Apuesta de deseo, Cap. 7

La esclava conoce al hijo del Amo

Capítulo Siete

El personal bien entrenado de Devine Point pasó sin interrupción de la visita de los Caldwell a la próxima llegada del hijo de Lord Devine, don Gervaise. Pronto le quedó claro a Sophia que era el favorito del personal. Incluso Daisy estaba ausente mientras atendía a Sophia.

Sophia tenía curiosidad, "¿Es don Gervaise parecido a su padre?"

Daisy arrugó la nariz. "En algún modo sí. En todo caso se parece físicamente a él, pero hay algo diferente en cuanto a cualidades. Lord Devine no parece preocuparse mucho de nadie, pero don Gervaise es amable. Su señoría se ocupa de sus propiedades y de las casitas de sus arrendatarios, pero sobre todo porque es bueno para su negocio. Es don Gervaise el que conoce todos los nombres de los arrendatarios y sus familias o el que se ocupa de preguntar por un niño enfermo, y eso aunque no viva aquí de forma permanente. Teníamos la esperanza de que Lord Devine reconociera a don Gervaise y le hiciera su heredero y el futuro Conde y Barón de Devine Point. No creo que este plan de matrimonio suyo vaya a funcionar muy bien."

Sophia no podía esperar para ver aquel dechado de virtudes. Estaba casi segura de que su amo planeaba compartirla con su hijo. Después de todo había tenido la desfachatez de ofrecerla a su futuro suegro. Sonrió al recordar la escena en la habitación de Sir Henry cuando su esposa descubrió la virilidad de su marido a medio camino en la garganta de Sophia. Incluso Lord Devine se había divertido con la historia, pero estaba disgustado porque le exponía a su futura suegra, que, según todos los indicios, era una mujer de armas tomar.

Sophia estaba alerta ante la diligencia que traería a don Gervaise a Devine Point. Al escuchar finalmente gritos en el patio de precipitó a la ventana. Un hombre alto y oscuro bajó del carruaje entre una muchedumbre. Por un momento Sophia pensó que era su amo, pero pronto vio que el hombre era un poco más alto, un poco más delgado. No podía ver su rostro con claridad, y luego desapareció dentro de la casa. Bien, Sophia sería el juez de lo "amable" que era este hijo.

Daisy pronto la recogió para cenar. Parecía que ella ocuparía su sitio a los pies de su amo en el comedor, después de todo. Lord Devine ya había ocupado su sitio, y Daisy llevó a Sophia al costado de su silla. Aquella noche se había dispuesto otro sitio a la derecha de Lord Devine, donde se sentaba Sophia.

Gervaise entró al comedor y empezó a caminar hacia su asiento. Se detuvo bruscamente cuando vio a Sophia al lado de su padre.

"Oh, ¿ahora hacéis esto en Inglaterra?"

Lord Devine bajó la vista hacia su esclava. "En Londres no, pero no veo nada malo en hacerlo aquí, en Devine Point, en mis propias tierras, entre mi propia gente."

Gervaise ignoró a la esclava y empezó a contar a su padre las mejoras que había hecho en la viña en el último año.

Sophia intentaba no mirar su hermoso rostro, tan parecido a su padre y tan distinto. Las líneas duras que enmarcaban la cara de Lord Devine, testigos de su vida disipada, estaban ausentes en la de su hijo. En vez de cinismo y aburrimiento, el entusiasmo brillaba en los ojos oscuros del hijo. En vez de la mueca cruel del par de labios delgados, los labios del hijo eran carnosos y sensuales. El resto era básicamente una nariz aguileña y un pelo ondulado y oscuro que le llegaba a los hombros. Llevaba la conversación como si nada ocurriera, obviamente estaba acostumbrado a las excentricidades de su padre.

La criada que servía colocó la fuente de Sophia en el suelo, frente a ella. Gervaise le dedicó solo una breve mirada cuando empezó a comer sin usar las manos ni utensilios. Los hombres pronto se retiraron de la mesa, y los criados retiraron los restos de la cena.

"Retirémonos al salón, muchacho. Me gustaría que me contaras más de la viña. Parece que este va a ser un año muy provechoso."

Los dos hombres se levantaron y caminaron hasta el salón, mientras Daisy volvía al comedor y enganchaba una correa al collar de Sophia y la llevaba tras ellos.

