Aquellos dias en la estancia 8 (final)
Termina la saga de mateo en aquella estancia....
AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA 8 ( FINAL)
Habían pasado ya algunos veranos, otoños, inviernos y primaveras. Mateo seguía en aquella estancia donde tan bien lo habían tratado. Seguía ayudando en la cocina. Además de con cada encargo que le hacía el capataz don Horacio, que de vez en cuando se encontraba con el muchacho y pasaban momentos ardientes y sexuales. Saturnino también disfrutaba del pedazo del chico. Sobretodo por las noches, cuando ambos se iban a dormir. Seguían compartiendo la misma habitación.
En ese tiempo habían ido y venido mucha gente. Habían compartido noches ardientes de sexo con una buena cantidad de hombres de todas las edades, razas y colores. Mateo era experto en el arte de amar a un hombre. Conocía todos los secretos que hacían a un varón enloquecer de pasión y deseo.
Lo aplicaba cada vez que tenía oportunidad, porque entre otras cosas aprendió a observar y a darse cuenta de quien sería un posible amante ocasional. Así se había llevado a la cama a peones, patrones, hijos de patrones, curas, bolicheros y tantos otros que habían pasado por aquel lugar sereno y lleno de paz.
__Esta por llegar un visitante__ comento Saturnino al chico mientras freían algunas papas.
__¿Para cuando?
__Ya, en estos días….un señor muy acaudalado. Yo lo conocí de grande
__Ya ha venido entonces
__Ahora hacía mucho tiempo. Pero sí. Es amigo del patrón y viene a ver ganado.
__Mira vos
__Si es un hombre joven…
Siguieron charlando. Animadamente. La cuestión es que unos días después llegó una media mañana el Sr. Navarro.
El hombre venía con un séquito de tres personas. Descendió de un bello carruaje tirado por dos caballos briosos e imponentes. Tenía un aire particularmente señorial y distinguido. Eso Mateo lo noto de inmediato. Era un hombre joven de unos cuarenta y tantos años bien conservados. Espaldas anchas y un bigote mediano sobre los labios purpuras. Bajo sonriendo. Al chico le recordaba a un actor de cine norteamericano, pero no recordaba su nombre. Fueron presentados como los nuevos empleados de la estancia. El le dio la mano y sonrió complacido.
El Sr. Navarro continuo su charla con el capataz y fue acompañado por este hasta sus habitaciones. Allí el capataz tardo una hora aproximadamente. Luego salió de allí con una sonrisa pícara.
Saturnino y Mateo sirvieron la comida. Luego fueron recogiendo los platos, para servir el postre. Los invitados conversaban animadamente. Mateo creyó advertir en aquel interesante hombre alguna mirada de viejo cazador, pero no quiso profundizar en el tema y no hacerse ilusiones para no llevarse una sorpresa ingrata.
El Sr. Navarro le había gustado y que no daría por llevarlo a la cama, pero debía sujetar los caballos salvajes de su ímpetu y tragar saliva.
__He visto como lo miras:::__dijo Saturnino
__¿Te parece?
__Yo lo noté, porque no habría de darse cuenta el Sr. Navarro
__No des nombres
__Está bien, no termas, no se va a molestar. Conozco sus gustos
__¿Qué dices?
__Nada, nada….__ Saturnino salió de golpe y riéndose muy alegre y despreocupado, pero clavando un puñal gigante en su corazón y en sus genitales.
Ya cerca de la noche, Mateo se fue a dar un baño refrescante y reparador. Sujeto su verga que se levantaba con el solo recuerdo de aquel visitante que lo había encantado con sus movimientos y sus actitudes. Lo pensaba afiebrado y lujurioso. Su carne se estremecía. Su vara se levantaba y hacía grandes esfuerzos por no masturbarse y largar un poco de leche.
