Araceli seduce a Alicia 13

Encima de los pechos puse : “PUTA”. En la tripita escribí : “Paseo : 2€”, “Coño : 5€”, “Culo : 10€”. En la espalda escribí más grande : “Soy una zorra, fóllame”.

El martes me recogió Araceli como siempre del trabajo y nos fuimos pitando a casa. No quisimos ir al gimnasio porque era el día en que llegaba Leticia y estábamos deseando verla. Aparcamos y al ir a entrar nos la encontramos esperando en la puerta, con sus dos grandes bolsas de deporte a sus pies. Nos lanzamos a sus brazos y la colmamos de besos, dándole la bienvenida.

—Llevas puesto el collar – dije con ilusión.

—Sí, ama. Me lo puse en cuanto llegué. También me lo ponía cuando estaba sola en la habitación del hotel. Me confortaba y me recordaba a vosotras.

—¿Te confortaba? - intervino mi juguete.

—Sí, amita. Lo peor de los campeonatos es que estás en el extranjero y no conoces a nadie, a veces he tenido amigas en el equipo, pero ahora mismo las demás son nuevas y no tengo confianza con ellas. El entrenador nos da mucha caña y luego nos obliga a descansar mucho, por lo que paso muchas horas en la habitación del hotel. Ponerme el collar me ayudaba a no sentirme tan sola.

—Bueno, pues ya no estás sola. ¿Cuánto tiempo te quedas esta vez? - pregunté.

—No lo sé todavía, entre una y tres semanas.

—Genial, espero que sean tres. Venga, entremos a casa.

La acompañamos a su habitación ayudándola con sus cosas. Mi juguete enseguida fue a desnudarse y ponerse la correa y Leticia la imitó. Ya tenía a mis dos esclavas en pelotas y a mi disposición. Era genial.

—¡Guau! Has cambiado el collar, amita – le dijo al ver el nuevo collar de Araceli.

—¿A que mola? Me lo regaló nuestra ama.

—Pues me gusta mucho, y lo puedes llevar todo el tiempo.

—No me lo he quitado desde que me lo dio.

Acabamos las tres desnudas en la piscina jugando en el agua, quedamos en reanudar las clases de defensa personal al día siguiente. Creo que disfrutamos mucho las tres de estar juntas. Esa noche dormimos todas en nuestra cama, nos amamos intensamente hasta que, exhaustas, nos quedamos dormidas.

Nos despertamos tarde al día siguiente por lo que tuvimos que correr mucho para no llegar tarde al trabajo. Dejamos a Leticia en su gimnasio con las llaves de casa para que volviera cuando quisiera y Araceli me dejó a mí en mi oficina. El día pasó sin pena ni gloria y cuando mi juguete y yo volvimos a casa ya estaba Leticia esperándonos. Nos pusimos enseguida a entrenar y Leticia nos tuvo haciendo katas casi todo el tiempo, no fue sino casi al final cuando practicamos ataques y defensa. Creo que lo hizo para meternos mano descaradamente, acabando la clase con Araceli sometida y corriéndose en sus manos. Con mi ayuda, claro.

Después de beber algo nos salimos a tomar el sol. Las dos chicas con el collar y la correa. Mi mascota, Leticia, observó el cambio de comportamiento de mi juguete, cómo ya solo andaba a cuatro patas y se sentaba en el suelo junto a mi tumbona.

—¿Habéis cambiado algo las cosas, no? – preguntó.

—Sí, - contestó mi juguete – le pedí a nuestra ama que fuera más dura conmigo.

—Bien -. Leticia se lo pensó unos momentos y se bajó de la tumbona sentándose sobre sus pies a mi otro lado.

—Sois unas chicas muy buenas – les acaricié la cabeza a las dos -, os portáis muy bien.

Al rato de estar charlando llamaron a la puerta, noté que Leticia se envaraba y según me ponía el bikini para abrir la dije :

—Leticia, supongo que será Óscar el hermano de tu amita o Lucía la vecina. Tienes permiso para ponerte el bikini y quitarte la correa, puedes actuar con normalidad.

Volví con Lucía que venía a tomar un rato el sol con nosotras, se la presenté a Leticia, que se había cubierto, y cuando fue a dar dos besos a Araceli la vio con la correa sentada en el suelo.

