Apuestas peligrosas: Venganza en plato frío (II)

Tres colegas Heteros, guapos y con poca vergüenza empiezas con la tontería de apostar...y terminarán por asumir que se han involucrado en un juego peligroso a la par que muy morboso (hechos reales)

LA VENGANZA SE SIRVE EN PLATO FRÍO (II)

La cocina de autor es poner tu personalidad en lo que haces

y ese sentimiento la convierte en algo distinto.

Ferran Adriá

-       Quienes no pierden elige la prenda, pero quien lo hace elige la siguiente apuesta – dijo Guille mirando a través del retrovisor de su coche hacia la parte de atrás donde estaba Diego. A pesar de llevar las gafas se sol puestas, Guille atravesó con su mirada el ego de su compañero– Así que deja de lloriquear – concluyó el minicabreo de Diego.

-       En el fondo tiene razón, joder – dije yo también afectado por lo que me tocaba- Tú llevas jugando al pádel desde que chupabas la teta de tu madre. Y nosotros no hemos jugado en la vida…

-       Pues ya es hora de que aprendáis – contestó Guille sonriendo. Su mandíbula blanca y perfecta restalló como otro dardo en Diego, que siendo lo deportista que es, le afectaba en mayor medida poderse ver perdedor en un deporte ante él.

Guille llevaba mascando aquello desde que le obligamos a tragarse su propia lefa de rodillas en el sucio baño de un bar. Él, el niñato pijo de padres con pasta, que estudiaba en una de las mejores universidades de Madrid y que siempre había sido quien estaba por encima de los de su edad, tuvo que arrodillarse para que otros dos taraos (y lo seguimos siendo) le hicieran tragar su propio semen, de su propio condón, en su propia boca. En parte era normal que no se quisiera arriesgar a jugársela otra vez proponiendo algo que no tuviera seguro que pudiera ganar. Y el pádel, deporte que llevaba practicando con su padre desde los 6 años, era una carta segura.

Y eso se notaba en su actitud. Más chulesca y más arrogante. Y en su look de deportista de élite, que a diferencia de nuestro look chandalero, se había puesto aquella mañana: camiseta ajustada y blanca que mostraba su cuerpo y su vientre listo, pantalones azul-claro ajustados a sus muslos, calcetines blancos cortos con una raya roja superior, y unas zapatillas de marca casi nuevas. Llevaba consigo también su raqueta, lo que cabreaba aún más a Diego.

-       Joder es que encima te has traído tu raqueta de mariquita…. ¿Qué? ¿Te da asco tocar las de allí o que? – dijo riéndose Diego intentando encontrar ese sitio superior que creía tener con Guille.

-       Asco te dará cuando tengas que devolver la tuya, sudado, humillado y derrotado por mi -dijo volviendo a sonreír triunfal.

Yo tenía algo de nervios. Me estaban entrando. ¿Y si perdía? El cabreo de Guille lo iba a pagar yo.

-       Yo solo digo que recuerdes que el de la idea de la lefa fue éste – dije señalando hacia atrás.

-       Tranquilo, no seré tan cabrón si pierdes tú – dijo moviéndome el pelo como yo le solía hacer al vacilarlo, sin apenas apartar la vista de la carretera.

-       Capullo – solté.

-       Aún no – dijo él volviendo a mirar por el retrovisor para que Diego supiera que iba a por él – Pero pronto…

-       ¿Y cómo lo hacemos? – pregunté cambiando de tema para que no se tensara más el ambiente.

-       Torneo. Pero os daré ventaja. Empezaremos uno de vosotros contra mi. Quien gane, ósea yo, contra el quien quede. Así, si yo gano, tendré una segunda posibilidad de perder. De los tres, quien menos puntos consiga, es el que se llevará el premio de la humillación

-       ¿Tan seguro estas, ricitos? – dijo Diego al saber que quería jugar todas las partidas con el inconveniente de cansarse más.

-       Bueno, mi seguridad es proporcional a la intención de jugar contra ti sí o sí para que chupes el suelo por donde yo pise jajajaj

Pronto llegamos al campo dónde Guille jugaba habitualmente. Un gimnasio a las afueras donde se situaba uno de los mejores campos de pádel de Madrid.

-       Yo invito- dijo Guille al aparcar y salir del coche – para que luego no me vengáis pidiendo la pasta cuando perdáis. Así os compenso la humillación jajaja bueno, esta humillación…porque la de la prenda… mmmm… de esa no hay quien os libre jajajajajaj – terminó chuleándose con un gesto de indiferencia.

