Aquel abuelo reunía los requisitos de un semental
Mi mano buscaba con desespero ahora su enorme rabo, que rígido como el acero, acechaba en las inmediaciones dispuestas a acometer el trabajo que se le iba a encomendar rápidamente.
Estando Mario unos días fuera de casa para solventar unos asuntos familiares y mi zapatero con una gripe de caballo en cama, decidí salir de compras por la ciudad y así olvidarme de mi escasez momentánea de sexo.
Circulaba por una vía de dos carriles cuando mi vista se fijó inconscientemente en un abuelo que se disponía a cruzar con una niña pequeña y su carrito por un paso de peatones, pensando para mi interior “menudo abuelo más rico, que cuerpazo, afortunada la abuela que se aprovecha de semejante portento de la naturaleza” , pues ciertamente aquel espigado maduro llamaba la atención por su planta.
Fui a parar para que cruzaran, cuando el hizo ademan con la mano que continuara, por lo que contradiciendo la prudencia de un paso de peatones donde siempre se debe dejar paso, acelere suavemente haciéndole caso a su indicación.
La fatalidad en ese preciso momento hizo que su nieta se le soltara de la mano , pues parecía se le había escapado su carrito, intentando esta cruzar, por lo que note en mi coche un pequeño golpe al paso de estos, frenando una bruscamente ante aquella situación.
Pensé había atropellado la pequeña y bajándome rápidamente, lo escuche llorar y gritar, por lo que sin apenas darme cuenta y tras una ataque de pánico, me desmaye allí sobre la calzada.
Desperté en la camilla de un centro médico de urgencias que había en las inmediaciones, y lo primero que vi fue al abuelo a mi lado.
Me calmo rápidamente diciéndome que me tranquilizara que no había pasado nada, que todo había sido un susto, que solo le había dado un golpe al carrito de juguete de bebe de su nieta, y que me habían llevado allí con una ambulancia, ante mi pérdida de conocimiento, pues no despertaba tras mi desmayo al salir del coche.
Note me dolía la cabeza, por el golpe que me había dado al caer al suelo mareada, pero solo era un pequeño hematoma y dolor lo que parecía tener.
Me dijo mi sorprendente acompañante, que no había podido llamar a nadie de mi familia pues el móvil estaba bloqueado y no pudo acceder a la lista de contactos, y que el coche ya se había encargado de traerlo él a las puertas del centro medico, pues de su nieta se había hecho cargo ya su hija, y se había quedado allí a acompañarme pues se sentía culpable por lo sucedido.
Me dieron el alta tras una última revisión por un médico de urgencias, diciendo todo había sido un susto solo, si bien me dijo no cogiera ese día el coche y que me llevaran a casa o tomare un taxi para evitar riesgos.
MI acompañante que estaba aún allí conmigo, se ofreció para ello y me tranquilizo, diciendo no tenía nada que hacer, presentándose pues no había tenido ocasión, diciendo se llamaba José Manuel, correspondiéndole una igualmente.
Tras charlar en el coche camino a casa nos pusimos ambos al día en cuanto a nuestra situación, pues me había preguntado por mi marido y yo por su mujer, contándome que la suya el alzhéimer se la había llevado hacía ya unos cuantos años., y que vivía solo en la otra punta de la ciudad, aunque iba casi a diario a recoger a su nieta para salir a pasear con ella.
Llegamos a casa y metió el coche en el garaje subiendo para acompañarme a casa, pues lo menos que podía hacer una era invitarlo a café por tan grata actitud hacia mí.
Me sentía tremendamente excitada con su presencia, pues aquel acompañante, reunía todos los cánones de un macizorro abuelo, pues a su aun espeso pelo blanco en la cabeza bien arreglada, le acompañaba un cuerpo alto y fuerte, una cara muy atractiva y masculina, así como un pectoral fuerte y velludo como a una le apasionan, pues a través de los botones de su camisa, afloraba un vergel blanco que me hacía humedecer mi sexo.
Se sentó en el sofá mientras una preparaba un café, sin dejar de mirar una con disimulo su enorme paquete, que marcado con aquella postura, parecía contener algo grandioso.
Pensé incluso que igual llevaba algún tipo de braguero interior por alguna hernia o algo así, pues las dimensiones del bulto me tenían en ascuas y me generaba duda de que aquello solo fuese carne.
