Aquel era un barrio tranquilo… 02

Un hombre provoca una escena de sexo con su vecino, estando los dos desnudos en el jardín, es follado sin oponer resistencia y al final se lleva una buena sorpresa

El barrio volvía a ser tranquilo, yo seguía a mis cosas y el vecino no volvió por casa. Miraba de vez en cuando y se veía algún movimiento, pero lo cierto es que apenas se oía un ruido, eran tranquilos como el barrio y silenciosos.

Me olvidé casi de ellos hasta un dia que les sentí chapotear en la mini piscina, y me dio envidia porque hacía un calor tremendo en el jardín aquel, mientras regaba no se muy bien como, todo lo que yo veía verde. Lo único que se me ocurrió para refrescarme yo también, fue poner la manguera hacia arriba y dejar que me cayera el agua fresquita por todo el cuerpo.

Si ellos estaban en el jardín, quería decir que no estaban dentro de la casa, por lo tanto no podían verme. No me lo pensé dos veces, que deshice del bañador y seguí regándome en pelotas, sin olvidarme de echar algo en las plantas de vez en cuando.

Se estaba de vicio; con los anteriores vecinos, todo el día asomados a las ventanas, no se podía hacer, pero estos eran mucho más discretos, acabe de regar cuando vi que el agua salía ya hacia la calle y se me ocurrió que me podían multar por derrochador, cerré el agua, solté la manguera y dejé que el sol secase mi cuerpo desnudo y también a ver si cogía un poco de moreno, que todo el día encerrado en casa no era bueno.

  • Hola vecino

Pegué un bote, que susto me dieron los condenados, asomados a una de las ventanas del piso alto y mirando hacia mi patio.

  • Hola, estaba tomando un poco el sol.

  • Si, a nosotros también nos gusta bañarnos y tomar el sol desnudos, es mas higiénico.

Bueno, bañarse no sé, pero ducharse ya sabía yo de sobra que si, y algunas otras cosas les gustaban. Hablaba el que yo conocía, el otro solo miraba, fijamente diría yo, y estaba un poco atrás, como en segundo plano.

  • No tenéis piscina?

  • No, apenas cabe aquí con tantas plantas y además no me gustar limpiarla.

  • Si te apetece algún día, pasaros por aquí, a tu mujer aun no tenemos el gusto de conocerla.

  • Vale, se lo diré.

Me di la vuelta, ya me habían visto de frente mas que de sobra y les ofrecí una visión de la parte trasera mientras entraba en casa con el bañador en la mano. Luego se me ocurrió que donde iba yo con eso empapado, me tocaría fregar toda la casa, y regresé al patio, lo colgué y mire de reojo hacia arriba pero ya no había nadie.

Se lo comenté a mi mujer, pero me respondió que no tenía el más mínimo interés en conocerles y menos de ir a su piscina, pero que si cambiaba de opinión, ya me lo diría. Pero… si había sido ella la que me insistió e insistió hasta que fui a saludarles.

Tengo por costumbre no pensar en las cosas que me parecen poco razonables o que se escapan de mi entendimiento, así que di carpetazo al asunto y volvimos a la rutina, sin mencionar de nuevo la opción de visitar a los vecinos, por lo menos a estos.

Pero fueron ellos, o mejor, el vecino que no conocía el que una mañana llama a la puerta y me saluda, sin querer entrar.

  • Hola, soy Juan, nos saludamos el otro dia desde la ventana, el compañero de…

  • Si, ya se. Nos hemos visto ya un par de veces, el primer día que tomamos una cerveza aquí en el patio.

  • Si, es verdad. Bueno, venía igual que él, a pedirte un poco de ayuda para mover unos muebles, estoy yo solo y…

  • Si, no sigas, espera que apago el ordenador y estoy contigo. Pasa si quieres.

Pero no pasó, se quedó en la puerta, espero a que yo arreglase todo, me pusiera una camisa y unas zapatillas y caminamos hacia su casa.

Todavía tenían los plásticos cubriendo una mesa grande de madera y las sillas del mismo material. Se trataba de colocar la mesa entre los dos, era muy pesada y no quería rayar el piso, nuevecito, así que agarramos cada uno de un lado y la movimos en vilo, hasta donde le pareció bien. La cambiamos otras dos veces, a pulso, hasta que al fin dio el visto bueno, después de medir por todos lados.

Debía ser un fanático del orden y la composición, porque le veía pegas a casi todos los sitios que yo sugería, aunque yo lo hiciese por comodidad y para trabajar el mínimo posible, pero al final le tuve que dar la razón que el sitio que escogió era el mejor.

