Aquel era un barrio tranquilo… 01

Un hombre casado y corriente, de una urbanización corriente, entabla amistad con sus nuevos vecinos y estos no le parecen tan corrientes, pero le gustan algunas de sus costumbres

Aquel era un barrio tranquilo, de casitas adosadas con un pequeño terreno para jardín y que incluso algunos habían podido construir en él una piscinita, que venía muy bien para los meses de verano, y que yo no quise poner a pesar de la insistencia de mi mujer, porque soy vago.

Solo de pensar en que había que levantarse por la mañana y pasear al perro, y después limpiar la piscina de hojas y bichos que cayesen por la noche, y poner los líquidos y pasar la barredora, y… sudaba solo de pensarlo. Además, para que, si había una municipal que limpiaba alguien todos los días con nuestros impuestos y estaba calentita en invierno y fresquita en verano.

Yo trabajaba en casa y mi mujer en una gestoría y a veces incluso volvía de noche, aunque siempre que podíamos comíamos en casa, se fiaba de mis artes culinarias y la verdad es que tampoco se me daba mal, siempre que no hubiera que hacer alguna cosa fuera de los menús aprendidos y que no se pudiera comprar en lata. Soy un adicto a la comida enlatada o preparada de los supermercados.

En fin, que como estaba prácticamente en casa, pegado al ordenador eso sí, me enteraba de casi todos los chismes del barrio y era un buen tema para comentar a la noche, aunque luego resultaba que no sé cómo, sabia ella mas de casi todo lo que pasaba y además con detalles.

  • sabes que a la del 10 casi se le quema la casa?

  • no, solo fue una sartén en la cocina.

  • y que tenemos vecinos nuevos? Un matrimonio…

  • no, son dos chicos

  • ahhh.

  • has ido a saludarles y preguntar si necesitan algo, como buen vecino?

  • pues no se me ha ocurrido, y además para que? Se supone que la gente tiene ya de todo

  • es de buenos vecinos, y hay que llevarse bien con la gente

Estaba claro que me estaba diciendo de forma solapada que soy un insociable y un mal vecino, y apurando un poco más, hasta un egoísta.

  • pero todavía se lleva eso de saludar a los que llegan al vecindario?

  • no sé si lleva o no, pero desde luego, si todos hiciéramos como tú, no nos conoceríamos nunca y viviríamos aislados de todos, y si alguna vez necesitáramos algo de alguien… que?

  • deja, deja, mañana mismo voy a ofrecer mis respetos.

  • no, a saludarles y a decirles que si necesitan algo que lo digan, que para eso somos vecinos.

  • vale, para ofrecerles lo que sea

  • Mira, con que vayas, les saludes y te presentes, es suficiente, no es necesario que hagas nada mas.

La verdad es que no soy muy sociable, y además, ya lo dije, soy un pelín vago y eso de andar diez metros para decir a unos desconocidos que soy yo, y además su vecino, me parecía superfluo, estaba claro que más pronto o más tarde se iban a  dar cuenta.

Pero por otro lado, sabia de sobra que si no lo hacía, se iba a enterar y me lo iba a echar en cara cada día, y al final acabaría haciéndolo por no oírla, de modo que a la mañana siguiente me despoje de mi uniforme de trabajo, o sea, el pijama, la bata y las zapatillas y me vestí como una persona, anduve esos diez metros y llame a su puerta.

Abrió un chico de mi edad más o menos, que se sorprendió al verme, luego se asombró cuando me presente y me brindé por si necesitaban algo y casi se emociono cuando le ofrecí nuestra casa para lo que quisieran.

Estaba claro que esos modales y esos detalles ya no se llevaban, al final tenía yo razón, el pobre no sabía cómo darme las gracias, y ni siquiera se le ocurría qué decir, estaba sin palabras ante un vecino tan atento y… tan antiguo, según pensaba yo, pero bueno, casi me gustó hacer esa buena acción de vecindad, solo por ver su sorpresa y agradecimiento.

Volví a casa, feliz por haber hecho una buena acción, y recuperé mi uniforme de trabajo, menos la bata, porque el paseo me había hecho entrar en calor, me senté delante del ordenador y cuando la pantalla empezaba a iluminarse, unos golpes en la puerta

El vecino, que se había tomado al pie de la letra el ofrecimiento y venia a pedir. Bueno, un martillo y unos clavos era normal, una garrafa de agua… pues también, y unas cervezas, pues ya me parecía pasarse un poco, pero le di todo y le ofrecí que pasase por casa y la tomábamos sentados en el jardín, bien fresquitas, mejor que llevárselas y que se calentasen viéndoles trabajar.

Vinieron casi tres horas después, mientras se oía algún golpe lejano y el arrastrar de muebles, que fue tan suave que apenas me distrajo de mis cosas.

