Aquí te pillo, aquí te mato... otra vez.

Viola intenta averiguar quién de sus compañeros del instituto la poseyó a oscuras, pero será él quien le dé una ayudita para que repitan.

La verdad que no se lo había tomado tan mal como yo pensaba… sabía que lo nuestro estaba muerto hacía tiempo, por más que yo quisiera engañarme y salvarlo… y cuando me di cuenta que yo había sido capaz de follar con un absoluto desconocido, que aún no sabía quién era, y engañarme a mí misma para justificarlo, aquello sólo intensificó más la sensación de que nuestra relación se había terminado tiempo atrás. Mi exnovio, Alfonso, había parecido incluso aliviado cuando le dije "hasta aquí hemos llegado". Y a mí, no me molestó. Era indudable que los dos nos habíamos equivocado, y aunque en cierto modo, me molestaba haber perdido tanto el tiempo con él (me confesó que hacía casi un año que quería decírmelo pero no se atrevía… bah, siempre he detestado a los hombres con pocos huevos, y el amor no me cegaba ya: Alfonso tenía menos huevos que un castrato), me alegraba haber terminado por fin.

Ahora, mi deber era encontrar cuanto antes al Hombre… aquél que me había asaltado en el cuartito ropero y me había dado el mejor sexo que había tenido en mucho tiempo… No contaba con muchas pistas: llevaba reloj metálico de pulsera. Y por lo que podía recordar, olía bien… sus manos eran grandes… En realidad, eso era todo. Me había poseído desde atrás y completamente a oscuras, y entre eso y mi excitación, lo único que de hecho recordaba con claridad, era lo fenomenal que lo había pasado… ese hombre tenía que ser mío, fuese quien fuese, tenía que ser para mí…

El lunes siguiente a los acontecimientos, no dejaba de mirar a mis compañeros, los otros profesores. Tenía que ser uno de ellos, era muy poco probable que fuese el conserje, aunque cabía la posibilidad… Estaba Nazario, el de Lengua y Literatura… pero se le veía un tipo demasiado mayor y serio para hacer algo así. Y era muy alto. Recordaba muy bien haber tenido la boca de mi desconocido amante pegada a mi oreja y no estaba agachado, porque su pecho estaba pegado a mi espalda, así que no podía ser tan alto como Nazario… Estaba Amadeo, el de Francés, pero sus manitas de niña no concordaban con las que yo recordaba… Estaban Luis, Cristóbal, Antonio, Amador, David… En realidad, esos eran los más probables por su estatura y sus manos. Amador era el más guapo de todos, con mucho. Luis era rubio, aunque con las orejas algo grandes… entre los alumnos, solían llamarle Luis Soplillos… Cristóbal tenía una nariz enorme, aguileña, y solían decirle que tenía suerte de no dar Literatura, porque habría mucho cachondeo con el "érase un hombre a una nariz pegado….". David tampoco iba falto de narices, y además tenía una barbilla algo saliente. Y todos eran casados… Mi ensimismamiento se vio interrumpido momentáneamente por la voz de uno de ellos, Amador:

-Oye, Nazario, esta obra…. Es un poco…. Mmmh… picantona, ¿no….? – Nazario es el profesor jefe del seminario de Lengua y Literatura, y todos los años elige una obra de teatro, poco antes de Navidades, para representar entre los profesores a fin de curso, y a fin de curso se elige otra para representarla en el comienzo de clases, naturalmente de forma voluntaria… yo había tenido ganas de actuar todas las veces, pero a mi ex no le gustaba aquello de que yo me subiese a un escenario, y por eso no lo había hecho… éste año no pensaba cortarme, a pesar (o a causa) de que la obra en cuestión fuese "Te quiero – yo tampoco", una comedia de enredos e infidelidades, y efectivamente, un poco picantona… Pero Nazario no acababa de compartir esa opinión.

-¿Picantona….? – dijo el profesor.

-Hombre, me dirás…. – contestó Amador, tendiéndole el libreto por la página que estaba mirando, y leyendo en voz alta – "escena segunda: Pilar y el Fontanero están abrazados, de pie, apoyados en la pared, moviéndose rítmicamente y jadeando (sin exagerar. Llevan ropa, pero será imprescindible que Pilar lleve falda y el Fontanero la cremallera del mono bajada).

