Araceli seduce a Alicia12

Tardó muy poco en venirse llenando mi boca de su esperma con varios chorros espesos. Sin tragarlo me giré y besé a mi esclava agarrándola de la nuca, compartiendo el semen de su hermano con ella.

El sábado por la mañana nos fuimos mi juguete y yo al gimnasio, paramos por el camino en el sex-shop a comprar otro arnés. El martes llegaba Leticia y quería estar preparada. Nos recibió Miguel muy amable como siempre. Le pedí el arnés con un consolador algo más grande que el que ya teníamos y unas pinzas para pezones. Al tener dos esclavas necesitaba dos juegos de algunas cosas para realizar las maldades en las que estaba pensando desde que nos llamó para decirnos que volvía. Me fijé en que había un expositor nuevo con pintura corporal y le pregunté a Miguel.

—Es pintura para aplicar con aerosol o con pincel, no es tóxica ni daña la piel. Se seca en un minuto y se quita con agua y jabón. Si vas a pintar una zona grande llévate de las dos, con el aerosol haces la mayor parte y con el pincel rematas los bordes.

—Me has convencido, dámela en blanco y en azul marino —pedí. — Ah, que no se me olvide, dame también dos cajas de condones para un pariente —miré a Araceli, sabía que su hermano querría seguir follándome y era mejor estar prevenida. Araceli me devolvió la mirada con una sonrisita riéndose entre dientes.

Nos metió todo en una bolsa y nos cobró. Desde que me había follado la boca en un reservado nos hacía un gran descuento. Llegamos al gimnasio y nos pusimos con nuestra rutina de cinta de correr y máquinas. Salíamos ya por la puerta cuando nos encontramos con Elena y Marta, que se vinieron a tomar un café con nosotras antes de entrar ellas.

—Nos lo pasamos muy bien en la barbacoa —nos dijo Elena mientras llevábamos los cafés a la mesa.

—Me alegro que os lo pasarais bien —contestó Araceli —. El fin de semana que viene pensábamos hacer otra, veníos y así os presento a Leticia Román, que se queda unos días en casa.

—¿Leticia Román, la karateka? —preguntó Marta.

—Esa misma, nos hicimos amigas y cuando está en Madrid se queda con nosotras.

—¡Qué guay! Pues iremos sin falta, ¿verdad Elena?

—Claro, me encantaría conocerla.

—Pues si queréis venid también esta tarde, viene Óscar el hermano de Araceli y es posible que se pase Lucía también —dije yo.

—No sé si podremos —dudó Elena.

—No te preocupes, si podéis bien, si no pues nada, no hace falta ni que aviséis porque no saldremos en toda la tarde.

Nos despedimos de las hermanas y nos fuimos a casa. Tocaba limpieza pero mi juguete no me dejaba hacer nada, me decía que ese era su trabajo y que su ama no debía hacer esas cosas. Como solíamos tomar el sol desnudas ya no se ponía el tanga para estar en casa, así que hizo sus tareas con solo las pinzas para pezones que quise estrenar. Me ponía mucho verla trastear por casa con las pinzas unidas por una cadenita. Yo preparé la comida mientras tanto para sentirme útil, acabando antes que ella. La esperé desnuda tomando el sol en una tumbona.

—Ya he terminado, ama —me dijo Araceli.

—Pues ven juguete, que te quite las pinzas.

Me senté en la tumbona y ella se sentó encima de mí rodeándome con sus piernas. La quité las pinzas y, cuando la sangre llenó sus pezones, los lamí con gusto. Al volver la sangre los dejaba en un estado de sensibilidad extrema por lo que mi niña empezó a gemir enseguida. Lamía uno y acariciaba el otro, cambiando de lado a menudo. Cuando ya los tenía gigantes la ordené :

—Córrete para mí, juguete. Hazme feliz.

Se corrió arqueando la espalda y frotando su pubis contra mí.

—Me estoy corriendo, ama.

—Lo sé juguete, eres muy obediente.

Estuvimos un rato dándonos cariño y luego comimos. Íbamos a salir a echarnos un rato en las tumbonas cuando ordené a mi esclava que me siguiera al baño.

—Cuando venga tu hermano quiero que lleves la parte de arriba del bikini pintada, esclava. Te pondrás la braguita blanca, así que te voy a pintar de blanco.

—Pero es mi hermano y no quiero que me vea, ama.

—No te preocupes juguete, yo voy a ir en topless así que no se fijará en que lo tuyo no es un bikini.

