Apuesta de deseo, Cap. 2
Primeras sesiones de entrenamiento
Capítulo Dos
El carruaje de Lord Devine se detuvo ante una casa urbana grande, imponente. La condujo él mismo dentro de la casa y escaleras arriba, todo su personal llevaba mucho tiempo durmiendo. Le siguió hasta sus habitaciones con los ojos muy abiertos. ¿Qué le pediría esta noche? Sus temores se quedaron sin contestación, porque arrojó una manta delante de la chimenea y se la señaló.
"Esta noche duermes allí. Mañana buscaré un colchón o un jergón para el rincón y te quedarás allí. Quiero que estés en mi dormitorio pero no en mi cama."
Sophia no sabía si sentirse enojada o aliviada. ¿Era ella un perro para dormir en el suelo? Se envolvió en la capa empapada de lluvia y se arrebujó en el suelo delante del fuego. Al instante Lord Devine estuvo a su lado quitándole la capa del cuerpo.
"Oh no, esclava mía, en esta casa permanecerás desnuda. El fuego te calentará lo bastante, y pronto habrá otras actividades que te proporcionarán calor."
Sophia se hizo un ovillo sobre la manta y, una vez que Devine se acomodó en su cama, suave y cálida, derramó lágrimas silenciosas.
A la mañana siguiente él estaba de pie sobre ella, en bata, meneándola con el pie. "Dispongo de algo de tiempo para dedicártelo esta mañana, pero mi encargado de negocios va a venir esta tarde y estaré ocupado trabajando con él durante un tiempo. Levántate ahora y ocúpate de mis necesidades."
Sophia se restregó los ojos y al cabo se dio cuenta de que todavía estaba desnuda. Intentó cubrirse con las manos, mientras la penetrante mirada de él observaba sus inútiles esfuerzos. Luego una sonrisa le arqueó los labios.
"Te acostumbrarás enseguida a la desnudez. Ahora es hora de que me laves." Señaló una gran bañera de la que salía vapor.
"Es obligación tuya bañarme por las mañanas. Encontrarás que soy un hombre muy maniático, y prefiero el contacto de una mujer."
Se despojó de la bata y se metió en la bañera, indicándole a Sophia que le siguiera. Apartó la mirada de su figura desnuda mientras se acercaba a la bañera.
"Enjabóname con ese paño y jabón y lávame el cuerpo."
Hizo lo que le decía y empezó a restregarle la espalda con el paño, subiendo hasta los hombros. Le lavó los brazos y le enjabonó el pecho, bajando hasta el estómago. Bruscamente pasó luego a las piernas. El paño quedó colgando sin uso en sus manos cuando terminó con las piernas y los pies.
"Vamos, esclava, hay otras zonas más que lavar."
Probó a llevar el paño abajo, entre las piernas y le restregó el miembro, que se estaba poniendo duro. Luego le lavó el trasero y afortunadamente terminó. Él se levantó y le secó con la toalla delante del fuego crepitante.
"Tu primera lección empieza esta misma mañana. Arrodíllate delante de mí, tómame los huevos en la palma de la mano y empieza a lamerme la polla."
Sophia se puso roja brillante ante su lenguaje. Nunca antes había oído semejantes palabras. Como dudaba, la palma de la mano de él le cruzó la mejilla. Cayó hacia atrás sin aliento.
"Parte de tu proceso de entrenamiento, esclava, es reaccionar inmediatamente a cualquier cosa que te diga que hagas. Perdona mi brutalidad, pero la evitarás con tu propia diligencia." Luego le repitió las instrucciones.
Con los ojos escociéndole de lágrimas, Sophia se levantó y agarró con cautela el saco con la mano. Luego él tomó una paleta de la mesa.
"Esto facilitará tu aprendizaje. Cada movimiento erróneo hará que te ganes un paletazo en el trasero. De esta forma aprenderás rápidamente que hacer y cómo hacerlo correctamente. Soy muy bueno también entrenando a mis caballos."
Sophia dejó pasar ese último comentario mientras sacaba la lengua y le tocaba el pene con ella. ¡Plaf! La paleta se estrelló en su trasero.
"Empieza en la base y vete subiendo."
