Apuesta de deseo, Cap. 13

Penny humilla a Sophia todo lo que puede

Capítulo Trece

A la mañana siguiente, los rayos de sol inundaron la cama de Sophia despertándola de su sueño. Daisy la había consolado la noche anterior aplicándole un bálsamo relajante en sus rojos cachetes y planeando su fuga. Ambas sabían que Sophia nunca dejaría a Lord Devine desde el momento en que la tenía amenazada con contar a Charlie su papel en aquella casa.

Suspiró y se dio la vuelta sobre su otro lado, cuando una ruda patada en su sección media disipó de su mente los últimos vestigios de sueño. Se irguió para encontrarse a Penny al lado de su cama, una Penny transformada. Las ropas de trabajo raídas, las botas gastadas y el pelo recogido en un simple moño habían desaparecido. Penny llevaba un vestido de fina muselina, rosa pastel, para resaltar su oscura belleza. Botas suaves a juego sobresalían entre capas de enaguas. Se dio unos golpecitos en su elaborado peinado, poniendo en movimiento las perlas que lo adornaban, y sonrió a Sophia. "Espero que no lo hayas olvidado, esclava. Tu amo te entregó a mí, y tengo planeado un día lleno de actividades para nosotras." Cruzó la habitación a grandes zancadas y tiró de la campana. Daisy respondió a las llamadas y miró, con la boca abierta, la visión que ofrecía Penny.

Penny se enganchó las manos. "No te quedes ahí embobada, muchacha. Prepárame a la esclava. Haz que las criadas traigan dos bañeras y empieza a llenarlas de agua caliente." Daisy miró a Penny antes de poner en acción a las criadas. Dejaron tras ellas dos bañeras de agua humeante.

Daisy habló. "Ella solo necesita una bañera para su baño."

Penny gruñó. "¡Estúpida! Una bañera es para su baño, y la otra para el enema."

Daisy se mantuvo firme. "Ya tuvo uno de esos hace tres días. Se le aplica solo uno a la semana."

Penny se colocó ante ella. "No me importa si tuvo uno ayer. Va a tener otro hoy. Hoy soy su ama, y por extensión, también la tuya."

Daisy lanzó a Sophia una mirada de disculpa mientras preparaba el agua jabonosa para el enema. Penny le ordenó a Sophia ponerse a cuatro patas en la bañera e hizo que Daisy llenara la bolsa con el agua jabonosa. La propia Penny tomó la manguera y la llevó hacia el agujero de Sophia.

Daisy la sujetó. "La lubrificamos antes."

Penny tiró de ella hacia atrás. "Esta mañana no. Necesita que se la ponga a prueba." Diciendo eso, metió la manguera en el culo de Sophia y le dijo a Daisy que empezara a bombear el agua.

Al llegar al volumen normal, Daisy dejó de bombear. Penny le quitó la bomba. "Seguramente puede aguantar más que eso."

El agua jabonosa siguió llenando las tripas de Sophia hasta que sintió como si fuera a reventar. El abdomen se le ensanchó y las tripas empezaron a producirle retortijones incluso antes de que Penny terminara con el bombeo. Por fin retiró la manguera y clavó un tapón en el agujero de Sophia. "Mantén eso durante un rato, esclava."

El rostro de Sophia se crispó de dolor mientras le sonaban las tripas. Observándola de cerca, Penny pasó las manos sobre los pechos colgantes de la esclava y el vientre hinchado, apretando contra ella las palmas de las manos. La esclava meneaba el trasero de lado a lado, y Penny se reía, disfrutando del espectáculo. Penny pasó las manos entre las piernas de la esclava y encontró el anillo enganchado a su clítoris. Se volvió hacia Daisy, "La última vez que estuve mirando no hiciste esto, pero la señora Logan me dijo como se hace."

Tiró del anillo y pellizcó el creciente brote de la esclava. "Un poco de placer en tu dolor. Tu amo me explicó que ese es el camino para la verdadera conformidad. Creo en su criterio." Siguió manipulando el clítoris de la esclava, ahora hinchado, chasqueándolo hacia atrás y adelante, pellizcándolo y retorciéndolo. La esclava empezó a animarse y Penny le dio la orden de liberarse. A la vez que la esclava se follaba al aire en su clímax, el tapón del culo saltó y el agua y las heces salieron del culo y bajaron por los muslos.

Después de que las oleadas de pasión de la esclava se hubieran desvanecido, Penny le abofeteó la cara.

"Estás sucia y repugnante. Daisy métela en la otra bañera y límpiala. No voy a llevar hoy conmigo una mascota asquerosa." Notó con satisfacción que la esclava levantaba la vista ante aquel comentario. La última noche, cuando Gervaise llegó a la cima, montado sobre ella, gritó el nombre de la esclava. Los ojos de Penny se volvieron rendijas. La esclava pagaría por ello.

Daisy bañó a la esclava con agua de lavanda y la secó con una toalla. Penny se colocó delante de ella. "Ahora el afeitado."

Daisy torció los labios. "La he afeitado hace solo dos días."

"De todas formas la voy a inspeccionar. Túmbate en la cama, esclava, con las piernas abiertas."

