Apuesta de deseo, Cap. 6

La esclava ejerce su papel

Capítulo Seis

Al pasar los días se le permitía a Sophia un poco más de libertad. Podía entrar en la biblioteca de Lord Devine en cualquier momento y escoger un libro de su extensa colección. Incluso ordenó a uno de sus mozos de cuadra que le diera una clase de monta. Por supuesto que tenía que montar como un hombre en vez de a mujeriegas, y siempre estaba desnuda. El pobrecito joven apenas podía concentrarse en la lección, y sus piernas abiertas y sus pechos botando ofrecían un espectáculo maravilloso también al resto de los operarios del establo. Sophia sabía que esta era la principal razón por la que Lord Devine permitía las lecciones, pero no le importaba.

Había estado en lo cierto aquella primera noche. Se había acostumbrado a su desnudez. Los criados podían usarla y pellizcarla a su antojo, aplicándole azotes cuando detectaban insolencia, pellizcándole el trasero y los pechos cuando se la encontraban por los corredores. Los hombres eran recompensados a menudo por los servicios prestados a su señoría con servicios que recibían de la esclava. Si alguno de los peones, mozos de cuadra, jardineros, o  el propio Perkins le ordenaba que se pusiera de rodillas delante de él, sabía que era con permiso de Lord Devine. No había mucho que ocurriera en sus dominios que no fuera con su permiso expreso.

Sophia siguió dando placer a su señoría como saludo habitual. Su habilidad con la boca, labios y lengua se desarrolló tanto que casi nunca recibió palmetazos por errores en ese sentido. Hubo unos cuantos momentos desagradables. Los "otros trabajos" del herrero se referían a perforarle los pezones a Sophia con dos anillos de oro y otro para el clítoris. El dolor había sido atroz, y había dado lugar a numerosas pequeñas rebeliones. Como de costumbre no había ido a ninguna parte, salvo a los muslos de su amo para una azotaina muy pública en el patio.

Además mantenía sobre su cabeza una nueva amenaza. El mayor de sus dos hermanos, Charlie, estaba en período de formación con su nueva unidad en Londres. Ella no sabía que mentiras le habría dicho su tía para excusar su ausencia, pero Lord Devine estaba al tanto de su presencia allí. Charlie había estado participando en un grupo de altos vuelos, y Devine le advirtió a Sophia que si seguía portándose mal podría tener una razón para invitar a Charlie a una de las fiestas de su casa, en la que ella sería el entretenimiento. Eso bastó para meter rápidamente en vereda a Sophia. No estaba segura de cuál sería el efecto de aquella revelación, pero si Charlie era lo bastante tonto para retar a Devine, acabaría muerto.

Lord Devine iba a celebrar una pequeña fiesta doméstica, pero para esta mantendría a Sophia a buen recaudo. Estaba dispuesto a ofrecerse a Lady Harriet y planeó la fiesta como la celebración del compromiso. Si Sophia tenía dudas de cómo le afectaría el matrimonio de su amo, lo mismo le pasaba a él.

Lord Devine le planteó el asunto a su encargado de negocios, Fisk, una noche en la biblioteca. Aquel serio caballero ya se había recobrado del sobresalto inicial al encontrar a una mujer desnuda a los pies de su señoría. Había aprendido a aceptar las excentricidades de Lord Devine a cambio de la hermosa suma que recibía por encargarse de sus finanzas. Notaba, cuando ella estaba allí, que Devine a menudo la incordiaba con la bota o la hacía colocarse de manera que pudiera acariciarle el pecho o sobarle el culo. Aquel hombre tenía apetitos insaciables.

Apartando la mirada de la visión de los dedos de Devine dando vueltas distraídamente al anillo de oro enganchado en el pezón de la muchacha, intentó comprender sus palabras. "Lo siento, ¿qué me estabais diciendo, Mi Señor?"

Soltó el anillo. "Decía que Lady Harriet tiene una hermosa dote, pero las propiedades irán a parar a su primo."

"Si ella no va a venir con activos sustanciosos, ¿por qué ofrecerse a ella?"

"Las razones habituales, la adecuada educación, las familias que se conocen desde siempre, que necesito desesperadamente un heredero."