Su lengua tocó la zona donde el saco se unía con el pene y la lamió hacia arriba un trecho corto; todavía sabía a jabón. Plaf. "Recorre todo el dardo con la lengua." Plaf. "No me toques todavía la cabeza de la polla." Plaf. "Empieza otra vez desde abajo, desde otro punto." Plaf. "No tan suave." Plaf. "No me sueltes los huevos." Plaf. "Ahora métete los huevos en la boca." Plaf. "De uno en uno." Plaf. "No tan brusco." Plaf. "Ahora usa la lengua." Plaf. "Ahora métete la cabeza en la boca." Plaf. "Chúpala." Plaf. "Métete todo el dardo." Plaf. "Más." Plaf. "Más." Plaf. Plaf. Plaf.
Le palmeó el culo mientras bombeaba en su boca. Soltando un gruñido sordo, se estremeció, y luego le soltó su cálida efusión dentro de la boca. "No te lo tragues. Déjatelo en la boca." Sophia intentó cerrarse la garganta mientras el líquido se le escurría por la lengua. Cuando él estuvo listo le deslizó el pene fuera de la boca y un pequeño hilillo de fluido se le escapó por la comisura.
"Enséñamelo." Ella abrió bien la boca mientras le inspeccionaba los jugos almacenados en la boca. "Ahora puedes tragártelo, esclava. Ahora ven y límpiame con la lengua para que pueda llamar a mi ayudante y vestirme." Le lamió de nuevo por todas partes, incluidos los huevos.
"Date la vuelta y preséntame el culo. Me gusta ver mi obra."
Sophia se dio la vuelta, exponiendo su ardiente trasero a su inspección. Le empujó la frente contra la alfombra, ordenándole que levantara bien alto el trasero. Su piel suave estaba ahora de un rojo brillante. Le pasó la palma de la mano por la superficie para sentir el calor. No había estado demasiado mal para ser su primera sesión de aprendizaje.
Sophia se apresuró a levantarse al escuchar un suave golpe en la puerta. Lord Devine la empujó de nuevo hacia su posición previa y la azotó de nuevo. "No te tienes que mover hasta que te mande hacerlo. Quédate con tu trasero enrojecido bien alto."
Escuchó que la puerta se abría y la voz de un extraño. "¿Estáis listo para que os vista, mi Señor?"
Sophia agradecía el tener la cara vuelta hacia el otro lado mientras sentía oleadas de calor que le cubrían las nalgas. Debía ser el ayuda de cámara de Lord Devine. ¿Qué pensaría de que estuviera agachada en aquella postura, desnuda y con el trasero de un rojo encendido? No parecía estar para nada sorprendido o impresionado.
Los dos hombres dieron vueltas a su alrededor como si fuera un mueble más. "Sí, voy a cabalgar por el parque antes de que mi asesor económico venga esta tarde. Así que prepárame las botas de montar."
Los dos hombres anduvieron por la sala mientras Sophia mantenía la posición. Notó que los ojos del ayudante se volvían hacia ella de vez en cuando, pero si Lord Devine lo notó no le importó. Al final estaba vestido para montar.
"Perkins, mándame a la señora Logan aquí arriba. Tengo que darle instrucciones para hoy."
"Sí, mi Señor." El ayudante se inclinó con rigidez hasta la altura de la polla en los pantalones. Aquella era la primera vez que su amo tenía una esclava en Inglaterra, y Perkins tenía muchas ganas de que ocurriera. Su amo era un hombre generoso y si Perkins jugaba bien sus cartas tendría un trozo de aquel culo rojo que tenía delante.
Hubo otro golpe en la puerta, y esta vez se oyó una voz de mujer.
"¿Me mandasteis llamar, mi Señor?"
"Sí, señora Logan. Quiero que empiece a preparar e instruir hoy a mi nueva esclava. Como puede ver ya he empezado yo un poco esta mañana. No la canse, porque tengo grandes planes para ella esta noche; luego necesitará descansar durante varios días."
Sophia le escuchaba desconcertada. ¿Qué planes? Ambos salieron al vestíbulo donde pudo escuchar sus voces en tono bajo conversando. La puerta se abrió y volvió la señora Logan.
La alta y delgada mujer se colocó delante de Sophia y le ordenó que se sentara. Al estudiar su cuerpo desnudo se le dibujó en los labios una leve sonrisa. Parecía dedicar una atención particular a los pechos de Sophia, que eran grandes y llenos.
