Aquel Viernes

Narración de los hechos que en una noche, cambiaron la vida de todos sus protagonistas. Alcohol, sexo, drogas, traición, orgías, incesto, depravación... son algunos de los ingredientes de esta historia sin igual.

Aquel Viernes

Camino a casa.

Aquel viernes, Beatriz llegaba a casa con un cansancio tremendo. Había salido a trabajar a las 6:00 de la mañana, y después de 14 horas de trabajo casi ininterrumpido, sentía que su cuerpo necesitaba un descanso. Sin embargo era viernes, por lo tanto ella sabía que al llegar en casa comenzaba otra jornada de esfuerzo. Desde que Alvaro, su marido, se había acostumbrado a llevar a sus amigos a beber en casa todos los viernes, era a ella y a su hija a quienes les tocaba aguantar los desenfrenados rumbos que las reuniones tomaban, una vez que los entusiasmados amigos de su esposo estaban pasados de copas.

Durante el camino a casa, mientras viajaba en el autobús público miraba por la ventana y percibía cómo el ambiente externo se iba deteriorando en la medida que el vehículo se aproximaba al barrio donde ella vivía. Era un barrio de bajo estrato social, el cual ella tenía la seguridad que había influenciado mucho en el tipo de vida que hoy tenían ella y su familia.

Aquel viernes, se sentía más cansada y sucia que de costumbre. Mentalmente revivió los acontecimientos ocurridos durante el día, y sintió que había llegado verdaderamente al fondo del abismo, sin percibir ni siquiera el momento exacto en que eso había sucedido. Comenzó recordando la noche anterior. Aunque su marido solo bebía en casa los viernes, la mayoría de la semana también llegaba borracho de la calle. Casi a diario, al llegar en ese estado la usaba sexualmente sin importarle nada. Algunos años atrás ella había intentado cortar con esa situación, pero varias golpizas le enseñaron que era mejor acostumbrarse y colaborar. Por eso la noche anterior, al igual que muchas otras veces, le había tenido que chupar el pene hasta que se le corrió dentro de la boca, mientras él bebía otra cerveza en el sillón de la sala. Lo que más le dolía de toda la situación no eran las humillaciones, ni las violentas penetraciones anales o vaginales a las que frecuentemente era sometida, ni las golpizas, ni los maltratos, ni los abusos a su cuerpo. En realidad, más le dolía saber que su hija Sonia había crecido en medio de ese ambiente dentro de la casa, el cual había adoptado como parte de su vida y hoy a sus 17 años era solo una cualquiera más en el barrio. No le sorprendía para nada entrar en casa y encontrar a su padre borracho en medio de la sala, usando a su madre como un objeto sexual. Alvaro nunca había parado de penetrar groseramente a Beatriz por boca, vagina o ano, solo por el hecho de Sonia entrar en la casa. La adicción de su padre al alcohol, las drogas y el sexo depravado era tanta, que la misma Sonia había tenido espacio y libertad suficiente para descarrilar su propia vida en medio de estos mismos caminos, sin que nadie se preocupara demasiado por eso. Beatriz recordó cómo ella misma, imposibilitada de tomar control de su hogar y destruida por el dolor que le causaba observar las vidas de su esposo e hija, también había terminado sucumbiendo, entregándose al falso refugio del mundo de las drogas.

Aquel viernes, mientras el autobús continuaba adentrándose al sucio barrio, continuó recordando que justo antes de irse a trabajar, su esposo había despertado con la resaca de la anterior borrachera, pero que eso no había sido motivo para que una vez más quisiera usar su juguete. Beatriz trabajaba con el horario estrictamente controlado por su jefe, por lo cual no tuvo tiempo ni para lavarse la boca antes de salir de casa y tuvo que irse a trabajar con el olor y sabor a semen, ya que el sexo oral había gastado los últimos minutos de su rutina. Recordó que mientras mamaba el pene de Alvaro en la cocina, Sonia se había levantado indignada de la mesa y se había ido sin terminar su desayuno. Apenas descargó su fluido dentro de la boca de Beatriz, Alvaro se había largado a continuar durmiendo, sin decirle una sola palabra a su esposa.