Fontanero: ¡Oooh, esta cañería ahora va a ir como la seda, señora…!

Pilar: ¡Aaah, sí, hacía mucho que no me la desatascaba nadie….!"

El resto de profesores que estábamos allí nos reímos sin poder contenernos, mientras Amador seguía mirando a Nazario. Éste le arrebató el libreto.

-Es que os quedáis sólo en lo superficial, con vosotros no se puede hacer teatro… El año pasado, con Hamlet, que si era aburrido, que si era muy largo… éste año, os traigo una obra divertida, y que si es picante, que si es frívola…. Pues si no sabéis ver la soledad de Pilar y la inquietud de su vecino, y la estupidez costumbrista del marido de ella, me da igual, quiero a todo el personal docente ensayando los papeles, si no queréis que los reparta al azar, ¡y ya sabéis que no se me puede poner a prueba sobre eso!

David estaba visiblemente incómodo y más aún cuando Cristóbal fue incapaz de contener la risa, que dio paso a la carcajada general, secundada finalmente por el propio David… era un tema espinoso y solíamos evitarlo, pero años atrás, Nazario, harto del exceso de vergüenza y la poca colaboración de los compañeros, se decidió a tratarnos como si fuéramos sus alumnos, y repartió los papeles rifándolos para la obra de Otelo…. A David, le tocó hacer de Desdémona. Por la estatura, daba más o menos el pego, pero todo el instituto tuvo chufla para todo el año con la gruesa peluca de rizos rubios que tuvo que ponerse, y la espesa capa de maquillaje para ocultar la sombra de la barba. El pobre lo pasó bastante mal el resto del curso, teniendo que soportar bromitas de profesores y alumnos… Nazario, director del grupo de teatro también de los alumnos, hizo que todos los chicos tuvieran que hacer pruebas de actuación con papeles femeninos, con vestuario y maquillaje, delante de todos sus compañeros… luego les dijo que era preciso ser muy valiente y muy comprometido con el arte para saber soportar la presión, y que todo aquél que hubiera pasado vergüenza, que pensase cómo se sentiría el profesor de Químicas, que a fin de cuentas, lo del teatro ni le iba ni le venía, lo hacía sólo por arrimar el hombro en el instituto, porque con las obras se recaudaba dinero, que siempre hacía mucha falta… así que si ese año habíamos tenido estufas nuevas, había sido gracias a David por su papel de Desdémona (que todo hay que decirlo, estuvo muy logrado), y que todo aquél que le pagase aquélla comodidad con una sola bromita más, iba a saber en sus propias carnes lo que se sentía, además de quedarse con un punto menos. El ridículo se terminó por completo, y el curso que tutorizaba David hizo colecta a fin de año para comprarle un regalo.

Dejando eso aparte, yo seguía en mi afán de descubrir a mi amante, pero aparte de los detalles antes mencionados, ni sabía por dónde empezar… Registré el cuartito, a la espera de descubrir algo, quizá se había dejado algo allí… un simple cigarrillo, un llavero,… algo. Pero en el desorden que imperaba en aquél sitio, era imposible saber qué estaba allí desde el viernes pasado, y qué llevaba allí seis años…

-¿Buscas algo….? – Preguntó Cristóbal al verme de rodillas en el suelo. Pegué un respingo y me volví.

-Eeeh… sí. El… el otro viernes, me dejé aquí el bolso, y cuando volví a buscarlo… debía… debía llevarlo abierto, porque se me cayó… una tontería que llevaba.

-¿Qué tontería….? – dijo Amador, que entraba a coger su bata blanca. Él y Cristóbal las usan para dar clase, dicen que así no se manchan la ropa con el polvo de las tizas.

-Oh, nada, una… tontería, sin más… - no se me ocurría nada… si decía que era un llavero, allí podían encontrarse como cuatrocientos sólo dando una barrida, y cabría decir lo mismo de cualquier cosa pequeña y susceptible de caerse de un bolso. Cristóbal me sonrió y se encogió de hombros mientras se marchaba, pero Amador me miró con una sonrisa pícara.

-Yo sé lo que es – susurró.

-¿¡Qué?! – El estómago me pegó un brinco, ¿sería él? ¿Estaría dispuesto a decírmelo allí mismo, sin tener que buscarle más….? Amador tomó su bata y se agachó junto a mí, metió la mano en el bolsillo, y mirando que no se acercase nadie, me pasó una cajita en color rosa y negro.

