Apuesta de deseo, Cap. 4

Experiencias en Londres

Capítulo Cuatro

La casa urbana de Londres era un hervidero. Era el final de la estación en Londres, y Lord Devine se trasladaba a su casa de campo de Kent. Sería mucho más fácil mantener a su esclava en el relativo aislamiento de la casa de campo. Había tenido esclavas en la ciudad anteriormente, en París, pero Londres era diferente. Se había presentado sin avisar ante ella en numerosas ocasiones para ver sus progresos.

No la tocaba para nada excepto para recorrer orgullosamente su divisa, que ahora embellecía firmemente su culo. Los criados la habían tratado con el máximo cuidado, siguiendo sus órdenes, y estaba bellamente cicatrizada. Exhibía una expresión de aspecto ligeramente huraño en torno a la boca desde que la habían marcado, pero se ocuparía de eso. Pronto volvería a saber cuál era su sitio una vez que estuvieran en el campo, y pretendía que empezara con las lecciones en el propio viaje.

Tres carruajes harían el viaje hasta la costa sur. El primero llevaría a su señoría y su esclava, con el ayuda de cámara sentado en el pescante con el cochero. El segundo carruaje llevaría sus bolsas y algunos criados, y el tercer carruaje transportaría unas cuantas bolsas más y un par de criados varones, armados contra los salteadores y ladrones. Mantenía un equipo completo de criados en su casa de campo, pero siempre llevaba con él a la señora Logan, y esta vez se llevaba a Daisy puesto que se estaba ocupando de las necesidades de su esclava.

Entró majestuosamente en sus aposentos para ver si la esclava estaba preparada para el viaje. No había mucho que preparar. Viajaría completamente desnuda a excepción de una capa negra echada sobre el cuerpo y un par de zapatillas en los pies. Estaba de pie en el centro de la habitación mientras la señora Logan le colocaba adecuadamente la capa.

"Esta lista, Mi Señor."

Sophia dijo lo que pensaba. "¿Pararemos a cambiar de caballos, Mi Señor?"

Lord Devine se detuvo y se dio la vuelta, en sus labios jugueteaba una peligrosa sonrisa. Se acercó a ella y la miró fijamente a la cara.

"Esclava, te estás volviendo demasiado atrevida últimamente. No te corresponde dirigirte a mí como 'Mi Señor.' No eres de la misma clase que mis criados. Tú siempre tienes que dirigirte a mí como 'Amo.' Más aún, no es de tu incumbencia preguntar por mi modo de viajar."

En la boca de Sophia se formó una expresión de testarudez. "Es solo que no tengo ropa puesta. ¿Tengo que entrar con esta capa en una posada de carretera en un día cálido como este... Amo?"

"Llevarás lo que te diga que lleves a donde te diga que lo lleves. ¿Queda claro?"

Bajó los párpados. "Sí, Amo."

"Eso está mucho mejor. Señora Logan, llévela a mi carruaje y súbase al suyo. Daisy ya la está esperando allí."

Sophia siguió a la señora Logan afuera, frente a la casa, hasta los carruajes que esperaban. La señora Logan la condujo al primero, magnífico, con altas ballestas, decorado en negro y oro. No se escapó a la observación de Sophia que grabada en el lateral del carruaje había una enorme D con adornos y las hojas de la familia. Exactamente el mismo dibujo que ahora cosquilleaba el culo de Sophia.

Saltó al carruaje y pronto la siguió Lord Devine, colocándose frente a ella, con la cabeza inclinada hacia atrás y los ojos cerrados. Ella colocó las manos sobre el asiento de fino cuero mientras el carruaje se tambaleaba hacia delante. Después de que el cochero hubiera atravesado las concurridas calles de Londres, Lord Devine abrió los ojos mirando directamente a Sophia.

"Déjate la capa enganchada al cuello, pero ábrete lo demás."

Sophia no vaciló ante su orden porque empezaba a hacer un calor sofocante en la carroza.

"Ahora enróllate el faldón de la capa alrededor de la cintura y coloca el culo desnudo sobre el asiento."

De nuevo siguió sus instrucciones, consciente ahora de que sus días de inactividad se habían terminado.

Él aprobó con la cabeza. "Separa las piernas."

Sophia abrió las piernas para él, y él miró su pubis recién afeitado.

Cerró los ojos de nuevo. "Sigue en esa posición aunque me duerma."

