Aquella noche de junio... (2)
La puerta se abre y Marta descubre una nueva manera de entender el sexo
La puerta se abrió. Para entonces yo estaba atornillada a los labios de Abdalá. Había conseguido arrancarme de los brazos de Mohamed y disfrutaba en exclusiva de toda mi femineidad. Mis brazos rodeando su cuello, con su brazo derecho sujetaba mis piernas y aún le quedaba el izquierdo para recorrer mi espalda y acariciar mi culo.
Pensé que iba a entrar en el piso como entran las novias en su casa; sólo que por esa noche iba a ser la novia de todos. Abdalá besaba bien y lo sabía porque apenas me tuvo cogida por las piernas con mis brazos rodeando su cuello se volvió a concentrar en explorar con su lengua todos los secretos de mi boca.
Entramos en una habitación. Dejé de besar a Abdalá y le ofrecí mi cuello para que siguiera ejercitando su lengua y yo pudiera curiosear el escenario que me esperaba. La habitación parecía grande. Lo único que se podía ver era una mesa en el centro cubierta por una manta. Daba la sensación de no haber nada más ya que el único punto de luz de la estancia era una bombilla que colgaba sobre el centro de la mesa y que a pesar de su notable potencia (que le daba un aire similar al de una sala de interrogatorios) apenas conseguía alcanzar las paredes más que en forma de débil penumbra. En la pared del fondo, parecía distinguirse una cama
Las voces de Iván y Daniel se mezclaron con una voz ronca, de mujer:
"Por fin llegáis, ¿de quién se trata? ¿Africana, como las últimas? .Sí, pasad allí. ¿Está muy borracha?"
"Apenas nada. Un par de copas " distinguí la voz de Daniel.
"¡¡¡ Pero si es una blanquita!!! ¡¡¡Y española!!! Efraín ¿te has vuelto loco? "
No entendía nada. Tampoco me asusté. Estaba segura de lo que esperaban de mí y yo estaba dispuesta a darlo todo.
Abdalá me posó sobre el borde la mesa y se retiró. Pude ver por primera vez a la dueña de la voz ronca de mujer.
Tenía unos 60 años, era bajita y ancha, muy ancha. Su rostro era casi masculino, su tez oscura. Me miraba con el ceño fruncido. Alzó mi barbilla con sus manos y me observó ambos perfiles. Luego me tocó las tetas, como dudando de que fueran naturales. Con sus dedos me separó los muslos y los hundió sin contemplaciones en mi sexo. Sus endurecidos rasgos se suavizaron al comprobar la humedad. Sonrió.
"Es guapa . y está excitada, de eso no hay duda . pero es joven, española y parece que de buena posición . ¿estás seguro Efraín?"
"Seguro Gladis, seguro .. Corre la voz en todo el edificio. Tenemos una españolita dispuesta a todo. El precio, el doble que el de costumbre. Yo estaré en la habitación del fondo".
El hecho de saber que iba a servir para aliviar a un indeterminado número de hombres no hizo sino aumentar mi excitación. Ya no solo eran los 4 sudamericanos y los dos marroquíes. Perdía el control. Y encima iban a pagar por ello. No saber a quién me iba a entregar me ponía a mil. Gladis notó el aumento de mi excitación.
"No sé dónde la encontrasteis pero es de las buenas La muy zorra casi se corre al oírte. Que empiecen a entrar"
Parecía que respetaban el turno en que me habían encontrado y esperarían a que los sudamericanos me follaran para entrar en acción el resto de hombres que tímidamente se empezaban a acercar a la mesa. Yo, sentada en el centro de la mesa, esperaba. De entre las sombras empezaran a surgir los primeros desconocidos, hasta seis, de todas las edades y razas que iban tomando posiciones al borde de la mesa. Los más osados, empezaron a acariciarme las piernas y las tetas. Miré fijamente a los recién llegados, sonreí y me recosté, abriendo todo lo que pude las piernas .
