Aquí estás

...Me rescatas de mis pasiones, esas que estaban acabando con mi cordura, es como si liberaras al monstruo que estaba encadenado, que alivio siento de poder volver a respirar

A veces me distraigo, la cotidianidad me lleva consigo y me vuelvo parte de ella. Me pierdo en el día a día y transcurro sin más, entonces me creo la fantasía de que soy fuerte, de que no te necesito, de que estoy por encima de tu efecto… Me rio de mi ingenuidad y doy gracias por esos días maravillosos en los que me siento tan dueña de mi vida, que me dan un respiro para que esto que siento por ti no acabe conmigo.

Pero entonces vuelves… sin ninguna pretensión, vuelves tan tú, tan sencillo y transparente, sin nada que ocultar, sin inventos, sin complicaciones, sin contradicciones. Nunca he encontrado una incongruencia en ti y eso me asusta, me desarmarías menos si encontrara alguna que me permitiera escaparme de esta fragilidad… me dice la razón que no es posible tanta perfección, que algún oscuro secreto debes tener y que lo que sucede es que no he querido ahondar lo suficiente para encontrarlo. Pero el tiempo y tú se encargan de echar por tierra mis razonamientos y debo decir mis esperanzas e ilusiones también, aunque ellas cuentan conmigo para conservarlas porque me gusta saberte muy humano y lleno de defectos al igual que yo… y aquí estás

Tan sólo saberte cerca me deshace. ¿Qué sucede que se me cruzan todas las emociones? ¿Cómo puede ser que te desee tan desesperadamente, que me consuma la lujuria y a la vez sienta tanta…? ¿Ternura? En mi lógica, en lo que conozco del sexo y en lo que había experimentado, estos sentimientos no iban juntos en un mismo instante, pero como contigo todo es inédito, no tengo argumentos. Y estás tú y están tus ojos que me atraviesan y me desnudan el alma. No tengo dónde ocultarme y odio estar tan indefensa, que me leas tan bien y que sepas cuan indefensa estoy, no puedo pensar con claridad. ¿Dónde está la mujer articulada y locuaz que soy siempre? ¿O es que no soy nada de eso? Me convierto en una adolescente, me invade la risa tonta, no digo nada medianamente inteligente y sé que se me descifras sin dificultad. Lo sabes, me sientes, no hay nada que no demuestre estando contigo… por eso dices que soy tan transparente, tan inocente…. No soy ni transparente ni inocente… Sólo contigo me pasa esto.

Respiro (lo justo para sobrevivir ¿será por eso que me mareo?) Hablamos o ¿Para qué mentir? Hablas tú y yo finjo escuchar, por instinto sonrío cuando debo, asiento o niego según la entonación de tu voz, pero es mero reflejo… hace rato dejé de tener voluntad propia, hace rato que estoy entregada a tu merced y la espera se me antoja cruel.

¿Qué espero con tanta impaciencia? ¿De qué necesito ser rescatada? ¿Por qué esta sensación de no ser dueña de nada? ¿Es que tú no estás tan urgido como yo? ¿Y por qué no soy capaz de ir a buscar lo que la piel me reclama desesperadamente? No me reconozco, ya sé que soy otra mujer muy distinta a la que conocía. ¡Tómame! ¡Empújame contra la pared! Devórame, no me dejes respirar y… Y hasta que por fin, te apiadas de mi, de los dos. ¿Es que además me lees la mente? ¿A dónde se fue el hombre ponderado que me hablaba de que quien sabe qué? Este eres tú y ese otro también… pero ahora necesito del que me tiene aprisionada, de ese que busca con tanta desesperación fundirse en mí. Me rescatas de mis pasiones, esas que estaban acabando con mi cordura, es como si liberaras al monstruo que estaba encadenado, que alivio siento de poder volver a respirar… Y con esa bocanada de aire vuelvo a ser yo, ni inocente, ni desvalida, hambrienta de ti sí, pero paciente… sólo espero a que caigas sin remedio, sólo espero a que desesperes tú. Cómo cambia todo en un segundo…. Siento tus manos ansiosas, tu cuerpo prensando al mío, tu respiración agitada. Te oigo decir palabras sueltas que me encienden más si es que cabe esa posibilidad, tu voz te delata, la manera en que tu lengua busca la mía y se pierde en mi boca, tu pene que necesita de la presión de mis dedos rodeándolo, de la humedad de mis labios, de penetrarme y adueñarse. Me abro para ti y no hablo de mi sexo que lo siento humedecerse, hablo de mi cuerpo, de esa manera única que tiene de reaccionar ante tu presencia, de decirte sin palabras que no hay nada que no puedas hacer conmigo porque en cuanto me tocas me fundo y dejo de saber donde termino yo y donde comienzas tu. Y es en este abandono, cuando eres más mío.

