Ardiente luna de miel con tío Carlos

Me convertí, más que en una mujer muy atractiva y sensual: en una zorra hambrienta de verga

Hola, amiguis. Me moría de ganas por contarles lo que sucedió en la luna de miel que mi amado tío Carlos y yo pasamos en la Ciudad de México.

Previsor como es él -¡ay, por eso lo adoro!-, me dijo que en un lugar tan grande como la capital del país podríamos hacer muchas cositas imposibles de realizar en Guadalajara sin correr el riesgo de ser descubiertos.

La gente allá está metida en sus asuntos personales y ni siquiera se fija en quién está a su lado. Por eso tío Carlos pensó que era el sitio ideal para dar rienda suelta a nuestros excesos sexuales.

Unos días antes del viaje me llevó a una tienda especializada, para comprarme ropa, zapatos y accesorios femeninos.

Dijo a la chica que nos atendió, que una sobrina suya iba a casarse y deseaba obsequiarle algunas prendas atrevidas y sexys para su boda, sólo que ella vivía en otra ciudad: iría a visitarla y quería darle una sorpresa.

Cuando la muchacha preguntó qué talla usaba su sobrina, respondió que era «más o menos» como yo.

La joven nos llevó al área de prendas de vestir. En el trayecto me miraba discretamente, para evitar que me sintiera incómoda. Pensé que lo hacía para memorizar mis medidas y elegir modelitos coquetones que con seguridad agradarían a la supuesta novia.

-Comenzaremos por la lencería -indicó al mostrar una tanga de encaje negra-. ¿Creen que le guste esta, por ejemplo? -preguntó.

Tío Carlos me miró para conocer mi opinión y le guiñé un ojo en señal de aprobación.

-Perfecto -dijo a la empleada-. Tiene usted muy buen gusto, señorita. Por favor deme tres cambios completos. Eso sí, muy atractivos... Lo dejo a su elección.

Más tarde pasamos al sector de calzado, donde la chica seleccionó unos tenis muy «nice», unas zapatillas de calle y otras de plataforma.

-Pruébatelos -expresó tío Carlos-. Creo que tú y mi sobrina tienen la misma medida de pie.

Un poco apenada acaté su instrucción. Finalmente escogí los que me parecieron más bonitos y cómodos, que fueron también los que gustaron más a mi macho.

Era obvio que para entonces ya la inteligente chica estaba segura -o al menos sospechaba- que la supuesta novia y sobrina era yo. Pero en todo momento actuó con mucha discreción, muy propia, cosa que le agradecí íntimamente.

Concluimos la jornada con la adquisición de medias de licra y de estambre, una peluca larga color castaño oscuro, bolso de mano, lentes para sol y bisutería. Como cortesía por la cuantiosa compra, la vendedora nos obsequió un estuche de maquillaje.

-Creo que esto le gustará mucho a la novia y le será muy útil -comentó con malicia.

Salimos del almacén con varias bolsas y cajas. Estaba yo más contenta que de costumbre. Quería abrazar y besar a tío Carlos ahí mismo para agradecerle los obsequios, pero me contuve por miedo a que nos viera algún conocido y fuera con el chisme a tía Chole.

Al llegar a casa me encerré en mi cuarto a piedra y lodo. Me moría de curiosidad por ver y probarme lo que eligió la chica.

Todo fue perfecto, ¡divino!

Me puse una tanga y un «baby doll» de encaje negro. Seguí con las zapatillas de plataforma y como cereza del pastel, la peluca. Impaciente, me vi en el espejo y ¡guau!... ¡Estaba yo lindísima y coqueta! Con decirles que me sentí una putilla depravada.

Aunque con cierta inseguridad me atreví a dar unos pasos y lo hice muy bien, no obstante que nunca había usado zapatos de tacón alto.

Sin dejar de mirarme en el espejo empecé a caminar lentamente, contoneándome, como si estuviera frente a mi marido y quisiera provocarlo para que me follara.

Luego me puse unos «jeans» entallados que se ajustaban muy bien a mi cintura y resaltaban mis nalgas. También modelé unos minutos hasta que descubrí los movimientos más excitantes y lascivos.