Luego, ya puestos, le ayudé a quitar los plásticos de las sillas, a colocarlas veinte veces hasta que quedaron perfectamente simétricas y al milímetro y al fin, después de ver el conjunto desde todos los ángulos, decidió que nos habíamos ganado una cerveza.

Lo sacó todo al jardín, junto a la piscina, y me preguntó si no me importaba que se desnudase, igual que hacía yo en mi casa. Qué barbaridad, solo lo había hecho una vez, que ellos hubieran visto, pero haz una y se te queda la fama para siempre. El caso es que se despelotó del todo, abrió las cervezas y se sentó, y empezamos a charlar de futbol y de la tele y de tonterías de esas poco comprometidas cuando ninguno de los contertulios tiene la más mínima idea del tema y no sabe de qué hablar.

  • Te quieres dar un chapuzón antes de volver a tu casa? Hemos sudado un poco, no?

Y según lo decía pasó por mi lado, con la polla gorda y bamboleante, casi rozándome al pasar y se metió en el agua.

Me apetecía la verdad y es cierto que habíamos sudado de lo lindo con la maldita mesa, de modo que me quité todo también y me metí en el agua fría que estaba buenísima.

  • Nunca te habías bañado desnudo con otro hombre?

  • Bueno, bañado, bañado, no… si acaso

  • Si, ya me dijo que te tuviste que duchar en casa, que te pusiste perdido al ayudarle. Lo siento.

  • Bueno…

  • Y también me dijo que estabas muy bien desnudo, y es cierto, decía la verdad.

  • Bueno, hago lo que puedo.

Aquí mentí como un bellaco, porque no hago apenas mas ejercicio que arreglar un poco la casa, hacer la cama, ayudar a los vecinos y hacer la comida. Uy, la comida, no había preparado nada, como hoy no venía mi mujer ni me había acordado. Se lo dije, debía de irme, no tenía nada de comida. Se rió divertido. Comerás aquí, me dijo, después de todo lo que has hecho es lo menos que podemos hacer por ti.

Continuamos hablando, ya más relajado por tener un asunto arreglado. Seguíamos desnudos los dos, cada uno en un extremo de la piscina, pero era tan pequeña que era inevitable rozarnos cada vez que nos movíamos un poco.

  • Bueno, creo que otra cosa que nuca habías hecho, o te habían hecho fue chupar una polla.

Me sentí un poco violento por ese tema, pero él me miraba con una sonrisa socarrona, y no quería permitir que me tomase por un vergonzoso o inexperimentado.

  • Hombre, de jóvenes casi todos hemos hecho alguna cosa así.

  • y te gustaba?

No me dejaba respirar casi, contestaba rápidamente, tal vez por acorralarme un poco al verme cohibido. Así que me eché un farol.

  • Si, a todos nos gustaba, estábamos aprendiendo el sexo entonces, y las chicas  nunca querían.

  • Seguro que alguna vez te has quedado con las ganas de repetir aquello, ahora después de tanto tiempo.

  • Ven, vamos a probarlo de nuevo, desde que te vi me he quedado con las ganas de hacerlo contigo.

Salió y me agarró de la mano para llevarme hasta la toalla, me obligó a tumbarme casi y se colocó al revés, su polla ya grande y dura pegando contra mi rostro y con la mano agarró la mía que empezó a crecer a su contacto. Estábamos haciendo un sesenta y nueve allí en mitad de su patio, porque yo en cuanto sentí que se la metía en la boca, hice lo propio, sintiendo su calor y como crecía y crecía conforme chupaba y me comía aquel capullo tan rico.

  • Quieres correrte?

  • Nooo, - le contesté apresurado

La verdad es que me daba un poco de vergüenza correrme delante de un tío, que además me la estaba chupando y se veía que encima lo disfrutaba. Nos separamos un poco, el no soltaba mi polla, pero yo me había cortado un poco, y dudaba entre seguir y pasar un buen rato, o marcharme.

Al final creo que me pudo el vicio, estaba realmente excitado, me estaba gustando aquello y deseaba seguir, pero ya no le podía pedir que continuase después de haberle dicho que no.

  • Espera - me dijo – vamos a hacer otra cosa que seguro que te gusta también y no tienes que correrte. Túmbate boca abajo.

Le hice caso y ahora empezó a tocarme y masajearme el culo, lo besaba, luego subía por la espalda, me daba mordisquitos en los glúteos y a poco comenzó un masaje desde las pantorrillas hasta el culo, pasando despacio por los muslos, metiendo la mano entre ambos y abriéndome las piernas.

