Apuesta de deseo, Cap. 17 (final)

El final feliz que todos deseaban

Capítulo Diecisiete

Sophia y Gervaise pasaron juntos una noche mágica, llena de planes y sueños. A la mañana siguiente, Sophia, vestida con uno de los vestidos de Daisy, descendió las escaleras para reunirse con Gervaise en el gran vestíbulo. Casi tropezó con Lord Devine que salía en aquel preciso momento de la biblioteca. Él apenas reconoció a aquella hermosa joven, con un recatado vestido de muselina, el cabello recogido y los rizos cayéndole sobre el hombro.

Los ojos de Sophia fueron de Lord Devine a la puerta, mordiéndose los labios. Pero él le tomó la mano, la besó e hizo un gran gesto histriónico hacia la puerta principal.

"Mi querida Sophia, mi hijo os está esperando en el patio. Que tengáis un agradable viaje hasta Francia." Luego casi susurró, "Intentad no romperle el corazón." Asintió brevemente antes de escapar por las puertas. Gervaise la estaba esperando realmente junto a la carroza negra, las puertas abiertas de par en par para recibirla. Saltó a su lado, solo para caer de nuevo en sus brazos. Se quedaron de pie, hablando tranquilamente, mientras dos de los lacayos cargaban los baúles de Gervaise en la parte superior de la carroza. Ahora ambos mantenían los ojos apartados de la joven de la que ambos habían disfrutado solo una semana antes.

Gervaise inclinó la cabeza hacia Sophia. "Primero pararemos en Londres. Esta mañana conseguí de mi padre la hipoteca sobre la casa de juego de tu tía. Se la devolveremos a ella cuando lleguemos, de modo que tus hermanos seguirán disfrutando de los beneficios del establecimiento. Nadie podrá nunca volver a blandir eso sobre tu cabeza. Mientras estemos allí puedes comprarte vestidos nuevos, o, incluso, recuperar de tu tía los tuyos de antes. Luego conseguiré una licencia especial para que podamos casarnos en Londres. Viajaremos a París como marido y mujer y luego iremos a mis viñedos."

Iba tan deprisa; a Sophia le daba vueltas la cabeza. Apenas había tenido tiempo de recuperarse de la escena de la noche anterior. Un juego de cartas la había llevado al suplicio, y, adecuadamente, un juego de cartas le había puesto fin. Mirando alrededor del patio, los establos, y los escalones donde todavía permanecía Lord Devine, Sophia sintió una repentina puñalada de miedo. Lord Devine se había burlado de ella, le había dicho que la había entrenado bien como esclava para dar placer sexual, le había asegurado que nunca sería feliz con un hombre, le había predicho que nunca alcanzaría las cotas de pasión que había experimentado en Devine Point sin aquel tipo especial de humillación y degradación al que había estado sujeta aquí. Agitó la cabeza. ¡No! Amaba a Gervaise, solo él la satisfaría, como ella le satisfaría a él.

Como si notara sus sentimientos enfrentados, Gervaise la ayudó a subir a la carroza.

Se acurrucó contra él, mientras los caballos brincaban al frente. Mirando por última vez a la casa, a través de la ventana, se inclinó hacia delante.

"Gervaise, ¿qué es eso?"

Gervaise miró por la ventana y sonrió maliciosamente. "Creo que es un amo con su nueva esclava."

Miró atentamente al recatado hombrecillo que sujetaba una correa enganchada al collar de la mujer que sollozaba a sus pies. "P-pero ¿quién... qué?"

"Como puedes ver, es Perkins y esa mujer del pueblo. ¿Cómo se llamaba?"

Sophia le miró de soslayo. "Penny."

"Eso, Penny."

"Gervaise, ¿qué está haciendo Perkins con Penny como esclava suya?"

"Perkins siempre quiso una esclava propia, y tenía miedo de que mi padre tuviera que renunciar a él ante sus próximas nupcias. La mujer se suponía que era mi esclava, ¿no? Simplemente se la di a Perkins."

"¿Se la diste a Perkins?"

Gervaise se arrellanó de nuevo en su asiento y la empujó a ella con él. "Digamos solo que se la di por los servicios prestados."

Una luz se encendió en los ojos de Sophia. "¿Perkins trabajaba para ti la noche pasada?"

Asintió. "Así es."

"¿Amañó el juego?"

Gervaise contestó sencillamente, "Amañó el juego."

Sophia miró a este hombre al que amaba, con nuevas preguntas. Era obvio que había aprendido unos cuantos trucos de su padre con el paso de los años. Reclinando la cabeza en su hombro, empezó a acariciarle el interior del muslo y se preguntó si habría aprendido otros trucos de Lord Devine.

F  I  N