Fisk levantó las cejas. "¿No tenéis en cuenta a don Gervaise?"

Lord Devine frunció el ceño. "Es bastardo, un buen chico, pero bastardo. No puedo continuar el nombre de la familia con un bastardo, Fisk."

"Otras Casas lo han hecho."

"Pero no la Casa Devine. Lady Harriet lo hará perfectamente. Estoy seguro de que no le importarán ciertas actividades mías."

La boca de Fisk se quedó abierta, y miró a la mujer desnuda del suelo. Dios mío, ¿qué era aquello? Tenía algo que le sobresalía en el culo. Agitando la cabeza con aspecto lúgubre, preguntó, "No esperaréis en serio que aguante eso." y su gesto dramático abarcó a Sophia.

Lord Devine se rió. "No lo sé, Fisk. Realmente no lo sé. Uno tiene esperanzas. ¿Os gustaría probar antes de iros?"

Arrugó las cejas. "¿Probar?"

La mano de Devine descendió al culo de la mujer dándole una palmada. "Probar a mi esclava, Fisk. Hará cualquier cosa que le pidáis que haga. ¿No es cierto, esclava?"

Alzó la mirada entre sus pestañas doradas y respondió, "Es cierto, Amo."

La belleza de la muchacha y sus relampagueantes ojos de color zafiro cegaron momentáneamente a Fisk. Las imágenes de aquellos labios rosados y carnosos rodeando su virilidad le pusieron a cien, pero luego apareció el severo rostro de su esposa.

No queriendo ofender a su señoría contestó, "Tal vez en otro momento."

Devine agitó la cabeza. "Fisk, la habéis decepcionado. ¿No es cierto esclava?"

Ella miró directamente a los ojos de Fisk. "Sí, señor Fisk, estoy muy decepcionada de que no queráis que os dé placer."

Su voz, baja y musical, hizo que sus sentidos se tambalearan casi tanto como las palabras que acababa de pronunciar. La visión de su esposa se desvaneció, mientras se ponía de pie apresuradamente y luchaba con sus pantalones. Se sentía casi a punto de estallar.

Finalmente su polla, larga y flaca, estuvo en su mano y luego en la cálida boca de ella. Bajó la vista hacia aquellos labios que la circundaban, y era mejor que lo que había imaginado. Incluso le lamió los huevos, dejando que la sensación de su lengua y sus labios le inundara. Luego ella empezó a mover la cabeza atrás y adelante, chupando con fuerza. Sintió como si ella pudiera chuparle toda el alma, sacándola fuera de él. La prisa que sentía le debilitaba las rodillas, y tuvo que agarrarse a la mesa del despacho para mantenerse. Disparó a borbotones chorros sin fin en su boca y ella lo tomó todo, tragándoselo como si fuera dulce néctar.

Bajó la vista hacia ella envuelto en una neblina. Le sonreía. "¿Es todo, señor Fisk?"

¿Es todo? ¿Qué más podía haber? Nunca había tenido un clímax tan poderoso en sus 50 años.

"E-es todo."

Ella inclinó la cabeza, con los rubios mechones cayendo en cascada sobre sus pechos turgentes, los anillos de los pezones bailando con suavidad. "Gracias por permitirme daros placer, señor Fisk."

El señor Fisk casi se desmayó. Finalmente recogió los papeles, deseó a Lord Devine una agradable noche y salió de la habitación tambaleándose.

Lord Devine se echó a reír y a dar golpes en la mesa. "Bien hecho, mi pequeña. Nunca había visto a Fisk tan sobrecogido por la emoción. Estás empezando a estar bien entrenada. Ven aquí y siéntate en mi regazo, a horcajadas."

Sophia se colocó en su regazo rodeándole las caderas con las piernas. Él dejó caer la cabeza entre sus pechos y empezó a chuparle los pezones. Mientras él se daba un festín con sus tetas, ella empezó a restregarse contra su regazo. Se bajó los pantalones, la levantó y se la sentó en la polla. Estaba húmeda y lista para él, de modo que se deslizó con facilidad en su interior. Mientras se movía de arriba abajo sobre él, sus ojos seguían el balanceo de los pechos. Disparó en su interior, y luego le bajó los dedos hasta los labios inferiores para que pudiera proporcionarse el clímax. Volvió a mojarse sobre su polla y luego él la empujó hacia el suelo.

