oreja fue demasiado...

Que poca paciencia tienes. Salgo un momento y ya no me esperas. Tendrás que aprender a confiar un poco más en mi palabra y a ser un poco más obediente.

Pensé que te habías ido... Conseguí articular, sin entender muy bien su última frase.

Volvamos a la tienda. Allí está mi sorpresa...

Comencé a andar a su lado. Durante el par de minutos que tardamos en llegar mi cabeza era un torbellino de ideas inconexas y sin sentido.

Él abrió las puerta y me la franqueó. Cuando yo entré. El volvió a cerrar con llave, por dentro.

Enseguida noté que el olor del local había cambiado, por encima de todos los demás predominaba mi favorito...canela...

Él puso su mano justo entre la cintura y el comienzo de las nalgas, cosa que me hizo estremecer y me empujó levemente como para que le precediera. Pasamos por una puerta que yo pensé que daba al almacén.

En este había una escalinata por la cual yo subí delante de él.

Cuando llegué arriba, la luz estaba apagada, pero el olor a canela era tan intenso como nunca lo había sentido.

De repente, el encendió la luz y vi algo que me dejó maravillada. Era una habitación totalmente recubierta en mármol blanco con una bañera enorme y redonda que simulaba una pequeña piscina en el suelo. Estaba rebosante de agua y espuma y el vapor exhalaba el aroma que inundaba la habitación. Era como si hubiese hecho una enorme infusión jabonosa de canela.

Había varias mesas, también de mármol repartidas por la estancia. En algunas había unos recipientes de cristal grandes en que un flujo de agua se movía por medio de unos tubos de colores haciendo bonitas y diferentes formas. Las paredes estaban decoradas con objetos colgantes hechos a base de ramas de canela dispuestas en diversas direcciones y cantidades dando efectos diferentes...y había muchas...Debía haberlo hecho el mismo.

La habitación daba a una terraza que parecía ser bastante grande y en la cual se podían ver maceteros con muchísimos tipos de plantas diferentes. Todo lleno de color a pesar de la noche por unos focos que iluminaban el exterior

Todo era precioso y el aroma me estaba enloqueciendo...Por un breve momento hasta me olvidé de él. Pero enseguida volví a sentir su presencia tras de mi. Sobre todo cuando habló, dejándome helada con lo que dijo...

Desnúdate...

¿Qué has dicho? Me giré levemente por la sorpresa.

Te he preparado un relajante baño...no vas a meterte en el vestida...

Pero...estás tú aquí...

Claro...y pienso disfrutar yo mientras disfrutas tú. Denúdate ¿ O prefieres que lo haga yo?

Dicho esto, su mano se posó directamente sobre mi pecho y su cabeza bajó hasta mis labios rozándolos.

Yo me quedé muy quieta, sin respirar. Pero él no le dio importancia. Sus dedos empezaron a desabrochar los botones de mi camisa...y yo era incapaz de detenerle...

Mi camisa se deslizó por mis hombros ayudada por sus manos. Poco después el sujetador y la falda, desaparecieron también.

Después se agachó y delicadamente me quitó los zapatos...

¡No me lo podía creer, no me lo podía creer...!

Se puso detrás de mi y noté como su lengua húmeda y cálida descendía desde mi hombro derecho hasta la cinturilla de mi tanga, atravesando mi espalda.

En vez de quitarme mi última prenda, como esperaba que hiciese, agarró la cinturilla por detrás y tiró de ella hacia arriba, haciendo que se me incrustara en la entrepierna. Dolió un poco, pero por otro la lado la sensación fue muy excitante.

De pronto se separó de mi y se dirigió a una de las mesas y bajó al suelo uno de los recipientes de cristal.

Acércate...

Fui hacia él con paso vacilante, entonces el me cogió por las caderas y me subió sobre la mesa, dejando mis piernas colgando. Sentí el mármol frío contra mis nalgas.

Su mano fue hacia mi tanga, tiró de la cinturilla hacia delante para separarlo de mi piel y su otra mano se coló dentro de él.

Sus dedos tiraban suavemente de los rizos de mi vello púbico, como si jugara con ellos, haciéndome estremecer.

Entonces me sonrió. Otra vez aquella sonrisa de duende travieso. Sacó la mano del tanga y dijo...

Bájatelo, hasta las rodillas...

Lo hice.

Ahora baja al suelo date la vuelta y apóyate sobre la mesa con los brazos.

También lo hice.

Abre las piernas todo lo que te deje el tanga.

Las abrí, siendo consciente de que mis partes más intimas quedaban bastante expuestas.

Él me puso ante los ojos un puñado de ramas de canela. Eran bastante largas. ¿ Qué pretendía hacer con ellas? No me atreví a preguntarlo.

De todas formas, me quedó muy claro cuando note la primera de ellas rozando mi más húmeda intimidad. No tenían punta roma y raspaban un poco, pero yo estaba muy mojada y pronto la rama de canela estaba dentro de mi. Otras la siguieron hasta que mi vagina estuvo llena.

Era una sensación extraña, las varitas aunque tenían una textura pulida no dejaban de raspar un poco, pero el movimiento de una contra dentro de mi, lo hacía muy excitante...

De pronto noté los dedos acariciando la carne que estaba alrededor de las enterradas ramitas. Lo movimientos que el hacía me resultaron extraños, era como si quisiera recoger el flujo con lo dedos. Tuve claro que eso era exactamente lo que hacía cuando sus dedos subieron a mi ano y comenzaron a embadurnarlo con el líquido recogido.

Di un respingo. Nunca nadie me había tocado ahí. Intenté incorporarme para zafarme, pero su mano suave pero firme sobre mi espalda, me lo impidió.

