Aquellos ojos

De como llegue a ver en aquellos ojos la dulzura y la desesperación.

En la piscina:

Era la primera vez que iba a aquella piscina. Era una piscina de invierno, preciosa, con mucha luz, amplios ventanales y ambiente muy agradable. No demasiados bañistas, al menos a las horas y en los días que yo podía ir. En definitiva era un bonito sitio donde ir a relajarte ya hacer un poco de ejercicio.

La gente además era muy amable, la mayor pare de la gente eran mayores, algo que me sorprendió. Cuando me apunté a la piscina creí que vería buenas mozas y cuerpos de quitar el hipo, pero por lo que pude ver después esos cuerpos estaban todo el día machacándose en la sala de aeróbicos, sudando y sufriendo para estar bonitos.

Yo a la piscina quería ir a nadar y a relajarme en el jacuzzi, con lo que no me importó mucho que tipo de gente hubiese.

El primer día que fui, me metí en la piscina de burbujas, con agua muy caliente, con la intención de relajarme. Justo ese día había recibido un mail muy especial, de una ciberamiga en que me relataba un encuentro fantástico en una piscina de ese tipo, así que una vez dentro del jacuzzi me relajé, cerré los ojos y me puse a imaginar que estaba en aquella piscina con mi preciosa amiga. No se cuanto tiempo estuve así, ni realmente cuanto tiempo paso, pero si recuerdo que en un momento al menos gemí de forma mas o menos perceptible. Cuando abrí los ojos para aterrizar a la realidad, me encontré en la misma piscina a una señora ya mayor, de unos cincuenta y tantos, que evidentemente había oído mis gemidos, y que me miraba, en cierta forma descaradamente.

Yo al principio me sentí bastante incomodo, porque no sabia a ciencia cierta que había dicho ni hecho en ese lapso de tiempo, por lo que aparté la mirada de ella. Además no podía marcharme, ya que con esos bañadores tan ajustados se hacia demasiado evidente que me habían asaltado pensamientos lascivos, y que tenia una excitación importante. Además la buena señora llevaba un bañador, que en su parte superior era blanco, y al mojarse dejaba bien la descubierto los generosos pechos de la buena señora, y sobre todo un pezón grande sonrosado y carnoso que yo podía ver cada vez que miraba de reojo para saber si me había librado del yugo de su mirada que en ese momento me pesaba tanto.

La visión del pezón no ayudaba a mitigar la hinchazón descomunal que me oprimía, la señora no bajaba la vista, con lo que en un momento en que no había muchos mas bañistas alrededor me armé de valor y decidí coger al toro por los cuernos, así que frente a la mujer me puse de pie, mostrando el minúsculo bañador totalmente tirante en su parte anterior, y ofreciendo a la buena mujer una vista que evidenciase lo que tenia. Me estiré el bañador un poquito con cuidado de que nada se saliese y me volví a sentar en el jacuzzi. La reacción de la mujer no fue lo que esperaba, apartó la vista en cierto modo azorada, se levanto y se fue dedicándome un fugaz vistazo cuando se alejaba. Al verla salir pude ver su cuerpo, no delgado pero en absoluto obeso, con unas curvas bien marcadas, y un culito respingón. Sus pechos eran generosos, y aprecian desafiar a la gravedad bastante bien todavía. Al verla de cuerpo entero me aprecio mas joven, aunque en todo caso había pasado por los 40 hacia tiempo.

Su reacción me desencajó y me dejó pensativo, primero me invadió un sentimiento de oportunidad perdida, pensando que fui demasiado directo aun sin hablar una palabra, y después me asaltó un sentimiento muy fuerte de culpa, porque quizás me había portado muy groseramente. El caso es que se fue y yo seguí haciendo un poco de ejercicio, nadando en la piscina olímpica, y relajándome en la sauna.

Al salir de la sauna para ir a ducharme, y pasar por delante del vestuario de chicas, en un momento que se abrió la puerta por alguien que entró la vi un momento. Me quedé parado, con el paso sin acabar, intentando vencer el impulso que me ordenaba entreabrir la puerta para verla otra vez. Estuve así un tiempo, y como no pasaba nadie por el pasillo empuje ligeramente la puerta, hasta que la vi nuevamente. Estaba envuelta en una toalla, y parecía que acababa de ducharse.

Estaba de espaldas a mi, y con la toalla que cubría su cuerpo secaba la imponente mata de pelo que le caía a inclinar la cabeza. Mi situación era complicada, por una parte tenia que vigilar que nadie apareciese por el pasillo, por otra parte que nadie saliese del vestuario y me pillase fisgando, y por otra hacer lo que me provocaba tanto deleite, ver a aquella mujer, envuelta en ese paño, secándose el pelo y el cuerpo. Seguí un rato mas observándola hasta que la tensión y el miedo a ser descubierto me obligaron a dejar la puerta que volvió a cerrarse.. y fue algo providencial, porque justamente volvió a abrirse y salieron del vestuario dos señoras con pinta de ser muy cascarrabias.

En cuanto desaparecieron por el pasillo volví a empujar ligeramente la puerta. Allí seguía, con la toalla en su cintura, cubriéndole las piernas y su hermoso trasero. En la parte superior se había cubierto ya con un sujetador blanco, que contrastaba con su piel, ligeramente bronceada. Se estaba desenredando el pelo vigorosamente con un cepillo, bajando su cabeza hacia abajo, y dejando caer toda su cabellera. En uno de esos movimientos me pareció sentir su mirada, que sus ojos me descubrían, e instintivamente solté la puerta que se quedó moviéndose con un ligero vaivén, delatando todavía mas mi pecado. Tan rápido como pude me dirigí a mi vestuario para meterme en la ducha, a la vez que oía como se abría otra vez la puerta del vestuario de las chicas.