La pinté los pechos y los tirante fijándome en el bikini original. No quedó perfecto pero daba el pego. Estuvo mi chica mirándose mucho en el espejo.

—Me gusta, ama, ha quedado muy chulo, hay que fijarse mucho para darse cuenta.

—Me alegro que te guste, creo que te sacaré a la calle así algún día.

No dijo nada pero se le agitó la respiración, creo que su vena exhibicionista estaba deseándolo. Nos tumbamos en el jardín a la sombra con solo las braguitas del bikini y estuvimos dormitando hasta que llamaron a la puerta. Mandé a mi esclava a abrir esperando que fuera Óscar, pero la que entró fue Lucía, que venía a tomar el sol con nosotras. Se despojó del vestido y se quedó en bikini, iba a quitárselo cuando la avisamos que vendría Óscar, se lo pensó y se quitó la parte de arriba únicamente.

—Creo que vamos a alegrarle la vista, jajaja —nos dijo.

—Oscar llegó enseguida, la decepción se reflejó en su cara cuando vio a Lucía, no tendría libertad para follarme cuando quisiera, pero cuando se fijó en que estaba en topless se le volvió a iluminar la cara. Estuvimos charlando un rato y tomando el sol cuando volvieron a llamar a la puerta. Habían venido Elena y Marta. Se sorprendieron al vernos en topless a Lucía y a mí, al final Elena se quedó con el bikini completo y Marta se dejó solo la braguita. Nadie se había dado cuenta de que el bikini de mi juguete era pintado, jajaja. Desde luego la piscina empezaba a ser como el paraíso para Óscar.

Nos metimos en la piscina a jugar con el balón tirándonoslo de unas a otras intentando que Óscar no lo cogiera, evidentemente él aprovechó para meternos mano a todas indiscriminadamente. Nosotras nos reíamos y le dejábamos hacer, la verdad es que fue muy divertido. Mientras nos bañábamos Araceli nos sacó unas cervezas y algo de picar, salimos de la piscina y cuando yo iba a subir la escalerilla Óscar me agarró por detrás pegando su duro miembro en mi culo.

—¡Uy! Creo que hay alguien muy contento —dije con sorna.

—Más bien triste, Alicia, esperaba un poquito más de intimidad.

—¿No te gusta el espectáculo que te estamos dando?

—Me gusta demasiado —me subía las manos cada vez más, presionándome las tetas por debajo — me estoy volviendo loco, necesito desahogarme.

—Vamos a hacer una cosa, de aquí a un rato voy a ir a la cocina, sígueme y veré si puedo hacer algo por tu amiguito.

Salimos con las chicas y nos tomamos una cervecita, cogí las botellas vacías y las llevé a la cocina, no tardó ni un minuto en llegar Óscar, le empujé contra la pared, me arrodillé y le bajé el bañador metiéndome su enorme polla en la boca. Le acaricié las pelotas con una mano y con la otra agarraba la base de su miembro. Mis labios no dejaban de subir y bajar por toda su longitud, lamiendo las gotitas que salían del glande. Óscar se inclinó un poco para acceder a mis tetas, homenajeándolas con sus manos.

—¡Uf! Ahora sí estoy contento, Alicia.

—Mmuuumuuubbm —contesté.

Le hice una mamada de campeonato, le lamí, le chupé y le aspiré como si fuera una Dyson, acabó corriéndose en mi interior con un gemido.

—Me corro, Alicia …

Una vez que se vació en mi boca, tragué su semen y se la dejé bien limpita con mi lengua.

—Ya está campeón, espero que estés más relajado esta tarde y no acoses a las chicas, jajaja —me levanté subiéndole el bañador, viendo como Elena se retiraba precipitadamente de la puerta de la cocina, no sé cuánto rato habrá estado viéndonos, pero espero que disfrutara del espectáculo.

Cogimos unas cervezas y salimos con los demás, Elena ruborizada esquivaba mi mirada, y mi juguete me miraba con cara de cachondeo, no se le escapaba una. Pasamos la tarde contando historias y riéndonos de las aventuras de Óscar en Inglaterra. Nos bañamos todos juntos una vez más y obligué a mi juguete a meterse en el agua con nosotros. Todas las chicas empezaron a gritar sorprendidas cuando se le disolvió la pintura que le cubría los pechos, mirando su hermano con los ojos muy abiertos las tetas de Araceli.

