Apuestas
las apuestas te pueden llevar a aser un cojin humano.
APUESTAS
Entre María y yo siempre andábamos con bromas, y esas bromas se traducían en muchas ocasiones en estúpidas apuestas; por eso aquella tarde en la que yo andaba algo excitado por el calor, la humedad o yo que sé, se me ocurrió hacerle una apuesta un tanto peculiar. Justo pronunciarla me arrepentí, quise no haberla dicho, pero ella lo había oído y me miró con cara de incredulidad. ¿Qué si se atrevía a ver una película sentada en mi cara?, ¿Qué tipo de apuesta era aquella?. No sabía donde meterme, que decir, balbuceé algo incomprensible, aparté la mirada. Pues claro, dijo, mañana a las ocho en tu casa, me preparas una cena, yo llevo la película.
María era una mujer de 42 años, morena de pelo corto, con gafas, con buen tipo a pesar de tener dos hijas, pero lo que más me había atraído de siempre era su culo, grande, redondo, encantador; y pensar que lo iba a tener dos horas en la cara me ponía al límite. Pero era algo tan extraño que no me lo podía creer, por lo que durante todo el día estuve preocupado, evité verla en el trabajo y me fui angustiado a casa.
A las ocho en punto sonó el timbre de la puerta y pegué un brinco; sabía que era ella, ya no tenía vuelta atrás. Pero era una oportunidad única para cumplir un sueño, así que me armé de valor y abrí la puerta; su cara sonriente me recibió, con una película en la mano y el bolso en la otra, con patatas fritas y refresco.
" ¿Estás preparado? ", me dijo sin borrar la sonrisa de sus labios. Tragué saliva y asentí.
Pasó delante de mí, encaminándose al salón, y no pude apartar mis ojos de su culo que se movía rítmicamente delante de mis ojos; llevaba una especie de pantalón vaquero gris, no de los que más me gustaban o había imaginado en mis noches solitarias, pero no me importaba en absoluto; recordé después que en la bolsillo izquierdo de atrás había dibujada una flor en blanco.
Llegamos al salón y me quedé quieto, a la expectativa; aún no me creía lo que estaba a punto de ocurrir, estaba como hipnotizado.
" ¿Te rajas o es que no estás preparado? ", me preguntó María mientras introducía la película en el DVD. Observé una vez más su espléndido trasero cuando se agachó para manipular el aparato. No podía rajarme, es más, anhelaba sentirla encima mío.
" No, .... si... yo..., ya estoy ", balbuceé tratando de ganar tiempo.
Con todo, no había pensado siquiera en cómo iba a ponerme; miré al sofá, donde iba a sucederse todo, donde iba a disfrutar las dos próximas horas, firmemente convencido, a pesar de todo, de salvar la situación. Sin pensarlo más me acerqué al sofá, que estaba justo enfrente del televisor, y me dejé caer de espaldas, tumbado boca arriba; el sofá era pequeño, de dos plazas, por lo que quedé embutido en él, con mi trasero pegado a un extremo y mi cabeza al otro, mientras mis piernas colgaban por fuera. Coloqué mis manos sobre mi estómago y esperé su llegada.
Ella se acercó majestuosa, sonriendo pero como si no le diese importancia al hecho de que se iba a pasar dos horas sentada en mi cara, rodeando la mesita que se interponía entre el sofá y la tele, hasta situarse frente a mí.
" Eres valiente, ya veremos si aguantas las dos horas, como me has dejado claro que puedes ", me dijo girando sobre sus talones.
La visión de su culo sobre mi cara fue espectacular, y en mi nerviosismo, en el terror que atenazaba mi garganta, temor a no poder resistir aquella apuesta que yo mismo había planteado, me fijé de nuevo en la flor bordada del bolsillo. Apoyó la mano izquierda en el reposa brazos del sofá, flexionando las rodillas, e iba a apoyar la derecha sobre mi peso, pero rectificó antes del contacto, lo que me demostró que ella estaba también algo nerviosa. Después todo sucedió muy rápido, aunque a mí me pareciese que ocurría a cámara lenta. Su culo descendió sin posible retorno hacia mi cara, primero mi nariz rozó con la costura de su entrepierna, luego mis labios y mi frente al unísono con ambas nalgas y a medida que su peso iba descansando en mis mejillas mi cabeza fue hundiéndose en el cojín del sofá.
Fue como cuando uno se monta en una atracción de feria especialmente desbocada, la emoción, el encanto de algo fuerte, la excitación que me producía aquello; cuando su culo quedó finalmente acomodado a mi cara parecía que el corazón se me iba a salir del pecho, mis manos se agitaron en el aire y mi miembro comenzó a tomar vida propia.
" ¿Estás bien?, ¿Cómodo? ", me preguntó entreabriendo un poco las piernas. " Bueno, supongo que sí, en caso de rendirte, me lo dices ", me dijo volviendo a cerrar los muslos.