Sophia suspiró e intentó colocarse todo lo cómodamente que pudiera en su nueva posición.

Tras varias millas de viaje, Lord Devine se despertó de su siesta. Los rosados labios inferiores de Sophia saludaron su visión, y sintió que la polla se le endurecía. Se movió hacia delante en el asiento y le dijo que se pusiera de rodillas delante de él.

La carroza era grande, pero el asiento todavía le presionaba la espalda cuando Sophia se puso de rodillas frente a Lord Devine.

"Suéltame la polla, esclava."

Sophia avanzó las manos y le desabrochó los pantalones, dejándole libre la polla. Le agarró los huevos y empezó a lamerle el dardo. Él suspiró y se echó hacia atrás en su asiento. Era un viaje largo y no tenía prisa. Disfrutó de la sensación de los labios y la lengua sobre la polla, pero mantuvo la atención en el escenario exterior que se mostraba por la ventana para distraerse. No necesitaba explotar tan pronto.

Sophia le trabajó con la boca y la lengua, pero no parecía inclinado a llegar al clímax. La mandíbula empezaba a dolerle cuando de repente la carroza frenó para detenerse. Cuando empezaba a retirarle la boca, Lord Devine la agarró del pelo y volvió a clavársela. "No te he dicho que pares."

Al poco rato Perkins saltó del pescante y se acercó a la ventanilla. Lord Devine le miró imperturbable y su esclava siguió trabajándole la polla. Perkins miró hacia abajo y volvió la mirada apresuradamente hacia el rostro de su señoría.

"Es la tercera carroza, Mi Señor. Parece que se le ha ido uno de los ejes."

"Estamos cerca de Carlton, ¿verdad?"

"Sí, Señor."

"Pararemos allí y mandaremos a alguien de vuelta con materiales para la reparación. Necesitamos refrescar los caballos en cualquier caso y tomar nosotros algunos refrescos. Díselo ahora y continuemos."

"Sí, Mi Señor." Perkins lanzó una mirada más a la cabeza rubia que bombeaba de arriba abajo entre las piernas de su señoría. Algunos, ciertamente, sabían cómo viajar con estilo.

La carroza se puso de nuevo en marcha, y por fin Lord Devine disparó en su boca. Inspeccionó el chorro en la boca pero no le dejó que lo tragara.

"Déjate eso en la boca un rato, así podrás mantener contigo el sabor de tu amo. Tienes algunas lecciones difíciles delante, mi pequeña esclava."

Sophia mantuvo en la boca el cálido líquido mientras se recolocaba en el asiento frente a él. Los botes de la carroza lo hacían chapotear por toda la boca, y alguna parte se escurrió por la garganta.

No había terminado con ella. "Ahora vamos a poner en condiciones ese pequeño clítoris tuyo. Levanta los pies hasta mi asiento, uno a cada lado de mí. Baja las manos, sepárate los labios con los dedos y estimúlate con los otros dedos. Mantén mi chorro en la boca. Cuando llegues al clímax podrás tragarlo."

Sophia se colocó las manos entre las piernas y empezó a trabajar. Cuanto antes llegara al clímax, antes podría tragarse este asqueroso líquido que tenía en la boca. Su trasero empezó a botar sobre el asiento de cuero, el sudor que le provocaba el calor lo ponía resbaladizo. Apuntaló los pies contra el asiento de Lord Devine para evitar resbalar. Justo cuando el calor empezaba a extenderse por sus entrañas le agarró las manos.

"Todavía no. Estoy disfrutando mucho del espectáculo."

Sophia jadeó y se estremeció, escapándosele de los labios un poco de la efusión de Lord Devine. Había estado tan cerca. Le sujetó con firmeza las muñecas mientras ella se restregaba el trasero contra el asiento, manteniéndose en un elevado estado de excitación. Él se rió y le soltó las muñecas. "Adelante."

Se pasó las manos ansiosamente entre las piernas y llegó al clímax en cosa de segundos. Mientras se retorcía en el asiento tragando el líquido, la carroza hizo una parada y los palafreneros empezaron a merodear mirando los caballos y a los nuevos y adinerados huéspedes. Uno de ellos abrió la puerta de la carroza justo cuando ella acababa de abrocharse la capa. El muchacho abrió ostensiblemente los ojos ante aquella visión rubia que tenía delante, vestida de la cabeza a los pies con una pesada capa negra en un cálido día de verano. Lord Devine saltó el primero de la carroza y dejó que el muchacho ayudara a bajar a su esclava. Ella le siguió insegura hasta la cochera, mientras el cochero de Devine les gritaba las instrucciones a los mozos.

