Apuesta perdida parte 2

Llega la segunda parte. Cada vez me feminizan más y la cosa se va calentando hasta límites insospechados.

Llegamos al centro comercial. Una vez allí, Laura aparcó y todas salimos del vehículo. Caminamos hasta la primera de muchas secciones: la perfumería. Allí tuve que oler muchos perfumes femeninos y me echaron en el brazo varios perfumes de chica. La gente me miraba un poco rara pero bastaba con decir que yo era mujer para que les desapareciera casi toda duda. Parece que, al fin y al cabo, si que parecía de verdad una nena, aunque podían verse en mi rasgos de hombres. Laura comentó que habría que perfeccionar. Me compraron en la joyería unos pendientes de corazón y un colgante en forma de flor. Luego fuimos a la zapatería, donde tuve unos tacones rojos para mí. Después, fuimos a la ropa por fin, donde empezó lo verdaderamente bueno.

En cuanto hubieron cogido varias braguitas, corsé, medias y camisones, entramos en un probador. Laura advirtió a la dependienta que tardarían un rato que si no sería problema. Al decir que todo iría bien, nos encerramos. Una vez allí las chicas, entre risas, se desnudaron hasta quedar totalmente desnudas. Me desnudaron a mi también hasta quedar solo con el cinturón de castidad colocado. Me hicieron probarme varias braguitas: una era roja, otra rosa, otra era de Barbie de color rosa, otra era de Minnie de color azul claro, etc. Me probaron varios camisones transparentes, de colores diversos: blanco, verde, azul, amarillo, rojo y negro. Me probaron los corsé, unas falditas que también habían cogido y finalmente decidieron dejarme puesto el corsé, unas medias y unas braguitas rojas. Vi entonces que Laura sacaba de su bolso un arnés y se lo colocaba en la cintura.

  • A cuatro patas — me ordenó.

Me apresuré a obedecer mientras escuchaba las risas de mis amigas. Noté como aquella verga de plástico empezaba a entrar en mi culito. Despacio. Poco a poco entraba. Noté al fin los huevos de plástico. En lugar de moverse rápidamente se quedó allí parada. Al cabo de lo que pareció un minuto o dos, empezó a sacarla lentamente. Cuando la sacó del todo empezó a rozarla en mi culito. La metía y la sacaba al instante. Escuchaba las risas. Empezó penetrarme lentamente. Adentro, afuera. Seguir.

Luego aumentó el ritmo hasta que me estuvo penetrando con rapidez. Empecé a gemir de placer y Laura también gemía. Tras unos cinco minutos así, se detuvo de golpe y me sacó el pene inmediatamente.

  • Sigue mis instrucciones putita — me dijo Laura.

Yo sumiso, la obedecí. Tuve que lamer el arnés desde huevos hasta glande; darle besos. Lo agarré con una mano y tras un minuto sintiendo su textura, me la metí en la boca hasta el fondo. Tras un minuto sin poder hacer movimiento alguno, la saqué lentamente. Metí de nuevo lentamente y así varias veces hasta que mamé rápido.

  • Ah, pero que buena perra estás hecha. Naciste para esto sin duda — suspiraba Laura. Las otras reían.

Laura se sentó y yo tuve que sentarme encima de la verga. Estuve quieta durante un minuto sintiéndola dentro de mí, pero en una posición diferente. Laura me rodeaba con los brazos para que no me cayese. Empecé a cabalgar lentamente primero ya después más rápido. Cuando ella me ordenó que parase, me volvieron a vestir como antes y salimos de ahí. Si alguien nos escuchó, no lo demostró.

Pagaron por un babydoll, dos camisones transparentes (uno rojo y otro blanco) dos braguitas (una rosa y otra negra) y una faldita.

Iniciamos el regreso a casa.

Almorzamos y después de eso, salimos al Jardín, donde sacaron varias revistas de chicos. Laura apareció con varios condones llenos de semen. Sabiendo que no me podría negar, me arrodillé y abrí la boca como una buena putita tal y como ellas me ordenaron. Tragué semen, mastiqué un condón lleno de leche y luego las chicas echaron perfume de hombre en los machos de las revistas (¿como habrá conseguido todo eso?). Pusieron semen en la verga de los tíos, en sus pectorales, o en sus culos y yo siempre tenía que lamer. Así pasamos el resto de la tarde, mientras las chicas reían fuerte y me decían: “que putita” “que maricona” y esas cosas.

Cuando cayó la noche me bañaron otra vez y ya limpia y perfumada, me vistieron con tacones de aguja, braguitas negras, mini top rosa y faldita marrón, con peluca rubia; con pintalabios rosas, sombra de ojos, pendientes de corazón con su collar correspondiente (el de flor) y me pintaron las uñas de los pies y manos.

Me habían vestido muy puta y yo me temía que iba a suceder.

  • Bueno... — suspiró Laura — creo que es hora de ir a ligar con chicos.

A pesar de mis quejas (no sabía si estaba lista para hacerlo con un chico y no estaba segura de querer hacerlo) Laura me agarró los huevos y me dijo de forma seria:

  • Mira putita. Ahora somos tus dueñas. Has perdido la apuesta ¿sabes? Y feminizarte incluye TODO. Incluido hombres. Y espera a que te pongamos tampones bonita... Pero esta noche gozarás de un buen macho. Te va a encantar. Vamos a estar vigilándote. Ligarás con uno, el que quieras. Te irás con él a su casa y cuando termines de gozar, pasaremos a recogerte y nos contarás todo. ENTENDIDO.

Tragué saliva y asentí. El tono de Laura me asustó lo bastante para que acabara cediendo. Ella me sonrió.

  • Muy bien — dijo y me dio una cachetada. — Cuando vuelvas mañana te daré unas cuantas cachetadas como castigo por rechistar.

Y dicho eso salimos todas por la puerta. Aún seguía mi pitito en castidad. Montamos en el coche. Según les escuché decir a Violeta y Sandra, íbamos a ir a una discoteca bastante buena donde había muchísima gente. Aún no me habían puesto el perfume. No sabía si se les había olvidado o qué.

Durante el camino tuve que besar más pollas de hombres de revistas y lamerlas “para que vea lo que me espera”. Olí la colonia masculina que habían colocado en la revista.

  • Siente el olor de un macho putita. Seguro que estás ansiosa de gozar con uno. — Me decía Sandra.

Todas rieron. Yo solo deseé que pasaran rápido los días que faltaban. Por fin, tras cerca de una hora en coche, llegamos a la discoteca. Había un portero en la puerta pero pudimos pasar sin problemas. Entonces Carmen me agarró los brazos y Laura me echó perfume en el cuello, pelo y disimuladamente en la raja del culito. Como había tanta gente y mis amigas servían de “escudo” nadie se dio cuenta.

— Ahora sí. Ya estás lista — me dijo Laura mientras aspiraba mi olor. Era colonia de mujer, ya no de niña. — Venga, elige tu macho.