Apuntes sobre... otra forma de ser usada

Placer y dolor...una mezcla lujuriosa...

APUNTES SOBRE…OTRA FORMA DE SER USADA (1)

Siempre recuerdo mis momentos de placer… siempre disfruto del momento en que el macho que me monta hace que mi cuerpo ya no me pertenezca… siempre anhelo sentir como mi vientre se abre para recibir la simiente del hombre que me ha hecho suya… siempre me estremezco cuando mis entrañas se desbordan para devolver en forma de fluido todas las sensaciones que mi amante ha sabido regalarme… pero existen momentos casi inenarrables, vivencias que se quedan marcadas a fuego en tu mente y que te acompañan de por vida, esta es una de las que nunca podré olvidar

Había cumplido treinta y cinco años y, como siempre, lo celebré con la familia, pero Germán me tenía un regalo especial, él debía viajar a Berlín por negocios unos días después y me ofreció acompañarlo. Mi marido, como supondréis, no puso ninguna objeción, hacía tiempo que había asumido la situación y la disfrutaba. El viaje fue muy tranquilo, hicimos escala en Madrid donde debíamos esperar una hora antes de partir a nuestro destino final. Yo me había vestido con unos vaqueros y una camiseta, por supuesto, mi ropa interior era de lo más sexy…como el quería, esperando en el aeropuerto me hizo entrar en una tienda, mi corazón se desbocó, comenzaba el viaje… ¿hasta donde me llevaría su desbordante imaginación?... No hice ninguna objeción cuando eligió por mí una falda cortita con vuelo y una blusa blanca, me acompañó al probador y entró conmigo ante la divertida mirada de la chica que nos atendía, yo sentía mi garganta seca y notaba el rubor en mi cara, nunca me acostumbraría a estas "exhibiciones" públicas, pero el cosquilleo que se iniciaba en mi sexo me decía que me encantaba. Germán me desnudó y yo me dejé hacer, cuando me desabrochó el sujetador y me mordió levemente los pezones sentí como estos se endurecían, emití un leve quejido, al agacharse ya sabía lo que quería, me apoyé en sus hombros, levanté uno de mis pies y luego el otro para ayudarle a quitarme el tanga, recorrió con uno de sus dedos mi ya mojada hendidura y, levantándose, me lo acercó a la boca, lo lamí con gula. Me besó y noté como su boca ardía, sabía que estaba muy caliente y esa calentura me la traspasaba a mí. Recogió la ropa y llamó a la dependienta, le entregó los vaqueros, la camiseta y… sobre ellos, el sujetador y el tanga, ni me molesté en quejarme. Me envolvieron la ropa y pagó, la chica me sonrió y me guiñó un ojo cuando nos íbamos… le devolví la sonrisa ruborizada, ella sabía que iba desnuda bajo de la falda y la blusa.

La espera y el viaje fueron un precalentamiento de lo que yo imaginaba iban a ser los próximos días en Berlín, sus manos me sobaron cuanto pudieron y cuando llegamos y me levanté del asiento, vi la gran mancha que mis flujos habían dejado. Mi cuerpo ardía y estaba deseando llegar al hotel y ser follada hasta que acabara conmigo, ahora era yo la que, entregada, me apretaba contra él y le provocaba, rozaba su polla con disimulo, restregaba mis tetas contra él, le besaba con mis ardientes labios…estaba caliente como una perra y le pedía que me tratara como tal, le musitaba lo que quería que me hiciera, le decía que era suya y que lo deseaba, que necesitaba su polla dentro de mí, que era su puta… él, simplemente sonreía

Un chofer uniformado nos esperaba portando un cartel con el apellido de Germán y nos condujo a un Mercedes negro. En cuanto nos subimos me abracé a él y me comporté como una colegiala, lo acaricié y lo besé con pasión. Germán me dijo al oído:

  • El taxista nos mira por el retrovisor –
  • Me da igual – le contesté mientras sobaba su polla por encima del pantalón.