Así que de nuevo me sorprendí cuando alguien volvió a llamar a la puerta, me asomé por la mirilla y allí estaban. Me puse la bata rápidamente, abrí y delante de mi puerta, dos chicos, o sea que era verdad lo que decía mi mujer.

Fuimos a la terraza, con las cervezas, y charlamos y me contaron que ellos también trabajaban en casa casi siempre, que no sabían cómo agradecerme el ofrecimiento, que nunca en ninguna otra casa que habían tenido les habían recibido así, y que esos detalles no se olvidan nunca.

En fin, la verdad es que eran simpáticos y agradables, tenían buena presencia y modales, muy educados y correctos y al final no me importó haberme dado el paseo y habar trabado amistad con ellos, siempre es bueno tener al lado vecinos considerados.

Nos tomamos la cerveza, incluso puse unos aperitivos en la mesa, me contaron un poco su vida, casi nada porque no me interesaba, la verdad y se fueron.

Dos días después aparece el del primer día, y me pide si le puedo sujetar la escalera para colocar unas cortinas, que le da miedo que se mueva o se caiga. Yo estaba con el pantalón corto del pijama y le dije que ahora iba para allá. Es que he dejado la puerta abierta, me dice, si puedes solo un momento… Vale, agarré las llaves y tal y como estaba le acompañé.

Cuando subió un escalón temblando, el segundo se lo pensó antes de levantar el pie y vi su cara de pánico, le dije que sujetase él y que lo haría yo, agarre el taladro dispuesto a agujerear la pared, mientras el sujetaba algo repuesto ya del vértigo.

Le pedí un taco y veo que está absorto mirando por debajo del pantalón corto, que estaba a la altura de su cara, pero enseguida me lo entregó. Así tres veces y la tercera hice algo a mala idea, levante un pie al siguiente escalón y le deje ver más por el pantalón doblado.

Me divertía verle mirando así, casi me halagaba que alguien se fijase en mi figura, en mi cuerpo, y seguí siendo malo. Trastabillé como si me fuera a caer, y el pobre enseguida reaccionó agarrándome por la cintura, se pegó a mi sujetándome y me dijo que estuviese tranquilo, que él me impediría caer.

Tuve que jurarle tres veces que estaba bien y que me dejase bajar, para que al fin me soltase, y pudiera acabar y largarme de nuevo a casa.

Pero no me dejó salir, tenía toda la cabeza llena de polvo de la pared, que había caído encima al hacer los agujeros para los tornillos y adujo que así no podía volver, que tenía que lavarme bien la cabeza. Proteste un par de veces, y al final por lo oírle más, le acompañé a la ducha, deje que me rociase la cabeza bien con agua y me puso perdido, era imposible hacerlo allí en un sitio tan estrecho sin empaparme de arriba abajo.

Espera, me dijo y sin mas agarró el mojado y escaso pantalón de dormir y me lo sacó por los pies, me echo bien de jabón por la cabeza y procedió luego a enjabonarme completamente, hasta que se aseguró que no quedaba nada de polvo por ningún rincón de mi cuerpo.

Me dio la toalla para el pelo y con otra fue recorriendo todo mi cuerpo para secarme bien, hasta que pude abrir los ojos y vi que él también se había desnudado, imagino que para no ponerse igual que yo. La diferencia era que él estaba en su casa y yo en casa ajena y con el pantalón chorreando.

Bueno, me prestó un pantalón corto suyo, muy bonito, de seda verde, y así regresé a casa aun sorprendido por todo lo ocurrido.

Y según iba pensando luego, sentado ante el ordenador, hubo un detalle en el que no caí entonces y que ahora casi lo veía casi igual que ocurrió, y sorprendido de nuevo: al salir de la ducha, antes de secarnos, los dos estábamos empalmados. Pensé que podía ser una reacción normal, después de todo fue un momento un poco especial, dos hombres desnudos y casi pegados en la ducha, pero en fin, no pensé que podía ocurrirme una cosa así nunca.

Pero ocurrió una vez mas, cuando me llamó un día para que viera como había quedado las cortinas y las otras novedades, y me comunicó que tenía que pintar una parte del techo, que habían reparado los albañiles, y que como yo sabía ya, le daba vértigo subirse a la escalera.

Bueno, le dije que iría un poco más tarde, pensando que estaba haciendo cosas para los vecinos que nunca había hecho en mi casa, pero todo sea por la buena vecindad y porque no se enterase mi mujer que no les había atendido cuando me pidieron un favor.

Esta vez me puse un short y una camisa, para que no pareciese que iba provocando, y de nuevo agarré las llaves y me presenté en su casa. Efectivamente, era un rincón en la cocina. No muy grande, y ya tenía todo preparado, de modo que subí, agarré el cubo y la brocha y le di la primera pasada.

Pufff, salpiqué por todos lados, y eso que lo hice con cuidado. Miré hacia abajo y la encimera tenia gotas, la pared tenia gotas y hasta el vecino había llegado alguna que voló un poco mas lejos.