El obsequio de la vendedora contenía estuche de maquillaje, pegatinas de esmalte para uñas, un collar de perlas de acrílico, otro de cuentas multicolores y un cinturón.

Tenía todo lo necesario para transformarme, más que en una mujer muy atractiva y sensual, en una zorra ansiosa de verga.

Faltaba maquillarme. Confieso que tenía nula experiencia en ello, pero hoy en día no hay nada que la internet no pueda remediar. Hallé en YouTube un curso breve y muy fácil, así que en dos sesiones la prueba quedó superada.

Los días previos al viaje practiqué la rutina completa. Adquirí tal habilidad que yo misma quedé sorprendida por lo bien que lo hacía. Ahora quedaba conocer la opinión que verdaderamente me importaba: la de mi macho.

Para consumar nuestra luna de miel dijo a tía Chole que el siguiente fin de semana la empresa en que trabaja lo enviaría a un curso de actualización en las oficinas centrales de la Ciudad de México.

Por mi parte simulé que el viernes iría a visitar a mis padres y estaría de regreso el lunes siguiente, a tiempo para no faltar a clases.

Tío Carlos compró los boletos de avión y reservó habitación en un hotel frente a la Alameda, cerca del Centro Histórico.

Nos reunimos en el aeropuerto de Guadalajara y en las primeras horas de la tarde partimos a nuestra anhelada gran aventura amorosa.

Como nos asignaron asientos separados y nadie iba junto a mí, en el trayecto aproveché para maquillarme y decorarme las uñas de manos y pies.

Llegamos al hotel y apenas al entrar a la habitación con romántica música ambiental, tío Carlos me entregó una hermosa rosa roja, obsequio de la gerencia «para su respetable esposa».

Enseguida nos abrazamos y besamos apasionadamente, desesperados por saciar la agustiosa necesidad de sexo por varios días contenida.

-¡Mi niña preciosa, mi putita adorada! -exclamó al estrujarme las nalgas con sus manos tan tiernas como fuertes-. ¡Te deseo como no te imaginas! ¡Me haces mucha falta! ¡Tócame la verga! ¡No aguanto las ganas de cogerte hasta que te arda al culo y a mí el pene!

-También yo te amo, papito, y deseo ser totalmente tuya estos días! -respondí mientras acariciaba su rostro y depositaba en su boca un tierno beso con el que sellé mi promesa.

Yo suspiraba porque me llevara a la cama y me cogiera como él quisiera. Pero mi adorado tormento tenía otros planes.

-Amorcito, muéstrale a tu macho cómo luces en lencería. Imagino que te verás más linda de lo que ya eres, pero quiero comprobarlo.

-Al momento, cariñito -respondí-. En un minuto me verás convertida en una esclava seductora que anhela complacer a su amo.

Llevaba tanga de encaje y medias de licra, así que completé mi atuendo con un top blanco y minifalda a cuadros rojos y negros, tipo colegiala. Claro que no olvidé ponerme en el culito el «plug» con cola de conejo.

Luego enfilé hacia el espejo y retoqué el maquillaje. Me puse la peluca... el collar de perlas... los zapatos de plataforma... Todo estaba correcto...

Desnudo, tío Carlos aguardaba recostado en un sofá. Simulaba dormitar. Perezoso jugueteaba con su enorme pene erecto al máximo, en espera de que su putita terminara de arreglarse.

Sigilosamente me aproximé al diván.

-¡Amorcitoooo! -exclamé para llamar su atención. Cuando abrió sus lindos ojos di un giro completo sobre mis pies, y grité: ¡Taránnnnnnn!... ¡Querido amo y señor, sus órdenes han sido cumplidas!

Se levantó como impulsado por un resorte. Tomó mis manos y las besó con dulzura. Extendiendo mis brazos me aparté un poco para que me viera de cuerpo entero. Luego me volví de espaldas para mostrarle mi trasero respingón adornado con el «plug» .