—¿Es que eres la sumisa de Alicia? – la preguntó besándola.

—Sí, ¿cómo lo has sabido tan rápido?

—Ya lo sospechaba, tuve dos compañeras modelos que eran ama y sumisa. Me explicaron mucho de su relación y luego aprendí por mi cuenta algo más. Me imaginé que lo erais pero no quise sacar el tema. Es cosa vuestra compartirlo o no.

—Hemos decidido no ocultarlo a las amigas – explicó mi juguete -, nos hace felices y no queremos esconderlo más.

—Pues muchas gracias por mostrarme tanta confianza, sois geniales.

Se quedo en topless y estuvimos el resto de la tarde charlando, bañándonos y riéndonos de tonterías.  Cenó con nosotras y, en cuanto se fue, Leticia me dijo :

—Ama, no sé si tengo valor para actuar como Araceli delante de otra gente

—No te preocupes, mascota. Mi juguete eligió cuándo dejar de ocultarlo, tú puedes hacer lo mismo. Si alguna vez te apetece y estás preparada estupendo, si no lo estás nunca tampoco pasa nada, pero cuando estemos solas sabes que tienes que estar desnuda y con correa y veo que tienes el bikini puesto. Es una falta grave que tendrá su castigo.

—Lo siento mucho, ama – me dijo desnudándose -. Me merezco cualquier correctivo que me imponga.

Antes de acostarnos estuvimos viendo la tele un rato, luego las paseé a cuatro patas por el jardín para no descuidar las necesidades de mi juguete. En la cama azoté a Leticia, no sé si fue un castigo porque se corrió al terminar. Las hice lamerme todo el cuerpo, me di cuenta de que me encantaba y me excitaba muchísimo. Acabé corriéndome en la boca de Araceli. Ésta se corrió luego con los dedos de Leticia y dormimos felices y relajadas con nuestros miembros enredados.

El día siguiente fue un calco del anterior, salvo que la persona que llegó a media tarde era Óscar, que ya me metía mano antes de llevarle al jardín. Le cayó muy bien Leticia y estuvieron hablando de karate. Por supuesto me folló en la piscina. Esta vez venía preparado y se puso un condón antes de conquistar mi coño. Estaba agarrada al borde con él embistiéndome por detrás cuando llamé a mi chica :

—Juguete, ven a sujetarme o el bruto de tu hermano va a acabar ahogándome.

Araceli se metió en el agua y me rodeó la cintura con un brazo, con la otra mano me acariciaba mientras la polla de su hermano no dejaba de taladrarme. Leticia se sentó en el borde con los pies en el agua disfrutando del espectáculo. Yo gemía mientras me agarraba fuerte para no darme contra el borde, ya que la bestia salvaje que me penetraba me empujaba con mucha fuerza asido a mis caderas.

—Sigue, bestia – gemía – sigue animal.

Mi juguete metió su mano entre mi culo y el pubis de su hermanito y me introdujo un dedo en mi agujerito posterior. Ahora tenía los dos agujeros ocupados y, gimiendo desesperada, el placer me llenaba por completo. Intentaba esperar para corrernos juntos pero no iba a poder aguantar.

—Me corro, Alicia, me corro - gritó Óscar.

—Yo también - gemí -. Aaaagggaaagggghhhhhha …

Nos quedamos estremecidos disfrutando los últimos coletazos del orgasmo hasta que Óscar se salió de mí. En ese momento mi juguete agarró la polla de su hermanito.

—Espera que te quite el condón, no quiero que se atasque la depuradora.

Le sacó el preservativo con una mano, pero con la otra no soltaba su polla. Estuvo un rato agarrándola hasta que la soltó y se salió de la piscina para ir a tirarlo. Óscar la volvía a tener dura, así que salí huyendo antes de que me volviera a agarrar. ¡Qué vitalidad tenía ese chico!

Entré con Araceli en la cocina para deshacernos del condón.

—Me parece que ya te has decidido.

—Sí, ama. Tengo claro que sí quiero acostarme con mi hermano, pero tiene que salir de él. No soy capaz de proponerle nada, no quiero que cometa incesto forzado por mí.

—Mira, juguete, tu hermano tiene más ganas que tú, pero respeto el que no quieras dar tú el primer paso. Si te parece la próxima vez que venga me subo con él a la habitación y cuando estemos en faena entras tú. Le ayudas a follarme y te ofreces sutilmente. Que decida él mismo lo que quiere hacer contigo.

