Aquella noche de junio... (1)

La noche en que la vida sexual de Marta cambió para suerte de muchos.

Me llamo Marta y tengo 32 años. Hace sólo un par de meses no me podía imaginar que fuera a colgar de internet un trozo de mi vida y menos que fuera un relato pornográfico.

Llevo casada 8 años, no tengo hijos. Mi vida sexual hasta el momento en que empieza mi historia de podría definir como… ¿inexistente? Sí, creo que es un buen calificativo. Me casé enamorada de mi marido pero tras una imaginativa etapa de novios, el matrimonio nos llevó al aburrimiento y a la monotonía. Los turnos de trabajo y los horarios hicieron el resto. No obstante trataba de vivir así y la verdad es que casi me había acostumbrado ya, aunque de cuando en cuando notaba alguna mirada (algunas veces de mi marido y otras muchas de extraños), que me provocaban calentones que sólo los lograban sofocar impulsivas masturbaciones.

La historia comenzó una noche de junio. Esa noche salimos a cenar 3 parejas. Era un día de juerga; cena en un sitio "bien" y luego copas hasta que el cuerpo aguantara en un bar-discoteca. Éramos (somos) casi jóvenes, tenemos buenos trabajos y la vida son sonríe, al menos en apariencia. Las 4 botellas de vino y los licores pasaron pronto factura en los chicos. Una de las parejas se fue a casa apenas habíamos llegado al bar de las copas.

Así que allí nos quedamos los otros cuatro; mi marido, Ismael y Jose y Sandra. Ismael y Jose son muy amigos. A veces "demasiado". Estuvimos los cuatro contando bromas y bailando un rato. Las copas siguieron cayendo; una, dos, tres…..

Más o menos como hacia la segunda copa me fijé en los chicos que estaban al lado nuestro. Eran 4, de edades diferentes y con aspecto sudamericano. Aunque la iluminación del bar no era la mejor se les apreciaba el tono marrón oscuro de su piel. El más joven apenas tendría 20 años, luego había otros dos más o menos de mi edad y el mayor aparentaba unos 50 años. Al principio sonreí para mis adentros. Pensé "Mira, estos han venido aquí a ver si pescan alguna española desesperada o suficientemente borracha". Pero un poco después me fijé en la descarada forma en que me miraba uno de ellos y al ver cómo me sonreía casi me enfado al pensar que la española desesperada que querían pescar era yo. Tras el inicial "mosqueo", me sorprendió notar que me sentí deseada y agradablemente excitada.

"Quiedo idme a casa", me vino a decir Ismael. "Estoy mu malito…." No era justo. Yo había controlado bien el alcohol, estaba pasándolo bien, me gustaba la música y ¿de repente se acababa? "Espera un poco más, sólo un poco… Todavía es pronto", le contesté.

"No puedo….. estoy muy cansado"

Lo que más me jodía era que llamara cansancio a la borrachera.

"Pues mira, esto es como cuando yo estoy cansada y me voy a casa antes de tomar la última. ¿Estás cansado? Pues vete. Yo iré luego"

Mi intención era estar un rato más con Sandra y Jose bailando en el bar. Como mucho tomar una copa más y en una hora estaría en casa. Lo que no contaba era que Jose en cuanto vio que su amigo se iba se marchó también arrastrando a Sandra. Así pues o me iba tragándome mi orgullo con ellos después del amago de discusión con Ismael o me quedaba sola en el bar.

Antes de que tomara una decisión ya se habían ido. "Apuraré la copa y luego me iré tranquilamente. Llegaré un poco más tarde que ellos y encima tendré un motivo para estar enfadada mañana". La guerra de guerrillas de los matrimonios lleva a mecanismos mentales que parecerían de locos a los veinte años.

Apuré la copa en dos tragos. Me dirigí a la barra a dejarla con idea de irme ya. En ese momento, pusieron una canción de La Unión que me gusta especialmente. "Venga la última y me voy", me dije. La cantidad de alcohol bebida de repente creo que fue lo que me hizo quedarme un poco más.

"Hola, guapa. ¿Se te fue la compañía y te quedaste sola?" Me volví para ver quien me hablaba. Era el más mayor del grupo de sudamericanos que tenía al lado. De cerca, todavía parecía más mayor. No, mayor no. Viejo. Quizá fue eso lo que empezó a gustarme. Pensar que alguien como él no podía, no debía aspirar a tomar contacto con alguien como yo. "Una mujer tan hermosa como vos no debería estar nunca sola. ¿Nos permites acompañarte? A nosotros también nos gusta el bar y la música, sólo nos falta la compañía. Además, nosotros no tenemos tanta plata, no salimos tanto como ustedes. Cuando salimos, nos lo tenemos que pasar bien. Quizá no haya un día como este en varios meses. ¿Otra copa?"

