Apuestas peligrosas: El condón de la discordia (I)

Tres colegas Heteros, guapos y con poca vergüenza empiezas con la tontería de apostar...y terminarán por asumir que se han involucrado en un juego peligroso a la par que muy morboso (hechos reales)

EL CONDÓN DE LA DISCORDIA (I)

No soy egoísta, si algo me sobra es semen.

Zatu

-       Aquí lo tenéis, capullos – dijo soltando un preservativo lleno se semen encima de nuestra mesa, preservativo que rápidamente intentamos ocultar a miradas indiscretas.

Había entrado en el bar hecho un basilisco.

Lo que pasaba por su cabeza aún nosotros dos no lo habíamos podido comprender. Pero tardaríamos poco en hacerlo; cuando juegas con fuego, siempre te terminas quemando. Y el pobre fue el primero en sucumbir a sus llamas.

-       Muy discreto lo tuyo – dije colocando una servilleta de esas ásperas de bar de periferia encima de aquel preservativo mientras le miraba entre burlón y alucinado.

-       Nadie te conoce, por eso elegimos este bar, ¿no? - dijo Guille, sentándose junto a Diego.

-       Relájate, anda, si no sabes jugar con los mayores para que te metes – dije yo acariciándole su rizado pelo rubio como a un niño pequeño. Siempre me gustaba vacilarle con la edad a pesar de que solo le sacara 11 años.

-       Va David dale cuartelillo al pobre – nos detuvo Diego socarrón – encima que tiene que pasar este mal trago ahora jajajaja – el doble juego de esa palabra nos hizo descojonaros tanto que varias personas de aquel bar nos miraros curiosos- ¿Lo has entendido, tío? – continuó refiriéndome a Guille - mal trago…por que esto es incómodo… y tú te tienes que tragar eso- dijo señalando a lo que estaba debajo de la servilleta que previamente yo había ocultado. La broma y su propia broma de explicarle el chiste como si fuera un bebe le tocó más los cojones.

-       Que os jodan, capullos. Vendrá la vuelta, seguir riéndonos…. Ya ya… - dijo Guille intentando recuperar la calma antes de proceder a pagar su asquerosa deuda…

Antes de seguir contándoos lo que pasó aquella noche, os pongo en situación.

Me llamo David. Bueno, realmente no me llamo así, pero como no quiero que, si esto se hace demasiado púbico, afecte a mi vida por lo que os voy a contar, me permitiréis ocultar nuestras verdaderas identidades. Excepto nombres, y algún detalle personal más, todo el resto es tan real como que tú estás leyéndome en este mismo instante.

Soy un chico de 32 años que trabajo en el mundo de la arquitectura. Físicamente siempre me he considerado afortunado. Es decir, me cuido; voy al gimnasio, mantengo mi cuerpo sano con deporte y aficiones como el surf y la natación. No estoy megamusculado como Diego, pero sí mantengo mis abdominales y mi pectoral a raya. A eso lo acompaña una genética agraciada. Mi pelo castaño hace juego con mis ojos profundos de un verde oscuro. Siempre me han dicho que mis facciones son duras, pero simétricas. Puedo decir que tengo una nariz alargada pero coherente y unos labios carnosos, pero no excesivamente pomposos. Mi 1,91 siempre ha causado sensación entre las mujeres, y eso ha ayudado a labrarme una reputación de ligón incansable. Bueno, hasta hace un par de años que conocí a mi actual pareja. Una mujer guapa, increíble y tan deportista como yo.

