ARIEL. Amor desesperado, sexo desaforado. 2
En la vida de Ariel entran dos nuevos personajes fundamentales para la historia. Román, un cazatalentos cubano que le aconseja interpretar canciones en el "Angel negro" y Santi, el jefe de mecánicos de la Central con el que tiene una salvaje experiencia sexual.
Este capítulo os lo dedico a los habituales que me comentáis mis relatos, a los lectores, que sin ellos no sería nadie y, en especial a Richard, que está esperando este nuevo relato con pasión. Espero que os guste. Abrazos a todos.
ARIEL.
Amor desesperado, sexo desenfrenado
Capitulo 2
4.-
Mis días laborales transcurrían en la Central (no voy a decir el nombre de la marca de coches, desde ahora se llamará la Central), donde todo el mundo sabía o sospechaba que yo era gay y a mi me la traía floja. La verdad es que me llevaba bien con todo el mundo. Nadie se metía conmigo y a mi nunca se me ocurrió insinuarme a nadie...ya se sabe...no voy a decir el refrán que todos sabemos.
En el taller me llamaba la atención el jefe de mecánicos. Era un hombre de cerca de treinta años, pelo corto, nariz partida, lo que hacía que tuviera un gesto extraño en los labios, alto, fuerte, no he visto a un hombre que solo una camiseta y un pantalón con peto provocara un efecto tan erótico, bueno una camiseta que se pegaba a su piel, marcando los bíceps, los pectorales, los pezones ...Dios mio, como era el Santi. Y los pantalones...cómo andaba el cabrón, por delante se le marcaba el paquete (que alguien me explique cómo se puede marcar un paquete con un pantalón de faena) y por detrás... las nalgas subían y bajaban según andaba marcando un ritmo que sólo su organismo oía. Me producía un estado de excitación que no podía evitar.
Cuando se dirigía a mi me llamaba "Rubio" y con rubio me quedé para todo el mundo. No lo hacía con mala intención...incluso yo pensaba que era algo cariñoso, por lo que acepté el mote y así me llamaron.
Lo malo no era que sólo me llamara "Rubio", era que cada vez que me veía, me guiñaba un ojo y me sonreía, cada vez que venía a verme para despachar, al ir a cerrar la puerta, se volvía, me sonreía, me guiñaba un ojo y me decía - Para lo que quieras Rubio-. Y yo me derretía viendo su culo partir con su bamboleo particular.
Yo sabía que estaba casado y que tenía una niña, por lo que no pensé en ningún momento que Santi fuera gay, no lo pensé ni un segundo, solo que era simpático y yo le agradaba igual que el a mi ...bueno el más a mi...que menudas pajas me hacía pensando en quitarle el peto y la camiseta e imaginarle desnudo. No voy a contar ahora la cantidad de versiones que me imaginé. Ni por un momento se me ocurrió ir a los vestuarios cuando se duchaban los mecánicos y se cambiaban de ropa. Miento, se me ocurrió pero no lo hice jamás.
5.-
Ya digo que los días laborales transcurrían en la Central, pero los findes quedaba con Salva. Fui entrando en su mundo, que me agradaba y lo pasaba que te cagas. Nos vestíamos con nuestra lencería, bailábamos, ligábamos, nos reíamos, teníamos nuestra peña que era de lo más divertida, en fin...lo pasaba de miedo.
Normalmente íbamos a un local que tenía diferentes niveles, en uno de ellos los chicos nos deleitaban con canciones más o menos picantes, más o menos bien cantadas en un pequeño escenario, pero en fin, era un divertimento sin más pretensión y lo pasábamos en grande.
Un día, Salva se quedó hablando con un mulatazo que estaba como un camión, no era muy alto pero tenía un cuerpazo que quitaba el hipo, cabeza rapada, labios carnosos, ojos negros como el ónix, camisa de lino casi transparente desabrochada, y debajo, la puta camiseta de tirantes que me ponía a cien, pantalones azules ajustados en la cintura con una lazada. Estuvieron hablando un rato mientras yo me quedaba en la barra. Al fin se acercaron y Salva me presentó: - Ari, te presento a Román - nos dimos la mano con fuerza. Ya he dicho que aunque soy menudo soy bastante fuerte. La presión de Ari me gustó. Me gusta que me den la mano con fuerza. No me gustan las manos lánguidas y frías.
Román me miró a los ojos y me sonrió con aceptación. Le había gustado también cómo yo daba la mano. Se sonrió (dientes blancos sobre piel café ¡La hostia!). - Es representante de gente del espectáculo y quiere conocerte.