Daisy llevó a Sophia frente al taburete bajo con dos protuberancias que se elevaban en el asiento, y empezó a untarles aceite. Indicó a Sophia que se colocara sobre el taburete y se preparase para agacharse sobre él. La conversación se detuvo mientras Gervaise finalmente miraba intensamente a Sophia. Ella se agachó sobre el taburete hasta que los dos falos delgados apuntaron a sus dos agujeros, y luego descendió lentamente hasta que estuvo empalada por ambos agujeros, con el taburete ahora firmemente enganchado a su trasero.

Gervaise levantó una ceja hacia su padre, quien se rió. "Ingenioso, ¿verdad? Hice que prepararan el taburete a medida para ella después de medir con precisión la distancia entre sus dos agujeros. Disfruta cuando la llenan así y si la hora tarda en llegar le permito que se folle ella misma. Te gusta, ¿verdad esclava?"

Replicó rápidamente, "Sí, Amo." Ya le había advertido que si hubiera cualquier acto de desobediencia delante de su hijo, haría que la azotaran y la recluiría en los establos para que pasara una semana con los mozos de cuadra.

Gervaise parpadeó con gesto desdeñoso y volvió a la conversación. Mucho más tarde, Lord Devine hizo una señal para poner fin a la noche.

"Venga Gervaise, apenas has mostrado ningún interés por mi esclava. Me gustaría mostrarte algo especial respecto a ella."

Devine se acercó al taburete y lo sujetó con el pie. "Levántate, esclava." Sophia se liberó de los falos y se puso en pie delante de él.

"Colócate sobre ese cojín y muéstrale a mi hijo tu culo."

Sophia hizo lo que le decía y mantuvo en alto el culo marcado a fuego. "Mira esto, Gervaise." Hubo un silencio mientras Sophia notaba que los dos hombres estaban tras ella.

"E-es la divisa de Devine."

"Eso es."

"¿Está marcada a fuego?"

"Igual que toda mi ganadería."

"¿No...?" dijo Gervaise con voz apagada.

"¿No qué? ¿Duele? Supongo que sí, pero vale la pena el dolor."

"No fue vuestro dolor, Señor."

"Entonces preguntemos a la esclava. ¿Vale la pena el dolor, esclava, por llevar mi divisa en el culo?"

Contestó la única respuesta aceptable: "Sí, Amo."

Lord Devine dio una palmada en la zona. "¿Qué opinas, Gervaise? ¿Te preocupa participar? Después de todo es también tu nombre."

"Creo que no, Señor. He tenido un viaje agotador."

"Como quieras, hijo. Pero si me excusas, yo no he tenido ese viaje agotador y estoy muy necesitado de cierto alivio."

La puerta se cerró y Lord Devine se volvió hacia Sophia y empezó a restregarle el trasero con las manos lubrificadas. "Entonces, ¿qué piensas de mi hijo, esclava? Un hombre magnífico, ¿no crees?"

"Sí, Amo."

"No te sientas ofendida porque no te desee. He intentado hacer que se interese por tener él mismo una esclava, pero sus gustos no van en esa dirección."

Se había deslizado en su agujero del amor y lentamente entraba y salía de su interior. "No sé por qué, pero nunca se interesó por ninguna de las esclavas que yo tenía en Francia. No digo que sea afeminado. Es un muchacho magnífico, masculino. Solo que prefiere tener a sus mujeres en la intimidad."

Dejando a un lado el pensar en su hijo, Devine empezó a embestir a la esclava hasta que el clímax le hizo aullar. Se dejó caer sobre la espalda de ella y la mantuvo allí inmovilizada, los pensamientos sobre su hijo muy alejados de su mente.