Avanzando la mano copó uno de ellos, sopesándolo de arriba abajo como si estuviera sintiendo su peso y consistencia. Pellizcó el pezón con las puntas de los dedos y tiró de él hacia delante, ahora con una sonrisa casi tierna en su rostro. Luego pasó al otro pecho, sopesándolo de nuevo en su palma y estrujándole el pezón. Colocando una mano en el lateral de cada pecho los empujó para juntarlos y miró la profunda grieta que se formaba. De repente los soltó y cayeron pesadamente, haciendo que Sophia mostrara un gesto de dolor.
"No sé si tu amo te ha informado de que tienes que obedecerme en todo hoy. Tienes que tratarme como si fuera tu amo y tienes que llamarme 'Ama'. ¿Entendido?"
Sophia susurró, "Sí... Ama." Seguramente el tratamiento en manos de esta mujer no podía ser peor que el que había soportado de Lord Devine aquella mañana.
"Está bien. Lord Devine desea que te prepare el cuerpo de cierta forma que corresponde a una esclava suya. Este será el primer paso." Tiró de una larga cuerda unida a una campana en una esquina y unos minutos más tarde entraban dos criadas a la sala.
"Chicas, vais a ayudarme a preparar a la esclava de su señoría."
Ambas asintieron, pareciendo incapaces de apartar los ojos de la mujer desnuda arrodillada en el centro de la sala. La señora Logan estaba muy ocupada mientras preparaba activamente ciertos artículos sobre una mesa. Luego le dijo a Sophia que se recostara sobre la cama, con las rodillas en el borde y las piernas bien abiertas. Como Sophia dudase, la señora Logan le palmeó el culo ya enrojecido con la misma paleta que Devine usó aquella mañana.
"Tu amo exige obediencia inmediata a todas sus órdenes, y esta paleta estará siempre a mano para recordarte que te muevas rápidamente."
Sophia se había equivocado en su valoración de la mujer, y gateó a la cama en la posición descrita. Una de las muchachas se le acercó y le enjabonó el montículo. Luego la señora Logan avanzó empuñando una navaja de afeitar.
"Tu amo quiere que estés expuesta en todo momento con las máximas facilidades de acceso."
Mientras hablaba empezó a rasurar el vello del pubis de Sophia.
"Chicas, levantadle las rodillas para que pueda afeitarle adecuadamente los alrededores de sus agujeros."
Una a cada lado, le levantaron las rodillas y las separaron ampliamente mientras la señora Logan la afeitaba completamente.
"Yo, o una de estas chicas, te afeitará una vez a la semana, más si fuera preciso. Tu amo lo quiere así. Hay poco más que hacer esta mañana, puesto que tu amo quiere que descanses hoy."
Hizo una seña a las muchachas y se adelantaron con tres pañuelos de colores. Le levantaron los brazos por encima de la cabeza y le aseguraron las muñecas a los postes de la cama por encima de ella. Luego, tomando cada uno de los tobillos, le separaron las piernas y ataron cada tobillo a los postes de la parte del fondo de la cama. Con el pubis afeitado, Sophia se sentía expuesta y vulnerable. ¿Iban a dejarla así?
La señora Logan se colocó entre sus piernas, alargó las manos y le pellizcó el brote que sobresalía entre los labios inferiores. Sophia contuvo el aliento y se agitó. La señora Logan esbozó una sonrisa satisfecha. "Veo que eres bastante sensible; eso le gustará a tu amo. Tienes que aprender a responder adecuadamente. Los caballeros lo esperan."
Luego hizo una seña a una de las criadas. "Daisy."
Daisy, una joven rubia y pechugona, se adelantó y se agachó entre las piernas de Sophia. Luego empezó a pasar la lengua a todo lo largo de la raja de Sophia. El trasero de Sophia corcoveó en la cama, y Daisy se volvió hacia la señora Logan que inclinó la cabeza. Daisy volvió a los labios de Sophia y empezó a pasar la punta de la lengua desde la raja del trasero de Sophia hasta la parte superior de su hendidura. Sophia se retorcía ante el tormento. No podía evitar que su cuerpo respondiera a la lengua de la muchacha incluso aunque le avergonzara. Daisy puso luego sus labios contra los de Sophia y le chupó el brote con la boca. Sophia siguió retorciéndose, sintiendo un calor peculiar ascender desde sus entrañas.