"Vas a tener que esconderte cuando lleguen mi prometida y sus padres, esclava. No estoy todavía listo para pasearte por delante de sus narices."


La casa bullía de actividad. Carnes, quesos, frutas y todo tipo de exquisiteces se recibían en la casa a diario. Varias de las habitaciones de huéspedes habían sido abiertas, aireadas y limpiadas minuciosamente. Los jardineros estaban ocupados cortando flores frescas y las doncellas las colocaban en enormes ramos por toda la casa. Lord Devine no ahorraba gastos para causar una buena impresión a su futura esposa y su familia. Ya había informado a Sophia que iba a permanecer la mayor parte del tiempo en la pequeña cámara anexa a la suya propia, aunque requeriría sus servicios cuando se retirase por la noche.

Sophia observaba la mayor parte de la actividad desde la ventana de aquella pequeña cámara. La mañana de la llegada de los huéspedes preguntaba a Daisy sobre el hijo de Lord Devine, Gervaise.

"¿Va a estar presente en la cena de compromiso de su padre?"

Daisy estaba bañando a Sophia y le restregaba la espalda con el paño mientras le contestaba.

"No, don Gervaise no estará aquí esta semana. Llega dentro de unas semanas."

Sophia levantó el cuerpo ligeramente para que Daisy pudiera lavarle el trasero. "¿Es que está enfadado con su padre porque se va a casar y a desheredarle?"

"Oh no, señorita, no es eso en absoluto." Siempre veía a Sophia como a una dama, sin que importara cuantas veces Daisy hubiera visto a Sophia utilizada incluso por el más bajo de los mozos de cuadra, o cuantas veces le hubieran ordenado a ella misma llevarla al clímax o asistirla en el afeitado o el enema. Nunca la llamaba "Señorita" en presencia del amo, porque sería castigada por ello, pero en privado trataba a Sophia con una cierta deferencia, la que le habían enseñado para mostrar sus mejores cualidades.

Tampoco admitía nunca ante nadie que le gustaran los servicios que realizaba para la esclava. A diferencia de la señora Logan, que realmente disfrutaba humillando a la esclava, Daisy se limitaba a darle placer corporal y a las respuestas al contacto de Daisy. Siempre le habían gustado los chicos y disfrutaba con los retozones regulares con su novio, pero a veces cuando le estaba chupando la polla se había imaginado que en su lugar tenía los suaves labios inferiores de Sophia en la boca. Tan pronto le plantaba la boca a Sophia, su pequeña perla, ahora cruelmente perforada por el anillo de oro, se levantaba para encontrarse con sus labios. Sabía que la excitaba más de lo que cualquiera podría hacerlo, y obtenía un placer particular al darle masaje en el culo dolorido, cuando había recibido unos azotes del amo o cuando la señora Logan decidía que necesitaba unos buenos palmetazos por algún desliz imaginado contra su señoría.

Le acarició los pechos con las manos enjabonadas y observó que los pezones se endurecían.

"A don Gervaise no le preocupa lo que pueda heredar de su padre, salvo los viñedos de Francia. Es bastardo, ya lo sabe."

Sophia miró el agua del baño pensativa. "Lo había oído. ¿Quién era su madre? ¿Era esclava de Lord Devine?"

Daisy se echó a reír ante la ocurrencia y le pellizcó los pezones a Sophia. "No, por Dios, señorita. Era una dama francesa de alta alcurnia, de una de las familias más antiguas. Murió después de dar a luz a don Gervaise, y luego la mayor parte de su familia fue ejecutada en la época del Terror que siguió a la Revolución. Lord Devine le ha proporcionado la instrucción adecuada, allí en Francia, y viene aquí unas cuantas veces al año."

"¿Cuántos años tiene?"

"Ahora tiene que andar por los 25."

Sophia hizo el cálculo de cabeza. "Lord Devine tenía que ser bastante joven cuando nació él."

Daisy intentó calcularlo y se dio por vencida. "Supongo que tendría sobre 19 ó 20."