Así había comenzado aquel viernes, que había seguido con la dura jornada de trabajo que tenía como encargada de la limpieza de las oficinas de una firma de abogados. Durante aquel día, ella había necesitado una dosis de droga que ayudara a aliviar la carga de vida que sufría a diario, así que se había encerrado en una oficina vacía a inhalar su polvo, con tan mala suerte que uno de los Gerentes de la empresa había entrado de repente y la había sorprendido. Había sido justamente aquel viejo asqueroso que tenía fama de ser un acosador sexual, con lo cual mientras viajaba en el autobús de regreso a casa, recordó también cómo el viejo la había chantajeado con entregarla a la policía a no ser que se ganara su indulto. Recordó también cómo en esa misma oficina se vio obligada a chupar un pene pequeño pero gordo y lleno de venas, que a pesar de la edad del viejete, se puso rápidamente duro, y recordó cómo un par de minutos después el viejo la tenía a ella inclinada boca abajo sobre el escritorio y con la falda subida a la cintura, mientras la penetraba fuertemente. Recordó con claridad la sensación de la grasienta barriga apoyada sobre sus nalgas, mientras el grueso pene entraba y salía rápidamente de su vagina, y recordaba los borbotones de semen caliente que sintió en su interior otro par de minutos después. Ahora ella sabía que a partir de ese día y mientras trabajara en esa empresa, seguiría siendo objeto sexual del gordo cada vez que a él se le antojara, al igual que de su marido.

Con esos pensamientos llegó a su casa. Antes de abrir la puerta, ya consiguió escuchar la música y las risotadas dentro de la casa, lo que le indicó que la fiesta había comenzado y se trajo abajo sus esperanzas de que, aquel viernes, la rutina hubiera cambiado. Tenía oscuros presentimientos sobre lo que le esperaba. El buitre de la desgracia comenzaba a aletear sobre aquella casa.

Atendiendo a los invitados.

No se había equivocado en ninguna de sus suposiciones sobre lo pesada que sería esa noche. Nada más al llegar, se encontró con Alvaro y otros 3 hombres bebiendo, drogándose, cantando y danzando solos, como locos en medio de la sala. De los invitados, reconoció a 2 que ya habían estado el viernes anterior y que eran un par de viejotes de unos 40 o 45 años, como Alvaro. Al tercero era primera vez que lo veía y no aparentaba más de 35 años, como ella.

Cuando entró, dijo un " Buenas Noches " bajito, intentando no llamar demasiado la atención e intentó escabullirse inmediatamente a su cuarto, pero Alvaro la agarró por un brazo y la atrajo hacia él invitándola a que bailara y se uniera a la fiesta. Inmediatamente percibió que tanto Alvaro como uno de los viejos al que llamaban "Guillo", estaban completamente borrachos y drogados. El otro viejo al que llamaban "Nando" y el hombre más joven, que se identificaba como "Pindo", habían bebido bastante pero aun estaban más conscientes que Alvaro y Guillo. Vio varias botellas vacías y latas de cerveza regadas por toda la sala, como también algunas pequeñas bolsitas plásticas tiradas en el piso y vestigios del polvo blanco sobre la mesa.

Se dejó llevar un rato por Alvaro y lo complació bailando torpemente abrazados, mientras que él se inclinaba y le besaba el rostro al tiempo que sus manos bajaron y se posaron firmemente sobre sus grandes y redondas nalgas, estrujándolas descaradamente. Los amigos sonrieron celebrando el gesto, y Alvaro seguía manoseando a su mujer frente a todos, mientras Beatriz intentaba apartar disimuladamente el rostro a un lado. De repente percibió que Guillo miraba embelesado la forma en que Alvaro la manoseaba, e incluso se estaba sobando descaradamente el pene por encima de su pantalón. En ese momento, presintiendo que era mejor evitar que la situación se tornara peligrosa, Beatriz le dijo a su marido que le permitiera ir al baño, pues no aguantaba más las ganas y que volvería enseguida. Alvaro la soltó, pero le advirtió que volviera.

Se dirigió al baño y se quedó allí un rato sin hacer nada, simplemente esperando que por efectos del alcohol los hombres se olvidaran de ella y poder encerrarse en su cuarto. Cuando creyó que había pasado tiempo suficiente, salió del baño y casi en punta de pies intentó dirigirse al cuarto. De reojo percibió que Alvaro y Guillo estaban tumbados sobre el sofá y aparentemente estaban medio adormitados, mientras que Nando seguía bailando solo y Pindo se empinaba otra cerveza. Para su mala fortuna, Pindo la vio y sin perder tiempo gritó: " Hey Alvaro...ya regresó tu mujer!! ". Alvaro abrió los ojos medio sobresaltado y Beatriz se quedó estática en medio del corredor, con los ojos cerrados y maldiciendo mentalmente a su delator. Sabía lo que venía.