—¿Sutilmente?

—Jajaja, bueno, como siempre estás desnuda no será muy sutil, pero deja que tome él la iniciativa. Si os veo a los dos con ganas pero ninguno se atreve yo os puedo dar un empujoncito.

—Vale, creo que podemos hacer eso, ama. Me siento como si me acabara de quitar un peso de encima.

—Pues yo creo que va a ser lo contrario. Vas a tener un gran peso encima y muy pronto, jajaja.

—Oye ama, ¿y lo podríamos hacer ahora?

—Claro, con la vitalidad de tu hermano seguro que me sigue si subo a la habitación, habla con Leticia para que nos deje un rato a solas y sígueme cuando quieras.

Con el plan diseñado salí al jardín llevando a mi esclava de la correa. Ésta meneaba el culo más de la cuenta, estaba excitaba anticipando lo que podría pasar. Al rato de estar tomando el sol me levanté y anuncié que iba un rato al dormitorio, lancé una mirada cómplice a Óscar y le esperé tumbada y con las piernas abiertas en la cama, con un condón en la mano. Como decía mi padre : “Así se las ponían a Felipe II”.

Óscar no tardó en entrar cerrando la puerta a sus espaldas. Me fijé en que no echara el pestillo y le sonreí lujuriosamente.

—¿Mi niño sigue teniendo ganas de follar?

—Eso siempre, y me parece que no soy el único que tiene ganas – poniéndose el condón.

En cuanto estuvo equipado me la clavó sin misericordia en la postura del misionero.

—Eres un bruto.

—Y eso te gusta.

—Ya lo creo, dame fuerte.

Óscar cogió un ritmo rápido y profundo bombeando su polla en mi interior y estrujando mis tetas. Gemíamos los dos al ritmo de la intensa follada que me estaba metiendo. A los pocos minutos entró Araceli quedándose junto a la puerta.

—Uy, no sabía que estabais aquí, ¿molesto? – ¡qué mal disimulaba!

—Ven conmigo juguete, ponte encima de mí que tu hermano me va a empotrar contra el cabecero.

Araceli se tumbó sobre mí, podíamos hablar sin que Óscar nos oyera y, a la vez, se ofrecía a su hermano, que con subir unos centímetros su polla tendría su depilado coño a su disposición. Óscar seguía penetrándome con ganas, había soltado mis caderas para dejar paso a su hermana, aun así me movía con cada empujón.

—Me acaba de agarrar el culo, ama – me dijo mi juguete al oído restregando sus pezones contra los míos.

—Mueve un poco el culo para tentarle.

—Me agarra más fuerte.

—¿Estás cachonda?

—Muchísimo, creo que me voy a correr sin que me la meta.

—Aguanta que le animo, espera.

—Óscar, ¿qué se siente al tener dos coños a tu disposición?

—Uf – el chico no estaba para hablar.

—Juguete, voy a simular que me corro a ver si así cambia de chica.

Por primera vez en mi vida gemí y me moví como si me estuviera corriendo, solo esperaba que Óscar aguantase sin correrse.

—Para cuñadito, para que estoy muy sensible y me molesta – no podía hacer más.

Óscar se salió de mí, el vaivén se detuvo unos segundos para reanudarse enseguida. Araceli abrió mucho la boca y cerró los ojos.

—¿Te la ha metido, juguete?

—Sí, me está follando mi hermanito.

No la dije nada más, la acaricié la espalda y la besé repetidamente en la cara dejándola disfrutar lo que tanto deseaba. Araceli giró la cara y me besó profundamente, llenando mi boca con sus gemidos. De repente levantó la cabeza y dijo :

—Me corro, Óscar, me corro … córrete conmigo … córrete … aaaaaaaggghhhh.

—Aaaaaaaaaagggggg – su hermano no tardó en seguirla.

Óscar cayó sobre su hermana disfrutando ambos del orgasmo, relajados tras el polvo. Les dejé unos momentos antes de intervenir guturalmente.

—Chicos, me estáis aplastando.

Él se levantó rápidamente saliendo de la habitación con expresión grave, pero Araceli le detuvo.