A través de mi novia conocí tanto a Diego como a Guille. Al primero lo conocí cuando me apunté al gimnasio de mi chica. Era más barato y mejor equipado que en el que yo estaba. Así que no me lo pensé dos veces. Diego es entrenador personal en ese gimnasio. Nos hicimos bastante colegas, ya que era el entrenador personal de mi chica.  Congeniamos rápido y pronto empezamos a conciliar hobbies juntos. Los dos éramos del mismo equipo y a ambos nos gustan los deportes de riesgo como el paracaidismo o el puenting. Actualmente tiene 27 años. Diego es un obsesionado del gimnasio. Tiene una musculatura increíble. Cada músculo suyo es tres veces mayor que el mío. Su cara es redonda pero no gorda. Siempre lleva una barba de tres días cuidada que forma, junto a su pelo despeinado y oscuro un hombre atractivo a cualquier mujer. Sus ojos negros carbón son fuertes y desprenden la energía que siempre tiene. Debe medir 1,79 aunque nunca he sabido ni su altura ni su peso concreto, ahora que lo pienso. Actualmente, y desde apenas un mes y medio, está con quien él cree que es su futura esposa. Personalmente – y se lo he dicho a él en infinidad de ocasiones – terminará agobiándose de ella en cuanto encuentre la siguiente candidata a mujer del año.

A Guille lo conocí un poco más tarde, y a pesar de ello, es como mi hermano menor. Por eso le meto siempre tanta caña y me meto con él. Tenemos una muy buena confianza. Lo conocí porque la hermana pequeña de mi novia empezó a salir con él hace aproximadamente un año. Y pronto ambas decidieron que una cena a cuatro sería divertida. Yo tenía cero ganas en conocer al novio de mi cuñada, no por nada, sino porque en ese momento veía a mi cuñada muy joven para una relación muy seria. Pero cuando me presentaron a Guille, lo vi buen partido para ella. Es un chico muy pijo. De camisa y pantalones vaqueros. De padres bien y con un brillante expediente académico. A pesar de ello, tiene un 50% de niño bueno y un 50% de niño malo. Tal vez sea, entre los tres el que más currículum de tías haya tenido. Pero nunca había salido en serio con ninguna, lo que me pareció positivo. Descubrí un tío inteligente, agradable y muy afín a mi. Lo que llevó a gestar una buena amistad entre los dos.

Es un chico muy atractivo; ojos verdes claros, pelo rizado y rubio, barba del mismo tono que su pelo y cejas perfectas. Es el más bajo de los tres, 1,77. Y en cuanto a músculo también es el que menos tiene de los tres. A pesar de ello, tiene un cuerpo muy proporcionado; delgado, pero fibrado.

No tardamos mucho en crear un vinculo entre los tres. Vínculo que nos llevaba a hacer deporte juntos, salir de fiesta sin nuestras parejas y vacilarnos constantemente. Todos teníamos nuestro grupo de amigos, pero siempre encontrábamos hueco para estar los tres.

Una tarde, la lluvia inesperada nos aguó un día de baloncesto, y, medio sudaos medio fundidos, nos metimos en un bar.

-       Dios, estoy muerto, necesito dosis de azúcar – dijo Guille nada más entrar.

-       ¿Muerto? Jajaja serás marica, pero si solo hemos echado cuatro tiros – contestó Diego levantando la mano y marcando bíceps a la camarera. Me dio un codazo con el otro para avisarme de las enormes tetas de aquella mujer.

-       ¿Qué os pongo, chicos? - dijo educada la camarera al acercarse.

-       Dos birras para nosotros y una Coca-Cola para la rubia – dijo señalando con una sonrisa a Guille que caminaba a pillar una mesa vacía.

-       Cuando quieras me tiro de nuevo tu novio, capullo – dijo guille sin mirar atrás y levantando la mano mientras hacia una peineta antes de sentarse en la mesa.

-       Eh…ja… yo no soy marica eh… – dijo rápidamente Diego excusándose delante de la camarera como si no tuviera novia y pretendiera tirársela.

-       Perdona a mis colegas – dije yo sacando la cartera- se quedaron ambos en la fase fálica. ¿Qué te debo?

La camarera, tras una sonrisa y sin atisbo de haberme molestado por nada de aquello a lo que, por otro lado, nosotros ya estábamos acostumbrados, me dio el recibo y las gracias. Y nos fuimos a la mesa con las bebidas.

-       Pobrecilla, la habéis asustado – dije yo sonriendo mientras colocaba las dos cervezas sobre la mesa.