No me resistí más y me dejé llevar por lo que pasaba sin pensar más en ello. Aspiré con ansia aire para llenar mis pulmones e intentar calmarme y en el aire puede percibir, mezclado con la canela, el aroma del sexo y la excitación.

Sus dedos se movían cada vez con más decisión en mi inexplorado agujero, hasta que por fin, uno de ellos entró en mi. Por puro instinto, mi cuerpo se cerro ante aquella invasión.

Relájate. Vamos, tranquila. Relájate y lo disfrutarás más...

Lo decía mientras su dedo pugnaba por entrar y salir de mi. Poco a poco me fui abriendo a él...

Cuando consideró que estaba suficientemente dilatada, la última rama de canela que quedaba sustituyó a su dedo. Me la metió completamente, sin dejar ni un centímetro para tira tirar de ella.

No te preocupes. Saldrá. Pero ahora debes intentar que no sea así.

Apreté con fuerza. El tenía razón, La vara trataba salir de su encierro. Traté de evitarlo...

De repente sentí sus labios rozando mis nalgas y bajando por mi muslo izquierdo, mientras sus manos me despojaban del tanga por completo.

Me ayudó a incorporarme y me tomo entre sus brazos levantándome del suelo. Entonces con mucho cuidado se dirigió a la bañera y arrodillándose me metió en ella.

Se le mojaron las mangas de la camisa, pero no pareció importarle.

Relájate un poco mientras me quito la ropa. Cierra los ojos y acomódate...

Yo quería ver como se desnudaba, pero obedecí, cerré los ojos y recosté la cabeza contra el borde de la bañera. El agua estaba en su justa temperatura y su textura era suave.

Sentía como me subía el perfumado vapor a la nariz y como la espuma me envolvía y acariciaba.

No podía dejar de sentir los palitos de especia que me llenaban, mantenían mi cuerpo excitado, aunque mi mente estaba relajada.

Entonces noté movimiento en el agua y abrí los ojos, encontrándome con el cuerpo desnudo de mi herborista ante mi, de pies dentro del agua.

Me moví un poco para hacerle sitio y se estiró en la bañera junto a mi.

Enseguida sus besos cubrieron mi rostro y mis labios, y segundos más tardes mis pechos y mis pezones erectos. Sus manos acariciaban mientras mi vientre y las caras internas de mis muslos.

Mi excitación estaba al límite y notaba la suya aplastándose contra mi cadera...

Deseaba que me penetrara ya. Que sustituyera las ramas por su miembro...

Como si leyese mis pensamientos, su mano derecha fue a mi entrepierna y empezó a jugar con las varitas, metiendo y sacando cada una hasta sacarlas definitivamente e ir tirándolas al suelo.

No sabía si el contacto de la canela contra la carne era también afrodisíaco, pero la sensación que quedó dentro de mi cuando quedé mi vagina quedó vacía era indescriptible. Jamás había sentido nada así. Era como si todos los puntos sensuales de mi cuerpo se hubiesen concentrado allí.

No aguantaba más...quería que me penetrara...y lo quería ya...

Te quiero dentro de mi...ahora...

Se puso sobre mi, haciendo que yo abriese mucho las piernas, sujetándomelas por debajo de las rodillas y levántadolas, aunque teniendo cuidado de que yo no resbalase. Entonces sentí la punta de su verga acercándose a mi entrada, tanteando, como pidiendo permiso para entrar...

Hazlo...vamos...

Entró. Con fuerza. De una sola vez y hasta el fondo...

Mi espalda se recorrió por el espasmo. Era maravilloso, sentir su cuerpo dentro del mío por fin.

Comenzó a bombear dentro de mi, primero despacio, moviendo su cadera en círculos, como si quisiera que cada milímetro de su miembro entrara en contacto con cada parte de mi húmeda cueva.

El contacto de su pubis con mi clítoris era continuo y hacía que me estuviese volviendo loca.

El ligero bombeo pronto se convirtió en una sucesión de fuertes embestidas.

Yo quería llevar mis manos hasta sus nalgas para ayudarle a entrar más dentro de mi, pero no podía hacerlo por la postura y él no parecía querer cambiarla. Sin embargo me dijo.

Usa las manos en la rama que te queda. Mastúrbate el culo con ella mientras te follo...

Me quedé sorprendida, pero una vez más me pudieron su voz y sus ojos que no dejaban de mirarme profundamente.

Llevé mi mano hasta mi ano. La vara había salido ya unos centímetros debido a sus penetraciones, así que no me fue difícil cogerla y empezar a moverla dentro de mi. Raspaba, pero otras sensaciones más fuertes superaban el pequeño dolor que producía...

Estaba al borde del orgasmo. Cada penetración de su verga y del palo de madera me acercaban más y vi que a él le faltaba poco...

No se decir quién empezó primero a convulsionarse, pero creo que el comienzo del orgasmo de uno provocó el comienzo del orgasmo del otro...

Ambas espaldas encorvadas, chocando el cuerpo de uno contra el otro, gemidos, casi gritos por mi parte...

Largo prolongado..me hizo olvidarme del resto del mundo incluso de seguir moviendo mi mano.

Cuando mi orgasmo estaba a punto de empezar a decaer, el llevó la mano a mi culo y sacó la vara poco a poco, haciendo que con cada milímetro de especiada madera que salía mi orgasmos se prolongara un poco más.

Cuando me dejó bajar las piernas caí agotada. Él se dejó caer sobre mi pecho apoyando su mejilla sobre uno de mis senos medio tapados por el agua...

Volví a respirar profundamente pero esta vez, estaba cogiendo aire para emitir un suspiro de bienestar. Y en ese aire volví a sentir el aroma de la canela y el sexo...

Aromas y deseo...especias y sexo...

Para cualquier comentario podéis escribirme a estadovirgen@yahoo.es