—Espera, Óscar, espera por favor – mi juguete se levantó de la cama y corrió a abrazar a su hermano. Se aferró a él con brazos y piernas -. Sabes que Alicia y tú sois las personas a las que más quiero, pues ahora te quiero todavía más. No te sientas culpable porque para mí ha sido un sueño, eres el único hombre que me ha atraído en toda mi vida y estaba deseando hacer esto contigo. No me importa si está bien o mal, es lo que me pedía el corazón -. esperó a ver si su hermano decía algo pero este callaba -. Dime algo, hermanito ¿qué piensas?

Óscar seguía serio pero tenía una expresión más relajada. Yo intentaba hacerme invisible en la cama porque quería enterarme de primera mano, de todas formas no parece que me hicieran mucho caso.

—Te quiero, hermana, te quiero mucho, pero no sé si hemos hecho bien. Nunca te había visto de otra forma que como hermana, pero este verano he cambiado y he empezado a verte como mujer, como una mujer preciosa y apetecible. Tengo que pensar en esto, creo que me voy a ir, pero no dudes nunca que te quiero más que a nadie.

Dio un beso a Araceli en la frente y se marchó. Yo debía haber conseguido volverme invisible de verdad porque ni me miró. Mi juguete se tumbó en la cama y nos abrazamos, unas lagrimitas caían de sus preciosos ojos.

—Tranquila, juguete, estoy segura de que todo va a salir bien.

—¿Cómo lo sabes?

—Mira, hay dos posibilidades, la primera es que quiera seguir acostándose contigo, con lo que todo iría bien. La segunda es que tenga reparos y no quiera seguir, pero tienes que contar con que, aunque sea tu hermanito querido, no deja de ser un hombre y por su edad está todo el día salido, ¿tú crees que se va a poder resistir a una mujer guapísima, desnuda, andando a cuatro patas y encima habiéndola ya catado? No se resistiría ni el papa.

Me quedé mirándola hasta que una sonrisa asomó a sus labios, entonces empecé a carcajearme contagiando a mi juguete. No podíamos parar de reír, hasta llorábamos de la risa. Leticia apareció por la puerta y preguntó :

—¿Qué pasa, amas?

Araceli y yo nos miramos y volvimos a explotar a carcajadas, seguidas por mi mascota que no sabía por qué pero se reía con nosotras.

El miércoles Óscar no vino y Araceli se entristeció, yo le dije que había que darle tiempo, que no sería mucho porque se había acostumbrado a follar todo lo que quería y no podría resistirse. El jueves me dio la razón. Óscar se presentó por la tarde y habló con su hermana, que me pidió permiso para subir a la habitación. A la hora y media bajaron ambos con una sonrisa y ruborizados. Araceli me guiñó un ojo y se sentó a mi lado, feliz como una perdiz. Al rato Óscar se fue sin haber intentado nada conmigo, me sentía un poco celosa. Antes de irse le dije que no viniera el viernes, que teníamos fiesta “solo para chicas”. Araceli me había demostrado que necesitaba que la humillase y se me había ocurrido algo para el viernes. Llamé a Marta y a Elena, Lucía vendría con una compañera modelo que se quedaba con ella unos días en casa, le dije que la pusiera al día sobre mi juguete para que no se extrañase. Preparé un pequeño cartel para mi malvado plan sin que me viera ninguna de mis sumisas y esperé ansiosamente a que llegara el viernes.

Coincidieron todas en la puerta, las hice pasar a la piscina y presenté a quien no se conocía. La compañera de Lucía, Emily era una chica como de veinte años de raza negra, tenía la piel oscurísima y un cuerpo espectacular, era altísima y muy esbelta. Mis sumisas habían preparado todo, la comida estaba repartida en mesas y la bebida en unos cubos con hielo. Dejé que Leticia hiciera de anfitriona y me llevé a mi juguete gateando con la correa al baño de nuestra habitación.

—Esclava, una vez me dijiste que podría prostituirte ¿es cierto? – Araceli pareció asustada.

—Sí, ama, haré cualquier cosa que me ordenes.

—Pues ponte de pie, voy a pintarte la tarifa.

Saqué un pincel y pintura corporal y pinté sobre la espalda y el pecho de mi esclava.

Encima de los pechos puse : “PUTA”. En la tripita escribí : “Paseo : 2€”, “Coño : 5€”, “Culo : 10€”.

