Aquelarre de Sabela

Una orgía como pocas. Dedicado a los amigos del desaparecido DocAmor...

Aquelarre de Sabela

"Me desperté con frío en una de las esquinas de la terraza, deseando al menos conocer la identidad del cuerpo que yacía a mi lado. Con cierto temor, después de una noche alocada y excesiva, tomé un respiro y me volví a descubrir de quién se trataba.

Me sorprendió gratamente ver que se trataba de Sabela, descubrí su rostro bajo su ensortijado cabello vi sus ojos cerrados. La acaricié y le planté un besito para despertarla. Abrió sus pequeñas esmeraldas y me sonrío. Una sonrisa cómplice, sin duda. A su lado, aun dormido, estaba Isaac.

De verdad ha sido una noche muy loca, parecíamos pensar al mismo tiempo. Más allá de nuestros cuerpos, se distinguían las siluetas de al menos otras cinco parejas o tríos, exhaustos, dormidos, unos sobre otros. La mayoría desnudos o cubiertos por la tela de algún mantel.

La invité a la habitación para abrigarnos y entre las dos levantamos al Isaac... Ya en la habitación comenzamos a conversar sobre la noche que habíamos pasado, en medio de la complicidad de quienes han compartido ya todo...

-Me duele todo, dijo Sabela al sentarse en la cama.

-No es para menos sobrina, respondió sonriendo Isaac, en tono burlón, dejándose caer pesadamente en el lecho, mientras yo buscaba al menos una camisola que ponerme por encima.

-Mía, me dijo el Isaac, ¿qué buscas?

  • Una camisola… dije con voz dudosa… desnudos cómo estábamos y en esa situación bizarra, empezaba a recordar por flashes los episodios de la noche.

Sabe e Isaac parecían también tener algún recuerdo, y al cruzar miradas nos reímos, desistí de buscar nada y me acosté al lado de Isaac. Los tres en la cama, comenzamos a decir bobadas, para disminuir la tensión, de estar los tres en la cama y en nuestros cinco sentidos.

¡Niña, desatas pasiones!, exclamé. Con el cuento de si te beso, no te beso, finalmente armaste tu orgía, jejeje.

Cargadito que estaba el ambiente, no escuché a nadie protestar -dijo Sabela-. Si mal no recuerdo tú me quitaste las bragas

Caray, tú lo pediste, ¿no te acuerdas?… -dije un poco a la defensiva-. Todo lo demás te lo quitó tu Bollito, que no recuerdas.

Desgraciada, me dejó iniciada y se fue a follar con el Christian

Las carcajadas debieron resonar afuera… a medida que recordábamos en voz alta, por lo bajo Isaac aprovechaba para ir tocando mi cuerpo y al calor de los recuerdos, nos íbamos encendiendo, nuevamente.

-Finalmente, ¿comiste chorizo o no? Le pregunté a Sabela… soltando una carcajada.

-Casi tanto como tú… joía. Que te vi muy solicitada, tía -dijo Sabela.

Ejem, carraspeó Isaac, a mi costado… - Vida, dijimos que sin celos, -le recordé a Isaac- una noche loca y ya, además a ti no te ha faltado bocado… le dije con cara de diablilla. La santa prudencia le aconsejó callar y seguimos Sabe y yo compartiendo las historias, los tres desnudos, acostados en la cama, que no parecía ya tan fría como al principio.

Por la mente de Sabela se repetía la noche

[- ¿Quién me da un beso?, preguntó en voz alta, a toda la concurrencia, al llegar a la terracita.

La docena de personas que se encontraban presentes respondieron girando la cara. Quién reaccionó fue Mónica, justo antes de que Gabriel pudiera decir, ñe

Desde cuándo mi bollito tiene que pedir besos en público, ven que te beso… -dijo Mónica.

Es que hoy quiero chorizo, bollito -protestó Sabela

Ah ¿con que esas tenemos?, pues come chorizo, hártate. Luego no vengas a pedirme perdón y que te reciba en mi cama

Joer, bollito, cúmpleme mi fantasía, quiero una orgía -bromeó Sabela a toda voz.

Te apuesto que como chorizo primero -replicó Mónica, retando a Sabela.

Si va la apuesta… señores, dijo montándose en una mesa, soy suya y asumiendo la posición de un ángel caído, se acostó sobre una de las mesas… ofreciéndose entera.

