Aquella tarde en el baño

Tiene 19 años, está casi solo en la vida, es virgen pero lleva en su cuerpo un cartel que parece decir "soy fácil, cogeme si querés".

AQUELLA TARDE EN EL BAÑO

Yo era un muchacho solitario y retraído. Mis padres se habían separado cuando yo era chico y con mi madre nos fuimos a vivir a la casa de mis abuelos y mis tres tías solteras, o viudas, o solas, de eso no se hablaba, en una ciudad de provincia. La casa era grande, pero venida a menos, con un lindo jardín y vista a las montañas. Yo salía todos los días a ese jardín, a mirar los aviones que a veces pasaban, esperando el regreso de mi padre.

Volverá en un avión color platino, afirmaba esperanzado. Y miraba al cielo hasta que el sol me enceguecía o hasta que empapado de lluvia o sediento por el polvo de los vientos implacables, volvía a la casa a llorar, porque mi papá no había vuelto. Nunca regresaría.

Mi padre se fue una noche a a los EE.UU, privándome del único cariño masculino que yo necesitaba. Nunca más volvió. Se convirtió en una sombra, en un fantasma que aparecía en mis sueños, en un cheque por el que enviaba un dinero cada mes y una voz que a veces hablaba por teléfono. Ahora tiene otra familia e hijos y yo quedé solo: soy aquel primogénito que sobrevive como puede, en alguna localidad perdida del interior de la Argentina. Soy quizás para el, apenas un error de su juventud., la sangre y la semilla que dejó atrás. Me dijo una vez que recibió puntualmente mis fotos. Pienso que en su memoria soy apenas un retrato.apenas…. No tengo fotos suyas recientes: para mi sigue siendo aquel tipo alocado que jugaba a tirarme por el aire. No recuerdo su cara. La tengo como casi olvidada. Eso explica, de algún modo mi devoción por mi abuelo y por mis tíos maternos. También por mis primos varones: criado entre mujeres, necesitaba el contacto con mis iguales, la imagen de un hombre mayor a quien copiar e imitar, de otro varón con quien identificarme. Algún macho que me guiara y protegiera del mundo. Mi abuelo murió cuando yo tenía doce años y mis tios siempre estuvieron demasiado dedicados a sus ocupaciones y familias propias, como para tomarse el trabajo de prestarme atención. Que el hijo de la Mary se arregle solo….

Con mi primo Marcos la cosa fue distinta, fuimos siempre muy amigos. El era sólo unos pocos años mayor que yo, pero me enseñó a cazar mariposas , pajaritos, pescar en el rio, juntar hongos y frutillas en el bosquecito de las cercanías, armar cometas, jugar al basket, andar en bicicleta, correr en autos karting y también, porqué no, a masturbarme. Gracias a mi primo me hice pajero, de paja diaria como diria un cura conocido, seguramente pajero también.

Con mi primo, descubrí los secretos del sexo que mi madre nunca me reveló, y el placer de las pajas furtivas a la hora de la siesta, cuando el calor hacía cantar a las chicharras, y los gorriones se escondían en los campanarios de la iglesia o en las copas de los árboles, mientras que los chicos jugaban y los adultos buscaban el frescor de sus cuartos ventilados. Era la hora del reposo. Largas siestas provincianas de mi infancia.

Marcos era muy sensual y calentón. Adoraba hacerse la paja, y lo hacía sin culpas ni remordimientos. Le gustaba acabar varias veces por día y los amigos solían decirle que le crecerían pelos en las palmas de las manos. Lo único que me crece es la poronga, decía.

El primer dia que lo hicimos juntos, me asombró el tamaño de su pija, y de que ya tuviera tantos pelitos rodeándola. La mía era, todavía, una verga más chica, casi infantil y el ya era ya "un macho" en plena pubertad. Que pijudo sos, le dije casi con verguenza y me puse colorado. No sabía entonces si ser pijudo significaba tener la pija grande o si era un sinónimo de los célebres insultos argentinos que hacen referencia a los testículos para decir que alguien es tonto: sos un pelotudo , che que boludo .

