Aquel verano (II)
Aquellas vacaciones familiares de convirtieron en una sucesión de orgias y polvos incestuosas que me enseñaron mucho acerca de mi familia y de mi mismo
Después de nuestra primera tarde de sexo, los cuatro decidimos que durante aquellos días, seguiríamos disfrutando de unas vacaciones de incesto y morbo. Después volveríamos a la normalidad y no volveríamos a hablar de lo sucedido. Todos estuvimos de acuerdo, era lo más sensato. Paula y yo ya éramos lo suficientemente maduros como para distinguir entre sexo y amor y, no voy a negarlo, aquello nos ponía mucho. Poder disfrutar sin límites con mi familia y cumplir mis fantasías, era algo increíble.
Los siguientes días fueron una sucesión de orgias y polvos esporádicos entre cada uno de nosotros. Acabamos conociéndonos de otra manera, aprendimos lo que nos gustaba y, en mi caso personal, dejé libre una bisexualidad que aún tenía escondida. Me gustaría compartir con vosotros alguna de las historias sueltas que sucedieron.
Una mañana, sin saber porqué, desperté antes de lo normal. Un vistazo al reloj me confirmó que aún era temprano y todos estarían durmiendo. Una idea cruzó mi mente. Me levanté y de puntillas fui a la habitación de mis padres. Entré sin hacer ruido. Ellos dormían desnudos, sin taparse con la sabana por el agobiante calor que nos azotaba aquel verano, así que les tenía a mi disposición.
Me agaché sobre el coño de mamá y empecé a lamer. Pasé mi lengua una y otra vez por su raja hasta que la oí gemir. Entonces abrí más sus muslos. Un aliento cálido surgió de ella, sentí el olor de su chocho que me hizo salivar.
-Uff, Pedro -me excitó que pensase que era mi padre. Él respondió con un mm aún somnoliento, sin saber que yo estaba comiéndome el coño de su esposa. De mi madre.
Pronto acabó por despertarse a base de mis lametones.
-Buenos días, mamá -dije con la lengua fuera. Metí dos de mis dedos por su vagina, ya húmeda y lubricada.
-Buenos días, amor -respondió ella, dejándose hacer.
Cuando estaba muy caliente, me dijo:
-¿No te quieres follar a mamá?
Ni lo pensé. Me colé entre sus piernas y con mi glande, acaricié la entrada de su coño. Ella apretó mi culo y se la clavó. Comencé a moverme encima de ella mientras nos besábamos.
-Joder, cómo os despertáis -dijo mi padre, aún tomado por el sueño.
-Aah.. El chaval, ya ves -dijo mi madre entre jadeos.
Papá se levantó y salió de la habitación.
-Ahora eres mía -dije en cuanto marchó.
-Síi. Soy tu puta, cabrón -me dijo. Cuando se excitaba mucho nos insultaba así a papá y a mi. Eso me ponía a cien.
Luego se puso a cuatro y, desde atrás, la penetré. Me encantaba hacerlo así con ella. Podía disfrutar de su culazo y azotarla a placer, le ponía muy cachonda cuando nos sentía golpear sus nalgas de aquella manera. Agarré su pelo y tiré su cabeza hacia atrás. Ella gimió de placer y empezó a mover sus caderas como loca. Acertaba a ver sus tetas bamboleándose al ritmo de mis embestidas.
Desde la habitación de mi hermana nos llegaron los gemidos y los gritos de excitación de Paula y papá.
-¿Te quieres correr dentro de mamá? -me preguntó con una voz irresistible.
-Síii.
Hasta ahora no me había corrido dentro. Ella tomaba la píldora, como mi hermana, pero aún no había surgido la oportunidad de hacerlo en ninguna de las dos.
-Ufff yaa -dije cuando noté que estaba a punto.
La clavé lo más profundamente que pude y la dejé quieta. Pero para mí sorpresa, mamá siguió moviendo sus caderas. Me follaba mientras jadeaba extasiada. Yo me dejé hacer.
-Si cabrón -dijo en cuanto empecé a eyacular.
Luego se separó de mí. Se tumbó boca arriba y abrió sus piernas. Vi como mi propio semen rezumaba de sus labios y manchaba la sábana. No tarde en agacharme frente a ella y lamer su clítoris con furia. Antes, eso sí, pasé mi lengua por sus labios y recogí con mi lengua retazos de mi leche.
En cuanto se corrió. Subí hasta su boca y comenzamos a morrearnos. Ella puso el semen que resbalaba de mi boca en sus tetas, se colocó encima de mí y me dio de desayunar sus enormes tetas pringosas por mi esperma.
Creo que el siguiente capítulo que os querría contar sucedió aquella misma tarde. Habíamos ido a la playa y, al llegar, yo me estaba duchando. Papá entró en el baño sin avisar y se metió en la ducha conmigo.
-¿No te importa, verdad? -dijo.
-No, claro -respondí. Tampoco podía hacer más.
Hasta entonces, mi padre y yo solo habíamos coincidido si, por lo menos, una de las chicas estaba presente. Pero tan pronto como él acarició mi pene, supe que aquello iba a cambiar. Yo respondí masturbándole con lentitud. Nos besamos bajo la ducha, mojados, pegando nuestros cuerpos. Yo agarré con firmeza su culo y él hizo lo propio. Nos pusimos muy calientes y empezamos a aumentar el ritmo de nuestras pajas.
Me puse de rodillas frente a él. A pesar del agua y el gel, el olor de su rabo me llegó a los más profundo de la nariz. Empecé a chupar.
-Uff que bien la comes.