—Pero hermanita, ¿qué le ha pasado a tu bikini?

—No era un bikini, era pintura y ninguno os habéis dado cuenta.

—Es alucinante —dijo Marta.

Pues si queréis —dije yo —nos pintamos todas en la barbacoa del próximo fin de semana, pero que sepáis que vamos a invitar a los padres de Araceli y Óscar.

Estuvieron todas de acuerdo en pintarse, a mí la conversación me estaba poniendo cachonda y le hice un gesto a Óscar para que subiera a la habitación. Antes de subir le dije a Elena al oído :

—Voy a follar con Óscar, sube si quieres.

Bajó la cabeza y no me contestó, yo subí al dormitorio y ya me estaba esperando Óscar allí. No pude decir ni pío, me abrazó y me metió la lengua hasta la garganta, luchando desesperada contra la mía, que salió a recibirle gustosa.  Sus manos se apoderaron de mis tetas apretándolas y acariciando mis pezones.

—Estás buenísima, Alicia, necesito follarte.

—Claro, pequeñín, pero primero devuélveme lo de antes y cómeme el coño —me tumbé en la cama —y no tengas prisa, tenemos tiempo.

Óscar me sacó la braguita del bikini y me abrió las piernas. Recorrió el interior de mis muslos besándomelos, mordiéndome y provocando mis gemidos. Llegó a mi coñito y separó mis labios con los dedos, lamiendo mi húmedo interior.

—Qué bien sabes.

—Sigue cuñado, sigue.

Me lamió el coño hasta que llegó a mi clítoris, recorriéndolo con movimientos circulares de la lengua, me había hecho caso y se dedicaba a mí sin prisa, llevándome poco a poco a donde quería ir. Después de torturarme el clítoris introdujo la lengua en mi agujerito, follándome con ella, yo estaba rendida al placer, que me recorría todo el cuerpo en oleadas.

—Vas a hacer que me corra ya, méteme un dedo en el culito, por favor —jadeé, puede que fuera lo que más me gustaba, que me comieran el coño invadiendo a la vez mi culo.

Óscar no dudó ni un instante y me metió un dedo, provocando la liberación de mi orgasmo.

—Me corro, cariño, me corro, sigue, sigue … — me arqueé sobre la cama disfrutando de su dedo y su lengua, que prolongaron el orgasmo hasta que caí exhausta.

—¡Joder que bueno! —exclamé.

—Ahora voy a follarte —el chico lo tenía muy claro.

—Espera que te doy un condón.

Fui a coger uno de la mesilla cuando vi que Elena estaba sentada en la silla que teníamos al lado de la puerta.

—¿Puedo mirar? —nos preguntó con la cara ardiendo.

Yo sonreí a Óscar que me devolvió la sonrisa con un guiño.

—Claro, cielo, mira lo que quieras.

—¿Cómo quieres follarme, pequeñín? —pregunté poniéndole el condón.

—Ponte de perrito, así podré follarte, ver tu culito y tocarte las tetas a la vez.

—Jajaja, qué cara más dura tienes —le dije, eso sí, me puse como me había pedido, estaba deseando tener su polla dentro de mí otra vez —. Date prisa, métemela ya.

—Tus deseos son órdenes para mí.

Me la metió enterita de una sola estocada, fue un poco bruto pero me encantó. Me agarró fuerte de las caderas y me bombeó rápido desde el principio, mis tetas se movían descontroladas hasta que me las cubrió con las manos, apretándomelas sin parar de follarme como una bestia. Me había descolocado su fuerza, me limitaba a aguantar sus embestidas con la boca abierta buscando aire, indefensa bajo su hombría. Su polla causaba estragos en mi húmedo interior, resbalando la humedad de mi coño por el interior de mis muslos.

—Me encanta tu coño, es muy apretado.

Volvió a agarrarme las caderas y aumentó la fuerza con que me penetraba, devastando mi coño y mi mente, un orgasmo gigantesco empezaba a construirse en mi interior, más grande cuanto más me follaba. Su polla entraba tan dentro de mí que me golpeaba en el cérvix, aumentando mi placer.

—Fóllame, fóllame —murmuraba para mí —fóllame, fóllame.

—Voy a correrme Alicia, me voy a correr dentro de ti.

Siguió penetrándome a un ritmo infernal hasta que se detuvo apretándome muy fuerte con sus manos, seguro que me dejaría las marcas de sus dedos en mis caderas. Al sentir su liberación llegó la mía catapultándome a las estrellas, a pesar del condón notaba en mi interior el calor de su semen, quemándome por dentro.