Cuando la esclava estuvo en posición, Penny se agachó para estudiar su montículo. Luego le ordenó a la esclava abrirse los labios. Penny sonrió con suficiencia. No esperaba encontrar ningún pelo en los labios internos, solo le gustaba tenerla en esa posición por orden suya.

Le dijo a Daisy, "Supongo que no eres tan meticulosa como pensabas. Veo unos cuantos pelos sueltos. Pásame las pinzas."

Penny se acercó a Sophia, arrancó unos cuantos pelos del montículo, los labios y alrededor del ano. Pasó la palma de su mano sobre toda la zona. "Ahora sí, totalmente suave. Levántate, esclava. Daisy, aplícale algo de carmín a los pezones, la raja de delante y la de atrás. Quiero que esas zonas destaquen."

Daisy todavía se mantenía. "Ella no lleva..."

Penny la cortó. "Te lo dije. No me importa lo que haga o no haga otras veces. Ahora yo estoy al mando, y lo que tiene que importarte son mis deseos. Venga, trae el bote de carmín."

Daisy aplicó el carmín oscuro a los pezones de Sophia, circundando la aureola, ampliándola, y luego le restregó los pezones. Untando los dedos de nuevo trazó la raja de Sophia desde el coño hasta casi el ombligo. Pasó dos dedos a lo largo de los labios exteriores. Penny ordenó a la esclava ponerse a cuatro patas, donde Daisy terminó el trabajo, trazando la raja posterior de Sophia hasta el final de la espalda.

"Una última zona," mandó Penny. Le ordenó a Daisy separar los cachetes de la esclava. Hundiendo los dedos en el bote del carmín, trazó un círculo alrededor del agujero del culo de la esclava.

Daisy refunfuñó, "Nadie va a ver eso de todos modos."

Penny le respondió, "¿Ah, no?" Avanzó una maleta de cuero. "Tengo algo muy especial de tu amo. Me permitió elegir cualquiera de la selección de tus juguetes." Abrió la maleta para exhibir un juego de falsas pollas, pero esta vez cada una de ellas tenía enganchada en su extremo una cola rubia, sedosa. "¿Ves, Daisy? La esclava va a ser mi pequeña mascota hoy."

Penny observó divertida como se tensaba el culo de la esclava. "No te preocupes esclava. No escogeré una que sea demasiado grande. Vamos a ello." Seleccionó una cola y alisó los largos mechones de cabello. Pasándosela a Daisy dijo, "Humedece el dardo."

Daisy le devolvió el falo a Penny después de cubrirlo de crema. "Separa los cachetes para mí, Daisy." Daisy la abrió y Penny metió la cola en el agujero del culo de la esclava, ensanchando el anillo de carmín. Le clavó el falo tan a fondo que la cola parecía que saliera de entre los cachetes.

"Puesto que hoy vas a ser una mascota, esclava, no quiero oír tu voz. Solo para asegurarme que no cometes un error y no tener que castigarte, tengo algo más para ti."

Hizo oscilar una mordaza de cuero delante de la cara de la esclava. Estaba diseñada como una mordaza de bola, pero había un saliente que encajaba en la boca de la esclava.

"Puedes chupar esto cuando no tengas ninguna de verdad en la boca." Notó con satisfacción, que la esclava se echaba atrás. "Te acostumbrarás a ello, ahora abre bien la boca." La esclava abrió la boca y Penny le insertó la mordaza y se la ató rodeándole la cabeza.

"Una cosa más y estaremos listos para empezar." Le pasó la correa dorada a Daisy diciéndole que se la enganchara a la esclava. Daisy hizo intención de enganchar la correa al collar de Sophia, pero Penny la detuvo. "Hoy no la voy a llevar del collar del cuello." Señaló con la punta de la bota entre las piernas de la esclava. "Engancha la correa al anillo del clítoris y pasa la correa por detrás."

Daisy se agachó y enganchó la correa al anillo, entre las piernas de Sophia. Tiró de la correa hacia atrás y se la pasó a Penny, que inspeccionó a su mascota con sonrisa satisfecha.

Tomó un látigo ligero. "Vete delante de mí, mascota. Yo sujetaré la correa tensa detrás, acomodada en tu raja. De esa forma cuando camines te rozará. Sé que te gusta. Tu amo también señaló que es buena idea mantenerte todo el tiempo en estado de excitación, así estarás lista cuando se te llame a actuar. Este látigo," lo chasqueó ligeramente en la espalda de la esclava, "asegurará que mantienes el paso."

Bajaron las escaleras, Penny disfrutando de la vista del culo de la hermosa esclava, oscilando atrás y adelante ante ella, haciendo que la larga y sedosa cola se agitara de lado a lado. "Haremos una parada para mostrarte a tu amo antes de salir de paseo."

Anduvieron hasta el salón de desayuno donde cesó la conversación entre Lord Devine y su hijo. Devine soltó una carcajada ante la procesión. "Lo has hecho bien. No creo haber visto a mi esclava con un aspecto tan humillante. La mordaza es un toque bonito."