El propietario se adelantó, frotándose las manos.

"¿Qué va a ser, Señor?"

"Sus muchachos ya me están revisando los caballos. Algunos refrescos para mis criados, por favor, y necesitaré una sala privada. Mándeme un ligero refrigerio, una botella de vino y una botella de jerez."

El posadero asintió, dando instrucciones a su propio personal mientras conducía a Lord Devine y a Sophia a una sala privada.

"Espero que sea de su agrado, Señor. Es nuestra mejor habitación."

"Servirá estupendamente. Mándeme los refrescos. Voy a detenerme solo el tiempo necesario para que arreglen mi tercera carroza."

"Claro, Señor."

Lord Devine dio una vuelta por la habitación y abrió la ventana para dejar entrar la ligera brisa. "Puedes quitarte la capa."

Sophia le miró, sin entender sus palabras.

"Quítate la capa."

"P-pero estoy desnuda."

Levantó sus cejas oscuras, formando en sus labios una leve sonrisa. "Ya me estás empezando a enfadar. Si tengo que repetírtelo una tercera vez pasarás el resto del viaje evitando tus nalgas doloridas."

Sophia se desabrochó la capa, se quitó las zapatillas y se quedó vacilante en medio de la habitación. Lord Devine se arrellanó en la silla más cómoda de la sala.

"Puedes sentarte a mis pies. Con las piernas dobladas debajo de ti, los brazos enganchados por detrás, el pecho hacia delante, la cabeza alta."

Sophia siguió sus instrucciones, preguntándose qué iba a pasar. Pronto tuvo la respuesta. Lord Devine gritó, "Adelante," tras una discreta llamada a la puerta. Entró tambaleándose en la habitación una muchacha del servicio, con una bandeja cargada de un surtido de comida fría, quesos, pan y fruta. Al ver a la mujer desnuda sentada a los pies del caballero casi deja caer la pesada bandeja.

Lord Devine ni siquiera parpadeó. "Coloque aquí la bandeja." La criada puso la bandeja en la mesa que le indicaba delante del caballero, sin apartar la vista de la mujer desnuda. Era tan hermosa, obviamente una dama. ¿Por qué estaba allí sentada de aquella manera? Sabía que estaba fuera de duda la calidad del personaje, y que se trataba de un miembro de la nobleza a juzgar por la carroza y los criados. Los ojos de la mujer miraban más allá de ella, con un leve sonrojo en sus mejillas de un blanco cremoso. La criada colocó los platos y fuentes, haciendo una reverencia a Lord Devine antes de abandonar la habitación.

Sophia se mantuvo inmóvil mientras Devine se tomaba el refresco. Cuando terminó colocó un plato delante de Sophia y le dijo que empezara a comer. Cuando Sophia empezó a usar las manos para tomar la comida, dijo, "No, eso se acabó. Come como la mascota que eres."

De modo que, una vez más, se inclinó hacia delante sobre el plato para comer. Mientras lo hacía, varias de las muchachas del servicio se habían agolpado alrededor de la ventana mirando hacia dentro a la mujer desnuda y hermosa. La criada que había atendido a Lord Devine y a su fascinante criatura no había perdido tiempo en extender su historia entre las otras criadas. Cuando él miró hacia la ventana las muchachas se echaron atrás, pero él les sonrió y les hizo señas de que siguieran allí. Varios minutos más tarde sonó un golpe en la puerta de la sala.

"Adelante."

La criada primera y dos de sus compañeras entraron tímidamente en la habitación. Miraron abiertamente a Sophia, que ahora estaba lamiendo su fuente de vino. Miró hacia arriba y se detuvo.

"Pasad. Cerrad la puerta. ¿Os gustaría observarla?"

Las tres asintieron simultáneamente, y Lord Devine le dijo a Sophia que se levantara y se acercara a las criadas. Todavía estaba furiosamente sonrojada cuando caminaba hacia las mujeres. Miraban con ojos bien abiertos su desnudez y dejaron caer la vista hacia su montículo afeitado y se rieron nerviosamente.

"Date la vuelta, esclava, y muéstrales a quién perteneces."

Sophia solo estaba feliz de escapar de aquellos ojos inquisidores y asombrados.