—Me estoy corriendo, cuñada —me dijo jadeando.

—Aaaaaaaaaagggggghhhhhh —contesté.

Caímos sobre la cama, nuestros pechos subían y bajaban buscando aire. Elena seguía en la silla con una mano dentro de su bikini y la otra en una de sus tetas. Movía el culo como si estuviera muy cerca ya de correrse. Le quité el condón a Óscar y lo tiré a la papelera con un nudo. Miré a Elena y la propuse :

—Elena, ¿me ayudas a limpiarle la polla a Óscar?

Sin esperar contestación empecé a lamer el miembro semierecto, limpiándolo de arriba abajo. Elena se puso a mi lado lamiendo conmigo.

—¡Joder! Vais a ponerme duro otra vez.

Nuestras lenguas competían viendo quién lamía más, quién disfrutaba más de la polla, chocando entre nosotras, intercambiando nuestra saliva para seguir con Óscar a continuación. Elena se metió la verga, ahora dura otra vez, en la boca y yo le lamí los huevos, provocando sus jadeos. Cuando me cansé subí a besarle, dejando su miembro entero para Elena. Nuestras lenguas luchaban mientras él gemía en mi boca la mamada, apretándome los pezones con los dedos. Elena subía y bajaba su cabeza masturbándose a la vez.

—Me corro, chicas, me corro.

Elena liberó su polla y le masturbó con la mano, acelerando los movimientos de su otra mano en el coño. Óscar por fin se corrió gritando, llenando su pecho y abdomen con su semen, Elena también se corrió, mirando hacia arriba con los ojos cerrados para acabar descansando su cabeza en el muslo de Óscar.

Descansamos los tres en silencio durante un rato, disfrutando lánguidamente del placer recibido, hasta que mi dijo Óscar :

—Me encanta venir a vuestra casa, Alicia. No sé qué tiene pero me lo paso muy bien aquí.

Nos reímos los tres con la salida del niño, luego le mandé a limpiarse al baño y bajé con Elena al jardín. Las dos nos metimos en la piscina y no nos dijimos una palabra sobre lo que había pasado.

Pasamos el resto de la tarde tranquilas hasta que Óscar se fue llevándose a las hermanas en el coche. Lucía cenó algo con nosotras y se fue también. Una vez solas le conté todo a Araceli, le daba pelos y señales dándome cuenta que se iba excitando.

—Quítate el bikini y mastúrbate delante de mí, juguete, yo te sigo contando.

La expliqué cómo me había follado, lo bestia que era, lo grande que la tenía, cómo me agarraba las tetas y que se nos unió Elena. Cuando la contaba que su hermano había explotado en las manos de Elena, mi juguete se corrió con dos dedos metidos en su coño. Fue muy dulce para mí verla, me encantaba la cara que ponía cuando llegaba al éxtasis.

Estábamos abrazadas en la cama después de una ronda de besuqueos y abrazos, la somnolencia se adueñaba de mí pero mi juguete tenía ganas de hablar.

—Ama, me gustaría pedirte una cosa, sabes que soy inmensamente feliz contigo y que te quiero con locura, pero …

—¿Pero qué, juguete? Cuéntame lo que te preocupa —. Araceli estuvo un rato pensando cómo expresarme lo que quería.

—Verás, ama, me falta algo, necesito más.

—¿No te basto yo? —estaba aterrorizada.

—Sí ama, no es eso, necesito sentirme más esclava, más dominada por ti. Me tratas tan bien que siento que se desaprovecha mi sumisión y mi adoración por ti. Quiero sentirme usada, humillada, esclavizada … no sé, necesito que seas un ama más mala conmigo.

—Pero juguete, sabes que yo también te quiero inmensamente, me resulta muy difícil tratarte mal.

—Pero lo necesito, mi dueña, necesito que hagas un esfuerzo y me trates como a una esclava sin valor —estuve mucho tiempo rumiando las necesidades de Araceli, llegué a la conclusión de que se merecía que la tratara como ella necesitaba.

—Vale juguete, intentaré darte lo que me pides, pero eso no quita para que alguna vez te bese y te abrace y te mime para que sepas todo lo que te quiero.

—Gracias ama, te quiero mucho.

—Y yo a ti juguete, yo te quiero el doble, y ahora ¡silencio, esclava! tengo que pensar qué vamos a hacer mañana.