Penny bajó las pestañas. "Estoy contenta de vuestra aprobación, Mi Señor. ¿Os ha servido vuestra esclava esta mañana? Me temo que estaba tan ansiosa de empezar que fui a su dormitorio un poco pronto."

"No, no lo ha hecho."

Penny soltó la mordaza de la boca de la esclava. "Ya has oído a tu amo, ve a darle placer."

La esclava gateó hasta Lord Devine y levantó las manos a sus pantalones. Penny chasqueó el látigo contra sus manos. "Recuerda, hoy eres una mascota. Usa los dientes."

La esclava utilizó los dientes para soltar los pantalones de su amo, hundiendo la cara en su entrepierna para conseguir llegar a su polla. Ya estaba empalmado y saltó fuera de los pantalones. La esclava movió la cabeza de arriba abajo y su amo disparó dentro de ella rápidamente.

Penny se volvió hacia un Gervaise cariacontecido. "¿Y vos, Amo? ¿Deseáis que la mascota os dé placer?"

Pronunció un "No," a través de los dientes apretados. La expresión de los ojos de su hijo hizo saltar el corazón de Devine. ¿Estaba llevando al muchacho demasiado lejos? No quería averiguarlo en ese momento, de modo que metió prisa al ama y la mascota para que salieran de la habitación.

Penny hizo una pausa para colocar con seguridad la mordaza de nuevo en la boca de la esclava y bajó la vista hacia ella. "No te sientas demasiado mal porque don Gervaise no precise de tus servicios. Le di total satisfacción la noche pasada." Notó con placer los carrillos sonrosados y los ojos brillantes de la esclava.

Penny se paseó por los campos con la mascota, disfrutando de las segundas miradas del resto de los criados. Había ascendido rápidamente a una posición de cierta autoridad en la casa, y planeaba continuar su ascensión. Al pasar por los establos tomó una decisión rápida.

"George, tráeme la calesa. Voy al pueblo." La esclava se agitó a sus pies.

El viejo George trajo la calesa y ayudó a Penny a subir. Cuando la esclava saltó a la calesa Penny le ordenó sentarse cerca de ella. Como la mascota colocase el trasero de lado para evitar sentarse sobre la cola, Penny le echó la cola a un lado.

"Ale, ahora ya puedes sentarte bien sobre el trasero." Así lo hizo la mascota, con un gesto de dolor porque la acción metió la cola fálica aún más en su trasero.

Penny miraba los rebotes de los pechos de la esclava mientras sentían los empujones de la irregular carretera que llevaba al pueblo. "Tu amo está preocupado por el agujero de tu trasero, pero debería preocuparse también de tus tetas. Son demasiado grandes para que se les permita balancearse libremente. Tal vez pueda inventar algún tipo de sujeción de cuero para atártelas al pecho." Como la esclava todavía estaba amordazada, Penny no esperaba respuesta de ella.

Las casitas bajas del pueblo aparecieron a la vista y Penny estiró la espalda y se alisó la falda del vestido. George paró la calesa delante de la pequeña cochera y ayudó al ama y a la esclava a descender.

Penny echó un vistazo al pueblo tan familiar. "Algún refresco, creo."

Se dirigió a una fonda calle abajo, mientras las cabezas se volvían para observar su avance. Con la barbilla levantada, miraba por el rabillo del ojo para ver la respuesta a su apariencia. Miradas sorprendidas la seguían a ella y a la mascota.

Se dirigió a las mesas del exterior y llamó al propietario. Salió apresurado limpiándose las manos en el delantal. Su boca formó una "O" perfecta cuando vio a sus clientes.

"Hola, Paul. Me gustaría una jarra de sidra, por favor. Y puedes traer un plato de crema para mi mascota."

Se quedó embobado antes de volver a toda prisa a la fonda. Penny se aposentó en una de las sillas, extendiendo la falda a su alrededor. Hizo un gesto a la mascota para que se sentara a sus pies.

Paul volvió con la sidra y un cuenco rebosando crema. Colocó la jarra en la mesa delante de Penny y mantuvo el cuenco con aire interrogante.

"Coloca eso abajo, delante de mi mascota."

Penny retiró la mordaza de la boca de la esclava y le hizo una seña para que se bebiera la crema. Sophia tenía la boca tan reseca de la mordaza; no le importaba lo que pudiera parecer. Hundió la cabeza en el cuenco y lamió la crema. El dueño estaba de pie ante ella, observando divertido.

"Tiene una bonita mascota, Señorita Penny." Penny se sintió halagada respecto al título de "Señorita" alcanzado. "¿Le pertenece?"

Hizo una seña indicando el trasero de la esclava. "Es propiedad de Lord Devine, pero yo estoy a su cargo esta mañana."

Paul se colocó detrás de la mujer desnuda y vio la divisa de Devine marcada a fuego en su culo.

"Ya lo veo. Reconocería esa divisa en cualquier parte."

Penny se terminó la sidra y observó con satisfacción como su mascota lamía el cuenco.

"Realmente era refrescante, pero tengo otros asuntos en el pueblo hoy, de modo que seguiremos nuestro camino. Dale las gracias a Paul por tu plato de crema, mascota."