Ya (a mi con ese cuento)
Es verdad- dijo Román - Creételo, es cierto.
Que si... que ya... no hace falta que vengas con esa milonga para ligar, te aseguro que no te hace falta.
Mira, he venido varias veces a este local y me he fijado en ti. Te he visto cantar algo y das muy bien en el escenario y estoy buscando algo muy especial...
Vale, déjalo ya...
Ari, lo que te estoy diciendo es absolutamente cierto- Se había puesto serio. Muy serio. - Estoy buscando a alguien muy especial para un espectáculo y tu me has gustado, pero necesito algo de ti...
Ya empezamos
Escucha por favor. Necesito que busques alguna canción distinta a las típicas y que le des un aire de cabaret. Necesito oírte y verte en este ambiente cantarlas e interpretarlas. Creo que puedes ser perfecto para lo que quiero.
No necesito dinero, ya gano bastante y no me gusta que me tomen el pelo.
Si tomarte el pelo es actuar en un teatro de la Gran Vía en un musical de estreno. Vale, es tomarte el pelo. Eres duro de convencer ¿eh?.
Vale. No te digo ni que si ni que no. Déjame pensarlo, el viernes que viene, si tengo algo vengo y y te lo canto. Pero no te prometo nada.
Imaginaos la locura de Salva cuando Román se fue. En fin, no quiero aburriros. Al final acepté buscar alguna canción. Después de reírnos, llorar, pelearnos y abrazarnos, mee decidí por tres canciones, las tres tristes y de despedida o de desamor, pero si las tratábamos a la manera de cabaret, cambiando el ritmo y dedicándosela a alguien presente en la sala, podría dar mucho juego ( Yo solo pensaba en Tor y en dedicárselas. Era mi homenaje a su despedida.)
Dos eran de la Brokeback Montain: "He Was A friend Of Mine" y la otra era "I Don't Want To Say Goodbye". La tercera era "Good Bye My Lover Good Bye My friend" de James Blunt (por favor, escuchadlas. He de decir que no puedo evitar llorar al oírlas).
Estuvimos toda la semana trabajando en ellas. Con el arte de salva en la guitarra fuimos quitando drama y dándole forma de dedicatoria. La última noche lloré al cantarlas y Salva al escucharlas. Eran unas versiones espléndidas.
El viernes fue el día. Román estaba en la sala. Guapo a rabiar con su camisa semitransparente blanca. Sabía como seducir el muy cabrón, pero yo también. Se había acabado la etapa de timidez. Se había acabado definitivamente.
Salva, con buen criterio me sugirió que no me vistiera ni me arreglara con exageración. Le hice caso. Apenas me pinté, me coloqué las medias, el liguero y el tanga de pedrería, todo negro, una boa de marabú violeta a juego con mis párpado y los pezones de oro.
Salí al escenario. Oscuridad. Un foco iluminándome de frente por lo que no veía a nadie (menos mal) y Salva al piano (por cierto estaba guapísimo)...y canté e interpreté como si Tor estuviera entre la gente y yo le dedicaba las canciones de despedida con un tono de despecho típico de las arias operísticas. Pero se me ocurrió el truco de señalar la zona donde sabía que estaba Román con el fin de que pensara que se las dedicaba a él.
Al final de la última canción, la de Blunt, no pude contener que se me saltaran las lágrimas...y aquello fue la locura.
Me fui al "camerino" y rompí a llorar. Mientras oía como la gente aplaudía. Salva, que me conocía muy bien, vino corriendo a consolarme. A contiuación entró Román, se acercó a mi, me levantó, me abrazó y me besó en los labios. - Genial, Ari, genial. te quiero, te necesito, tienes que estar conmigo en el espectáculo- Me abrazaba y yo lloraba sin consuelo mientras me besaba y acariciaba - Genial... genial... Te quiero...te quiero
6.-
Durante meses estuve ensayando canciones nuevas y cantando los viernes y sábados en "El Ángel Negro" con bastante éxito, pero durante el resto de la semana seguía trabajando en la Central.
Durante la semana la vida seguía su ritmo monótono y aburrido, pero era el pan de mis días y no podía renunciar a el. La verdad era que no me desagradaba, la gente era encantadora y el trabajo no me mataba, osea que... mi Santi seguía guiñándome el ojo y llamándome "rubio", y me encantaba. Cada vez me gustaba más aunque, para variar, no había nada que hacer. Me contentaba con observarle y deleitarme en sus andares, su camiseta y su jeta de boxeador o de pandillero, según se mire.
