Aquellos dias en la estancia

Un muchachito encuentra trabajo en una estancia pero no será lo único que encuentre

AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA

Dìa 1

El chico llegó hasta la tranquera montando un viejo matungo panzón a mas nopoder. Se arrimó al boyero que espiaba a la nada mirando el horizonte.

__¿Buen día chico? ¿Con quién hay que hablar para conchabarse?

__Diría que con el capataz, porque el dueño no está, anda por Europa.

__¿Y como es el nombre del hombre?__ preguntó el chico.

__Se llama Don Horacio

__¿Y se puede pasar?__ el boyerito miro para muchos lados, callado, y al ratito le dijo que si, que pasara y atara el caballo en el palenque y que por allí preguntara por don Horacio.

__Gracias amigo__ dijo el chico y avanzó con el matungo rechoncho. La arboleda que acompañaba el camino era realmente frondosa, añeja y fresca. El verde acompañaba el andar del muchacho. Era una entrada larga. Se notaba que aquella estancia estaba bien puesta. En camino a la casa se cruzó con un grupo de peones jóvenes que reían y cantaban canciones de moda. Se hacían bromas entre ellos. Lo saludaron preguntándose que hacía aquel muchacho. Tal vez sería pariente de alguien de la casa. El sulky donde iban ellos se perdió levantando polvo.

Se detuvo frente a la casa grande. Allí bajo del matungo y lo ató por pura formalidad porque sabía que aquel caballo no se iría a ninguna parte.

Golpeó las manos y al rato salió una mujer gorda, limpiándose las manos en un delantal blanco y largo.

__¡Si muchacho! ¿Qué busca?__ preguntó casi gritando la mujer obesa.

__Al capataz, a don Horacio

__¡Ahhh! El está ahora en su escritorio…

__¡¡¡Quiero saber si me puede dar un trabajo!!!

__¡A ver, a ver, espere aquí!__ diciendo así la mujer desaparece tras la puerta pesada. Mateo se sienta al rayo del sol, en uno de los escalones de la entrada. Hacía un rato que andaba por los caminos, luego de su última parada en aquel pueblito que ya había dejado lejos. El sol del mediodía avanzaba sobre toda la tierra, y los primeros días de noviembre se estaban haciendo notar.

__¡Venga por aquí!__ le ordenó la mujer. El se levantó y subió los escalones. Entró en la casa. No era lujosa, pero si cuidada y se respiraba limpio. De pronto la mujer se paro frente a una puerta y haciendo una seña le indico que entrara. El chico abrió la puerta y entró.

__¡Buen día, permiso, don!

__Pasa muchacho, ¿y de ahí?__ dijo don Horacio sin mirarlo y dejando la vista pegada a unos libros que tenía sobre el escritorio

__Andaba buscando algún trabajito

__¿Y como te llamas vos?

__Mateo señor

__¿Y qué sabes hacer?

__De todo un poco

__De todo un poco, es nada__ recién ahí levanto la vista y se encontró con la cara joven del chico que no dijo nada y tampoco se sintió mal. __ A ver, servime un whisky__ dijo de repente el capataz. El chico miro para todos lados y encontró el lugar de las bebidas se acercó al barcito sin temor. Tomo el vaso y sirvió. Acercó el vaso al capataz que sonrió.

__¡Bien, bien! Te voy a dar un lugar en la cocina, por el momento, allí vas a estar con Saturnino, ahora te vas a presentar con el, y decile que después venga a hablar conmigo, ¿Está?

__Sí claro patrón, está

__¡Bueno, anda!__

El chico salió disparado del lugar. Recorrió unos pasillos hasta que encontró la cocina. Allí un hombre de unos sesenta años revolvía una gran olla.

__¡Buenas don!__ saludó el muchacho. Saturnino giro la cabeza y lo miro

__Me manda don Horacio, el capataz, a que trabaje con usted

__ Y bueno, vení acércate, mira lo que hago__ el muchacho vio lo que hacía__ ¿Te animas?__ preguntó Saturnino. El chico sin decir nada tomo el gran cucharón y comenzó su tarea. Saturnino sonrió y le palmeó la espalda.

Luego el hombre mientras los dos iban y venían en la cocina lo puso al tanto del manejo de la estancia. De quien había que cuidarse. Donde hablar, donde callarse. Luego se retiró a hablar con el capataz. Cuando Saturnino volvió, el chico estaba lavando las trastos, con una habilidad inusitada. Luego el tiempo paso y se echaron a dormir una siesta. Mateo no escucho mas nada cuando cayó en la cama. Estaba por demás cansado.