Me mantuve despierta hasta que se me ocurrieron algunas nuevas normas y maldades que hacer a mi querido juguete. Al final me quedé dormida con algunas cosas claras, otras tendría que verlas sobre la marcha.

Como casi siempre me desperté la primera. Era domingo y no teníamos prisa, pero aun así desperté a mi juguete con un fuerte azote.

—Arriba esclava, vamos a la ducha y luego al gimnasio.

—Sí, ama, buenos días.

La levanté de la mano y nos dirigimos al baño, la metí en la bañera y abrí el grifo.

—Avísame cuando salga caliente para entrar yo, esclava.

Cuando el agua salía perfecta entré con mi juguete, la situé sobre el desagüe y la ordené :

—Haz pis, esclava, hazlo como la perrita que eres.

Araceli no dudó en seguir mi orden, se acuclilló un poco y, aunque le costó unos segundos, empezó a orinar. Yo me pegué a su espalda agarrando su pelo, tirando de él para que me mirara.

—Eres una perrita y meas como una perrita. A partir de ahora cuando estés en el jardín irás a cuatro patas y siempre con la correa puesta, por supuesto completamente desnuda. No me importa quien más esté, serás una buena perra y actuarás como tal.

—Sí, ama, gracias.

—Y ahora arrodíllate mirando hacia mí.

Araceli se arrodilló y me miró con adoración, el agua caliente caía sobre nosotras, me acerqué a ella y apoyé una pierna en el borde de la bañera. Me separé los labios de la vagina con los dedos y empecé a orinarme sobre ella.

—Mastúrbate, juguete. Córrete con mi pis.

El chorro le caía sobre el pecho bajando por su cuerpo, intentaba hacerlo despacio para que durara, su mano se movía frenéticamente entre sus muslos y su mirada lujuriosa se clavaba en mí. Jadeaba con la boca abierta, estaba muy cachonda. Las dudas que tenía por lo que la hacía se disiparon cuando gimió recibiendo mi orina en su cuerpo. Mojé dos dedos en el chorro que salía de mí y los introduje en su boca, dejando que los lamiera ansiosa. Cuando terminé de orinar ordené :

—Límpiame, perra.

Llevó su lengua a mi vagina y la lamió con deleite sin dejar de masturbarse a toda velocidad.

— Córrete para mí, juguete. Hazme feliz.

Se corrió como la perra que era agarrada a mi culo y gimiendo en mi pubis, fue un orgasmo muy largo que la dejó rendida. Al recuperarse me miró desde abajo y me dijo :

—Gracias ama, soy afortunada de que seas mi dueña.

—Lo eres, y también eres una perra muy buena y bonita. Ahora enjabónanos a las dos que nos vamos al gimnasio.

Paramos a desayunar café con churros como hacíamos todos los domingos. Mi juguete estaba increíblemente cariñosa y sonriente conmigo. Me hacía pensar que no había sido una buena ama para ella y sus necesidades, a saber cuánto tiempo había estado insatisfecha por mi excesivamente suave trato con ella.

Nos encontramos como siempre a las hermanas y las invité a venir esa tarde, me pareció buena idea humillar a Araceli con gente delante, no volvería a dejarme llevar y tenerla descontenta.

—Yo sí voy, —nos dijo Marta —Elena no vendrá porque ha quedado con Óscar para ir al cine.

¡Qué sorpresa!

—¿Has quedado con mi hermanito? —le dijo Araceli.

—Sí, pero no es nada serio. Bueno … todavía.

Nos reímos de ella y la tomamos el pelo, frunció un poco el ceño pero al final se rio con nosotras.

—Es que Óscar está muy bueno y ayer al llevarnos a casa me pidió salir hoy.

—Y tiene talentos ocultos —le dije —bueno … no tan ocultos, jajaja.

Elena bajó la mirada ruborizada pero se le escapó una leve sonrisa. Nos despedimos de las chicas y volvimos a casa. Comimos en el jardín y dejé que mi juguete se sentara a la mesa por haber sido tan buena perrita esa mañana. Luego nos echamos en las tumbonas a la sombra siempre con la correa de Araceli en mi mano.