-       Qué hostia tiene – me dijo Diego cuando Guille entraba a las instalaciones del gimnasio.

-       Voy a por ti, paso de ser el saco de hostias de su venganza – dije yo ignorando su comentario.

Nunca habíamos estado en aquel lugar. Obviamente era todo muy pijo, le daba mil vueltas al gimnasio donde yo iba y donde trabajaba Diego. Era inmenso, con todo tipo de pistas y equipación. Varias salas llenas de maquinaria de gimnasio y decenas de clases para las decenas de actividades.

Os resumo la competición que tuvimos:

-       ¿Quién quiere perder el primero? – dijo Guille después de que pidiera nuestras raquetas y varias pelotas. Ya estábamos en el campo que nos habían asignado.

-       Yo – Dijo Diego sin dejar que me adelantara. Se veía que le tenia muchas ganas

Entraron y esperé fuera siguiendo las indicaciones. Sólo explicó cómo iban las puntuaciones ya que sabíamos más o menos cómo se jugaba.

-       Gana de los dos quien primero haga set; es decir, 6 juegos con un mínimo de 2 punto de ventaja. Cada juego es de tres puntos; 15, 30 y 40. Como en tenis. Cuando se consigue los 40 se gana ese juego. Y así hasta 6 – resumió Guille tras explicarlo varias veces.

No lo explicó varias veces solo porque seamos idiotas, que tampoco os lo discuto si es lo que estáis pensado, sino porque queríamos que todo quedara bien claro y que no nos tangara… que poco nos fiábamos de su dolor en el alma por lo que le tocó a él.

-       ¿Listo? – preguntó Guille colocando su cuerpo en postura de saque.

Verlo jugar era increíble. No solo jugaba muy bien, eso ya lo había asumido, sino que su postura, su destreza, la movilidad, la fuerza y su concentración estaban a la altura de cualquier competidor olímpico. Se movía ágil, mientras dejaba una estela de torpeza en Diego. Cualquier tía que no hubiera querido nada con él, que no serían muchas, habrían deseado ver aquel chico pijo, guapo y atlético destrozar a un musculitos . Y me encantó verlo, porque pocas veces se podía dejar tan mal a alguien como Diego.

Obviamente llegó al set el primero, ganando 6 juegos cuando Diego solo ganó el penúltimo.

-       Es un puto cabrón – dijo Diego saliendo de la pista completamente sudado. Un charco en su pecho central indicaba todo el esfuerzo que se había pegado. La camiseta se adhería a sus húmedos músculos como una segunda piel. El pelo corto le chorreaba y apenas podía respirar de manera normal. Se tiró en el banco que estaba dispuesto fuera para ver el interior y dejó caer la raqueta cabreado y exhausto – Te toca – dijo como quien manda a otro al paredón.

Cogí mi raqueta y entré. Había un olor cerrado a esfuerzo y sudor allí dentro.

-       Si te quieres librar, mínimo debes hacer un juego y más de 4 puntos en total en el resto de los juegos. Es a lo que más a llegado hacer el cadáver de ahí fuera – dijo riendo y golpeándome con el mango de la raqueta en mi abdomen de manera juguetona.

Él también sudaba, pero no era tan apreciable como en Diego. Hasta suda pijo el hijo de puta, pensé.

-       Bien. ¿Y si empatamos? – pregunté

-       Desempatáis en uno entre vosotros – dijo guille alzando la voz para que nos oyera.

-       Trato

Diego solo pudo levantar el brazo en señal de confirmación.

-       Me apunto a que me des clases a partir de hoy – dije viendo lo bien que jugaba. Me había dado envidia. Y siempre había querido jugar a esto. Bueno, y siendo sincero, también lo dije para dorarle un poco la píldora, a ver si me dejaba superar a Diego y no caer en la humillación completa.

-       45 la hora – me dijo riendo y preparándose a sacar.

La paliza que me dio fue brutal. Empezó ganando, siguió ganando y terminó ganando. Pero gracias al cielo, y tal vez a un poco de su ayuda, pude ganar un juego y conseguir 4 puntos; un punto mas que lo que Diego había hecho, lo que me libraba de pagar prenda, y, lo que era mejor; aprovecharme de jugársela a Diego.