Arriba su hijo se estaba proporcionando su propio clímax con la mano, mientras las imágenes de la hermosa esclava de su padre le llenaban la mente. Nunca había visto una mujer tan adorable, una visión dorada. Sintió en el pecho una ira feroz cuando la vio inclinarse sobre el plato para comer, y la había observado incrédulo mientras se empalaba a sí misma en aquel taburete obsceno. Ver la divisa de Devine grabada a fuego en su nalga izquierda había sido el colmo. Dios mío, el dolor que había tenido que soportar para aquello. Su voz, suave y melodiosa, le hizo avergonzarse cuando la oyó dirigirse a su padre como "Amo." ¿Qué haría que una mujer como aquella se sometiera a los caprichos y crueldades de su padre? Había visto como su padre trataba a las esclavas en Francia. Estaban a la entera disposición de los compinches de su padre e incluso de los criados. Las esclavas en Francia habían sido en su mayoría jóvenes criadas, solo que demasiado contentas de escapar a su dura suerte por lo que les parecía un lujo increíble. No les importaba el precio. Esta no parecía avergonzada ni resentida. De hecho exhibía una gracia increíble, dadas las circunstancias. Aquella criada la llevaba como si fuera una mascota. La pesada cadena que le rodeaba el cuello era algo permanente, y no había dejado de notar que tenía los pezones perforados por anillos de oro. Por un momento imaginó lo que su padre estaba haciendo en aquel instante. Gruñendo rodó sobre el estómago y se folló la almohada que tenía debajo. Otro fuerte clímax agitó su cuerpo mientras disparaba en la almohada.

En los días siguientes no pudo evitar saber de la esclava. Su padre le permitía vagar por la casa desnuda. Normalmente comía con ellos, en el suelo. Después de cenar su padre siempre le ofrecía sus servicios, y él declinaba el ofrecimiento. Siempre abandonaba la sala después de que su padre le informara de que iba a hacer uso de la esclava él mismo.

Un día que Gervaise fue a los establos, porque iba a dar un paseo a caballo, vio que ella volvía, de nuevo desnuda, las piernas abiertas sobre la espalda del caballo, balanceando los pechos. Cuando el mozo del establo la ayudó a bajar de la montura, ella se puso de rodillas delante de él. El mozo liberó su polla ansiosa de los pantalones y ella la tomó en la boca. Gervaise supuso que era la recompensa por ensillarle el caballo. Así era como funcionaba su padre. Además ella parecía tomárselo bien, trabajando con la boca y la lengua sobre el miembro. Era muy minuciosa y los dos parecían disfrutar. Ella abrió los ojos, justo cuando el hombre estaba obviamente soltando el chorro en su boca, y se encontró con los ojos de Gervaise. Cerró los ojos inmediatamente, en sus mejillas apareció el sonrojo. Gervaise siguió observando mientras el mozo se salía, manteniendo la polla delante de él para que se la limpiara meticulosamente con la lengua. Otro de los mozos del establo ensilló el caballo de Gervaise y se fue cabalgando con furia.

Días más tarde Sophia suspiraba mientras Daisy la preparaba para la fiesta. Daisy la miró solícita. "¿Está de mal humor, Señorita?"

Sophia ignoró la pregunta. "¿Piensas que don Gervaise asistirá esta noche?"

Daisy la miró severamente. "No lo sé. No parece muy interesado en los pasatiempos de su padre."

Sophia hizo un mohín. "No parece muy interesado en mí. Lord Devine me ofrece a él cada noche, y cada noche declina el ofrecimiento. ¿Hay algo malo en mí?"

Se volvió hacia Daisy, que se fijó en su silueta adorable y sus rizos brillantes. "¿Cómo puede preguntar eso, Señorita? Don Gervaise es orgulloso. Y no creo que le guste compartir lo que pertenece a su padre." Daisy manchó los pezones de Sophia con pintalabios rojo y le aplicó un masaje de aceite caliente en el cuerpo. "Será la mujer más hermosa que haya allí esta noche."

"¿Crees que habrá otras esclavas allí, Daisy?"

"Creo que será la única de esas, Señorita, pero los otros traerán a sus amantes y furcias con ellos." Daisy le restregó el aceite hacia abajo, hacia el coño de Sophia, notando la piel recién afeitada. Sus dedos abrieron el sexo de la esclava mientras le aplicaba el aceite en los labios internos. Miró hacia el rostro distraído de Sophia y empezó a trabajar con los dedos en su agujero. "¿Necesita un orgasmo la señorita? Estoy segura de que tendrá muchos esta noche, pero a mi señor le gusta que vaya un poco caliente." Esta última parte era mentira. Su señoría simplemente le había dado instrucciones a Daisy de preparar a la esclava para la orgía. Sophia asintió y Daisy la empujó suavemente sobre la cama y se agachó delante de ella. Separó los muslos de Sophia y le pasó la lengua a lo largo de la raja. Sophia respondió levantando las caderas y Daisy le chupó el brote, que resultaba accesible mediante el anillo de oro que tiraba de él, sacándole de la protección de los labios. Sophia aplastó el coño contra la cara de Daisy, arqueó la espalda y la llenó de su crema. Daisy la lamió.

