Arena

Una joven tiene una emocionante aventura en la playa.

ARENA

Casi todos los relatos empiezan con una descripción del/la protagonista. Y este no es ninguna excepción. Me llamo Sonia; tengo 21 añitos, recién cumplidos eso sí. Soy de mediana estatura, uno setenta y pocos. Tengo el busto normal, mis tetas son redondeadas, grandes pero sin pasarse, luzco un culito bastante bien moldeado y mis piernas son de esas que al cruzarse muslo sobre muslo, hacen a los hombres mirar de reojo. No soy una supermodelo, soy del montón tirando para arriba. En la época en la que me sucedió este relato ostentaba una larga cabellera pelirroja y como todas las pelirrojas tengo la piel ligeramente pálida y una amplia variedad de pecas en los mofletes. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no. Normalmente práctico topless e incluso he llegado a ir a playas nudistas, donde los bañistas pueden apreciar todo mi ser.

La historia en la que me centro sucedió este verano. Mi novio y yo estábamos pasando unos días por la provincia de Castellón, durante las vacaciones estivales. Mi novio es un tío celoso, demasiado diría yo. Tan sólo hace un año que salimos juntos y desde entonces me trata como algo de su propiedad. Es algo que me excita. Me excita que me dominen, que me traten como a un vulgar objeto. Sin pasarse claro. En estas estábamos cuando bajamos el primer día a la playa. La playa en cuestión es una pequeña caleta. Como digo, es la primera vez que iba a la playa con mi novio y tan pronto llegamos el se descalzó y corrió como un loco al mar. Yo me tumbe en la toalla, me desabroché la parte de arriba del bikini, me embadurné con crema protectora (especialmente mis pechos) y me tumbé a tomar el solecito. En esas estaba cuando me fije en las personas que había alrededor: un mocoso de unos doce años que me miraba perplejo, la madre de este la cual me miraba asqueada y un viejo enclenque que me observaba desde una tumbona. La madre del chaval se descuido un instante y el mocoso se acercó a mi toalla. Se me quedo mirando y, para mi asombro, se lanzó sobre mis tetas. Fue solo un segundo pero fue. El enano me las cogió fuertemente, me magreo y, mientras con una mano me pellizcaba el pezón izquierdo (de manera brutal por cierto) se reclinó y lamió todo mi seno derecho. Cuando quise reaccionar la madre ya había agarrado al chavalin y se lo llevaba dándole de porrazos con la mano. Me quede dubitativa. Aquel chaval me había lamido toda la teta y estaba ciertamente excitada. De hecho me estaba empezando a mojar. Aparte la mirada de la madre y el crió y vi otra cosa, tanto peor: el viejo se había sacado la polla y se la estaba meneando a la vista de todos. Parecía darle igual que todo el mundo le mirase. Al parecer al vejete también le había excitado la aventura del niño y me miraba lanzándome besos y guiñándome el ojo. Al fin descargó su arma lanzando su semen hacia mi (aunque no llegó a más de un metro) y se tumbó a descansar. Estaba totalmente aturdida. Me recosté a tomar el sol, dándole vueltas a lo sucedido. En cierta forma comprendía al abuelo porque tumbada mis tetas apuntan con sus pezones al cielo y si flexiono una pierna, mi muslo se que se ve muy hermoso.

Estaba algo excitada, tengo que decirlo. El haberme puesto el bronceador recorriendo con suavidad mis muslos, mi vientre y mis tetas es algo que me da cierto placer. El sol me encanta y sentir mis tetas medio aplastadas contra la toalla es algo que me hace humedecer por momentos llevándome a veces a tener que darme un chapuzón.

En esas estaba cuando:

  • ¿pero Qué estas haciendo?- mi novio se había acercado. Estaba empapado y me miraba atónito.

Me cogió del brazo, me echo una toalla por encima y a empujones me saco de la cala. Había cogido la bolsita donde guardábamos la ropa pero había dejado en la playa una toalla y la sombrilla.

  • ¿se puede saber que haces?- le pregunté.

  • Eso tendría que decirlo yo- respondió mi novio- ¿Qué hacías ahí en bolas? ¿Acaso no has visto al viejo ese como se la meneaba y al crío?.