Sophia gateó hacia el dueño, preguntándose qué forma de "gracias" tenía que aplicar. Pero Penny señaló sus botas sucias y Sophia las besó de una en una, agradecida de que no se la obligara a más. Penny le volvió a colocar la mordaza y la aseguró.

Ama y mascota siguieron su viaje por la polvorienta calle abajo hacia el final. Penny aceptaba los saludos de los lugareños con un gesto displicente, disfrutando claramente de su nuevo estatus. Se detuvo frente a una casita pulcra y llamó, "¡Jack, Ben, Papa!"

Dos jóvenes fornidos salieron de detrás de la casita y se pararon en seco. Primero estudiaron el fino atuendo de su hermana y luego se quedaron boquiabiertos ante la hermosa mujer desnuda que ella llevaba de una correa sujeta en algún sitio entre sus piernas.

Jack, el mayor, habló primero. "¿Qué haces aquí, Penny? ¿Y por qué estás vestida así?"

Penny tomó aire. "Ahora formo parte de Devine Point, Jack. Hoy estoy a cargo de la mascota especial de Lord Devine." Miró más allá de su hermano para percibir la presencia de su esposa en la ventana tomando nota de la elegante apariencia de Penny. "¿Dónde está Papa?"

Un hombre viejo arrastró los pies hasta la puerta principal, sus ojos brillaban ante la apariencia y elevada situación de su hija. Penny le besó en las mejillas y colocó al hombre en un viejo banco de madera frente a la casa.

Jack se lamió los labios. "¿Qué haces con la mascota de Lord Devine en el pueblo?"

Sus ojos de gata miraron de soslayo. "Todo lo que quiera, Jack."

"¿Todo, todo? ¿Puedes compartirla?"

Penny asintió. "Con ciertas limitaciones."

La esposa de Jack, Sharon, se cambió de la ventana a la puerta para tener mejor vista, o tal vez para ejercer algún control sobre su marido. Pero Penny se hizo cargo de la situación.

"Ven aquí, Jack. Mascota, da a mi hermano lo que se debe."

Sophia gateó hacia el hermano de Penny y se arrodilló frente a él. Penny se puso detrás y le desató la mordaza. Jack soltó una risotada cuando vio el saliente salir de la boca. "Te daré algo más grande para que lo chupes."

Ella levantó las manos hacia los pantalones, pero Penny chasqueó el látigo contra su trasero. "Nada de manos si yo no te digo que uses las manos. Igual que esta mañana."

Sophia usó los dientes para soltarle el pantalón, enterrando la cabeza en su entrepierna para sacarle la polla. Un pequeño núcleo de lugareños se juntó para observar. Jack miró a su esposa una vez antes de volver toda su atención a la exquisita mujer arrodillada ante él, ahora con su polla en la boca. Se quedó tranquilo, dejándole hacer todo el trabajo. Le chupó con fuerza, moviendo la boca arriba y abajo, por su dardo. Su esposa se negaba a chupársela así. Con todo el placer que sentía no podía reprimir más tiempo el observar a aquella cabeza dorada que se movía entre sus piernas. Descargando en su boca, gruñó y se volvió ligeramente para asegurarse de que su esposa viera su placer.

Penny percibió la mirada y lanzó a su cuñada una mirada de triunfo. Jack se deslizó fuera de la boca de la mascota y Penny le ordenó que se la limpiara. La mascota lamió cuidadosamente el dardo de Jack y chupó unas pocas gotas de corrida de la punta de la polla.

"Bésale la cabeza del pene, mascota, para mostrarle lo mucho que aprecias servirle."

Una vez que Sophia terminó con un hermano gateó a cuatro patas por la suciedad hasta el otro hermano. Repitió el proceso de soltarle los pantalones y pescarle la polla. En cuanto la tuvo en la boca, él participó ansiosamente, bombeando dentro y fuera, clavándole el miembro hasta el fondo de la garganta.

Anunció a la multitud, alegremente, "Me está tragando. Lo juro, se está tragando mi polla." Le asombraba su capacidad para acoger su virilidad totalmente erecta. La parte baja de su abdomen hacía contacto contra su cara, los huevos le golpeaban en la barbilla. Se corrió en la garganta, y luego observó cómo le lamía hasta dejarle limpio, chupando cada uno de sus huevos en el proceso. Le besó la punta de la polla y volvió a ponerse a cuatro patas, esperando nuevas instrucciones.

Su actuación agradó a Penny. La multitud la miraba con admiración por la manera en que gobernaba a la esclava. El resentimiento todavía se agitaba en su pecho. Chupársela a sus dos hermanos delante de una multitud de lugareños no parecía causar a la esclava una humillación particularmente dolorosa. De hecho había realizado las tareas con algo que parecía placer. Espió a su papa disfrutando del espectáculo con el resto.

Pinchó la teta de la mascota con la punta de su zapatito. "Ahora es el turno de Papa, mascota." La esclava miró hacia el desaliñado viejo y dudó. Penny sonrió satisfecha y apuntó con el pie al trasero de la mascota, dándole un empellón. "Gatea ahora hasta Papa."