Esto no puede ser, le dije, hay que cubrir los muebles un poco y ponerme una tela encima o algo. Salió corriendo y colocó unos periódicos sobre los muebles, volvió de nuevo con una bata que parecía de hospital no muy larga y me dijo que para mí, para no mancharme. Bajé, coloqué bien los periódicos que estaba de cualquier manera y me puse la bata, que me llegaba poco mas de la cintura.

-  No, así no te protege nada, y además te vas a asar de calor, mejor póntela sin ropa.

Que manía de que me desnudase, a lo mejor no me importaba mancharme, asi que le hice medio caso, me quité solo el pantalón, lo demás estaba bien cubierto.

Y ya con más cuidado, volví a encaramarme a la escalera, mojé el rodillo con poca pintura y en menos de cinco minutos había acabado. Miré hacia abajo y me reí: el chico tenía todo el pelo salpicado de pequeñas motitas blancas, y hasta la cara de mirar hacia arriba, hubo de mirarse en el espejo del baño, porque no se lo creía, y cuando le acompañé, él se puso a reír a su vez, y yo descubrí a su lado, que estaba igual de pintado o mas que él.

  • Vale, le dije, me lavaré, pero no hace falta que me restriegues con la esponja, se hacerlo yo solo.

De nuevo me tuve que desnudar ante él, meterme en la ducha y enjabonarme por todos lados, y cuando tenía los ojos cerrados por la espuma le siento meterse a mi lado y acercarse al chorro de agua casi pegado a mí, rozándonos sin querer por lo estrecho del sitio. Ya era la segunda vez que me duchaba con un hombre, creo que desde la mili no me había ocurrido, pero allí las duchas eran más grandes, estábamos más separados.

  • Espera que te froto la espalda, donde tu no llegas.

Sentí que se pegaba más, la esponja me recorrió suavemente la espalda, hasta mucho más abajo incluso, y de pronto noto un bulto entre las dos partes del culo, que se pega bien a mí, y que casi se introduce en la raja, caliente y duro.

Apenas podía moverme y supuse que era casual, pero lo peor es que mi polla dio un respingo al sentirlo y se puso vertical casi de golpe. Me acaloré por la situación, estaba confundido y alarmado noté que también excitado. Como me quedé quieto, su polla ya se movía por todo mi culo sin ninguna traba, menos cuando se separaba para frotarme por ahí con la esponja.

  • Perdona si te molesto, pero es que tenias todas las piernas manchadas, y hasta entró por dentro de la bata hasta la espalda.

Seguí callado, dejándole hacer, pero cada vez mas excitado, me estaba gustando ese manoseo, supongo que no intencionado, y cuando se dio la vuelta y me vio empalmado, me volvió a pedir perdón, no sabía que me pudiera afectar al lavarme, y me propuso que si no me importaba, lo podía solucionar.

Me le quedé mirando, sin entender muy bien y entonces el señaló abajo, a mi polla erecta, que se balanceaba al sentirse observada y crecía todavía mas y mas.

  • Cómo?

  • Que si quieres que te lo baje un poco, no te puedes vestir y salir así a la calle.

Me callé, no entendía que quería decir, o si, pero preferí no preguntar. Ante mi silencio y considerándolo una aceptación por mi parte, se agachó y se la metió en la boca. Pegué un respingo, realmente me asusté o tal vez esperaba algo así, pero no tan directamente, pero el caso es que empezó a masajéame los huevos, me sobaba el culo tenso y su boca, como una aspiradora se la trago toda y luego fue besando y mordisqueando, y luego unos lametones, y besitos y cuando me atrajo con las manos en mi culo, acercándome a su cara, yo ya estaba entregado deseoso de ver como acababa aquello.

Y la verdad es que era fabuloso, nadie la chupa mejor a un hombre que otro hombre y este lo estaba haciendo de maravilla.

Cuando me corrí contra las paredes de la ducha, quedé tan a gusto, derrengado, casi tirado en el suelo, y dando pequeños botes cuando él me iba limpiando el capullo todavía sensible que luego secó con todo mimo.

Regresé a casa todavía en estado de shock, el pantalón sin bultos raros y admitiendo que me había gustado. Y lo malo, es que nada mas sentarme en el ordenador de nuevo, se me volvió a poner morcillona al recordar el asunto.

Mi mujer veía los mensajes de teléfono en la cama, con un camisón brevísimo, el pecho casi fuera y recién duchada que olía a gloria. Se me volvió a poner gorda, y la quise abrazar y toquetear un poco, intentando excitarla.

  • Espera, espera a que acabe esto.

No sé cuánto tiempo le llevó acabar de ver lo que fuera en el teléfono, pero yo caí dormido un rato antes, soñando con que estaba encima de ella, pero un tío me sobaba el culito por detrás y me masajeaba la espalda, me secaba con una toalla suavísima, y se quedó dormido encima de mí, sentía hasta su peso, pero no me moví.