-He llegado el primero, y al entrar, lo he visto… si te soy sincero, pensaba quedármelo, por probar, pero sabiendo que es tuyo…

Miré la cajita. Se trataba de un anillo vibrador, de esos que se ponen en el pene y tienen un bultito arriba que vibra, para que al penetrar, se mueva sobre el clítoris. Visto la descripción torpe y casi nula que había hecho de lo perdido, no era de extrañar que Amador hubiera pensado que me refería a algo semejante, y yo no pude evitar sonrojarme, qué corte… me dio la risa tonta mientras pensaba cómo cuernos habría llegado a allí algo así….

-Gracias… -murmuré, sonriendo. Amador me devolvió la sonrisa y nos marchamos. Desde luego, aún podía ser él, bien podía ser una indirecta… Estaba pensando en volver al cuartito aquélla misma tarde, a ver si había suerte y él también volvía, cuando al coger mi carpeta y abrirla para revisar los horarios, encontré dentro una nota:

"¿Quieres volver a divertirte? Si quieres, sigue al conejo blanco, esta tarde a las 17 00, a partir de 3º V. Si no vienes, no volveré a molestarte".

¿Molestarme…..? ¡Pero si era lo que más deseaba en el mundo! ¡Ojalá pudiera adelantar el tiempo hasta las cinco de la tarde para ir enseguida…! Lo que me desconcertaba un poco era eso de "seguir al conejo blanco", ¿qué querría decir….?

Afortunadamente, tenía pocas clases siendo lunes (soy profesora de Historia de la Música y artes plásticas, y por eso de la curva del cansancio, la mayor parte de mis clases comenzaban a partir del miércoles), de modo que podía pensar libremente qué había querido decir con aquello… ¿sería uno de los profesores de literatura, con aquélla referencia a Alicia? Podía ser, pero seguía a oscuras de ningún conejo… por un momento, pensé en una referencia un poco grosera a una persona de sexo femenino, la mujer de la limpieza, a quien le faltaba poco para jubilarse y tenía el cabello cano, y recorría las aulas… pero a ella no podía seguirla a partir de las cinco, porque se marchaba a las tres y la del turno de tarde llegaba a las siete. Mientras corregía exámenes forzándome por mantener la atención (al menos, en los casos que la merecían… el que acababa de dejar, coronado con un cero como una plaza de toros, contestaba con faltas de ortografía que daban ganas de arrancarse los ojos, que el autor del Tocata y Fuga, había sido "yohan sevastian baxtropiero"…. Sin comentarios), alguien llamó a la puerta de mi aula, y pedí que pasaran. Se trataba de un par de alumnas, que llevaban una hucha.

-Hola, profe… - dijeron - ¿quiere hacer un donativo….?

-Pasad, niñas, ¿un donativo para qué?

-Pues verá, en estas fiestas, se compran muchos animalitos como regalo, que después, cuando la gente se cansa de ellos, son abandonados…. Queremos hacer campaña para dar mejores condiciones a los animales que viven en perreras, y para que los seres vivos no sean vendidos como juguetes, sino que sean adoptados los que han sido abandonados, y por personas que se hagan responsables de ellos. Damos un bombón… - añadió finalmente, con el tono de alguien que está acostumbrado a que con el argumento solo, no suele obtener gran cosa, pero con la golosina… sonreí y eché mano al monedero para sacar un euro. Cuando vi la hucha, ahogué un grito y me quedé literalmente paralizada… la hucha, era un conejito blanco.

-¿Qué le pasa, profe….? – dijo la otra chica. – Parece que haya visto un fantasma…

-Pues casi acertaste…. – confesé y eché el euro en la hucha. - ¿Porqué las huchas tienen esta forma?

-Porque la idea de la colecta la está patrocinando la compañía de bombones de los Conejitos de Pascua… así ellos se hacen publicidad, y venden bombones, y nosotros recaudamos fondos… tenga su bombón, por cierto.