Sophia gateó hasta el viejo, que sonreía estúpidamente. Abrió las piernas y ella se plantó entre ellas. Levantó la vista hacia Penny, que asintió. "Lo mismo que los otros."

La mascota soltó los sucios pantalones del hombre con los dientes y metió la cara en su entrepierna, buscando su miembro. La creciente multitud se rió cuando la mascota rellenó con la cabeza los pantalones del viejo buscando su escurridiza virilidad. La polla yacía flácida contra el cuerpo, y la esclava la lamió hacia arriba por un lado y hacia abajo por el otro. La chupó dentro de la boca donde yacía sin respuesta. De repente el viejo bajó la mano y agarró los anillos de los pezones de la mascota. La acción envió un chorro de sangre a su miembro, porque Sophia sintió que volvía a la vida. Crecía gradualmente, pero no a una velocidad suficiente. Sophia tenía dolorida la mandíbula. Intentaba todos los trucos que conocía, incluido el tomar en la boca el saco del marchito hombre.

Los ojos de Penny brillaban mientras veía a la mascota enterrada entre las piernas de Papa, trabajando tan duramente que le brillaba la frente de sudor. ¿Por qué iba la mascota a chupársela solo a hombres jóvenes, viriles? Le divertía aquello. Esto la hacía trabajar de verdad. Papa sofocó un grito y avanzó la pelvis, y los lugareños suspiraron como si hubiesen estado conteniendo la respiración.

El escaso chorro se deslizó por la garganta de Sophia, se la sacó y, sin que se le dijera, la lamió hasta dejarla limpia.

Él llamó a su hija y le cuchicheó al oído. Ella le puso las manos en los hombros, "Por supuesto que puedes, Papa. La he traído aquí para que disfrutéis."

Bajó la mirada hacia la mascota y le soltó la correa del anillo. "Súbete al regazo de Papa. Móntale a horcajadas." La mascota gateó hasta su regazo, las piernas abiertas rodeándole las caderas, los labios inferiores descansando contra su polla flácida, aún al aire. Penny los estudió frunciendo el entrecejo. "Una cosa más. Sharon, saca la mantequilla recién hecha."

Su cuñada se apresuró a salir de la casa con una vasija de mantequilla en las  manos, feliz solo de que su marido ya no fuera el centro de atención. Penny sonrió ante la obediencia de Sharon. Mientras Sharon sujetaba la vasija de mantequilla fresca y caliente, Penny metió los dedos en ella. Acercándose a Papa y la mascota, avanzó la mano y untó la mantequilla en la teta derecha de la mascota. La multitud murmuraba tras ella. Restregó la mantequilla en la piel de la mascota y luego volvió a meter los dedos en la vasija. Las gotas de mantequilla caían desde las puntas de sus dedos sobre el pezón derecho de la mascota. Penny la extendió por la aureola y dejó picos de mantequilla en el pezón.

Se echó atrás. "Ofrece tu teta a Papa."

La mascota se sintió avergonzada antes de levantar el pecho derecho y ofrecérselo al viejo. Éste se pegó a él, lamiendo con hambre la mantequilla. Le chupó el pezón y el área aledaña con la boca sin dientes, clavando las encías a su alrededor, disfrutando de la dulce mantequilla mientras lo hacía.

Era como si toda su fuerza estuviera centrada en la mandíbula y en el acto reflejo de mamar. Cuando se metió el pezón en la boca Sophia sintió una descarga de placer conectada a su coño. La multitud se acercó. En sus rostros se reflejaba claramente la fascinación por el viejo alimentándose de la teta de la mascota.

La sensación de cosquilleo se hizo más intensa, y Sophia se levantó del regazo del viejo, de modo que su clítoris y los labios abiertos se rozaran contra el miembro flácido. Penny notó la situación y su propia excitación se incrementó.

Mientras el viejo chupaba, Sophia no podía mantener por más tiempo en secreto sus sensaciones, ni importaba gran cosa. Se meneó en su regazo, restregándose adelante y atrás sobre su polla. Ahora todos comprendían su intención y se acercaron aún más. Algunos de los jóvenes se acercaron sigilosamente y le tiraron de la cola oscilante.

El viejo dejó escapar la teta derecha e indicó que necesitaba la izquierda. Penny extendió la mantequilla, ahora fundida, sobre la teta izquierda de la mascota. En cuanto Penny terminó de embadurnar la teta con la mantequilla, la mascota la metió ansiosamente en la boca de Papa y él empezó a mamar.

Los jóvenes de atrás se hicieron más atrevidos, animados por Penny, y empezaron a tirar de la cola y a volverla a meter. La estimulación del agujero de su culo y de la teta se unieron en una línea de placer continuo. El calor bañó el cuerpo de Sophia en oleadas. Su clímax la hizo gritar, mientras se apretaba contra la polla del viejo.