No es que no quisiese responderla, es que no podía; mi nariz estaba totalmente aplastada justo en medio de sus nalgas, mi boca en un extraño rictus bajo su cachete derecho, entreabierta lo justo para poder tomar una insuficiente cantidad de aire, incluso mi garganta deformada por el peso de su cuerpo.
A pesar de mi estado estaba en la gloria; su peso, aunque suficiente para hacérmelo pasar mal, para desfigurarme la cara, no me parecía tan excesivo, el contacto con sus nalgas era perfecto, me pareció aterciopelada su caricia en mis mejillas, a pesar de que mis globos oculares estaban a punto de estallar. Cruzó las piernas en un par de ocasiones, con lo que todo el peso se trasladaba a la nalga en cuestión, pero yo, estoicamente, y sobre todo extasiado con la experiencia, soporté sin problemas.
Las dos horas se me pasaron volando, cuando se levantó, acabada la película, me daba la sensación de que solamente habían pasado unos minutos; lo que me perdí fue ver su culo levantarse, separarse de mi cara, pero mis ojos estaban deslumbrados, por la oscuridad que me había envuelto las dos últimas horas.
" Has aguantado, has ganado la apuesta, tu eliges lo que quieres ", me dijo.
Tardé unos segundos en contestarle, ya que mis labios, amoratados y deformes, se negaban a proferir palabra alguna.
" Repetirlo mañana ", conseguí repetir dos veces, mientras me levantaba.
Caí al suelo pues las rodillas me temblaron de la emoción; ella se rió, soltó una carcajada deliciosa, mientras asentía. Me recuperé y la acompañé hasta la puerta.
Al día siguiente acudió de nuevo a la cita, yo había ganado la apuesta, así que ella, siendo como era, no tuvo más remedio que aceptar; festejé con una sonrisa cuando la vi aparecer con un pantalón color miel de hilo en el que ya me había fijado antes, pues le hacía un culo precioso. Mientras yo me colocaba ella metió la película, repitiendo el mágico momento del día anterior, pero me fijé que sus nalgas se movían muy libres, como si no llevase braguitas. Esta vez me coloqué de manera distinta, como dándole a entender que tenía la situación totalmente controlada.
" Yo he venido hoy más fresca, ¿por qué no haces tu lo mismo? ", me dijo sonriendo maliciosamente.
" ¿A qué te refieres? ", pregunté.
" Podrías quitarte la ropa ", me dijo de manera natural.
A pesar del momento, de que ya había estado bajo su cuerpo, me corté, me dio mucha vergüenza, y así se lo hice saber, pero a pesar de que no le dio la menor importancia, me despojé de mi camisa y me preparé a torso descubierto. Me senté en el suelo, con la espalda apoyada a los pies del sofá, las piernas estiradas y recliné mi cabeza sobre el asiento del mismo.
" Vaya, veo que tienes iniciativa, me gusta ", dijo acercándose a mí. " Pero esta vez vamos a cambiar los términos de la apuesta; si resistes, y dudo que no lo hagas, seré yo quien exponga el próximo reto, ¿de acuerdo? ", me dijo ya a mi lado, mirándome desde arriba a través de sus redondas gafas. Yo asentí, presa de la excitación que me embargaba al saber que volvería a tener su culo en mi cara. " Bien, pues a tu sitio ".
Entonces hizo algo que me cogió por sorpresa; sin mediar palabra se puso a mi lado y se subió sobre mis muslos, de pie, clavando los tacones de sus sandalias en mi carne, a través del pantalón. No le dio la mayor importancia a este hecho, aunque yo levantase mi cabeza del asiento más por la sorpresa que por el dolor, pero ella apoyó sus manos en mi torso desnudo y comenzó a descender, encontrándose sus nalgas con mi cara antes de lo previsto.
Mi cabeza fue cayendo hacia atrás empujada por su culo, que descendía a la misma velocidad, hasta llegar al cojín, donde se hundió bajo el peso de aquel imponente cuerpo. Esta vez la posición hizo que mi situación fuese más cómoda para mí; me había equivocado, no llevaba braguitas pero ceñido a sus caderas lucía un minúsculo tanga cuya tela posterior desparecía entre sus voluminosas nalgas, en el mismo sitio donde quedó enterrada mi nariz. Esta vez mis ojos fueron las posaderas exactas de los huesos de sus caderas, hundiéndolos en sus cuencas, pero sin dolor, y mi boca, mis labios, quedaron exactamente debajo de su sexo, donde se podía notar de manera más veraz la tela de su tanga.
A lo largo de la película noté en varias ocasiones cómo se removía sobre mi cara, a diferencia de la primera experiencia donde había demostrado una inmovilidad absoluta, y me pareció percibir una ligera humedad sobre mi boca, emanando directamente de su sexo; además durante muchos ratos abría las piernas, separando sus muslos, y aunque no se acariciase, sabía que se moría de ganas de hacerlo.