Creo se dio cuenta de mis indiscretas miradas y más cuando me senté frente a él, pues le hice acomodárselo con cierta discreción por su parte, mientras seguíamos hablando, y dándome cuenta que esos toques por sus parte, en dichas partes, valga la redundancia, estaban siendo provocados por mi nada decorosa postura, pues sin querer y ante aquella situación, a través de mis piernas abiertas, el fondo de estas estaba a la vista de él.
Tras una larga conversación muy amigable y placentera, me dijo que si me encontraba ya repuesta se iba a marchar ya, y aunque no tenía prisas y la conversación era muy amena, quizás una debiera descansar.
Yo le dije que no se preocupara y que se quedara a cenar que era lo mínimo podía hacer por tan grata ayuda.
Acepto con la condición que me ayudaba en la tarea de preparar la cena, pues la cocina era una de sus pasiones, pensando yo para mis adentro “espero que la cama también lo sea, pues esta para que me folle toda la noche sin parar”.
Nos pusimos mano a la obra y cuando ya estaba casi todo preparado, se dispuso a freír unos pimientos de padrón, con tan mala suerte que algunos explotaron por el agua en los que yo los había lavado, salpicándole en el pantalón y la camisa parte del aceite de estos, manchándolo por varios sitios.
Huy, espera le dije, espera que te doy con un papel de cocina a ver si absorbe y se queda menos manchado.
Casi me desmayo cuando con el papel le daba en la camisa presionando esta contra su torso duro y peludo, y más cuando los nervios me traicionaron y agachándome le di por el pantalón, presionando ante mi atolondrado gesto aquel enorme paquetón.
Él se rio picaronamente cuando se lo hice, diciendo,-- deja eso ya no se quita, ya en casa me cambiare y pondré a lavar la ropa.
No, no voy a consentir te vayas así, le dije,- pasa a mi habitación que seguro te vale la ropa de mi marido y te pones una camisa y un pantalón de él, mientras la pongo a lavar y con la secadora te la llevas puesta limpia y seca.
Me hizo caso entre regañadientes, y ya en nuestro vestidor me dio primero la camisa mientras veía cual de Mario escogía.
Su torso ahora desudo allí a mi lado, me hizo mojarme como una colegiala, estando ya una para saltar sobre él de lo salida y excitada que me encontraba, ante la presencia de aquel hombre.
Se puso la camisa sin abotonar y se dispuso a quitarse los pantalones ante la insistencia mía de que me los diera para lavarlos.
Sin ningún pudor por su parte se los quito junto a mí, viendo una ahora, que aquel bulto era real y todo carne, pues a duras penas aquel slip de pata blanco, podía retener semejante portento de la natura.
Me quede atónita mirándolo, y sin apenas reacción él me dijo-- uff también se mancharon los calzoncillos, pero bueno como no se ven con el pantalón, no pasa nada.
Yo algo perdida por la situación que me tenía atolondrada , le dije inocentemente- si quieres también los meto a lavar, dámelos también, pero creo que los de mi marido te van a venir algo estrechos viendo lo que hay ahí..
Se rio el ante mis palabras de una forma tan sutil y picante que me hizo ponerme roja al darme yo cuenta de lo que le había dicho.
Entonces también me los lavas, me dijo mientras me miraba fijamente,.. Volviendo a decir, ¿te los doy dices?.. Pero déjame unos de tu marido o me pondré los pantalones sin nada debajo.
Ya no había vuelto atrás, aquella espiral había llegado a un punto sin retorno y los dos sabíamos que el siguiente pasó era inevitable.
Se quitó los calzoncillos frente a un escaso metro de mí, mientras una embobada lo miraba, esperando me los diera.
No sé si las palabras, colosal, majestuosas, tremenda, imponente, eran calificativos de lo que allí frente a mi colgaba.
Pues de un matorral espeso entre blanco y negro pelo, asomaba de su base un péndulo con un grosor y tamaño como una nunca había visto.
Quede sin palabras y sin reacción ante aquella belleza, sabiendo él me había impresionado y me tenía hipnotizada, por lo a las palabras siguientes suyas apenas le puse atención, cuando me dijo: --Al final me has desnudado por completo y yo sigo sin ver esa preciosidad de cuerpo femenino que me tiene loco desde que entre aquí en tu casa.
