Ardiente Sexilia

Aventuras de una niña nacida para disfrutar el sexo en todas sus variantes. Aqui seduce a su tío

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

La ardiente Sexilia

1: Sobrina, mientras dormías

Cecilia dormía plácidamente, cubierta solamente con la parte superior de su pijama, ajena a la pasión que había en el rostro de su tío, que la miraba ávido de deseo desde la puerta de su dormitorio. Antes de retirarse a su casa, Ricardo había subido a darle el beso de las buenas noches a su sobrina preferida, como le había dicho a su hermana, la madre de Cecilia, que no sospechaba las verdaderas intenciones que el abrigaba respecto de la bella muchacha que recién había cumplido los 16 años. Y lejos estaba de adivinar que su querida hija, la inocente muchacha, se había encaprichado con su tío, al que había estado provocando sistemáticamente desde hacía un par de meses. Es que nadie sospechaba que la hermosa Cecilia abrigaba en su cuerpo juvenil todo el fuego de la pasión que es posible a su edad. Una edad en que el deseo sexual es la fuerza que mueve todos los actos, cuyo norte es solamente el goce y la satisfacción inmediata. El sexo es lo que llena sus vidas cuando se inicia el despertar a la vida adulta. Y sexo es lo que la muchacha desea tener con su tío.

La naturaleza se había impuesto de manera generosa en el hermoso cuerpo de Cecilia, dotándola de un deseo sexual incontenible, que esperaba satisfacer junto a su joven tío, al que había estado provocando en todas las circunstancias posibles. Y después de un par de meses, sabía que le tenía como loco, por la manera en que la miraba y seguía sus provocativos movimientos. Es que el cuerpo de la muchacha tenía la exhuberancia de una mujer mucho mayor, con unas piernas que lucía con la seguridad de quien sabe que son un verdadero espectáculo para los hombres. Dos columnas de carne firme, blanca, dura, bien formadas, rematadas en unos muslos que hacían suspirar por la posibilidad de poder abrirlos y hurgar entre ellos. Y sus glúteos, grandes, duros y turgentes, como si fueran globos que llamaran a tenerlos entre las manos o chocando contra nuestra ingle. Respecto de sus senos, grandes, rellenos, parados y con pezones que pugnaban por romper la tela de la blusa, eran un hermoso remate al bello espectáculo de un cuerpo que causaba admiración a su paso. Su bello rostro, de nariz respingada y labios sensuales, era como la guinda de la torta: completando el hermoso espectáculo de un cuerpo de diosa, su mirada, su sonrisa provocativa, su pelo castaño cayendo en sus hombros, eran el complemento ideal para dar forma al bello cuadro que era todo su cuerpo.

Su tío había caído completamente cautivado por sus encantos. Y su deseo por la muchacha parecía no tener límites, pues día y noche soñaba con su bello cuerpo, del que había tenido la posibilidad de disfrutar de breves visiones que ella le había regalado como al descuido cuando pasaba cerca suyo o se agachaba para buscar algo que se le hubiera caído, y de un tiempo a esta parte se le caían muchas cosas, o como cuando se sentaba descuidadamente frente suyo. O cuando en la mesa del comedor ella dejó caer la servilleta y le pidió que se la recogiera, lo que él hizo de inmediato y se encontró con el espectáculo de las piernas abiertas de Cecilia, mostrando todos sus muslos e incluso la blanca tela de su bikini.

Ah, muchacha, cómo has puesto a tu pobre tío con todas tus tretas de seducción. Pero no sabes que lo que te espera al jugar con fuego, ya que las llamas también te tocarían. Y las cosas se empezaron a precipitar sin que tu hubieras hecho algo para ello, ya que sin sospechar que la pasión de tu tío se había desbordado, tú dormías plácidamente. La lujuria que despertaste en el te alcanzó finalmente y fue en tu propia cama.

Se acercó sigilosamente a su lado, temeroso de no alterar su sueño. Pero en lugar del beso en la frente levantó las tapas y miró detenidamente el cuerpo de su deseada sobrina, semi recogido y cubierto por un sugerente pijama de seda, que hacía resaltar sus bellas formas bajo la tela. Pero tenía puesto solamente la parte superior del pijama, ya que en lugar del pantalón tenía puestas unas pantaletas. Sin poder contenerse, acarició sus muslos suavemente, hasta llegar a su entre pierna, donde se encontró con el paquete que formaba la juvenil vagina de Cecilia. Retiró la mano y la cubrió. Le dio el beso en la frente y se retiró tan silenciosamente como había entrado. Cuando Cecilia abrió los ojos, su tío terminaba de cerrar la puerta.