No supo bien quién la levantó y cómo terminó bailando sobre la mesa, cuando el primer beso llegó, ya estaba muy salida, en el juego que ella misma se había montado. Gabriel la tomó por la cintura y la bajó de la mesa, clavándole un morreo, de padre y señor nuestro. Las tiras de su vestido cayeron, dejando a la vista su blanco cuerpo en contraste con su cabellera rojiza, marco perfecto de sus ojos verdes. Su imponente altura, la hacía un espectáculo aun más apetecible. A su alrededor Diego, Luís y José Luís hacían una ronda, donde los besos y las caricias iban desvistiendo pasiones y despertando un clima de cachondeo que contaminaba todo el ambiente de la terraza.

Por otro lado de la terraza, Mónica hacía sufrir al gatete

¿Qué más te da, vampirita, serle infiel conmigo a Sabela?, mírala cómo se divierte. Dijo el Christian dando en el clavo.

Está bien gatito, lo haremos, pero sólo si eres mi sumi… hala, quiero esa lengüita en mis pies.

¿Qué…? -dijo Christian encabronado…-, Mónica sonrío y miraba a Sabela pedir ayuda para quitarse las bragas, un beso por cada centímetro, se daban Cecilia, con Sabela… mientras un círculo de machos las rodeaban.

El ambiente se caldeaba, en otras mesas comenzaban a haber escarceos, besos y miradas lujuriosas y las parejas… (Al principio, sólo al principio) ya mostraban actitudes para lo que pronto vendría. Sabela, Cecilia, Gabriel, Diego y Joaquín, bailaban en un verdadero aquelarre de besos y caricias, que parecía tener un efecto contagioso en el esto del "personal". La piel fue descubriéndose a la luz de la luna y el aroma de sexo se respiraba en el ambiente. Cecilia salió de escena y Sabela se midió en un trío con Gabriel y Diego. Uno por delante, otro por detrás, las manos, los senos, las nalgas, todo era tocado por todos, en un despelote de caricias, lametones y arañazos. Sudores, fluidos corporales, y el dulce intercambio del sexo casi anónimo y sin compromiso. Los gemidos y gritos, hacían un coro glorioso que recordaban las cenas romanas.

Se unió un tercero al combo y una cuarta y hubo cambio de pareja, en tanto que Sabela parecía preferir gozar del cuerpo de Gabriel para ella sola y se buscaban un sitio más íntimo para disfrutar; mientras tanto, Mónica, seguía haciendo sufrir al Christian… quien terminó aceptando inclinarse ante la vampira, para lamer sus sandalias y besar dedo a dedo sus pies. Al hacerlo, parecía descubrir un verdadero fetiche o una extraña devoción por la portadora, quien se encendía por la escena de su "bollito" en plena acción. Por momentos en el piso, por momentos sobre la mesa. Las caricias del gatito y las visiones obscenas de Sabela teniendo sexo grupal, encendieron a la vampira, quien le ordenó a Christian que le comiera ya mismo el coño. El gato, salido como estaba no dudo en cumplir la orden, en medio de protestas, que nadie tuvo en cuenta.

Sabela disfrutaba, se reía, chupaba, besaba, palpaba el cuerpo de Gabriel, y el de los otros hombres, según se le iban ofreciendo en aquel ambiente narcótico y embriagador. Mujeres y hombres, la tocaban, la besaban, descocían vicios en su piel lechosa, contrastada por su cabellera rojiza, humedecida de sudor y de la fela o los flujos del amante de turno.

En aquella epidemia de sexo y lujuria, fuera en las tumbonas o fuera en las mesitas, se podía observar la misma escena. Sabela se las ingenió para ir de mesa en mesa, de pareja en pareja. Dando cuenta de cuantos pudo, quedándose en definitiva con Gabriel. Al llegar donde Mónica, se besaron, si es que eso puede llamarse beso. Se morrearon, de una manera, que sólo interrumpió Mónica para ordenar a Christian, darle el mismo tratamiento a Sabela

-Joder -dijo Christian-, pero si ya está llena de leche

  • ¡A callar! Si te portas bien nos podrás follar. Y con la promesa en la mente, el gato se aplicó en serio para ayudar a correrse a Sabela. Luego sobre la mesa, abierta de patas, Christian se fajó a la vampira, mientras Sabe se turnaba con Pedro por la boca y los senos. Pedro lo pasaba del carajo, cuando no atinaba la boca de Mónica, lo recibía Sabela o ambas al tiempo. La escena borde hizo que el gato acabara más rápido, y apenas dejó la intimidad de Mónica, vino Liliana cual gata a lamerle el pene y a dejárselo limpio para la próxima montada… Christian dio entonces cuenta de Liliana, que desfogaba las ganas con el gato, como si mostrara en una vidriera las delicias que podía ofrecer.

