Aquello que a ella no le gusta

Hay un apagón.

Hay un apagón.

Me levanto a desenchufar los electrodomésticos.

Ahí, en el centro de la sala está él frente a la puerta de vidrio que dá al patio de atrás.

Me acerco SOLO con un camisolín adherido a mí como otra piel; lo siento tenso, como aguantándose el llanto (hacía pocas horas su novia [el amor de su vida] lo había terminado) y tomo su mano entrelazando nuestros dedos, apretándolos para que se sienta apoyado, acompañado.

Al tensar nuestros dedos involuntariamente me apoyé en su fibroso brazo desde la mejilla hasta (me da pena contarlo) debajo del ombligo pasando por las tetas y los pezones que al contacto de su piel y su calor se endurecieron, lo que me hizo actuar por instinto frotándolos contra él.

En el reflejo de la puerta de vidrio me ví cachonda y sexy prendida al brazo de mi niño y a él que estaba desnudo con una tremenda erección (tratando de ver en su reflejo aquello que a ella no le gustaba).

Nunca antes de ese segundo había tenido un pensamiento tal hacia mi hijo.

Junior tratando de que no me dé cuenta que estaba llorando y aprovechando el estar tomados de las manos me hace girar como si estuviesemos bailando (para tragarse los mocos y secarse las lágrimas).

Fueron dos giros.

En el segundo pierdo el equilibrio e involuntariamente nos soltamos.

En una fracción de segundo, muerta de terror pienso que me voy a caer de espaldas; pero mi bebé en un veloz acto reflejo me vuelve a sujetar y tomándome de la cintura con una mano y la espalda con la otra me acerca en un vuelo hacia su cuerpo, mientras que yo abriendo

las piernas

rodeo su cintura en un salto.

Y lo siento... (Uf!)... La tiene parada... (Uhm!)

Se siente gruesa y caliente. Mi concha caliente y mojada me lleva a un orgasmo imposible de negar.

Mi única prenda es un camisón cortito color piel adherido a mis curvas así que nuestros sexos están en pleno contacto.

Aferrada a mi pequeño tomo la decisión, con ambas manos en la nuca lo miro, le sonrío y le como la boca, las manos de él acarician cómo pueden mis piernas, aprieta mi cola y separa mis nalgas.

Es entonces que sus manos se separan, una sube dentro de mi camisón acariciando mi espalda, alzando la prenda dejándome en total contacto con su cuerpo desnudo.

El calor externo es sofocante, no te deja respirar. Pero interno, el que yo siento por dentro me impide ver ...solo sentir y no puedo discernir sobre lo que hago o me hacen. Mientras su otra mano recorre mi intimidad de atrás hacia delante.

Siento sus dedos rozarme el ano y los labios donde él puede sentir mi humedad en sus dedos.

Mientras me sujeto a él lo acaricio y me froto en su cuerpo de hombre que no hace mucho dejo la niñez para entrar en la edad del pavo, de las hormonas alocadas y la pija parada 24 x 7.

Jadeando separó mis labios de los suyos "nunca le cuentes a nadie de esto", y me mira asintiendo con la cabeza.

"Las cosas con tu padre están mal" digo a la vez que con la vagina voy buscando su hombría.

Cuando la encuentro: "te voy a dar algo para que olvides está noche a esa perra, mirame... esta noche soy tu hembra".

Para ese momento tengo a mi pequeño, mejor dicho al glande de mi pequeño en contacto con mis hinchados, húmedos, cerrados y calientes labios, "jamás te olvides de este momento" y sin más me voy empalando.

Lo siento, es gigante y grueso, el más grande de los dos miembros que alguna vez me penetraron.

Mi boca queda abierta en un gran jadeo que me deja sin aire.

Mis ojos quedan en blanco, convulsiono (tuve un orgasmo) solo con la penetración, ese magnífico monstruo me abrió y llenó cómo nadie.

Sosteniéndome de su nuca lo abrazo fuertemente e innecesariamente le digo "siempre fuiste mi preferido"