"Inclínate ligeramente para que puedan echar un buen vistazo." Sophia se dobló por la cintura y las mujeres se acercaron más, viendo la gran D grabada a fuego en el culo de la mujer. Una de las criadas les cuchicheó a las otras.

Lord Devine sonrió con insospechada cordialidad. "Habla. No hay secretos en esta habitación."

La criada hizo una reverencia. "Decía, Mi Señor, que es la misma divisa que hay en la hermosa carroza de fuera."

"Así es. Ambas son de mi propiedad. ¿Te gustaría tocarla?"

La criada asintió y empezó a adelantar los dedos. Al sentir el tacto de la muchacha en el culo, Sophia saltó hacia delante.

Lord Devine frunció el ceño. "Tienes que disculpar a mi esclava. Ha tenido unas pequeñas vacaciones y necesita urgentemente un entrenamiento adecuado ahora mismo. Ahora quédate quieta, esclava, y deja a esta muchacha del servicio, y a las otras, que te toquen la marca de fuego. Trataremos en breve tu impertinencia."

Sophia se armó de valor mientras, una tras otra, las tres criadas recorrían la D grabada en su culo con los dedos. Una de ellas la pellizcó ligeramente, y las tres se rieron.

"Ahora ¿cómo os gustaría tratar su insolencia de antes?"

La criada movió la cabeza confundida.

"Cuando eras pequeña, ¿te daban tu madre o tu padre con una paleta por tu mal comportamiento?"

Ella asintió vigorosamente, "Oh, sí, mi señor, me dieron unas cuantas veces."

Replicó él, "Entonces tal vez eso sea lo que merece el mal comportamiento de hoy de mi esclava."

Las mujeres asintieron entre risas. Mandó a una salir a buscar la paleta adecuada, mientras las otras dos seguían tocando la marca de Sophia. A medida que su descaro aumentaba empezaron a restregarle el culo, a pellizcarla e incluso a administrarle un par de palmadas. Sophia apretó los ojos. La humillación que sentía no era culpa suya, pero lo que no podía explicar era el calor que sentía entre las piernas. Iba a tener que controlar aquello si tenía que pasar por esto con un resto de dignidad.

La criada volvió con una tabla de cortar, de madera con mango. Lord Devine aprobó su elección y ordenó a su esclava que se colocará en el sofá con el trasero en alto.

Hizo una seña a la criada. "Puedes comenzar."

En su salida en busca de la paleta, la criada no había podido evitar contar a los otros criados lo que estaba pasando en la sala azul, con el caballero elegante y su "esclava." Para entonces unos cuantos de los mozos de cuadra y palafreneros se agolpaban en la ventana, y el grupo seguía creciendo. Miraban a la mujer doblada en el sofá, su culo redondo y hermoso, con la marca de su señor en él, preparado para una azotaina.

Consciente de la audiencia, y de su repentina ascensión a una situación de poder, la criada bajó la paleta con fuerza sobre el culo de la esclava. La fuerza empujó la pelvis de Sophia contra el sofá.

Su amo no la iba a perdonar en absoluto. "Da las gracias apropiadamente a tu ama, esclava."

Sophia dijo suavemente, "Gracias, Ama."

Esto solo sirvió para alimentar la sensación creciente de importancia en la criada, y el siguiente palmetazo fue aún más fuerte. La esclava repitió de nuevo, "Gracias, Ama."

Una y otra vez la criada estrellaba la paleta sobre el culo de Sophia, mientras la multitud murmuraba su aprobación y Sophia daba las gracias por su humillación. Retorciéndose contra el sofá, Sophia intentaba apagar el calor que se extendía y palpitaba entre sus piernas. Inconscientemente empezó a restregarse los pechos contra el sofá, los pezones estimulados por el material basto. Oh Dios, aquello tenía que acabar pronto.

Lord Devine, viendo el rostro de su esclava supo lo que estaba en camino y soltó una suave risita. Iba a humillarse aún más ella misma, y no necesitaba ni levantar el dedo. Le hizo una señal a la criada para que parase, y durante un instante Sophia pensó que iba a tener un descanso. Entonces él habló.

"Has hecho un trabajo minucioso castigando a mi esclava. Puedes apiadarte un poco de ella y darle un masaje en su caliente trasero."

A Sophia se le cayó el alma a los pies cuando la criada dejó a un lado la paleta, se colocó detrás de ella y le puso las manos en su trasero abrasado.