Al oír mi respuesta su mano buscó mi coño, abrí las piernas para permitirle el acceso pero él subió la falda, levanté las caderas para facilitarle su labor y pronto estuve desnuda de cintura para abajo, por un momento imaginé la visión que el chofer tendría de mi sexo y me corrí, sentí como mi coño se desbordaba y gemí con fuerza. Había perdido el pudor y todo lo que se podía perder, me daba igual donde estuviera y lo que me hicieran, era una hembra en celo y solo quería que me follaran. Los dedos de Germán me estaban llevando al paraíso y mis caderas se retorcían sin cesar, mis gemidos de placer inundaban el vehículo y mis jugos manaban sin cesar. Cuando dos dedos retorcieron suavemente mi clítoris, mi cuerpo se tensó y un nuevo orgasmo me recorrió de arriba abajo.

No se ni como llegamos al hotel, el deseo me invadía y un estado febril me quemaba de pies a cabeza, mis brazos rodeaban la cintura de Germán que casi me arrastraba puesto que las piernas apenas me sostenían. Mientras mi amante era atendido en recepción yo lo miraba con arrobo, quería estar ya en la habitación con su polla invadiendo hasta el último rincón de mi intimidad. En el ascensor me abracé a él y le entregué mi boca, mordió y lamió cada recoveco de ella mientras mis fluidos bajaban sin cesar por mis muslos, estaba encendida y necesitaba que apagaran el fuego que me consumía. Me pareció mentira cuando abrió la puerta de la habitación, me bajé la falda y le abrí la bragueta, su polla salió disparada y, agachándome, la tomé en mi boca, la noté caliente y la chupé con ansía. Germán bajó sus manos y abrió la blusa, mis pechos brotaron duros y calientes, los sobó a su antojo mientras yo continuaba mamando ese miembro que me volvía loca. Repentinamente llamaron a la puerta, mi amante me incorporó y se dirigió a abrirla mientras que yo, precipitadamente, intentaba ponerme la falda. Era el botones que traía nuestro equipaje y una nota que entregó a Germán, vi que me miró sorprendido y fue cuando me di cuenta que mis pechos se mostraban desnudos, me cerré la blusa mientras enrojecía, pero el temblor de mi coño me hizo notar que la situación me había excitado aún más. Cuando recibió la propina y salió, me abalancé de nuevo sobre mi hombre, pero este me detuvo:

  • Dúchate, nos recogen en una hora – dijo.

  • Por Dios Germán… estoy ardiendo…necesito que me folles… - le pedí.

  • Tendremos tiempo para todo – respondió – pero vamos a una comida de negocios importante y debemos arreglarnos.

Decepcionada busqué en mi maleta mi estuche de aseo y me fui al baño. Mientras el agua caía sobre mi cuerpo me sentí frustrada, mi cuerpo llevaba horas pidiendo acción y en el momento culminante todo se iba por la borda, me llevé las manos al coño e intenté alcanzar el placer que perseguía pero no pude, no era eso lo que pedía mi sexo… Terminé de ducharme y me sequé, Germán entro en el baño y me vio envuelta en la toalla, me dio un azote en el culo pero me aparté, estaba muy enfadada y quería que él lo supiera. Cuando me maquillé lo hice de forma llamativa, pensé que, quizás, demasiado, pero de alguna forma necesitaba demostrar a Germán que no me había gustado el comienzo del viaje; mis labios y uñas las pinté de un color rojo intenso, un maquillaje que me hacía parecer más morena de lo que soy y una profunda sombra violeta oscuro sobre mis párpados, me miré al espejo y me vi como una mujer muy deseable y ardiente, pensé que ropa me pondría para también parecer…accesible…. Finalmente me decidí por un vestido corto y bastante escotado, debajo solo me puse un escueto y transparente tanga y un sujetador de media copa a juego con aquel. Cuando Germán dijo que nos marchábamos salí junto a él de la habitación sin decir una palabra. En el ascensor intentó besarme y aparté la boca, pero me tomó la cara y apretó las mejillas haciendo sobresalir mis labios que mordió con dureza, al mismo tiempo con la otra mano subió el vestido y tirando de la parte superior del tanga, lo incrustó en mi coño, abrí la boca suspirando y entonces él se apartó, me había dicho sin palabras que me tendría cuando y donde quisiera… y yo sabía que era cierto