"¿Y esa tal Señora Harriet? ¿Es lo bastante joven? Entiendo que es lo bastante joven aún como para tener hijos, de otro modo Lord Devine no se le estaría ofreciendo."

Mientras empezaba a secar a Sophia, Daisy arrugó la cara. "Hablan de ella como que está 'para vestir santos', de modo que no creo que sea tan joven. Tiene más años que don Gervaise."

Sophia separó las piernas mientras Daisy se las secaba. "No hubiera imaginado que encajara en los caprichos de Lord Devine."

Daisy empezó a aplicar loción al cuerpo de Sophia. "Le pido perdón, señorita, pero no sabe mucho de los acuerdos en estas familias ancestrales, ¿verdad? Encaja perfectamente en sus caprichos. En primer lugar, conoce a su familia de siempre. En segundo lugar el hecho de que no sea demasiado atractiva significa que su señoría puede cumplir con sus deberes maritales unas pocas veces al mes, o hasta que conciba a su preciado heredero, y si el primer hijo es niño, su señoría puede que nunca vuelva a sentir necesidad de volver a visitar la cama matrimonial. Eso le deja ocuparse de sus otros intereses."

Sophia la miró, incrédula. "¿No le molestará a Lady Harriet su desinterés por la cama de matrimonio?"

Cuando empezaba a aplicar la loción a la raja del culo de Sophia, Daisy dejó escapar un suspiro de exasperación. "Las damas como esa no están interesadas en la cama de matrimonio. Es más probable que se sienta aliviada cuando él se vaya."

Sophia se separó un poco los cachetes para que accediera Daisy, y no sabía si sentirse aliviada o no ante esta confidencia. Estaba esperando que el matrimonio de Lord Devine pudiera poner fin a su esclavitud sexual. Por supuesto que no había pasado tres años en el antro de juego de su tía para no darse cuenta de que los hombres casados mantenían amantes. Sin embargo ella era mucho más que una simple amante. La mayoría de los hombres no compartían a sus amantes con la servidumbre, ni forzaban a sus amantes a permanecer desnudas en presencia de otros, o alteraban los cuerpos de sus amantes de la forma en que había sido alterado el suyo. Distraídamente sus dedos se situaron detrás de ella recorriendo la D que la acompañaría para siempre. No, ella no era solo una amante. ¿Cómo respondería Lady Harriet a aquello?

Daisy retiró los dedos pringosos del agujero de Sophia y gritó, "Ya están aquí."

Ambas se apresuraron a la ventana y espiaron desde detrás de las cortinas, con cuidado de esconder sus miradas curiosas. Una hermosa carroza se paró ante la casa. Había una lujosa divisa que imitaba la de Lord Devine. Un hombre, que parecía estar al final de la cincuentena, estaba ya en pie fuera de la carroza. Era un hombre grande, alto y corpulento, con una voz atronadora que se oía claramente desde detrás de la ventana. A continuación emergió del carruaje una mujer. Era también grande, ambos formaban una pareja equilibrada. Tras lo que parecieron varios minutos salió otra mujer del carruaje. Era también sólida, pero no tenía la confianza locuaz de sus padres, lo que la hacía parecer más pequeña. Llevaba la cabeza baja y los hombros hundidos. Sophia se apiadó inmediatamente de Lady Harriet.

Sophia pasó la mayor parte del fin de semana leyendo en su pequeña habitación y después, por la noche, preparándose ante la chimenea de su amo para esperar su llegada. Seguía preparándole cada mañana, bañándole y chupándosela, y Daisy la visitaba al menos dos veces al día para mantenerla en forma. Era en esos momentos en los que Sophia le sacaba información a Daisy sobre la visita, que parecía estar yendo bien para su señoría. Ya había hecho su ofrecimiento y Lady Harriet ya había aceptado. Él y su padre estaban simplemente arreglando los detalles financieros.

Sir Henry y Lady Caldwell estaban disfrutando de la buena comida y los buenos licores de Lord Devine, aunque su hija apenas tomaba ningún refresco. Lady Caldwell lanzó a Harriet una mirada de exasperación. Deseaba que su hija estuviera más animada. Solo podía estar agradecida de que a Lord Devine pareciera no importarle. Por fin había honrado los deseos de su padre de que las dos familias se unieran. Mirándole con ojos entrecerrados Lady Caldwell se preguntaba cuanto del mito que rodeaba a aquel hombre sería verdad. Era un libertino, no había duda, pero protegía sus propiedades y activos. Ya había advertido a Harriet que tendría que mirar para otro lado cuando su marido se permitiera "otros intereses." Encontraría que ella era una esposa generosa en ese sentido.

