Aquel señor quería jugar conmigo en el avión

Un señor mayor aprovechó un vuelo nocturno desde San Francisco para desatar sus pasiones conmigo después de mi primera historia de amor con un americano

He tenido la oportunidad de viajar en múltiples ocasiones a los Estados Unidos, la mayoría de veces por trabajo pero en otras ocasiones  a visitar a un familiar que vivía en California. Personalmente, me gusta mucho viajar y debo confesar que EEUU es un país muy grande, con muchas atracciones por descubrir. Además, el perfil de hombre que a mí me atrae es más desinhibido que el que se puede encontrar por aquí y se puede encontrar diversión en lugares insospechados...

Esta situación me sucedió hace unos 10 años, después de una visita familiar, aproveché para ir a conocer San Francisco yo solo. Por aquel entonces, todavía vivía mi sexualidad de un modo muy discreto a la vez que secreto. Cuando llegué a aquella gran ciudad, me planifiqué para visitar las grandes atracciones mientras me alojaba en un hostel cerca de Union Square, por el centro. La primera noche, abrí la que era mi única aplicación que utilizaba para conocer hombres, bearwww.com y, para mi sorpresa, no había más que 4 o 5 perfiles en toda la ciudad... más adelante descubrí nuevas aplicaciones que evidentemente son más populares (de esto me gustaría hablar algún día, porque existen muchas aplicaciones y depende del lugar, funcionan unas mejor que otras). En ese momento, yo no me atrevía a adentrarme por mí solo en ningún bar de ambiente, por eso me resultaba más sencillo utilizar las apps. Así pues, uno de los perfiles me pareció interesante y le escribí. Me contestó al día siguiente (él no la utilizaba mucho) y tuvimos una larga conversación antes de decidirnos a quedar por la tarde.

Al verlo, me sorprendí, me pareció muy atractivo. Rondaba los 60 años, debía medir algo menos que yo, cerca de 175, tenía barriga (como la mayoría de norteamericanos) pero tampoco era obeso, poco pelo en la cabeza y blanco, era muy peludo (se le veía el canalillo de la camisa y los brazos), con bigote... y me llevó en moto a tomar algo a un bar (una gran experiencia circular por las cuestas de esa ciudad en su moto!). Estuvimos charlando, en inglés obviamente, acaloradamente y congeniamos muy bien, era un hombre muy divertido de nombre Chuck (para mí, "tío Chuck"). Después de aquel bar, me propuso ir a su casa. A pesar de mis miedos, me convenció y nos acostamos juntos. Era un hombre muy divertido en la cama, que me ayudó a perder el miedo. Le gustaba mucho besar, el contacto, tocarnos, sobarnos,... y yo disfruté solo de verlo desnudo junto a mi. Me lamía todo el cuerpo mientras me iba meneando el rabo con sumo cuidado. Le gustaba chuparme la polla y meterme la lengua por el culo y eso a mí me excitaba muchísimo. A él le costaba tener una erección (algo me contó de un medicamento que se tomaba pero no lo acabé de entender), pero hacía todo lo posible para que yo no la perdiera. El simple hecho de estar compartiendo cama con un hombre como ese, para mí era suficente para mantenerme excitado. A pesar de que yo ya tenía una edad (debía tener algo menos de 30 años), como no había tenido muchas relaciones todavía, no estaba circuncidado, así que mis relaciones no eran del todo placenteras (esto también lo dejaré para otro relato, donde explicaré cómo pude estrenar "polla nueva" y mis relaciones sexuales dieron un giro de 180º) y la manera de acabarlas era mediante una masturbación... Independientemente de eso, fue increible, aquel hombre me ponía muy cachondo, era muy divertido en la cama y se desvivía para hacerme disfrutar junto a él. Aquella noche me quedé en su apartamento que estaba en Nob Hill. Me hizo correr 3 veces antes de dormir. (él se corrió también dos veces) A la mañana siguiente, nos despertamos y no perdimos ni un momento para seguir jugando y después desayunar, me llevó a mi hostel para que yo prosiguiera con mi visita por la ciudad, creo recordar que aquel dia fui a Alcatraz. Por la tarde, me dijo que él me haría un tour por la ciudad... y así fue. Me llevó en moto a unos miradores increibles, y me enseñó el barrio de Castro. Allí, me estuvo explicando toda la historia del barrio, de los movimientos sociales que allí se produjeron, la "pandemia" del VIH (y cómo se había llevado por delante varios de sus amigos...),... fuimos a cenar y luego otra vez a su casa. Fue otra noche increible. Allí me di cuenta que estaba viviendo una verdadera historia de amor, como si fuera un adolescente. Estuve 5 días más por San Francisco y para mi fue un auténtico romance que sabía que iba a acabar... la despedida fue muy dura, pero era inevitable. Mi "tío Chuck" me hizo descubrir una pasión que desconocía que tenía. Además me enseñó la historia de la ciudad contada en primera persona, igual que su salida del armario que también fue traumática... y todo eso siempre con una sonrisa y un chiste pervertido para acompañarlo.