Uhmmm era bien rico, relajaba y excitaba al tiempo, pero debía estar incomodo porque paso una pierna por encima de mí y se colocó casi sentado en mis muslos, y ahí comenzó de nuevo ese suave masaje por toda la espalda.

Oscilaba hacia delante y se retiraba para llegar a la cadera y poco a poco fue acomodándose mejor, se sentó prácticamente en mi culo y casi sin darme cuenta me encontré prácticamente inmovilizado por sus piernas y el peso de su cuerpo y una enorme polla, creo que todavía mas grande que antes, posicionada justo en mi raja, que con el movimiento del masaje iba entrando poco a poco, casi hasta el agujerito, donde cada vez que se movía, presionaba un poco.

Pensaba que debía incomodarme esta invasión, pero en realidad casi deseaba que entrase un pelín, sentir como era eso de ser follado, ver qué sensación producía el tener una polla dentro de ti, y se me debió notar o es que fui subiendo y abriendo un poco el culo, para apreciarla mas, porque ahora se tumbó casi sobre mí, sentía su aliento en mi nuca, su deseo en realidad, y se me ocurrió que posiblemente si yo estuviera en su lugar estaría tan excitado y deseoso como él.

Imaginaba que viviendo allí, sin una mujer a mano, es posible que quisiera desahogarse y a mí ya me daba igual que fuera a costa mía, porque necesitaba sexo ya, deseaba sentir, lo que fuera, y si en este momento era un tio con una polla enorme, pues me daba igual.

Debía estar muy necesitado realmente, porque me agarró por las caderas, me levantó un poquito y así, casi de rodillas, acercó esta vez directamente al centro del culo, buscó una buena posición y comenzó a empujar suavemente, intentado que se abriera para él y yo hice todo lo que pude para que lo consiguiera, hasta que noté como entraba un trocito, luego el glande entero y al fin, mucho más fácil una buena cantidad de polla.

Bueno, nunca pensé que pudiera disfrutar tanto siendo enculado, pero el roce entrando y saliendo, despacio y casi rítmicamente, me estaba trasportando, era un delirio total, gemía como una mujer, estaba entregado y deseaba que nunca acabase.

Pero… no era de piedra. Se puso rígido de pronto, me apretó con más fuerza y sentí como se derramaba en mi interior, chorros y más chorros, que golpeaban los intestinos y me hacían sentir a mí también con un último espasmo, que me corría sin poder evitarlo sobre la toalla.

Seguía recostado sobre mi espalda, notaba su peso y mis piernas estaban flácidas después del orgasmo. Fui dejándome caer hacia delante y el detrás conmigo, sin sacarla, quedando ambos tumbados sobre la hierba. No me pesaba, al revés, casi era agradable sentirlo piel con piel, el sudor de ambos, nos pegaba como cola, y casi me quedo dormido en esa posición.

Todavía pude sentir su polla en mi interior un buen rato, hasta que noté como su grosor disminuía y al cabo saltó hacia fuera como un corcho y noté entra el aire por el orificio recién abierto.

Me lavé y me fui un poco con prisa, no sé por qué, y algo aturdido, tanto que ni se me pasó por la cabeza que iba a comer con él, que me había invitado hace un momento, pero estaba un poco asustado, no por lo que él había hecho, todo fue muy natural y el hombre estaba muy necesitado y lo hizo con la primera persona que encontró, sino por mí, que ahora me daba cuenta que lo había disfrutado casi tanto como un buen polvo con mi mujer, y no quería que pensase siquiera que lo había provocado con los roces en la piscina, o con la conversación un poco erótica.

Creo que además él también tenía que estar un poco confundido y tal vez avergonzado por haberse dejado llevar por sus instintos, y no quería lastimarle con mi presencia y hacer que se sintiera peor comiendo juntos.

Me hice cualquier cosas, seguí con mis cosas, y cada vez que hacia un alto pensaba en ello. Y no sabía muy bien que había pasado, pero si era muy consciente de lo que había sentido y de qué manera tan fuerte.

A la noche, metidos en la cama, mi mujer me preguntó qué había hecho hoy, le conté como iba con mi trabajo, y al final, como de pasada, que había ayudado al vecino de nuevo a mover unos muebles, y luego nos habíamos bañado en su piscina.

No dijo nada, solo afirmó con un gesto, así que yo seguí, aunque la veía casi dormida ya, echada de lado y cerrando los ojos.

  • Son un poco raros estos vecinos, no?

  • Raros no, son gais, son pareja.

Puffff, creo que había estado pensando toda la tarde justo lo contrario de lo que realmente ocurrió, porque ahora, con esta información, estaba claro que la víctima había sido yo.