Estaba sentado al borde de la cama cuando entró Saturnino diciéndole que el Sr. Navarro lo esperaba en su cuarto
__¿Qué?__ preguntó saltándosele el corazón
__Quiere que vayas, te espera
__¿Con qué ropa?
__ no importa, no va a durarte mucho….__ Mateo salió de su cuarto excitado. Caminó los pasillos que lo separaba del cuarto que ocupaba aquel hombre y cuando llegó dio dos golpes secos a la puerta.
Entró. La habitación olía a campo fresco. Los ventanales estaban semi abiertos y una leve brisa refrescaba aquel lugar. Mateo avanzo en penumbras.
__Acércate__ dijo la voz. Por fin vio la figura del Sr. Navarro que estaba sentado al borde de una cama gigante.
__No temas muchacho…ven__ la voz era poderosa. El chico llegó frente a aquel hombre y lo vio completamente desnudo. El olor que emanaba de su piel era salvaje. Mateo se embriagó de el.
__Quítate la ropa__ en unos segundos el chico se encontraba totalmente desnudo frente a ese señor
__Te he observado desde que llegué…me gustas…eres realmente una delicia-_ diciendo así paso un dedo por el pecho sin vello del chico que se estremeció
__¡Oh! Veo que te gusta ¿Te gusta?
__Siiiii__ dijo Mateo casi en un suspiro.
Con un dedo el hombre recorrió las tetillas del muchacho. La verga de este latía apuntando hacia arriba. El Sr. Navarro se llevó un dedo a la boca y se lo humedeció, luego toco el miembro de Mateo, que sintió una descarga eléctrica potente que casi lo tira al suelo. Llegó a los testículos. La pija de Mateo no daba más de la calentura. Era un barra inquebrantable. Dura. Pétrea. La mano agarró el garrote y la movió suavemente. Gimió el chico. Con otra mano sopeso las bolas. Las movió de un lado a otro. Las palpó. Las acarició. El Sr. Navarro engulló la serpiente húmeda. El chico echó la cabeza hacia atrás y gruño. La boca del hombre tragó, mamo. Mientras los dedos delicados acariciaban las bolas del chico que estaban realmente calientes.
El Sr. Navarro apuró los movimientos de su boca succionó, succionó y la leche del chico salió a borbotones. El hombre tragó. Se extasió con el semen del chico y siguió besando la pija de Mateo unos instantes más. Las piernas del chico se doblaban de la calentura. Unos momentos después el Sr. Navarro dio vuelta a Mateo y quedo con el culo carnoso del chico a la vista. Lo acaricio. Lo lamió. Apretó sus carnes. Las manos sobaban. Las fue besando. Abrió las nalgas y llegó al codiciado agujero. Lo beso. Metió la lengua en el. Escarbó. Hundió la filosa lengua. Lo avasalló de saliva . Iba notando que el agujero se abría. Paso un dedo por allí, fue como una caricia. En círculos. Mateo gemía y se retorcía enajenado. Clavó un dedo con fuerza y lo hundió casi con facilidad. Fue y vino dentro de aquel tubo. Luego fueron dos. Iban y venían y el chico se contoneaba casi llorando, dando aullidos. En tanto la verga enorme del Sr. Navarro daba saltos hacia el techo. Hierro embravecido, caliente, en ebullición. Tres dedos entraron en aquel culito joven y salvaje. Deseoso de una buena cogida. El Sr. Navarro lo hacía ahora con tres dedos. Mateo gemía y entre dientes pedía verga.
El hombre se detuvo, giro al chico. El se acomodo mejor sobre la enorme cama. Mirándolo a los ojos lo atrajo hacia el. A horcajadas Mateo fue lentamente sentándose en aquel brioso mástil. Sintió la cabeza apoyándose en la entrada semi abierta. Hizo fuerza. Fue cayendo y entrando. Cerró los ojos. La pija lo taladraba. El gemía y el hombre también. La vara gorda y larga entró toda y Mateo empezó a cabalgar a aquel hombre que lo estaba gozando. Se apoyaba en el ancho pecho del Sr. Navarro, que hacía corcovear sobre una poronga gruesa al chico. Este daba saltos y apretaba las tetillas fuertes y grandes del hombre. Subía y bajaba por aquel monstruo que lo cogía feroz y caliente.