Me acaricio dulcemente mi mejilla con su mano y me atrajo hacia el para besarme con la misma dulzura y delicadeza.
Me acariciaba el pelo y mi cara mientras con su otra experta mano fue desnudándome sin que una pusiera resistencia, pues me tenía a su merced allí frente a él y deseando aquel hombre me poseyera cuando y cuantas veces quisiera.
Cayó mi última ropa al suelo siendo embutida por los brazos de él contra su pecho, mientras sus manos recorrieran lentamente todo mi cuerpo con una dulzura exquisita.
Me iba besando por cada centímetro de mi caliente y excitado cuerpo, agradeciéndole una esta atención, con uno gemidos de placer que me era imposible acallar.
Se recreó en los pezones a los que saboreo sabia y largamente, mientras con una mano rozaba mi cara, mordisqueándole y lamiendo yo lujuriosamente sus gordos y gruesos dedos, a los que chupaba como si de su apéndice sexual se tratase.
Eso le ponía ardiendo, pues me susurraba entre pezón y pezón que veía yo le gustaba chupar y lo hacía muy bien.
Cuando su otra mano que recorría mi trasero se posiciono delante de este, en la puerta de mi mojado conejo, este con una delicadeza fuera de lo común, jugo con el , recreándose con sus expertos y gruesos dedos tanto en los alrededores de este como en su interior, explotando una en un orgasmos que lo dejo atónito por la prontitud del mismo.
Veo estas ardiendo y acabamos de comenzar tesoro—me dijo con un sexy susurro.
Me tomo con una facilidad pasmosa para su edad, levantándome y llevándome como una pluma a mi cama, donde me deposito con sumo tacto y cuidado sin dejar de besarme.
Mis manos se habían recreado en su trasero y su torso, como temerosas de llegar a coger a aquella tranca gruesa y gorda como pocas, aunque mis lujuriosos pensamientos ya las guiaban para agarrar semejante arsenal de guerra.
No sabía si aquello era real o irreal, pues el peso, grosor y dureza, asustaba en mis manos, más aun pensaba cuando aquello lo tuviera dentro.
La delicadeza la perdió un segundo cuando me pregunto--¿te gusta mi polla encanto?.. Una a su misma altura le respondí,-- no lo pongas en duda, quien va a decir que no a semejante pollon, la tienes enorme, asusta y me da miedo pero anhelo me metas esa tranca que me a abrir en dos.
Rio, y regresando a su encanto y dulzura, me dijo lo hare con tacto y cuidado para que todo sea gozo y disfrute y nada de dolor.
Bajo lentamente a mi conejo al que su mano tenia bien atendido, para pasar a ser su experta boca la que ahora lo agasajaba, mientras su manos ahora pellizcaban con dulzura mis tiesos pezones, haciendo que mi cadera se levantara ante la intromisión de su lengua y el trato de sus manos en mis pechos.
Gemía como una posesa sobre la cama, moviendo mi cabeza como una poseída a ambos lados a la vez que le regalaba mi segundo orgasmos, que él agradeció intensificando su comida.
Mi conejo abierto como una flor y empapado en jugos, era degustado por su boca que tomaba estos con agrado y maestría.
Mi mano buscaba con desespero ahora su enorme rabo, que rígido como el acero, acechaba en las inmediaciones dispuestas a acometer el trabajo que se le iba a encomendar rápidamente.
Quería chupársela y devorarla como una loba hambrienta y sedienta, y mi cabeza hacia por ir a buscarla con desespero, pero él con una paciencia y tranquilidad exquisita, me dijo—Tranquila encanto, que después te voy a dejar te recrees con ella todo lo que quieras, pero ahora está tu conejito dilatado y mojado para meterla, y no queras se seque y se estreche, no sea te haga daño.
Le agarre la cara con mis manos mirándolo fijamente a los ojos con los míos encendidos en pasión y fuego a la vez que le decía- házmelo ya házmelo ya que no aguanto más un segundo sin ti dentro.
Metió la punta solo un poco y pensé me desgarraba, pues el grosor de aquella tranca era descomunal.