Alvaro la llamó y le ordenó que le trajera otra cerveza. Ella fue a la cocina y regresó rápidamente con una lata de cerveza, dejándola sobre la mesa y girando inmediatamente sobre sus pasos con la intención de escabullirse al cuarto, pero enseguida sintió las manos de Alvaro que la agarraban desde atrás por sus caderas y la invitaban a sentarse a su lado. La sentó entonces en medio de él y de Guillo, que seguía medio adormecido. Mientras Nando continuaba su danza, Pindo se sentó en la silla de enfrente y se dedicó a ver como Alvaro seguía abrazando a Beatriz por la espalda, mientras buscaba besarla en los labios y con la mano libre le comenzaba a agarrar brusca y torpemente los grandes pechos. Ella solo giraba la cabeza a un lado e intentaba mover el cuerpo para evitar el contacto tan directo, pero al encontrarse con Guillo a su lado, que ahora ya despierto observaba la escena, se quedó quieta y se dejó manosear de su marido. Alvaro continuó con su manoseo, ante la mirada morbosa de los 3 invitados, incluyendo a Nando que al percibir la situación había dejado de bailar y se había sentado en otra silla a apreciar el espectáculo, y a Guillo que al lado de Beatriz se comenzaba de nuevo a sobar el pene sobre el pantalón.

Beatriz se sintió de nuevo humillada y ultrajada, pero sabía que lo mejor que podía hacer era soportar la situación y esperar resignada a que todo terminara rápido. A pesar de lo torpe de sus movimientos, unos instantes después Alvaro logró desabotonar la blusa de Beatriz y corriendo el brassier hacia abajo, le dejó sus grandes pechos totalmente expuestos ante sus boquiabiertos y ebrios amigos. Comenzó a chuparle los grandes pezones oscuros, mientras ella solo bajaba la mirada para no ver las morbosas caras de los invitados. Alvaro reía sádicamente, y orgulloso le decía a sus amigos: " Miren las tetas tan grandes y sabrosas que tiene mi mujer! ", " Miren que tetas deliciosas las que se come su amigo Alvarito todos los días ", al tiempo que con ambas manos balanceaba arriba y abajo los senos de Beatriz, exhibiéndoselos a sus amigos. Ellos se reían maliciosos, sin quitar la vista de los hermosos pechos de la mujer, que continuaba con la miraba baja y esquiva, dejando que Alvaro la exhibiera y le chupara los pezones a su antojo. Era primera vez que él se atrevía a tanto, porque aunque otras veces ya la había besuqueado y manoseado orgulloso frente a varios amigos, haciendo alarde de la hermosa mujer que tenía a su disposición, era la primera vez que le exponía el torso desnudo. Se sintió horriblemente humillada pero pensó que como siempre, en 5 minutos Alvaro se quedaría dormido y ella podría por fin encerrarse en su cuarto.

Sin embargo, sintió que el asunto estaba empeorando pues Alvaro parecía estar despertando de su letargo, y además ya Nando se sobaba el pene sobre el pantalón igual que Guillo. Para completar la tragedia, Alvaro desprendió un instante su boca de los pechos de Beatriz, para decir " Y si vieran lo rico que chupa la verga mi mujer!! ". En ese momento se preocupó en serio. Sabía que la situación se estaba saliendo de control e intentó persuadir a su esposo de seguir adelante, pero él completamente dopado y fuera de cualquier entendimiento racional, le gritó que él era quien mandaba y que ella hacía lo que él le dijera, porque era su marido. Completó diciéndole: " Ahora quiero que le muestres a mis amigos cómo me chupas la verga!!! ". De nada valieron las súplicas ni las lágrimas de Beatriz, pues ante la mirada de los 3 visitantes, Alvaro se bajó los pantalones hasta los tobillos dejando al descubierto su miembro, y obligó a su mujer a que se arrodillara entre sus piernas y comenzara a chuparlo. Ella ya no suplicó y simplemente se dejó ultrajar una vez más; metiendo entre su boca el flácido pene, comenzó a chuparlo moviendo la cabeza arriba y abajo mientras apretaba el miembro entre sus labios y acompañaba el ritmo de su cabeza con una mano. Siguió chupando metódicamente, con los ojos abiertos y la mirada perdida, sin ninguna pasión o devoción, sintiendo las miradas morbosas de los 3 invitados. El pene continuaba flácido, pero Alvaro parecía excitado y decía " Eso ... así ... miren todos cómo mi mujer me chupa la verga ... le encanta chupar mi verga ".

Luego sucedió lo que Beatriz temía. De repente, comenzó a sentir una mano que acariciaba su pierna y subía por dentro de su falda. Levantó la mirada y vio que Alvaro estaba mirando a Pindo, que arrodillado detrás de Beatriz le subió la falda sobre las caderas y comenzó a acariciarle las hermosas nalgas. Beatriz vio que la mirada de Alvaro era de aprobación y excitación, por lo cual entendió que Pindo tenía el camino libre. Mientras Pindo siguió apretando sus nalgas y ella seguía chupando a Alvaro, percibió también que Guillo se había sacado el pene por el zipper del pantalón y se masturbaba aceleradamente su miembro corto y grueso, y ella pensó que era muy parecido al del Gerente de la firma que la había chantajeado en la tarde. Sintió que Pindo reventó por ambos lados las tiras de su diminuta tanga y arrancando los restos los arrojó a un lado, dejándola desnuda de la cintura para abajo y acomodada en cuatro patas. Escucho la voz de Alvaro: " Sigue chupando así, amor. Sigue chupando mi verga que ya te van a meter otra ", e inmediatamente sintió la punta de un pene duro que se paseaba de arriba abajo por la entrada de su vagina, y percibió como finalmente el pene de Alvaro se endurecía dentro de su boca, agarrándola por detrás de la cabeza y obligándola a aumentar la velocidad de la felación. Entendió entonces que su marido estaba haciendo realidad su antigua fantasía de compartirla sexualmente con otros hombres.