El Sr. Navarro tomo de la nuca a Mateo y acercándolo a su boca lo tragó en un beso mojado y ardiente. Volcánico. La lengua chupaba al chico. Lo atragantaba. Sentía aquella lengua tocarle el fondo de la garganta. La saliva los desbordaba. En tanto el chico cabalgaba en esa verga que lo llenaba por completo. Sudaba. Gemía. El hombre daba pequeños suspiros. El sentía aquel aire en la boca y se volvían a enredar las lenguas sin saciarse. Las manos del Sr. Navarro se aferraron a las duras nalgas del chico. Los chorros de leche fueron golpeando el interior de Mateo, los dos pegaron sus bocas y el jugo fue saliendo interminable dentro del chico. Se mordían los hombros y las orejas. Mateo se movió luego de unos momentos y sintió una catarata chorreando por su cola sedienta. La poronga del Sr. Navarro salió con bastante vida. Con una mano Mateo la acarició despacio. También acarició los huevos del hombre que parecían de toro por lo enorme.
El hombre atrajo al chico a su lado. Se besaron interminablemente durante un buen rato.
__Eres buen amante, me has hecho gozar
__Tu también
__Me alegra oír eso, siempre busco amantes jóvenes
__Pero si tu no eres viejo
__Aún no, algún día lo seré
__Falta mucho
__Tal vez. El capataz me habló de ti
__¿Hablo bien?
__No quería hacer otra cosa que conocerte
__¿Y ahora que piensas?__ dijo el chico apoyando su mano en la verga que buscaba despertar.
__Estoy conmocionado por tanta belleza. Hacia tiempo que no encontraba a un joven como tu. Me gustas y me calientas y eso no pasaba desde tanto…__ el Sr. Navarro acercó sus labios a los del muchacho, los acarició despacio con la lengua y luego se hundió en la boca de Mateo. Apretándolo. Mordiendo esa jugosa entrada.
__¿De dónde eres?
__Vivo en la gran ciudad. Es un lío. Por eso vengo a veces a estos lugares para respirar un poco de paz
__No conozco la gran ciudad
__¿Te gustaría?
__Sí, me gustaría
__¿Y tu siempre has vivido aquí?
__Sí, un poco aquí, un poco allá, pero siempre por la zona rural. Debo decirte que también es algo que me gusta…__ mientras hablaba Mateo había conseguido levantar nuevamente la pija de el Sr. Navarro. La tocaba. Casi como al descuido el Sr. Navarro hizo girar al chico. Volvió a pasar sus manos por las bellas nalgas del chico. Las palpó. Besando sus hombros. Mordisqueándolos. Pasando la filosa lengua por la piel del chico. Aferrándose a las tetillas. Las mismas endureciéndose como su poronga chocando con la entrada al rojo vivo. Apresando la pija de Mateo. Sacudiéndola de forma suave, pausada.
Lo fue penetrando lentamente. Degustándolo. Mateo fue moviendo sus caderas en tanto sentía el fierro penetrando. Socavándolo. Al fin estaba dentro otra vez. La vergota del Sr. Navarro se hinchaba y latía dentro del culito prieto del chico que gemía. El hombre lo besaba en la oreja. Luego en la otra. Las mordía y las chupaba con ternura y pasión. El muchacho se movía rítmicamente con el arpón clavado en su ojete.
Una luna blanca entraba por el ventanal. La noche cubría todo el lugar y se escuchaban los gemidos de los amantes y el cric de grillos trasnochados y solitarios.
La mano del Sr. Navarro sacudía con fuerza la verga de Mateo. Se detenía y enculaba un poco mas al chico que se aferraba a los muslos del hombre para no sacar la espada que lo atrapaba y lo retenía tan placenteramente.
