Ardiente verano

Primera parte

Llevaba ya un buen rato mirándola; ella reía mientras hablaba con sus amigas, de vez en cuando me devolvía la mirada, pero lo hacía con inocencia, como si no conociera mis pensamientos. Yo no podía quitarle los ojos de encima, se me había agitado notablemente la respiración y… Sólo podía hacer que pensar cosas muy, muy oscuras…

Entonces se levantó de su sitio y se acercó a donde yo estaba sentada, me dirigió una mirada fugaz y a la vez tan penetrante. Me mordí el labio, queriendo hablarle, pero ella se adelantó:

-¿Estás sola? –Su voz sonó levemente ronca.

-Bueno… Esperaba a alguien, pero ya no creo que venga… -Levanté una ceja.

Ella sonrió con picardía, y miró atrás, hacia sus amigas, quienes parecían estar más pendientes de sus atuendos que de otra cosa, y volvió a posar la mirada en la mía.

-¿Q-qué…? –Me puse levemente nerviosa, tratando de disimular mi excitación.

Y entonces vi que abría sutilmente la boca y jugaba con la punta de la lengua sobre sus dientes mientras sonreía traviesa. Yo quería que parara, me parecía cruel, y a la vez tan sexy… Iba a preguntarle qué quería, pero ella se detuvo al instante y se marchó sin decir palabra. Me quedé perpleja y con la palabra en la boca. Ni siquiera sabía su nombre, pero… Ella ya no se escaparía de mí…

Había anochecido y yo paseaba solitaria por una de las calles de la ciudad. No sabía qué pensar sobre aquella chica, no podía quitármela de la cabeza, era demasiado sensual… Y su manera de moverse… Sacudí la cabeza varias veces, queriendo apartar mis pensamientos. Justo entonces vibró mi móvil; se trataba de uno de mis amigos.

-¿Qué? –Soné lo más seca posible.

-“Oye, ¿vienes al club?”

-¿Club? –Me quedé algo atónita.

-“Sí, se ve que hemos encontrado un club que vale la pena. He oído que las bailarinas no están nada mal. A ver si así puedes pichar cacho, ¿no crees?”

-Supongo… -Suspiré.- De acuerdo, ¿a qué hora?

-“¿Qué te parece a las 9?” –Él parecía muy decidido.

-Está bien… -Colgué la llamada y me quedé pensativa. Tenía una extraña sensación. No quise hacer mucho caso, supuse que era el cansancio y el éxtasis al ver a aquella belleza.

Y ahí estaba yo, sentada en una de las butacas del club, sin soltar mi vaso, a medio vaciar, viendo como mis amigos se daban el lote con algunas bailarinas. Yo quería mirar a algún lugar en el que no hubiera nadie desnudándose o bailando a medio desnudarse… Pero eso era imposible. Suspiré algo amargada, queriendo irme de allí, así que me levanté y me dispuse a dirigirme a la puerta de salida. Pero justo entonces, algo me dejó flechada. Giré la mirada con disimulo y vi a una pareja bailando; ella me sonaba de algo… Creí haberla visto antes, pero, ¿dónde? Su pareja, un chico alto, la agarraba por detrás, rozando los labios por su cuello, mientras ella movía las caderas contra su abdomen y subía y bajaba con total sensualidad. Y justo entonces, me miró con total intensidad. Yo quise no ruborizarme, pero, joder… Se me volvió a agitar la respiración, ella se mordía el labio y fue ahí cuando me di cuenta: ¡Se trataba de la chica del día anterior!

Paró de moverse y le susurró algo al oído a su acompañante, que, a su vez, asintió obediente y se alejó desapareciendo entre la multitud. Ella me miró con tanta sagacidad y a la vez perversión… Se llevó un dedo a la boca, lamiéndolo con lentitud mientras levantaba una ceja y frotaba los muslos. Yo no podía más con la situación, aquello era demasiado para mí. Así que me acerqué y por fin estuvimos realmente cara a cara. Pasó las manos por encima de mis hombros contoneando la cadera.

-Parece ser que alguien ha salido de caza… -Dijo arrastrando las palabras mientras me miraba a los ojos.

-No fue queriendo, he de suponer, pero… No creí encontrarte aquí. –Admití tratando de calmarme.

-Sabía que eras bonita, pero no pensé que fueras tan jodidamente sexy… -Ella sonrió traviesa haciendo más notables sus movimientos y frotándose contra mí.

-B-bailas bien… -Quise contenerme, pero ya no sabía si aguantaría más.

-Imagínate otras cosas… -Le brillaron los ojos con total intensidad mientras se pegaba más a mí.

Y mis mejillas se encendieron como nunca, pero… No sólo fueron ellas; me ardía todo el cuerpo y empezaba a sentir un fuerte hormigueo por entre los muslos.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Ese no era tu novio?

-Oh, ¿te refieres al chico con el que bailaba? –Ladeó la cabeza acariciando mi nuca.- No, es un amigo… Además, es gay. Se ve que no quería ir sola por miedo a que me hicieran algo, por lo que él se ofreció a venir conmigo.