Estuvimos charlando de todo y de nada medio adormiladas hasta que llamaron a la puerta. Ordené a mi perrita que se pusiera a cuatro patas y la até a la tumbona. Volví con Marta que se sorprendió mucho al verla, la expliqué que ahora que teníamos más confianza con ella ya no la ocultaríamos la sumisión de Araceli. Nos hizo muchas preguntas a las dos, asegurándose que Araceli consentía con todo. Mandé a mi esclava a por dos refrescos y cuando volvió con ellos la ordené :

—Ponte entre nuestras tumbonas que vas a hacer de mesa, procura que no se caiga anda o tendré que castigarte. — Araceli se colocó inmediatamente como había dicho, yo me reía por dentro al ver la boca abierta de Marta. Nos bañamos y fue pasando la tarde, le permití a mi juguete sentarse sobre sus pies a mi lado para que no se cansase mucho de la postura.

Como quería humillarla la mandé a la cocina a llevar las botellas vacías y me quité el bikini, cuando volvió gateando abrí la piernas y dije :

—Ya sabes lo que tienes que hacer, perrita.

Araceli obediente gateó hasta mí y se puso a comerme el coño. Lo hacía muy bien y me ponía cachonda que estuviera Marta observándonos. Cuando llevábamos unos minutos Marta metió la mano en la braguita de su bikini, su pecho subía y bajaba rápidamente igual que el mío. Se me ocurrió otra maldad.

—Para juguete, trae el arnés —bajó enseguida con el arnés doble —dáselo a Marta por si quiere follarte y sigue con mi coñito.

Siguió lamiendo y chupando mi rajita, Marta se lo pensó muy poco y se colocó el arnés introduciéndose su parte y acercándose luego a la retaguardia de mi esclava.

—Asegúrate que la putita esté bien lubricada.

—Está empapada —me enseñó los dedos que metió en su coño para comprobarlo.

—Pues adelante, dale fuerte.

Araceli me metió la lengua entera en el momento en que Marta la penetró bruscamente, yo gozaba con las atenciones de mi chica y viendo también la follada a la que la sometía Marta, que no tenía ritmo pero le ponía muchas ganas. Apretaba mis tetas con mis manos, llegando a lamerme yo misma los pezones, ventajas de tenerlas tan grandes, jajaja. Tardamos poco en gemir las tres, corriéndome yo la primera. Marta ya le había cogido el tranquillo y se follaba a Araceli como una experta, acelerando cada vez más.

—No te corras antes que Marta, perrita.

Disfruté viéndolas terminar mientras me acariciaba suavemente las tetas. Marta hacía esos gemiditos que parecían de gatita, con sus manos agarradas a las nalgas de mi juguete. Por fin explotó.

—Me corro, me corro —. Arqueó el cuerpo hacia atrás metiendo el consolador hasta el fondo del coño de mi esclava.

—Me corro, ama, también me corroooooo —gritó Araceli.

Las dejé reponerse y luego mandé a mi juguete lavar y llevarse el consolador.

—¿Qué te ha parecido, Marta?

—Nunca había hecho nada parecido, ha sido genial. ¿Y Araceli de verdad disfruta con estas cosas?

—De verdad, ahora vas a ver otra forma en la que disfruta —Araceli llegaba gateando en ese momento.

—Juguete, no nos has dado las gracias por hacer que te corrieras y dejarte comerme el coño, ven que te castigue.

Me senté en la tumbona y Araceli se tumbó en mi regazo. La di diez azotes alternándolos con caricias en su precioso culo, cuando terminé la susurré la frase mágica al oído y se corrió sobre mí gimiendo con placer. Cuando volvió a sentarse en el suelo nos dijo :

—Gracias Marta por follarme, gracias ama por ofrecerme su coño y por perder su tiempo en adiestrarme.

—Buena chica, eres una buena perrita —le acaricié dulcemente la cabeza.

Esa noche, en la cama, la pregunté qué le había parecido el día.

—Magnífico, ama. He estado todo el día muy excitada, nunca se me hubiera ocurrido que me hicieras una lluvia dorada en la ducha pero puede ser lo más morboso que recuerde, me he puesto cachondísima, me mojaba cada vez que lo recordaba. En vez de darme asco me he sentido completa, esclavizada y sometida como quería.

—¿Y que Marta se enterara del tipo de relación que tenemos?

—Me ha gustado mucho, ya no quiero ocultar a nuestras amigas que soy tu esclava y que estoy orgullosa de serlo, que eres tú quien lleva las riendas entre nosotras.

