Aquella noche de junio... (3)

Marta decide acudir a su cita con Efraín.

Llegué a casa pasadas las 11 de la mañana. No tuve mayores problemas en justificar la noche fuera; tanto Ismael como yo teníamos varios grupos de amigos paralelos, formados en las sucesivas empresas por las que pasábamos, a los que sólo conocíamos de oídas.

Toda la seguridad que tenía en volver a reunirme con Efraín se diluyó al poco de llegar a mi casa. Como si quisiera darle una última oportunidad a mi marido, durante la semana estuve más cariñosa y desinhibida que de costumbre. Pedía a gritos algo a lo que agarrarme y no dejarme arrastrar por Efraín. Con cualquier excusa acosaba a mi marido con besos o arrumacos, estrené un par de conjuntos de ropa íntima…. con la misma respuesta de siempre; nada. El miércoles por la noche, cansada de la pasividad de Ismael, tomé la decisión de acudir a la cita con Efraín.

Esa oportunidad que sin saberlo, había tenido Ismael, me dio confianza, me justificaba a mi misma para ir a la vez que me permitía preparar la cita con excitación sin sentimientos de culpabilidad. La primera decisión fue la ropa con la que ir; ¿algo provocativo? ¿o algo más "formal"? Un factor importante era que debía cruzar la ciudad el viernes a las 4 y media de la tarde. Finalmente el vestido me encontró a mí; me esperaba dentro de un armario en mi casa. Lo había comprado para una boda en pleno verano hace dos años y desde entonces aguardaba su oportunidad para su re-estreno. Era de gasa, quizá demasiado ligero, de tonos azules, con dos tirantes y con un generoso escote en forma de V. La falda caía con algo de vuelo y quedaba ligeramente por encima de la rodilla. Como calzado elegí unas sandalias casi planas compradas para la ocasión.

Más me costó decidir la ropa interior; tras mucho cavilar descarté el atrayente hecho de prescindir de ella totalmente, siempre tendría momento para que me la quitaran, pensé. Finalmente me decidí a no llevar sujetador y ponerme un tanga color azul a juego con el vestido.

El viernes pedí día libre en la oficina y me preparé como si fuera una víctima en un sacrificio. Ismael no venía a comer con lo que nos habíamos despedido ya hasta el día siguiente. Me duché con tranquilidad, con deleite (me impuse la exigencia de no masturbarme para llegar más excitada) mientras mi mente no dejaba de fantasear con las experiencias que me aguardaban

No sabía dónde quedaba el lugar de la cita; tan sólo sabía que era una pueblo (barrio rural más bien) a unos 10 km’s de la ciudad. Mientras el taxi sorteaba el escaso tráfico de primera hora de la tarde y el taxista se mostraba más interesado en vigilar el final de mis muslos que el resto de coches, me entretuve en imaginarme cómo sería el escenario de la cita.

El taxi enfiló el centro del pueblo. Cuando esperaba que se dirigiera a las afueras, a la zona de las urbanizaciones, giró en sentido contrario y se adentró en una zona de calles estrechas y de casas viejas. Era la parte antigua del pueblo dominada por una gran fábrica de productos químicos cerrada hace unos años. Entramos en un calle estrecha y larga, ocupada en uno de sus lados por las cocheras de la antigua fábrica, hoy refugio de sin techo y pandillas juveniles. Enfrente manzanas de viviendas idénticas construidas en su día para los trabajadores de la fábrica y que sobrevivían como pisos de renta baja. El taxi paró en la puerta de un bar.

Dos escalones daban paso al local, estrecho y largo. En la entrada, junto a una pequeña ventana había dos mesas, una de ellas ocupada por tres hombres que bebían silenciosamente. Por la apariencia parecían del Este de Europa; polacos o rusos tal vez. Muy cerca de ellos un chico extremadamente flaco echaba monedas en una tragaperras maquinalmente. Ninguno de ellos reparó en mi presencia lo que me defraudó un poco. Al fondo de la barra, Efraín hablaba animadamente con el camarero. Con decisión entré en el bar y llegué hasta ellos.

"Buena chica, puntual tal y como te ordené. Mira, te voy a presentar; el es Antonio, un buen amigo y espero que dentro de poco un socio. Ella es Marta; la muchacha de la que te ha hablado"

Antonio era un hombre de unos cincuenta años mal llevados. Una barba canosa de varios días cerraba una cara redonda y brillante por el sudor. El polo que vestía, azul marino, amenazaba con romperse por algunas costuras. Sus manos, regordetas y dominadas por los hoyuelos que le marcaban los nudillos, tenían los dedos cortos y muy gruesos cubiertos por varios anillos dorados. Precipitadamente, salió de la barra colocándose frente a mi. Me acerqué a él ofreciéndole mi mejilla para saludarle a lo que él respondió atornillándose a mis labios al mismo tiempo que sus manos colándose por debajo del vestido exploraban mi culo. Yo, sorprendida, no sabía si responder con efusividad o separarme. Pasados unos segundos que parecieron minutos debió considerar que ya bastaba como saludo y me soltó. Efraín no pareció darle importancia a las confianzas tomadas por su amigo y le dijo:

"Bueno, Antonio…. ¿qué le parece? ¿había exagerado algo? ¿está buena o no está buena la pendeja…….?"