Me propinó una nalgada y casi gritó:

-¡Estás bellísima, mi reina! ¡Encantadora! ¡Sencillamente en-can-ta-dora! Te llevaré a pasear y a cenar, pero no puedo salir a la calle así, con la verga bien parada, tendrás que ayudarme a...

Antes de que dijera cómo podía yo ayudarle le di un leve empujón y cayó sentado en el sofá. Extendió las piernas y su linda verga quedó en todo lo alto.

-¡Ahora soy yo quien manda, maridito! -dije mirándolo como una fiera a su presa indefensa-. Voy a chuparte la verga y hacerte gozar hasta sentir tus chorros de leche en mi boca. Quiero agradecerte lo dichosa que soy por ser tu mujer, tu puta, tu perra. Mantén las manos quietas, deja que yo haga todo... ¡to-do!

-Estoy a tu entera disposición... Haz lo que quieras conmigo... ¡Chúpame la verga como más te guste, putita!

Con la música ambiental de fondo inicié un baile sensual, provocativo. Inspirada por la intención de excitar a mi hombre, movía mi cuerpo en forma voluptuosa, con mayor énfasis en manos, cintura y nalgas.

Tío Carlos estaba en éxtasis. Como buen macho gozaba al tope la sumisión de su esclava. Evidencia contundente era su enorme herramienta. Parecía medir más de 22 centímetros y el grosor también había aumentado. Pero se movía como una pluma, hacia arriba y hacia abajo.

En verdad estaba bellísima, lista para satisfacer al culo más exigente. No comprendo cómo tía Chole se rehúsa a gozar con ella, cuando yo daría la vida porque me tuviera siempre ensartada.

Tras unos minutos de danza sensual me puse a gatas. Incitante, tentadora, moviendo el culo con la colita de conejo me acerqué al pene amado, tomé la rosa y con delicadeza la pasé varias veces por la cabeza, el tronco y los huevos.

El efecto fue inmediato. Tío Carlos se revolvió como atormentado de placer. Enseguida me monté en él. Con la flor le rosé el pecho y la pelvis.

Prolongué las caricias unos minutos y confirmé su increíble control mental para retardar la eyaculación.

Pensé que cualquiera otro con la manera en que lo estaba incitando se hubiera vaciado en unos instantes, y mejor sería cambiar la estrategia.

Dejé a un lado la flor y con ambas manos agarré la verga de mi amado y la recorrí desde el glande hasta la unión con la pelvis.

El excesivo flujo sanguíneo le daba una tonalidad rosa intenso, y aumentaban su hermosura las venas resaltadas casi a punto de reventar.

Varios segundos permanecí disfrutando de la hermosa vista. Jugueteaba con ella, la oprimía contra mis mejillas y en todo el rostro. Luego volví a contemplarla y a sacudirla para sentir su increíble dureza.

Me sentía la más afortunada del mundo y con el alma estaba decidida a disfrutar al máximo esos instantes de dicha.

Pero también era demasiada tentación tener a mi alcance ese suculento platillo y no gozarlo. Así que comencé a chuparlo con verdadero amor.

Primero recorrí con mis labios toda la cabeza; luego pasé mi húmeda lengua alrededor de la corona, agitándola de arriba hacia abajo.

Tío Carlos se esforzaba por permanecer estático, pero era evidente que gozaba mis mimos tanto o más que yo. Sentir en mis labios la rigidez del enorme trozo de carne que se estremecía al besarlo era un verdadero regalo del cielo.

Un premio extra era percibir el fuerte olor masculino, a macho alfa, dominante. Es un aroma que llevo bien metido en la mente, y que afirma mi pertenencia al hombre que me hace intensamente dichosa...

¡Y pensar que ambos serían para mi solita durante nuestra luna de miel...

-¡Mmmmmm! ¡Mmmmmm! ¡Qué rico, putita! ¡Eres una puta golosa! ¡Una perra golosa! ¡Así, putita,así, besa la verga de tu marido!

Sus palabras me confirmaron que estaba yo en el camino correcto y que debía continuar por ahí.