Su risita nerviosa de esa tarde, me confirmó que pijudo era un adjetivo halagador del tamaño de su pija. Esas tardes a la hora de la siesta, en la que nos encerrábamos en su cuarto, fueron oportunidades de exploración y coincidieron con el despertar de nuestra sexualidad. En los primeros tiempos nos pajeábamos cada uno en su cama, yo acababa pero nada salía de mi pija. Un dia, el cruzó a mi cama y me agarró la chota con fuerza, y me dijo que hiciera lo mismo con la suya. La sola idea de tocar su poronga grandota, erguida y brillante, sentir con mi mano temblorosa, su pija de piel caliente y excitada, y que a su vez, su mano cálida mas grande y con pelitos rodeando su anillo de oro, me acariciara la pistola, me volvió loco. Comencé a transpirar, a temblar, a enrojecer y a sentir que el corazón golpeaba como un tambor en mi pecho adolescente , y sin aviso previo ni pausa alguna., acabé un torrente de leche hirviendo y con nata : era como un manantial imparable, que cayó pesadamente sobre las almohadas y las sábanas.

Esa primera paja compartida fue como una explosión que me asustó: me muero, me muero, estoy sangrando, decia. No boludo , me dijo el con suficiencia, estás echando guasca

Ya era capaz de producir semen. Mi pija pordiosera y todavia infantil casi, podía descargar leche como los caballos. Ya podés hacer nenitos, me dijo riéndose.

El, por cierto, se alarmó por la cantidad que eyaculé, pero contagiado de mi calentura, comenzó a acabar poco después, y su pija en el instante previo al final, empezó a crecer hasta alcanzar proporciones enormes Ahhh Ahh acabo gritaba, voy a acabar y lloverá leche sobre Maizales al Este (nuestro pueblo).

Nuestras relaciones furtivas duraron mucho tiempo, hasta que yo cumplí los 17 años mas o menos y el los 20. Marcos había entrado a trabajar en la fábrica metalúrgica de las afueras del pueblo y un dia me dijo que le gustaban las mujeres y que nuestros encuentros eran cosas infantiles que había que interrumpir y olvidar.

Loco, yo no quiero volverme puto, no lo soy ni lo seré, me dijo. A mi me van las minas (mujeres).

Pero cómo olvidar sus espasmos, sus gemidos, sus pequeños sollozos, su calentura cuando mi mano más pequeña que la suya, recorría el largo de su garcha o cuando su mano huesuda y con vellos, su mano fuerte, apretaba mi verga hasta hacerla saltar inundando de leche el cuarto, sus manos, las sábanas, el piso. Como olvidar su voz caliente, deformada por el deseo, pidiéndome que siguiera pajeándolo, con los ojos entrecerrados, su boca abierta y todo su restro desfigurado por la pasión, insistiendo que su leche estaba a punto de saltar.

- Seguí, por favor que ya me vengo, que me estoy por venir, seguí no pares segui….ahhhh……ahhhhhhhhhhh. ..

Hoy mi primo esta casado, se aburguesó como su padre y mis otros tíos y es adicto al trabajo. Ha crecido su barriga, del mismo modo que aumentaron sus compromisos, el número de sus hijos (tiene cuatro), y sus represiones. :

Che, yo soy un hombre casado , me dijo varias veces en las que cachondo y angustiado yo le proponía revivir aquellos días. No seas tan puto, crecé de una vez, agregó en otra ocasión, burlándose de mi calentura. Y yo le respondí enojado:

- Vos tambien sos puto, che, aunque ahora lo niegues.

No le gustó y me miró con rabia.