Llegó el verano y el calor. Cuando salía de la Central me iba andando a casa que estaba como a veinte minutos andando. Normalmente llevaba camiseta de tirantes, bermudas tipo cargo y chanclas y así me dirigía a casa lentamente escuchando las canciones en el mp3 y pensando en la puesta en escena para ellas.
Un día, una moto de alta cilindrada se paró a unos metros por delante de mi. Unas espaldas marcadas por una camiseta de tirantes que debía haber sido azul marino en algún momento y pantalones cortos marcando unas piernas que daban mareos hizo que me fijara en el. Los inconfundibles tatuajes japoneses de su brazo derecho me indicó su identidad: Santi.
Se quitó el casco, me sonrió y me guiñó el ojo - ¿Le llevo a algún lugar al señorito?.
La sorpresa me dejó casi sin palabras y atragantándome le respondí que no hacía falta que vivía cerca.
Venga, no seas hosco. Te acerco, o ¿es que te dan miedo las motos?
No...que va...me encantas...me encantan...las motos (el subconsciente me había traicionado ¡Joder!...me encantas...)
Santi no pudo más que sonreir de lado, me volvió a guiñar el ojo - Venga rubio, no seas cagao. Te acerco.
Me subí a la moto (nunca mejor dicho).
Se puso el casco y me dijo que me agarrara fuerte. Apoyé mi pecho a su espalda húmeda de sudor, puse las manos sobre sus hombros y esperé la arrancada. Me preguntó donde vivía y luego me dijo: - No seas tímido rubio, agárrate bien - y cogiéndome las manos se las llevó al abdomen - Aprieta fuerte.
Dios de mi vida, que dureza, que vientre tenía el cabrón. Me acomodé para que todo mi cuerpo estuviera en contacto con su espalda y mi entrepierna aprisionada por sus nalgas. El efecto del arranque hizo que fuera hacia atrás y luego hacia adelante pegándome más a su cuerpo y mis genitales a su culo. Era demasiado lo que estaba pasando...además olía a colonia de baño como si fuera en niño...¡Que locura!...un hombre como aquel, con aspecto de pegarse a hostias en un bar de barrio oscuro oliendo a colonia de baño. Aspiré...no pude contenerme y acerqué mi cara a su cuello para olerle mejor, para que aquel olor entrara en mi y no lo olvidara.
De repente frenó. - ¿Es esta tu casa no?. - En ese momento no podía hablar. No sabía que me decía. Se quitó el casco y una oleada de olor a colonia me invadió. - ¿No es esta tu casa?
-Si...perdona...no sabía...no estaba... Si, si esta es mi casa. Gracias. Gracias por traerme- Me bajé de la moto y me dirigí hacia el portal pero, de repente, me di cuenta de mi mala educación. Me di la vuelta y Santi me estaba mirando con cara de interrogación.
Volví hacia el y le pedí perdón por mi falta de educación. - Santi, perdona, estaba un poco mareado - Sonrió con sorna- ¿Quieres tomar algo?, ¿quieres subir...a...?
- Venga chavalote, invítame a una cerveza que hoy no tengo familia. Tengo la noche para mi. Vamos rubio...- Y pasando su brazo por mis hombros llegamos al portal.
No daba crédito de lo que estaba pasando. Mi Santi iba a subir a mi casa. Mi Santi en camiseta me abrazaba y su calor y su olor me invadía. Mi entrepierna comenzaba a crecer y a sudar al igual que mis sobacos... ¡de nervios!...
No dejó de abrazarme en plan colega hasta que entramos en casa. Le dije que se sentara en el sofá mientras le traía una cerveza helada y que descansara mientras me daba una ducha rápida.
Me metí en el baño cerré la puerta, me apoyé en ella y me quedé inmóvil pensando ¿Qué coño estaba haciendo?. Respiré hondo. Me calmé. No pienses en nada, no puede pasar nada, está felizmente casado, por dios, date una ducha y relájate... relájate.
Me estaba duchando dejando caer el agua tibia por mi nuca cuando se abrió la puerta de baño y entró Santi. - Tío me meo... no puedo más, no te importa ¿verdad? - yo no podía hablar - se sacó la polla y se puso a mear. A través de la mampara podía ver la tranca de mi amigo que soltaba un chorro interminable y yo no podía dejar de mirar el espectáculo. Tenía una chorra mediana pero gorda, de piel clara y con una buena porción de venas que recorrían su tronco como si fuera una enredadera. Me empalmé con solo verlo mear. No... por dios...relájate...cálmate...me decía cerrando los ojos.
