Aquel verano (y III)

Ultimo capítulo de la historia de aquel verano tan caluroso... y tan caliente.

Si quieres saber cómo empezó todo, puedes leer los capítulos anteriores aquí: I http://www.todorelatos.com/relato/102999/ y II: http://www.todorelatos.com/relato/103177/

Nos despertamos de madrugada en casa de S., y como era de esperar, J. me llevó a casa, sin abrir la boca.  Y, como ya imaginaba,  no lo volví a ver, ni siquiera cuando, tras la comida, mis padres y yo nos montamos en el coche, para regresar a nuestra ciudad y dar por finalizado el fin de semana.

Pasaron unas pocas semanas.  Se habían acabado mis vacaciones, tenía que volver a trabajar, aunque el verano todavía no había acabado y se notaba que mucha gente se había ido fuera, las calles estaban medio vacías, muchas tiendas cerradas, y solo se podía soportar aquel calor gracias al aire acondicionado.

Intenté ponerme en contacto con J. en un par de ocasiones, aunque tengo que admitir que no me sorprendí cuando no respondió a mis llamadas, ni parecía tener intención de devolverlas.  Lo cierto es que sólo quería quedar con él para follar, con S. o sin S… y en las largas noches de insomnio del verano, pensaba en él a menudo.  Me seguía pareciendo un gilipollas, pero…

Por eso me sorprendí mucho cuando al sonar el móvil vi en la pantalla que era él.

-          Hola – Le dije.  Intenté no demostrar mucho entusiasmo, pero mis bragas comenzaron a empaparse.

-          Hola – Su voz sonó neutra por completo.  -  ¿Te viene bien quedar esta noche para tomar unas cervezas?

-          Por mi, bien

-          Vale.  Paso a buscarte a eso de las 10.

-          Vale

Esa fue toda la conversación.    J. colgó y yo me quedé con el teléfono en la mano y la cara de idiota.  Con J nunca se sabía, no tenía claro si de verdad íbamos a tomar unas cervezas o tenía pensado hacer cualquier otra cosa.  El caso es que a las 10 en punto, estaba en el portal de mi casa, maquillada y con un vestido ligero minúsculo para poder aguantar aquellas temperaturas.  No había pasado mucho tiempo cuando vi el coche de J., me lancé a la puerta y rápidamente nos pusimos en camino hacia alguna zona de bares.

Charlábamos sobre tonterías, no me nombró para nada a S., ni parecía recordar las sesiones de sexo que tuvimos, aunque para mí fueran inolvidables.  En eso iba pensando, hasta que de repente me dijo secamente

-          Quítate las bragas.

-          ¿Qué dices?

-          Que te quites las bragas. – Se volvió a mirarme, sonriendo como solía hacerlo – No te arrepentirás.

Me imaginé que en realidad estaba conduciendo hacia las afueras de la ciudad, a algún sitio donde aparcar el coche y follar, y que quería preparar un poco el terreno, calentándome antes.  Así que, sin hacer más preguntas, me quité el tanga, que él se apresuró a arrancarme de la mano y tirar por la ventana con una risotada.

-          ¿¿Qué haces?? ¿¿Estás tonto o qué??

-          Así no tendrás la tentación de volvértelo a poner en toda la noche – No dejaba de mostrar su sonrisa de cabrón.

-          Te voy a mojar toda la tapicería del coche, si sigues así – le dije suavemente

-          Esto no ha hecho más que empezar… - Pero siguió conduciendo en silencio como si yo no estuviera allí.

En contra de lo que me imaginaba, J aparcó delante de un bar y me dijo que me bajara.  Bajarme del coche con esa minifalda, y sin bragas resultó un poco difícil… pero me sorprendí  descubriendo que una extraña excitación empezaba a acumularse en mi estómago y bajaba hasta mi sexo, sentía un morbo hasta ahora desconocido en jugar a mostrarme a cualquiera que pasara por allí… Así que simplemente me bajé del coche, sin preocuparme de nada más.  No sé lo que vieron o no vieron los demás, pero noté unas gotas de flujo comenzando a resbalar entre mis muslos.

J. decidió que nos sentáramos en una mesa un poco alejada de la barra, era una mesa alta con taburetes en lugar de sillas.  Sentarse allí con las piernas cruzadas era incomodísimo…  Decidí ponerme de pie, pero J me dijo que me sentara, mientras comenzaba a acariciarme el interior del muslo.  Con su mano en mi pierna, le pidió al camarero las bebidas, yo casi no podía hablar, anhelando el momento en el que sus dedos llegaran a rozar mi coño…  pero se mantenían tozudos a mitad del muslo, obligándome, eso sí, a mantener las piernas ligeramente separadas.  Me hablaba tranquilamente, sonriendo… vistos desde lejos, parecíamos un par de amigos normales y corrientes, nadie podría imaginar que estaba tan excitada que cualquier pequeño roce iba a hacer que me corriera allí mismo.