Cuando se terminó la comida, las damas se retiraron al salón mientras que los hombres disfrutaban de su brandy. Sir Henry tomó un pellizco de rapé de la mezcla especial de Lord Devine y se empleó a fondo con el excelente brandy. Los dos hombres charlaron de negocios y de acuerdos durante un rato, hasta que un cálido brillo envolvió a Sir Henry y su cabeza se volvió demasiado empañada como para seguir discutiendo de números.

Dio vueltas al brandy en el vaso y expresó su gratitud a Lord Devine por quitarle a su hija de las manos. "Encontraréis que es excelente en el control y gobierno de la casa, y llevará sin problemas vuestras propiedades. No es una chica exigente, y su madre ya le ha advertido para que permita ciertas libertades a su marido."

Devine asintió evasivamente. Sir Henry hizo una pequeña pausa y empezó un poco sin aliento. "He oído unos cuantos rumores sobre vos en los clubes, Dev. Decidme, ¿cuántos de ellos son ciertos?"

Lord Devine sonrió lentamente. "Tantos como decidáis creer, Henry."

"No necesitáis tapar nada, buen hombre. Creo que vos sois el marido ideal para Harriet, y nada de lo que podáis decirme cambiará esa convicción. Es solo curiosidad."

Devine daba golpecitos a su vaso. "¿Y sobre qué es vuestra curiosidad, Henry?"

"He oído que vuestros gustos se dirigen en una dirección peculiar, y luego está esa absurda historia sobre vos, de que ganasteis una joven en una apuesta. ¡Imaginaos!"

Había un brillo extraño en los ojos de Devine. "Sí, me lo imagino."

"Informé al caballero que me lo contó que era una pura morralla." Miró con curiosidad a Devine que le devolvió la mirada sin expresar nada.

"¿Creéis que la historia es falsa? ¿No parezco el tipo de hombre que pueda ganar una mujer en una apuesta?"

Sir Henry ladeó la cabeza. "Creo que sois el tipo de hombre que haría exactamente lo que le gustara, Dev."

Devine asintió mostrando su acuerdo, complacido ante aquella valoración de su carácter.

Sir Henry dijo, mirándole, "¿Qué es lo que me estáis diciendo?"

"¿Qué es lo que me estáis preguntando, mi querido señor?"

"Maldición, Dev, os estoy preguntando directamente si esa historia es cierta. ¿Habéis ganado alguna joven en una apuesta?"

"¿Y si fuera así?"

"Si fuera así, diría que sois de lo más grande."

"Os agradezco el cumplido."

Sir Henry puso los ojos como platos. "¿Qué habéis hecho con ella?"

Lord Devine estiró sus largas piernas. "La tengo escondida arriba."

"Me gustaría ver a una mujer jugada en una apuesta."

Devine contestó simplemente, "Entonces os daré esa oportunidad, pero antes necesitaremos asegurarnos de que las señoras estén retiradas y a salvo."

Sir Henry pegó un salto como si fuera a iniciar aquel proceso inmediatamente. Se reunieron con las damas en el salón, y Sir Henry apenas se ocupó de la charla.

Lord Devine observaba divertido a su futuro suegro, mientras paseaba por la habitación y miraba el reloj cada cinco minutos.

Lady Caldwell le miró con severidad. "Henry, siéntate. Me estás poniendo nerviosa."

Se sentó inmediatamente a su lado. "Lo siento, querida, pero Dev y yo tenemos un pequeño asunto más que tratar. ¿Os importaría retiraros? Mañana tendremos un día ocupado, con la cena de compromiso."

"Supongo que ya es tarde. ¿Tú que dices, Harriet, te gustaría retirarte a dormir? Tal vez Dev pueda llevarnos mañana de excursión."

Harriet asintió en silencio, para desesperación de su madre, y retrocedió cuando Lord Devine le tomó la mano y se la besó.

