Araceli seduce a Alicia 8
Ahora te vas a correr, bebé, te vas a correr como una niña buena para que tu esclava y yo disfrutemos viéndote.
Habían pasado tres semanas y llegaba el otoño, empezando a hacer fresco por las noches. La semana anterior habíamos repasado con Trini los besos y caricias y se puede decir que ya lo dominábamos. Habíamos practicado mucho por nuestra cuenta, ja, ja, ja. En cuanto al proyecto “Dominación Total” Araceli ya estaba totalmente condicionada para correrse con la única estimulación de mis besos y la orden posterior. Ayer mismo había conseguido que se corriera sin tener el vibrador puesto durante el día. Me daba una increíble sensación de poder sobre mi juguete a la vez que me sentía más unida a ella.
El fin de semana anterior habíamos estado en el “Isla de Lesbos” a tomar una copa y bailar. Llevaba a mi esclava con la correa, lo que había supuesto muchas miradas y murmullos. Araceli me defendió como una fiera cuando una par de chicas me increparon por llevarla atada y yo incluso tuve que empujar a otra por querer propasarse con ella. Salimos del local orgullosas cada una de la otra, con la cabeza bien alta y más unidas que nunca.
Llegué a casa del trabajo y me extrañó que mi perrita no saliera a recibirme.
—Juguete, ¿estás en casa?
—Sí, ama. Estoy en el salón, ven por favor.
Acudí preocupada porque no era normal, ella siempre me daba la bienvenida a gatas y ofreciéndome la correa que le colgaba del collar del cuello. Entré al salón y la vi de rodillas, desnuda y escondiendo algo a la espalda.
—Ven ama, tengo que decirte una cosa.
—¿Ha pasado algo juguete, te encuentras bien?
—Sí ama, escúchame, por favor. Tengo que decirte que desde que estamos juntas me has hecho la mujer más feliz del planeta. Cada día estoy más enamorada de ti que el día anterior — me miraba ruborizada con los ojos muy brillantes —. Te preocupas por mí y por darme lo que necesito. Me cuidas siempre como si fuera tuya, que lo soy, y quiero dedicarte toda mi vida y que tú me la dediques a mí, por eso quiero pedirte : ¿te casas conmigo? — me ofreció lo que ocultaba, una cajita abierta que contenía un anillo de oro blanco con un pequeño brillante.
La impresión me dejó pasmada, la emoción se apretujó en mi pecho impidiéndome respirar. Caí de rodillas frente a ella.
—Sí, mi amor, sí, sí, sí, sí, sí, me casaré contigo y me harás la mujer más dichosa del mundo — me eché en sus brazos llorando a lágrima viva y apretándola contra mí para que no se me escapase, para que nunca se separase de mí.
Estuvimos como dos gilipollas llorando y besándonos, besándonos y llorando, nos limpiábamos las lágrimas a besos y volvíamos a empezar. Tardamos mucho en tranquilizarnos hasta que nos tumbamos en el sofá mirándonos a los ojos y estuvimos toda la tarde sonriéndonos y diciéndonos cosas bonitas. Fue tan dulce que seguro que nos produjimos varias caries.
Estábamos cenando todavía emocionadas, yo sin dejar de admirar el anillo en mi dedo anular, cuando le pregunté :
—¿Y cuándo quieres que nos casemos, juguete?
—No tengo ninguna prisa, si te parece bien nos casamos el año que viene, pero desde ahora ya no solo eres mi ama, también eres mi prometida, eres solo mía y yo soy solo tuya.
—Sí, mi amor, me parece muy bien. ¡Qué feliz me haces! — me senté en su regazo y volvimos a los besos y abrazos —. Mañana sin falta iré a comprar tu anillo.
—Mejor mira en el cajón de arriba de la mesilla — me dijo con sonrisa ladina.
Cogí su anillo de la mesilla y me arrodillé para ponérselo. Era igual que el mío.
—¿Qué vamos a grabar en los anillos, juguete? — pregunté.
—Eso te lo dejo a ti, ama. Lo que tú decidas estará bien. Te daré la dirección de la joyería, nos hacen la grabación gratis.
—Muy bien, pues mañana llevo los dos para que lo hagan.
—Me da pena quitármelo, ahora que me lo acabas de poner.
—Pues recógeme en el trabajo y vamos juntas a ver si lo hacen en el momento.
—Mejor, ama, así no tengo que estar un día entero sin mi anillo.