  • Siempre que voy a la playa hago topless. Me da igual que la gente me mire.

  • Pero a mi no. Eres una puta.

  • ¡Pero que coño dices!- respondí a limpio chillido. El viejo que se la había cascado a mi salud se nos quedo mirando. Había salido de la playita y nos había seguido- No soy de tu propiedad y si quiero enseñar las tetas al viejo se las enseño. No se porque estoy contigo.

En ese momento me quite la toalla que me cubría y le enseñe todas las tetas al anciano.

  • Pues yo si se porque estoy contigo- dijo mi novio y acto seguido me empujó, me metió dentro del coche arranco y salió haciendo rueda.

Cuando llegamos al apartamento que teníamos alquilado me encerré en la habitación y sin decir una palabra me acosté. Me sentía fatal y llore. El bruto de mi novio no entendía que no había nada malo en enseñarle las tetas a un viejo. Oí como el candado de la puerta se abría lentamente y como aquel que es mi novio penetro en mi habitación, lentamente. Ni siquiera le mire, seguía tendida boca abajo en la cama.

  • Yo si se porque estoy contigo- le oí susurrar.

Con un brusco movimiento me volteó, me esposo la mano izquierda al cabecero de la cama y me abofeteo. Con fuerza cogió mi mano derecha y también la ato al cabecero. Estaba muy asustada. Una cosa era que me trataran violentamente y otra muy distinta era que aquel desgraciado me tratara como a una esclava. Pero estaba a su merced. Además de estar semidesnuda (no me había quitado la parte de abajo del bikini pero tampoco me había puesto la de arriba, por lo que mis tetas estaban totalmente expuestas) estaba atada. Mi novio se levantó, y tras un rápido movimiento ató mi pie izquierdo a la pata de la cama, y después hizo lo propio con el pie derecho. Ahora si que estaba totalmente expuesta. En cruz.

Yo había tratado de resistirme en cada momento dándole patadas y puñetazos a los que el respondía con guantazos a mis tetas y hundiendo su rodilla en mi vientre justo sobre el ombligo, haciendo que la presión fuese insoportable y tuviese que doblarme y ceder a sus deseos.

  • Déjame por favor- le suplique entre lamentos. Las lágrimas se corrían por mis mejillas.

  • No es la primera vez que estas en esa posición conmigo. Puta.

Era cierto. Una de las cosas que más me gustaba era que me hiciera suya cuando yo estaba totalmente atada. Pero aquello era diferente. Estaba a su merced.

  • Veras eres una gran puta- dijo- te gusta exhibirte dices. Pues a mi no me gusta que te exhibas. Te dejo.

Dicho esto se marcho de la habitación. No entendía nada. ¿Para que me había atado? ¿Para marcharse y dejarme allí? Sentí miedo y pensé en gritar. Pero me contuve. No quería provocar un drama. Estaba anocheciendo así que me dormí. Y vaya sueños que tuve. Soñé toda la noche con aquel niño de la playa y pensé en lo que habría podido pasar si la madre no hubiese estado allí, en como me apretó el pezón, en como su lengua rozo mi piel… Me cogió con sus manitas y me hizo recostarme sobre mi toalla, lentamente pasó la lengua por el pezón, lo chupó y lo mordió suavemente con esos dientecitos. Allí estaba yo, en el séptimo cielo con las caricias del mocoso. Lentamente me bajó el tanguita del bikini y enredo los deditos en mi bello púbico. Acarició los labios, y con si boquita atravesó los otros labios, los de arriba.

  • Fóllame- le dije en un susurro.