-       A esa ya le asustaba yo bien… joder que sí – dijo Diego antes de pegarle el primer sorbo a su bebida.

-       Como para no asustarla, con esa cara de salido que le has puesto jaja – siguió picándole Guille

-       Mira ricitos, esta cara de salido ha visto más coños el mismo día que nadie – contestó guiñándole un ojo

-       El porno no cuenta – dije yo dándole una palmada en el hombro.

-       Jajajaja touché – dijo Guille levantando su bebida – por todos esos rollos de papel que nuestro amigo a matado a pajas jajajaja

Los tres, hasta Diego, sabedor de que en el fondo no le faltaba razón, levantamos las bebidas y brindamos.

-       Bueno, pues creo que se nos ha jodido el día, me he quedado con ganas de echar un dos contra uno y fundiros – dije cambiando de conversación mientras mirábamos  la tormenta tras el cristal.

-       Aquí ricitos y yo te hubiéramos sacado puntos por goleada, no flipes – contestó Diego sonriente

Guille ya se había quedado con el mote de ricitos por parte de diego. Al final incluso él asumió aquel mote y ya no le decía nada. En el fondo sabía que Diego envidiaba aquellos rizos para él. A pocos hombres le quedan bien los rizos y Guille era uno de ellos.

-       Totalmente – contestó guille- estás ya viejo.

-       ¿Viejo? Cuando quieras nos ponemos a hacer flexiones, a bien quien vence por goleada – dije yo calentando el asunto.

-       Has escogido mal, compañero – dijo Diego pasándose una mano por encima de la camiseta y sobándose sus pectorales – No hay quien me gane a eso.

-       Bueno, mucho musculo y poca fuerza, que ya te he visto haciéndolas – contesté

-       Jajaja ¿piensas que vas a ganar en eso a tu entrenador? – me respondió.

-       ¡Venga! Que se reten los simios, a ver quien la tiene mas grande – contestó Guille mientras hacia un gesto de orangután en celo con las manos en las costillas

-       Jajaja eso lo dices porque sabes que tú perderías – le respondí

-       Cuando quieras, abuelo – contestó guille bebiendo medio vaso de trago.

-       ¿Qué dices? ¿Ahora? ¿Con esta tormenta? – dije yo viendo que su gesto de beberse casi el baso entero era una propuesta en serio.

-       Con dos cojones - dijo Diego

Ya temía que llegara una frase similar. Pues no sé si por ego, por estupidez, o por la adrenalina de aquello, allá salimos del bar tras bebernos lo que nos quedaba. Y diluviando como lo hacía, nos fuimos al campo donde estábamos jugado previamente.

-       Vale, venga, quien más flexiones haga sin parar gana.

-       Hay que contarlas en alto – dijimos Guille y yo a la par

-       Bien- contamos las mismas, al mismo ritmo – propuso Diego. Los tres aceptamos.

Con la lluvia ya calando casi nuestros huesos (menos mal que era verano y hacia calor), nos agachamos para empezar.

-       Espera, habrá que darle vida a esto – volvió a intervenir Diego.

-       ¿Vida? – pregunto Guille sin levantarse del suelo.

-       Sí, coño. Si vamos a hacer esto que tengamos alguna recompensa jajaja

-       ¿En qué piensas? – dije intrigado.

-       Pues en alguna putada para el perdedor. Que tenga que hacer algo o pagar algo.

-       Por mi de lujo – contesto Guille – me pagáis una cena si gano jajaj

-       No, no – intervine- los dos que mas aguanten eligen la prenda del perdedor. Así es más justo

-       Vale – respondieron ellos.

Decidimos empezar. Quien perdiera le tocaría asumir algo que eligieran los ganadores.

Ya en el suelo, en posición flexión y empapados completamente, a los tres se nos marcaban nuestra musculatura en las camisetas. Los pocos paseantes flipaban con aquello.