  • Es una idea encantadora, niñas… ¡me alegra que tengáis estas iniciativas! – sonreí de oreja a oreja, y ellas se marcharon muy satisfechas, mientras desenvolvía mi bombón, también con forma de conejito, y dejé que el delicioso chocolate relleno de praliné se fundiera en mi boca… tenía sabor a seducción, me dije mientras recordaba que, junto a la decoración navideña, esas huchas-conejito estaban puestas en la práctica totalidad de las aulas, para que quien quisiera (alumnos, profesores, personal…) diese su donativo.... ahora, sólo faltaba que llegasen las cinco…

Técnicamente, mi horario se terminaba a las tres, pero aquél día decidí quedarme en la sala de profesores, para seguir corrigiendo exámenes y hacer guardia… no era nada raro, muchos profesores nos quedamos allí porque nos distraemos menos que en casa, donde quieras que no, acabas aburriéndote y poniéndote a ordenar alfabéticamente los discos de vinilo (se creen los alumnos que ellos son los únicos que se ponen a ordenar cosas en época de exámenes…..), pero yo lo hacía por otro motivo… no hacía más que mirar y mirar el reloj, me había subido un sándwich, pero apenas lo había catado, porque los nervios me gritaban en el estómago y sabía que no iba a poder retenerlo… los minutos pasaban tediosamente lentos, y mi atención se dispersaba… me levantaba, paseaba por la sala, me volvía a sentar, leía un par de líneas… Cuando Nazario y algunos profesores llegaron a recoger sus cosas, su charla me entretuvo un ratito:

-Si yo no digo que no, Nazario, si la obra es buena y tiene puntos muy interesantes, mira cuando Pilar tiene un monólogo de casi diez minutos hablando de cómo su marido la tiene olvidada y que se siente un patito feo entre todas las mujeres que trabajan con él… ese monólogo se corta con cuchillo… ¡pero es que eso del fontanero, que luego es el vecino, y cada vez que sale, traca que traca….! Y el marido lo mismo, que si con ésta, que si con la otra, que si con Pilar… qué quieres, mi señora estará entre el público, y todos sabemos que es teatro, pero no le va a hacer gracia… - Decía David.

-Dios bendito… ¡unas escenas que no duran ni cinco segundos, y me van a hacer culpable de una posible ruptura matrimonial! Menos mal que no se me ha ocurrido traer El retablillo de Don Cristóbal, porque con el verso aquél de "Tiene dos tetitas como dos naranjitas, y un culito como un quesito", me habríais pedido recitarlo diciendo pitidos de censura…

-Bueno, eso de que duren "cinco segundos", vamos a dejarlo…. Y aunque sean cinco segundos, son cinco aquí, cinco allí… Nazario, que es muy fuerte, entiéndelo… Yo actúo si quieres, sabes que no me rajo… pero me das el papel del vendedor a domicilio, que sale poco y no tiene ninguna escena fuerte… al menos, no sale, lo dejan caer, pero no sale…

-Estoy viendo que al final, me tocará hacer el papel a mí, que soy el director…

-A mí no me molestaría hacer de Pilar…. – dije tímidamente.

-¡Hombre, por fin alguien un poco decidido…! – suspiró Nazario. – Estúdiate el papel, mañana por la tarde hago las pruebas… por favor, hazlo medio bien aunque sólo sea, porque no tengo ninguna otra Pilar.

Sonreí y asentí. Se marcharon, aún discutiendo aspectos de la obra, y miré el reloj… ya no quedaba mucho… miré de nuevo la nota "a partir de las 17 00", decía… no tenía que llegar a ningún sitio a esa hora, sino que tenía que salir a esa hora, así que no había ilusión de salir antes… de todos modos, a las cinco menos diez, recogí todo y me dirigí hacia el aula de 3º V. A esa hora, allí daban clases de recuperación y educación nocturna para mayores de dieciocho. Al fin sonó la campana de las cinco y un bullicio de jóvenes y no tan jóvenes salieron de las aulas. Unos, para irse a sus casas, otros para echar un cigarrito o charlar un poco hasta que llegase el siguiente profesor… Junto a la puerta del aula, había una hucha conejito. Eché a andar y fui mirando las puertas, para ver en cuáles había huchas. En la siguiente, había, en la otra también… en la siguiente, no. Miré al otro lado del pasillo… allí, sí, de modo que seguí por ese lado.

