Aquella siesta

Como un sueño se puede hacer realidad.

Yo compartía piso con un chico desde hacia ya varios meses. Nos llevábamos bien, compartíamos la casa, sus quehaceres sin disputas y cada uno llevaba su vida sin meterse en la de otro. Lo cierto es que los horarios del trabajo, nos hacían coincidir poco, tan vez eso, era el secreto de nuestro éxito.

Aquel día llovía a mares y me había tocado a mi hacer las cosas de casa, él, estaba trabajando, como de costumbre. Al acabar las faenas, y terminar de comer, me pegué una ducha y, viendo el día tan nublado, tan frío y con tanta agua, se me apeteció irme a la cama a leer un poco y descansar… Comencé a sentir el dulce peso del sueño y a eso que escuché la puerta. Era Iván, quien sino, pero yo, seguí durmiendo pues me encontraba en un estado genial de relajación y entonces, ocurrió algo insospechado. Me sentía en ese estado de duerme vela, en el que no estamos completamente dormidos, pero podemos soñar y yo soñé que Iván se metía en mi cama.

Tengo la costumbre de dormir desnuda, estaba bajo una gran colcha nórdica calentita y sentí pegar su cuerpo al Mio. La sensación fue muy grata, muy cómoda. Me abrazó por detras asiéndome a su cuerpo y durante un rato, solo estábamos así, abrazados, tímidamente él, comenzó a bajar su mano por mis muslos acariciándolos suavemente de arriba abajo, subiendo su mano hacia mis pecho, acariciando uno primero y luego el otro. Buscando mis pezones tímidos, tocandolos con exquisita suavidad. Pasaba sus dedos por la curva de mi cuello y acarició con sus labios esta zona tan sensible. Era un sueño maravilloso… Mi respiración era pausada y profunda, una corriente atravesó mi espalda e Iván, muy despacito, me giró hacia él, mirándome… Se que lo hacía, aunque mis ojos estuvieran cerrados. Yo abrí tímidamente mis piernas invitándole a mi manjar secreto y él, bajó la mano, sintiendo mi humedad. Besándome los pechos, fue bajando hasta mi mas profundo secreto, y yo no opuse resistencia, todo lo contrario, llevé mis manos hacia mi sexo abriéndolo para él, invitándole a que lo explorara, hiciera lo que quisiera con él. En mis sueños, no había lugar para la timidez de la realidad y ese gesto a él, le pareció súper sexy. Se colocó cómodo y con mucha suavidad, probó mi sabor agradandole de manera excesiva. La temperatura de mi interior le sorprendió y le animó a continuar. Buscó el orificio de mi vagina con su lengua, que, poniéndola dura, comenzó a introducir para luego, tirar hacia arriba y buscar mi clítoris. Subía y bajaba, me lamía entera, era un placer increíble. Sentía como sus dientes, buscaban mi más preciado botón y los descubría succionándolos. Sus pequeños mordiscos intercalados con largas lametadas me estaban llevando al clímax, pero no quería despertar, no quería que acabase. Iván, decidió introducirme un dedo dentro, lo hizo muy despacio, con mucha suavidad, no obtuvo resistencia de todos modos, pero esa lentitud al introducírmelo, me hizo sentir muy bien, muchas sensaciones, y cada vez que salía, me lamía entera. Con su lengua, comenzó a subir y bajar, a hacer círculos, yo, comencé a arquear la espalda, el orgasmo era inevitable y pronto iba a aparecer. Mi respiración relajada comenzó a agitarse y al llegar al clímax, abrí los ojos comprobando que no era un sueño, que Iván estaba ahí debajo, comiéndome entera. Le pedí que parara, no podía soportar más su lengua durante más rato en mi clítoris sensible. Necesitaba una pausa y sentirle dentro, aquello, no podía acabar ahí, además, después de tanto esfuerzo él, merecía una compensación.

Le invité a que subiera, a que se tumbara a mi lado, su sexo apuntaba hacia arriba, estaba muy excitado, me gustó verle así por mí. Sin pensarlo dos veces, me subí a horcajadas sobre él, pero de espaldas. Agarré con mi mano su sexo y me lo metí dentro de mí. Yo estaba tan caliente y tan húmeda que la sensación hizo que él suspirara muy bajito. Sentí que le gustaba. Dejé mi culo expuesto para que él se entretuviera tocándomelo y acariciándomelo. A mi, me encanta que me toquen esa parte de mi cuerpo, que como el resto, está muy suave. Me incliné hacia sus piernas, casi tumbándome mientras él veía como su sexo se introducía dentro del mío. Con mi lengua, acariciaba sus tobillos, le gustó esa sensación y a mi, hacerlo. Entonces, me dio una cachetada en mi trasero y me pidió que me pusiera erguida. Así lo hice, entrando hasta el fondo y quedándole sentada sobre él. Comencé a simplemente, echar hacia delante y hacia atrás, restregándome sobre él dándome un placer extremos, él, de vez en cuando, me acariciaba el culo y a continuación, me daba una cachetada que me gustaba mucho, me hacia sentir suya en ese momento. Pasé mis manos hacia atrás y le pedí que la cogiera, así, pudiera sujetarme, no dejándome escapar de allí, asiéndome hacia él, y de esa manera, comencé a cabalgar propiamente dicho. Sus manos se apropiaron de mis pechos. Los acariciaba con fuerza pero también con delicadeza, lo hacía muy bien, me volvía loca sus manos, oírle disfrutar conmigo, escuchar mi nombre en sus labios, tan bajito, con tanto deseo, me hacia creer ser un reina y en ese momento, en el que me pedía que parara yo, salí de su ser para darme la vuelta. Quería mirarle a la cara, quería ver como disfrutaba de mí, besarle con pasión. Yo sentía tal deseo que no quería que acabara a la vez que me moría por tener un orgasmo. Volví a dejarle entrar en mí, al no llevar preservativo, el contacto era maravilloso, y él, estaba tan suave… Se incorporó apoyando su espalda contra la pared y yo me senté sobre él. Abrí mis piernas lo máximo y dejé que entrara hasta el final. Dios que placer más increíble. Se asió de mis pechos, me los besaba y mordía con pasión yo, le besaba el cuello, hacia círculos con mi lengua que llegaban hasta la oreja, el susurraba mi nombre y yo, presentía el clímax así que, se me antojó que él llegara conmigo. Comencé a apretar los músculos de mi vagina, sentía su bombeo, su calor, me eché hacia atrás, apoyándome en sus rodillas, tirando de su sexo hacia mi, le encantó eso pero al sentir una corriente eléctrica por mi espalda que llegaba a la punta de mis pies el orgasmo era inevitable e incorporándome a él, me abracé con fuerza dejando que me inundara con su esencia.

Realmente fue increíble. Cuando mi ritmo cardiaco volvió a su natural velocidad, me aparté de él tumbándome a su lado, él hizo lo mismo. Sonreía sin decir nada, creo que, no se esperaba tal repuesta de mí pero, yo, tampoco hubiera imaginado que en algún momento él pudiera hacer algo así como lo que hizo. Así que después de tanto esfuerzo, nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.