Animado por sus palabras me la metí en la boca. Bebí del agua que me entraba en la boca por su pene. Paladeabs el sabor salobre del agua de mar en la que se había bañado aquella tarde, pero, sobre todo, sentía el calor de su rabo dentro de mi. Boca. Le masturbaba lento, procuraba llenarle el tronco del pene de saliva. Sentía como se volvía loco por mi mamada. Recordé a mi hermana, ella siempre nos la comía sin manos. Aparté mis dedos y trabajé solo con mi boca.
-Ufff -dejó escapar cuando me sintió hacerlo.
Yo agarré sus nalgas con fuerza y llevé mi boca delante y detrás. El me acarició el pelo y con suaves movimientos, guio mi felación.
Cuando sentí que se iba a correrse lo saqué de la boca y lo masturbé frente a mí hasta que, con un largo suspiro, acabó echándomelo en la cara.
Luego me levanté y él me dio la vuelta. Sentí su pene todavía duro contra mis glúteos. Con su mano derecha me pajeaba, con la otra acariciaba mi pecho, pasó las yemas de sus dedos por sus pezones. Me besaba en el cuello.
-Ah, papá, vas a hacer que me corra – dije.
No tarde en hacerlo. Luego nos limpiamos el uno al otro y salimos de la ducha, como nuevos.
La última historia de este relato ocurrió un par de días después. Habíamos ido a una playa algo alejada que nos habían recomendado y nos habíamos quedado a cenar en el pueblo de al lado. Volvíamos en coche, de noche, por una carretera secundaria. Había poca iluminación y éramos casi el único coche de la vía.
Mi hermana y yo íbamos en los asientos traseros. Ella aún llevaba un bikini que realzaba sus pechos perfectos. Yo no la quitaba ojo, estaba pensando en cómo me la iba a follar en cuanto llegásemos. Todavía no había surgido la manera de correrme dentro, pero me prometí a mi mismo que de aquella noche no pasaba.
De pronto ella se sacó las tetas del bikini.
-¿Así mejor? -me preguntó. Sin duda había visto que la miraba.
-Sí – respondí excitado.
Comencé a apretar sus tetas. Pase mis dedos por los pezones, que sentía ponerse duros al apretarlos. Aunque se había duchado en la playa, aún sentía el tacto áspero de la arena y la sal en su piel.
Ella se inclinó hacia mi y nos morreamos. Los besos de Paula eran muy calientes, le gustaba usar la lengua fuera de la boca. Te besaba con lentitud, te lamia y se retiraba un poco para volverte loco. Además, jugaba con sus manos y acompañaba todo con gemido y susurros que me ponían muy cachondo.
Papá y mamá nos miraban a través del retrovisor. Paula abrió sus piernas y yo aproveché para meter la mano en su bajador. Su coño estaba húmedo, noté como sus labios se abrían para mi.
Ella se quito el cinturón de seguridad y se puso encima. Comenzó a frotarse con mi paquete. Nos besamos muy calientes. Sus tetas se aplastaban contra mi pecho. Ella llevó su mano a mi bulto y, a tientas, consiguió sacarme la polla.
-Uff hermanito, me encanta tu polla.
Apartó suavemente la parte de debajo de su bikini y se la metió. Gemí al sentirla dentro, tan suave que apenas encontré resistencia.
-Joder y yo conduciendo -dijo mi padre al vernos así.
-Anda, espera -dijo mi madre.
Atisbé cómo se inclinaba sobre él y, aunque no podía verlo, por los ruidos que hizo no me cupo duda que empezaba a mamársela mientras conducía.
Paula se movía lentamente por el poco espacio que había, pero eso me gustaba, deseaba sentirla pegada a mi. Yo apretaba con fuerza su culo con las manos, redondeado, firme. Perfecto. Pasó su lengua por mi mejilla y me susurró al oído, tan cerca que sentí que su aliento cálido me hacía cosquillas:
-Méteme un dedo.
Supe al momento lo que quería decir y, como buen hermano, hice lo necesario para satisfacerla. Abrí sus nalgas y busqué a tientas su ano con la yema de mis dedos. Metí mi índice, lentamente. Ella gimió al sentirlo y se detuvo. Yo, con mucha lentitud, lo saqué y lo metí.
-Aah, así -me susurraba ella. Volvió a cabalgarme, muy lentamente.
-Quiero correrme en tu coño -dije.
Ella se apartó. Por un momento temí que aquello la hubiera asustado. Pero cuando vi que se sentaba a mi lado, con las piernas abiertas y me agarraba de la camisa para que fuese con ella, vi que me equivocaba.
Me quité el cinturón lo más deprisa que pude y me puse entre sus piernas. Me agaché para besarla mientas metía mi polla dentro, apartando su bañador. Ella se acomodó para que pudiese entrar mejor. Follamos así un rato, yo apretaba sus tetas, ella jadeaba.
Escuché a mi padre lanzar un largo gemido y los ruidos bucales de mi madre me dijeron que se había corrido.
Paula me abrazó por la nuca y pegó mi cara a la suya.
-Me tienes loca, cabrón – dijo con la voz rota de la excitación.
Yo respondí sacando mi lengua y entrando en su boca. Ella se dejó hacer. Luego recorrió mi espalda con la yema de sus dedos y clavó sus manos en mi culo. Me apretó con fuerza y empezó a moverme. Yo hice caso de sus indicaciones y seguí el ritmo que me marcaba. Le gustaba duro, que la embistiesen con fuerza hasta lo más profundo de su ser.
Cuando estuve a punto de correrme, la dejé denteo de mi hermana. Ella me abrazó con las piernas y recibió mi corrida con unos espasmos que me dejaban adivinar que estaba en medio del orgasmo.
Quedamos los dos rendidos por un minuto hasta que papá aparcó el coche frente a la casa. Entramos todos preparados para una nueva noche de sexo.
El verano estaba a punto de acabar, pero aún nos quedaba el gran final