—Me alegro mucho por ti, juguete, ya sabes que tu felicidad es la mía, pero no te equivoques, yo llevo tu correa, pero soy consciente de que las riendas entre nosotras siempre las has llevado tú y además lo haces muy bien. Sin tu fuerza y tu sensatez sabe Dios cómo estaríamos ahora. Me dijiste esta mañana que eras afortunada por tenerme de dueña, yo creo que soy el doble de afortunada por que seas mi prometida.

—Creo ama que somos afortunadas las dos.

—Oye juguete, ¿le vamos a decir a tu familia que eres mi sumisa?

—Lo he estado pensando, a mis padres lo mejor será no decirles nada, son muy buenos pero no creo que lo entendieran. A Óscar sí se lo quiero decir, viene mucho por aquí y se acabará enterando igualmente. La próxima vez que venga déjame hablar con él y explicárselo.

—Vale, y ahora date la vuelta que voy a dormir abrazada a mi perrita esclava toda la noche. Ah, que sepas que mañana iré al sex-shop a comprar unas cosas.

—¿Qué cosas, ama?

—Ya te enterarás, pero te adelanto que son cosas para castigarte.

El lunes nos fuimos a trabajar como todos los días, me escapé a media mañana y me acerqué al sex-shop. Compré una fusta, más pintura corporal, unos brazaletes de tela con cascabeles y una mordaza con bola para ponérsela en la boca, al ir a pagar vi unas pinzas vibradoras para pezones y no me resistí. Desde luego tenía más antojos que un niño en una tienda de chuches. Cogí un folleto de máquinas de follar, éstas se sujetan al suelo con ventosas o algo parecido y con un motor te meten un consolador en el agujero que quieras hasta doscientas y pico veces por minuto. Como eran muy caras lo decidiría con mi juguete.

Cuando me recogió con el coche al salir del trabajo no pude esperar y le hice desabrocharse la blusa, le estimulé los pezones para que se agrandaran y le puse las pinzas activando la vibración. Condujo hasta casa con ellas puestas y cuando entramos me enseñó cómo estaba. Tenía los pezones enormes, gigantescos, se corrió simplemente con quitarle las pinzas y lamérselos. Me dio envidia y me los puse yo misma, la sensación era extraña pero al rato de llevarlos me pasó lo mismo que a ella. Tuve un orgasmo cuando me los quité y le ordené chuparme los pezones.

Pasamos la tarde tranquilamente leyendo en el jardín las dos desnudas. Oí sonar el timbre y salí a abrir después de atar a mi juguete a la tumbona y ponerme el bikini. Me azoré al abrir a Óscar, no le esperaba y no estaba del todo preparada para contarle lo nuestro. Hice de tripas corazón y le dejé pasar a él solo al jardín, los di unos minutos para que Araceli le contara y salí a ver qué tal había ido la cosa.

Óscar se había quitado la ropa y estaba en bañador tumbado en la tumbona al lado de mi juguete, radiografiando su cuerpo desnudo.

—¿Qué te parece, cuñado?

—Me ha dicho mi hermana que esto que hacéis lo ha elegido ella y que la hace feliz, así que a mí también me hace feliz, eso sí, no creo que se lo debáis decir a papá y mamá.

—Me alegro que te parezca bien, es un alivio no tener que disimular más contigo, por cierto ¿qué tal con Elena, pillín?

—Ah, muy bien, ayer fuimos al cine y a cenar luego. Es una chica muy maja.

—¿Solo maja?

—¿Sabes qué pasa? Que cuando acabe el verano me vuelvo a Inglaterra y no quiero compromisos. Me tiro allí varios meses sin venir y no creo que merezca la pena echarme novia aquí.

—En eso tienes razón, pero déjaselo claro a ella. ¿Quieres algo de beber?

—Una cervecita estaría bien, pero no te molestes voy yo a por ella.

—No, tranquilo, juguete trae una cerveza.

Araceli fue gateando ante la mirada alucinada de su hermano.

—¿Siempre lo hacéis así, Alicia? ¿Siempre está desnuda y a cuatro patas? — no dejaba de mirar el contoneo del culo de su hermana.

—Lo hacemos así ahora en verano, en invierno ya veremos.

—Oye, ¿puedo pasearla de la correa?

—Jajaja, que hermanito más malo. No, no puedes, Araceli es mi esclava y no la tuya. Jajaja.

—Hubiera sido una buena venganza por las trastadas que me hizo de pequeño. Jajaja.

