Apuesta con una madre sumisa 2
Trazar un plan para volver a tener los favores a mi madre mereció la pena...
Habían pasado ya dos semanas del encuentro sexual con mi madre. El día siguiente al polvazo con ella, la oí discutir fuertemente con mi padre, le recriminaba la bebida, su falta de deseo sexual, lo descuidado que andaba, lo abandonada que tenía la familia, el dinero que gastaba, todo. Debió ser una discusión muy constructiva pues mi padre no había vuelto a beber en esas dos semanas. No saliendo con los amigos no provocaba situaciones de las que luego se arrepintiera. Estaba de vacaciones y pasaba el día viendo las series en la puta tele.
Mi madre no hacía más que darme de lado. Parecía que tras nuestro fugaz encuentro y la reconciliación con mi padre tenía la excusa perfecta para evitarme. Apenas se dirigía a mí. No sé si por vergüenza, arrepentimiento, o por qué no… para volver a caer en la tentación. Al menos eso quería imaginar yo.
Veía a mi madre de otra manera, como es mujer madura con una belleza sublime y entrada en carnes que me dejaba embobado con solo mirarla. No entiendo como mi padre no la follaba a diario. Viendo fotos de jóvenes, de casados, cuando yo era pequeño, era innegable que mi madre había embellecido de una forma espectacular.
Cuando entrada la noche veíamos los tres la tele,… bueno los dos, yo la miraba a ella, mi madre iba muy ligera de ropa por el calor, se le veían esas piernas blancas y ligeramente regordetas, unas caderazas bien plantadas en el sofá, con escasa barriguita y… y un par de tetas impresionantes. Parecía que había engordado más estas semanas pues el camisón que se ponía por la noche antes de acostarse se le ajustaba más en los pechos, que a veces se le marcaban, y a mí eso, me ponía loco.
No podía soportarlo más, no dejaba de mirarla sin que mi padre lo notara. Ella lo sabía y, por fin me miró, seria, sin gesto alguno. De la alegría que me dio no pude evitar sonreírle y guiñarle un ojo. Ella volvió la mirada y siguió como si nada ocurriera.
Esa noche fue mi padre el primero que se fue a dormir. Mi madre se quedó terminando la película y yo ya no pude demorar más dirigirme a ella:
Javier: Mamá…
Ana: ¿Qué quieres?
Javier: ¿qué te pasa conmigo? ¿por qué no me hablas?
Después hubo un silencio incómodo
Ana: Lo que hicimos no estuvo bien. Ni por ti, ni por mí ni por tu padre
Javier: A nosotros nos encantó, y mi padre me da igual… Es un borracho
Ana: No hables así. Ya no bebe, ¿acaso no lo ves? Ya no bebe
Javier: Bebe y seguirá bebiendo
Ana: Te he dicho que no. Que ya no
Javier: Te echo de menos mamá. Fue formidable. Echo de menos a ti y a tu culo
Ana: Calla, que eres un deslenguado
Javier: Es cierto. Me moriría por probarte otra vez más.
Ana: Te he dicho que te calles. Eso no volverá a pasar. Te lo prometo
Javier: Te encantó igual que a mí
Ana: Deja ya el tema
Javier: Si estás tan segura de papá, que no volverá a beber. Haz un último trato conmigo
Ana: ¿De qué hablas?
Javier: Si papá no vuelve a beber en un par de días te doy mi palabra de que te dejaré en paz para siempre, que lo olvidaré todo
Ana: ¿Y si no?
Javier: Serás mía una última vez… como quiera, cuando quiera y donde quiera
Ana: Tu padre no volverá a beber, y menos en estos dos próximos días
Javier: ¿Entonces?... ¿eso es que aceptas mi apuesta?
Ana: Con tal de no oírte más, es posible
Javier: Acéptala, ¿Qué tienes que perder? Si ganas te dejo tranquilo, si pierdes te daré una follada por el culo monumental, ¿vale?
Ana: No me hables así, te he dicho.