Mientras los marroquíes se desvestían con mucha calma en una esquina de la habitación, y yo guiaba a las tímidas manos que me empezaban a explorar, Iván, Daniel y Jonás ya desnudos comenzaron a discutir entre ellos por el orden en que me iban a poseer abriéndose paso entre los que ya estaban metiendome mano descaradamente. Empecé a tener los primeros orgasmos. Los desconocidos se retiraron. Anulé a uno de los tres candidatos a penetrarme cuando agarré la polla que más cerca tenía, la de Jonás, y la empecé a lamer de modo delicado, muy despacio, paseando mi lengua varias veces desde la punta de su capullo hasta los huevos. Noté que unos dedos masajearon mi clítoris y separaban mis labios como para asegurarse que estaba lista. "Llevo lista desde que os vi en el bar", pensé instintivamente. Alguien tiró de mis tobillos acercándome al borde de la mesa y la punta de una polla empezó a hurgar en mi agujero.
Por fin, noté que una polla me penetraba sin contemplaciones. Fue un momento especial, de ruptura ya que no había sido infiel a mi marido hasta ese momento. Ahora ya no podía decir que era el único que me había penetrado. No me molesté en saber quien era el afortunado, me concentré en sentir como mi coño se adaptaba al grosor del miembro que lo invadía con rítmica cadencia y en lo que tenía en la boca, la polla de Jonás. Para entonces ya hacía un rato que se le chupaba rítmicamente, metiéndomela hasta donde era capaz. Advertí que se iba a correr cuando noté la tensión extra que adquirían los músculos de su polla. Decidí sujetarla con fuerzas para que me eyaculara dentro. No me gustó el sabor, la verdad, aunque fue un esfuerzo bien empleado al ver las caras de satisfacción en su mayoría desconocidas cuando me puse a recoger con la lengua las últimas gotas que quedaron en el glande del chico. Para entonces mi cuerpo era un conjunto de manos y bocas intentando tocar, pellizcar, besar, lamer o chupar cualquier parte de mi cuerpo, en especial mis tetas. Parecía que los desconocidos se habían colado a los marroquíes. Un anciano casi sin dientes me lamía el pie derecho. En el momento en que, mi primer follador, que resultó ser Daniel, eyaculaba sobre mi vientre, Iván ya le estaba apremiando para que dejara libre su sitio. Otro desconocido, me orientó la cabeza hasta meterme su larga y delgada polla en la boca una vez Jonás se había retirado.
En cuanto Mohamed y Abdalá intuyeron que Iván iba a eyacular sobre mi, se fueron aproximando a la mesa. Totalmente desnudo, Mohamed se acercaba lentamente a la vez que se masajeaba su enorme tranca con la mano derecha. Con el brazo izquierdo iba retirando a todos cuantos se cruzaban en su camino. Lo que consiguió es que todos se abandonaran su puesto alrededor de la mesa y echaran un par de pasos para atrás en espera de tiempos mejores. Se hizo un silencio de expectación.
Los tópicos sobre las razas, algunas veces, son ciertos. Mohamed se tomó su tiempo en prepararme, acariciándome con fuerza el clítoris con el dedo índice mientras me separaba los labios con el pulgar y el corazón. Aunque era muy agradable, estaba deseosa de que me metiera su enorme aparato dentro cuanto antes.
A pesar de la lubricación de mis genitales y de que la gruesa polla avanzaba con facilidad, Mohamed se tomó su tiempo en la primera penetración. Comparado con mis dos amantes anteriores, Iván y Daniel, su embestida parecía no tener fin. Poco a poco empezó a ganar en frecuencia. Tímidamente, volví a ser rodeada de extraños. Mohamed, viendo que la cosa no estaba para lucimientos decidió acabar por la vía rápida. Viendo la nómina de machos que me quedaban por satisfacer, le agradecí la follada más bien salvaje que cálida y larga.
Tampoco recuerdo mucho más. Las embestidas eran más bien cortas. Algunos eyaculaban dentro de mi, otros sobre mi vientre, los más sobre mi cara. En el momento en que acabó conmigo Abdalá, los amantes se sucedieron con más rapidez. Casi todos ellos apenas duraban un minuto pasado el cual me hacían girar sobre la mesa cogiéndome por los tobillos para enfrentarme con el siguiente afortunado que me iba a penetrar. Mis orgasmos los conseguía a costa de cuatro o cinco tíos distintos. La mayor parte del tiempo tenía una polla en el coño, otra en la boca y una en cada mano. Alguien, en español, propuso que me levantaran para penetrarme por detrás. Finalmente se desestimó por el número de personas que aguardaban y la dificultad de subirse sobre la mesa. Mucha parte del tiempo la pasaba con los ojos cerrados. Follar sin importarme con quien lo hacía me ponía a mil. Me hubiera gustado que me hubieran vendado los ojos incluso que me hubieran atado. Creo que o bien Mohamed y Abdalá me tomaron varias veces más o alguno de los vecinos africanos se unió a la fiesta porque tres o cuatro veces, noté que la polla que me penetraba era más gruesa y larga que las otras y que las embestidas eran mucho más largas de lo habitual. No me molesté en abrir los ojos y comprobarlo; me gustaba más dejarme llevar.