¿Y porqué no? Pensé. Ismael me ha dejado sola. A fin de cuentas a mi me pasaba un poco como a ellos. No todos los días eran como aquel. Había demasiados sábados de compromisos familiares, cenas en casa….. Cierto es que ninguno era guapo pero para ellos yo era su trofeo esa noche. Y luego estaba ese modo especial, descarado en que me miraban como el que conoce de antemano que está agradando. No era lógico que me gustara el modo en que un cincuentón y tres amigos suyos, feos, mal vestidos y pequeñitos me desnudaban con la mirada, pero el hecho es que me gustaba, y mucho. "Cacique con cola para mi" dije sonriendo mientras no paraba de bailar.

La copa tardó bastante. Tampoco me importó. Estaba a gusto, me lo estaba pasando bien. Y ese papel que me había adjudicado a mi misma de trofeo excitaba. Era un contrasentido pero me hacía sentir poderosa la idea de entregarme sin ninguna condición.

Pensando en lo que pasó después, creo que ellos simplemente esperaron pacientemente a que estuviera el alcohol hiciera su trabajo. Todas las canciones las bailaba, todas me gustaban. Ellos fueron cerrando un círculo a mi alrededor y yo a cada poco me frotaba contra ellos durante los bailes. Poco a poco se fueron tomando confianzas; me empezaron a coger de los hombros, de la cintura, incluso me llegaron a dar algún beso en el cuello…. A través de la tela de mi vaporoso vestido pude notar que sus entrepiernas iban creciendo. Tres cuartos de hora después, sin saberlo, ya estaba preparada para la siguiente fase.

"Mira Marta, estábamos preguntándonos aquí los chavales…. ¿no te apetecería venir a nuestra casa? Creo que tenemos algo rico que te gustaría que te diéramos; estoy seguro que tú ya me entiendes…."

"¿A vuestra casa? ¿Ahora? No sé, no s酅" dije sonriendo. "Y que querréis hacer conmigo cuando estemos en vuestra casa…? ¿A lo mejor, quitarme el vestido"

"Eso será lo primero, pendeja" chilló el más joven

"Y supongamos que entonces dejo que me quitéis primero el sujetador y luego las bragas…. ¿Se os ocurre que podríais hacer conmigo cuando esté desnuda……?"

"Apura la copa y vámonos" intervino Efraín, el mayor de ellos. No era un comentario, era una orden. "Nos calentaste y ahora veremos si eres lo suficiente mujer como para acabar lo que empezaste. En marcha"

Salimos enseguida. Yo todavía estaba estremecida por la arrogancia de su orden. ¿Me estaba ordenando que me fuera con ellos a su casa a follármelos? ¿Cómo se atrevía? Y lo que era peor, ¿cómo era posible que me apeteciera tanto? En la calle me pude fijar mejor en ellos. Saltaba a la vista que no teníamos nada en común; cuatro hombres bajitos, de tez oscura vestidos dos de ellos con grandes camisetas deportivas y collares dorados, y los otros dos con polos gastados y vaqueros y en el centro una mujer blanca, más alta de ninguno de ellos y un vestido veraniego con escote provocador.

Nos pusimos a andar. Noté como cada paso que daba me excitaba todavía más. Sabía perfectamente qué es lo que iba a pasar aunque una parte de mi lo negaba. Te vas a meter en una casa de cuatro inmigrantes para que hagan contigo lo que quieran. Mientras tanto, las confianzas seguían en aumento. La mayor parte del tiempo la pasaba andando cogida de la cintura entre dos de ellos. En cada semáforo cambiaba de compañeros y mi culo tenía dos manos distintas sobre él. Vagamente, llegué a pensar en lo embarazoso que sería cruzarme con alguien conocido aunque me gustaba tanto la situación que decidí ignorar el riesgo.

El "paso" a que estaba su casa se convirtió en dos calles primero y luego dos más. Justo cuando iba a protestar por lo lejos que estaba, Efraín, el mayor de todos ellos me dijo:

"Marta, no será de esas pendejas calienta braguetas ¿verdad? Muchachas lindas como vos hay muchas en España. Pero que tengan un bonito cuerpo y que estén dispuestas a pasar un buen rato con unos muchachos no hay tantas. Hay mucha puta que le divierte provocar a los hombres pero cuando llega la hora de pagar y ser jodida salen corriendo como zorras, en especial si son varios los muchachos a satisfacer y no somos tan blanquitos como ella ¿Eres tú una de ellas?"

Me paré en seco. Me acerqué a él, le puse sus manos en mi culo, le pasé mis brazos por su cuello y le di el beso más apasionado que fui capaz. En total no menos de diez segundos de lengua. Acto seguido cuando el resto jaleaba la acción, me desabroché el sujetador y sacándomelo por un tirante se lo entregué.