En el coche no nos dirigimos la palabra, yo continuaba enfadada pero mi calentura no bajaba, estaba deseando que hiciera el mínimo gesto para volver a dar al conductor – el mismo que nos recogió del aeropuerto – un espectáculo como el que ya había presenciado. Llegamos a un lujoso restaurante y nos hicieron pasar a un reservado, allí nos esperaban tres hombres, dos de alrededor de sesenta años y uno más joven, me los presentaron como el presidente – Karl - y gerente – Derek - de la empresa con la que venía a negociar Germán y, el joven – Albert - el traductor. Los dos maduros estaban muy bien conservados y eran el prototipo de la raza aria, altos, rubios, aunque ya con bastantes canas, y grandes, sobre todo el presidente que, desde el principio, me miró desnudándome con los ojos, a pesar de mi calentura, no me gustó esa mirada.

La comida fue bastante simpática, los dos empresarios chapurreaban el español y, la verdad es que nos podíamos entender bastante bien, sus errores gramaticales y el vino nos desinhibían cada vez más y al poco rato reíamos todos. Karl ocupaba la cabecera de la mesa, yo a su derecha, Derek a mi izquierda, frente a este Albert y Germán frente a mí. Cuando estábamos en los postres, sentí que una de las manos de Karl se apoyaba en mi muslo izquierdo, me quedé paralizada mientras sentía el calor de su piel, nadie parecía darse cuenta de nada y él mismo hablaba sin inmutarse. No sabía que hacer o decir, pero cuando la mano comenzó a subir por el muslo me levanté atropelladamente y pregunté por el servicio de señoras, Albert me lo indicó y hacia allí me dirigí. Estaba aturdida este episodio se apartaba de cualquiera que yo hubiera vivido anteriormente, recordé al maître del Parador (ver Historia de "Q" 7 y 8), a Iván el mulato de la discoteca (ver Sometida por un desconocido) , Toni al que me ligué en el restaurante (ver Involucrando a mi marido) en todas esas ocasiones sabía que era sexo lo que buscaba, pero esta vez creía que iba a una cena de negocios, el ataque de Karl me había dejado estupefacta, ni la calentura que llevaba durante todo el día me hacía reaccionar y, sobre todo, estaba con Germán y, aunque parezca una estupidez, no quería serle infiel. Me retoqué un poco y volví a la mesa, todos se comportaban normalmente, me senté de nuevo y me tranquilicé un poco pero, al poco rato, la mano de Karl buscó de nuevo mis muslos, moví las piernas intentando disuadirlo pero no las apartó, le pedí con la mirada que no continuara pero no se dio por enterado y Germán ni siquiera se fijaba en mí, hablaba animadamente con Derek y Albert. La mano se acercaba peligrosamente a mi entrepierna y bajé una de las mías se la cogí y la aparté cuando, prácticamente, rozaba el tanga. Sacó la mano de debajo de la mesa y me miró sonriente

  • ¿Lo pasas bien? – me preguntó en su limitado castellano.

  • Si, muy bien – contesté con una forzada sonrisa.

