Arbol seco
Breve relato de dominación.
Te despiertas atada a un viejo árbol seco. Tus brazos extendidos, atados con firmeza sobre tu cabeza. Una suave brisa, eriza la piel de tu cuerpo desnudo. Tratas de mover los pies, pero es inútil. Te desesperas, no recuerdas como llegaste ahí, Quieres ordenar tu mente, acordarte de lo que pasó, pero no lo logras.
Al levantar la mirada, ves un mar de estrellas titilantes en el cielo diáfano e inmenso. Quedas maravillada por un instante, y fijas la vista en una estrella solitaria, alejada de cualquier otra. Piensas entonces en tu soledad, en tu vulnerabilidad.
Oyes pasos aplastando la hierba, a tus espaldas. Unas manos acarician tus senos, juegan con tus pezones. Las reconoces, solo por su tacto, por la manera de acariciar. Una punzada de dolor, al ser oprimimos bruscamente, confirma tus sospechas.
Tratas de revisar los hechos, y recuerdas ir caminando tranquilamente por la calle, alguien te había sorprendido, y tras inhalar alguna sustancia de un lienzo, habías perdido el sentido. No comprendes aún que haces allí, ni como llegaste, pero la certeza de encontrarte en manos de tu Amo, te tranquiliza.
Una venda ciega tus ojos, escuchas sus movimientos. Rápido, tus pies son liberados, te toma por los muslos, que separa lentamente. Sientes el calor de su cuerpo pegado al tuyo, y una oleada de éxtasis que te recorre. Te penetra con violencia, pero lo admites sin cuidado, de tan lubricada que estás. Sus manos toman las tuyas en lo alto, y sientes tu espalda lastimarse contra la rugosa piel del árbol. Pero no te importa, soportas el dolor, que solo incrementa tu placer.
Lo atesoras con tus piernas, rodeándole la cintura. Sientes como se interna lentamente en ti, hasta el fondo, y estallas en tu primer orgasmo. Te suceden varios, encadenados, mientras el te posee cada vez más salvajemente. El último, glorioso y desesperante, proviene de sentirte plena, llena de candente semen.
Te despiertas en tu cama, sobresaltada. Indudablemente que ha sido solo un sueño, y te estiras feliz, hasta que sientes el ardor de tu espalda