En la espalda escribí más grande : “Soy una zorra, fóllame”.

Cuando terminé admiré a mi juguete y la dije que se mirara al espejo. Se la ruborizó no solo la cara, sino todo el cuerpo, no sabía si de indignación o de excitación hasta que me dijo :

—Ama, se lo suplico, necesito correrme ahora.

—¿Tan puta eres, esclava? – no era de rabia precisamente.

—Por favor, ama.

—No te puedes correr todavía, hasta que alguien pague por follarte no te correrás.

Araceli cayó arrodillada abrazada a mis piernas, me miraba desde abajo con lujuria y adoración en sus ojos húmedos.

—Gracias, ama. Sois muy buena conmigo.

—Espera que no he terminado contigo. - Cogí del cajón de las sorpresas la mordaza y se la puse en la boca. Era una bola roja atada por detrás de la cabeza, tenía agujeros para que pudiera respirar y echara saliva si lo necesitaba. – Solo te la quitaré si alguien quiere que le comas el coño o el culo. – Cuando estuvo lista la hice fotos con el móvil

—Estas fotos las guardaré por si quiero publicitar tus servicios en internet – nunca haría eso pero me daba mucho morbo obligarla a posar, sabiendo que estaba en mis manos colgar sus fotos y que la viera así todo el mundo.

Cogí el cartel que había escrito el día anterior, una cajita para el dinero, los dos arneses y el lubricante y la llevé al jardín.

Cuando entré llevando a Araceli a cuatro patas de la correa, todas las chicas se nos quedaron mirando en silencio. Hice levantar a mi esclava para que pudieran leer lo que llevaba escrito en su piel, se quedaron anonadas con ojos como platos. La guie al lado de mi tumbona y en la mesa de al lado dejé los consoladores y puse bien visible el cartel. Esperó a gatas a que alguien la reclamara.

—Bueno chicas, por hoy mi esclava será la puta de toda la que quiera pagar por su cuerpo, tratadla bien para que nos dure toda la tarde. Ahora que alguien me dé una cervecita.

Estuvimos charlando y picando algo, a todas nuestras amigas se les iban los ojos a Araceli continuamente pero ninguna se decidía. Algunas nos dimos un bañito mientras otras tomaban el sol. Marta fue la primera que se atrevió. La vi meter la mano en su bolso y echó una moneda a la caja, agarró la correa de mi chica y se puso a pasearla.

—Vamos perrita – la decía – demos un paseo.

Estuvieron un rato recorriendo el jardín, cuando mi juguete se paraba cansada, Marta le daba un pequeño azote para que siguiera gateando. A mí me estaba poniendo muy cachonda y Araceli debía estar ardiendo por la cantidad de humedad que resbalaba por sus muslos. Pensé en ordenar a Leticia que me hiciera un dedo, pero decidí dejarlo para más tarde. Cuando Marta terminó el paseo puse un cuenco a mi juguete con agua para que bebiera.

—Cuando quieras beber, perra, dímelo para que te quite la mordaza.

Araceli me hizo gestos y la liberé, bebió a lengüetazos del cuenco y , cuando se sació, volví a amordazarla. Elena, la hermana mayor de Marta, estaba esperando a que terminara para pasearla ella, así que le pasé la correa y las dejé que se divirtieran. Después de Elena nadie se atrevió a hacer nada más con mi juguete, que esperaba ansiosa a que alguna chica decidiera tomarla y me miraba suplicante.

Seguimos entre piscina, picoteo, cervecitas y baile. Por fin la que menos esperaba, Emily, se acercó a la mesa y echó un billete a la caja, se quitó la parte de abajo del bikini y se colocó el arnés doble, metiendo en su interior uno de los consoladores. Tiró de la correa de mi juguete y la subió de espaldas a una mesita, levantó sus piernas colocándolas en sus hombros y enterró el consolador profundamente en el coño de mi chica, que se corrió por primera vez solo con eso.

—¿Ya te has corrido, puta? No he hecho nada más que empezar – la dijo.

Emily se folló a mi esclava como si fuera el último polvo de su vida, se corrió dos veces gritando como una condenada agarrada a las tetas de Araceli, mi juguete se corrió por lo menos cuatro veces. La imagen de ver a la espectacular modelo negra negrísima empalando a mi dulce amor era absolutamente excitante. Cuando estuvo satisfecha se retiró, lavó el consolador y ayudó a mi juguete a bajar de la mesa, se tiró a la piscina para refrescarse no sin antes decirla :

—Eres una puta cojonuda, la mejor que he tenido.