"Joder Efraín…. Está mucho más buena de lo que imaginaba…. ¿dónde me has dicho que la encontrasteis?"

"En un bar por una zona de marcha de españolitos…. La muy guarra iba de marcha con su maridito y unos amigos pero la dejaron sola y allí estaban Efraín y sus muchachos… y ella eligió seguirla con ellos. No es cierto, ¿Marta?"

Sonreí asintiendo. El tal Antonio parecía muy impresionado con conmigo y la historia. Me miraba como un objeto, como mercancía. Me gustaba la situación.

Efraín me atrajo hacia si tomándome por la cintura. "Mira, Antonio, hoy es tu día de suerte. Te voy a redondear la oferta. Si te animas a hacer negocios conmigo en las condiciones que hemos hablado antes…" Efraín hizo una pausa antes de seguir y me miró rápidamente, "… tendrás a Marta dos días por mes para que hagas con ella lo que te venga en gana. Todo lo que quieras"

Antonio abrió mucho los ojos mirando primero a Efraín y después a mí. Visiblemente nervioso, se introdujo nuevamente en la barra simulando buscar una botella. Por fin, se sirvió en una vaso pequeño un whisky de una botella que tenía delante y tras bebérselo de un trago volvió donde estábamos nosotros.

"No es que quiera dudar de lo que me propones Efraín pero…. Es española, joven, está buena y no sé si…."

"¿Qué no sabes?... entiendo… duda de ti, Martita…." me dijo Efraín volviéndose hacia mi, "… duda de las posibilidades que se le ofrecen. Hazle una demostración"

Efraín se me quedó mirando con una mueca burlona. Quería una demostración. "¿Pero de qué?", pensé. Evidentemente la demostración era sobre mi obediencia y mi sumisión. Convencerle que podría hacer lo que a él se le antojara. Ofrecerme a Antonio…. no, demasiado obvio, pensé. Miré a los chicos de la entrada que seguían bebiendo junto a la entrada. Ya sabía lo que iba a hacer. Sonreí y respiré hondo.

"¿Me ayudas con esto, Efraín?", le dije mientras descubría la cremallera de mi vestido.

Por fin me giré otra vez y muy despacio, sin dejar de mirar a Antonio, me desprendí del vestido, dejándolo doblado sobre una banqueta. Antonio babeaba con la mirada clavada en mis tetas. Me las acaricié describiendo círculos lentamente en ambas a la vez que me pellizcaba los pezones. Mi público en ese momento era Antonio y lo quería impresionar. Tras unos segundos de pausa, me deshice de la braguita sacándomela por los tobillos.

"Me podrías guardar mis bragas, ¿Antonio? Luego las recojo. Gracias"

Casi tuve que ponerle yo las bragas en sus manos. Durante unos segundos dejé que Antonio me recorriera con la mirada. Era un tipo de mirada (una de tantas) que me volvía loca; el de una persona que no acaba de creerse que pueda tener acceso a una mujer como yo. Sin mediar palabra, Efraín tras pasar una de sus manos por mi sexo se la mostró a Antonio.

"¿No te lo dije? Empapada. La muy zorra está empapada….."

Enfilé la barra del bar camino de las mesas donde estaban los chicos. A cada paso que daba, mi humedad aumentaba. El hecho de no tener la evidencia de que fuera a gustar me hacía sentir más inferior, más desprotegida…. más caliente. Pensar que alguien me pudiera rechazar tras ofrecerme desnuda me llenaba de miedo y placer a partes iguales. Uno de los chicos, el que me quedaba de frente, fue el primero en verme. Tras decirles algo a sus amigos en un lenguaje que no comprendí, sus dos compañeros se volvieron hacia mi.

Tendrían mi misma edad más o menos. A juzgar por las manchas en su piel y en su ropa eran pintores de brocha gorda. Dos de ellos tenían el pelo muy corto y eran muy delgados. El tercero, algo más gordo y que vestía un peto blanco, llevaba el pelo muy largo, cogido por una goma en una coleta. Sus caras denotaban sobre todo sorpresa mientras me veían acercarme a ellos.