A ver, siempre era gracioso putear a otro…

Cuando Diego, agotado aún, vio que le había superado en un punto, antes de salir de la pista cogió su raqueta y, cabreado y probablemente pensando en lo que le venía, se dirigió al mostrador de la entrada a devolver su equipamiento.

-       Jajajajaja pobrecillo…. No sabe lo que le viene.

-       ¿Ya tienes pensado lo que le toca o que? – pregunté intentando coger fuerzas.

-       Desde que me obligasteis a tragar mi lefa – dijo cogiendo mi raqueta como si me quitara un peso de encima

-       ¿Qué es? Pregunte mientras nos dirigíamos al mostrador de la entrada de nuevo.

-       Mmmm, mejor lo ves venir cómo él, ¿no? – dijo mirándome con cara de cabrón.

Se llevó la mano al paquete para recolocárselo. Pude verlo a través de un cristal que cubría toda una pared en el pasillo hacia el mostrador de entrada. Y no solo observé ese movimiento masculino al que yo también tenía tendencia, sino que creí ver que el bulto de su paquete era más grande de lo habitual. ¿Se había puesto morcillona pensando en lo que le íbamos a hacer?

Quise quitarme esa idea de la cabeza.

-       ¿Qué tal Chicos, todo bien? – preguntó la chica pelirroja del mostrador. Una chica diferente a la que estaba antes.

-       Todo a pedir de boca, Sandra- dijo Guille sonriéndola y guiñándole un ojo.

Se conocían. Era normal, Guille y su padre eran habituales de aquel lugar.

-       Me alegro. ¿Necesitas algo más? – preguntó en singular aquella chica como si yo no estuviera a medio metro de ellos.

-       No por hoy, ya les he humillado suficiente…. Creo – dijo Guille apoyándose en el mostrador, dejando ambas raquetas y entregándole su tarjeta de crédito.

La postura era de machito ligando con una tía. Ni que no nos conociéramos…esa técnica la usábamos muchos. Y ella, estaba encantada. Sonrió por su comentario y tecleó algo en el ordenador.

Guille no desconectaba su mirada de la de la chica y ésta la estaba notando fija, pues se iba sonrojando a cada paso.

-       Aquí está – dijo ella acercando el tiquet y la tarjeta en un pequeño platillo plateado.

Justo antes de soltarlo, tras deslizarlo delicadamente por el mostrador, Guille se adelantó a coger la tarjeta para aprovechar y rozar su mano. Con una sonrisa aún más seductora Guille se acercó un poco más, incorporándose en el mostrador, y pronunció un gracias inaudible solo con un movimiento sexy de labios. Terminó de ponerla roja, tan roja, como su pelo.

-       Venga que no llegamos, tu novia se preguntará que donde nos hemos metido – dije yo cortando aquel rollo y jodiéndole su jueguecito

Guille, sin mirarme, guardó la tarjeta y se despidió con un movimiento seco de mano.

-       ¿Te crees que a esa le importa? – es chasquear dos dedos y la tengo comiendo rabo – dijo cuando ya caminábamos hacia el coche

-       Cuida esa boca, niño – dije yo bromeando. Sabía que tenia razón, también sabía que Guille no lo haría estando con mi cuñada, o teniendo cualquier pareja, y también sabía que lo de “rabo” no era propio de su vocabulario…

-       Joder lo que tardáis – dijo Diego apoyado en el capó del coche.

-       ¿Qué? ¿Tienes prisa para saldar tus deudas? – contesté para picarlo.

Guille y yo nos chocamos los puños y él nos maldijo.

Entramos en el coche y Guille dijo que era hora de saldarla, así que solo adelantó algo de lo que iba a venirle al pobrecillo.

-       Hemos decidido – empezó diciendo como si yo supiera lo que le íbamos a hacer. Le miré y me hizo un gesto fugaz de “sígueme la corriente, será más divertido” o eso interpreté yo – que iremos a comer a un MacDonals y comerás lo que nosotros decidamos. Te prepararemos un McMenú perfecto jaja

A ver…. En ese momento pensé que Guille era estúpido. Vale, sí, Diego odiaba comer en esos sitios de comida rápida, y su dieta era una de las cosas intocables de su vida. La protegía como un pequeño cachorro, pero joder, como prenda después de que él se comiera su corrida, me parecía cuanto menos infantil.