"Entonces nos daremos las buenas noches, caballeros."

Tan pronto la puerta se cerró tras ellas, Sir Henry dejó escapar un suspiro. "Pensé que nunca acabaría de pasar esta noche."

Lord Devine tomó otro pellizco de rapé. "Paciencia, querido amigo, todavía tendremos que esperar a que se acomoden en sus dormitorios."

Al fin decidieron que había llegado el momento, y Lord Devine condujo a Sir Henry escaleras arriba, a su propio dormitorio. Aunque la esclava estaba la mayor parte del tiempo confinada en la pequeña antesala unida a sus habitaciones, había dado órdenes de que le esperase en su habitación al final de la noche.

Abriendo la puerta, hizo pasar a Sir Henry a la habitación. La visión que se encontraron los ojos de Sir Henry le hizo quedarse con la boca abierta. Allí, delante de la chimenea de Dev, había una mujer desnuda, sentada en los talones. Y que mujer. Parecía una diosa dorada, con olas de lustroso pelo rubio cayendo en cascada sobre sus hombros. Una gruesa cadena de oro le rodeaba el cuello y, sorprendentemente, a esta cadena estaba enganchada una correa atada a un gancho de la pared. Avanzaba sus orgullosos pechos, y oscilando en los pezones había dos anillos de oro. Sus ojos bajaron desde el estómago plano hasta el monte de Venus, que estaba completamente afeitado, la raja claramente visible. La sorpresa en los ojos azules de ella cuando le vio, pronto fue reemplazada con otra expresión que no podía entender.

Sir Henry intentó mover la boca unas cuantas veces, pero no pudo emitir sonido alguno. Dev le dio una palmada en la espalda. "¿Me creéis ahora, Henry?"

Asintió y lanzó a Devine una mirada casi de súplica. Su señoría entendió la mirada y le dio un empujón. "¿A qué esperáis hombre? Tomadla."

Sir Henry, por fin, encontró su voz. "¿Querrá...?"

"¿Querrá teneros? Os tendrá de cualquier forma que gustéis. Date la vuelta para mi futuro suegro, esclava, y muéstrale a quién perteneces."

Sir Henry vio como la mujer se ponía a cuatro patas y se daba la vuelta. Colocó la frente en el suelo, elevando el culo en el aire.

Al notar algo en su cachete izquierdo, Sir Henry se movió para tener una visión más cercana.

Claramente grabado a fuego en el culo de la mujer estaba la divisa reconocible de la Casa de Devine. Miró rápidamente a Dev, que sonreía orgulloso de su propiedad.

Dios mío, no le estaba engañando. Era el propietario de la muchacha.

Devine le dio otro empujón a Sir Henry. "Adelante, disfrutad."

Sir Henry se lamió los labios. "¿Os quedaréis a mirar?"

"Lo haré si no os importa. Normalmente me gusta asegurarme de que cumple sus deberes adecuadamente. Una vez que entendáis como manejarla y de lo que es capaz, me encantará que la tengáis en privado mañana por la noche, si lo deseáis."

Sir Henry ya se estaba soltando los pantalones. "No me importa en absoluto. Es un hermoso ejemplar, Dev. ¿Puedo llevarla de la correa?"

"Faltaría más."

Sir Henry se acercó a la esclava y le dijo que se diera la vuelta. Se adelantó para soltar la correa del collar, que ahora veía que estaba permanentemente soldado rodeándole el cuello. Sus dedos le acariciaron la suave piel de la garganta y luego bajaron hasta los pechos. Tenía unos globos adorablemente redondeados, grandes, pero no demasiado pesados. Pasando las palmas por la suave extensión, los juntó y observó como los anillos dorados tintineaban suavemente. Tomó los anillos con los dedos y empezó a tirar de ellos. Los pezones de la esclava ya estaban duros, pero bajo el suave tirón sobresalieron aún más. Los chasqueó con la lengua y la esclava dejó escapar un jadeo.