Cuando despertó Saturnino ya se había marchado de la habitación. Fue hasta la cocina y allí Saturnino estaba haciendo el mate cocido. Mateo enseguida se puso manos a la obra, ayudando al hombre. Después salió con la olla. Llegó a l  comedor de los peones y repartió el mate cocido entre todos los improperios que hacían los muchachos. Algunos de los cuales, lo miraban de una forma rara. Otros buscaban tocarlo, en sus partes, ese comportamiento confundió al chico, que cuando pudo huyó despavorido del lugar, entre las risotadas de los peones.

__Saturnino ¿puedo hacerle una pregunta?

__Claro muchacho y no me digas de usted…

__Los peones, ¿no tienen mujeres?

__¿Porqué?

__Porque me hablaban y decían piropos, como si fuera una chica

__Te estaban jodiendo, son así

__¡Ahhh!, claro, son así de bromistas

__¡Claro! No les hagas caso…Aunque quizá…

__¿Quizá qué?

__Nada, nada

__No me dejes con la intriga Saturnino ¿Qué ibas a decir?

__Que si te sentís solo, alguna vez, ellos, pueden ayudarte, digo, a que no te sientas tan solo…

__¿Es en serio lo que decis?

__ Y claro, son humanos__ en eso entra la mujer obesa y dice que el capataz don Horacio necesita ver a Saturnino. Este se va y el muchacho queda pensando en lo que le acaba de decir el hombre. La tarde pasa veloz y luego llega la cena, el trajín no permite que Mateo re pregunte a Saturnino la espina que le ha dejado clavada en el corazón y la cabeza. Así llega la hora de irse nuevamente a la cama. No queda un solo instante en que hayan podido quedar solos. Cuando Mateo entra en la habitación luego de pegarse un baño reparador Saturnino ya duerme plácidamente.

Mateo no tiene más remedio que acostarse y ponerse a dormir. No sabe la hora que es. En la oscuridad siente unas manos que acarician su herramienta que esta dura y erguida. La masajean. El suspira profundamente excitado. Le han quitado la ropa o se la ha quitado el en un sueño. Está desnudo. Las sábanas han caído al piso. Abre los ojos cuando siente la boca comiendo su tripa. Quiere ver. Siente los dedos que rozan sus huevos endurecidos y rebosantes de leche. La lengua llega también hasta ahí. Lo vuelven a tomar del mástil. Siente que le salivan su cabeza, la lubrican. La besan. Se vuelve a perder en el delirio. La boca no lo suelta. El acaricia la cabeza de quien lo chupa. Sabe o lo imagina que es un hombre, que es Saturnino quien se ha adueñado de su pija rebosante y joven. La tragan la babean, la muerden dulcemente, el sabe que estallará de un momento a otro. De pronto lo sueltan y solo lo acarician. Siente que la  boca se acerca a sus pezones duros y levantados. La lengua rodea su pecho. Lo muerde. El exclama y gime. La mano aprieta los testículos, pero ahora baja un poco más y busca su circulo escondido. Mateo se abre y deja hacer, un dedo llega a su orificio. Acaricia, solo acaricia suavemente. El anillo quiere abrirse, se calienta, se vuelve dócil, mientras la boca llega al cuello y lame, y besa, ruidosamente, las manos del chico también buscan. Las nalgas que apresa son duras, siente una pija blanda que se apoya en miembro duro y ya no le quedan dudas de que es su maestro de cocina Saturnino, quien lo esta amando, como hacía rato que no lo mamaban. Los labios se encuentran en la oscuridad y las lenguas chocan, se cruzan, siente la mano de Saturnino en su verga, el hombre lo sacude, sabe que el chico esta al borde del éxtasis, no le importa que entre besos, gemidos y contorsiones explote en su mano. Lo ayuda, moviéndola de arriba abajo sacudiendo el mástil hasta que la leche ha dejado de fluir. La respiración de ambos se va calmando.

__¿Te ha gustado?__ pregunta Saturnino

__¡Sí claro!__

__Hacía tiempo que no tenía una verga joven y tan dura entre mis manos. Te preguntarás ¿Qué pasa conmigo? Eso fue hará como 3 años mas o menos. No sé que pasó, de repente sucedió y ya no se quiso levantar. Ni con mujeres, ni con hombres, ni con animales…

__¿Con animales?__ preguntó asombrado Mateo.

__Sí que no te sorprenda mucho, suceden estas cosas y muchas mas, pero bueno, consulté a curanderos, médicos, tomé píldoras, yuyos, fume cosas y nada, bueno un día, me cansé y dije puedo disfrutar de otras maneras. Empecé a mirar mi cola. Si algo que nunca había tenido en cuenta. Empecé a fijarme en mis formas y en las de otros varones y bueno poco a poco, fui seduciendo a uno a otro y termine haciendo gozar a mas de uno….