"Ooh, está caliente." Agarró los cachetes de Sophia con ambas manos y empezó a pellizcar y dar masajes a la piel abrasada. Permitió que las puntas de sus dedos frotaran la raja de Sophia de vez en cuando, hasta que la esclava empezó a retorcerse y agitarse bajo su contacto. Usando dos dedos pellizcó el pequeño brote sobresaliente y palpitante de la esclava. Sophia pegó un salto. A la criada le divertía mucho, y al no recibir otra cosa que ánimos del elegante caballero, volvió a hacerlo. Una segunda vez era todo lo que podía soportar. Sophia levantó la cabeza y gritó mientras corcoveaba bajo las manos de la criada, con el culo rojo ahora ondeante. Su clímax pareció jalear a los animadores de la ventana, aunque ella no pudiera saber que su actuación había provocado unos cuantos orgasmos más en el exterior de la ventana porque los hombres se acariciaban a través de los pantalones. Un joven se puso tan fuera de sí que se sacó el miembro y se puso a trabajárselo vigorosamente, sin preocuparse de que lo vieran.

Pasado el trance, Sophia se derrumbó sobre el sofá mientras las criadas se inclinaban para dar las gracias a su señoría. Lord Devine se levantó muy satisfecho. Sophia estaba todavía recuperándose cuando el propietario entró en la habitación para decirle a Lord Devine que todo estaba listo para que continuara el viaje. No estaba demasiado contento con las actividades de la tarde porque parecía que todo su personal estuviera copulando, pero ¿quién era él para discutir las maneras de las personas de calidad? Además, el hombre de Lord Devine le había pagado generosamente.

"Vamos, volvamos a la carroza y continuemos el viaje."

Sophia se levantó y agarró su capa y las zapatillas. Lord Devine se las quitó. "No, entraste como una dama misteriosa, pero saldrás como mi esclava, para que todos sepan lo que eres ahora."

Sophia levantó la cabeza y le precedió en la salida de la posada. Todos los criados se alineaban en el patio para ver la comitiva. La hermosa mujer con el pubis afeitado y el culo rojo, marcada a fuego por su amo, caminó con paso seguro hasta el coche que esperaba y saltó a su interior. Suspiraron y volvieron al trabajo.

Cuando estuvieron seguros en el coche, las lágrimas se descolgaron por los bordes de las pestañas rubias de Sophia.

"No llores, esclava, me has gustado mucho. Te mostraré cuánto."

Se liberó la polla, dura como una roca, de los pantalones. "Es mi turno de ser satisfecho."

Y una vez más, Sophia, ahora desnuda, arrodillada ante él, tomó en la boca su virilidad. Esta vez le disparó dentro casi enseguida. Ella estaba segura de que sería la última vez antes de que llegaran a su destino, pero no había entendido el deseo de su amo de someterla totalmente antes de la llegada.

Tras varias horas, él miró por la ventana. "Ahora ya no queda mucho. Estamos en mis tierras y permaneceremos en mi propiedad hasta que lleguemos a la casa. Antes de que lleguemos allí tienes que hacerte cargo de algo más." Dio unos golpecitos en la parte exterior de la carroza, que disminuyó la marcha hasta parar a un lado de la carretera. Las otras dos carrozas hicieron lo mismo. El rostro de Perkins apareció en la ventana. Lord Devine asintió y Perkins abrió la puerta de la carroza.

"¿Deseáis que salgan las mujeres, Mi Señor?"

"Como quieran. Extiende la manta a la sombra de aquel árbol."

Sophia, desnuda todavía, miraba con los ojos muy abiertos. Devine saltó abajo y se dirigió al árbol donde Perkins estaba ahora extendiendo la manta. Se sentó y apoyó la espalda contra el árbol. Luego Perkins le ofreció la mano a Sophia y la ayudó a bajar de la carroza. La llevó hasta un punto bajo el árbol, a unos pies de Lord Devine, y le indicó que tenía que ponerse de rodillas.

Sophia frunció las cejas y miró rápidamente a Lord Devine cuando los hombres de las otras dos carrozas se bajaron y aproximaron al grupo que estaba bajo el árbol. Formaron una línea detrás de Perkins que estaba de pie delante de Sophia. "Señores, sé que ha sido un viaje largo y caluroso. Van  a ser recompensados por servirme. Esclava, vas a chupársela a todos los hombres que están aquí en fila, empezando por Perkins. Se la vas a chupar cuando ellos digan que se la chupes. Cuando acabes te lo tragas y luego les das las gracias por el privilegio de habérsela chupado a término."