Estuvimos charlando los tres y luego nos dimos un baño. Por supuesto me folló en la piscina. Él daba por hecho que yo estaría a su disposición, y lo cierto es que me encantaba estarlo. Me folló boca arriba, yo con las manos hacia atrás agarrándome a la escalerilla y el asido a mi culo rodeado por mis piernas penetrándome sin freno. Araceli estuvo a mi lado ayudando para que no me sumergiera con los empujones que me daba el salvaje de su hermanito. Me gustó mucho que cuidara de mí mientras Óscar me llevaba al orgasmo. Óscar, como no llevaba condón se corrió en mi tripa gritando mi nombre. A partir de ese momento ya no me puse el bikini, no sabiendo a quien miraba más nuestro hombretón si a mí o a su hermana.

Antes de irse quiso echar el polvo de despedida, ¡qué morro tiene!, se sentó en una silla y me puso encima de él dándole la espalda, me tuvo botando en su regazo un buen rato, con las piernas muy abiertas y mis tetas en sus manos.

—Ven juguete — ordené —, lámeme el clítoris mientras tu hermanito me folla. Y tú Óscar, no te vayas a correr dentro.

Disfruté muchísimo recibiendo los embates de su enorme polla siendo lamida a la vez por mi chica, que no solo lamía mi clítoris, también se le escapaba de vez en cuando un lametón a la húmeda polla de su hermano.

—Estáis haciendo que me corra — grité — me corro, Óscar, me corro, juguete, aaaaahhhhhghhgh.

Detuve la cabalgada y, cuando me recuperé, me llevé la polla de Óscar a la boca, quería recompensarle con una buena mamada. Mientras Araceli me acariciaba la espalda y las tetas yo subía y bajaba por su miembro rodeándole con mis labios, lamiendo su glande con la lengua y apretando sus testículos con mi mano. Tardó muy poco en venirse llenando mi boca de su esperma con varios chorros espesos. Sin tragarlo me giré y besé a mi esclava agarrándola de la nuca, compartiendo el semen de su hermano con ella. Araceli pareció enloquecer de excitación porque agarró mi cara con las dos manos y profundizó el beso hasta que hubo absorbido todo el claro líquido de mi boca a la suya. Nos separamos jadeantes intentando descubrir en los ojos de la otra qué había pasado.

—Uf, me habéis vuelto a poner cachondo —nos dijo Óscar.

—Anda campeón, vete a casa que ya te has despedido a lo grande, — quería hablar a solas con mi juguete.

—Vale chicas, me cambio y me voy. Hasta mañana.

Cuando se hubo ido, me senté con Araceli en el suelo y la cogí las manos.

—Te has puesto cachonda con Óscar.

—Sí, me pone mucho verte follar con él. En la piscina me he excitado al sujetarte y luego, cuando me has ordenado lamerte, no he podido evitar lamerle a él también. Tenía su polla tan cerca que no me he podido resistir. No me gustan los hombres, pero mi hermano no es un hombre para mí, no sé si me explico, no le veo como un hombre sino como mi hermanito pequeño al que tanto quiero y me he puesto tan caliente que me lo hubiera comido. ¿Te parece que hago mal?

—Para nada, sabes que nosotras tenemos pocos tabús, creo que debes hacer lo que te pida el corazón, yo te apoyo en lo que quieras.

—Necesito tiempo, todavía estoy excitada. Cuando me has besado con su semen ha sido brutal.

—Pues no tardes mucho en decidirte porque hoy tu hermano te ha mirado más a ti que a mí.

—¿De verdad? — sonriendo dulcemente.

—De verdad de la buena, cada vez que ibas a algún sitio a cuatro patas no podía dejar de mirarte el culo, claro que yo tampoco. Nos tenías a los dos siguiéndote con la mirada y babeando con la boca abierta, jajaja.

Mi juguete no pudo evitar sonreír, sé que no era por mí, yo se lo había dicho muchas veces.

—Por cierto, juguete, espera que he comprado algo para que te pongas, voy arriba a por ello.

Subí a por los brazaletes y se los puse justo por encima de los bíceps. La paseé a gatas por el jardín de la correa, los cascabeles sonaban cada paso que daba con sus manos.

—Como eres mi perrita ahora te oiré cuando te muevas, siempre sabré donde estás.

—Gracias, ama.

El día acabó con Araceli pensativa, era muy importante lo que tenía que decidir y le di espacio y cariño. Se durmió abrazada a mí sin haberme dicho nada. Mañana llegaba Leticia, tenía ganas de tenerla en casa otra vez.