Pero empezamos bien, aguantamos todos bastante hasta que las fuerzas de guille flaquearon, y eso que yo casi estaba a punto de reventar de la tensión de los tríceps. Pero Guille calló al suelo agotado y empapado, sus rizos ya habían desaparecido y se le marcaban todas las venas en los brazos. Lo mismo que a nosotros, que también se nos marcaban, sobre todo a Diego. Que parecía estar reventado, pero el cabrón no paraba. Si Guille paró en la 43 yo aguanté 17 más y el capullo de Diego hizo 8 más y paró. Reventados, casi sin poder levantarnos del suelo, decidimos darnos unas horas para pensar la putada de Guille.

Nos fuimos al coche. Melados y sudados emprendimos el viaje de vuelta a nuestras respectivas casas. Mientras Diego conducía se le ocurrió la prenda a pagar. Al ir de copiloto acerqué la oreja a su boca y me contó lo que Guille debía hacer.

-       Eres un hijo de puta – dije cuando pude parar de reír por aquello

-       Eh cabrones, no os paséis, joder – dijo Guille desde detrás.

-       Jajajaj la idea es de Diego, así que a las responsabilidades – me excusé yo mientras él se reía

-       ¡Sí, que cojones, y tu no dices que no capullo!

-       Hostia, es que es muy buena…. Bueno a ver….muy buena para nosotros jajajaja

-       Va, dilo ya – dijo desesperado.

-       Comerte tu propia lefa – soltó Diego del tirón. La sutileza no era su fuerte

-       Pero ¿qué mierdas decís cabrones?, ¡¡¡ni de coña!!! Que va, que no que no.

-       Oye una apuesta es una apuesta hermanito – dije yo cariñosamente mientras me reía y le miraba por el retrovisor indignado.

-       Que no tíos, no os paséis, qué asco. Otra cosa

-       El jurado a decidido – volvió a decir Diego sentenciando – Y ha decidido que lamas la lefa que tanto le pone a tu piva jajajajajajajaj

-       Que te follen – dijo Guille negando

-       Lo que quieras, pero tu a tragar pequeños minitús jsajajaj – bromeó Diego haciendo un gesto de relamerse.

-       Va, que no es para tanto… cosas peores te habrás comido – dije yo intentando quitarle hierro a un asunto, asunto por el cual daba gracias no haber perdido.

-       Joder tíos, va…otra cosa.

Nos negamos. Hicimos oposición fuerte convenciendo de que una apuesta de hombre era cerrada. Y al final lo convencimos.

Decidimos que debía hacerse una paja con un condón puesto y que la leche saliera al condón. Así podría hacerle un nudo y traerlo a donde quedáramos para que se lo comiera. Las reglas las poníamos nosotros.

-       Pues esto no quedará aquí. Yo lo hago con mis cojones, pero la pagareis cabrones.

-       Sí tranquilo, cojones en lo que necesitar para sacar la leche – dije yo bromeando a poco de llegar a su casa donde aún vivía con sus padres.

Antes de que se bajara decidimos que lo debía hacer al siguiente sábado. Quedaríamos en un bar a las afueras de Madrid, por si las moscas, y le diríamos cómo hacerlo allí.

Y con esto volvemos al principio, Guille sentándose como un basilisco en la mesa, dejando el condón sobre la mesa, y nosotros ansiosos por que cumpliera aquella asquerosa apuesta.

-       Venga, hagámoslo cuanto antes – dijo Guille.

-       Joder qué ganas tienes, tómate algo antes – dijo Diego riéndose – Seguro que te pone todo cerdo la idea.

-       Cerdo tu minúsculo rabo, imbécil– dijo con una rabieta de niño

-       Vale, las reglas son estas – dije yo, en parte encantado por lo que iba a suceder – Como ya dijimos, te toca beberte tu propia lefa y hemos acordado que lo debes hacer desde el propio condón

-       Sin manos – dijo Diego

-       ¿Qué? ¿Cómo sin manos? – preguntó extrañado

-       Pues que es más gracioso y humillante si la lefa cae de la goma a tu boca ajajaja – rió diego

-       Pero… intentó seguir Guille

-       A ver, las reglas las poníamos nosotros, en vez de machacarte a pajas, machácate en el gym y hubieras ganado, ricitos jajajaja

-       Escucha – dije yo para que la conversación no subiera de tono – Iremos al baño, y de rodillas con la boca abierta nosotros agarraremos el condón…

-       Bueno, lo sujetarás tú que has elegido cruz jaja – me cortó Diego

-       Que sí, cállate, pues eso… yo sujetaré tu puto condón y deslizaré la lefa a tu boca. Tú te la tragas toda y todos contentos

La cara de Guille no tenía nombre. Estaba entre cabreado, humillado y jodido.