-       Jajaja vale – dijo Diego intentando aguantar la chulería para no encabronar a Guille y que fuera peor el pago.

Me callé. Oye si ese iba a ser el nivel… mejor aguantar a comer algo que no me molaba de un sitio de comida basura a tener que tragarme mi propia lefa.

Llegamos los tres bastante cansados y sudados por el pádel, pero sobre todo Diego. Guille le pidió que se sentara en la mesa que nosotros íbamos a pedirle lo que quisiéramos. Cómo no, asintió.

-       ¿Por qué me da que no solo vamos a elegir la peor hamburguesa que haya en la carta? – pregunté mientras caminábamos hacia el mostrador.

Un chico apareció y nos preguntó que queríamos de comer.

-       Me pones una hamburguesa de pollo, una ensalada y una Coca-Cola light para mi, y a parte una hamburguesa, pero sola, de cerdo. Sin nada. Ah y otro vaso de plástico de esos que ponéis, pero solo con dos hielos. Y dos sobres de sal, por favor. Y a este – dijo señalándome- le pones lo que quiera.

Elegí mi comida y lo miré extrañado cuando colocó dos vasos de plástico con tapa y pajita típicos de este lugar llenos de coca- cola y uno vacío con dos hielos.

-       Porque claramente no se va a quedar en una triste hamburguesa- me respondió a la pregunta que le había hecho- Ven – dijo agarrándome del brazo y cogiendo el vaso de plástico vacío.

Miré el ticket y aún nos quedaban unos 6 turnos para que nos entregaran las hamburguesas.

Dejamos la bandeja en la zona de espera y Guille me condujo al baño.

-       ¿Qué tramas? – pregunté entretenido por aquello.

Entramos en el baño y esperamos a que saliera un hombre que se estaba lavando las manos. Cuando lo hizo, Guille me volvió a coger del brazo y me empujó hacia dentro de uno de los lavabos individuales.

-       No me jodas cabrón jajajaja – dije al entender lo que se proponía.

-       Más rico que la coca-cola – dijo mientras deslizaba la parte delantera del pantalón hacia abajo junto al bóxer y sacaba la polla.

Fue la primera vez que le vi el rabo. Y estaba algo morcillón… al parecer, le excitaba la situación. Y confirmé lo que había visto tras el espejo. Quería apartar la mirada, pero no podía. No solo porque en el fondo me hiciera gracia aquella situación, sino por lo hipnótico de ver cómo de aquel rabo salía un chorro de meada de un color amarillo claro, meada que golpeaba los hielos mientras los deformaba por el calor y que iba aumentando en cantidad a lo largo de aquel vaso. Él miraba su propio chorro concentrado, sin que se saliera ninguna gota. Como os digo rra casi hipnótico; el sonido del chorro golpear su propia meada, la polla que creía un poquito más y el glande que se introducía en el vaso sostenido diagonalmente…. Había una sonrisa entre burlona y seductora en su cara. Su polla era bonita, y así, sin estar casi dura, mediría unos 9 o 10 centímetros, blanca, pubis depilado, glande rojizo. La piel del prepucio solo ocultaba la mitad.

-       Aprovecha – me dijo mirándome a los ojos. Yo estaba más incómodo que él en ese momento- Sácala y mea… va a tener un poco de sed – dijo sacudiéndose las ultimas gotas golpeando el rabo contra el interior del vaso de plástico y guardándosela dentro de nuevo. Se la recolocó, ya que entraba algo más tiesa de lo que había salido.

-       Joder, si casi has llenado medio vaso, no va a poder beberse esto jajaja – dije yo intentando volver a aquella situación.

-       ¡Ahora te echas atrás…menudo marica – dijo Guille sin dejar de mirarme- Vamos!

La verdad es que tenía algo de ganas de mear.

Abrí la bragueta y tanteé mi rabo para sacarlo por encima del gayumbo y meterlo en el agujero de la cremallera. En comparación con la suya, la mía estaba completamente dormida, pero aún así era más gorda que la de él. Me eché la piel hacia atrás y un chorro algo más amarillo que el suyo salió disparado rellenando más de la mitad del espacio que quedaba libre. El olor era intenso. Miré a Guille y el también contemplaba el chorro llenar el vaso.

Cuando terminé me guardé la polla y cerró el vaso con la tapa.

-       Ahora mucho mejor – dijo- Sal, seguro que pronto nos tocará, voy en un segundo – terminó diciendo mientras cerraba la puerta a mi salida.