"A lo mejor estás más tranquilo si tú me guardas esto. Luego, cuando hayamos acabado y hayáis quedado completamente satisfechos de mi, me lo devuelves"

Lo que conseguí con esto fue un acelerón en nuestro paso. Todos se pusieron alegres, soltando carcajadas, haciendo chistes y comentarios que por un poco por el alcohol y otro por el acento y las palabras empleadas no entendía en su totalidad.

Unos cien metros más allá Efraín se paró con dos hombres. El resto lo esperamos un poco más adelante. En seguida me rodearon junto a un portal los otros tres. Querían algo parecido a lo que había tenido Efraín. Evidentemente lo tuvieron. Iván, Daniel y Jonás aprovecharon mejor el momento de lo que lo había hecho Efraín. Apenas empecé a besar al primero, los otros ya recorrían con sus manos mi cintura. Cuando empecé a besar al segundo ya no llevaba las bragas y el vestido lo tenía alzado por la cintura. Empecé a tener orgasmos al sentir varias manos recorriendo mi cuerpo y luchando unas con otras por meter lo más posible los dedos en mi empapado coño. El tercer morreo fue con el más joven del grupo, Jonás. Al fondo pude ver cómo Efraín mostraba mi sujetador a los dos amigos que se había encontrado mientras miraban hacia donde estaba yo.

Unos dos minutos después, Efraín llegó a nuestra altura. Venía con los dos desconocidos; dos marroquíes de la misma edad que Efraín, que me comían con la mirada….

"Ya vi que no anduvieron perdiendo el tiempo precisamente chicos. ¿Seguimos? Mis camaradas Mohamed y Abdalá vienen con nosotros"

En contra de lo que me hubiera gustado, los dos nuevos acompañantes no entraron en los relevos por meterme mano.

Por fin, llegamos. No me había dado cuenta pero no era la zona de la ciudad más visitada por mi. De hecho, era una de esas zonas que procuraba evitar incluso de día. El portal que nos metimos era como el resto de la calle; sucio y estrecho. Tras cinco escalones empezaba la escalera alrededor de un hueco donde debería haber un ascensor y que evidentemente no había. Me sorprendió el bullicio que se oía para ser más de las 4 de la mañana. Antes de llegar al segundo piso pude ver algunas puertas abiertas y gente, normalmente negros jóvenes hablando en voz alta unos con otros. El ambiente era muy cargado y había un olor muy característico, que sin llegar a ser desagradable, lo impregnaba todo. Como si a pesar de mi buena disposición, pensaran que todavía pudiera escapar, subimos en fila india; Iván, Daniel y Jonás por delante, yo en el medio, justo detrás de mí los dos marroquíes y cerrando el grupo Efraín.

"Es ahí, Marta, la puerta de la derecha. Deténgase" La voz de Efraín sonó desde el fondo de la fila. Me paré delante de una puerta cerrada. Como en el resto de pisos, se oían voces en el interior. Jonás, Iván y Daniel se echaron a un lado esperando a que llegara Efraín. Los dos marroquíes quedaron junto a mi.

"Pues ya llegamos… Antes de entrar me gustaría pedirle una cosa, Marta. Mis amigos Mohammed y Abdalá están muy interesados en usted. Está demostrando ser una puta de las buenas. Les he contado el modo en que se ha manejado con los nosotros y no dan crédito; a mi me entregó el sujetador, a los muchachos les dio las braguitas. ¿Cómo no entregarles a ellos el vestido? En realidad la cosa no va de más de unos pocos minutos porque sospecho que en breves instantes se lo querrá quitar y ofrecernos ese estupendo cuerpo desnudo… Una vez queden contentos y satisfechos, tendrán mucho gusto en devolvérselo"

Estallaron en carcajadas. Yo también sonreí. "Así que los dos moros también me quieren follar", pensé. Me levanté la melena, me puse de espaldas y ofrecí mi cuello a Mohammed. Este soltó el nudo y tras arrastrar los tirantes sobre mis hombros, el vestido cayó al suelo. Ahora estaba completamente desnuda en el rellano de la escalera. Mis tetas, si bien no tan firmes como hace diez años, todavía luchaban decentemente contra la gravedad. Los pezones los tenía muy erectos. La parte de mi cuerpo que menos me gustaba, mi culo, demasiado grande para mi, para ellos era una de las que más atención despertaba. De seguido me giré y como había hecho con el resto, besé a Mohammed. Su piel era mucho más áspera que la de los sudamericanos. A Mohamed no tuve que llevarle sus manos a mi culo; él se sirvió. Note que sus dedos encallecidos eran mucho más gruesos que los de los otros. Sin embargo, apenas tuve que arquear las piernas para que dos de ellos penetraran en mi dilatado y mojado coño. A Abdalá le debió parecer demasiado largo el beso porque sin mediar palabra tiró de mi cintura hacia él. Todavía con los dedos de Mohamed en mi sexo, Abdalá me empezó a sobar las tetas mientras me llenaba la boca con su enorme lengua. A mis espaldas escuché como abrían la puerta de la casa….

CONTINUARÁ