-       ¿Sabéis que no vais a salir indemnes de esta no, cabrones? – respondió Guille cuando asimilo lo que le tocaba hacer.

-       Jajajajaja venga, si va a ser divertido – dijo Diego dándole un golpe en la espalda.

Cuanto Guille asumió todo nos fuimos al baño. Diego se quedó apoyando en la puerta para que no entrara nadie y nos pillara infraganti y Guille se colocó en su posición, de rodillas y mirando hacia arriba.

Agarré el condón con un poco de asco mientras lo desanudaba. No había excesiva cantidad de semen, pero sí lo suficiente como para darte arcadas. Era la primera vez que cualquiera de nosotros veíamos a alguien probar aquello, y también era la primera vez en que Guille lo iba a probar.

-       Venga va, acabemos ya que luego voy a estar dos horas lavándome la puta boca

-       Jajaj sí hazlo coño que no aguanto de la tensión jajajaj – contentó Diego sin dejar de mirar el preservativo.

-       Voy, voy impacientes.

Terminé de soltarlo y lo acerqué a la boca del pobre Guille. Éste cerró los ojos y le di la vuelta. Agarré con algo de asco el condón por la punta donde se agolpaba la leche sujetándolo con la punta de dos dedos. La lefa, que no era extremadamente líquida, empezó a recorrer el condón poro a poco, precipitándose al vacío. Era como una masa mohosa la que bajaba y se acercaba a la apertura del preservativo…

-       Va….. joder que cae jajajajajajajaj abre bien la boca rubia – Dijo Diego haciendo que me riera y el condón temblara en mi mano

-       Cállate que me desconcentras- dije yo empujando la parte más alta de la lefa hacia abajo desde fuera, pasando dos dedos por el condón de arriba abajo para empujarla toda junta.

Guille nos hizo un corte de mangas aún con los ojos cerrados, apretándolos fuertemente como si eso le pudiera salvar de algo.

Entonces la primera parte de la lefa cayó al vació golpeando contra el labio superior del pobre chaval. Direccioné el condón para que el resto de esa parte cayera dentro. Apretó aún más por el golpe de la lefa en su boca, y una arcada interior le cerró un poco la boca.

-       Abre eh, que si no, no vale jajajaja – dijo Diego flipando con aquello

La segunda parte del condón, el grueso de la lefa, entró directamente en la boca de Guille. Una cantidad suficiente para que volviera aquella arcada que transitó, en dirección opuesta a la lefa, por el conducto digestivo. Las últimas gotas cayeron entre los labios, la barbilla y la boca, ya que al estrujar el condón para que cayera todo lo moví, entre queriendo y sin querer jajaj.

Cuando estaba lleno de su lefa tiramos el condón al suelo y el pobre salió pitando hacia el lavabo a lavarse la boca, enjuagarse varias veces y luego escupir el agua acumulada. Estaba rojo y tenso.

-       Sois unos putos cabrones de mierda- dijo cuando se enjuagó la boca por quinta vez

-       Pero mira, ahora sabes lo que disfruta tu novia cuando te corres en su boca de princesa jajajajajaja – Contestó Diego gracioso.

-       Bien, esto tiene consecuencias. ¿Queréis guerra? ¡Pues el siguiente puto reto lo decido yo! – dijo volviéndose a nosotros y dejando su condón atrás.

Diego y yo nos miramos. Subimos los hombros en señal de indiferencia.

-       Aceptamos – dije.