Menos mal que no había nadie en ese momento, iba a ser difícil de explicar verme salir con un vaso del MacDonals del baño.

Pensé que menudo momento el que había elegido para quedarse a cagar dentro, pero oye cuando la naturaleza aprieta…

Fui rápidamente a nuestra bandeja a dejar el vaso y hacerlo pasar por otro refresco más. El calor del plástico me estaba dando un poco de asco. Solo quedaban dos números por delante. Pero antes de que terminaran de poner toda nuestra comida en la bandeja llegó Guille.

-       ¿Ya está? – dijo metiendo una pajita por la ranura del agujero de la tapa del vaso que habíamos meado. - ¿O queda algo? - contempló el resto de la bandeja.

-       Unas patatas – dije yo mirando a los monitores.

Cuanto todas las hamburguesas y toda la comida estaba sobre la bandeja, Guille recontó que todo lo que había pedido estuviera y nos fuimos hacia la mesa donde esperaba Diego.

-       Joder que habéis hecho… habéis tardado la vida. ¿Qué mierdas tramáis? – dijo medio cabreado medio contemplativo a la espera de lo que le pudiera suceder.

-       Q va, han ido rápido, pero es que a mi me han entrado ganas de mear – dijo Guille como si no pasara nada- Relájate jaja

Me salió una sonrisa que intenté ocultar para no dar pistas.

-       Entonces la movida es la siguiente. Tienes que comerte lo que nosotros preparemos; el menú que hemos elegido para ti con hamburguesa y bebidas. Nosotros no hemos pedido unas patatas, pero claro, tenemos que reponer fuerzas, tu has perdido así que no tienes ese lujo jajaja – dijo Guille poniéndose la bandeja entera en su lado.

-       Es justo- contestó Diego intentando que todo fuera eso- ¿Eso es todo?

-       Sí, comida y bebida elegida por nosotros- no somos unos cabrones como tú – dije yo

-       Perfecto – Dijo diego alzando la mano para que le dijéramos cuál era la hamburguesa que podía coger.

-       Eh espera, espera… que solo lleva carne la tuya, ahora te pongo algo más, que sino es muy soso.

Guille cogió el papel de plástico donde venía la hamburguesa de Diego, la sacó y la abrió. Un trozo de carne apareció solitario en el interior. Fue entonces cuando Guille, levantando la parte de debajo del pan que sostenía la carne la elevó un poco y sin dejar de mirar a Diego, que lo tenia en frente, movió los labios y la boca con la intención de concentrar saliva en ella y, de repente, un hilo espeso de saliva salió lentamente de sus labios prietos creando una línea espumosa vertical de saliva que cayó en el centro de la carne.

-       Jajajajajaja joder cabrón sé más discreto – dije yo flipando con que lo estaba haciendo en mitad del McDonals.

-       Hijos de puta… - Dijo Diego.

Guille empezó a reírse y el lapo de saliva cayó entero en el centro. Un segundo lapo lo escupió en la parte alta del pan.

-       Mmmm qué rico- dijo al pasarme el pan que sujetaba la carne – seguramente no esté tan rico como tu corrida, pero a las tías que les he besado les flipa comerse mis babas… jajajaj

Sujeté el pan con la carne y escupí algo menos de cantidad de lo que había hecho Guille, pero lo hice varias veces.

-       Qué asco tíos, parad joder- suplicaba Diego.

Había varias personas que nos miraban flipando, la humillación para el pobre musculitos era mayor por eso. Cuando llenamos la carne bien de nuestra saliva Guille volvió a coger las dos partes. Las dejó en la bandeja y les hecho el sobre de sal, ambos, sobre la carne. Fue entonces cuando me di cuenta para qué quería la sal.

-       Sois unos cerdos- sentenció Diego cuando Guille le entregó la hamburguesa ya montada.

-       Dijo el cerdo que tuvo la idea de que me tragara la lefa de mi propio condón – contestó Guille irónico.

-       Pero es tu lefa, yo me tengo que tragar vuestras babas – argumentó Diego

-       Bueno, no te quejes, que te hemos pedido bebida para que lo pases – dije yo esta vez sin poder ocultar mi risa

-       Sí, ríete cabrón, ya puedes volver a ganarme la próxima.

-       Va disfruta, está siendo un día redondo – dijo Guille empezando con su hamburguesa mientras su mano derecha volvía a colocar el bulto de su pantalón.