Al poco tiempo de estar así, dos hombres se sentaron en una mesa frente a la nuestra.  Eran un poco mayores que nosotros, les calculé unos 40 o 45 años.  Desde donde estaban, podían ver perfectamente como J me acariciaba el muslo, aunque no parecían prestar mucha atención.  Por eso, cuando el camarero les sirvió las bebidas y se marchó, los movimientos de J sobre mi muslo se hicieron más ostensibles.   Comenzó a hablar más alto y a reírse a carcajadas, estaba claro que quería llamar la atención de esos hombres.  Al principio cerré obstinadamente las piernas, pero comencé a sentir nuevamente el morbo de la provocación, quería saber hasta dónde era capaz de llegar y hasta dónde era capaz de llevar a los demás, todo esto, sin ser pillada, a ser posible.

No tardaron en darse cuenta, porque pronto empezaron a señalarnos con la cabeza y a reírse entre dientes.  Nos miraban de reojo y tragaban saliva con nerviosismo.

-          Te desean – me dijo J. – Ahora mismo darían lo que fuera por follarte aquí mismo, encima de la mesa si pudieran.  Míralos.

Esas palabras aumentaron esa sensación, ese hormigueo… quería que me desearan.  Quería llevar al máximo la provocación.  Así que abrí un poco más las piernas, y comencé a acariciarme yo misma el coño, disimuladamente, pero sin apartar mi mirada de ellos.  Uno de ellos, el de barba, se volvió sin más recato, estaba claro que en ese juego no cabía ya el disimulo, y también me miraba fijamente, los ojos brillantes.  El bulto de sus pantalones me decía que J tenía razón, que me deseaba.  El otro procuraba disimular un poco más, apartaba la mirada, nervioso, pero volvía a posarla en cuanto podía.  El de barba comenzó a palparse la erección por encima del pantalón, parecía querer decirme “mira como me pones”… aquella situación era tan excitante…  no sabía cuánto estuvimos jugando a eso, sólo sé que de repente J se levantó y fue a la mesa de los dos hombres.  Me quedé atónita observando como hablaba con ellos mientras yo me quedaba allí, sin saber qué hacer.  Tras una brevísima conversación, los tres se levantaron y J vino hacia mi.  “Nos vamos”.

“¿Me va a dejar así?”  pensé yo… volví al coche, J. ponía la mano sobre mi pierna, y me miraba de vez en cuando.  Intenté provocarle yo, agarrarle la entrepierna, pero no se dejó…   solo me susurró que esperase, que quedaba mucha noche por delante.

Llegamos a un bloque de pisos y paró el coche.  Me indicó que bajara y llamó a un timbre.  Por un momento sentí algo de miedo y la excitación que sentía hasta entonces, se transformó en temor.  J parecía haberlo leído en mi cara y me dijo “Tranquila, no voy a dejar que te pase nada malo”.  Mientras montamos en el ascensor, me abrazó desde atrás y me mordía el cuello, mientras me sobaba las tetas.  Volví a relajarme, había aprendido que si me dejaba llevar por J., acabaría disfrutando más que nunca en mi vida.

Llamó a la puerta de un piso.  No me sorprendió que abriera uno de los hombres de antes, el de barba.  Nos hizo pasar y se presentó, dijo llamarse F., y su amigo T, quien estaba nerviosísimo, bebiendo de un vaso de tubo algo que seguramente sería un cubata.  Nos invitaron a sentarnos, y T nos preguntó qué queríamos tomar.   Sin embargo, F. no dio tiempo siquiera a que nos sirvieran las bebidas, ni se molestó en iniciar una conversación que no le interesaba a nadie.  Se lanzó sobre mi boca, metiéndome la lengua hasta la garganta.   Se dedicó a besarme lentamente, muy profundo, muy húmedo, mientras me sobaba las tetas por encima del sujetador y el vestido, pero no tardó demasiado en remangarme el vestido de forma que mostré a todos nuevamente mi coño, que estaba palpitando de deseo.  T., quien parecía no saber que hacer, me tocaba un poco el muslo, sentado al otro lado del sofá, así que tomé su mano y le guié, llevándosela a mi sexo, haciendo que me penetrara con sus dedos.  Rápidamente supo qué ritmo darle a sus dedos para hacerme gozar.  Tenía a F comiéndome las tetas y a T. masturbándome mientras, mientras J se había quitado los pantalones y estaba pajeándose allí, delante de mi cara, disfrutando de aquella escena.

Aparté un momento a los desconocidos y me puse a cuatro patas sobre el sofá, pidiéndole a J. que se acercara, para poder chuparle bien la polla.  Dejé el coño bien expuesto, dando via libre a F y a T para que hicieran lo que quisieran.