Jesús vio la posibilidad de estar con sus dos caris y tomó a Sabela por la cintura, para clavarle un morreo y rozarse con su cuerpo. Mientras Mónica estaba ocupada con Pedro, Sabe y Jesús se dedicaron a lubricar la montada, corriéndose de manera estruendosa, para placer del ojo atento. Christian veía la escena y le imprimía más fuerza a sus envites en Liliana.

Sabela dejó a Christian con Liliana y a Mónica con Pedro y siguió su recorrido por una noche interminable, que la llevó hasta el lecho de sus tíos. No sin antes, cumplir algunas fantasías pendientes.]

Isaac recorría mi cuerpo, que respondía rápido a sus caricias, fogueado por la noche de excesos que conocimos. Notaba su excitación y era consciente de la mía, sus besos caían en mis puntos más sensibles, que él bien conocía y mi mente me jugaba rusas, trayendo a mi mente imágenes de la noche anterior. Miré a Sabela perdida en sus pensamientos y acaricié su espalda. Giró hacia mí y me beso y su beso desató nuevas pasiones y nuevos recuerdos me asaltaron

[Habíamos organizado una pequeña fiesta de noche de brujas. Estaban puestas las decoraciones y las velitas en forma de calabazas en cada mesa, se iban encendiendo a medida que llegaban los invitados. Una veintena de amigos del foro de doctor amor llegaron al menos a saludar.

Sabela, mi sobrina, la consentida de Isaac, mostró mucho entusiasmo en la celebración de la noche de brujas, decía que quería un aquelarre y vaya que lo tuvimos. A medida que las mesas se ocuparon Isaac se encargaba de las bebidas, y yo atendía cada mesa llevando y trayendo bandejas con pasa-bocas y tapas variadas. Isaac y yo seguíamos atendiendo a nuestros invitados, cuando Sabela clamó por un beso, luego de un breve silencio, todos reímos un poco, yo buscaba con la mirada de tanto en tanto a Isaac e intercambiábamos sonrisas de complicidad al ver en buen ambiente que reinaba en la terracita, llena de amigos y conocidos.

Cuando Sabela pidió que le quitara las bragas, de momento sólo seguí su juego, como autorizando lo que vendría, sin embargo, un beso por cada centímetro, fue montando la temperatura y en menos de lo que me di cuenta me morreaba con Sabela, alternaba con Gabriel y Diego y perdía consciencia, entre los besos y las caricias cada vez más calientes. Hasta que como un relámpago en mi mente me llevó a pensar en Isaac. Su recuerdo fue un freno poderoso, me llevó a dejar a Sabela con sus dos Romeos. Fui por Isaac… de más decir que me esperaba entre celoso y sorprendido. Aunque terriblemente excitado por mi beso lésbico con Sabela. Cuando al fin logramos articular palabras coherentes, le pregunté:

Una orgía, ¿cuántas veces se puede presentar la oportunidad en la vida?-le dije sonriendo nerviosa.

Muy rara vez, me dijo dudoso y a la vez con cierta picardía… ¿entonces?

La vida es un ratico, vida, ¿disfrutamos este ratico sin celos? Dije terriblemente excitada, esperando el consentimiento de Isaac.

De verdad, no te pondrás celosa, ¿no afectará esto nuestra relación? –me dijo. Mia, te conozco y sé que eres muy celosita.

Si tú no los tienes, yo no los tendré, ¿vale? -Le dije.

Ok, respondió descarado y sublime. Y nos besamos y cada uno partió en dirección diferente a buscar guerra.

No tarde en conseguirla, al pasar por detrás de los pilares de la terraza, me encontré con un hombre disfrazado, su máscara impedía descifrar su rostro, pero sus labios estaban libres y la temperatura del momento me llevo más a desear sus besos y sus manos que a preguntarme otras cosas, que en tiempo de guerra, no importa mucho quien es el enemigo.

Coló las manos por mi vestido y haló mi tanga, presionando al hacerlo mi coño que ya era una laguna de patos, esta audacia me puso al borde de un gemido y casi le suplique que me penetrara, allí de pie, el chico levantó mi falda y comenzó a lamer mis nalgas, hurgando con sus dedos mi coño, mientras yo me desmadejaba en medio de sus caricias. Sabíamos por el ambiente reinante que la intimidad sería rota en cualquier momento, así que nos apresuramos, y recostándome del pilar, me ensartó de pie, penetrando mi vulva, morreando mis tetas

¿Te gusta así? –me dijo.

Como si no lo supieras, respondí, convencida de conocerlo.