—Mañana iba a venir Trini por la tarde, la voy a llamar a ver si puede venir pasado mañana. Me apetece estar sola contigo.
Esa noche hicimos el amor con dulzura, muy despacio y sin dejar de mirarnos a los ojos todo el tiempo. Nos costó mucho dormirnos porque no queríamos que se nos escapara el momento.
A la tarde siguiente fuimos a la joyería y no tuvieron problema en grabarlos en el momento. Lo hacían con láser y tardaron muy poco. Salimos y le volví a poner el anillo a mi amor después de enseñarle lo que habían grabado : “Siempre tuya”.
—¿Y en el tuyo que pone? — me preguntó Araceli.
—Lo mismo que en el tuyo, seremos siempre la una de la otra, mi juguete.
Volvimos a besarnos con amor, íbamos a tener que parar un poco o nuestros labios parecerían colchones hinchables. Fuimos un rato al gimnasio y al subir a casa dedicamos el resto del día a seguir “empalagosándonos” como decía Araceli.
Al día siguiente las dos lucimos nuestros anillos en el trabajo sin ningún recato. Recibimos felicitaciones de casi todo el mundo y nos volvimos a juntar en casa tan contentas. Al rato llamó Trini a la puerta y salió Araceli a abrirla a gatas.
—Hola mascota bonita, me alegro mucho de verte.
—Gracias, Trini, yo también.
Entró en el salón con mi juguete de la correa y lo primero que nos dijo fue :
—Felicidades a las dos por vuestro compromiso. Se os nota la felicidad en la cara. Estoy muy contenta por vosotras.
Le agradecimos la felicitación y nos desnudamos las tres.
—Hoy os enseñaré a mejorar la masturbación femenina. Se puede hacer rápido o lento. A mí me gusta mucho más la manera lenta, el orgasmo que se consigue es como una bomba atómica. Pero debéis aprender las dos maneras. Os masturbaré a las dos de la forma rápida y luego a ti, Alicia, de la forma lenta. Como se tarda mucho solo lo puedo hacer con una. Además, ya os lo hice a las dos en casa de Natalia, ¿os acordáis? — se reía descaradamente. ¿Cómo no nos íbamos a acordar? Había sido el mejor orgasmo de mi vida, incluso nos habíamos desvanecido unos minutos — Tú, mascota, te fijarás en cómo se lo hago a tu ama y luego ella que te enseñe a ti. El próximo día repasaremos todo y lo haremos al revés.
—Ven tú primero, Alicia, os tenéis que situar de forma que tengáis acceso a las zonas erógenas de vuestra víctima, ja, ja, ja, siéntate en el sillón y yo me pondré delante de ti. Tengo que conseguir que lubriques bien para no hacerte daño. Tú, mascota, siéntate enfrente para que no te pierdas nada.
Araceli se sentó cerca dispuesta a no perder detalle.
Trini empezó por acariciarme como ya sabíamos y me tuvo lubricando en un par de minutos. Me metió un dedo en mi mojado coño y con la otra mano me acariciaba las tetas.
—No os voy a explicar otra vez cómo se acaricia, así que os contaré el tratamiento que debéis aplicar al coñito. Metéis los dedos empezando por uno hasta llegar a tres o cuatro. El pulgar le reserváis para el clítoris un poco más adelante. Con los dedos del interior tenéis que buscar el punto G arqueándolos hacia arriba. No os paséis de entusiasmo porque aunque sea el modo rápido todo lleva su tiempo. Cuando queráis que la chica se corra sólo tenéis que frotar el Punto G y pellizcar suavemente uno de los pezones. Ahora estad atentas.
No presté toda la atención que Trini se merecía porque ya estaba gimiendo. Lo cierto es que me ponía muy cachonda. Parecía una profesora de universidad con sus explicaciones pero ya tenía tres dedos metidos en mi vagina. Me bombeaba con ellos rozándome el dichoso puntito de vez en cuando, el pulgar también me tocaba el clítoris y me pellizcaba, casi sin que me enterara, los pezones alternativamente. Abrí inconscientemente las piernas todo lo que pude y gemí sin recato. Era como un cohete subiendo al cielo a velocidad supersónica. Trini se sentó a mi lado sin interrumpir el movimiento de sus dedos y me murmuró al oído :
—Ahora voy a hacer que te corras, bebé, ¿lo harás por mí?
—Sí, sí.
—Muy bien pequeña, pues córrete para mí.