-Buen detalle por su parte… -Intenté cambiar de tema antes de excitarme aún más.

-¿Es que nunca te han bailado así? –Se le dibujó una sonrisa muy pícara.

-N-no…

-Oh, qué pena, mi querida niña… -Bajó el tono de la voz.

Yo estaba a punto de una taquicardia, no sabía si de aquello saldría viva. Pero era demasiado sexy, todo era tan excitante. Me latía el corazón con fuerza. Entonces ella se acercó a mi oído y dando una leve lamida por el lóbulo me susurró:

-Qué mala suerte habernos encontrado… -Sus manos se deslizaron por mi espalda-

-¿Por qué lo dices…?

-Soy una cazadora nata… Y… Las gatitas como tú me vuelven loca…

“Oh Dios” fue lo que pensé después de aquello. Intenté no quedarme por debajo de su nivel.

-Bueno, esta noche yo… Podría ser tu gatita…

-¿Sabrías satisfacer todos los deseos de esta perra…? –Me agarró suavemente del mentón acercándose a mis labios.

-Todos… Y cada uno de ellos… -Empecé a arrastrar las palabras y me di cuenta de que yo también me estaba moviendo.

Ella me besó con suavidad, pero se notaba que estaba tan excitada como yo. Pasó una mano traviesa por entre mis muslos, frotándola con intensidad. Yo me separé algo asustada.

-A-aquí no… -Fruncí el ceño.

No dijo nada, se me quedó mirando en silencio, y de repente sonrió de lado con absoluta perversión.

-Calla, gatita… Ahora estás a mi disposición… Y si quiero follarte aquí mismo, entonces tú te callas y te dejas. ¿Has entendido? –Levantó una ceja.

La desafié con la mirada y ni quise hacer caso. Me giré para irme, pero ella me tiró del cuello de la camisa y me acorraló contra la pared, en un pequeño rincón alejado de las miradas de todos.

-¡¿Q-qué haces?! –Me alerté queriendo zafarme.

Pero sus manos eran más rápidas y no dejaban de recorrer mis muslos, amenazando con ir a más.

-¡Basta! –Dije enfadada.

-¡Calla! –Me ordenó ella algo irritada.- Eres mía, ¿entendiste?

-No, no soy tuya… -Me calmé intentando ser razonable.- Así que déjame en paz.

Ella parecía estar algo enfadada, pero sus ojos mostraban tanta excitación que a mí ya me dio miedo.

-Cállate, gatita… -Me empezó a desabrochar la blusa. –Si quieres librarte de esta, tendrás entonces que hacer lo que yo te diga.

Dejé de forcejear y la miré con cierto odio, pero el deseo me podía, había de admitir.

-Buena chica… -Bajó la voz acercándose a mi cuello y lamiéndolo con lentitud.-Ahora… Vendrás conmigo y… -Presionó con la mano mi entrepierna.- Vas a hacer de mi puta, ¿lo has entendido?

Yo abrí los ojos a más no poder y quise deshacerme de ella, pero era imposible, me sentí atrapada, bajo un extraño hechizo.

-N-no… -Dije casi en un susurro mirando a un lado.

-¿Cómo has dicho? –Colocó la pierna entre mis muslos apretando con fuerza sobre mi entrepierna y pasando la mano por debajo de mi sujetador, pellizcando mi pezón con algo de crueldad. –Atrévete a repetirlo, putita…

-Dije que… -Alcé la mirada y justo iba a repetirlo ella me besó. Fue uno de esos besos llenos de intensidad, lujuria, deseo… Era pasional, en cierta parte. Yo no moví ni los labios de lo sorprendida que estaba. Ella sin embargo, adentró la lengua en mi boca y comenzó a lamer la mía con leve desesperación. –B-basta… -Murmuré cerrando los ojos.

Se separó a escasos centímetros.

-No quiero… Putita. –Se rio con mucha picardía.

-D-deja de llamarme así. No soy una puta ni nada. –Volví a enfadarme.

Ella ya parecía estar un poco cansada de mis quejas y cogiéndome de la muñeca me llevó consigo. Subimos unas escaleras que llevaban a un pasillo con habitaciones a los lados.

-Espera… ¿Qué piensas hacer?

Apretó mi muñeca algo cabreada y entró en una de las habitaciones cerrando con pestillo. Acto seguido me empujó sobre la cama y se puse sobre mí, en cuatro, y mirándome con deseo. Yo sin embargo, tenía más miedo que otra cosa.

-Ahora no puedes escapar, por lo que, inténtalo y recibirás un castigo.

Yo empecé a jadear, no sé si era por la excitación o por otra cosa, y entonces ella se sentó sobre mi abdomen, con las rodillas a los lados y comenzó a mover la cadera de nuevo mientras se iba subiendo la camisa lentamente.