"Creo que la mayoría de los invitados han llegado. La llevaré abajo ahora." Enganchó la correa dorada al collar de Sophia y la llevó abajo, al enorme salón donde Lord Devine ya estaba entretenido. La conversación se detuvo momentáneamente cuando Daisy llevó a la esclava a la sala, pero se reanudó cuando la aparcó a los pies de su señor y le pasó la correa.

Sophia echó un rápido vistazo alrededor antes de bajar los ojos. Conocía a muchos de los hombres presentes y a alguna de las mujeres. Lord Devine, al sentir las limitaciones de su matrimonio, quería tener unas cuantas más de sus fiestas especiales antes de la fecha de la boda. Muchas de las mujeres estaban ya en diferentes grados de desnudez, y los rostros de los hombres estaban enrojecidos por el exceso de alcohol. Hubo grandes risas en un rincón cuando una de las mujeres se subió a una mesa y realizó un "strip tease" improvisado. Acabó con uno de los hombres bajándola, doblándola sobre la mesa y follándosela a conciencia.

Una pelirroja alta empezó a pasar las manos por el pecho de Lord Devine, agarrándole la entrepierna. Él soltó la correa de Sophia y permitió que la mujer le empujara hacia un montón de cojines en una esquina. Sin la protección de su amo, Sophia se convirtió en juego libre para los demás. Sabían que era su esclava y también sabían que estaba allí con el único propósito de proporcionar placer, incluso sin el consentimiento de su amo. Uno de los caballeros levantó la correa y la empujó hacia su regazo. La sujetó allí, alternando los azotes y los sobeteos en el culo. Allí estaba, suspendida mientras él mantenía una conversación seria con otro hombre sobre si era mejor un hombre o una mujer para chupar una polla. Al llegar a un punto de acuerdo empujó a Sophia al suelo mientras él se ponía de rodillas frente al otro hombre para demostrar sus razones.

Otra mano tomó rápidamente la correa y siguió a gatas la estela de su nuevo amo. La llevó a otro montón de suaves almohadones cuando ella se volvió para mirarle. Era Gervaise. Le lanzó una mirada ardiente. "Pensaba que ya era hora de que probara a la esclava de mi padre." Ella bajó los ojos para ocultar la alegría que los iluminaba.

Se dejó caer de espaldas y separó prestamente las piernas para él. Quitándose los pantalones, se echó encima de ella, besándole los pechos, el pelo, la garganta. Los brazos de Sophia le rodearon el cuello mientras elevaba el cuerpo para encontrarse con el suyo. Al sentir su dura polla pinchándole el vientre bajó la mano y se la agarró. Él levantó la cabeza, y estaba a punto de besarla en la boca, cuando ambos escucharon una voz sobre ellos.

"Mi hijo está tomando finalmente a mi esclava."

Sophia sintió que Gervaise se tensaba mientras dejaba de besarla. Estuvo a punto de llorar de la frustración. Con su padre observando, Gervaise le hizo darse la vuelta sobre el estómago, con rudeza, le sujetó las muñecas por encima de la cabeza y apretó su virilidad entre las nalgas.

"Levanta las caderas, esclava."

Colocó el culo al aire para que pudiera alcanzar el agujero del trasero. Se zambulló en él y cerró los ojos contra aquel culo blanco y suave, con la divisa de su padre ondulando debajo de él. Soltó el chorro dentro de ella rápidamente, se retiró y abandonó la sala.

Sophia se quedó jadeando sobre los cojines, con sus efusiones goteándole del culo. Apenas notó que uno tras otro los compinches de su amo y sus furcias utilizaban su culo con las pollas y una variedad de objetos fálicos. Al final una señora mayor, muy pintarrajeada, le clavó el puro de su señor en el agujero del culo. Todos se rieron con la broma mientras abandonaban la habitación cada uno en su particular estado de desaliño.

Su amo se tumbó en los cojines, a su lado, le quitó el puro del culo y empezó a fumárselo.