Siguiendo las aulas que tenían conejito-huchas en la puerta, doblé a la izquierda, y por un momento, me encontré desorientada, ya que allí sólo había escaleras, y no supe si subirlas o seguir pasillo adelante… pero arriba de las escaleras, había otra hucha. Subí como un rayo. Era la tercera planta, y hacía frío allí, porque en aquella ala estaban los laboratorios y el cuarto de utilería, lleno de colchonetas supletorias (menuda la que había que montar para bajarlas cuando hacían falta para lo que fuera….), balones medicinales, mapas…. Entre que se usaba poco y que muchas cosas de los laboratorios no podían someterse al calor, las estufas brillaban por su ausencia en ese piso desierto… pero seguí adelante. Estaba un poco oscuro, porque era Diciembre y anochecía muy temprano, y tampoco estaba dada la luz eléctrica, sólo entraba la de la calle, que como he dicho, era ya bastante escasa.

Con la piel de gallina por el frío y los nervios, recorrí el pasillo de los laboratorios. Todas las puertas estaban cerradas, probé un par experimentalmente, pero tenían la llave echada. Seguí adelante, hasta ver una puerta entreabierta… casi corrí hacia ella. Empujé suavemente y entré. Al lado de la puerta, había otro conejito-hucha, y pegado al interior de la puerta, una nota amarilla: "Cierra con llave". La llave estaba puesta, así que obedecí… con un poco de aprensión, todo hay que decirlo… iba a encontrarme con alguien a quien conocía… pero no sabía quién era, y eso me ponía un poco nerviosa… pero también cachonda. El laboratorio estaba desierto, pero había una puerta al fondo, pasadas las mesas, me dirigí hacia allí, con el estómago girándome y una sonrisa tonta en el rostro. La decoración navideña, creada por los alumnos, inundaba toda el aula, el techo estaba lleno de cadenetas, y había espumillón en las ventanas, dibujos hechos con plantillas y nieve artificial… mis pasos hacían eco en el aula vacía mientras me acercaba a la puerta del fondo… Si él estaba allí, y era más que probable que lo estuviera, debía estar, como poco, tan nervioso como yo… Me detuve a un paso de la puerta e intenté estúpidamente atisbar por el vano… sólo se veía negrura. Al fin me decidí, y entré.

La poca luz que entraba del laboratorio daba una ligera penumbra a una parte de la habitación, pero no era suficiente para lograr saber quién estaba allí… oía una respiración, y reconocí el tono al instante, ¡era él! Medio vi un montón de colchonetas, y unos pies de alguien tumbado en ellas… aún estaba vestido. No sabía qué hacer o decir… Un ruidito de palmada, me hizo saber que me estaba señalando un lugar en las colchonetas junto a él… podía notar su impaciencia… su miedo a que en el último momento me rajara y me fuera… y lo cierto es que una parte de mí quería huir… pero en lugar de eso, solté el bolso y la chaqueta, cerré la puerta por completo, y me lancé sobre las colchonetas, buscando su cuerpo… entre risitas, noté sus manos y me abracé a él, sin poder dejar de reír… me quité los zapatos empujándolos con los pies, mientras buscaba su boca… su lengua invadió la mía, como había hecho el viernes anterior… su sabor a menta me hizo retener un gemido, mientras podía sentir sus manos deslizarse por mi ropa, tanteando… llegaron a mis nalgas y las magrearon con fuerza… le abracé con un pierna y empujé su cara hacia mi pecho, aún cubierto con la blusa… mientras él se afanaba en los botones, le abracé por el pecho, y noté algo… llevaba algo sobre la camisa… y entonces caí: era una bata blanca.

Aquello limitaba las posibilidades, no había muchos profesores que la llevasen… pero en aquél momento, mi amante bajó mi blusa hasta mis antebrazos, retiró la tela del sostén y pescó mi pezón entre sus labios… y ya no fui capaz de pensar más. Gemí ahogadamente, intentando no gritar, mientras mis manos se hundían en sus nalgas y él dejó escapar un gemido de gusto… Tanteó en busca de la cremallera de mi falda, y al no encontrarla estuvo a punto de arremangármela sin más, pero sin dejar de besarle, yo misma solté el cierre y me la quité. Quiso atacar de inmediato, pero le agarré la mano y la llevé hasta mis labios… en su muñeca estaba el reloj de pulsera metálica que yo recordaba, la única seña que había tenido de él… con un tierno gemido, lamí la piel del antebrazo muy suavemente, haciendo cosquillas en la piel, entre el abundante vello… subí con la lengua por la palma, y finalmente llegué a sus dedos, que metí en mi boca, lamiéndolos voluptuosamente… por un lado, sentía no poder ver la cara de mi amante, cuyo suspiro de gozo, en el que se adivinaba una sonrisa, delataba de todas todas lo bien que lo estaba pasando y la expresión de dulce bienestar que habría en él… pero por otro, me alegraba de que no hubiera luz, de disfrutar del misterio de no conocernos, y de nuestros sentidos agudizados por no disponer de la vista.