Pellizcó uno de mis pezones, frotó con suavidad mi clítoris y arañó, dentro de mi coño, mi punto G. Yo me corrí como una condenada llenándole la mano de flujo.
—Ven, mascota, límpiame la mano.
Araceli le lamió la mano mientras yo me recuperaba y Trini se sentó en el sillón con las piernas abiertas. Había tardado siete u ocho minutos desde que me había metido el dedo hasta que me había corrido. ¡Ya lo creo que era el método rápido!
—Ahora, mascota bonita, siéntate entre mis piernas. Te voy a hacer lo mismo que a Alicia pero desde atrás. A mí me gusta más porque tenemos más piel en contacto y, si alguna vez lo queréis hacer en el cine o en algún otro sitio con gente, es más discreto, ja, ja, ja.
Yo me senté enfrente muy cerca para ver disfrutar a mi amor. Estaba sentada en medio con las piernas abiertas apoyadas sobre los muslos de Trini. Ésta empezó como conmigo hasta que Araceli lubricó. Cuando empezó a respirar más rápido la introdujo un dedo en el coño mientras acariciaba sus bonitas tetas. Mi niña enseguida tuvo dos dedos en su coñito y otros dos en la boca.
—Chúpalos mascota — ordenó Trini.
Cuando los tuvo húmedos, la profe le dio un pellizquito en los pezones y ya la follaba con tres dedos, la acariciaba el clítoris frecuentemente y tenía a mi prometida gimiendo como una perrita. Me parecía precioso ver la cara de placer de Araceli abandonada sobre el cuerpo de Trini, me producía mucha ternura.
—Te correrás en cuanto te lo ordene, ¿verdad, perrita?
—Sí, por favor.
—Mira a tu dueña y córrete para ella. Ahora — ordenó.
Araceli me miró y se corrió levantando el culo del sillón.
—Me corro, ama. Me corro para ti, siempre para ti.
Yo no pude aguantarme y me tiré sobre ella a besarla. ¡Cómo la quiero!
—Ahora, perrita, límpiame la mano con la lengua.
Hicimos un descanso y Araceli nos trajo unas botellitas de agua.
—Mientras os reponéis os cuento un poco lo que vamos a hacer ahora. Tú y yo, Alicia, nos pondremos como estaba con Araceli, ya os imaginaréis un poco cuál es la técnica. Es importante hacer todo muy despacio. No darse ninguna prisa pero no detener en ningún momento la estimulación. La excitación debe subir gradualmente hasta el orgasmo, que se provoca igual que hemos hecho ahora. Me gusta causar dolor al final porque se suma al placer haciéndolo increíble, pero suele provocar el desvanecimiento. También hablo a la víctima para incrementar la excitación y que se relaje totalmente en mis manos — solo de oírla me estaba mojando, recordando la vez en que me lo había hecho —. ¿Estás preparada?
—Sí — me costó que saliera el sonido de mi boca.
—Pues vamos a sentarnos. Recordad que las caricias han de ser casi imperceptibles, presionando los puntos de placer que ya conocéis muy pocas veces.
Empezó como la otra vez, acariciándome entre los pechos y jugando con mi rajita sin entrar todavía. Muy poco a poco fue profundizando sus caricias, tocando mis pezones y el clítoris muy levemente.
—Abandónate a mí, déjate llevar, pequeña — me susurraba.
Seguía acariciando mi cuerpo con suavidad, yo chorreaba entre los muslos. Tres de sus dedos penetraban lentamente mi coño mientras me seguía hablando al oído.
—Lo estás haciendo muy bien, peque. Eres una niña muy buena.
Lo cierto es que yo no hacía nada, estaba rendida a sus caricias, pero sus palabras me alentaban a entregarme a ella. Cuando sacaba los dedos de mi coño, me acariciaba el clítoris y un pezón y volvía a follarme con ellos a cámara lenta.
—¿Te está gustando, peque?
Yo afirmaba con la cabeza con los ojos cerrados, aislada en el mundo de placer al que me llevaba.
No sé el tiempo que estuvimos así, puede que fueran treinta o cuarenta minutos, pero acabé convertida en un trozo de carne babeante sin voluntad, queriendo disolverme en plasma, solo llena de placer y sensaciones.
—Ya no eres tú, ya no existes, ahora solo existen mis dedos y el placer que te dan.
Sus palabras penetraban en mi mente y se grababan a fuego en ella. Mi indefensión era tal que hubiera creído para siempre cualquier cosa que me hubiera dicho.