Los lugareños se reían de la forma en que el viejo había hecho a la mascota llegar a un fuerte clímax. Penny estaba doblemente satisfecha de haber proporcionado placer a Papa y de la humillación a la mascota. La visión de la mujer joven retorciéndose encima del viejo, cuya boca estaba firmemente anclada alrededor de su teta era obscena. Incluso ahora se negaba a liberarla. Penny tomó la teta de la mascota en la mano, empujándola suavemente fuera de la boca de Papa.

"Ya es suficiente, Papa. La volveré a traer." Bajó la vista hacia el miembro flácido de Papa, ahora manchado con los jugos de la mascota. La retiró de su regazo. "Tendrás que limpiarle otra vez, mascota. Ya ves que le has dejado la virilidad hecha un asco. Lámele tu crema."

Sophia, todavía mortificada por el cuadro que tenía que haber ofrecido, se sintió aún más humillada al comprobar que Penny tenía razón. El miembro del viejo brillaba con sus jugos. Mientras le lamía, siguió agarrándole los anillos de los pezones.

Penny apartó a la mascota de él. "Te lo he dicho, Papa, volveré a traerla. Si te apetece le extenderé toda tu comida por las tetas, para que puedas chupárselas." Asintió con la cabeza, mientras Penny enganchaba una vez más la correa de la mascota al anillo del clítoris.

"Creo que todos necesitaremos un poco de descanso y un refresco después de ese espectáculo. Realmente no puedes controlarte, ¿verdad? Tendré que informar a tu amo, y al mío, de lo buena chica que has sido. Vamos, te llevaré al redil."

Llevó a la mascota hacia la casa donde una valla baja formaba un pequeño redil delante de la casa. Penny abrió la verja y pasó la correa de la mascota por una estaca. Entró a la casa, dejándola allí, para unirse a su cuñada y tomar el té.

Los lugareños que pasaban se paraban para mirar a la mujer desnuda, atada como si fuera un perro. Hablaban entre ellos en voz alta, como si ella no pudiera oírlos o entenderlos, sobre la asquerosa exhibición con el viejo padre de Penny. Sin embargo no debía haber sido tan asquerosa, puesto que unos cuantos habían tenido que largarse en busca de una cópula vespertina.

Mirando por la ventana Penny pudo notar que alguno de los jóvenes del pueblo puteaba a la mascota. De pie contra la valla colgaban sus pollas sobre las tablas de madera, intentando convencerla para que se acercara. Luego intentaban hacerla que recogiera trozos de comida que tiraban por encima de la valla. La mascota se quedaba indiferente. Penny cortó los juegos y salió a dar a la mascota un cuenco de agua que ella bebió. Al poco rato volvió con otro cuenco de agua lleno hasta el borde. "Hace calor aquí. Necesitas más agua."

Sophia se apartó del cuenco, y Penny sonrió. "Beberás el agua, mascota, toda." Le clavó la cara en el cuenco y Sophia la alzó tosiendo y ahogándose. "Ahora agáchate allí y bébete todo el agua. Si dejas algo te ataré a ese poste de allí y te azotaré con el látigo yo misma."

Sophia lamió el resto del agua mientras Penny la observaba. Ambas sabían lo que venía a continuación. "Después de ese cuenco de crema y estos dos de agua, necesitas aliviarte antes de que volvamos a Devine Point."

Sophia agitó la cabeza, a pesar de la presión creciente en su vejiga. Los ojos de Penny brillaron. "Tu amo me advirtió sobre tu testarudez. Iba a permitirte que orines en aquel rincón de allí; ahora vas a tener que hacerlo en mitad del redil. Vamos."

Los jóvenes que la habían estado fastidiando antes, observaban la escena atentamente. Sophia tensó los músculos y apretó las piernas. La voz elevada de Penny atrajo más lugareños a la valla. "Alíviate ahora, mascota. No quiero que la líes en la calesa en el camino de vuelta a Devine Point."

Sophia se negó, no queriendo degradarse más delante de los lugareños.

"No me dejas opción. Sharon tráeme la tabla de amasar de madera."

Sharon se apresuró a entrar en la casa para cumplir de nuevo su deseo, sacando una gran tabla de amasar de madera, todavía cubierta de harina. Penny agarró la tabla, la echó atrás y la estrelló en el cachete derecho de la mascota, levantando el polvo de harina. La mascota se quedó sin aliento e intentó escaparse, pero el redil era demasiado pequeño y no había sitio para esconderse. Una y otra vez Penny aplicó la tabla contra el culo de la mascota. Finalmente perdió el control y la cálida orina se esparció desde su cuerpo, salpicando la mugre bajo ella. La fuerza del chorro hizo que el líquido rebotara hacia arriba y dejara gotas en sus muslos y su vientre. Penny la obligó a quedarse donde estaba con la orina empapando el suelo bajo ella.

Uno de los lugareños gritó, "Penny, ¿puede cagar también por mandato? Vamos a verlo."

Penny sintió una punzada de arrepentimiento por haber hecho a Daisy preparar tan bien a la mascota. Obligar a la mascota a defecar delante de aquellos rudos lugareños habría sido un placer excepcional. A cambio se encogió de hombros. "No, ya le hice limpiarse las tripas esta mañana."