Se unen más invitados a la fiesta.

Cuando Sonia llegó a casa, dudó si debía entrar. Sabía que los viernes su padre llevaba amigos para beber, y a ella y a su madre les tocaba servir bebidas y limpiar vómitos en el baño hasta que se quedaban dormidos, así que pensó que tal vez era mejor idea quedarse a pasar la noche en casa de alguno de sus amigos. Había pasado la tarde fumando marihuana con su novio y aunque no estaba con deseo de intimidad aquel día, la hierba era del chico y ella había tenido que acceder a todas las desviaciones sexuales del mozalbete para poder ganarse el derecho a disfrutar de la droga. Su novio era un aberrado, al que además de penetrarla en las posiciones menos confortables, le gustaba verla meterse artefactos en la vagina y el ano mientras él se masturbaba, así que aquel día ella estaba algo adolorida en sus zonas íntimas, pero sabía que el esfuerzo había valido la pena pues el "viaje" había sido fantástico. Sin embargo pensó que su cuerpo no aguantaba más, y como ella sabía que si se iba a dormir a casa de algún amigo tendría que ganarse el techo a cambio de sexo, prefirió atender a los borrachos y entró en casa.

Cuando entró a la sala, el cuadro que encontró la dejó estupefacta. Estaba acostumbrada a encontrar a su madre mamando el pene de su padre o siendo penetrada en cualquier rincón de la casa, sin embargo lo que vio no lo había esperado nunca. Su madre estaba totalmente desnuda, al igual que su padre y otros 3 tipos de los cuales reconoció a los 2 más viejos. Su padre estaba recostado en una silla masturbándose rápidamente, aunque su pene estaba flácido en su mano. Su madre estaba en cuatro, sobre rodillas y codos en la alfombra, siendo vigorosamente penetrada desde atrás por el hombre que ella no conocía. A la vez, enfrente de su madre estaba arrodillado aquel viejo que llamaban Nando, con el pene dentro de la boca ella y agarrándola por los cabellos, haciéndole mover fuertemente la cabeza adelante y atrás. También arrodillado, al lado de Nando, estaba el gordito llamado Guillo, que se masturbaba frente a la cara de Beatriz esperando su turno de ser chupado. Inicialmente, nadie la sintió entrar y ella se quedó unos segundos observando la escena. El desconocido penetraba a Beatriz con unas embestidas tremendas, haciéndole saltar las nalgas y balancear los grandes pechos. A pesar de tener la boca llena, Beatriz dejaba escapar sonoros gemidos que a Sonia le parecieron más de dolor que de placer. Los gemidos se escuchaban más fuertes en la fracción de segundo que la boca de Beatriz era desocupada por un pene, para ser inmediatamente ocupada por otro, ya que Nando y Guillo se alternaban para que a ambos se los mamara.

Desde que tenía uso de razón, Sonia nunca sintió ningún tipo de afecto especial por sus padres. Él era un alcohólico-drogadicto empedernido del cual nunca recibió un cariño; ella, una ex-prostituta que aunque se retiró muy joven del negocio debido a su temprano embarazo, nunca había recuperado su dignidad. Por eso Sonia se sintió extrañada por lo inusual de la escena, pero distante de sentir por esas personas cualquier cosa parecida a un afecto, después de unos instantes simplemente decidió irse a su cuarto pensando que esa noche sería su madre quien tendría que limpiar sola todos los vómitos. Sin embargo, al intentar entrar al corredor, fue advertida por el personal que sodomizaba a Beatriz. El gordo Guillo sacó su pene de la boca de Beatriz, e inmediatamente corrió hacia el pasillo y le cerró el paso a Sonia, diciéndole: " ¿A donde vas preciosa? ... hoy vas a acompañarnos y vas a ser realidad el sueño que tengo contigo desde que te conocí ". Alvaro estaba tan borracho que ni siquiera entendía que era su propia hija la que estaba allí, así que no se molestó en defenderla. Beatriz intentó protestar un poco diciendo que la dejaran tranquila, que era una chiquilla, pero como respuesta Nando la agarró por los cabellos y le hundió su pene hasta la garganta, mientras que Pindo aumento la potencia de sus embestidas y parecía que quería deshacer el cuerpo de Beatriz en cada nuevo empellón. Guillo, desnudo, forcejeaba con Sonia que intentaba zafarse, pero el gordo tenía más fuerza y la sujetaba fuerte desde atrás apretándole los grandes pechos, herencia de su madre, y recostándole su pene grueso y rígido en el medio de sus nalgas redondas y firmes, también heredadas de su progenitora.