Un - ¡Vamos rubio!, que te vas a quedar como una pasa de arrugado- me devolvió a la realidad. No pude menos que reírme por lo bajo. Eso tenía Santi, me hacía reír con cosas así.
Fui a salir de la ducha cuando lo vi sentado en el retrete tan tranquilo. Me quedé inmóvil. - Vamos tío que estamos entre hombres, no te va a dar vergüenza...- Había oído tantas veces esa frase, esa frase que me ponía de los nervios "Estamos entre hombres..." eso que coño significaba, ¿que todo estaba permitido?...
Salí de la ducha y comencé a secarme cuando noté que se levantaba y se acercaba a mi por la espalda. Me tensé. No sabía realmente que pasaba. Se acercó más a mi. Me cogió la toalla con calma y me dijo - Déjame a mi, rubio...- Me quedé quieto mientras me dejaba secar, hasta que acercó su boca a mi oído y me dijo en un susurro - No sabes como me gustas rubio - y mientras me secaba me decía - Me gustas desde el primer día...siempre me has gustado...no sabes las veces que me he pajeado pensando en ti...
Con cada frase, con cada masaje con la toalla secándome las zonas más erógenas me calentaba cada vez más... y el roce de su cuerpo en mi espalda... - Por favor Santi...por favor te lo pido...déjalo...
¿No quieres?....¿Quieres que me vaya?...
Eres un cabrón...No me hagas esto por favor...estás casado...por favor...
Me acariciaba la entrepierna, me acariciaba el ano y los muslos provocándome escalofríos, me acariciaba el vientre, el pecho y los pezones, mi parte más erótica.
- No te equivoques rubio... a mi siempre me han gustado los hombres...- Caricia - lo que pasa es que me tuve que casar...cosas que pasan... -Susurro en el oído - Pero llegaste tu... cabronazo... y...me gustas tanto - mordisco en el lóbulo - que no he podido resistirme - mordisco en el cuello - no puedo resistirlo...me pones a mil cada vez que te veo...
No pude aguantar más y me di la vuelta, le cogí del cuello y le besé en los labios a la vez que nuestras lenguas entraban en pugna. Le metí las manos por la camiseta y se la quité de un tirón dejando pecho desnudo a mi disposición. ¡Dios!...le desabroché el pantalón que cayó a sus pies y noté la dureza de su miembro atacar a la mía. Me retiré unos centímetros porque quería verle totalmente desnudo, cosa que no había conseguido nunca. Le aparté con los brazos y lo miré, lo observé, lo analicé.
Santi... mi Santi... el hombre duro, el chuleta, el seductor...el embaucador...
Fui acariciando su cara de rasgos duros, sus ojos pequeños pero de expresión viva, su nariz partida, sus labios, sus dientes pequeños pero blancos y sanos, su labio inferior que se doblaba según le acariciaba con el pulgar, el cuello fuerte y musculado, los hombros, los bíceps, el pecho, su cuerpo lampiño, sin nada de vello, liso y blanco con unos pezones pequeños. prominentes y rosados (ese era el puto truco para que destacaran en su camiseta), que ya estaban erectos...y fui bajando y bajando deteniéndome en el ombligo para llegar a su polla que ya estaba en estado de gracia y era la única zona en que una mata de vello moreno nacía salvajemente. Al acariciar su vello y la suavidad de la piel de su pene, no pude resistir la tentación de besarle otra vez los labios y meter mi lengua y que me lamiera a la vez que le pajeaba. Así estuvimos un momento hasta que mi mano le apretó los huevos y noté como se tensaba -¿Te gusta...verdad?...¿Te gusto....?. Dímelo...Dímelo...
Me gustas tanto rubio... me gustas tanto...
Muérdeme... hazme daño... Santi... por favor... hazme daño... - Y unas lágrimas de deseo y placer aparecieron en mis ojos. Me acerqué a su cuello y le mordí con fuerza - Así....así... hazlo
Entonces el animal que Santi llevaba dentro se desató a causa del placer que le estaba dando, de la excitación que sentía y de la lujuria que llevaba aprisionada desde hacía tiempo.