Para compensar su desencanto, agarró la cola de la mascota y la sacó y metió un poco. "Ummm, hay algo más que hacer antes de que nos volvamos. Jack, ve a buscar al doctor Jessup."

Su hermano ahora también estaba a su disposición, porque corrió en busca del veterinario. El doctor Jessup había visto desde lejos los numeritos de la tarde, pero había estado ocupado en el parto de un ternero. Ahora se dirigió al pequeño redil con paso rápido.

Sonrió a Penny. "¿Qué tenemos aquí, Penny?"

Penny abandonó el cercado y se sacudió la ropa. "Una mascota de Devine Point."

"¿De Devine Point, dices? ¿Pertenece a Lord Devine?"

"Oh, sí, puede verlo usted mismo." Señaló el culo grabado a fuego de la mascota.

Él se inclinó para inspeccionar la marca. "Sí, reconocería la divisa de Devine en cualquier sitio. He tratado mucho ganado de su señoría, caballos y ovejas, que llevan la misma marca. ¿Qué puedo hacer hoy por la mascota?"

Penny sonrió con suficiencia ante su disposición a seguir su ejemplo. "He notado que la base de la cola está roja e irritada. Tal vez pueda echarle un vistazo."

El doctor dejó en el suelo su bolso negro y sacó un paño para los instrumentos.

"Veamos." Señaló la zona mojada debajo de la mascota. "¿Ha tenido un accidente? ¿No puede controlar la orina?"

Penny sonrió. "Oh, puede controlarla perfectamente cuando no le están pegando palmetazos."

Él asintió y empezó a tirar de la cola de la mascota. "Parece un poco en carne viva, pero voy a tener que quitarle la cola para conseguir una vista mejor. ¿Puedo?"

Ella asintió con entusiasmo, preguntándose qué nueva humillación iba a tener que soportar la mascota. Finalmente habían rodado las lágrimas por sus mejillas cuando orinó delante de los lugareños. ¿Qué sería lo siguiente?

El doctor quitó lentamente la cola del culo de la mascota. Le sorprendieron su longitud y anchura. No era de extrañar que estuviera en carne viva. Le separó los cachetes con una mano y recorrió la circunferencia del agujero con la punta de los dedos de la otra. "Tendré que examinarla más de cerca." Sacó una sonda de su bolso. Dos lentes de aumento adornaban ambos extremos. Aplicó un poco de aceite a la sonda y la deslizó dentro del ojete de la mascota. Agachándose se colocó a la altura del otro extremo consiguiendo una clara vista de su recto.

Penny estaba loca de alegría. Tener a aquella mujer altiva agachada ahora sobre su propia orina, con su ojete inspeccionado por un veterinario de pueblo excedía todas sus expectativas. Estudió la cara de embeleso de los lugareños agrupados alrededor de la valla. Era obra suya.

El doctor habló. "Decididamente tiene esto algo irritado y debería ser tratada. ¿Me pongo a ello?"

"Sí, por supuesto, doctor Jessup."

Sacó un tarro de linimento de su bolso negro. "Esto lo conseguirá. Acabo de usarlo con una vaca que parió un ternero." Tomó con un dedo algo de crema y empezó a aplicársela al borde del ojete de la mascota. Luego se untó los dedos y clavó dos de ellos en su interior, girándolos alrededor.

"Al principio escocerá un poco, pero luego alivia bastante, casi adormece la zona." Retiró los dedos, se untó más de la crema e insertó tres dedos en el agujero.

La incomodidad empezaba a afectar a la mascota porque al principio apretó los dedos del veterinario y luego empezó a menear el trasero. "Ves, ahora lo está notando, pero no durará mucho." Disfrutaba con la sensación del ano de la mascota apretándole los dedos y siguió sondeándola. "Ya que estoy por aquí abajo, Penny, me gustaría hacer un examen más profundo de la mascota."

"Hágalo, por favor, Dr. Jessup."

Con tres dedos implantados en el ano de la mascota, adelantó el pulgar hacia sus labios. Lo restregó sobre la perla y lo sumergió en los pliegues de los labios internos, hundiéndolo en el agujero del amor. Para su deleite ella ya estaba húmeda; los dedos clavados en el culo la habían estimulado. Le extendió su propia crema por el coño y sintió que el clítoris se endurecía. Con los dedos hurgándole el culo y el pulgar sondeándole el coño empezó a excitarla. Ella se agitaba atrás y adelante entre ambas sensaciones. Sintió que los labios se le hinchaban y el nódulo se ponía duro y supo que estaba a punto. Se le cortó la respiración y enganchó los dedos dentro de ella, tragándole casi la mano. Al final se dejó caer al suelo en la suciedad empapada de orina.

Él sacó los dedos de su culo y dijo, "Sí, creo que mi sospecha inicial es correcta. Tu perra está en celo."

Penny soltó una risita, "Dr. Jessup, esta perra está siempre en celo."

Examinó a la mascota con interés. "Bien, entonces tienes que asegurarte de que consiga mucho alivio. No querrás que se folle tu pierna."

Penny frunció el ceño. "La ataría aquí en el redil y la dejaría si hiciera algo así. ¿Es seguro volver a colocarle la cola?"

