Aquella chica del tren

Mi primer viaje largo al anochecer en un trayecto desde Valencia a Donostia en una compartimento con una chica desconocida y dos vejetes.

EL TREN

Íbamos en un tren, un tren de compartimentos, junto con dos personas más, era la hora en que el atardecer cubre el sol y deja una cómplice semipenumbra donde los rostros se ven difuminados, ella a mi lado charlaba alegremente, se encendió una pequeña bombilla que apenas dejaba ver el final del asiento, empezó a parpadear hasta que su exigua luz se extinguió, en ese momento me miró con una particular cara de lujuria que me hizo estremecer para a continuación dar un bostezo forzado.

Hábilmente se tumbó sobre mi como para dormir alargada en el asiento y su cabeza sobre mis piernas, te tapé con mi abrigo marrón claro con tonos burdeos que ella lo estiró hasta que su cabeza quedó cubierta parcialmente, rápidamente empezó a mordisquear con sus labios mi entrepierna cosquilleándome , me desabrochó el cinturón y a continuación me bajó cremallera del pantalón, luego con sumo disimulo, me levanté un poco y me bajé el pantalón y los slips con su nerviosa ayuda, volví a sentarme y sin tregua sentí sus labios, sin derrochar un solo segundo, como se posaban y acariciaban mi pene en completo reposo, acarició con sus labios todo lo que alcanzaba, y serpenteando bajó su inquieta lengua hasta las mismísimas esferas masculinas , súbitamente cambió de rumbo y engulló, sin pauta alguna, toda mi polla, sentí el calor de su boca debo confesar que era deliciosa la calidez de su boca, mi polla fue creciendo en tan cálido y húmedo lugar, hasta tomar una consistencia insólita.

Ya era una buena pieza en su magistral boca, realmente era una polla desaparecida en su boca, pasó un brazo por mi espalda y se acomodó sin perderla nunca su habilidad para mantenerla era digna de acta notarial, Dios! que magistral dominio. Nadie se apercibía de su juego, únicamente yo algo nervioso lo disfrutaba, los otros dos dormitaban. Era un sueño dentro de otro sueño, su boca de seda me tenia sumido en el mayor de los limbos, su lengua aterciopelada, ligera y atrevida me hacía estremecer, estaba a su completa merced. Levanté ligeramente el abrigo y pude ver su cara maliciosa con mi pollita desaparecida en su boca, me miró y me sonrió como pudo luego me pidió que le tapase de nuevo, deseaba intimidad en su placer.

Sentía como su lengua me traspasaba el placer que ella sentía a mi glande, no cesaba ni un segundo, mis huevos completamente mojados por la saliva que resbalaba, era una mamada tremendamente placentera, lenta pero intensa, la mejor que había sentido, al tiempo que dosificaba su placer y el mío para que no me corriese y pudiese hacer eterno el placer. Estaba muy excitado así que le pedí que se sentara sobre mi para que se penetrase mi excitada polla puesto que la gente dormitaba y no se apercibirían, obedientemente levantó su falda e hizo a un lado sus elásticas braguitas blancas, se tapó con el abrigo y noté como se deslizaba mi polla por las paredes finas y húmedas de su coño hasta que sus nalgas tocaron mis piernas. Un suspiro al unísono determinó que el acople estaba hecho con éxito.

Pasé mis manos por su cintura hasta su coño, con una le separé las braguitas , con la otra le empecé a masturbar el clítoris, de tamaño medio, tenso y duro que humedecía con los dulces jugos que se le escapaban en cada embestida de su coño. No movía el cuerpo sólo las contracciones vaginales eran las encargadas de hacer vibrar mi sexo, lo apretaban con furia y lo soltaban con delicadeza, de súbito un tren pasó por el lado nuestro en sentido contrario, eso debió asustarle, con un salto salió de mi regazo, oí un ¡chop! típico y acuoso, era la salida instantánea de mi polla de su acogedor sexo.

Una vez sosegada me pidió de nuevo volver a la posición anterior, ella misma se recostó sobre mis piernas y volvió a engullir mi polla semiflácida, venida a menos por el sopetón anterior, pero pronto lo recuperó en su esplendor. Reclamó mi mano en su sexo y así lo hice, empecé a masturbar de nuevo su agradecido clítoris y en breves instantes sentí como su cuerpo se estremecía, como su boca se entraba hasta el mismo nacimiento de mi polla y la apretaba con sus labios, su coñito se derramaba en jugos acaramelados sobre mi mano, era su orgasmo, precioso, intenso, armonioso, muy húmedo ¡prácticamente líquido!

Mi mano seguía en su sexo extremadamente mojado, subí mis dedos a través de su rajita hasta llegar a su mismo ano, me paré un momento y esperé hasta que unas contracciones suyas en la zona me invitaran a jugar con tan delicioso agujerito, no me demoré así que introduje mi dedo corazón, luego el anular, ante su excitación metí los dos al mismo tiempo, su ano apretó con fuerza mis dedos, sentí que sus chupadas en mi polla se aceleraban, su mano se iba a sus nalgas y desde un lado intentaba abrirlas más como ofreciendo más espacio.

Seguí intensamente mi pajita en su culito, pero no estaba dispuesta a perderse nada, volvió a sentarse sobre mi hasta que depositó su sexo sobre mi polla y se la entró sin dilación, dio un gran suspiro, me besó muy fuerte y cambió mi polla de sitio, con habilidad la cogió con la mano , se la encaró a su culo deseoso, lo descansó sobre mi polla lubricada por sus humedades hasta que desapareció completa y lentamente, era una visita a sus tesoros simultánea, excitantemente placentera, con una excitación tal que ya no sabía en cual de los dos agujeritos me encontraba, mi orgasmo no se hizo esperar, en un momento determinado no le dejé salir de mi polla la apreté contra ella cogiéndola de las nalgas y me corrí abundantemente, sin poder precisar en que sitio lo hice, pues las dos cavidades estaban igual de húmedas y hospitalarias, lo único que recuerdo es que estuve largo rato dentro de ella, sin tregua, como una electricidad que me producía cuando apretaba su coño o su ano contra mi polla vencida por sus dos grutas que seguían orgasmándose cada cierto tiempo.

Disimuladamente metí la mano en el bolsillo de mi abrigo y saqué un paquete de Kleenex, le ofrecí uno, ella lo rechazó, me dijo que prefería llevar la humedad en su coño como prueba de que no había sido un sueño, se recostó sobre mi y me pidió que siguiera jugando con mis dedos en sus anegadas cavidades, así lo hice, ahora el placer era inmenso, las suavidades, las humedades transportaban por las yemas de los dedos unas sensaciones únicas. Ya era la noche entrada. La gente seguía durmiendo. Ella también dormitaba su gozo, yo me relajaba y sostenía su cabeza que seguía buscando inconscientemente mi sexo.