Al segundo mordisco de aquella hamburguesa pudimos observar como parte de las babas que habíamos escupido se le dispersaban por sus labios y, para que no se le cayeran, intentaba recogerlas con la lengua. Pero al notal el sabor húmedo decidió, con cara de asco, que era mejor opción una servilleta.

Alcanzó su mano para alcanzar una de papel de la mesa cuando Guille rápidamente se las quitó.

-       No hombre no, una de tela, que estas de papel tienen poco glamur.

Fue entonces cuando se echó mano al bolsillo y sacó algo de tela que en un primer momento no supe que es, pero que seguidamente lo identifiqué.

Era un bóxer azul oscuros.

-       ¿Qué haces imbécil? – dijo Diego evitando coger aquello

-       Tu servilleta, para que te limpies la cara… encima que te ofrezco algo mejor que las de papel…no puedes decirme que no – rio Guille

Y no podía. Diego tuvo que asumir aquello como parte de su prenda. Y sinceramente no sé por qué, pero ese momento si me excitó un poco. Eran unos gayumbos de Guille.

-       Los he elegido especialmente para ti, como regalo – dijo él obligándole a limpiarse con la parte donde su polla había descansado hasta hace unos minutos.

-       Jajajaj y yo que pensaba que te había dado el apretón – dije recordando.

Guille me miró y se rio.

-       Disfruta – dijo volviendo a mirar a Diego cómo se pasaba la zona que claramente estaba algo manchada por sus labios – Llevan conmigo desde hace tres días. Como buen catador seguro que sabes apreciar los dulces aromas de mi rica polla.

Diego puso cara de asco mientras restregaba por sus labios gotas de meado que caerían, varias corridas que Guille que me confesó haber soltado en ese bóxer, el sudor del rabo diario, y especialmente el de ese día con el campeonato de pádel… un combinado que al Diego restregó por su cara. Pude comprobar el olor a una mezcla de todo aquello desde la distancia.

-       Evita besar a tu novia con esos morritos hoy eh, no quiero que si se queda preñada tu hijo salga con estos pedazos de rizos- dijo Guille riéndose y pasándose la manos por su pelo.

Diego dio otro mordisco para intentar quitarse aquel sabor mientras nos insultaba y ocultaba su cara de asco.

Me metí la mano en el bolsillo para deslizar la polla que me había crecido unos pocos centímetros, y entonces creció un poco más al ver cómo los dos sobres de sal que llevaba aquella carne hicieron efecto-

-       Joder, pero es que, qué hostia tenéis- dijo diego tragando el trozo sin apenas masticar y yendo derecho a su bebida.

Fue entonces cuando un simple trago produjo una nueva cara de asco en el pobre. El tragar nuestros meos no solo le dio un asco terrible, sino que le llevo a soltar lo poco que le quedaba en la boca.

-       Sois un par de mierdas, pero me la cobraré…

-       Lo que tu quieras, pero tanto la hamburguesa como la bebida te la tienes que terminar – dijo guille intentando que el bulto de su polla no se notara mucho.

Diego nos miró entre cabreado y muy serio, se puso en posición de machito y cogió la hamburguesa, le dio dos bocados más terminándosela completamente mientras notaba nuestras babas, para seguidamente, coger el vaso grande de meada y, mediante la pajita, aspirar profundo.

Podíamos ver cómo el pobre tragaba y trabaja nuestra meada a través de la pagina. Veíamos que el contenido iba bajando a través de una pequeña raya vertical que cruzaba el vaso, y que trasparentaba su contenido.

Había dos mesas en todo el local que, de vez en cuando, nos miraban extrañados por nuestro comportamiento. Nadie sabía que aquel tío, tal vez el tío más musculado y masculino del local, estaba siendo puteado por otros dos mientras tragaba y tragaba meada de aquellos dos colegas que no paraban de reírse.

Lo hizo sin parar, en un gesto de machito descontrolado.

Aunque cuando lo terminó, y nos lanzó el bote salpicándonos algunas gotas de su interior, salió pitando al baño. No sabemos si a vomitar, cagar, mear, o maldecirnos.  Nunca no lo ha querido confesar.

Lo que sé es que los dos nos quedamos a carcajada vivía en la mesa; él con la polla bastante dura, la mía un poco morcillona, y con la sensación falsa de seguir controlando todo aquello.