—Ahora te vas a correr, bebé, te vas a correr como una niña buena para que tu esclava y yo disfrutemos viéndote.
Hizo su magia y me corrí. No puedo explicar el placer que sentí porque no existen palabras para ello. Cuando estaba en la cumbre del éxtasis apretujó fuertemente, quizá con crueldad, una de mis tetas. El dolor impactó en mi aturdido cerebro y duplicó o triplicó el placer que recibía cada una de mis células. Siguió penetrándome suavemente con los dedos y el éxtasis se prolongó durante quizá un larguísimo minuto, que a mí me pareció un milenio, hasta que mi cuerpo desconectó y caí desmayada.
Desperté en brazos de Araceli mientras Trini me limpiaba la cara con un trapo húmedo. Mi juguete me decía cosas bonitas y Trini me sonreía con ternura.
—¡Uf! — Conseguí decir — ha sido peor que la última vez.
—¿Peor o mejor, Alicia? — me dijo Trini riéndose.
—Umm, no estoy segura.
—Hemos tenido más tiempo. Cuanto más lento más potente es el orgasmo. Toma, bebe agua —. Me pasó una botella de agua. Araceli me besaba la frente.
Dejaron un rato para que me recuperara, no me veía con fuerzas para levantarme del sillón. Al cabo, me incorporé y di unos pasos vacilantes.
—Caray, me has dejado destruida — dije a Trini.
—Ja, ja, ja, no exageres, preciosa.
—Voy a preparar una ensalada— dijo Araceli —. ¿Os apetece?
—Perfecto, yo voy con Trini a hablar en la habitación.
Entramos y me senté en la cama, Trini cerró la puerta y esperó de pie a mi lado, acariciándome la cabeza. Me trataba como yo trataba a mi juguete, pero mi mitad sumisa lo aceptaba sin problema. Le pasé un brazo por la cintura y apoyé la cabeza en su abdomen.
—Dime, peque, qué te preocupa — me dijo.
Le conté con detalle cómo iba mi proyecto con Araceli y le pedí consejo sobre como continuar.
—Lo que has conseguido ya es todo un logro, pero lo que quieres es más difícil todavía. Como siempre le dices la misma frase para que se corra, lo que yo haría a partir de ahora es repetírsela siempre que tenga un orgasmo, la condicionará igual que con los perros de Pavlov. Luego hay que esperar a ver si es suficiente, ya que sin ningún otro estímulo lo veo casi imposible.
—Sí, creo que haré eso.
—Bien, ya me contarás qué tal, ahora, puta, túmbate en la cama que me vas a dar mi orgasmo. ¿Oye, no te importa que te insulte, verdad?
—No.
—Yo creo que te gusta.
—Sí.
—Pues túmbate, zorra, que me voy a sentar en tu cara.
Se agarró al cabecero y puso el coño sobre mi boca. Yo empecé a lamer despacio, como a ella le gustaba.
—Más deprisa, putita, que la perrita nos está esperando.
Aceleré los movimientos de mi lengua y la masajeé las nalgas. Casi no podía respirar, pero quería complacerla, tenía que compensarla todo lo que hacía por nosotras.
—Sigue así, zorrita, méteme la lengua.
Trabajé su dulce coño hasta que se corrió. Limpié con la lengua todos sus fluidos y nos levantamos para reunirnos con Araceli.
—Ponte de rodillas puta — me ordenó antes de salir.
Me arrodillé a sus pies y levanté la cabeza para mirarla.
—Has sido muy buena puta, te has portado muy bien, pequeña — me besó en la frente y salimos de la habitación.
Justo antes de acostarnos llamó el padre de Araceli. Estuvieron hablando un rato y al colgar me dijo :
—Tengo que ir al notario mañana a las cinco de la tarde por algo relacionado con mi tío Alfredo. Mi padre cree que es sobre el testamento.
—Pues pedimos salir un poco antes y vamos juntas.
Cuando entramos en la notaría, estaban esperando los padres de Araceli, su tío Tomás y su prima Cris. Nos hicieron pasar a una sala de reuniones después de esperar un rato. Había una mesa larga con diez o doce sillas alrededor, Los hermanos se sentaron juntos, al lado de Felipe se sentó María, Araceli al lado de su madre y Cris al mío.