No sé cuanto tiempo duró la orgía. Casi al final, unos brazos me cogieron y me dejaron en la cama. Cuando pensaba que todo acababa, abrí los ojos y vi que sólo quedaban dos amantes, seguramente los más ancianos. Con ellos tuve que colaborar; no me llegaron a penetrar con sus miembros. Se la tuve que mamar después de haber guiado a sus manos por todos los rincones de mi cuerpo.
Debí dormir unas tres horas. Me desperté sobresaltada en la cama con un viejo abrazado a mi cintura al que recordaba débilmente. De la única ventana sobre el cabecero entraba una luz que iluminaba toda la habitación. Un despertador marcaba las 10. Me sentía algo mareada pero bien. Sucia, sudorosa. El coño lo tenía algo enrojecido. Me levanté con cuidado de no despertar a mi desconocido amante. Debía tener más de 70 años. Su cuerpo me recordó a una pasa arrugada con todas las carnes flácidas desparramándose por el colchón excepto un pene de dimensiones considerables teniendo en cuenta su estado de letargo. De la punta del capullo colgaba un hilillo de líquido. Sonreí. El viejo debía haber sido de los últimos en gozar de mi.
Con la luz del día, vi una puerta entreabierta en un lateral de la habitación que daba paso a un baño. Entré y me quedé mirando estudiando la imagen que me devolvía el espejo. ¿Qué has hecho Marta? Disfrutar me respondí a mi misma, gozar de una manera que nunca había soñado .. Me metí en la ducha y me deleité con la caricia del agua agua sobre mi piel llevándose todo el sudor y los restos de semen que la noche anterior había dejado sobre mí. Al salir conservaba un brillo especial en los ojos y una excitación muy agradable. Me enrollé una toalla, la más pequeña que encontré, alrededor de mi cuerpo; apenas me cubría el culo mientras que por arriba apenas llegaba a tapar mis pezones. Sonreí y salí del baño.
Incluso el frío del suelo de las baldosas en mis pies me parecía excitante. ¿Qué me estaba pasando? ¿Había pasado la noche fuera, mi marido me estaría buscando, yo me había follado a todo un bloque de inmigrantes, me había despertado abrazada a un viejo que podría ser mi abuelo y aún estaba excitada? ¿Era posible que no sintiera vergüenza, humillación al dar la cara al día siguiente después de lo ocurrido? La respuesta, evidentemente, era que sí era posible. No sentía vergüenza. Humillación, sí; pero era una humillación excitante. Salí al pasillo. Las voces provenían de lo que parecía ser la cocina. Paladee el placer de entrar en una habitación ocupada por desconocidos con una pequeña toalla por todo vestido. Entré.
En la cocina estaba Gladis dando el desayuno a tres chicos de unos 14 ó 15 años.
"Buenos días mi niña .. déjame que te vea", su expresión era mucho más dulce que el día anterior. "Ven, ven aquí. Siéntate sobre la mesa y deja que me ocupe de eso" Gladis se refería evidentemente a mi coño. Me hizo sentar en una silla junto a la ventana.
Sin preocuparse de las miradas de los chicos, levantó la toalla que me cubría y examinó mi coño. Al menos dos de los tres chicos pudieron ver la fina tira de pelos que cubría mi pubis. "Voy a por una pomada. Esa concha trabajó mucho ayer pero en unos minutos estará como nueva. Ahora regreso". Para contrariedad de los muchachos (y mía) la toalla volvió a su posición inicial.