Lord Devine se acomodó en una silla en un rincón, para observar como su futuro suegro descubría a su esclava. Si desobedecía o le avergonzaba aquella noche lo pagaría con el látigo. Esperaba que le hubiera quedado claro cuando sus airados ojos azules se volvieron hacia él, al ver a Sir Henry entrar en la habitación. La respuesta de su mirada fue severa y fría, emitiendo una silenciosa advertencia. Ahora parecía completamente sumisa y obediente. En este momento, una vez que la fiesta estaba en marcha, no podía controlarse. Esa era la razón por la que era una esclava tan buena pese a su naturaleza rebelde. La había entrenado tan bien, que se excitaba con el toque más suave. Y una vez excitada, parecía olvidar las protestas ante el tratamiento. De hecho le encantaba el tratamiento. Incluso aunque ella no se diera cuenta, Lord Devine lo notaba. Sir Henry se había tumbado en la cama, se había bajado los pantalones y empujaba a la esclava entre sus rodillas. Era un hombre grande, y su pene hacía juego con su tamaño. Oscilaba pesadamente ante el rostro de la esclava.

"Tómalo en la boca, muchacha."

Sophia abrió bien la boca para acomodarse a su circunferencia. Le llenó la boca y empezó a embestir contra el fondo de su garganta. Sophia relajó la garganta y tragó. Él estaba sorprendido al sentir que la polla bajaba por la garganta. Le dieron arcadas unas cuantas veces, pero se metió todo lo que pudo de él en la boca.

Él se retiró y se dejó caer de espaldas en la cama, llevándola con él. La empujó para que se sentara y la hizo montarle a horcajadas. Empezó a apuntar hacia su agujero del amor y descubrió el anillo dorado que había en su brote. Dev había pensado en todo.

"Levántate muchacha, y siéntate en mi polla."

Cuando se deslizaba por él, le agradó descubrir que ella ya estaba húmeda. Su gran estructura se afanaba bajo ella, mientras gritaba, "Móntame, muchacha, móntame."

Se levantaba y se dejaba caer sobre la polla una y otra vez, golpeando el culo contra los muslos. Sir Henry sabía cómo conseguir la máxima diversión, y se salió una vez más.

"Ahora ven aquí arriba y ahógame con esas tetas tuyas." La esclava gateó por su cuerpo e hizo oscilar los pechos en su cara. Él disfrutaba viéndoles balancearse por encima de él, restregándose ocasionalmente contra su rostro. Luego agarró con los dientes uno de los anillos de los pezones y tiró hacia él. Chupándole primero un pezón, luego el otro, trasladó sus grandes manos al culo de ella y la azotó, alternando un cachete y el otro. Ella empezaba a estar caliente, retorciéndose encima de su cuerpo. Le agarró el culo con ambas manos para detener su movimiento, mirando por encima del hombro a Devine que observaba desde el rincón. "¿La recibe en el culo, Dev?"

Sus blancos dientes brillaban en la semioscuridad. "¿Vos que creéis?"

Sir Henry se rió, "Creo que habéis conseguido una putilla calentona. Para ti será a cuatro patas, muchacha."

La esclava gateó a la posición, como si no pudiera esperar. Sir Henry se contoneó tras ella, la enorme polla palpitando ahora de necesidad. "No quiero dañar vuestros bienes, Dev. ¿Podríais pasarme, por favor, aquel tarro de crema?"

Lord Devine le pasó el tarro abierto y Sir Henry sacó un montoncito en los dedos. Luego se untó la polla generosamente con aquello, y clavó tres dedos lubrificados en el culo de la esclava. Ella le apretó los dedos antes de dejarlos salir. La penetró lentamente, disfrutando del espectáculo de su capullo ensanchándose. Le sorprendió la facilidad con que acomodó su grueso vástago. Avanzó más y más, hasta que se sumergió en sus intestinos. Mientras empezaba a bombear, pasó la mano alrededor para tirarle del anillo del clítoris. Tenía los labios hinchados y calientes. Llegó al clímax en cuestión de minutos, clavando el culo hacia atrás contra él. Él explotó dentro de ella, se salió y siguió soltando su chorro por la espalda abajo y los cachetes enrojecidos del culo. Dejándose caer un poco hacia delante, le restregó el chorro por la espalda y el culo.

Murmuró, para nadie en especial, "Un hermoso ejemplar, un hermoso ejemplar verdaderamente."