Sophia miró a su alrededor enloquecida por unos instantes y descubrió a la señora Logan y a Daisy mirando a una distancia de unos pies. Se levantó rápidamente y echó a correr hacia ellas. Perkins la alcanzó en un momento y la llevó agarrada de vuelta delante de Lord Devine. Este agitó con tristeza la cabeza.

"Pensé que habrías aprendido la lección sobre la desobediencia en la posada. O se la chupas a todos estos hombres o te ataré a este árbol y te azotaré con el látigo. Luego te dejaré pasar la noche aquí, después de untarte un poco de miel en las heridas para las hormigas."

El cuadro horrorizó tanto a Sophia que inmediatamente se puso de rodillas delante de Perkins.

Perkins se sacó el miembro de los pantalones y lo dejó colgando. Era cosa de Sophia cogerlo con las manos y colocarle los labios alrededor. Así lo hizo y empezó a seguir sus instrucciones. Se corrió rápidamente; lo tragó y luego le dio las gracias. Había seis hombres en total, todos con diferentes formas, tamaños, sabores y velocidades. Algunos querían que se la chupara de alguna forma particular, y otros solo querían hundírsela en la boca. Los tomó a todos, y cuando acababa, cada uno miraba con placer como ella se ajustaba a los demás. Lord Devine estaba sentado perezosamente contra el árbol, mordisqueando una hierba, disfrutando de su propia generosidad.

Cuando terminó de servir a todos los hombres, permaneció arrodillada esperando nuevas instrucciones. Lord Devine se colocó tras ella y la agarró del pelo, empujándola contra sus pies. "Ahora por ese arranque de impertinencia, echa la mano atrás y recorre la inicial del culo." Sophia lo hizo. "¿Qué letra es?"

"E-es una D, Amo."

"¿Y qué significa esa D?"

"La Casa Devine."

"¿Y quién es la Casa Devine?"

"Vos, Amo."

"¿Y qué significa eso?"

"Significa que os pertenezco, Amo."

"Exacto, esclava. Me perteneces. Eres mía. Harás lo que te ordene y lo harás sin vacilación. Ahora inclínate y agarra esa rama."

Sophia agarró la rama que estaba delante de ella, sacando el trasero que estaba todavía rojo y dolorido de los paletazos de la criada. Su amo le colocó las manos sobre los cachetes y los separó bien. Todos los criados, incluidas las dos mujeres, se agolpaban para ver. Sophia sintió la cabeza de la polla de su amo en el ano. Sin ninguna lubricación, sin hacerlo fácil, le clavó a fondo la polla en el culo. Ella gritó de dolor, mientras él la embestía. Siguió su asalto, golpeando los huevos contra su culo con el vigor de sus embestidas. Con un gruñido se dejó ir y luego la sacó. Sus efusiones rezumaban del culo y le acarició la piel, recorriendo el trazado de la D.

"Señora Logan." La leal mujer se aproximó con una bolsa que abrió. Sacó un falo enorme y se puso un guante en la mano. Luego untó el falo con la crema de un frasco y le pasó el falo a Lord Devine.

"Esto es lo que tienen que sufrir las esclavas desobedientes." Le clavó el falo en el dolorido agujero y le dijo que se levantara. Todos miraban el saliente de su culo, algunos se reían del cuadro que ofrecía, o tal vez es que supieran lo que se avecinaba. Lentamente Sophia empezó a sentir una sensación de quemazón, de picor dentro de su ojete. Se tensó y luego se retorció como si fuera a sacárselo.

"Harás el resto del viaje con eso clavado en tu hermoso culo. También te sentarás encima, de modo que no haya posibilidad de que se descoloque." Sonrió amablemente al grupo y todos volvieron a las carrozas con Sophia saltando y agitándose delante de ellos.

Fiel a su palabra, colocó a Sophia en el asiento frente a él, sentada erguida con el ofensivo falo sujeto a su agujero. Durante el resto del viaje observó divertido como su esclava se retorcía y se agitaba en su asiento, intentando evitar el picor de su ojete.

La carroza frenó su marcha y Sophia vio por la ventana una impresionante estructura estilo Tudor. Los criados empezaban a salir de la casa para dar la bienvenida al hogar a su señoría.

Lord Devine sonrió hacia Sophia, "Bienvenida a casa, esclava."