__¡¡¡Ohhhhh!! ¡¡¡Que apretadito tienes tu culo, me encantaaaaa!!!!¡¡¡Ahhhhh!!
___¡¡¡Siiiiiii, clávame, méteme tu verga, ahhhhhhh!!!!!!
Las manos del chico alcanzaban las bolas del Sr. Navarro y las acariciaban. Las palpaba suavemente. Estaban cargadas. Calientes. Redondas como naranjas. Mateo trataba de llegar al agujero del hombre y solo conseguía rozarlo. Esto provocaba un enorme placer en el hombre. En tanto, el Sr. Navarro, seguía empujando y golpeando las carnes del chico con sus huevos, entrando en su orificio babeante y rozagante.
Mateo se sentía lleno. Con su culo colmado por la tremenda poronga del hombre que lo cogía. Lo bombeaba despacio, para luego acelerar las embestidas. Su ano se agrandaba. Se ensanchaba. Se dilataba par que la gruesa vara lo clavar sin miramientos.
__¡¡¡Me das tu leche!!!¡¡¡Dame tu leche dulce!!!¡¡¡Ahhhhhh!!!
__¡¡Ya va, ya te doy tu leche es toda para vos!! ¡¡Tómala, ahhhh, te doy tu leche!!!
Enormes chorros de semen entraron en el interior del chico que se retorcía sintiendo el esperma caliente que lo inundaba placenteramente. Era un río incontenible. Los amantes aferrados. Entrelazados. Confundidos en un solo cuerpo. Mateo tiraba la cara hacia atrás y se comían en un beso exquisito y pleno de lujuria. La vergota de el hombre no dejaba de inflamarse. Parecía que seguía lanzando gotas de semen. El chico la sentía latir. No quería que saliera de la funda. Apretaba su culito. No la soltaba. El Sr. Navarro suspiraba y gemía retozando en aquel cuerpo joven que le insuflaba vida nueva.
__¡¡Ahhhh!! Me vas a matar…__ dijo el hombre
__¡No, no quiero matarte, quiero amarte!!!__ contesto Mateo. Los dos estaban aún pegados. El Sr. Navarro mordía el cuello del muchacho. Las manos del hombre jugaban con la pija del chico que fue largando la leche en las manos. En un quejido casi moribundo. Se había aguantado hasta ahora y ya no podía más. La leche colmo las manos del Sr. Navarro que hundía sus dientes en el hombro y en el cuello del chico que solo había empujado la verga en su culo un poco y había acabado en las manos de su amante.
Estuvieron un rato como adormecidos pero sin dormir. Semi agotados. Al rato la pija del hombre salió del culo de Mateo. Un mar de esperma cayó sobre las sábanas impregnadas de olor a macho caliente. Se acariciaban. Se besaban. El Sr. Navarro lamía y chupaba las tetillas de Mateo. Todo era calmo. Eran sensaciones. La madrugada corría sin prisa y los amantes cuchicheaban y se reían, hasta que desfallecieron y se quedaron dormidos profundamente.
El sol de la mañana pegaba sobre los desnudos cuerpos sin ningún tipo de vergüenza. Estaban enredados, pegoteados. El Sr. Navarro se levantó de la cama. Se dirigió hacia el baño y se metió a la ducha. Estaba hambriento. La noche que había pasado era mágica. El agua golpeaba en su cuerpo juvenil, el jabón perfumado se adentraba en sus intimidades y estaba feliz.
Cuando salió del largo baño, ya se había afeitado y solo quedaba húmedo su bigote varonil y exótico. Mateo fue despertando lentamente. No sabía si todo fue un sueño o era realidad. Al ver al hombre se dio cuenta que todo había sido verdad. Se incorporó en la cama.