Dicho y hecho. Primero introdujo el dedito y con un movimiento lento pero decidido estimuló mi clítoris. Poco a poco me fui mojando, mis flujos vaginales mezclándose con sus manitas y al fin el momento más esperado. Con decisión se bajó el bañador a las rodillas y dejando al aire el glande de su pene lo puso en la boca de la cueva. La oscuridad dejo pasó a su carne, que me perforaba lentamente al principió para ir aumentando el ritmo. Aquello era el cielo. Sentía como su glande apretaba contra la entrada de mi vagina, como iba dilatándola mientras entraba, como el resto de su pene frotaba al ir entrando y cómo empujaba mi útero cuando entró del todo. Mis caderas se movían acorde a su rabito, el orgasmo estaba llegando… pasé a estimularme el clítoris con mi mano mientras con la otra manoseaba el culito dulce y respingón, subiendo hasta el agujerito y luego acariciando la espalda, suavemente, mientras el me taladraba. Me estaba gustando, ciertamente. Me acarició con una mano en el cuello. Un escalofrío, luego otro y otro, aquí estaba el orgasmo. El orgasmo fue de los que me gustan, de los que provocan espasmos que me hacen temblar los muslos, contraer y relajar el vientre y perder el control de mis movimientos. Al primer espasmo que me hizo arquearme, siguieron varios más que no pude ni contar pero que me hacían retorcerme de placer durante un tiempo que me pareció eterno, deseaba que terminase o me volvería loca.

Poco a poco aceleraba el ritmo, y ahora lo hacía a una velociadad de vertigo. AHhh, Ah. Se me escapaban los gemidos y a él se le escaba el tiempo. Note como metía el culo y hacía uno o dos espasmos. Pero la cosa no acababa. Ahora me daba besitos en el cuello mientras seguía masturbándome. Y por fin llego el segundo orgasmo que terminó de volverme loca de la cantidad de espasmos que me produjo. Un cubo de agua me despertó. Mi novio estaba allí, mirando el espectáculo.

  • Eres una vulgar puta.- Me dijo- llevo viéndote diez minutos moverte. Estabas toda empapada. Hasta he pasado mi mano por tu coño y te he acariciado un poco. ¿No puedes esperar para tener tu ración de sexo eh, puta?.

  • Piérdete- le espeté.

  • No. No esta vez. Ahora tenemos que hablar.

Todavía era de noche. No habrían pasado más de dos o tres horas desde que me atara a la cama.

  • Tu y yo ya no somos pareja- me dijo.- Pero eres una puta niña. No tienes ni dinero ni coche. Y estas a cuatrocientos kilómetros de tu hogar. Tu única salvación es esto.

Levantó lentamente el móvil, mi móvil. Después lo echo a otro cubo de agua.

  • ¿Porqué lo tiras?- le chille. Estaba cada vez más asustada. Aquel hombre al que yo había amado ahora me miraba con una extraña expresión. Lo tenía todo planeado.

  • Lo tiró porque quiero. Ahora estas encerrada aquí. Si quieres volver a tu casa vas a tener que hacer lo que yo te diga. No pienso cargar contigo si no haces lo que yo quiero.

  • ¿Y que quieres?- dije asustada, pero más tranquila. Parece que mi vida no corría peligro.

  • Sólo quiero que trabajes. Como eres una ramera tendrás que follar.

Eso no estaba tan mal. Lamentablemente no era la primera vez que aquel hombre me follaba. Sólo una duda me asaltó. No tomó la píldora porque me va fatal para las hormonas, así que siempre habías hecho el amor con preservativo. Él lo sabía y puede que en eso consistiera su broma final.

  • No, no es conmigo con quien quiero que trabajes. Me dijo, adivinando en parte mis pensamientos. Vas a dar placer a aquellos a quien yo traiga. Pero además no vas a poner ningún impedimento, ni te quejaras ni harás cosas raras. Anselmo Pase.

Después de dar esa orden apareció en el umbral de la puerta el viejo de la playa, Anselmo era su nombre. Sin decir ni una palabra se acerco a mí, visiblemente emocionado. Me arrancó el tanguita y me dejó totalmente en cueros. Se abalanzó sobre mí y comenzó el mete-saca a una velocidad de vértigo. Tan fuerte me follaba que todo mi cuerpo se movía según su polla entraba y salía, especialmente mis tetas que no dejaban de moverse como flanes a pesar de su firmeza. Su pubis chocaba con el mío justo sobre el clítoris y aquello me estaba matando.