  • Lo pasarás mejor, ya lo verás – dijo

Me estremecí, su tono me hizo temblar y me hubiese gustado estar muy lejos de allí, era la voz de un hombre acostumbrado a mandar, que sabía lo que decía y por qué lo decía, rogué interiormente pidiendo no verlo en toda mi estancia. El resto de la noche fue una lucha entre sus intentos de tocarme y los míos por evitarlo, de todas formas no pude impedir que sus manos rozaran todo mi cuerpo mientras Germán parecía ajeno a todo. Albert fue el primero en retirarse mientras Karl y Derek nos acompañaron al hotel, me senté en la parte trasera entre Germán y Karl, por primera vez en la noche me arrepentí de mi elección de vestido, la falda se levantó bastante dejando ver la casi totalidad de mis muslos, observé los ojos del presidente fijos en ellos… su mirada quemaba

Al bajarme me tendió la mano para que lo hiciera por la puerta en la que él estaba, no podía negarme y se la cogí para que me ayudara, a pesar de mi cuidado, sabía que me había visto mis muslos hasta arriba, me ruboricé mientras él sonreía. Nos despedimos y yo me subí a la habitación mientras ellos se quedaban en el hall.

Entré en la habitación indignada, me desnudé y me quité el maquillaje, cuando me desprendí del tanga observé que estaba mojado, me enfadé conmigo misma, no lo podía creer, no creía haber sentido en toda la noche nada parecido a la excitación sexual pero, al parecer, mi coño pensaba otra cosa. Me acosté y esperé a Germán, pero me venció el sueño antes de que regresara, esa noche soñé con Karl que me perseguía mientras yo, completamente desnuda, intentaba escapar de él, me levanté empapada en sudor. Mientras recordaba la pesadilla, Germán salió del cuarto de baño

  • Lo siento pero tengo que viajar con Derek y Albert a Ginebra – dijo - me recogen en una hora.

  • Pero… ¿yo que hago? – pregunté aturdida.

  • No te preocupes – contestó - vendrán a recogerte y te irás a casa de Karl hasta mi vuelta.

  • No por favor –le supliqué – no me dejes sola.

  • Es un negocio muy importante y debo ir, te prometo que trataré de estar fuera el menor tiempo posible.

  • No quiero quedarme en casa de nadie – le dije.

  • No puedes quedarte sola aquí, no conoces el idioma ni la ciudad, puede ser peligroso y prefiero que estés con Karl, es una persona encantadora, mi mejor proveedor y mi amigo, él cuidará de ti.

Agaché la cabeza y no me atreví a decirle nada, sabía lo que su "amigo" quería de mí y, estaba segura, que el viaje lo había ideado él. Me prometí que ese hombre no me tendría.

Me fui al baño y me aseé, mientras me duchaba mi mente no cesaba de pensar en la situación que se avecinaba, ese hombre me deseaba y yo no quería entregarme a él. ¿Me forzaría?, me preguntaba… no quería creerlo, Germán era un gran cliente suyo y su amigo, no sería capaz de jugárselo todo por un polvo. Me maquille levemente y me puse un vestido de lo más normal que llevaba, por desgracia, la ropa interior era toda de lo más sugerente, esperaba que lo que llevaba para uso y disfrute de Germán no sirviera para alimentar la libido de Karl. Hice mi maleta y esperé, mi amante no me hablaba ni yo a él. Llamaron a la puerta y un botones entró y recogió las maletas, bajamos y en el hall nos esperaban Derek, Albert y el chofer del Mercedes, este cogió mi maleta y la de Germán y me pidió que lo siguiera, me percaté de que mi amante portaba un pequeño maletín, lo que me hizo pensar que su ausencia no sería muy larga, tras despedirme de los tres hombres seguí al conductor y me subí en el coche. Mientras nos dirigíamos a nuestro destino mi mente no dejaba de "trabajar", veía a Karl arrancándome la ropa y violándome, drogándome y abusando de mí, atándome y forzándome…mi respiración se iba agitando por segundos y tuve que reconocer que tenía miedo, temía enfrentarme a ese hombre y mi ánimo se vino abajo, estuve a punto de pedirle al chofer que se volviera al hotel, pero no sabía si lo haría ni si Germán me perdonaría no seguir sus instrucciones…cerré los ojos y me dejé llevar a lo que yo creía que sería mi "matadero".