Lo nuestro, fue sexo, solo sexo. Eso creímos. Los dos nos considerábamos bien machitos y las pajas, incluso las chupadas que vinieron después, decíamos tratando de convencernos, eran sólamente maneras de sacarse el afrecho, recursos para aliviar la fiebre, quitarse la calentura, eyacular la leche envasada en nuestros huevos. Nuestros contactos fueron modos para descargar las ganas imposibles de coger con una mujer.

- Chupamela bebé no pares por favor, decía. Y yo me comía su garcha como quien mastica una banana dulce, como quien en el trópico se come la fruta del pan, el maná en el desierto, como un manjar que se deshace con el calor de la boca, y se desliza por la garganta húmeda como una hostia pagana.. Su pija esponjosa y grande. La garcha que hoy día, el usa con la gorda histérica de su mujer, en el improbable supuesto que la siga cogiendo a esa obesa desagradable..

Nunca pasó de eso, sólo sexo. Lo nuestro: no fue una historia de amor prohibido entre dos primos adolescentes. Fue solo una explosión de los sentidos empujada por el desarrollo hormonal, por lo menos para Marcos. Jamás nos dimos un beso o un abrazo antes o después de esos orgasmos clandestinos y prohibidos, nunca nos demostramos un cariño que seguramente sentíamos el uno por el otro, pero que por nuestras inhibiciones y prejuicios no pudimos reconocer. Aquellos actos "pecaminosos" que vivimos en las siestas fueron para él parte de una etapa, una fase ya superada de su vida de la que prefiere no recordar: y para mi, el inicio de mi vida gay, el principio de mi experiencias de placer con otros hombres. Mi estreno sin amor en el mundo de la homosexualidad. Luego vendría la madurez.

Ser homosexual, invertido, maricón, manfloro, joto, comilón, marica, marchatrás, trolo, tragasables, mariquita, puto, eran todas palabras que con distinta intensidad denotaban una condición que la sociedad rechazaba, que la religión condenaba, que la ciencia tardó en considerar que no era una enfermedad , pero para mi significaba una pasión que mi cuerpo me pedía a gritos.

En mi ignorancia y desinformación, todavía no sabía demasiado bien lo que me pasaba o que es lo que quería, o quizás no lo quisiese reconocer, en el momento en que viví el episodio que marcaría mi vida. Tenía 19 años, y salvo aquellos contactos con mi primo y las pajas vergonzosas que le siguieron no conocía el sexo. No sabía qué se sentía con el cuerpo de otro hombre que no fuera mi primo,, qué significado tenía la entrega de tu cuerpo a otro macho igual a uno, cómo era coger y ser cogido por otro macho y especialmente a qué sabían los besos de otro varón, cuál era el efecto de un abrazo afectuoso después de acabar o el valor de una caricia tierna.

Era vírgen aunque mi aspecto, mis ropas demasiado llamativas parecieran decir todo lo contrario: remeras de algodón pequeñas para mi talla, ajustadas al cuerpo y exhbiendo sin pudor mis tetillas erguidas y mi vientre delgado, pantalones de jean desteñidos con cloro que marcaban exactamente la desverguenza de mi bulto y la desfachatez de mi culito redondo y parado. Y mi forma extraña de caminar, como quien se desliza diagonalmente por el suelo, como si fuera un alfil en el ajedrez, imitada tal vez de alguna imagen mítica del compadrito argentino, aquel bailarin de tango, crecido en los arrabales, explotador de mujeres fáciles, cuchillero, provocador , bravo y matón de otras épocas. Con esa indumentaria pegada a mi cuerpo y ese caminar sugestivo, yo era una provocación caminando, una bomba de tiempo, una granada de mano próxima a estallar, cuando paseaba por la calle: no era afeminado, pero era algo indefinido. un ser andrógino, un machito con sus desnudeces sobresaliendo de la ropa y dibujando en el aire una estela pecaminosa, una onda demasiado sensual y arriesgada que decía "listo para coger, soy muy pero muy facil, tomá la iniciativa, cogeme que me dejo…".