Parece que la experiencia de Emily no se correspondía con los veintipocos años que tenía.

La que me sorprendió un poco fue Elena, que inmediatamente después de Emily, cogió el arnés sencillo y el lubricante y se colocó detrás de mi esclava que esperaba a cuatro patas.

—Voy a darte por culo, cariño, primero te lo prepararé un poco, no quiero hacerte daño.

Se embadurnó dos dedos de lubricante y los embutió lentamente en el agujerito posterior de mi juguete dilatándoselo. Cuando la pareció suficiente, se agarró el consolador con una mano y con la otra le abrió las nalgas, apuntó con cuidado y se lo metió despacio pero hasta el fondo de una sola vez. La dio unos instantes para que se acostumbrara al consolador enterrado en el culo y empezó a bombear lentamente subiendo el ritmo poco a poco. No tardó mucho en tenerla agarrada de las caderas follándola de forma rápida y profunda. Mi juguete hacía ruiditos impedida por la mordaza, de la que caía saliva sobre el césped, sus tetas se movían de atrás adelante al ritmo de la penetración, su cara roja y congestionada. Estaba preciosa. Se corrió dos veces antes de que Elena se diera por satisfecha.

—Te has portado muy bien, cariño, - dijo acariciándola la cara - en cuanto te he visto paseando meneando el culo lo he deseado. Gracias.

Me acerqué a mi niña y le quité la mordaza para que bebiera, le limpié la cara con una toalla de los restos de saliva que tenía y la llevé de la correa hasta una silla, me quité el bikini y me senté con las piernas abiertas.

—Come, puta.

Araceli me sonrió dulcemente y me dio una de las mejores comidas de coño hasta la fecha. Me corrí gritándola todos los insultos que se me ocurrieron.

La dejé en posición para la siguiente clienta y me metí en la piscina con Elena. Durante bastante tiempo nadie hizo uso de ella, lo que la permitió descansar, se fue pasando la tarde entre risas, baile y cerveza.

—Alicia, ¿puedo quitarle la mordaza a tu esclava? – me preguntó Emily – quiero que me lo coma.

—Claro, acuérdate de ponérsela luego.

Emily echó dinero en la caja, se tumbó en el césped a unos metros de Araceli y la llamó :

—Ven, zorra, cómeme.

Mi juguete gateó hasta el coño de Emily e hizo por lo que la había pagado. Llevaba unos minutos lamiéndola cuando Lucía preguntó a su amiga enseñándola el arnés doble :

—¿Te importa compartir?

—Adelante, esta puta te lo agradecerá.

Mi esclava acabó comiendo el coño de Emily mientras Lucía se la follaba desde atrás. Me di cuenta del buen trabajo que hacía Araceli cuando la oí gruñir con la lengua enterrada en Emily, que se corrió escandalosamente igual que la vez anterior. Lucía seguía penetrando a mi chica hasta que obtuvo su propio orgasmo. Creo que Araceli se corrió otro par de veces, lo estaba disfrutando enormemente.

A Emily se le olvidó amordazar nuevamente a mi juguete, así que mientras se la volvía a poner la pregunté si quería parar. Negó con la cabeza y se volvió a poner en posición. Sólo quedaba Leticia por follársela y no estaba segura de que se atreviera siendo ella su amita. La llamé con los dos arneses en la mano y se los ofrecí.

—Elige : ¿coño o culo?

—Culo – contestó cogiendo el arnés sencillo.

Me puse el otra arnés y me tumbé en la hierba de espaldas.

—Sube, puta, cabálgame.

Araceli se sentó sobre mí y se introdujo el consolador, después de una par de movimientos la agarré contra mí y esperé a que Leticia entrara en su culo. Una vez que estuvimos las dos en sus interior fuimos bombeando alternativamente de forma acompasada. La cara de mi esclava era para inmortalizarla, roja y húmeda de transpiración con los ojos en blanco, la boca babeante abierta por la bola de la mordaza, tenía los brazos caídos a los lados sin fuerza, pero aun así me cabalgaba con devoción. Yo estaba aferrada a sus tetas, retorciendo sus pezones entre mis dedos y propinándola un azote de vez en cuando. Leticia estaba agarrada a sus caderas pistoneando su culo cada vez más fuerte. Mi esclava se corrió quizá cuatro veces antes de que me llegara a mí el orgasmo y la dejáramos descansar. Volví a limpiarla y se volvió a quedar a cuatro patas por si alguna quería repetir.