No exagero pero era el doble de gruesa que la de Mario, de semejante longitud pero con un grosor y dureza fuera de lo común.
Me beso mientras centímetro a centímetro fue metiendo con laboriosa paciencia y esmero, haciendo que mí cuerpo se estremeciera y temblara con un tiriteo que parecía estaba helada de frio.
Me quede sin respiración cuando me tenía ensartada en su totalidad, sintiendo un placer indescriptible, pues mi conejo se encogía y apretaba a aquel intruso, como intentando fundirse con él, si ya no lo estaba.
Sus primeros movimientos fueron muy lentos y suaves a sabiendas me podía hacer daño si aquello se lo tomaba como un trabajo rápido, sin bien no tenida dudas de su maestría en el arte de follar pues hasta ese momento me tenía absorta y encantada.
Los besos y caricias eran constantes mientras ya su cadera iba guiando un ritmo más acorde, haciendo que fluyera con más comodidad aquel rico monstruo dentro de mí.
Creo que al minuto o como mucho dos de ese gozoso ritmo, llego mi tercero y más explosivo orgasmos de esa noche.
Fue tan fuerte y largo que incluso José Manuel quedo atónito ante la fuerte manifestación de placer de mi cuerpo.
Si bien una, no paraba de decirle que siguiera que no parara, que me estaba dando mucho placer, llegando en mi estado de excitación a chuparle y morderle el cuello con tanta pasión que lo deje todo marcado.
Creo le arañe la espalda, pues mis manos no sabían dónde ponerse y agarrarse ante el placer que una estaba recibiendo.
Cambio de postura dos veces para al final acabar una, sobre él cabalgando como alma que se lleva el diablo.
Creo que mis palabras ya no eran legibles al oído humano, pues el balbuceo mezclado con fuetes gemidos, parecían más bien lo de una posesa que le estaban sacando el demonio.
Aunque lo que realmente me estaban haciendo era meterlo dentro y bien adentro, y menudo satanás sacudía mi conejo.
Ya estaba en las puertas de otro apoteósico orgasmos cuando me desate la melena como se diría en el argot de la pasión, y desmelenándome como una amazonas en una pradera con un potro salvaje, lo cabalgue con fuerza aprovechando, aun me quedaba un ápice de energía.
Subía y bajaba sobre aquel rígido y grueso mástil, como si la vida me fuese en ello, acelerando mientras con mis manos atrás ahora no sin cierta dificultad por la postura, agarraba y sobaba sus enormes y duras pelotas.
Dio su efecto pues vi cómo se desencajaba su cara por primer vez, mientras su cadera hacia ademan de subir y penetrarme más.
Era el preludio de su copiosa corrida que a golpe de fuertes ráfagas de pastosa y cremosa nata, inundo mi dilatado gazapo.
Fue impresionante lo que duro aquel polvo y no menos la cantidad de sus jugos que deposito en mí, pues quede anonadada ante semejante semental.
Me quede allí sobre él, clavada aun por su estaca, apoyando mi cara contras su poblado pectoral y oliendo su aroma a macho que tanto me aturdía y me atraía.
Cuando conseguí mis palabras fueren audibles y entendibles, le dije que sin lugar a dudas era uno de los mejores polvos me habían dado nunca, haciendo hincapié en que no era una inexperta en este campo y había catado ya trancas de diversos tamaños, pero que lo que sentía con la suya dentro era algo especial y difícil de explicar.
Me agradeció el cumplido y me dijo que yo le había parecido algo especial desde el momento que me vio bajarme del coche, y que no sabía cómo y porque había sentido un deseo y una pasión que pensaba ya tenía olvidada, pues desde la muerte de su mujer solo había tenido algunas relaciones esporádicas y muchas había quedado mal, por el miedo que daba cuando lo veían desnudo con semejante tranca.
Llegando a contar medio en risas picaronas, que una vez una amiga que le habían presentado, tras ir a su casa y verlo desnudo, se puso a llorar de miedo y temblaba diciendo que por favor no le metiera aquello tan gordo.
Tuve que desistir, si bien tras calmarla y hacérselo oral y con caricias, conseguí me hiciera una paja, que resulto medio cómica, pues ella al ser tan pequeña, sus diminutas manos aun parecían más, cuando me la meneaba.