Agarré el pene por el tronco y lo contemplé varios segundos. Ni con las dos manos abarcaba yo toda su longitud. ¡Era un bellísmo espectáculo! Mantenía su precioso color rosa intenso y las venas exaltada, colmadas por la corriente sanguínea. Y el olor embrujador... ¡ese bendito e irresistible olor a hombre, a semental!

Introduje la cabeza en mi boca y empecé a chuparla. Al mismo tiempo volvía a pasar la punta de lengua por la corona, en cìrculos. Cuando lamí el frenillo tío Carlos se sacudió como si recibiera un choque eléctrico.

Pero no era suficiente para mí. Quería que se pusiera tan caliente como una plancha.

Con la lengua la recorría toda. De arriba hacia abajo y hacia los lados, hasta que llegué a los testículos y los introduje en mi boca que lanzaba un cálido vaho.

-¿Estás gozando, amorcito? -le pregunté-. ¡Te gusta como te consiente su mujercita? ¡Me tiene loca tu verga, quiero tenerla así por siempre!

-¡Me haces gozar como no te imaginas, mi nena...! ¡Pero ya tengo ganas de que me la chupes, quiero sentirla dentro de tu boca! -dijo en tono de súplica y me apresuré a complacerlo.

Eché sobre el pene una bocanada de saliva y la distribuí con mis manitas. Luego poco a poco lo metí en mi boca y comencé a succionarlo mientras lo masturbaba.

Ya les he contado que la verga de tío Carlos es muy gruesa, así que me costó un poco de trabajo pero al fin conseguí mi propósito.

Por momentos la admiraba y me parecía un sueño constatar lo enorme que es.

Estaba yo enloquecida, cachonda a más no poder. La besaba con ganas de comérmela, me golpeaba la cara con ella, volvía a ensalivarla y continuaba chupándola.

Pasados unos minutos mi amante llegó al máximo del placer y arreció sus gemidos.

-¡Ya no aguanto, nena! ¡Siento tan rico que estoy a punto de vaciarme! ¡Ahhhhhggggg! ¡Me viene, me viene! ¡Ahhhhhggggg! ¡Ahhhhhggggg!

-¡Termina, cariño, termina! -lo animé-. ¡Descarga toda tu leche en la boca de tu puta! ¡Quiero ahogarme con tus chorros de esperma! ¡Dámela, por favor, dame tu leche, papito!

Un torrente de néctar brotó del pene de mi amado. Cuando acabó de vaciarse lo saboreé. Luego abrí la boca para mostrarle la copiosa venida. Permanecí así unos instantes hasta que empezó a escurrir por la comisura de mis labios, y la tragué sin desperdiciar ni una gota. Con el dedo índice junté la poca que resbalaba por el mentón y la absorbí con gran placer.

Tío Carlos quedó inmóvil mientras mi lengua y mis labios limpiaban su herramienta, brillante por mi saliva y los restos de semen.

Terminada mi labor de limpieza me acurruqué a su lado. Él me apretujó contra su pecho y me llenó de besos.

Permanecimos así hasta que propuso bañarnos para ir a cenar, bailar, tomar unas copas y divertinos en un centro nocturno muy «nice».

Usé un vestido de noche negro, muy entallado, con amplio escote en la espalda y abertura en la entrepierna; zapatillas del mismo color y peluca corta, castaño oscuro.

Me sentí soñada cuando mi marido dijo que me veía muy bonita y que seguramente me desearían muchos hombres. Y tenía mucha razón.

Pude percatarme de que cuando bailábamos algunos me miraban con apetito y sus mujeres, con admiración y hasta con cierta envidia. Fue una velada increíble.

Volvimos al hotel en las primeras horas de la madrugada, un poco mareados por el alcohol.

Antes de acostarnos me puse un exótico «baby doll» violeta, tanga y malla del mismo color.

La verga de tío Carlos estaba lista para satisfacer a la novia en su primera noche de luna de miel. Y créanme que cumplió como no pueden imaginarse, pero esa es otra historia que espero contarles próximamente.

Amiguis esto es parte de mi inolvidable viaje de bodas. Espero que les haya gustado. Agradeceré mucho sus comentarios por este medio o al e-mail powellcolin66@gmail.com