Salimos de la ciudad y me quede sorprendida cuando llegamos a nuestro destino, era una casa de campo preciosa rodeada de jardines y árboles, me impresionó. Karl nos esperaba delante de la suntuosa entrada y se acercó a abrirme la puerta del automóvil, creí ver una mueca de decepción cuando mi vestido no le dejó ver mis muslos… sonreí interiormente. Me condujo al interior de la casa, era preciosa, espaciosa y amueblada con un gusto exquisito

  • ¿Te gusta? – preguntó.

  • Me encanta – le contesté, sonriendo, me hacía gracia su acento.

Fue mostrándome estancia por estancia, en todas me sorprendía algún detalle y la actitud de Karl me tranquilizaba por momentos. Cuando llegamos al que iba a ser mi dormitorio, tuve un momento de aprensión y me pregunté si sería allí donde me atacaría, pero se portó como un caballero. Por último me llevó a una galería que era un verdadero museo, cuadros de los mas conocidos pintores yo estaba alucinada, vi una preciosa puerta labrada y, no se por qué, le pregunté que era lo que había allí

  • Ya lo conocerás más tarde – dijo con voz grave.

Me sobresalté y me arrepentí en ese mismo momento de haberlo preguntado. Me acompañó de nuevo a mi dormitorio y me dijo que descansara hasta la hora de comer, mes desnudé y me tendí en la cama haciendo un repaso de lo que estaba ocurriendo en este extraño viaje. Karl me había sorprendido pensé que era un "viejo verde" y teniéndome prácticamente en sus manos, se había comportado de manera exquisita conmigo. Después pensé en Germán y lo añoré, sonreí pensando que según mis cálculos, a esas horas me habría follado tres o cuatro veces y, por el contrario, el último polvo había sido de mi marido un par de noches antes. Sonreí cuando me di cuenta de que mi mano se había introducido por la cinturilla del tanga, única prenda que llevaba, y acariciaba levemente mis labios vaginales, me quedé dormida y me despertó un golpe en la puerta

  • ¿Si? – pregunté intentando buscar algo con que cubrirme.

  • Te espero en el comedor – oí la voz de Karl con su peculiar acento.

Temí que entrara y me levanté sobresaltada, pero ante mi sorpresa, escuché como se alejaba. Suspiré y me llame imbecil por haber dudado de ese hombre, me propuse recompensarle y me puse un modelito bastante sugerente. Cuando aparecí en el comedor se levantó y me besó la mano diciéndome lo bella que estaba, se lo agradecí con una sonrisa. La comida fue esplendida y la sobremesa también; Karl, a pesar de sus dificultades con el castellano era un gran conversador, nos sentamos en una sala con una gran chimenea y acepté tomar una copa de Brandy con él. Le pregunté si estaba casado y me respondió que sí, pero que su mujer vivía en la ciudad y casi no se veían, la conversación iba adentrándose en temas mas íntimos y yo me sentía cada vez más a gusto con ese hombre. Mi naturaleza coqueta me hizo bajar la guardia y de pronto me vi provocándolo dejándole ver casi la totalidad de mis muslos. Observaba como Karl se sofocaba un poco y no apartaba sus ojos de mis piernas

  • ¿Sigues queriendo ver aquella sala? – preguntó repentinamente.

Tragué saliva, casi toda la tarde mi mente había recordado esa puerta y las palabras de Karl

  • Cre…creo que si… -respondí bajando la vista y teniendo la certeza de que esa visita tendría consecuencias.

Se levantó y me tomó de la mano, anduvimos hasta la misteriosa puerta y, sacando una vieja llave del bolsillo, la abrió y me invitó a pasar…accionó un interruptor y la sala se iluminó, mi cuerpo tembló, estaba en una verdadera sala de torturas, potros, argollas, cadenas, sillas con tiras de cuero, cuerdas, espejos mesas, látigos, varas, paletas de madera… se repartían por la inmensa habitación… casi todos los utensilios estaban forrados de terciopelo. Una gran vitrina repleta de objetos eróticos se apoyaba en una pared de más de tres metros, consoladores, bolas chinas. En otra, multitud de fotos de mujeres desnudas unas sueltas y otras atadas, eran penetradas por hombres – en la mayoría solo aparecía Karl - y artilugios…yo no me movía, solo observaba atemorizada

  • ¿Qué notas en el rostro de las mujeres? – oí que me preguntaba con su marcado acento.