No tenía amigos, ni me atrevía a buscarlos en aquella ciudad prejuiciosa y hostil. Tampoco citas ni amoríos, ni encuentros furtivos en las sombras. Toda mi presunta rebeldía era una pose: quería llamar la atención pero, aunque no resulte creible, me mataba la timidez.

Esa tarde la gorda mujer de mi primo cumplía años e invitó a varios amigos, entre ellos a Antonio, un compañero de trabajo de Marcos en la metalúrgica, casado hacía un tiempo pero sin hijos, prisionero de un matrimonio infeliz y desavenido según me contaron, un tipo extrovertido, charlatán y juerguista. Tendria unos 29 años, tez cetrina, ojos marrones enormes, era alto fuerte, un musculoso sin gimnasio. A su modo transmitía sexualidad.

Antonio me atraía y me repelía al mismo tiempo: era sensual pero grosero y gritón. Lo veía siempre en la casa de mi primo Reía fuerte, y me miraba de un modo raro como nadie me había mirado en el mundo. Yo era el menor de los asistentes aquella tarde y con otros conocidos de la fábrica se pusieron a hacer bromas con mi aspecto y mi ropa y a mi no me gustó.

- De esa remera hay para hombres también? Dijo uno de ellos y siguió otro

- Che, como te pusiste esos lienzos (pantalones) tan apretados, con calzador?

Risas, muchas risas, carcajadas, y el alcohol regando su atrevimiento, y yo incómodo mirando esa gente que se burlaba de mí. En algún momento, Antonio comenzó a tocarme las piernas en tono de broma.

Déjenlo que se va a poner a llorar, dijo luego , entre burlón, fanfarrón y

protector., y yo sentí eso como una patada en el vientre. Me puse de todos los colores. Pero me calmé evitando el llanto que pugnaba por salir de mis ojos y con mucha indignación dije

" Quienes son Uds para criticarme, o acaso no se han visto la facha ordinaria que tienen ? ? ?. Carcajadas, la maricona rídícula había dado la nota.

Me alejé del grupo y me senté en un costado de la sala. Antonio me miraba. Yo fingía no verlo. Su mirada era como un puñal. Me ponía incómodo, me hacía sentir mal. Tomé coraje y le devolví la mirada y el muy discretamente sonrió.

Un rato después me fui al baño a orinar y al pasar cerca de Antonio, el quiso retenerme tomándome de la pierna como si fuera una gracia. Con desagrado zafé de su apretón.

Entré al baño, abrí mi bragueta y mientras me disponía a orinar, escuché que se abría la puerta y se volvía a cerrar con cerrojo. Era Antonio. Lo vi, y me di vuelta sin subirme el cierre:

- Salí de acá. Boludo dije indignado.

- Somos hombres che, no hay problema, contestó

.

- No puedo mear delante de gente.

- No seas tonto, replicó.

Intenté orinar pero no pude, mi pija comenzó a crecer como si tuviera vida independiente y el se quedó quieto mirándomela. Algo me dijo , que yo no debía moverme, que no guardara mi pija humillada. El se acercó y se paró detrás mio y apoyándome contra el culo, puso una mano hacia delante y me agarró la pija y su mano me volvió loco.

Ves como te gusta , dijo sin ningún miedo, advirtiendo que yo tenía la poronga

dura a mas no poder. Con todo su cuerpó pegado al mío, y mordiendome el lóbulo de la oreja, comenzó a masturbarme y empezaba a humedecérseme la cabecita cuando el, me dio vuelta, se arrodilló en el piso, y agarró mi verga y tras pasarle la lengua y besarla delicadamente, se la fue metiendo en la boca con gula y comenzó a mamármela apasionadamente. En un momento la soltó, a mi pesar, para decir :

Es la primera vez no ? Yo mentí asintiendo con la cabeza, porque quería que

siguiera y me diese la mejor mamada de mi vida. Y lo hizo, jugando con su lengua apretando mi pija desboada con su garganta, acariciando mis huevos con su lengua para volver a atacar el tronco de mi pija, ahhhh ahhhhh ahhhhhh balbuceaba y su aliento caliente me destrozaba de deseo. Sin decir palabra, acabé en su boca y el se la tragó toda con deleite y se paró y buscó mi boca y compartió las últimas gotitas de mi semen en un beso profundo y húmedo que terminó por desmoronar todas las barreras.