__¿ De la estancia también?

__De la estancia sobretodo. Para los chicos a veces no es muy cómodo irse hasta el pueblo, además de gastar dinero, si pueden tener otras satisfacciones que yo les puedo dar ¿No te parece?__ mientras hablaba Saturnino nunca dejó de acariciar las partes del muchacho. Cuando menos se descuido, la pija estaba dura y parada otra vez. El hombre se dio cuenta y le susurró al oído __¡Date vuelta! ¡Déjame besarte ese hermoso culo que tienes, luego te daré el mío!¡Vamos hazlo!__ el chico no opuso resistencia. Se dio vuelta ofreciendo su hermoso y curvilíneo culo. Saturnino besó las nalgas, las acarició. Paso su lengua por la superficie y daba algunos mordiscos sobre la tersa piel del muchacho que ya estaba ardiendo. Saturnino continuo con sus caricias perversas, hasta llegar al anillo del chico. Lo besó y largo en el saliva. Los gemidos de Mateo no tardaron en hacerse oír. Estaba gozando de ser comido por un hombre. La intrépida lengua de Saturnino se iba hasta lo profundo de aquel anillo. La pija de Mateo estaba otra vez tan dura que casi le dolía. El hombre avanzó con un dedo dentro del chico. Resbaló y se perdió en las entrañas del muchacho, que se contorsionó. Se revolcaba, se sentía ensartado, atrapado en esos dedos de Saturnino que elevaba tremendamente la locura de Mateo.

__¡Oh! ¡Como gozas muchachito! ¡Es lo que deseaste tanto tiempo!¡Hoy lo estas conociendo!__ hundió los dedos que cogían al chico un tiempo más y luego se los sacó y se abalanzó sobre la espada que erguida era el monumento a la pasión. Saturnino la comió sin reparos, la chupó con más calma, pero arrancaba de Mateo gemidos y espasmos sin descanso. De pronto dejó la vara del chico y se acercó a la boca otra vez y mordió los labios, los besó. Luego pasó las piernas por arriba de la cara dejando a la vista del muchacho su conservado culo. Se fue sentando en la boca de Mateo que hurgó en las profundidades de Saturnino. El hombre empezó a suspirar. La lengua del chico era feroz y se hundía y perforaba aquella entrada. El ano de Saturnino volaba de calentura.  Así estuvieron un largo rato. Saturnino salió de aquella posición y luego de otros besos pasionales. Hizo colocar al chico entre sus piernas. El levantó las caderas y Mateo guió su lanza al objetivo. La cabeza se apoyó en la entrada. El hombre se aferró al cuello del chico. Se besaron profundamente, mientras la pija de Mateo iba entrando al refugio estrecho. Su verga palpitaba en aquel estuche. Latía su  espada y el culo de Saturnino gozaba del pedazo del chico. Mateo se movía despacio, entraba y salía del culo de Saturnino. La pija se endurecía cada vez un poco más. Entraba en el hoyo dilatado del hombre que levantaba mas y mas las piernas apresando la espalda del muchacho y con sus fuertes brazos aprisionaba el cuello del chico. Mateo mordía el cuello de Saturnino. Los besos humedecían los labios fervorosos

__¡Dame tu lechita!¡Húndete en mi y lárgala, báñame el interior!¡Ohhhhh siiiiiii!__ estas palabras las articulaba Saturnino al oído de Mateo que empujaba y clavaba golpeando los huevos en las nalgas del hombre que se había entregado a su verga joven. Así fue que el chico fue largando despacio la leche tibia dentro de aquel amante pasional, casi demencial. Los ruidos de las gargantas se contenían con las bocas besando bocas, las lenguas chupando lenguas, dientes clavados en piel, en carne, enrojeciendo las mejillas y en tanto la tibia miel chorrea por las nalgas de Saturnino. El muchacho aún mantiene la dureza en el canal que le ha cedido el otro hombre. Se van calmando. Las respiraciones van bajando los niveles.

Finalmente luego de pasado un rato, los cuerpos se van relajando y llega el sueño reparador. El día que viene será muy largo.-