"Buenas tardes chicos…. me llamo Marta", les dije a la vez que subía una pierna a la silla que ellos dejaban libre. Mi coño se mostraba abierto y palpitante ante ellos. "Soy nueva en el bar de Antonio. Sólo quería deciros que hoy, por ser mi primer día, hago un precio especial; por 3 euros me dejo tocar todo lo que queráis, por 5 euros os la chupo y por 10 euros me dejo follar. ¿Os interesa?"

Mis temores eran primero que entendieran el español y segundo, que estuvieran interesados, por supuesto. Tras unos segundos, el más gordito se levantó y tras buscar en el bolsillo de su peto, arrojó un billete de diez euros me tomó a de la mano y me llevó al baño.

Casi a empujones me metió al baño; me besó en la boca mientras sus manos recorrían mi cuerpo. Acto seguido y con voz huraña dijo algo en su idioma mientras desabrochaba el peto y se lo bajaba hasta los tobillos quedándose sentado en la taza del water. Me atrajo hacia él y me arrodilló tomándome de la nuca.

Me metí su polla en la boca. No estaba interesada en trabajitos artesanales, quería que me follaran aquellos tres chicos cuanto antes para impresionar a Antonio y que Efraín se sintiera orgulloso de mi, de su puta. Así que tras lamerle el miembro, delgado y largo, me incorporé y sentándome de espaldas a él, me introduje su polla. Poco me duró porque apenas dos minutos después él se corrió dentro de mi sin previo aviso. Acto seguido me quitó de encima suyo de malos modos y salió del baño mientras se vestía.

Mi segundo amante estaba esperando en la puerta a que terminara su amigo. Cuando entró ya no llevaba pantalones y se masajeaba su polla más pequeña pero mucho más gruesa. Mientras me decía palabras más amables pero igualmente incomprensibles para mi, se sentó. Yo me senté frente a él, y al notar que las paredes de mi coño se adaptaban a su polla, pude confirmar que su grosor era decididamente mayor. Mientras me comía las tetas yo empecé a moverme lentamente al principio y con más ritmo después, gozando con cada movimiento de ese miembro pequeño pero tan grueso en mi interior. Tras un buen rato nos corrimos prácticamente a la vez, quedándome exhausta en el suelo del baño. En ese momento pude ver cómo la escena había sido observada por Antonio desde la entrada. Le sonreí. Mi fogoso segundo amante del día se despidió de mí con un beso en los labios.

Peor me fue con el tercero, un chico tímido que no consiguió una erección aceptable pese a todos mis esfuerzos. Tras muchos intentos se corrió en mi boca entre jadeos.

Una vez me quedé sola en el baño me lavé y salí. Había cumplido mi misión. Sólo tenía que recoger el dinero que había sobre la mesa de los pintores y volver con Efraín y Antonio que en el fondo del bar me esperaban sonrientes. Pero cuando me aproximaba a la mesa mi mirada se cruzó con la del chico de la tragaperras. Parecía que estaba atornillado al suelo. No había puesto dinero ya que de haberlo hecho hubiera guardado su turno ante la puerta del baño. Sin pensármelo mucho me acerqué a él y tomándole de la mano nos metimos en el baño.

Su cuerpo desnudo era un saco de huesos, tanto que daba la impresión de que te ibas a hacer daño al rozarte con el. Fui más amable y cariñosa que con el resto. Lo besé largamente en la boca. Después me ocupé de su polla, de aspecto tan desnutrido como el resto del cuerpo, lamiéndosela con delicadeza hasta que noté que no aguantaría mucho más momento en que me lo introduje en mi. Tras correrse entre gemidos me pasó una mano por la mejilla y me dijo un "Gracias" que me impresionó.

Con la sensación de haber pasado el examen con nota, salí del baño y recogí de la mesa los 28 euros que había sobre ella. Con ellos en la mano crucé el bar para reunirme con Efraín y Antonio. Una vez llegué hasta ellos entregué el dinero a Antonio. Efraín dijo:

"Ahora ya sabes Antonio, qué tipo de presente te ofrezco". Se volvió a mi y me dijo "Muy bien Marta…. ponte el vestido y vámonos, tenemos trabajo. Las bragas déjaselas a Antonio mientras se piensa si hacemos negocios o no"

Una vez me puse el vestido, Efraín me tomó de la cintura y salimos del bar. En la calle, Efraín se giró hacia mi y me susurró "Danilo y sus muchachos te envían saludos y quieren que te diga que han terminado la obra así que ahora tendrás que cumplir con ellos. Creo que también sería bueno que pasaras un rato con los nietos de Gladis, ¿no crees?"

Le miré y sonreí. Decididamente, el día estaba superando mis más húmedas expectativas.