¿Había soñado o su tío le había acariciado la cosita? Era tan real la sensación que sentía en su sexo que no podía ser sueño, tuvo que ser verdad. Y solamente su tío, que alcanzó a ver mientras cerraba la puerta, pudo haberla tocado mientras ella dormía. ¿Cómo estar segura? En todo caso, la sensación con la que quedó fue tan placentera que sintió una humedad escurrirse por sus piernas mientras pensaba en las manos de Ricardo recorriendo sus intimidades. ¿Y si fue cierto? Decidió esperar a la noche siguiente para comprobar si el orgasmo que recién había tenido era producto de su imaginación o una consecuencia de las sensaciones que le produjo el manoseo de su tío.

La noche siguiente se acostó temprano para no darle posibilidad de despedirse en la sala y cuando sintió que era la hora en que su tío subiría para despedirse de ella, adoptó la pose de dormida y empezó a respirar como si estuviera en medio de un profundo sueño. Pero toda ella estaba vigilante de los ruidos que provenían de la puerta. Su espera no fue larga, pues al cabo de un rato sintió que la puerta se abría y los pasos sigilosos de su tío se acercaron a la cama. Ella era toda tensión, aunque exteriormente nada delataba su verdadero estado, pues parecía dormir plácidamente.

Sintió como levantaban las tapas y las dejaban suspendidas en el aire. Era evidente que su tío estaba contemplando su cuerpo. El saberse indefensa y expuesta a las miradas de un hombre le produjo una sensación de debilidad, de abandono, que en el fondo le producía una excitación increíble. Una mano se posó en uno de sus muslos y empezó a recorrerlo, hasta posarse en su paquetito, que sintió humedecerse al contacto. La presión y caricias en su vulva, sobre la tela del pijama, se hicieron evidentes, lo que le hizo estremecer y con ello un ligero escalofrío la invadió, haciendo que su cuerpo tuviera un ligero estremecimiento, lo que alertó a su tío. Bajó las tapas y se retiró en silencio, mientras ella quedaba con la sensación de que su cuerpo podía provocar a un hombre mayor como su tío al punto de aprovechar su sueño para acariciarlo. Y las huellas de esas caricias en su cuerpo, el calor de su mano que aún conservaba en la zona donde se posó, le produjeron una excitación tan grande que no pudo evitar llevar su propia mano donde antes estuvo la de él y siguió el trabajo que su tío había empezado, acariciando su sexo. Para ello metió su mano bajo el pijama y alcanzó el paquete que formaba su sexo, abultado por la excitación, y uno de sus dedos se introdujo en su caverna húmeda y empezó a masajearse hasta que sintió que tenía un orgasmo mucho más intenso que el de la noche anterior.

Cuando se calmó y antes de dormirse, pensó que debía provocar a su tío para que sus incursiones fueran más a fondo, pues ella deseaba que el se decidiera a algo más que las simples caricias nocturnas en sus piernas. Y no tenía dudas que el mejor momento para precipitar las cosas era precisamente cuando su tío estaba manoseándola, cuando fuera sorprendido por su sobrina toqueteándola. Su tío no sabía que la noche siguiente tendría una sorpresa mayúscula y caería en una trampa que lo dejaría a merced de los caprichos de su bella sobrina.

El día transcurrió sin novedades, cada cual en lo suyo. Llegada la cena, todo transcurrió normalmente y el resto de la velada la pasó cada quien preocupado de sus propias cosas. Cuando eran las 11 p.m., Cecilia se retiró a dormir y su tío Ricardo se quedó viendo televisión, en tanto su madre ya hacía un rato que estaba durmiendo. Al menos eso creyeron los dos.

Cuando se abrió la puerta, Ricardo no sospechaba en la trampa que estaba entrando. Se acercó sigilosamente a la cama de su sobrina y levantó las tapas. Empezó a acariciar sus hermosos muslos y terminó por poner su mano en el sexo de la hermosa muchacha, el que empezó a acariciar suavemente. Fue en ese momento que Cecilia abrió los ojos y puso su mano en la mano de su tío. Sin posibilidades de moverse, pillado absolutamente en medio de su faena, Ricardo se quedó mudo y helado.