A pesar de mi tristeza, todos esos descubrimientos de mis instintos, pasiones, y excitaciones hacían que estuviera en estado de "celo" y no quería perder oportunidad para seguir explorando nuevas sensaciones. Sin ir muy lejos, el avión de vuelta era desde San Francisco a Barcelona, con una escala en Filadelfia y estaba montado de modo que los dos vuelos eran nocturnos, haciendo la parada de Filadelfia de día (que me permitió conocerla). Durante la cola del primer vuelo, no paraba de fijarme en todos los hombres que viajaban solos. A ver si con alguno podíamos hacer un intercambio erótico de miradas. En esos vuelos hay mucha gente y nunca sabes lo que te puedes encontrar... Después de varios intentos frustrados, me fijé en un hombre mayor que viajaba solo. Debía tener más de 70 años, era bajito, delgado, con gafas y se le marcaba un buen paquete. Hicimos un intercambio de miradas, pero sus gafas no me permitían ver si a él le gustaba mantenerme esa visión. En estos aviones se entran por varios grupos que ordenan en diferentes filas delante de la puerta de embarque. Estábamos en grupos distintos de entrada y mientras se iba embarcando la gente, nos cruzábamos la mirada. A mí em tocó entrar antes que a su grupo y ya perdí cualquier opción de seguir con ese juego... Busqué mi sitio y me senté. Era uno de esos aviones grandes, donde en cada fila hay 10 asientos agrupados en grupos de 3 junto a las ventanas y un bloque de 4 asientos en el centro de la fila. A mí me tocó en uno de los grupos de 3, pero junto al pasillo. Unos minutos más tarde, entró el último grupo de embarque y, casualmente entró aquel señor. Vi que avanzaba por el pasillo y se paró justo en mi fila, su asiento era justo el que se encontraba al otro lado del pasillo, junto a mí. Volvimos a mantener un intercambio de miradas y yo seguía alternando mi visión con su bulto, con la sensación que había crecido. En mi bloque de 3 no se sentó nadie a mi lado, así que me encontraba solo, mientras que él sí que tenía gente junto a él. Antes esta situación, él pidió a una azafata si podía sentarse junto a la ventanilla. Ninguna azafata puede resistirse a los encantos de un hombre mayor cuando hace este tipo de petición, así que no le pusieron ningún problema, no sin antes preguntarme a mí si tenía algún problema. Yo dije que sería un placer, evidentemente. En un principio, teníamos un asiento vacío entre él y yo... En esa situación ya habíamos tenido algún roce entre cuerpos y los dos teníamos ganas de algo de morbo. El avión despegó y en el momento que nos dejaron quitar los cinturones, el se sentó junto a mí. Intentamos mantener una conversación, pero entre que él hablaba muy bajo y tenía un acento muy raro, no pude entender mucho lo que me decía. Creo que era de Phoenix (Arizona), tenía 76 años y iba a Filadelfia para ir a coger un crucero a la costa. Cuando empezaron a bajar las luces para que la gente intentara dormir, nos pusimos cada uno nuestra manta. Por debajo de ella, enseguida cogimos contacto de manos y nos empezamos a tocar. Las azafatas iban pasando por el pasillo, así que nosotros debíamos evitar que se notara ninguna protuberancia y manteníamos la compastura de nuestra apariencia. Por debajo nuestras manos jugaban entre ellas y con nuestros paquetes. No tardé en desabrocharle el cinturón y luego el pantalón. Me moría por tocar lo que había intuido en aquella visión de su bulto. No fue para menos. Con el tacto, empecé a agarrarle su miembro que tenía unas dimensiones considerables y se la empecé a menear. El hacía lo propio, aunque su edad no le permitía tener mucha soltura ni agilidad. Yo estaba supercachondo y no hacía falta que me tocara mucho oara estar excitado. La situación me parecía muy morbosa. Aquel hombre mayor con un miembro enorme y yo nos estábamos manoseando en un avión por debajo de las mantas mientras la gente estaba intentando dormir y las azafatas atendiendo cualquier petición de vasos de agua o snacks... Al cabo de un rato de ese juego, tuve un orgasmo que tuve que disimular... él tan solo pudo llegar a tener su polla morcillona, pero sin poder llegar a más. Después me fui al baño a limpiar y cuando volví, el señor ya estaba durmiendo... Al cabo de unas horas, nos despertaron para proceder al desayuno poco antes del aterrizaje. Intercambiamos alguna palabra más, pero ya nos continuamos aquel juego tan sensual. Bajamos del avión y cada uno siguió por su camino sin volernos a ver jamás.

Aquel viaje a San Francisco marcó un punto de inflexión en mi sexualidad...

PD: gracias por los comentarios, los leo e intento tenerlos en cuenta. Espero que les guste mi estilo, con muchas referencias al tipo de historias que a mí me gusta leer. La mayoría de las historias tendrán algún hombre maduro como protagonista, tengo la duda si etiquetarlos como "sexo con maduros", pero creo que encajan mejor en el perfil de gay...