Miró la cola, sobre el paño bajo él. "Por supuesto. Deja que le aplique más linimento a la cola con propósitos medicinales." Cubrió generosamente la cola con el linimento y luego Penny le ordenó a la mascota que se pusiera a cuatro patas.

Mientras se levantaba, Penny notó con satisfacción que tenía el vientre cubierto de suciedad húmeda. El doctor encajó limpiamente la cola otra vez en su culo y se irguió para observar como se retorcía en respuesta a la irritante medicina. Los lugareños se agolpaban en la valla y observaban fascinados a la mujer mientras meneaba el trasero como si se tratara de una danza obscena solo para ellos. Finalmente cesó el escozor y el doctor Jessup se puso en pie frotándose las manos.

"Creo que eso le aliviará el recto y estará lista para más esta misma noche."

Penny pestañeó. "Muchas gracias, Dr. Jessup, por tratar a mi mascota. Me temo que no he traído conmigo mucho dinero al pueblo, y no creo que tenga suficiente para pagarle sus servicios. Me preguntaba si podría cobrarse directamente de la mascota."

Era lo que había estado esperando escuchar y se rió. "Bien, no es que pueda decir que nunca antes me hubiera pagado uno de mis pacientes, pero estoy dispuesto a saldar la cuenta de esa manera." Empezó a soltarse los pantalones, sin importarle el sórdido grupo de gente que le observaba desde detrás de la valla.

La voz de Penny resonó, "Date la vuelta, mascota, gatea hasta el Dr. Jessup y págale por los servicios prestados."

La mascota giró en redondo y se dirigió hacia el veterinario que esperaba en pie con la gruesa polla en la mano. Cuando se arrodilló ante él, le dijo, "Ábrela bien."

Antes de clavarle el miembro en la boca miró dentro. "Es solo que estoy comprobando que esté lo suficientemente húmeda y sea suficientemente ancha para acomodarla. Parece un espécimen excelente." Diciendo eso entró en su boca a tope. Mientras la hundía en sus profundidades, soltó un chorro de palabras. "Si te parece, puedes traérmela para que la examine semanalmente. Me encantará tratarle el ojete y llevarla al clímax de modo que no se convierta en un incordio. Tengo unos excelentes ejercicios que puede practicar para tener el ojete prieto, si quieres que se la siga usando como hasta ahora, claro está. También puedes hacerlos en el Point." Las ideas que se formaban en su cabeza sobre como trataría a la mascota si se convertía en su "paciente" regular y la sensación de la polla deslizándose por la garganta, le abrumaron. Bombeó sus jugos dentro de ella. Estaba metido tan dentro de su garganta que ni siquiera tuvo que tragar. Al salirse le dejó un grumo de su corrida sobre la cara. Deseó a Penny un buen día mientras guardaba de nuevo las cosas en el bolso negro y volvió a su oficina.

Penny sonrió. "Creo que hemos tenido una tarde completa. Solo una última cuestión de negocios antes de volver a la calesa. Mis botas nuevas están llenas de polvo por haber tenido que entrar en ese redil polvoriento para hacer que te aliviaras. Necesito limpiarlas antes de que volvamos. Tú, ven," señaló a una de las jóvenes que estaban junto a la verja, "abre la valla, coge la correa de mi mascota y tráemela."

La joven criada se sonrojó y se apresuró a entrar al redil, alzando de la estaca la bonita correa dorada. Tiró de la correa unas cuantas veces, observando con interés como sacaba el clítoris de la mascota de entre los labios inferiores. La sacó por la verja, superó la línea de lugareños que habían observado el espectáculo de la mujer de la correa meando en el redil y luego tratada por el veterinario del pueblo. Mientras gateaba junto a ellos la sensación de sus propias vidas miserables se les echó encima, y dirigieron patadas, palmadas y pellizcos a la mascota. La joven llevó a la mascota a su ama y le pasó la correa.

Penny bajó la vista hacia la asquerosa mascota con ojos entrecerrados. "Ahora límpiame las botas con la lengua."

La mascota lamió el polvo y la porquería de las botitas de su ama hasta que estuvieron limpias. Satisfecha, Penny la condujo de vuelta calle abajo, hasta la calesa que esperaba. Unos cuantos de los lugareños gritaron, "¿Volverá a traerla, señorita Penny?

Asintió. "Lo más seguro. Creo que su amo estará contento con los numeritos del día."

Los ojos del viejo George se salían de sus órbitas cuando vio la condición de la esclava de su amo. Con todo lo que el amo usaba a la mujer, y permitía a otros que la usaran también, siempre estaba limpia y se la mimaba. Esta criatura parecía sucia y manchada. Ayudó a Penny a entrar en la calesa e hizo lo mismo con la esclava.

Como la esclava pretendiera sentarse al lado de Penny, cuando mandó que se pusieran en marcha, Penny la empujó al suelo. "Oh no, tú no. Estás hecha un asco y hueles mal." La esclava se acurrucó en el suelo de la calesa mientras Penny colocaba los pies sobre su culo para hacer un cómodo viaje de vuelta a Devine Point."