Lord Devine se levantó bruscamente. "Realmente parece como si vos supierais manejarla. Podéis disfrutarla en la intimidad de vuestro propio dormitorio mañana por la noche. Os la enviaré cuando estéis listo para retiraros."

Sir Henry se dio la vuelta para levantarse de la cama y recuperó los pantalones y las botas que se había quitado. "Seréis un estupendo yerno, Dev."

Lord Devine se miró las uñas. "Si la esclava sigue conmigo durante mi matrimonio, os la mandaré cada vez que me visitéis."

Mirando a la putilla que estaba sobre la cama, con sus efluvios todavía brillándole en la espalda y la huella de su mano todavía marcada en el culo, dijo, "Me aseguraré de que siga con vos durante el matrimonio."

Dev dijo con suavidad, "Esto es un suegro comprensivo."

Cuando salió de la habitación, Lord Devine le habló a su esclava. "Te has defendido muy bien esta noche. Has disfrutado con esa gran polla en el culo, ¿verdad?"

Sophia le miró frunciendo el ceño y él se rió. "No puedes ocultarlo, esclava. Es algo que puede ver todo el mundo. Ahora ven y atendamos mis necesidades antes de que me retire."

Al día siguiente la fiesta siguió con una excursión, a la que siguió una suntuosa fiesta de compromiso a la que fue invitada toda la zona. Los invitados estaban de acuerdo en que si el compromiso no hacía de Harriet exactamente una novia cándida, tenía un comportamiento agradablemente recatado. Sería un buen contrapunto para Lord Devine.

El padre de la futura novia estaba en buena forma. Jovial y relajado, estaba claramente satisfecho de prometer a su hija con Devine.

La noche se prolongó un poco. Cuando finalmente la casa quedó en silencio, Daisy condujo a Sophia a las habitaciones de Sir Henry y llamó suavemente a la puerta. Él contestó rápidamente e hizo pasar a la esclava a su habitación, despidiendo a su acompañante. Le pasó las manos por el cuerpo desnudo, con los ojos brillantes ante lo que anticipaba. Tenía toda la noche para jugar con ella. La noche era un poco fría de modo que la empujó hacia su cama. Agarrándola del pelo y metiéndola bajo las mantas, le empujó el miembro contra la cara hasta que ella lo tomó en la boca.

Mientras se instalaba, disfrutando de la sensación de aquella dulce lengua en sus huevos, la puerta que conectaba sus habitaciones con las de su esposa se abrió. Aquella mujerona llenó la puerta, la vela proyectaba en su rostro una luz espantosa. Sir Henry se quedó helado. Si la putilla dejaba de bombear la cabeza arriba y abajo, tal vez su esposa no lo notara. Pero no podía parar. Sir Henry no se daba cuenta y Lord Devine había olvidado decirle que la esclava estaba entrenada para seguir chupando sin que importara nada, hasta que su amo del momento le dijera que parase.

Lady Caldwell miró la colcha llena de bultos. ¿Qué estaba pasando allí abajo? Dio dos zancadas hacia delante y arrancó la colcha de la cama. La vela puso al descubierto una masa de rizos dorados plantada entre los peludos muslos desnudos de su marido. Emitió un grito ahogado y agarró un puñado de los rizos, arrancando en el proceso la boca de la criatura del miembro de su marido. Un par de ojos asustados la miraron, y abofeteó rotundamente el rostro de la furcia. Mientras la mujer dejaba la cama tambaleándose, Lady Carlton le soltó unas cuantas palmadas más en el trasero desnudo.

Sir Henry se miró el mustio miembro antes de encontrarse con la cólera del rostro de su esposa.

Lady Caldwell, Sir Henry y Harriet abandonaron la casa a la mañana siguiente temprano. Cuando Lord Devine ayudó a Lady Caldwell a subir a la carroza, sus ojos airados le abrasaron.

"Podéis tener amantes, Mi Señor, pero no dejaré a mi hija expuesta al libertinaje que se ha adueñado de esta casa. Mejor será que esa criatura se haya ido la próxima vez que hagamos una visita a Devine Point."

Lord Devine sonrió suavemente e hizo una acusada reverencia a su futura suegra. Se quedó mirando pensativo tras la partida del carruaje y volvió a la casa para conseguir un completo informe de su esclava.