Conservando aún sus dedos en mi boca, le abrí la camisa y bajé hasta soltarle el cinturón y desabrochar el pantalón, que hacía un bulto considerable… acaricié a través de la suave tela de los calzoncillos, y soltó un gemido casi ronco de gusto cuando mi mano abrazó su pene y frotó hasta sus testículos… bajé la tela, y solté de mi boca sus dedos. Le llevé la mano a mi intimidad, metiéndola dentro de mis bragas húmedas, al tiempo que yo empezaba a acariciarle el miembro, ardiente… qué tacto… mmmmh… me encantaba, cómo quemaba… Sus dedos comenzaron a moverse suavemente sobre mi clítoris hinchado, y respingué de placer, reprimiendo un gritito y soltando la risa, en parte un poco por timidez, en parte por el gozo… se giró hacia mí y me apretó contra él, mientras nos masturbábamos mutuamente, en un delicioso juego… acerqué su miembro erecto y húmedo a mi piel, sin dejar de acariciarlo suave y lentamente, en largas pasadas… el líquido preseminal mojaba mi piel, mis pezones rozaban el vello de su pecho… no pude aguantar más… le solté un momento para dar un tirón de mis bragas, y cogiéndole de los hombros, le tiré sobre mí. Mi compañero dejó escapar un gemido de agradable sorpresa y se introdujo hasta el fondo de mi cuerpo… me mordí los labios para no gritar y mi piel se empapó en sudor… mi amante exhaló todo el aire del pecho y lo sentí estremecerse sobre mí…

Nos quedamos quietos unos segundos, el uno dentro del otro… lo abracé por debajo de la camisa, rozando su piel velluda, haciéndole cosquillas en la espalda… mis piernas se cruzaron en torno a él, acariciándole las corvas, los muslos… aún cubiertos por el pantalón a medio bajar, pero aún así, él suspiró entre sonidos de sonrisa. Noté que se agachó ligeramente hasta quedar muy pegado a mí… la punta de una nariz rozó la mía, y su aliento excitado bañó cálidamente mi rostro… mis labios entreabiertos correspondieron, y el aliento de mis jadeos acompañó a los suyos, calentándonos la cara… Dios mío, no sabía a quién tenía encima de mí, pero estaba perdidamente enamorada de él, eso sí lo sabía… quise llorar de felicidad, pero en su lugar subí una de mis manos para acariciar su rostro… se dejó hacer, mientras empezaba muy lentamente a moverse dentro de mí.

Sus mejillas eran ásperas… estaba afeitado, pero después de todo el día, le pinchaba la incipiente barba nueva… el cabello le empezaba tarde, le estaba empezando a escasear, tenía entradas… su nariz era curvada, aguileña, y bastante grande… y sus orejas eran deliciosamente pequeñitas, adorables… Hubiera querido comerle entero, me aupé como pude y lamí sus labios ligeramente, apenas acariciándole… sacó la lengua y las acariciamos, dándonos golpecitos, jugueteando con ellas, aleteando como pececitos… hasta que la pasión le venció y dejó caer su boca sobre la mía, invadiéndola con su lengua, frotándose como si lo necesitase para respirar, mientras sus caderas empezaron a aumentar de velocidad.