Cecilia se dio vuelta y le miró sin decir nada. El la miraba sin atinar a decir nada. Ella sacó la mano y la llevó a su pantalón, apoderándose del paquete que formaba el miembro erecto bajo la tela. El comprendió entonces que de cazador había pasado a ser presa. Bajó el cierre y sacó su herramienta, que quedó expuesta frente al rostro de su hermosa sobrina, que la tomó y empezó a darle masajes. El, en tanto, no perdía el tiempo y con su mano en la vulva de ella se encargó de regalarle aun orgasmo que le inundó todos los dedos.

Ella tomó su verga y la llevó a sus labios, demostrando con ello que estaba dispuesta a probarlo todo lo que su tío pudiera ofrecerle. Después de unos momentos de meter y sacar la barra de carne de la boca de Cecilia, ayudada por Ricardo que guiaba su cabeza con las dos manos y dándole consejos de cómo chuparle la verga. Finalmente su tío sintió que había llegado su turno de acabar y se lo dijo, pero ella se resistió a sacar la polla de su boca y recibió todo el semen de su tío en la garganta.

El entusiasmo y entrega con que Cecilia le había hecho la mamada merecía un regalo de agradecimiento, por lo que Ricardo le sacó le abrió las piernas y la dejó de espalda en la cama, diciéndole que la haría disfrutar de algo exquisito, que se dejara llevar. Se puso entre sus muslos y hundió la cabeza en ellos, metiendo su lengua en el túnel de amor de la muchacha. Esta subió los pies sobre los hombros de Ricardo y le tomó de la cabeza, ayudándole a entrar y salir de su vulva ardiente, que se movía casi descontrolada por la pasión que le imprimía la niña. Era tanta la pasión que la niña imprimía a su cuerpo que se olvidó lo cerca que su dormitorio estaba del de su madre, la que hacía un rato estaba observándolos desde la puerta entornada.

Unos gemidos apagados se escaparon de su boca mientras Ricardo movía su lengua en la cavidad húmeda de la muchacha y el orgasmo fue la culminación del proceso de mamar, chupar y explorar que su tío le aplicaba entre las piernas. Vació en la boca de su tío todo el líquido que guardaba, en una eyaculación impresionante que semejaba una llave abierta, tal era su grado de calentura. Quedó completamente agotada en la cama, con los ojos cerrados y su tío con la cabeza entre sus piernas.

Tal era el cansancio producto de la intensidad de lo vivido que ninguno de los dos se percató de la puerta que se cerraba silenciosamente ni de la sombra de la madre de Cecilia retirándose.

Al cabo de unos instantes, la niña sintió que sus deseos volvían con más ímpetus. Lo que había experimentado era tan exquisito que lo que vendría tenía que ser mejor. Y ella estaba dispuesta a experimentarlo todo, pues su cuerpo le exigía más y más sexo y ahí tenía a su tío para satisfacerla.

"Ahora quiero ser tuya"

"Pero no es posible aquí, se daría cuenta tu mami"

"Entonces, ¿cómo lo hacemos?"

"¿Te voy a buscar al colegio?"

"¿Y?"

"Bueno, te llevo a un lugar para nosotros dos solamente"

"Bien. Mañana"

Se despidieron con besos apasionados y la promesa de que al día siguiente podrían hacer todo lo que deseaban, en completa libertad. Cuando ella sintió cerrarse la puerta de calle quedó pensando en lo delicioso de todo lo que experimentó con la mano y la boca de su tío y eso la puso nuevamente en estado de excitación. Es que había conocido un mundo nuevo de sensaciones, pero era mucho más lo que podría conocer que lo que había alcanzado a experimentar, según ella creía. Y era esa expectativa la que la excitaba, imaginando hacer realidad todas las delicias que esperaba del sexo, de lo que su tío le haría experimentar al día siguiente. Con esos pensamientos en la cabeza sintió que en lugar de dormirse estaba tan caliente como cuando él estaba con ella y llevó su mano a su vagina para buscar un paliativo con sus propios medios.

Pero no pudo llevar a cabo lo que pensaba pues se abrió la puerta y su madre entró al dormitorio y se sentó en su cama, con expresión seria. Seria, pero con un raro fulgor en los ojos.