Acabamos la tarde tranquilas y relajadas, todas de las chicas repitieron incluida Leticia. Emily convenció a Lucía para “hacer otra penetración doble a la puta”. Di por terminada la fiesta cuando, en otra penetración doble de las hermanas, se añadió Emily para que la comiera el coño a la vez. Elena estaba tumbada en el suelo con mi juguete botando encima de ella, Marta la daba por culo desde atrás y Emily, de pie con las piernas abiertas sobre Elena, la obligaba a comerla el coño agarrándola la cabeza. Cuando la dejaron descansar mi esclava acabó de rodillas con la cabeza en el suelo ya que no tenía fuerza en los brazos para sostenerse.

—Chicas, me llevo a mi esclava arriba. Gracias a todas. Mañana vienen los padres y la prima de Araceli a la barbacoa, sois todas bienvenidas. Eso sí, nada de topless, pero a la que quiera le pinto la parte de arriba del bikini. Hasta mañana – me llevé a Araceli dejando que Leticia despidiera a las chicas.

Acompañe a una titubeante Araceli al baño, la dejé hacer pis mientras abría la ducha para que saliera el agua caliente. Estaba como ida, con las piernas temblorosas y la mirada desenfocada. La metí en la bañera y la puse bajo el agua diciendo :

—¿Sabes que he bebido mucha cerveza y no he ido al baño?

Araceli tardó un momento en procesar mis palabras, cuando le llegó la compresión se arrodilló delante de mí y me miró a los ojos.

—Adelante, mi dueña.

Oriné sobre su pecho, según recorría el líquido su cuerpo mi juguete gemía casi inaudiblemente, me agarró de las caderas como si temiera que alguna gota se perdiera, cuando estaba terminando agachó la cabeza para recibir el chorro en su pelo. Terminé y me miro con adoración.

—Córrete para mí, juguete. Hazme feliz.

Mientras se corría dulcemente la lavé todo el cuerpo con la ducha, puse el tapón de la bañera y me recosté en un extremo.

—Ven juguete, apóyate sobre mí.

Araceli se recostó en mi pecho y aproveché para lavarla el cabello. Se estaba quedando dormida pero quería algunas respuestas antes de dejarla dormir.

—¿Te ha gustado la tarde, juguete?

—Sí, ama, gracias por darme el mejor día de mi vida. No sé las veces que me he corrido, perdí la cuenta en quince, pero una vez me corrí solo con ver que Marta venía hacia mí con el arnés puesto. He estado excitada hasta el límite por horas.

—Me alegro por ti, cariño. Duérmete si quieres, yo te cuido.

Estuvimos un buen rato en la bañera, menos mal que asomó Leticia la cabeza por la puerta y la pude pedir ayuda. Entre las dos pusimos a Araceli sobre una toalla en la cama y la secamos. Le dimos crema calmante en los genitales y en el culo y la metimos entre las sábanas. Me tumbé a su lado y cuando Leticia volvió de la ducha se tumbó al otro lado.

—Ama, ¿qué tal lo ha pasado Araceli? – estaba preocupada.

—Me ha dicho que ha sido el mejor día de su vida, mascota.

—Bien, me alegro que haya disfrutado. La verdad es que ha sido impactante. Todavía estoy impresionada.

—Araceli necesita algo así de vez en cuando, tendré que pensar otra cosa para la próxima vez.

—¿Sabes, ama? He contado el dinero de la caja, había casi doscientos euros.

—No me extraña, la pobre casi no ha parado. Compraremos algo con el dinero y haremos un regalo a las chicas.

Había sido un día muy ajetreado y nos quedamos dormidas enseguida, abrazando las dos a nuestra agotada niña feliz.

NOTA: Creo que de momento este será el último capítulo. Escribiré otro en unos meses que cierre la serie, ahora estoy desarrollando otra serie que puede dar mucho más juego. Será de fantasía épica.

vsop