Entró el notario y se sentó, nos saludó y dio el pésame. Pasó lista como si estuviéramos en el colegio. Solo faltaba Oscar, al hermano de Araceli, que estaba en el extranjero. Nos dijo que nos iba a informar del testamento y últimas voluntades de Alfredo Martín Cámara. Se enrolló un rato y, al final, leyó una lista de las cosas que dejaba en herencia :
—A su hermano Tomás le deja la casa de Asturias. A su hermano Felipe le deja la de Madrid. A su cuñada María le deja algunas joyas y los cuadros que tiene en las dos casas. A sus sobrinos Araceli, Óscar y Cristina les deja el dinero en efectivo, acciones, fondos y otras inversiones que les detallo en este informe — pasó a cada beneficiario un informe de los bienes y la tasación de cada cosa —. Lean el informe y pregúntenme cualquier duda.
Esperé mientras todos revisaban el informe, Araceli se puso pálida y se quedó con la boca abierta. Cris reaccionó de forma parecida pero preguntó :
—Disculpe, pero si entiendo bien lo que pone aquí, cada sobrino recibe casi seis millones de euros.
—Ha leído bien, mi colega de Oviedo que redacto el testamento era amigo de su tío, me explicó que levantó la empresa con mucho esfuerzo y consiguió ganar mucho dinero, luego hizo inversiones muy rentables y aumentó más todavía su capital. Vendió la empresa hace un par de años para disfrutar de la vida, el accidente truncó todo eso. Les recomiendo, jóvenes, — miraba a Cris y a Araceli — que se den un capricho y luego busquen un buen asesor de inversiones que mantenga el capital o lo aumente. Es mucho dinero pero se va enseguida si se hacen locuras.
—Para usted, Doña María, dejó también una carta, no es necesario que la lea ahora. En un par de meses después del registro civil, impuestos y demás será todo legalmente suyo. En cualquier caso pueden ocupar las viviendas aunque no puedan venderlas hasta que esté todo legalizado.
Nos despedimos y salimos en silencio, parece que las noticias nos habían dejado a todos un poco impactados. Yo me preguntaba si el que ahora Araceli fuera millonaria cambiaría las cosas ente nosotras. Fuimos a una cafetería aledaña a la notaría y nos sentamos a comentar lo sucedido. Cris se sentó a mi lado y enseguida se agarró a mi brazo.
—Espero chicas, — dijo Tomás, el padre de Cris — que reflexionéis detenidamente sobre lo que queréis hacer con el dinero. Los dos meses de trámites os vendrán bien para eso. El consejo del notario me ha parecido muy acertado.
—Estoy de acuerdo — dijo el padre de Araceli.
Estuvimos charlando sobre el tío Alfredo y la sorpresa que había sido para todos. Cris se pegaba a mí como una lapa, rozándome el pecho con su brazo.
—Yo querría aprovechar para daros una noticia — interrumpió Araceli la conversación, levantó la mano enseñando el anillo — Alicia y yo nos hemos prometido.
—¿Qué? ¿Os casáis? — preguntó sorprendida la madre.
—Sí, no tenemos prisa, pero nos casaremos.
Nos dieron todos la enhorabuena, María derramó unas lagrimitas y Cris nos felicitó con no muy buena cara. Esa niña era encantadora pero algo tramaba.
Llevábamos unos días en que no pasó nada especial, hacíamos el amor a diario y yo le ordenaba a mi juguete que se corriera cada vez que llegaba al clímax. Habíamos empezado a mirar coches, Araceli quería comprar uno. Me había tranquilizado diciéndome que no quería cambiar nada aunque fuera millonaria, de hecho se había reído de mí. Seguíamos yendo al gimnasio y ya no nos marcaban tanto los chicos, se habían acostumbrado a nosotras, ahora se nos pegaban mucho dos chicas de unos dieciocho o veinte años que nos daban mucha conversación.
El viernes fue Trini a casa a repasar la masturbación y disfruté muchísimo viendo como mi juguete se corría en sus hábiles manos para luego desvanecerse. Luego me llevó a la habitación y le comí el coño mientras me llamaba puta y zorra. Cuando se fue hice que mi esclava me lo comiera a mí para bajarme la excitación
El sábado fuimos con los padres de Araceli a ver la casa que les había dejado el tío Alfredo. Estaba en las afueras, relativamente cerca de la casa de Trini y Gerardo. Era muy bonita y estaba muy bien mantenida y, lo mejor, ¡tenía piscina!