Me metí en la ducha, le di al agua fría y allí me quedé el rato suficiente para que todo mi cuerpo tuviese la misma temperatura, y que fuese la mas baja posible. Cuando empecé a temblar de frío apague el chorro de agua y me senté en los bancos del vestuario. Era ya bastante tarde, y quedaban muy pocos bañistas en la piscina, por lo que me dispuse a vestirme antes de que cerrasen las puertas. En ese momento oí la puerta de mi vestuario, y una voz de mujer que decía dulcemente "hola". Me di la vuelta y allí estaba ella, tal y como la había visto en el vestuario, con la toalla en la cintura y un precioso sujetador de encaje cubriéndole el pecho. Yo me quedé petrificado y sin saber que decir, desnudo como estaba, ni siquiera me asaltó ese sentimiento estúpido de pudor, y me quedé embobado mirando su cuerpo y su dulzura.

Se me acercó lentamente, hasta que estuvo a medio metro de mí. Yo seguía petrificado, desnudo totalmente y helado de frío mirándole a los ojos, sin saber que decir ni que hacer. A esta distancia se veía una mujer hermosa, de piel bronceada, piel limpia y parecía que suave, y con unos ligeros amagos de arrugas en algunas zonas que hacían su rostro mucho mas atractivo y su cuerpo mas deseado. Aunque yo seguía petrificado, algunas partes de mi cuerpo notaron la presencia femenina, y se levantaron a mirar.

Ella no dijo nada, levantó sus manos las puso sobre mi pecho, apoyándose e inclinó su cabeza hasta reposar sobre un hombro. Después acercó su cuerpo mas hasta que me abrazó cálidamente. Yo correspondí y la envolví con mis brazos, muy tímidamente todavía, incrédulo aún. Quedamos así un rato, como bailando el uno frente al otro, hasta que ella levanto la cabeza y me besó muy suavemente en la boca, ofreciéndome la miel mas dulce que había probado en mi vida.

Nunca recuerdo haber disfrutado, y haber viajado tanto como en ese beso, que me transportó por todo el mundo, me sumergió en el agua y me elevó por el aire en un instante. Mientras me besaba yo intentaba mirar sus ojos como queriendo saber porque esa mujer me estaba llevando al paraíso, porque me dejaba tocar la felicidad. Sin embargo ella tenia los ojos cerrados, y lo único que conseguí ver fue una lágrima que salió despacio, muy despacio de entre sus párpados unidos.

Poco después con una ligera presión en mi pecho de empujó hacia atrás, hasta que tropecé con el banco de madera del vestuario, y caí sentado, a la vez que nuestros labios se desconectaban y se alejaban. Entonces quede sentado, y ella de pie frente a mí llevó una de sus manos a la cintura, y con un leve movimiento soltó la toalla que tenia prendida en la cintura y la dejó caer. Aunque la visión de su sexo, abundantemente poblado era un reclamo importante para mi vista, yo seguía centrado en mirar sus ojos, ahora abiertos, y averiguar que decían. Eran unos ojos preciosos, que reflejaban una angustia profunda, e incluso desesperación.

Enseguida se acercó a mi otra vez, y abriendo sus piernas se sentó ahorcajadas sobre las mías, mientras con su mano izquierda agarraba mi pene y lo dirigía hacia la abertura de su cuerpo, introduciéndolo sin ninguna dificultad. Yo seguía sobrepasado por todo lo que me estaba pasando, todavía no había reaccionado, de forma que era ella la que se movía, y buscaba el placer para los dos. Además estaban sus ojos. En su incesante movimiento, mientras subía y bajaba yo le buscaba sus ojos, que a veces estaban abiertos. Pero sus gemidos, la calidez de su cuerpo el placer que me daba su sexo acabó por nublarme primero la vista, y poco a poco adormecer todos los demás sentidos, hasta que solo era capaz de percibir sensaciones por la piel.

No sé cuanto tiempo estuvimos así, solo recuerdo que cuando el orgasmo nos invadió la sentí caer sobre mí como quien se queda sin fuerza, y no puede tenerse en pie. Estuvimos así otro buen rato, mientras mis sentidos se recobraban poco a poco. Entonces ella me volvió a besar, apasionadamente. Primero un largo beso, y después unos besos más cortos, como el que se va con prisa y se despide, a la vez que se levantaba.

Después de una pausa para recobrar el aliento, y después de por fin reaccionar me levante tal y como estaba, totalmente desnudo y salí al pasillo para hablar con ella, o al menos saber su nombre. Pero no estaba, era como si se la hubiese tragado la tierra, recorrí todos los vestuarios, las duchas, las saunas, y no había nadie, supongo que por la hora que era, y afortunadamente además, porque entré en todos los vestuarios de las mujeres, desnudo como iba, menos mal que no había nadie. Si llego a encontrar a alguien hubiese tenido seguramente un grave problema.

A partir de aquel día acudí todas las tardes a la piscina, con la única intención de volver a verla. Pero nunca apareció, no la volví a ver hasta aquel día fatídico, un par de semanas después, en que fue noticia, desgraciada noticia, cuando su marido en un acto de cobardía, de prepotencia y de sinrazón, decidió por los dos que ese sería el último día en que ambos, verían el sol.

La mató. Sin motivo, sin razón, sin sentido. Pero la mató, y desde entonces veo sus ojos que huyen, llorosos, que me quieren decir algo, y yo no sé que.

Canonigo

Nico