Salió de la cocina y me quedé sentada frente a los tres muchachos. Casi al mismo tiempo, instintivamente, acercaron sus sillas hacia mi. Las rodillas de dos ellos casi podían rozaban las mías. Me comían con la mirada. Físicamente eran apenas unos niños, sus caras llenas de granos en dos de ellos y sus piernas sin pelo así lo indicaban pero en sus miradas había un deseo que quemaba.. Vestían camisetas de pijamas. Abajo, unos slips blancos de algodón. A pesar de que los slips no les quedaban precisamente justos, se podía ver la tensión de la tela en sus entrepiernas. Recé porque Gladis no tuviera mucha prisa en volver. Cualquier movimiento haría que la toalla cayera y .
Para mi contrariedad y la de mi joven público, Gladis volvió en unos segundos. Sin reparar en la extraña posición de las sillas de los chicos, muy cercanas a la mía, se abrió paso hasta llegar a mi y me aplicó una crema en mis partes íntimas. Al comprobar la humedad de mi sexo, sonrió. "Parece que ayer no tuviste suficiente ¿eh? Los chicos ya te habían puesto cachonda otra vez . Pero si apenas son unos niños Bueno, ya habrá ocasión de entregarte a ellos otro rato. Ahora busca a Efraín; te está esperando en el salón".
Con gran desilusión, me levanté de la silla y me dirigí a la puerta de la cocina. Pasé lentamente, rozándome intencionadamente con las piernas de los chicos. Un par de manos me tocaron la parte baja del culo por debajo de la toalla, como ayudándome a pasar. El más mayor de ellos se dirigió a Gladis:
"Abuela, por favor, déjenos a la pendeja un rato solo .. La cosa no será más de media hora, nadie se tiene porque enterar "
Me di la vuelta esperando la respuesta. Contuve la respiración. Ojalá diera su permiso y me ofreciera a esos tres pillos .
"Ya saben lo que dijo Efraín. Primero quiere hablar con ella. Luego ya se verá. Y tú no te quedes incitándoles. Pareces una perra en celo. Apúrate. Efraín te espera en la habitación del fondo del pasillo"
Al salir al pasillo me apoyé en la pared y me detuve. ¿Qué me estaba pasando? Lo de ayer era "entendible", no pasaba nada. El alcohol, la falta de sexo con mi marido .. bien. Lo había pasado bien pero era hora de recuperar el control. No había hecho nada que no pudiera tapar; debía recoger mi ropa y regresar a casa. Un encuentro con una amiga o alguna excusa tonta y esto sólo quedaría como recuerdo íntimo para masturbaciones solitarias en mi cuarto de baño. Si no lo hacía, podía estar a punto de dar pasos que serían difíciles de dar marcha atrás. Pero, por otro lado . ¿porqué estaba tan excitada? ¿Porqué hubiera sido capaz de pagar por entregarme a tres críos? Control, me empecé a repetir, control. Avancé por el pasillo y entré en una nueva habitación donde estaba Efraín.
La sala que parecía gemela de la habitación donde había pasado la noche, solo que el espacio donde en la otra estaba la cama aquí lo dominaba un mueble con una televisión. Me sorprendió que fuera de las planas; parecía que no pegaba con el entorno. Enfrente de la televisión un viejo sofá de escai sobre el que estaba cuidadosamente doblada mi ropa. A ambos lados, dos sillones junto a dos puertas, a ambos lados de la televisión, que daban a una gran terraza. En uno de ellos, el de la derecha, Efraín aparentaba leer un periódico. Al notar mi entrada en la sala, se volvió hacia mi.
"Buenos días Marta ¿cómo se levantó? ¡No me lo diga . ! ¿Cansada, no es cierto?" Río de su propia broma.
"Sí, bueno . Ayer lo pasamos bien" respondí con gesto serio. Control, control, me repetía. "Ahora me gustaría recuperar mi ropa. Debo irme. Es tarde y en casa se preguntarán dónde estoy"
"Seguro, seguro .. En eso quedamos, ¿no es cierto? Y Efraín es un hombre de palabra. Siempre cumplo. Ahí tiene su ropa, puede vestirse y marchar" dijo señalando el respaldo del sofá. "No obstante, antes de marcharse me gustaría conversar con usted".