Nos reímos un buen rato con aquel relato, parando solo cuando volvió a besarme dulcemente.
Espero las mías ahora no parezcan eso cuando baje a agradecerte este rico momento me distes, pasando rápidamente una a la acción.
Comencé chupando y limpiando como podía aquel monstruo dormido, pues meterlo en la boca era ardua y difícil labor, aunque empeño no me faltaba.
Ahora viéndolo en primer plano frente a mi cara, aun impresionaba más, pues la base era de un grosor que imponía solo mirarla.
Largas y gruesas venas se marcaban en su grueso cuerpo, destacando de entre aquel matorral espeso como pocos unos hermosos huevos bien proporcionados a semejante arsenal.
Pesaba aquella tranca mucho pues al agarrarla con la mano parecía tenia plomo dentro, y más ahora morcillona como se encontraba.
Me dijo estaba rendido y que quizás tardara en levantar un poco, a lo que una le respondí que estuviera tranquilo, ahora era yo la que quería gozar y sin prisas.
Jugué con ella ante la atenta y relajada mirada de él, que con la cabeza sobre la almohada y con sus piernas abiertas para facilitarme mi trabajo, se recreaba en aquel espectáculo, el cual tras unos largos y jugosos minutos comenzaba a dar sus frutos.
Sus enormes huevos era uno de los puntos que más me excitaba y por ello le preste unos minutos de más consiguiendo sacarle pronto los primero gemidos.
Baje por su base a sabiendas a mucho hombres le da placer jueguen con su ano, y así lo hice con mi lengua, mientras mis manos sobaban y aguantaban aquel par de bolas para que no cayeran sobre mí.
Estaba sorprendido de mi maestría y mi desparpajo, agradeciéndomelo con una pronta recuperación de aquel dragón, que pronto quería volver a escupir fuego.
Fueron unos largos y jugosos minutos los que estuve jugando con aquel mástil, que con suma maestría conseguía mantener rígido y duro para deleite de su dueño y placer de una que disfrutaba igualmente comiendo y masajeando.
¡Tere, Tere! … me dijo entre una agitada respiración .. “Me voy ya , me corro .. Me corro,” susurraba entre espasmos sobre la cama., por lo agarre fuertemente aquella gruesa polla y poniendo su gorda cabeza en la puesta de mi boca, espere me diera mi recompensa.
Esta no tardo y unas fluidas y ricas ráfagas de jugoso caldo, entraron como un resorte por mi boca hasta mi garganta, haciendo esta se llenara casi sin tiempo de tragar, mientras aquel abuelo de retorcía en la cama de placer.
Ahora parecía él, el que estaba poseído, pues si no llego a tener bien agarrada aquella tranca con ambas manos, esta me hubiera salpicado por toda la cara y cuerpo, como una manguera de bombero sin control.
Quedo el ahora tendido sin aliento en la cama, suplicando entre una pícara sonrisa lo dejáramos por hoy, pues andaba algo desentrenado y aquella pronta repetición lo había dejado sin fuerzas.
Yo le dije, no te preocupes que una no está ya para más trotes y más mi conejito, este sí que necesita una semana para recuperarse tras semejante visita recibida.
Además esta noche no te vas ya se aquí tan tarde, te quedas a dormir que te recuerdo tenemos una cena en la cocina ya algo fría que hay que tomar.
Nos reímos pues no nos acordábamos de lo que allí nos había dejado a medias, disponiéndose una tras una reconstituyente ducha a terminar de preparar aquella cena , mientras él se daba otra y se vestía con la ropa que yo le había dejado de Mario.
Dormí abrazado a él, toda lo noche como una lirona, despertando ambos sobre las diez de la mañana, sorprendidos por tan largo y placentero sueño.
Notando que ante las primeras caricias mañaneras aquel dragón comenzaba a tomar energía.
Temblé de gusto y ganas otra vez al pensar esa mañana iba a recibir nuevamente las acometidas de semejante bicho que medio liado entre las sabanas ya amenazaba con atacar, pues su lento pero seguro movimiento denotaba estaba creciendo y de qué manera..
Pero esto me lo reservo y no les voy a contar más de lo mismo, dejándoselo para la imaginación de los que lean esta mi vivencia y que piensen y como digo imaginen lo que aquella mañana allí ocurrió.