Beatriz, en medio del atropello sexual al que estaba siendo sometida, vio cómo Guillo comenzó a susurrar al oído de su hija, y cómo ésta poco a poco fue dejando de forcejear y comenzó a responderle algo al viejo. Entonces él la soltó y ella se quedó quieta; Guillo la tomó por una mano y Beatriz observó incrédula, cómo Sonia se acercaba mansamente al grupo que estaba sobre la alfombra. Guillo se sentó en una silla y por gestos le indicó a Sonia que se arrodillara entre sus piernas, pero esta le dijo: " Primero tú!!! ". Entonces Guillo se levantó y agarrando del suelo sus arrugados pantalones, buscó en los bolsillos y extrajo una pequeña bolsita que le entregó a la chica. Los ojos de ella se dilataron y la agarró con una expresión de felicidad; mientras que los de Beatriz por el contrario, se llenaron de lágrimas y un nuevo dolor sucumbió en su ser al comprender lo que estaba sucediendo. Sonia se sentó en el suelo y sobre una mesita vació el contenido del sobre; del bolsillo de sus rasgados pantalones de jeans extrajo una pequeña cuchilla con la que colocó el polvo en forma de líneas. Del mismo bolsillo extrajo un minúsculo tubito metálico que se colocó en la nariz, y acercándose a la mesa, comenzó a inhalar la cocaína.

Después de algunos segundos, la chica de 17 años había devorado casi completo el contenido del sobre, dejando solo 2 pequeñas líneas armadas sobre la mesa; su expresión era de completa disposición y felicidad. Guillo se acercó y tomándola por un brazo la levantó del suelo, volvió a sentarse en un sillón con sus piernas separadas y le dijo: " Ahora tú!!! ". Sin pudor alguno, Sonia se quitó la blusa e inmediatamente el brassier, y un hermoso par de senos saltaron bamboleantes. A pesar de su edad eran grandes, aunque de apariencia juvenil; con pezones igual de oscuros y amplios que los de Beatriz, pero obviamente estaban más firmes. De igual forma, se quitó los apretados pantalones de Jeans, ante la mirada de Beatriz que soportaba en silencio, y de Nando y Pindo que seguían empecinados en deshacer la boca y la vagina de Beatriz. Después de quitarse la tanga negra, quedó completamente desnuda, dejando ver un hermoso cuerpo joven y bastante voluptuoso para su edad. Definitivamente era el mismo cuerpo de su madre, hace 18 años atrás.

Se arrodilló entre las piernas de Guillo y tomó entre sus manos el pene que ya estaba de nuevo flácido. Sin ningún preámbulo se lo metió en la boca y comenzó a chuparlo de una forma pausada pero firme, masturbándolo al tiempo con su mano. El pene de Guillo comenzó a crecer y a endurecerse dentro de la boca de la chica, mientras que el de Nando comenzó a eyacular una dosis de semen dentro de la boca de Beatriz. La excitación del hombre había sido tal al ver a la hermosa chica de 17 años mamando el pene de su horrible amigo de 46 y con el morbo adicional de saber que se vendía a cambio de una dosis de cocaína, que no aguantando más descargó su contenido en la boca de Beatriz. Con movimientos espasmódicos se descargó completo y luego se retiró; se sentó en el mueble al lado de Alvaro, a disfrutar del show.