Dudé unos instantes. "Control, control" me repetía. Di un rápido vistazo a mi ropa. "Lo has conseguido", me dije. "Sólo quiere hablar un momento contigo pero te da la ropa. Has explicado lo que pasó ayer y lo ha dado por bueno. Puedes vestirte cuando quieras y marcharte y esto no habrá pasado. Date el último placer de esta aventura y no te vistas todavía; veamos qué tiene que decirte y disfruta por última vez mientras tú lo escuchas prácticamente desnuda delante suyo".
Me auto-convencí. A fin de cuentas él nunca sabría el porqué de mi acción. Pasando junto a mi ropa, la ignoré y me senté en el sillón de enfrente que ocupaba Efraín. Por lo corto de la toalla. Tuve que cruzar las piernas para que Efraín no tuviera una imagen completa de mi entrepierna.
Efraín sonrió asintiendo con la cabeza.
"Bueno, ¿qué querías decirme?, te escucho" le dije.
"Muy fácil, Marta. Le ofrezco ser mía. Mía en propiedad. Mi puta. Sé que usted tiene una vida respetable, con un buen trabajo y que junto a su joven marido disfrutan de un buen nivel de vida. No le pido que renuncie a eso. Pero cuando le llame y usted lo pueda arreglárselas, vendrá y se entregará sexualmente a quien yo diga, cuando yo diga y cómo yo diga. Sin preguntas. Y sin dinero a cambio, por supuesto. Entiendo que si su círculo se enterara de esta doble vida se metería en problemas y le garantizo que eso no ocurrirá. Confíe en mi. A cambio, usted va a gozar de su sexualidad de un modo que ni se imagina".
Algo parecido a un calambre recorrió muy cuerpo. "Control, control", me repetía. "Efraín ..", la voz me salía entrecortada "creo que tenemos una distinta opinión de lo ocurrido ayer .. aquí en España, en Europa, las españolas son muy distintas a vuestras mujeres, empezando por el modo en que viven el sexo. Supongo que en su país es impensable que una mujer joven, casada hiciera lo que yo hice sin dinero a cambio. Pero aquí no es tan raro. Ayer bebí mucho, tuve una pequeña bronca con mi marido y justo en ese momento, cuando más sola me encontraba, os conocí a vosotros. Me divertí mucho, bailamos y porqué no decirlo; me gustó el modo en que me tratasteis. Me sentí admirada y deseada por todos. Conseguisteis excitarme, en una palabra". "Control, control", me repetía. "Vas bien", pensé.
"Luego", añadí "vinimos aquí y una cosa llevó a la otra, ya te he dicho que conseguisteis excitarme y No me siento especialmente orgullosa de lo que pasó aunque también admito que fue muy placentero para mi. Nadie me forzó ni me engañó para que pasara. Pero eso no quiere decir que se vuelva a repetir nunca. Y ahora, si me disculpas, tengo que volver a mi casa", concluí haciendo ademán de levantarme del sillón.
"Siéntese Marta", dijo Efraín con gesto serio. Instintivamente obedecí.
"Está usted cometiendo un intento de engaño a dos personas. Es decir, dos delitos. El uno es muy grave porque el estafado soy yo. El otro lo es todavía más porque la víctima es usted. El auto-engaño es el peor veneno del que puede beber una persona. ¿Se cree de verdad lo que me ha dicho? La he estado observando esta mañana desde que se ha levantado; el modo en que se ha quedado mirando a su último amante, el examen que se ha hecho frente al espejo, la ducha que se ha dado incluso lo cerca que ha estado de perder los papeles con los muchachos, apenas unos niños .. ¿Tengo que ser más explícito?"
Sin dejarme responder, continúo.
"Salga conmigo a la terraza"
Mecánicamente me levanté del sillón y me dirigí hacia la puerta. Noté como empezaba a perder el control. Mi sexo, volvía a palpitar descontrolado. Justo bajo el borde de la toalla que me cubría, noté cómo se endurecían mis pezones. Al salir a la terraza, la luz del día no hizo sino sentirme más desnuda, más indefensa, más excitada. La vocecilla que me pedía control apenas la oía. Me quedé apoyada en la barandilla, esperando una nueva orden. En el edificio de enfrente, apenas a unos metros nuestro, y a un nivel ligeramente superior un grupo de obreros trabajaban en la rehabilitación de la casa. En total, el grupo lo formarían unos 10 hombres.
Efraín se colocó a mi derecha, pasando su brazo por mi cintura.