La otra criada se colocó en la cabecera de la cama y empezó a darle masajes a los pechos de Sophia. Sophia agitaba la cabeza de un lado a otro mientras la muchacha se metía el pezón en la boca y empezaba a chuparlo. Los labios de las dos criadas chasqueaban al unísono, uno en el pezón y el otro en el clítoris. La señora Logan miraba la escena con expresión de aprobación. De repente Sophia sintió que una cálida oleada de placer le inundaba el cuerpo entero. Gritó y levantó las caderas de la cama mientras una tras otra la bañaban las olas. Cuando el placer se esfumó, fue consciente de las tres mujeres que la observaban.
La señora Logan volvió a asentir. "Tus respuestas son bastante buenas. Tu amo estará contento."
Luego insertó el dedo en la vagina de Sophia y pareció satisfecha con lo que sintió. "Eres bastante cremosa, hay un montón de lubrificante aquí."
Sophia se sonrojó profundamente cuando le quedó claro a qué se refería la señora Logan.
"Ahora solo unos cuantos detalles más y te dejaremos descansar, aunque mi señor ha ordenado que una de nosotras te lleve al clímax cada pocas horas. Tu amo tiene unas opiniones un tanto progresistas. No cree en la llamada "muerte dulce". Piensa que un clímax revigoriza al hombre, y a la mujer. Encontrarás que es generoso en ese sentido."
La señora Logan tomó de la mesa un objeto fálico y empezó a impregnarlo de aceite. "Tu amo quiere que te acostumbres a estar rellena, puesto que esa será tu función primaria." Mientras hablaba insertó el objeto en la vagina de Sophia, suavemente al principio, y luego, mediante una embestida final, atravesando su virgo. Así fue como Sophia perdió la virginidad, con un objeto inanimado blandido por un ama de llaves, con dos criadas mirando con interés. Se quedó sin aliento momentáneamente por el dolor. Luego la señora Logan maniobró el objeto dentro de su vagina hasta que lo insertó totalmente.
Hizo una seña a las dos criadas, que desataron las muñecas y tobillos de Sophia. La tumbaron sobre la cama boca abajo.
"Levanta ahora las manos y las rodillas, esclava." Sophia obedeció sintiendo todavía el dolor en la vagina. Podía oír a la señora Logan tras ella, pero no podía ver lo que estaba haciendo. "Es a ambos agujeros a los que tu amo quiere tener acceso. Unas veces prefiere uno y otras veces el otro, pero siempre tendrás que estar preparada por los dos."
Luego Sophia sintió la cabeza de un objeto frío, engrasado, contra el agujero del culo. Automáticamente apretó las nalgas y recibió a cambio un severo palmetazo.
"No hagamos esto más difícil. Relájate."
Sophia simplemente no podía soltar sus nalgas bloqueadas. No quería que la invadieran de aquella manera, pero aparentemente no tenía elección. Las dos criadas le agarraron los cachetes, separándolos bien. Luego sintió un dedo explorando su agujero, preparándola para el gran asalto. A su propio pesar empujó el trasero contra el dedo. Los otros dedos empezaron a acariciarle su nódulo y a empujar el falo que ya tenía implantado en la vagina. Sintió el creciente calor, ahora ya familiar, cuando el otro falo empezó a entrar en su culo. Apretó los dientes mientras lo sentía abrirla lentamente y llenarla. Los dedos mágicos seguían haciendo su trabajo hasta que llegó de nuevo al clímax, corcoveando con el culo al aire. La señora Logan aprovechó la ventaja de la situación y le clavó totalmente el otro falo en el culo.
Las tres mujeres se pusieron en pie para ver el resultado de su trabajo. La esclava, a cuatro patas, todavía se retorcía en la cama, con sus dos agujeros rellenados firmemente con los dos falos, cuyos bordes eran visibles claramente con los labios inferiores totalmente afeitados.
La señora Logan se restregó las manos. "Ya está, es un comienzo. Tu amo estará contento. Ahora puedes descansar un rato, pero te sujetaremos adecuadamente solo para asegurarnos de que no te escaparás."