A estas alturas, Alvaro estaba completamente dormido y no estaba presenciando nada de lo que sucedía en su casa. Pindo se salió del cuerpo de Beatriz de forma repentina, y tomándola por un brazo la hizo levantar y la llevó hasta el sillón donde estaban los 2 hombres sentados. La hizo sentarse entre ellos, y le advirtió a Nando: " Cuida que no nos vaya a interrumpir ". Entonces Beatriz entendió lo que seguía. Pindo se dirigió hacia la parejita de enfrente y arrodillándose detrás de Sonia procedió sin ninguna contemplación a meterle un dedo dentro de la vagina de la chica que, en cuatro sobre sus rodillas, seguía chupando el pene de Guillo. Al sentir el dedo intruso, momentáneamente ella se sacó el pene de la boca y giró su cabeza hacia atrás para ver quién era el aspirante, y cuando vio a Pindo se sonrió pensando que afortunadamente era el tipo que le había parecido apuesto, y no el viejo Nando. Totalmente drogada, le dijo: " A ti no te conozco ", y él le respondió: " Mucho gusto nena, soy Pindo ", mientras seguía metiendo y sacando su dedo de la húmeda vagina de la adolescente; ella siguió: " Déjame quieta!!! ", pero él le dijo: " Déjame acompañarlos y te ganarás otro sobre más grande que el que te acaba de dar Guillo ", a lo que ella sonrió un poco y asintiendo con la cabeza le dijo: " Bueno, dale!! ". En ese momento Guillo la agarró por los cabellos y le volvió a insertar el pene dentro de la boca, empujándole la cabeza por atrás para obligarla a que chupara a gran velocidad y metiéndole el pene hasta el fondo de la garganta. A su vez, Pindo no perdió tiempo y acomodando su pene en la entrada de Sonia, empujó fuerte y de un solo golpe la penetró completa. La chica dejó escapar un gemido fuerte pero sin soltar el pene de Guillo ni disminuir el ritmo. Guillo comenzó a mover arriba y abajo sus caderas para profundizar al máximo la penetración oral, mientras que Pindo comenzó a bombear con fuerza, igual que como hace un momento hacía con la madre, y sintiendo como las paredes vaginales de Sonia estaban mucho más apretadas que las de Beatriz.

Beatriz tenía los ojos cerrados, aunque había escuchado la conversación y por los sonidos y gemidos del trío, sabía exactamente lo que estaba sucediendo. Abrió los ojos llorosos, y le dijo a Nando: " No aguanto más ...por favor ya no sigan!! ". Entonces Nando señaló hacia la mesa, las 2 líneas de cocaína que Sonia había dejado armadas, diciéndole: " Tal vez eso te ayude ". Beatriz asintió con la cabeza e hizo un intento por levantarse a la mesa, pero sujetándola Nando le advirtió: " No es gratis!!. Vas a tener que seguir con todo!! ". Beatriz volvió a asentir y él la soltó; ella se levantó tambaleante y se arrodilló enfrente a la mesa, tomó el tubito de su hija y comenzó a inhalar el polvo. Al ver la situación, Nando se le acercó y esperó a que terminara. Inmediatamente, se sentó en la mesita donde estaba la droga, quedando su pene frente a la cara de Beatriz. Ella entendió que ya tenía que pagar lo que acababa de consumir, y sin renegar volvió a meterse el pene del hombre dentro de su boca y comenzó a chuparlo. Nando estaba bastante excitado y a pesar de lo resiente de su anterior eyaculación, al ver a la mujer de su amigo mamando de nuevo su pene, mientras que la hija de 17 años recibía igual dosis por boca y vagina, su falo nuevamente logró una erección dentro de la boca de Beatriz. Entonces se levantó, indicándole a ella que se mantuviera en esa posición sobre sus codos y rodillas; se colocó detrás de ella y penetrándola comenzó a bombearla fuertemente. Alvaro dormía profundamente, mientras que sus amigos se gozaban a su mujer y a su hija, ambas en cuatro patas recibiendo pene.

Sin más esperanzas.

La orgía continuaba, pero todos los hombres querían probar ambos platillos, así que de común acuerdo, intercambiaron las posiciones y las parejas. Ahora Nando se sentó en una silla y Sonia se sentó sobre él pasando una pierna a cada lado de su cuerpo, de frente a él se ensartó el pene y comenzó a cabalgarlo, saltando y dejándose caer con fuerza, con lo cual sus grandes y firmes pechos brincaban deliciosamente a la vez que ella gemía con pasión. Guillo, que no había penetrado a Beatriz, se dirigió hacia ella y manteniéndola en la misma posición de cuatro, remplazó el lugar que Nando acababa de dejar; mientras que Pindo por su parte, pasó a sentarse en la mesita de la cocaína y puso a Beatriz a mamar su pene. Ahora era la madre quien soportaba de nuevo a 2 hombres, mientras que la hija saltaba ansiosa sobre el pene de Nando, que había agarrado con ambas manos los pechos de la jovencita y los estrujaba sin compasión, lamiendo y mordiendo sus pezones. Mientras para Beatriz todo seguía siendo un suplicio difuminado por el efecto de la cocaína, su hija Sonia había comenzado a gozar en serio y pedía más. La juventud de la chica era evidente, cada vez su cabalgata se hacía más enérgica y Nando sudaba a chorros. En el otro sector de la sala, Pindo movía sus caderas en sentido contrario al vaivén del cuerpo de Beatriz para hacer llegar su pene hasta el fondo de la garganta de la mujer, vaivén que a su vez estaba determinado por los bombazos que desde atrás le daba el gordo Guillo.