"Danilo . Danilo .. ¿pasó ya la inspección? ¿todo bien?", gritó Efraín hacia el edificio de enfrente.
A la voz de Efraín, la actividad del grupo cesó, volviéndose todos hacia nosotros.
"Todo controlado, don Efraín, sin problemas .. por arte de magia los papeles aparecieron y la denuncia se ha dado por cerrada. Muchas gracias".
Evidentemente, Efraín tenía algún tipo de poder sobre aquellos hombres porque ninguno de ellos me miró mientras su encargado contestaba. Todos tenían la vista clavada en Efraín ignorando a la mujer que sólo con una toalla estaba a su lado.
"No es magia, Danilo, son contactos, favores que la gente me debe. No lo olvides. Pero ya hablaremos de eso. Lo que quería hacer ahora es presentaros a mi nueva amiga. Se llama Marta. ¿Qué os parece?"
Diciendo esto, me tomó de la mano y retirándome un poco de la barandilla para que pudieran ver entera me obligó a girar sobre mi misma. Un estruendo de silbidos y expresiones pornográficas se oyeron desde el otro edificio.
"Parece que les gustaste, pasaste la primera prueba. Ahora quítate la toalla y muéstrate", me susurró Efraín al oído.
El deseo terminó de matar al control. No recordaba haber estado tan excitada nunca. Supongo que por deseo de comparar, recordé la sensación de excitación, de peligro las primeras veces que tuve sexo con el que hoy es mi marido en casa de sus padres siendo todavía estudiantes. No había comparación posible. Sonriendo a todos ellos, muy lentamente, me despojé de la toalla quedando completamente desnuda. Alejé lo más que pude la toalla con el pie.
"Y lo mejor de todo", intervino Efraín, " es que es española como el cabronazo que nos ha intentado denunciar, Danilo. Si cumplen con los plazos y la semana que viene está concluida la obra, esta zorra será suya, de todos ustedes, todo un día entero para que le den duro las veces que quieran aunque ya les aviso que es insaciable la muy pendeja"
"De por seguro que lo haremos, don Efraín .. y que cuando se la devolvamos a lo peor para usted ya esté saciadita". Un corro de risas y vítores acompañó al comentario.
"Pues ya sabéis chicos, a trabajar. Nada me gustaría más que pasar un día con vosotros, y me demostréis qué sois capaces de hacer conmigo", contesté yo totalmente fuera de mi. Hubiera sido capaz de cualquier cosa porque ese día fuera en ese mismo momento.
Mi respuesta no hizo sino encender todavía más los ánimos tanto que Efraín tuvo que ordenar que volvieran al trabajo.
Cogiéndome del culo y dejando la toalla en la terraza, volvimos a entrar en la sala.
Una vez dentro, sin mediar palabra, se puso enfrente mío y me atrajo hacia si cogiéndome por la caderas, dándome un beso largo y cálido mientras sus dedos hurgaban en mi sexo. Por un momento tuve que retirar mi boca de la suya para gemir de placer.
"Creo haberte demostrado que intentabas engañarme a mi y a ti. Sobre la mesa hay una dirección. Preséntate allí el viernes a las 5 de la tarde. Te estaré esperando"
Dicho lo cual, se alejó en dirección hacia la puerta. "Ah, dos cosas más" dijo antes de salir. "Arréglatelas en casa; no será fácil que vuelvas a dormir. Tienes margen de maniobra, a fin de cuentas, tu maridito no es mal chico pero tampoco es un santo. Y otra; no esperes que nadie te toque un pelo en todo el barrio. Si estás pensando en encontrar un hombrecito o dos que te alivien el calentón, aquí no los encontrarás. Todo el barrio sabe que me perteneces y que no pueden tocarte sin mi permiso. Hasta el viernes"
Una vez Efraín marchó de la habitación, me senté en el sillón que antes había ocupado él y me masturbé de la manera más salvaje que hubiera hecho nunca. No podía aguantar más. Pasados unos minutos, una vez mi respiración se acompasó, me vestí muy lentamente como esperando la aparición de alguien que finalmente no llegó. Cogí la tarjeta. A mano estaba escrita una dirección. Sonreí y me la metí en el escote. Por supuesto que fui aunque eso os lo contaré en la tercera parte.
Continuará