—Chicas, — nos dijo Felipe — María y yo no nos vamos a mudar, tampoco necesitamos vender la casa. A Óscar — su hijo pequeño — le quedan todavía unos años para acabar los estudios así que ¿por qué no os venís a vivir aquí y os ahorráis el alquiler?
Yo me quedé estupefacta ¡qué padres más buenos tenía mi juguete! Esperé a que decidiera Araceli.
—Por mí genial, ¿qué dices, cariño? — me preguntó.
—Por mí también. Siempre he querido piscina — no podía aguantarme y daba saltitos.
—Pues decidido. En cuanto podamos comprar el coche nos mudamos.
Abracé a mi chica y luego a los padres dándoles las gracias. Nos llevaron a casa y aprovechamos para ir al gimnasio. Al volver a ducharnos nos dimos cuenta de que se había roto el calentador de agua. Nos duchamos con agua fría, al menos lo hicimos juntas para darnos calor. No podíamos llamar hasta el lunes a un fontanero, así que nos ducharíamos en el gimnasio. Esa noche mi juguete me masturbó lentamente dándome un orgasmo épico, no me desvanecí pero seguiríamos practicando, ja, ja, ja.
El domingo me desperté antes que Araceli y, como siempre que podía, estuve un buen rato mirándola, nunca me cansaría de observarla dormir. Cuando se despertó la dije :
—Juguete, vamos a desayunar en la churrería y luego vamos al gimnasio. Coge ropa para cambiarnos después de la ducha.
Desayunamos café con churros y entramos al gimnasio para quemar todas las calorías. Estuvimos haciendo nuestro recorrido habitual, que cada vez nos resultaba más fácil. Se notaba que íbamos mejorando nuestra forma física. Llegaron las dos jovencitas que siempre se nos pegaban y se pusieron a nuestro lado. Debían haberse puesto de acuerdo porque cuando hacíamos alguna máquina cada una se ponía con una de nosotras para “ayudarnos”, aprovechando para toquetearnos lo que podían. Terminamos haciendo cinta y nos fuimos a las duchas. Había una pared alicatada de unos ocho o diez metros con seis duchas, cada una con un dispensador de jabón líquido y champú. Mi juguete y yo nos pusimos en el centro, aprovechando para lavarnos el pelo. Estábamos terminando cuando llegaron las chicas y, en vez de ponerse juntas, se puso cada una a un lado nuestro. No aguanté más cuando la que estaba al lado de mi juguete se empeñó en enjabonarle la espalda. Hice un gesto a mi chica y la dije para que solo me oyera ella :
—Imítame. Vamos a devolvérsela.
Me giré hacia mi víctima y según abría la boca para decirme algo, le metí la lengua hasta la campanilla. Le di un beso largo y profundo aplicando presión como nos había enseñado Trini. Por el rabillo del ojo veía que mi juguete hacía lo mismo con la chica que le había tocado. Enseguida estaban las dos laxas en nuestros brazos, disfrutando de un beso como no las habían dado nunca. Interrumpí el morreo para colocarla doblada por la cintura apoyada con las manos en la pared, la acaricié con dos dedos en el coño y la penetré con ellos. Araceli seguía mis pasos como si lo hubiéramos coreografiado. En dos minutos las teníamos gimiendo como perras, apretando sus tetas con una mano y follándolas con los dedos de la otra.
—¿Era esto lo que queríais, zorras? — pregunté.
Como no contestaron saqué los dedos de su coño y la di dos azotes, volviendo enseguida a ocupar su vagina. Volvía a hacerla gemir cuando escuché los azotes que Araceli propinaba a su víctima. Me embriagaba una sensación de poder al ver a las dos jovencitas apoyadas en la pared, sacando el culo y entregadas sumisamente al placer que las dábamos.
—¿Era esto, putas?
—No … bueno sí … así no.
Busqué su punto G, la pincé el clítoris y le apreté un pezón. Se corrió gritando como un animalito. A los pocos segundos su compañera pasaba por el mismo trance. La agarré del pelo para que me mirara y la dije :
—Como tú o tu amiga volváis a tocar a mi prometida os haremos esto en la calle donde todo el mundo os vea correros como perras. ¿Está claro?
—Sí … perdón.
Araceli y yo nos cambiamos en el vestuario tranquilamente sin dejar de sonreír. Según íbamos tan ufanas para casa la dije :
—¿Te has dado cuenta que tenemos un superpoder? No sé si apuntarme a los “X—Men” o a la “Liga de la Justicia”.