Después de un rato, volvieron a organizarse para intercambiar agujeros nuevamente, así que Guillo tomó a Beatriz tumbándola boca arriba sobre la alfombra, se coloco sobre ella y comenzó a penetrarla con fuerza. A pesar de los años y la barriga, el gordito estaba enérgico y taladró con fuerza a la mujer que abierta de piernas, lo recibía y se aferraba con sus talones a las nalgas del hombre y con sus uñas a la piel de su espalda. Al lado de ellos, Pindo se había acostado boca arriba y Nando había ayudado a Sonia a que se sentara de cuclillas sobre el pene erguido de Pindo, mientras que él de pié, colocaba el suyo dentro de la boca de la chica que brincaba cabalgando sobre el mástil de Pindo, de espaldas a él, gimiendo y mamando el pene que le acercaron a la cara; ambas mujeres chillaban ante las profanaciones de sus respectivos cuerpos. Pindo bombeaba sus caderas hacia arriba en el momento en que Sonia descendía, inundando completamente la cavidad vaginal de la chica; también estiraba sus manos y se aferraba desde atrás a los grandes senos bamboleantes de la hermosa hija de su amigo, mientras que Nando desde el frente la había tomado por las orejas y le imprimía un ritmo endemoniado a la cabeza de la jovencita que se movía adelante y atrás, devorando el pene.

Así siguieron un rato más la tremenda sesión, hasta que Guillo no aguantó más el ritmo de sus propios enviones sobre la humanidad de Beatriz; sacó su pene y agitándolo unos segundos sobre ella, enseguida empezaron a manar chorros de un semen blancuzco, de los cuales el primero a mayor presión fue a parar entre los pechos de Beatriz, mientras que algunos sucesivos le llenaron de semen el vientre y los vellos de su vagina. El hombre terminó de descargar y se levantó, dejando a Beatriz jadeante en la alfombra, agradeciendo que uno más hubiera terminado y esperando que el gordo no se repusiera tan rápido como Nando. Ella se incorporó un poco y vio como en el trío de al lado, Nando se estaba masturbando al frente de la cara de su hija, que seguía levantándose y dejándose caer pesadamente sobre el pene de Pindo, quien aferrándola por las caderas, la obligaba a bajar al máximo de fuerza. Ella misma se estrujaba sus pechos, masajeándolos en círculos y gemía con la boca abierta y la lengua afuera. Nando se acercó de nuevo y metiéndole el pene en la boca, le empujó la cabeza desde atrás obligándola a metérselo a fondo y sin dejar salir ni un centímetro, enseguida empezó con movimientos espasmódicos y gemidos similares a los que había tenido cuando se había descargado en la boca de la madre, que indicaron que ahora se estaba derramando dentro de la boca de la hija. Sonia lo recibió complacida, y en cuanto él le soltó la cabeza, ella siguió chupando con esmero hasta tragarse todo el semen. Cuando soltó el pene de Nando, este ya estaba flácido y el glande se veía hinchado y brillante. Beatriz estaba segura que ahora sí, Nando estaba fuera de combate.

Pindo levantó a Sonia y la hizo bajarse de su pene, para acomodarla boca arriba. La acomodó en la misma posición en que había estado Beatriz, y tumbándose encima de ella la penetró y comenzó a levantar sus caderas y dejarse caer, taladrándola sin compasión. Beatriz miró a su alrededor y vio que Nando se había recostado y estaba con los ojos cerrados, al igual que Guillo. Unos segundos antes, había visto a Guillo masturbándose, con la segura intención de continuar en la acción, pero el alcohol, su edad y su pesado cuerpo no le habían permitido ese lujo y se había quedado dormido con el pene en la mano. Solo entonces, Beatriz percibió que Alvaro estaba con los ojos abiertos, observando cómo Pindo se ensañaba con su hija. En ese instante Beatriz se sintió la mujer más desafortunada del mundo, al ver que su marido no solo había disfrutado con ver como unos cualquiera la usaban a ella sexualmente, sino que también le complacía ver que hacían lo mismo con su hija de 17 años. Justo en ese momento, Alvaro la miró y sus ojos se encontraron; él sonrió malicioso y comenzó a acariciarse el pene, a la vez que le indicaba a su mujer que se sentara a su lado. Ella como siempre, obedeció sabiendo lo que venía. Apenas se sentó, él la agarró por el cuello y la obligó a inclinarse a su lado. Ella se inclinó sobre las piernas del marido y comenzó a chuparle el pene, colocando su cabeza a medio lado y viendo como Pindo le daba más y más fuerte a su hija. La mano de Alvaro sobre su cuello la obligó a chupar rápidamente, y en poco tiempo el flácido pene ganó rigidez. Entonces Alvaro la quitó de un manotazo y la levantó, se paró del mueble y se acercó a la pareja de la alfombra, se arrodilló y se inclinó un poco hasta lograr que su pene estuviera al alcance de la boca de su hija.