Se acercó a Sophia con un collar enjoyado, que le sujetó al cuello. Luego le enganchó una correa dorada y la hizo bajar de la cama. Llevó a Sophia de la correa hasta la chimenea y la empujó hacia el jergón que ahora estaba colocado ante ella. Sophia se tumbó y la señora Logan enganchó la correa a un gancho de la pared.
"Ahora ya eres una mascota apropiada para tu amo. Puedes descansar o dormir si te apetece. En unas horas, Daisy o Millie, aquí presentes, vendrán contigo para que puedas practicar con el clímax. Si en ese momento necesitas aliviarte te llevarán de la correa al orinal. Ahora da las gracias a tus Amas por todos los servicios de hoy."
Sophia dijo, con voz apenas audible, "Gracias, Amas."
La señora Logan gruñó. "También tienes que besarnos los pies."
Mientras Daisy y Millie soltaban unas risitas, Sophia miró hacia arriba con dureza. ¿Cómo era que tenía que aguantar esto y durante cuánto tiempo? Gateó hasta cada una de las mujeres y les besó los pies. Cuando llegó a la señora Logan recibió un azote en el trasero con la paleta.
"Lo has hecho bien, esclava."
Tuvo que quedarse dormida, porque casi inmediatamente sintió que Daisy estaba de vuelta en la habitación. Sonrió tímidamente a Sophia. "Es la hora del entrenamiento, esclava."
Sophia la miró expectante, preguntándose que sería lo siguiente. Daisy pronto se lo explicó.
"Túmbate de espaldas y separa las piernas."
Sophia hizo lo que ella le decía y pronto Daisy estuvo entre sus piernas como antes, lamiéndole los labios y chupando su hinchada perla. Mientras trabajaba sobre Sophia le empujaba el falo fuera de la vagina y lo clavaba otra vez atrás y adelante dentro de ella. No le llevó mucho tiempo a Sophia alcanzar el clímax, con las nalgas bombeando arriba y abajo sobre el jergón. Daisy sonrió y se limpió la boca con la parte trasera de la mano.
Sophia preguntó, tanteando. "Daisy, ¿disfrutas con esto? Quiero decir, ¿te gustan las mujeres o los hombres?"
Daisy la miró con los ojos bien abiertos. "¿Por qué? Señorita, digo, esclava, solo es lo que el amo espera que haga. Tengo mi propio hombre. Si obedezco a mi señor puede permitir que nos casemos pronto."
Sophia le devolvió la mirada atentamente. "¿Tan poderoso es?"
"Lo es en serio, Señorita. Nos controla a todos a su manera. Solo que a vos quiere controlaros de una forma especial. La señora Logan dice que tenéis que bajar a la cocina y comer."
Sophia tenía mucha hambre, pero le aterraba salir de esta habitación. "No tengo hambre."
Daisy se dispuso a desenganchar la correa. "No importa, Señorita, digo, esclava. Son órdenes del amo."
Tiró de la correa de Sophia, sacándola de la seguridad de la habitación. Llevó a Sophia arrastrándose delante de ella escaleras abajo. Blandiendo en la mano una paleta de mango largo, palmeaba continuamente el trasero de Sophia hasta que llegaron a la cocina.
Había unos cuantos criados reunidos en la cocina para la comida del mediodía, y su conversación se detuvo cuando Daisy metió a la esclava en la sala. Sophia mantuvo la mirada baja mientras Daisy la llevaba a un rincón. La sala estaba todavía en silencio cuando Daisy clocó un plato de guiso en el suelo delante de Sophia. Sophia la miró en vano esperando algún cubierto. Daisy agitó la cabeza.
"Se supone que no usarás las manos, esclava. Come directamente del plato. Te daré un plato de vino para que lo lamas cuando hayas terminado."
Sophia dudó, esperando que los otros criados saldrían de la estancia. En vez de eso, la miraban todos, esperando que empezase. Si Sophia no hubiera estado desfallecida se habría negado. Tal como estaba agachó la cabeza al plato y, con toda la delicadeza que podía, empezó a recoger con los dientes los trozos de carne y vegetales. Podía oír a los criados reírse por lo bajo de sus esfuerzos. Con todo lo hambrienta que estaba se negó aún a lamer el plato. Se sentó cuando terminó. Daisy, por su parte, estaba impresionada de la manera señorial en que había consumido el alimento. Luego le colocó un cuenco de vino delante de ella. Sophia se las apañó para sorber unas cuantas bocanadas con los labios, pero se negó a lamerlo con la lengua. Al final había superado el suplicio. Esperaba que Daisy la llevara ahora de vuelta a la habitación. Solo entonces se dio cuenta del aire de expectación que había en la cocina.
