Ariadna o los placeres sin culpa
Un hilo delgado para entrar y salir del laberinto de placer que proporciona el sexo...
Ariadna o los placeres sin culpa
Me gusta cuando tu pene me recorre como si fuese un pincel, decorando toda mi piel con minúsculas gotas cada tanto. Quizá más que tu boca, ávida, golosa y absorbente, sea éste tu verdadero órgano del conocimiento. Lo depositas un momento en el valle que forman mis senos y lo aprieto brevemente, subiendo y bajando apenas su prepucio para ver maravillada en su extremo, iridiscente, una diminuta perla translúcida que huele a ti.
Subes un tanto y lo frotas contra el mentón, dibujas el rostro paso a paso, pasas de largo ante mis labios que se estremecen de deseo, ansiando que lo hundas en la cavidad de mi boca para catar su humedad. Pero no, ahora delineas mis ojos, el nacimiento de mi pelo, te retiras...Masajeas mis pies con ese prodigioso rodillo de sangre y músculo, los oprimes contra tus testículos cuya suave pelusa me produce cosquillas; lo pones entre mis dedos y simulas un vaivén que me retuerce de lujuria. Mientras rozas mi rodilla tu boca busca la copa de mi ombligo donde ha permanecido indemne un brevísimo rastro de saliva, lo bebes, tu lengua seca sus bordes con infinito cuidado y avanzas volviendo a mis pezones que te reciben estremeciéndose cuando los tocas con la punta mojada de tu increíble pincel.
Quiero que me penetres ya, pero aún te dispones a diseñar mi geografía como avezado cartógrafo, como adelantado en procura de tierras ignotas, altiplanos y valles de piel deseosa y tibia...Mi espalda siente el roce fugaz de ese bello don buscando oasis para saciarse y darme, a un tiempo, mi merecida paz.
Has encontrado sin buscarlas las cordilleras de mis nalgas redondas con su secreto oculto en el profundo valle. Ahí estás, decorando con pericia caprichosa la entrada que parece un mohín pero desea ser traspuesta y asolada sin demora. Debajo, un hilillo de aromado néctar se derrama como una riada sobre la sábana, incapaz de contenerse ante tu juego. Por el rabillo del ojo capto tu placer, reflejo exacto del que me estás proporcionando: tu sonrisa es la de un niño que ha descubierto un juguete nuevo para sorprenderme.
No puedo esperar más, tómame ahora. Mira como me abro toda para que tu ariete derribe las puertas estremecidas, puedes sentir los jugos que la fruta madura exhala para testificar su madurez. Mi pequeño clítoris está descapullado y listo para que lo estrujes sin más demora, húndete en mi cuerpo, úsalo de vaina para tu cuchillo de terciopelo, de guante para tus dedos que ojalá fueran miles para alcanzar cada centro despierto.
Sáciate, déjame tus colores dentro, organízame, créame de nuevo. Déjame rugir como la fiera cuando se ve alcanzada por el simple y puro destino de su vida.
Embriágame, nómbrame, disuélveme para poder luego decirme que me quieres así como yo soy, espejo para ti y placer sin culpas para mi hambre. Haz de mí tu obra maestra, pintor de viva paleta.
Y luego déjame hecha un ovillo para encontrar como Ariadna la senda por donde no me pierda.