Miré sin responder, las examinaba detenidamente hasta que lo vi claramente

  • To…to…todas están co…co

  • Termina de decirlo – ordenó.

  • Corriéndose…corriéndose… -contesté.

  • Si, exactamente – dijo – todas están disfrutando, ninguna de ellas ha sido obligada a venir y todas han vuelto.

Mi corazón latía con una fuerza desmesurada, efectivamente las fotos eran magníficas y reflejaban el momento del éxtasis, el placer se reflejaba en sus rostros.

  • ¿Sabes ya para que te he traído? – preguntó.

Asentí mientras una ola de calor me abrasaba el cuerpo y sentía como mi sexo se licuaba.

  • Esta es la manera en que me gusta poseer a las mujeres, es "bondage", el dolor está controlado. Tu puedes obtener la llave de esta puerta, ahora te irás a descansar y encontrarás unas instrucciones en tu cama si las sigues entrarás en esta sala, si lo haces no hay marcha atrás. ¿De acuerdo? –

De nuevo asentí, notaba fuego en mi coño y mi capacidad de reacción estaba anulada, las palabras no salían de mi boca. Me tomó del brazo y me sacó de la habitación, la sensación de tener fiebre me ahogaba y mi pecho subía y bajaba convulsivamente. Me dejó en la puerta del dormitorio y me besó en la mejilla

  • Estás ardiendo – musitó – te veo a la hora de la cena.

Asentí de nuevo y observé como se alejaba, estaba aturdida, en ese momento hubiera dado cualquier cosa porque me hubiera empujado dentro de la habitación, me hubiera arrancado la ropa, me hubiera arrojado a la cama y me hubiera follado hasta dejarme exhausta. Entré en la habitación y vi que encima de la cama habían dejado una minifalda negra de vuelo, un minúsculo top del mismo color y un collar de cuero con unos enganches, me quité el vestido y me senté en la cama acariciando el collar, me tendí cubierta solo con el tanga y pensé en Germán, me vinieron a la mente retazos de lo que me hizo decir día que me sometió (ver El tercer maestro. Acoso y derribo)

¿Feliz de ser mi sumisa?

Muy feliz señor –

¿Te gusta ser débil?

Me encanta señor -

Hágame daño, señor, no tenga compasión de mi cuerpo –

Se tiró encima de mí, sentí el placer de poder usar piernas y manos, le abracé y me atravesó con su polla, rodeé sus caderas con mis piernas, comenzó el delirio, mi cuerpo recibía y él no paraba de darle más y más, mientras me embestía, tuve tiempo de pensar, "vaya con el viejecito", después me sumergí en el placer mas sucio que nadie se pueda imaginar.

Acostada en la cama hacía me auto examinaba y no me podía engañar, me encantaba ser dominada, me encantaban los hombres maduros, me encantaba que me sometieran…me encantaba ser usada… Karl era capaz de darme todo eso…y…me iba a entregar a él…mi coño temblaba con anticipación y mi mente intentaba imaginar que me esperaba…sabía que iba a ser sucio…como el día de Germán…y…lo anhelaba…lo quería lo mas sucio posible…mis dedos manipulaban mi hendidura por encima de la escasa tela del tanga que ya chorreaba. De pronto vi el papel, las instrucciones, pensé, lo tomé en mis manos, estaba escrito en perfecto castellano por lo que deduje que no era un secreto entre él y yo… lo leí

Querida Lola:

Ha llegado la hora de la decisión y estoy convencido de que tomarás la correcta, eres una mujer ardiente y te atrae el sexo con todo lo que conlleva y eso te ayudará a decidirte.