Por unos momentos, me concentré en la verga que tenía en la boca, en dedicarle la atención que merecía, saboreando el líquido que empezaba a salir, J me follaba la boca con cara de absoluto placer.   Pero perdí la concentración en cuanto noté unas manos separando mis nalgas y una lengua recorriendo todo el camino que va desde el clítoris al ano, tenía que ser F. porque notaba un cosquilleo que me encantaba de su barba al pasar su barbilla por mi sexo.  Metía y sacaba una y otra vez el clítoris de su boca para a continuación llevar la lengua al ano y dar unas vueltas alrededor, lamiendo con cuidado.  Estaba a punto de correrme, y eso debió hacer que mis chupadas a la polla de J. fueran aún más rápidas, porque se corrió enseguida dentro de mi boca, noté como chocaba el semen contra el paladar, mientras me sujetaba la cabeza y sus movimientos se hacían cada vez más lentos.  Fue justo el momento en el que me corrí yo ahogando los gritos de placer.

Cuando por fin me recuperé, vi que ahora era T el que se pajeaba, su polla a punto de reventar mirando al techo.  Le llamé, con voz dulce, y mirándole a los ojos, me dediqué a pajearle yo, más despacio de lo que lo había hecho él, presionando un poco en el frenillo, lubricando con mis dedos mojados en mi propia saliva.  Mientras, F se había acomodado, y agarrándome las tetas bien fuerte, se disponía a penetrarme.  Noté la primera embestida, lenta, pero profunda, F era la clase de tio que se toma las cosas con calma pero quiere hacerlas bien.  Soltó un gemido de placer.  Le siguieron dos, tres embestidas más, hasta que el ritmo empezó a aumentar, hasta follarme como un loco, mi coño engullendo aquella verga enorme a toda velocidad, me hacía perder un poco el control sobre la polla de T., a quien no parecía importarle, porque no tardó en correrse, llenando mis manos y mi cara de su leche bien caliente.  Grité, volví a correrme, muy fuerte, me sentía flotando en una nube, donde solo cabía un inmenso placer que brotaba en mi sexo y se extendía por todo el cuerpo.   Después, F. salió de mi, corriéndose sobre mi coño, dejando un reguero de semen en el, en mis muslos, mientras se quedaba quieto y emitía un sonido ronco.

Caímos los cuatro sobre el sofá, y después de recuperar el aliento, nos bebimos unos cuantos cubatas (muchos) más, desnudos, en ese sofá.   Recuerdo que bailé desnuda para ellos, provocándoles y sintiéndome nuevamente excitada al ver como me estaban deseando.  Recuerdo que me masturbé allí, sobre ese mismo sofá, para que ellos me mirasen, pero en ese juego estaba prohibido tocarme.  Recuerdo que ellos mismos se masturbaron, mientras me miraban.  Pero no recuerdo cómo llegué a un dormitorio, por qué estaba en una cama y por qué F. dormía a mi lado.

Con bastante dolor de cabeza,   intenté levantarme sin despertar a F., pero al primer intento de moverme, me sujetó con un brazo mientras se pegaba a mi cuerpo.  Mi espalda contra su pecho, su erección contra mi culo.  Me susurró que no me fuera todavía, y aquella forma dulce de pedírmelo, el cosquilleo de su barba en mi piel y su abrazo hicieron que deseara quedarme allí, nuevamente mojando mi entrepierna.

Me daba besitos suaves en el cuello y los hombros, mientras con su mano me acariciaba el costado y mi propio brazo, hasta que en un momento dado hizo que levantara la pierna y apoyándola contra la suya propia, me penetró así, haciendo que suspirase nuevamente de placer.   Vovió a follarme despacio, parece que tenía ese estilo estudiado, mientras notaba perfectamente cómo entraba y salía de mi.  Yo apenas podía tocarle en esa postura, así que tomé su mano y la llevé a mi pubis, para que él, presto y solícito como era, se dedicara a hacer círculos rápidos sobre mi clítoris.  Ni que decir tiene que follándome así, llegué a correrme tres veces, tenía un aguante increíble.  Finalmente se vació, esta vez dentro de mi, sujetándose a mi cuerpo con fuerza, como si temiera caerse.

Me volví a dormir, y no desperté hasta que él llegó con una bandeja con un desayuno increíble.  Definitivamente, F. era la antítesis de J. para casi todo, aunque los dos follaran igual de bien.   Por eso, cuando me pidió el teléfono, se lo di sin dudar.  Quería saber que iba a poder disfrutar de muchas más horas de sexo como las que habíamos disfrutado.


El verano terminó, por lo que doy por concluido mi relato de lo que viví en aquella época.  Sin embargo, os puedo contar otras historias de lo que he vivido, visto o imaginado.  Si os gustaría que las escribiera, hacérmelo saber a través de vuestros comentarios y votaciones.  Muchas gracias y muchos besos!