Dejo que me desnudes, siento como encuentras mi piel y me estremece cada roce, mis pezones se erizan y esperan ansiosos el deleite de sentir tus labios, tu lengua. Mi mente se escapa un segundo para repasar en un instante todo cuanto me ha llevado hasta ti, y al regresar a este momento descubro que no podría estar en ningún otro lugar, porque mi lugar está junto a ti. ¿Cómo puedo excítame más aún? Me vuelve a faltar el aire, no tengo tiempo para que me desnudes por completo, te necesito en este instante, dentro de mí. Una vez más me pregunto si es que me lees la mente… Me giras y ahora te siento en mi espalda, tus manos viajando por mi cuello, mis senos, mi vientre, mi sexo, siento tu aliento en mi rostro, te oigo decir mi nombre y es de tus labios la palabra más erótica que pueda existir, mis manos te buscan, van hacia atrás… una sintiendo tu cara, el lóbulo de tu oreja, tu cabello tan corto, la piel de tu cuello, y la otra tratando de sujetarse a la vida, buscando sentir lo que luego sentirán mis entrañas, adivinando la forma que tiene el placer, resbalando con tu humedad y un dedo se escapa hasta mis labios, tengo que probarte, saberte, tenerte.

Mi cuerpo se adapta a ti, me empino para conseguir el ángulo perfecto y recibirte… mi lengua busca la tuya, te digo que te necesito dentro. Me das por fin lo que tanto necesito, entras en mi cuerpo y no sé de otro placer más grande que el de sentir tu pene entrando, abriéndose camino y llenándome… Cuántas veces no me has dado placer con tu lengua tan hábil y generosa o con tus dedos expertos… cuántas veces no me he dado placer pensando en ti, imaginando que eres tú y gritando tu nombre en el delirio del orgasmo… y aún nada se compara al momento en que me posees.

Te mueves y mi cadera se mueve a tu ritmo ¿O es al mío? Me sostienes, me sujetas con fuerza y me halas hacia ti con ímpetu, casi con furia, pero de repente te detienes y te sales, se que estas al borde de perderte, dejarte llevar pero quieres más. Con tus manos me vuelves a girar para quedar uno frente al otro y me pego a ti, nuestras lenguas otra vez, el sabor de tu saliva, tus labios, tu aliento, tus manos y las mías, nuestros sonidos, nuestra necesidad. Quiero más de ti, quiero probar más… pero hoy no me dejarás ¿Verdad? Me empujas hacia la cama, me siento y te arrodillas… sé lo que viene y me dejo. Abro mis piernas para ti, muero en la espera hasta que por fin tú y tu lengua comienzan la tortura… Secando y humedeciendo, recorriendo desde el clítoris hasta la entrada de mi vagina, mezclando la humedad de mi sexo con la de tu boca, tratando de entrar, regresando al inicio y en cada viaje más inflamado y más sensible a tu tacto que lo excita al punto de hacerme perder el control de mi cuerpo… y por fin termino de morirme en tu boca y en la agonía necesito de ti… ¿Te pedí que vinieras? Creo que sí –Ven – te dije, y regresaste a mí, y otra vez, el mayor placer que conozco… Tú.

Te atrapo entre mis piernas, entre mis brazos, vuelvo a verte a los ojos y me pierdo una vez más en ti. Mis manos y mis muslos son tus dueños, veo como tu cara cambia y siento acelerar el ritmo de tu cadera –Lléname – ordeno, y tu obediente, desesperado, necesitado, te dejas ir y eyaculas en mí y para mí… No sé de otro placer mayor. Respiras agitado, respiro contigo. Siento como te relajas y vuelves a ser poco a poco el hombre calmado, el mismo que me pone tan nerviosa, sonríes y ahí están esos ojos que me derriten. Te acaricio, te beso con el mismo deseo… Quiero más de ti… ¿Qué me haces?

Será mejor que comamos algo, que duermas un poco… tienes que recuperarte rápido porque no he terminado contigo… falta… falta mucho.