-¿Q-qué estás haciendo? –Me tembló la voz, tanto, que ella me miró satisfecha.

-Cállate y lo sabrás. –Sonó algo seca pero se notaba que se moría de la excitación.

Se quitó la camisa y poco a poco pasó las manos por su espalda, desabrochándose el sujetador y dejándolo deslizarse por sus brazos mientras se mordía el labio con fuerza y se movía cada vez más. Yo estaba cayendo en su juego, ya no había nada que hacer, estaba completamente mojada, excitada… Me empezaba a morir por tocarla, por hacerle de todo.

-Parece ser que has sucumbido a mis encantos… -Levantó una ceja.

Me tembló el labio, señal de que quería decir algo, pero no me atrevía. Se acercó a mí y lo rozó con la yema del dedo índice.

-¿Qué ibas a decir, putita?

Yo estaba sumisa, ni las palabras me salían… Sólo hacía que pensar que quería que me follara, que me dominara. Ella pareció entenderlo y alzándose un poco, empezó a desabrocharse el pantalón y a bajárselo con sensualidad, dejando ver las bragas y moviendo notablemente las caderas.

Algo de repente la hizo sentirse molesta. Se levantó súbitamente y tiró de mí para ponerme de rodillas, cosa que me sorprendió. Algún tipo de pensamiento sucio debió cruzar su mente, ya que me miró con mucha lujuria y sus ojos brillaron de un modo un tanto aterrador. Se llevó un dedo a la boca, lamiéndolo con ganas y al sacarlo un hilo fino de saliva colgó entre este y sus labios.

-Ponte en cuatro, puta… -Dijo con voz firme y dominante.

-¡¿Q-qué piensas hacer?!

Ella me dio un bofetón, algo que no me esperaba, dejándome en silencio un buen rato. Ni reaccioné después. Cosa que la impacientó y acabó acorralándome contra la pared mientras me quitaba la ropa con desesperación.

-Ya me cansé, gatita. Es hora de ponerte firme. –Dijo abriéndome las piernas y empezando a frotar el dedo en mi entrada por encima de la braga.

Yo gemí, cosa que no debía, ya que eso alimentó sus ganas. Me mordí el labio para aguantar. Me penetró por encima de la braga frotando el dedo con extrema rudeza mientras me quitaba el sujetador y se metía uno de mis pechos en la boca, lamiéndome el pezón con la punta de la lengua. Me sentía extasiada, fuera de mí, controlada, excitada. Aquello se salía de lo normal.

-Ahora verás… -Dijo quitando el cuadro que se alzaba sobre mi cabeza, haciéndome un nudo en las muñecas con una cuerda y atándola al gancho que antes sostuvo a este. Me abrió más de piernas, apartando la braga y penetrándome con dos dedos, ya ni uno, dos, moviéndolos con mucha dureza, clavándolos cada vez más adentro mientras yo me retorcía de placer y cerraba los ojos, gimiendo cada vez más alto.

-¡N-no…! –Grité ahogada por el placer.

Me dio otro bofetón, sin saber a santo de qué, y me apretó el pezón con crueldad penetrándome cada vez más rudo, metiendo los dedos profundamente.

-¿Qué? ¿Te gusta, putita?

Negué con la cabeza. No estaba dispuesta a darle tal placer, pero estaba más que claro que estaba disfrutándolo como nunca.

-¡J-joder! –Grité arqueándome de puro placer. Quise deshacerme de las ataduras, pero ella las había anudado bastante fuerte.

Sin poder evitarlo, abrí más las piernas, pero ella decidió ponerme en cuatro, de cara a la pared y me adentró un tercer dedo, dando increíbles empellones mientras se subía a mi espalda y me daba leves mordidas por la nuca.

De tan duro que me daba, sentí que pronto me correría, pero yo no estaba dispuesta a darle tal satisfacción. Comenzó a darme nalgadas, acelerando el ritmo, cada vez haciéndolo más duro. Yo estaba sudada, excitada, me había mojado tanto… Decidí rendirme, así que empecé a moverme contra ella. En cierto modo no quería terminar aquello, era demasiado placentero.

-Vamos, córrete, joder… -Decía ella con la voz ronca y dando muy fuertes empellones.

Y terminé llegando al orgasmo. Debido a que no sabía su nombre, me digné a gritar un “Oh Dios” con toda la fuerza de mis pulmones mientras me movía lentamente contra sus dedos y gemía totalmente extasiada. Ella me dio una última nalgada y se apartó, desatándome las muñecas y dejándome tumbada sobre la cama.

-Muy bien, gatita… -Se relamió los labios y alzándome el trasero adentró la lengua para tragarse mi corrida. –Muy pero que muy bien…

Cerré los ojos, mordiéndome el labio y soltando breves gemidos. Cuando dejé de notar su lengua, los abrí rápidamente y al girarme contemplé que ella ya no estaba en la habitación. Me había quedado sola, en silencio… Y totalmente excitada y con ganas de más…

Fin primera parte