A las ocho y treinta bajarás al comedor, si vienes vestida convencionalmente te aseguro que tendremos una velada deliciosa, cenaremos, beberemos, oiremos buena música y la disfrutaremos, no volveré a insinuarte nada durante el tiempo que permanezcas en mi casa y trataré que cada día sea perfecto para ti. Si, por el contrario, bajas con la ropa que te he dejado en la cama y con el collar de cuero, es que aceptas que me perteneces mientras estés bajo mi techo. Si es así, cuando entres en el comedor caminaras hasta mí, te arrodillarás, me sacarás la polla la mamarás hasta hacer que me corra, debes beber hasta la última gota…lo que venga después déjalo en mis manos, te aseguro que disfrutarás no se si como nunca, pero si de una forma diferente y, ten por seguro, que más de una foto tuya figurará en un sitio de honor de mi galería de mujeres en éxtasis.

Espero que dentro de poco estés de rodillas ante mí.

Karl.

Mientras leía, mi mano volvía a jugar con mi coño, la calentura volvía mí, notaba la sensación de ahogo que me embargaba cuando una sesión de sexo se aproximaba, estaba caliente quería ser follada, utilizada, sometida por una gran polla…mi decisión estaba tomada…mi próximo macho iba a ser Karl, un alemán al que había conocido horas antes y que, muy pronto, estaría dentro de mí dándome placer. Mis dedos aumentaron su presión y ritmo y un agradable orgasmo me recorrió el cuerpo…los próximos sabía que no iban a ser tan placenteros pero, seguro, que me iban a llevar a la cúspide del placer. Miré el reloj y eran las siete y media, tenía una hora para prepararme.

A las ocho y media en punto estaba en la puerta del comedor, entré y Karl se levantó con la boca abierta por la sorpresa, al final decidí no obedecerlo y entré en la habitación…desnuda, toda mi vestimenta se resumía en el collar de cuero en mi garganta y unos zapatos de tacón alto, mis pezones estaban pintados de rojo al igual que mis labios vaginales. Karl se levantó mientras yo me acercaba a él moviendo sinuosamente mis caderas, cuando llegue a él, le desabroché el cinturón y le bajé los pantalones y el slip, su polla saltó como un resorte, la besé con arrobo, era muy grande y, sobre todo, era la que me iba a penetrar por todos mis orificios durante las próximas horas o días, me mojé un dedo en los labios y me metí lo que pude de su miembro en la boca. En cuclillas delante de él masajeaba sus huevos y ensalivaba su ya durísima herramienta, comencé a jugar con el dedo mojado en su orificio posterior, noté como se tensaba y sorbí las primeras gotas del transparente liquido preseminal que manaban de su polla, me gustó su sabor, mordí y besé su glande mientras mi mano subía y bajaba por su tronco con toda la velocidad que era capaz de darle, miré y vi el rictus de su rostro mientras emitía palabras en alemán, comencé a meter y sacar el dedo de su ano al mismo tiempo que incrementaba las sacudidas de su polla, un ronco gemido escapó de sus labios y noté como su miembro comenzaba a temblar

  • ¡¡¡¡Correteeeee!!!! – le grité sacándomela de la boca.

No se si me entendió, pero sentí como una primera descarga de semen se estrellaba en mi pecho, me la metí de nuevo dispuesta a que no se me escapara ni una gota más y así fue, las siguientes descargas fueron a parar a mi boca y las saboreé como el mejor de los manjares, tragué hasta la última gota y limpié su polla hasta dejarla reluciente, después de besar la punta, me levanté y me quedé delante de él

  • ¿Cenamos? – me preguntó.

  • Yo soy tu cena – le respondí y acordándome de mis palabras a Germán, añadí – llévame al infierno.

Tuve que explicarle la última parte y cuando la entendió se rió, me tomó de la cintura y me empujo hacia la puerta del ¿infierno?...cuando la abrió y entramos, mi flujo corría libremente muslos abajo

(CONTINUARA)