Fue una suerte que estuviera parcialmente lubricada, porque aquel hombre estaba en verdadera forma. La cama botaba a cada embiste y comencé a sentir cierto dolor. Aquello era una violación en toda regla. No estaba pasándolo nada bien y para colmo ahora le había dado por mis tetas. Hundía sus dedos en ellas con violencia haciendo que gritase y sus tirones en los pezones me cortaban el aire de dolor y me hacían salir lágrimas y apretar los dientes. Ni que decir tiene que el que gritase pareció excitarle mucho más, con lo que aún me follaba más fuerte.

En mis fantasías había sido violada más de una vez, era una experiencia que me atraía. Pero este ser me estaba perforando a una velocidad de escandalosa y no pensaba más que en su propio disfrute. Intenté acomodarme y acompasar los movimientos para mí gozó, pero fue imposible. Tras un buen rato, que se me hizo eterno, el viejo se corrió dentro de mis entrañas, se quedó tumbado con todo su peso sobre mi ahogándome y dejó su polla dentro durante unos minutos que me parecieron eternos. Se salió de mis profundidades y se rió.

Tal vez él no sabía que me podía estar dejando embarazada. Pero poco le importaba. Se levantó y puso su polla, ahora flácida, en mis labios. Me ordeno que se la chupara y, ante la atenta mirada de mi novio, así hice. No me gusta nada hacer una mamada. Me da asco. Jamás me ha gustado y no lo suelo hacer. Sólo dos veces antes en mi vida había chupado la polla. Cuando era una cría, con apenas dieciséis años y obligada por mi actual novio, en una de nuestras sesiones pasadas. Ambas veces se corrieron en mi boca dejando un regusto amargo en mi memoria. Y ahí estaba yo, chupando con fruición la polla de aquel vejete, pues no quería hacer enfadar a mi novio, allí presente. Y me afanaba en la tarea de dar gusto al hombrecillo. Pasaba la lengua por el tronco, una y otra y otra vez notando el sabor de mis propios flujos vaginales que aún mojaban su polla, me la introducía cada vez más al fondo y poco a poco fue aumentando de tamaño. Finalmente alcanzó el volumen necesario, la sacó de mi boca y comenzó a pasar la polla entre mis tetas.

  • No. Métesela en la boca y corretee dentro. Que disfrute. – Dijo mi novio desde un segundo plano.

Y así hizo el viejo. La metió hasta el fondo y empezó a follarme la boca agarrando mi cabeza entre sus manos para que no pudiera retirar la boca. Casi me asfixiaba, lo que parecía divertirle porque mis arcadas le harían cosquillas en el glande o a saber qué. El caso es que me la metía tan hondo que estaba ya medio morada y no dejaba de tener arcadas que contraían mi cuerpo. Lo que más deseaba es que se corriese de una maldita vez o terminaría vomitando hasta el desayuno, era una pasada cómo trataba de hundirla en mi garganta, cómo esta parecía acoger cada vez más polla y la cantidad de arcadas que eso me daba.

Por suerte pude retirar mi cara y aspirar aire a grandes bocanadas que hinchaban mi pecho a tope. Entonces vi a otro hombre, junto ha mi novio. Estaba totalmente desnudo y se estaba cascando una fenomenal paja. No le conocía de nada. Mientras tanto el viejo seguía con el mete saca. Por fin se corrió. Me inundo la cara, me la dejo llena de su semen y algunas cotitas fueron a parar a mis tetas y a mi cabello. El viejo se dedico entonces a restregarme bien su corrida por mi pecho.

Así hacías esta mañana con la crema protectora, así hago ahora yo- decía.

Anselmo, su turno paso.- dijo mi novio. El vejete se marchó y el desconocido se acerco a la cama.

Este es Davor- dijo mi novio- es el padre de la criatura que se te abalanzó esta mañana. Quiere probar tus mieles.