Beatriz se quedó petrificada y pensó que todo iba a terminar ante una reacción de Sonia. Para su sorpresa, la chica miró a su padre y le sonrió con morbo, estiró una mano, comenzó a masajear el pene y le puso la punta de la lengua en el glande. Alvaro movió las caderas, y Sonia abrió la boca dejando deslizar entre sus labios el falo de su padre. Entonces ambos empezaron a moverse, él las caderas y ella la cabeza, al mismo ritmo rápido y fuerte al que Pindo seguía penetrándola. Fue rápido; a los pocos instantes de haber comenzado Sonia a chupar a su padre, Pindo se irguió y avanzó sobre la jovencita, quedando sobre ella con su pene a la altura de sus pechos y comenzó a masturbarse. Casi enseguida, abundantes chorros de semen comenzaron a manar del pene y a caer sobre los hermosos pechos de la chica, sobre su cara y hasta sobre el pene de Alvaro. Pindo siguió bufando y descargando un semen muy blanco y muy espeso, hasta que salió la última gota. Entonces se levantó y se tiró sobre un sofá a descansar. Inmediatamente, Alvaro se acomodó entre las piernas de su hija y la penetró. Se acostó completamente sobre ella apoyándose sobre sus pechos embadurnados de semen, y acercando sus bocas comenzó a besarla apasionadamente enredando sus lenguas, al tiempo que subía y bajaba sus caderas penetrando a la tierna chica. Ella levantó las piernas y rodeó con ellas el cuerpo de su padre, clavándole las uñas en las nalgas y moviendo las caderas al mismo ritmo que las de él.

Beatriz continuó observando el acto incestuoso, todo el tiempo que duraron su esposo y su hija gimiendo abrazados y besándose con lujuria. Finalmente, Alvaro se salió del cuerpo de su hija y se colocó de rodillas, al tiempo que tirando de los cabellos de la chica la obligó a inclinarse hasta quedar sentada de frente a él, con la cara ante su pene. Le indicó que lo masturbara y ella ansiosa agarró el falo con una mano y comenzó a agitarlo adelante y atrás frenéticamente, se llevó la otra mano a sus pechos y comenzó a acariciarlos, mientras mantenía la boca abierta frente a él, con la lengua afuera. Algunos segundos después Alvaro comenzó a gemir y a vibrar sus caderas, mientras chorros de semen salieron disparados y fueron a parar a la cara de su hija. Sonia direccionaba la punta del pene para que los chorros dieran en diferentes partes de su cara, algunos sobre sus pechos ya embadurnados, y uno dio directo dentro de su boca. Fue una eyaculación abundante, que dejó la cara y torso de la chica completamente embadurnados. Acto seguido ella comenzó a chupar el pene suavemente y con mucha dedicación, pasando la lengua por todos sus ángulos y hasta por sus testículos, hasta dejar todo completamente humedecido de su saliva pero sin un solo vestigio de semen. Al terminar, el miembro estaba de nuevo flácido; Alvaro se levantó y se dirigió a su cuarto tumbándose en la cama. Pocos segundos después comenzó a roncar.

Epílogo.

Teresa se fijó en el calendario y se estremeció un poco al caer en cuenta de la fecha. Ese día, hacía exactamente 5 años desde aquel viernes, que había salido de su antiguo hogar para nunca más regresar. Hacía 5 años que había cambiado su apariencia física, su identidad y hasta su país de residencia. Ahora ya nadie la llamaba ‘Beatriz’. Se había asegurado que nada la vinculara con aquel incidente que en su país había sido la noticia de la semana.

Hacía 5 años de aquel viernes que en una casa de barrio marginal, habían aparecido brutalmente apuñaleados los cuerpos de 4 hombres. Habían sido encontrados desnudos y con evidencias de altas cantidades de alcohol y cocaína ingeridas, y muestras de actividad sexual antes del deceso; uno de los hombres era inquilino de la casa. La esposa e hija habían desaparecido y todas las pistas apuntaban a indicar que habían sido raptadas después de matar a los hombres, en algún tipo de venganza entre pandillas del barrio. Sin embargo, los cuerpos de las mujeres nunca aparecieron, y ya nadie las buscaba.

Hacía 5 años desde aquel viernes, que no sabía nada de la hija que en aquella noche, después de matar a los hombres, había abandonado drogada dentro de la casa. Esperaba que ella hubiera despertado antes de llegar la policía y también hubiera huido. Hacía 5 años que no sabía nada de su pasado, pero ya había aprendido a ignorarlo. Ahora ella era ‘Teresa’, y para los demás, su pasado era igual al de la historia color de rosa que siempre imaginó cuando era niña. Ahora tenía un nuevo esposo, un nuevo hijo y por fin una vida digna.

xeztak.