Aquelarre
El carnero presidía el aquelarre, veinte brujas lesbianas bailaban desnudas en un claro del bosque en la calurosa noche de San Juan. Unas mas maduras otras mas jóvenes recién salidas de la adolescencia. Pero todas ellas luciendo sus cuerpos a la luz de la luna, sensuales, impúdicas, lujuriosas.
El carnero presidía el aquelarre, veinte brujas lesbianas bailaban desnudas en un claro del bosque en la calurosa noche de San Juan. Unas mas maduras otras mas jóvenes recién salidas de la adolescencia. Pero todas ellas luciendo sus cuerpos a la luz de la luna, sensuales, impúdicas, lujuriosas.
Por si no fuera suficiente la temperatura del aire de junio el deseo calentaba aún más el ambiente alrededor de la enorme hoguera. Nadie en la comarca se atrevería a interrumpir la reunión con el poder desatado entre los robles cubiertos de muérdago. Símbolos mágicos y cabalísticos colgaban de las ramas o trenzados con ramas yacían esparcidos por la hierba alrededor de las participantes. A un lado de la campa dos barriles de la nutritiva cerveza que se fabricaba por entonces aplacarían la sed de las participantes y botellas de oscuro cristal con licores procedentes de destilaciones propias proveían algo mas fuerte.
Sobre la suave hierba algunas de ellas habían empezado a caer agotadas y sudorosas. Deseando acariciar a sus compañeras. Besar sus labios y lamer su piel. Cambiar la danza por otros menesteres mas relajados.
Jimena la mas joven asistía a su primer aquelarre con su maestra. Aunque el cuerpo de esta ya lo conocía muy muy bien. Vivían juntas en la linda y cuidada cabaña del bosque, dormían juntas y follaban. Realizaban desnudas la mayoría de sus tareas y cuando alguna jovencita de la aldea vecina o matrona acudía a pedir consejo o algún remedio también solía terminar sin sus ropas yaciendo con ellas en el cuidado lecho de pieles.
Así que esta noche de poder y descubrimientos Jimena pretendía conocer nuevas brujas, sus pieles cálidas y sus cuerpos amorosos. Fue llamada por la decana, una respetable matrona que presidía la fiesta desde un trono al lado del Carnero.
Por ser las mas joven y bonita del grupo recibía con preferencia las atenciones de todas las demás igual que el cornudo animal recibía su veneración. Su cuerpo lozano había despertado el deseo en todas las hechiceras. Los duros pechos de la chica saltaban y se movían al ritmo de la música de una flauta y un arpa tocadas con maestría por dos venerables matronas.
De vez en cuando alguna de ellas se tumbaba al lado del astado y acariciaba los suaves vellones bien peinados y limpios que lo cubrían. Ademas cogían el miembro viril a veces con la boca, no solo con las manos. Le daban buenas lamidas, la piel delicada del miembro que saliendo de su bolsa peluda agradecía las atenciones con estremecimientos y poniéndose muy duro. Y de vez en cuando alguna de ellas se llevaba la recompensa de una corrida del animal sobre su lengua o sus pechos.
De inmediato ella compartía el líquido apreciado con la matrona en un tórrido beso en que la mayor aprovechaba para acariciar el cuerpo desnudo de sus discípulas. Lascivas cruzaban las lenguas mezclando el semen con sus salivas acariciándose entre el júbilo y aplausos de sus compañeras.
Jimena entre las vueltas, giros y movimientos del baile sentía sobre su cuerpo frecuentemente las caricias de todas las demás brujas que le pasaban cerca. Los roces en su piel, en sus pechos o nalgas. No hay celos entre ellas. Nadie va a discutir por un culito o unas tetas cuando todas ellas solo buscan placer. Recargar así la energía tras el frio invierno en la unión con el renacer de la naturaleza en la primavera.
Entre las llamas de la hoguera vio como su maestra agarraba a otra dulce joven de la cintura y la arrastraba a un lecho de paja y hierbas aromáticas extendido bajo un árbol, preparado para ese tipo de distracciones.
A cada vuelta de la danza veía la cabeza de su bruja encerrada entre los blancos y largos muslos de una dulce pelirroja. Los gemidos de ésta animando aún más la cálida noche. El culo de la mayor se ofrecía a las demás por su postura a cuatro patas. No eran las únicas dedicadas a darse placer. A su lado otras dos amantes tenían las cabezas entre los muslos de la otra lamiendo el coño tumbadas de costado.
Al tratarse de una de las mas poderosas brujas de la región sus favores eran ansiados por la mayoría de las demás. Todas pasarían esa noche entre las piernas de la tutora de en algún momento. Pero ninguna tenía prisa hasta el amanecer.
Así la maestra de Jimena notó pronto en su ano la lengua de otra de las aprendices. Mordiendo sus nalgas y dando placer a la poderosa hechicera, clavando la juguetona lengua en el ano y en el coño. Lamiendo sus orgasmos, sus jugos, su energía compartida en ese acto de amor y lujuria.
Sin preocuparse ya por la maestra ocupada entre dos de sus jóvenes compañeras Jimena se dedicó a buscar su propio placer o a dejarse encontrar por él. Ya había tenido un turno con el carnero que le había llenado la boca con su semen. Y la decana la había masturbado con dedos sarmentosos y maestría mientras se besaban dándole un orgasmo especial y poderoso. La corriente de energía entre las dos: La mas anciana y la mas joven casi era palpable.