Me acarició la cara, me besó las mejillas, y luego volvió a buscar mi boca asombrada para darme un beso de lengua fuerte, dominador, húmedo y caliente que yo devolví con pasión hacia un hombre que antes no me caía nada bien. El abrió el cierre de su pantalón y yo me arrodillé para mirar extasiado como sacaba por la abertura de su bragueta su enorme pija dura, su pija de hombre maduro, su tremenda garcha chorreante, y olí su aroma fuerte, a leche , a queso, a deseo , su olor a pija, a macho y me la metí en la boca y se la chupé hasta morir del esfuerzo. Chupaba su tronco y me masturbaba al mismo tiempo, y el contenía sus gritos ante tanta dedicación, ante tan tremenda pasión juvenil. Y acabó en mi cara, en mis ojos, en mi cuello, en mis cabellos, con un sollozo, con un gemido, como un animal que acaban de herir de muerte

Me incorporé y me abrazó, y me apretó contra su cuerpo, sudoroso y extenuado por el sexo, y me dijo cosas que no escuché o que no recuerdo, palabras tiernas que nunca había oído tal vez, dulzuras desconocidas para mi corazón herido, y fue entonces que lo besé y el devolvió los besos como quien besa otro hombre por primera vez. Nos lavamos y salimos separadamente. El me siguió hasta un cuarto y alli cerramos con llave y nos desnudamos completamente. El me volvió a abrazar ahora con ternura, ahora con delicadeza, ahora como reconociéndome como un igual. Nos acostamos en la cama y nos quedamos dormidos abrazados. Me desperté y senti el grosor de su pija en la línea de mi culo, era una masa caliente y húmeda que recorria la raya como un pincel exacto de un pintor urgido. Me apreté hacia su cuerpo, y el introdujo un dedo en mi orto. Despacito suavente, como dice la canción en cámara lenta mientras mordía el lóbulo de mi odio y me llamaba tiernamente por mi nombre, y le entregué mi virginidad, le di mi culo inexplorado, lo recibí con un deseo insoportable, con una necesidad de ser penetrado, de ser reconocido, de fusionarme con otro ser humano, de sentir que alguien me hacía suyo. Y ahí, después de muchos años, lloré , lloré de una tristeza que era alegria, y me abri a su poronga enorme, dilate mi alma y mi cuerpo para que el me hiciera suyo , yo que no era de nadie.

El dolor era insoportable y ningún pensamiento podía evitar sentir que mi cuerpo se partía , que mis entrañas eran heridas mortalmente, que mi sangre recibía otra sangre, que mi carne cantaba con otra carne, la mas eterna y antigua de las canciones, la del amor.

Cogeme papito, dámela toda , metémela , ponémela toda hasta el fondo

dame tu pija enorme que quiero gozar, gritaba yo y el poniéndome una mano en los labios, su mano con alianza de casamiento, me dijo al oido susurrando apenas:

Es toda tuya bebé, toda tuya…..

Cuando luego de un largo rato, regresamos separados a la sala donde los demás ajenos a todo, seguían comiendo y bebiendo, muy disimuladamente, Antonio me miró y me guiñó un ojo cómplice. Esa tarde en el baño, había empezado otra historia. La nuestra.

galansoy

Dedicado a aquel chico que vivió esta historia (con ligeros cambios) y me la confió. Y a todos los que alguna vez tuvieron experiencias semejantes que los marcaron de por vida. Y también a mis lectores consecuentes, por supuesto, con un enorme abrazo. g.