Te llenaré con mi leche, bonita. –Dijo, ya apunto de correrse. Besó mi cuello, descansando su peso sobre mí, sentí sus temblores, previos al desacople. Una nalgada y desapareció. Un hilo de semen resbalaba por mis piernas, mientras me dirigía al centro de la terraza y al mirar pude distinguir a José Luís, concentrado en acaparar los besos de Patri, a esta hora, pocos conservaban la ropa ya, busque con la mirada a Isaac y casi me alegré de no verlo. Me di unos besos con Charlie, que llegaba a la terraza, sin saber mucho de qué iba todo, - es lo malo de llegar tarde a las fiestas, le dije riendo y lo tomé de la mano, para hacerlo entrar. Como en un ritual antiguo, me dediqué a besarlo mientras retiraba sus ropas, dejándolo pronto como vino al mundo.

Me coloqué a cierta distancia y nos miramos durante unos segundos… - Te ves bien. Le dije, dándome cuenta de su erección. Me tomó de la mano y me besó apasionadamente, mientras sus manos comenzaban a recorrer mi cuerpo, sentí otro par de manos desatando mi vestido, dejando libre mi piel, luego labios, lenguas, dedos… me entregué a las sensaciones sin pensar, disfrutando de todo, devolviendo besos, caricias, destilando sudor, disfrutando. Sintiendo. Paladeando sabores, recibiendo en mi boca fluidos, masculinos, femeninos… sintiendo cómo las durezas se deshacían y gozando a la enésima potencia de mi cuerpo.

No tardé en descubrir la boca de Mónica, las manos de Charlie, las caricias de Pedro, con su lomo listo para ser servido…]

Isaac mordió mi hombro y me devolvió a la realidad… - ¿Buenos recuerdos, Mía?

Algunos, Mivi, le dije y lo besé, evitando por un momento preguntas. A menos de su parte.

Y tú, ¿cómo lo pasaste?, le dije.

Un caballero no tiene memoria, Mía.

[Su boca callaba, pero en su mente los recuerdos se cruzaban, no era hombre de multitudes, ni de aquelarres, pero bien que le gustaban las brujitas y en su mente el recuerdo de un par de ellas se hacía presente, como una visión divina. Quizás los tres huían del bullicio o quizás se buscaban unos a otros, el hecho es que la ocasión los colocó en el justo sitio y lugar y jugaron a encantarse, entre palabras y gestos. Cachondeos e insinuaciones que condujeron a un primer beso de tres bocas, Inmaculada ofreció su boca a Isaac, mientras Lola, esperaba bocado. Manos inquietas a los costados, que pronto buscan un roce, durezas, apretones en la carne que se ofrece sin reparo. Para Isaac era vivir el sueño, con el trío más soñado, luego de meses de coqueteos, al fin las tenía al alcance de una mano, el par de brujitas sin caldero, en su aquelarre personal.

La timidez se fue de fiesta y quedó la avidez del lobo hambriento que pronto hunde sus dientes en la presa. La carne de Inmaculada se presenta apetecible y las manos de Lola van caldeando el brebaje, que hierve y envenena, con la adrenalina las venas del deseo. Cuerpos perfectos de musas, ofrecidos al sátiro, que en una noche de brujas, se desvive por satisfacer dos mujeres de bandera, que no ceden el terreno conquistado. Cazador cazado, muere el buen Isaac, extenuado, mientras las brujas se relamen una a otra. En un universo que hace tiempo dejó de ser de hombres.

La carne languidece, la noche se termina, Isaac arrastra su cuerpo a los brazos de Sabela. Sus miradas se cruzan, se agradecen. Matan los besos que se debían en cada rincón. Manos cálidas se unen, un cuerpo querido y conocido, se ofrece, los tres están cansados, y como una manada, lamen uno al otro las heridas, de una noche alocada.

Y allí se quedan dormidos, embriagados de placer inconfesable, quizás irrepetible, gentiles y agradecidos, en una esquina de la terracita, descansan.]

Si claro, no tienes memoria para lo que te conviene… dije haciendo gestos.

Ud, lo que quiere es un beso… y nos besamos despacio, sabiendo el cuerpo de Sabela cerca, cerquita.

Los tres sabemos que lo que hemos vivido, nos une en secreto, como los lazos invisibles de complicidad que se dan entre amigos. Sabemos que la próxima vez que riamos en silencio, estaremos recordando las picardías cometidas en el aquelarre de Sabela.

Nota de la autora: Sabelita, al fin tienes tu orgía, mi niña. A todos los mencionados, muchas gracias, hicieron más fácil escribir esta historia, de por sí difícil. Espero que haya sido de su agrado y les haya brindado alguna sonrisa. ;)