Compartiendo el apreciado liquido con la decana de la región en un beso con mucha participación de lengua. Noto en su piel los sarmentosos dedos de esta introduciéndose en su vulva y jugando con su clítoris mientras las lenguas se cruzaban jugosas y engrasadas por el aguardiente de hierbas con que se regaba de forma abundante la reunión.
Después de que la experimentada anciana le procurara un orgasmo dejó el turno en el regazo de la bruja a la siguiente, una veterana y voluptuosa curandera que había estado saboreando el miembro del animal astado y volvió a bailar junto al fuego.
Cada vez quedaban menos magas rodeando la hoguera, solo las mas fuertes y poderosas aguantaban la danza y el calor abrasador de la gigantesca hoguera sobre su piel. Y la tentación de los cuerpos desnudos a su alrededor, pero cuando ellas se unieran a la orgia esta alcanzará proporciones épicas.
La mas hermosa de ellas rubia con una melena de rizos que le llegaban a un firme y redondo culo y su perfecta lisa piel blanca. Dicen que es noble, heredera de una baronía de las cercanías y de uno de sus castillos. Las tetas erguidas no muy grandes cónicas como dos volcanes de placer, los pezones pequeños rosa claros saliendo de ellas como duros garbanzos. La cintura estrecha como si siempre hubiera estado encerrada apretada en un corsé. La cadera ancha y el culo generoso pero prieto tan blanco como la leche e igual de apetecible. Aprendiz de otra de las participantes, otra morena voluptuosa de la que se dice ha viajado por oriente aprendiendo magia de sabios que vestían túnicas y de hechiceras de tribus salvajes que solo cubrían sus cuerpos morenos con tiras de suave cuero curtido.
Bailando. Jimena se aproximó a ella hasta coger entre sus dedos la mano suave. La rubia la miró como una leona, con el deseo y el hambre en sus ojos verdes. Cogiéndola de la cintura la acercó a su cuerpo.
Salvaje le metió la lengua hasta la garganta y se apoderó del fino culito de Jimena con ambas manos. Esta levantó las piernas rodeando la cintura de la otra hechicera y apretando fuerte para que no se le escapara. Colgada de su cuello la cubría de besos lamiendo su cara, su cuello y deslizando la lengua por sus orejitas. Le metía la lengua hasta la garganta siendo correspondida con enormes cantidades de su saliva. Cruzando las húmedas en un lascivo espectáculo para las demás.
Sujetándose a su cuello. Sosteniéndole de los muslos las yemas de los dedos de la rubia acariciaban el coñito húmedo de la aprendiz. Se deslizaban por el clítoris y aguantaban el liviano peso de la joven amasando sus duras nalgas.
Las tetas de ambas frotándose y bien clavadas en las de la otra. Jimena respondía al beso con todas sus ganas devorando la boca de la rubia con su saliva. Cuando se bajó de sus brazos buscaron uno de los pocos lugares que quedaban libres el lecho de aromáticas hierbas donde la rubia tumbó a Jimena de espaldas.
Se arrodilló junto a la cabecita morena pasando una rodilla por encima dejó su coño al alcance de la ansiosa lengua. Investigando entre el abundante matojo de vello dorado hasta encontrar los finos labios y el hinchado clítoris por el deseo.
En cuanto acarició este último se oyó un rugido de placer y se derrumbó sobre el cuerpo moreno hasta dejar sus tetas en el vientre y apoyar la abundante cabellera en el muslo. De inmediato la lengua entre los rizos negros hasta introducirse lo mas hondo que pudo dentro de la aprendiz. Sin dejar de dedicar sus atenciones al clítoris.
Volvió a rugir de placer cuando notó un dedo ensalivado en el ano, Jimena sabia como dar placer, había tenido una buena maestra. Decidida a hacer disfrutar a la noble en igual medida o aún más. Le comía los labios de la vulva con grandes pasadas de la lengua del clítoris hasta donde alcanzaba del perineo tratando de llegar al culito de blancas y duras posaderas.
Algunas las acariciaban al pasar aumentando mas el placer que sentían pero ellas concentradas la una en la otra solo buscaban el goce de su amante. Las maestra de Jimena se tomó unos momentos para contemplar como su bella aprendiz hacia disfrutar y le arrancaba un orgasmo tras otro a esa orgullosa rubia. Hasta que la pelirroja volvió a clavar la lengua en su coño de nuevo, claro, y con un aullido de gusto volvió a centrarse en su propio placer.
La morena maestra de la rubia se acercó a la tutora de Jimena para disfrutar de ella también. Arrodillada junto a su cabeza fue bajando la pelvis hasta que la lengua hizo contacto con el coño y ya solo pudieron dedicarse a sus propios orgasmos. Entre una morena y una pelirroja ya solo podía centrarse en dar y recibir placer.
Tras una tanda de corridas en las que se habían derramado una en la boca de la otra Jimena le pidió cambiar y buscar una postura mas tierna. La rubia se giró sobre el cuerpo de la alumna para besar sus durísimos pechos saborear sus propios jugos de la lengua de su amante. Tumbadas lado a lado sin dejar de acariciarse ni por un momento. A su alrededor todas las demás mezcladas formando parejas, tríos o autenticas cadenas de placer seguían buscando el goce de las demás.
El amanecer se acercaba y todas debían buscar a sus parejas para regresar a sus chozas, casas o castillos. Recoger sus ropas esparcidas por el claro del bosque y volver por un año más a los remedios y las curas. A atender a las gentes de sus aldeas en sus aflicciones. Pero por una noche al año juntas poderosas han gozado unas de otras.