__¡Buen día!__ saludo el hombre
__¡Buen día!¡Ah me duele todo!¡Pero estoy tan feliz!
__¡Me alegra oírlo!__ el muchacho se levanto de la amplia cama, pasando cerca del hombre le dio un besito en los labios y se perdió en el baño. En tanto el Sr. Navarro comía un frugal desayuno. Al rato el chico salió del baño. Fresco, sonriente. Emanaba luz y juventud. Bamboleando sus partes se sentó en la mesa. Pero después de un momento se puso sobre las rodillas del hombre. Este le daba el desayuno en la boca, en tanto intercambiaban caricias y besos. El chico noto que la vergota del hombre empujaba por levantarse. La cabeza del choto brillaba. La mano del muchacho la alcanzó y la apretó. Enseguida la reacción fue encender el pollón que ya se encontraba duro como piedra. Mateo se arrodillo frente al Sr. Navarro y engulló la poronga. Tragando la cabezota. Lamiendo. Pasando la lengua. Besando el mástil que desbordaba de venas.
___¡¡¡Tu verga es hermosa, me encanta!!!__ decía el chico mientras la comía. El Sr. Navarro abría las piernas y el intruso jugaba con la herramienta erecta y perfumada. El chico llegó a las bolas. Las besaba, las olía, se las metía en la boca. Las babeaba. Las chupaba. Jugaba con ellas. El chico hizo poner de pie al hombre y lo recostó en la cama. Le hizo levantar las piernas y llegó con su estilete a la cueva del Sr. Navarro. El anillo del hombre se fue abriendo y la lengua serpiente recorrió todo el circulo. Todo alrededor. La saliva fue discurriéndose entre las nalgas del Sr. Navarro. Mateo no largaba la vara de aquel macho alzado. Hundió otra vez la verga hasta el fondo de su garganta. Aferrado a las sábanas el hombre empezó a descargar la blanca leche. Abrió el chico la boca y tragó. Bebió. No dejo escapar una sola gota. Espesa. Leche abundante. El muchacho prendido a la vergota limpiaba aquel sable aún férreo. Aún escupiendo los últimos borbotones de un semen fuerte. De un sabor acaramelado. El chico lo comió sin chistar. Después acercándose a la boca del Sr. Navarro, sin largar la pija de este, se intercambiaron lenguas y sabores. Luego el chico hundió sus dedos en el orto abierto del Sr. Navarro que aún suspiraba de calentura y deseo. A cuatro patas se colocó y el chico hambriento perforó aquel agujero desaforado. Mateo lo cogía con vigor. Abrazaba su pecho. Lo atraía hacia el. Haciéndolo prácticamente sentar sobre la verga del chico. Los huevos lo golpeaban en las nalgas. Mateo pasaba sus brazos por debajo de las axilas de aquel hombre y acariciaba el pecho de este. Ordeñando a la vez la poronga que no descansaba de este amante salvaje. El asiento le caía perfecto. Subía y bajaba. Se enterraba aquella hermosa pija que lo sostenía y gemía incansable. El líquido del chico empezó a llenar el ojete abierto. Chorreando piel y piernas. El Sr. Navarro quedó sentado sobre el muchacho. Volviendo a suspirar lento. Como volviendo a una realidad. Cuando se sintieron incómodos, Mateo sacó la verga mojada de aquel sitio. El Sr. Navarro volcó el semen por todas partes. Quedaron tirados en la cama. Recuperando el aliento. El día avanzaba. El sol apretaba despacio pero incontenible.
Los amantes estuvieron encerrados por días y noches, cuando salieron de la habitación, Mateo comunico que se marchaba con el Sr. Navarro. Así sucedió. Se marcharon los dos juntos, en principio a la gran ciudad. Aunque se comenta que también rodaron por el mundo.
Nunca se supo más nada de aquel muchacho caliente. Algunos dicen que estuvo un tiempo con el Sr. Navarro y cuando este se canso lo echo a la calle. Otros dicen que el que se canso fue el muchacho. Y otros cuentan que envejecieron juntos.-