Mi provocación hizo que su deseo explotara y me clavó los dientes en el hombro hasta que gemí de dolor... -Sigue...Sigue... - No se porqué pero quería sentir la animalidad de ese macho en estado puro... no quería medias tintas ni represiones, ni caricias falsas para que pensara que me daba placer, no... le quería a él... le quería...animal...fiera...macho...
Y me lo dio. Ya os digo si me lo dio.
Nos besábamos como perras en celo, nos mordíamos como lobos hambrientos haciéndonos daño, pero provocándonos un placer sin límites. Nos girábamos para dar la carnaza al depredador. Santí me arrastró hasta la cama y me tiró para tenerme a su disposición, como si fuera un león, la lujuria que emanaba de sus ojos me excitaba de tal manera que lo único que le decía mi mirada era: Muerde, daña, mata...
Me había vuelto loco el contacto con aquel hombre tan poderoso, su cuerpo se fibraba, las venas se le hinchaban, el rostro era el deseo personificado y yo le provocaba más y más ... no pudo contener su ansia y me mordió los labios hasta hacerme sangre, me los lamió como una fiera, lentamente, a lengüetazos, saboreando a su víctima...(que no lo era, sino su incitador), porque también disfrutaba de la violencia y del dolor...pero sobre todo del placer que le daba ese animal desbocado.
Me giró, me puso a cuatro y me folló. Estaba tan fuera de sí que lo único humano que sintió fue soltar un chorro de saliva en mi ano para lubricarme ( me vino la imagen de los dibujos animados, cuando a un lobo se le hace la boca agua antes de tirarse matar a otro animal y chorrea saliva y, en este caso, yo era su víctima).
Mi provocación llegó a su límite cuando me ensartó de un golpe y grité de dolor. Su polla había crecido y ensanchado y, aunque lubricaba chorros, no fueron lo suficiente para que resbalara por mi conducto. Grité de dolor y Santi se envalentonó como un auténtico macho alfa y me penetró hasta la base de su verga.
No puedo definir lo que experimenté en esos momentos, porque eso era lo que yo quería...que me dañara...que me penetrara...que me follara como un lobo en celo... y lo estaba cumpliendo.
Me dejé llevar por el placer y lo conseguí.
Mientras me follaba como un animal, dentro de lo que permitía mi postura, le acariciaba los muslos, las nalgas, gemía de placer y levantaba el cuello para llegar a su boca... Captó mi intención y cambió de tercio. Me sujetó la cara para llegar fácilmente a sus labios y poder besarlos, el ritmo de la follada fue mas calmada, comenzó a acariciarme el pecho, el vientre, la polla encabritada, los cojones abotargados.
Me tumbó de espaldas me abrió las piernas y volvió a penetrarme. Era todo un espectáculo de macho hambriento de sexo. Miraba como su vientre liso acababa en la mata de vello de la que salía y entraba la lanza que me atravesaba. Me fijé en sus brazos musculados en los que las venas se habían convertido en cordones, las flores y ramas de la jungla tatuada se cimbreaban y los monos colgados de sus ramas bailaban al ritmo de su follada. Todo él era un espectáculo. Era el auténtico animal en celo apareando a su pareja.
No pude resistir la tentación y llevé mis manos hasta sus pezones, los pellizqué hasta hacerle daño y tiré de ellos. Gimió y echó el cuerpo hacia atrás mientras mis dedos tiraban se sus apéndices, gemía y aullaba mientras me follaba con duras estocadas de "falo completo" y yo me estremecía, me revolcaba y gemía del inmenso placer que me daba. La bestia dejaba caer chorros de saliva en mis labios para luego lamerlos. Nos habíamos convertido en auténticos esclavos de un sexo animal.
Noté como su follada comenzaba a ser mas rítmica y como su cuerpo se iba tensando,como su cara se congestionaba, como sus venas se hinchaban y como su polla crecía en su encierro.
Rugió como un león mientras se corría en mi interior, le miré la cara desencajada de placer y noté como su polla descargaba toda su leche haciendo que mi entrada sufriera de un placer no descrito.
Gemí hasta llegar al aullido cuando mi polla escupió toda su leche. Todo mi cuerpo se paralizó menos el rabo que tenía vida propia y saltaba mientras escupía una y otra vez y mi esfínter ordeñaba los últimos restos de lefa de mi macho.
Nos fuimos calmando. Santi se inclinó hacia mi y con sus manos esparció mi leche por mi cuerpo para luego dármela a probar. Le lamí los dedos y luego él acercó sus labios a los míos y me los lamió. El instinto hizo que mi lengua entrara en su boca en busca de la suya.
Continua.