Daisy la miró un poco disculpándose. "¿Necesitas aliviarte, esclava?"
Sophia agitó la cabeza vigorosamente, mientras los otros criados se sonreían.
"Puedes hacerlo además, porque de todos modos son órdenes de su señoría."
Entonces Sophia notó el orinal de esmalte del rincón de la cocina y miró hacia Daisy. Ella sonrió y asintió. Una vez más levantó la correa de Sophia y la condujo hasta el orinal. "Agáchate encima del recipiente, esclava."
Los otros criados observaban atentamente ahora. Seguramente la esclava no podría mantener su dignidad en esa situación. Sophia dudó y luego se plantó sobre el suelo, sin moverse hacia delante.
Daisy suspiró. "No sé por qué tienes que hacerlo difícil." Acompañó la última palabra con una palmetada sonora en el trasero de Sophia. "Vendrán más si no lo haces."
Sophia gateó hasta el orinal y se agachó sobre él. No se había aliviado en toda la noche ni la mañana, y la orina salpicaba ahora en el cuenco y goteaba por los labios afeitados. Los otros criados se reían a carcajadas de su humillación.
Una vez terminado Daisy le indicó que tenía que recoger el orinal y vaciarlo fuera ella misma. Lo hizo rápidamente y regresó a la cocina.
"Eres una buena esclava. Ahora, antes de que volvamos a la cámara de su señoría, necesitamos asegurarnos otra vez de que todo esté bien. Dóblate sobre esta mesa de aquí."
Sophia se quedó en pie indecisa. Su vacilación le valió otra palmetada en el culo rojo. Se dobló deprisa sobre la mesa en la que los criados acababan de terminar de comer.
"Separa las piernas, esclava." Aparentemente, Sophia no lo hizo con la rapidez suficiente, porque se ganó otra nueva palmada.
Una vez las piernas estuvieron bien separadas, Daisy sacó el falo de su vagina. Al inspeccionarlo y encontrarlo un poco seco lo volvió a engrasar. En vez de insertarlo simplemente en el interior de Sophia, lo bombeó dentro de ella. Pronto los otros criados se agolparon alrededor para ver como Daisy se trabajaba a la esclava. Cuando Sophia empezó a retorcerse contra la mesa, comenzó a escurrirse. Daisy ordenó a dos de los criados sujetarle las muñecas y retenerla sobre la mesa. Luego Daisy retiró el falo que llenaba el culo de Sophia. Después de lubrificarlo generosamente empezó a deslizarlo dentro y fuera de su agujero al compás del otro falo. Bombeaba minuciosamente a Sophia por sus dos agujeros a la vez.
Uno de los lacayos, que había contemplado la escena entusiasmado, empezó a palmear el culo de Sophia que giraba furiosamente. Daisy le cedió el control de los falos a otro lacayo, que continuó hundiendo los falos en los agujeros aún con más vigor. Resultó demasiado para Sophia que se liberó y llegó al clímax con fuerza, con sus agujeros apretándose alrededor de los invasores de manera que el lacayo apenas podía moverlos. Todos aplaudieron y jalearon y el lacayo le dio un último azote en el trasero que se retorcía, antes de salir de la cocina.
Daisy se colocó detrás de ella de nuevo y le clavó con firmeza los dos falos en su sitio antes de retirarla de la mesa. Sophia bajó los ojos y hundió la cabeza avergonzada. ¿Por qué no podía resistir a sus esfuerzos? Se hubieran quedado tan fastidiados si simplemente se hubiera quedado tranquila, pero no había podido hacerlo. En vez de ello les había deleitado con sus respuestas. Tal vez si agradaba lo suficiente a Lord Devine la dejara irse.
Daisy la llevó una vez más al dormitorio de Devine y le enganchó la correa en su sitio. Sophia se durmió sonoramente.