El hombre se acercó, me desató la mano derecha y me la puso en su enhiesta polla. Me indico que se la masturbara. Y así hice. Lentamente al principio para ir aumentando el ritmo. Mientras tanto el hombre me estrujaba las tetas de forma que poco o nada me gustaba. Decidí aumentar el ritmo, para acabar cuanto antes. Se corrió en mi mano y volvió a salpicar a mi torso. En estas estaba, con la polla flácida en la mano, moviendo la mano lentamente, cuando vi a una mujer. La madre del niño también estaba. Se desvistió y se acerco a la cama. Era una mujer bajita, con unas tetas impresionantes, algo rellenita y muy morena debido a la playa. La típica tía española de 30 añitos. Se acercó y me puso el coño en la cara. Entendí de inmediato lo que quería. Jamás lo había hecho, poco a poco fui saboreando el coño de aquella desconocida mujer. El marido se puso manos a la obra e introdujo un dedito en mi culito. Poco a poco lo fue dilatando. Yo sabía lo que se me venía encima. No iba a ser la primera vez que me la metían por el culo, pero las veces anteriores lo había hecho tras mucho más tiempo de dilatación. Ahora no. Así, según estaba, chupándole el coño a su mujer, el hombre introdujo de un tirón todo su esplendor. Casi me desmayo. Tanto fue así que paré de lamer la conchita. A la mujer no le sentó bien y me estampo un sonoro bofetón. Mi novio se acercó, polla en mano, y me hizo volver a chuparle el coñito a la mujer, a la vez que me obligaba a introducirle uno o dos deditos. La mordí suavemente el clítoris y noté como la humedad crecía en mi boca. Estaba rozando el cielo del orgasmo con mi boca. Y así, mientras el marido me enculaba brutalmente, la mujer tuvo un terrible orgasmo, chillando como una puta. Después se recostó en la cama y comenzó a tirarme de las tetitas, lentamente. Por primera vez en la noche estaba disfrutando, pues el marido seguía sodomizándome y la mujer iba mejorando sus caricias, llegando incluso a pasar la manita por la raja del chochito. Y así acabo la cosa, el hombretón se corrió inundando mi recto y la mujer acabo sus caricias volviendo a darme un bofetón, para después pasar la sedosa mano por mi cuello y finalmente, acercando su boca, me dio un beso. Sentí su lengua dentro de mí, caliente como estaba. Y acabó todo. Se fueron por donde vinieron, en silencio. Y me dejaron al borde del orgasmo.

Aun falta lo mejor- anunció mi novio.

Seguía polla en ristre machacándosela como un mono. Abandonó la sala. Cuando volvió, no se porque, esperaba verle llegar con aquel niño, del cual no se su nombre, pero vino solo

Me parece que no has disfrutado mucho esta noche- me dijo.

Se acercó a mí y me desató. Poco a poco comenzó a tocarme las tetas, más bien a acariciármelas, lo cual me provocó algunos escalofríos. Me recostó sobre su pecho y, mientras continuaba con sus caricias, comenzó a palpar mi culito. No sabia que hacer. Tras haberme condenado a una noche como aquella, ahora parecía que mi novio me estaba tratando con cierta ternura. No sabia que hacer. Le deje hacer.

Ahora vas a disfrutar- Me susurro al oído mientras me mordía ligeramente la oreja. Eso me excito muchísimo y me abandone a mi suerte.

Entonces introdujo un dedo en mi ya dilatado culo. Lo introducía lentamente mientras su lengua se dedicaba a circular por todo mi cuello. Estaba comenzando a disfrutar cuando paró, se me quedo mirando y me propinó una bofetada salvaje. Chillé y caí de culo de la cama. Se abalanzó sobre mí y en un movimiento rapidísimo me introdujo toda la polla, hasta llegar al fondo de mi cueva. Notaba como iba golpeándome el útero a cada embestida. Poco a poco moví mis caderas para acompasarlas a su movimiento, ahora circular. Estaba excitadísima. Al borde del orgasmo. Con la mano comencé a estimular mi clítoris, que había crecido considerablemente. El cabrón de mi novio sabía como darme placer, y yo, violada como estaba siendo, me abandone a sus mieles. Me corrí tres veces de forma espectacular. Mis chillidos lo azuzaban y me soltó varias tortas, al principió en la cara pero después en las tetas y en el vientre. Notaba su polla dentro de mí. Finalmente saco su miembro de mi ser y, tras varios espasmos, se corrió entre mis pechos. El semen se escurrió entre mis tetas y fue a parar a mi vientre, estaba amaneciendo. Fue entonces cuando me besó en la boca. Estaba confundida.