No pasó nada más, terminó la película y a pesar de mantenerse en su posición unos minutos más, terminó levantándose.
" Muy bien, has aguantado una vez más; no es que me sorprenda, pero la verdad, me agrada mucho esto ". Le sonreí, con la cara mejor compuesta que el día anterior. " Ahora me toca elegir a mí, mañana vengo a comer, además no tenemos tanta prisa porque por la tarde no trabajamos, es sábado. Veremos si mañana aguantas o no, te espera una sorpresa ", me dijo.
Durante toda la noche estuve dándole vueltas a aquella extraña aseveración, pero la excitación que sentía me hizo imaginar mil y una nuevas posturas. Por la mañana la vi pronto, en su puesto de trabajo, radiante y preciosa y... ¡con falda!; supuse que esa era la sorpresa que me tenía reservada y la verdad, casi durante toda la mañana no pude concentrarme en el trabajo. Ya había pensado en lo que haría para comer, lo dispuse todo la noche anterior y las horas se me hicieron eternas hasta las dos de la tarde.
Finalmente llegó la hora, me siguió en su coche hasta casa, le abrí la puerta para que pasara delante e imaginé lo que había debajo de esa falda, algo que solamente había atisbado el día anterior; el culo no le quedaba tan marcado como con un pantalón, pero la excitación de la nueva situación abría cada poro de mi piel. Dejó dos películas que traía en el bolso y me lo soltó de repente.
" Espero que no te rajes esta vez ", me dijo sonriendo de nuevo con esa deliciosa sonrisa malévola, " quiero que te desnudes para mí y me sirvas la comida ", me soltó sin más. " Espero que no te rajes, es mi apuesta ".
Yo estaba tan excitado que no lo dudé un solo momento, deshaciéndome de la ropa en un segundo; ella me miró de arriba abajo, parecía gustarle lo que veía, y yo, un tanto vergonzoso, me dirigí a la cocina para servir la comida. Yo pensaba que comeríamos juntos, por lo preparé dos platos, pero cuando iba a sentarme a la mesa me resolvió sus planes.
" Ah, no, sé el sitio que te gusta ocupar, así que ya sabes, te sientas en el suelo, detrás de mi silla, y metes la cabeza por debajo del respaldo, apoyándola en el asiento, estoy segura de que te gustará ".
¡Cómo no iba a gustarme! Sin rechistar me coloqué como ella había dispuesto, sentando mis posaderas en el frío suelo, contorsionándome hasta colocar la cabeza por debajo del respaldo y apoyando la cabeza en el asiento; me agarré a las patas de la silla, esperando ver descender la falda hacia mi cara, pero cuando estuvo justo encima se la remangó hasta la cintura, teniendo yo por primera vez una visión directa de sus preciosas y perfectas nalgas, y del minúsculo triángulo que formaba su tanga en la entrepierna.
El roce de la piel de sus nalgas con la de mis mejillas fue un momento divino, pues se sentó bastante adelantada, de manera que mi nariz quedaba aplastada por su pubis y mis ojos quedaban entre sus muslos; no podía verla, pues la tela de su falda me impedía la visión del resto de su cuerpo. Durante el tiempo que duró su comida aspiré su aroma de mujer y la humedad que poco a poco iba impregnándola, roce mis labios con sus nalgas, en imperceptibles besos llenos de devoción; aquella nueva posición era aún más cómoda que las precedentes.
En un momento determinado se levantó de mi cara.
" No te muevas, voy a buscar yo misma el postre ", y desapareció en la cocina, dejándome allí solo con mis pensamientos, con mi excitación.
Cuando regresó, el mundo se hizo de una luz tan intensa que si me hubiese muerto en aquel mismo instante hubiese sido feliz; volvió a la mesa, se colocó sobre mi cabeza y cuando se levantó la falda pude descubrir que se había deshecho de su tanga, luciendo un sexo precioso, de abultados y carnosos labios, definido solamente por una línea de vello sobre su pubis.
El contacto de mis labios con su sexo fue un momento de infinita ternura, la fusión de un volcán con su lava, mi corazón iba a explotar, mi cabeza se volvería loca de las vueltas que estaba dando; mientras yo estaba en esta texitura ella se terminó su postre, se acomodó contra el respaldo y retiró la falda de su regazo, me miró sonriendo con restos del helado de chocolate en las comisuras de sus labios.
" Lámeme un poco, por favor ", me susurró jadeante.
¿Por Favor? Hubiese hecho todo lo que hubiese querido en ese momento; lentamente introduje mi lengua en su sexo, despacio, con miedo, tratando de descubrir su entrada, descubriendo aquella gruta que quemaba. La humedad me empapó la cara pero en cuestión de minutos recibí el néctar de su pasión en la boca, mientras sus muslos aplastaban mis mejillas.
Una vez repuesta del primer asalto se levantó, me hizo incorporar y cogiendo las dos películas las agitó en el aire. Me quedaban por delante más de cuatro horas de intenso trabajo.
FIN