Mis piernas, enlazadas en torno a él, temblaban de placer, y mi cuerpo también empezó a moverse, al ritmo del suyo, disfrutando de las hondas penetraciones que me empalaban y nos arrancaban gemidos ahogados del pecho a cada vez… el frío se me había pasado por completo, el calor ahora dominaba mi cuerpo, mi piel quemaba, y sólo deseaba poder gritar mi placer, gritar hasta quedarme sin aire… El placer aumentaba, pronto no podría soportarlo… mis piernas se separaron solas y mis pies empezaron a elevarse sin que yo fuera muy consciente, mientras las oleadas cálidas, la dulce electricidad que me envolvía, se hacían más fuertes segundo a segundo… mis manos se crisparon en sus hombros y apreté mi boca contra su cuello para ahogar los gemidos que se me escapaban, cuando no pude aguantar más aquélla maravilla y exploté de placer…

Mi cuerpo se convulsionó, mis piernas temblaron, comunicando el temblor a todo mi cuerpo, tirité y noté que mi amante se ahogaba en gemidos, apretándome más aún contra él… entre mis propias convulsiones, noté las suyas, y su semen saliendo disparado hacia mi vientre, inundándome… sus jadeos acompañaron los míos. Sus brazos perdieron la fuerza de la convulsión orgiástica y pareció agotado, gimiendo de gusto y satisfacción… lo abracé tiernamente, recostándole sobre mí… una gran sonrisa se había abierto en mi rostro, aunque yo ni siquiera recordaba cuándo… mi sexo aún palpitaba, y él seguía erecto dentro de mí…

Tuve miedo de que simplemente se marchara como hizo la otra vez, pero tan sólo se giró para colocarnos en una posición algo más cómoda, dado que yo seguía debajo de él, y pesaba, aunque fuera tan agradable… de costado, uno frente al otro, no nos veíamos la cara… pero los dos sabíamos que el otro sonreía. Le acaricié los costados por debajo de la camisa, mientras él hacía lo propio. Estábamos tan juntos, que nuestras narices se rozaban por la punta… mi corazón latía con fuerza, mentiría si no admitiera que quería un reenganche… pero antes, necesitaba saber quién era aquél fantasma que me había cambiado la vida…

-¿Quién eres….? – pregunté. – Por favor, dime quién eres…

-¿No lo sabes aún….? – dijo él, en voz tan bajita, que no pude reconocerla por mucho que me esforcé.

-Tengo sospechas… creo que lo sé, pero… dímelo, por favor… Sabes que no voy a irme, seas quien seas…

Me besó la nariz y se apartó un momento de mí, para buscar algo en el suelo. Se oyó un "clic" de interruptor.

-Bu. – dijo. Se iluminaba la cara desde abajo, con una linterna. Le miré. Conocía bien aquélla cara, sobre todo esa enorme nariz, por la que había agradecido tantas veces haberse hecho profesor de Química y Matemáticas y no de Literatura, para que nadie pudiera hacerle chistecitos con Quevedo y su "érase un hombre a una nariz pegado…". Sonreí, y besé aquélla enorme y adorada nariz…


Días más tarde, Oli, el bibliotecario de la universidad que lindaba con el instituto, entró en éste para llevar unos libros que Nazario le había pedido, y de paso, saludar a su esposa, que trabajaba allí. Caminaba leyendo un papelote de nuevos presupuestos, y abrió sin llamar la puerta de la sala de profesores, donde esperaba encontrar a Irina, su mujer, pero al abrir la puerta, pegó un bote del susto y ahogó un grito. Junto a la pared, estaban Viola y Cristóbal, de pie, ella lo abrazaba con una pierna, y él la embestía con movimientos rítmicos, poco sensibles a error.

-Estamos ensayaaando… - dijeron ambos a un tiempo, con tono cansino, levantando los libretos de la obra de Nazario, como si no fuese la primera vez que se enfrentaban a aquélla situación. Oli soltó una risa de apuro.

-Qué tonto soy, qué susto me he llevado – reconoció entre risas sofocadas - ¿No habéis visto a Irina…?

-Creo que está en la cafetería – dijo Cristóbal, sin separarse de Viola.

-Vale, voy a buscarla… perdonad – sonrió de nuevo y se marchó, aún algo apurado, negando con la cabeza… ¿cómo había podido pensar que dos maestros, se iban a poner a…. en mitad de la sala de profesores….? ¡Y menos Cristóbal, que además estaba casado, y era un tipo serio…!

-¡Jod….creí que no se iba nunca, se queda un segundo más, y no hubiera podido sujetarme…! – gimió ahogadamente Cristóbal, mientras empezaba de nuevo a moverse.

-¡Sí, dale, que ya se ha ido…. Mmmmh, más, más, sigue! – susurró Viola, profundamente feliz… nunca hubiera pensado que olvidarse el bolso en el cuartito, le iba a proporcionar un amante tan extraordinario, tan travieso…