Javier: Vale, perdóname
Ana: Te perdono
Javier: ¿pero aceptas?
Ana: Sí, acepto. Y perderás
Al día siguiente por la tarde, mi madre se puso preciosa, de escándalo. Verla con ese vestido azul oscuro, cinturón ancho negro a juego con su pelo, marcaba sus caderazas y su culo de una forma para mí provocativa. Iba a casa de su hermana a tomar café y pasar la tarde. Me quedé en casa con mi padre. Tenía planes para él y mi madre no lo sabía. Mi madre no sabía que lo tenía todo medio preparado para que perdiera su apuesta y cobrármela.
Era hora de futbol televisado, su equipo favorito jugaba contra el líder de la liga y yo sabía que lo televisaban. El plan era sencillo, hacerme el hijo enrrollado y ver el futbol con él entre cerveza y cerveza… y tranquilizantes.
El solo pensamiento de ver la espalda desnuda de mi madre ante mi me nuevo, me hacía provocar las situaciones más vejatorias para con mi padre y mi madre, con fines diferentes. A mi padre dejarlo fuera de combate, a mi madre le tenía preparado algo brutal. Follarla por el culo sin parar, sin compasión.
Allí estaba mi padre, disfrutando con su equipo favorito en televisión y su apreciado hijo a su lado departiendo las incidencias del partido como si fuera uno de sus amigotes de corredurías.
Aunque al principio reticente, ¿cómo le iba a rechazar a su hijo una de sus más preciados tesoros, fríos y sabrosos?,… la cerveza.
Después de traerle un par de cervezas, yo aprovechaba las idas y venidas a la cocina para vaciar por el fregadero la mía. Ni loco iba a estar borracho si llegaba el momento de bajarle las bragas a mi madre. A la tercera y última cerveza fue cuando ya tenía machacados los tranquilizantes y se los vacíe en la cerveza abierta. Una auténtica locura por mi parte, pero era inevitable, el deseo por mi madre no me paraba.
En la segunda parte llegó todo el desenlace. Mi padre se me durmió durante el partido, y lo único que tuve que hacer es adornar la escena del crimen. Dejé todas las cervezas vacías a su alrededor y en la mesita y esperé. Como una bendición celestial apareció mi madre en casa. El sonido de las llaves abriendo la puerta me puso el corazón a mil. Y allí estaba yo, viendo el final del partido, con una coca-cola en la mano y mi padre dormido a mi lado.
Mi madre estaba descompuesta. Se quedó mirándolo con una sensación de perplejidad que se fue transformando en ira. Yo la miraba y le dije:
Javier: Hola mamá… ¿tú no sabías que había futbol verdad?
Ana: Cállate
Javier: Vale…
Ana: ¿Qué ha pasado?
Javier: Que se ha puesto a ver el futbol y se ve que se ha venido arriba aprovechando que no estabas
A mi madre no le había dado tiempo ni a dejar su bolso. Conforme entró al salón se encontró el panorama de su marido y su cara denotaba perplejidad, asombro, enfado.
Javier: Pues eso es lo que ha pasado. Pero…
Ana: Pero qué…
Javier: Ahora te cuento lo que va a pasar. El cuándo, el donde y el cómo.
Ana: ¿Qué?
Javier: Que has perdido la apuesta, y me la voy a cobrar
Ana: Ya
Mi madre seguía molesta, pero con su marido. Algo me decía que iba a pagar mi apuesta, estaba tan enojada con su marido que cualquier tipo de venganza contra él le iba a parecer pequeña.
Javier: Mamá…
Ana: Qué
Javier: Despierta
Ana: ¿Qué quieres?
Javier: Cobrarme mi apuesta…. Ya mismo
Ana: ¿Qué quieres hacer?
Javier: ¿Cuándo? ahora,… ¿Dónde? Aquí,… ¿cómo? … pues ahora lo verás
Ana: Y no hay otra forma de solucionarlo, ¿verdad?
Javier: No. Tú calla y obedece
Ana: Callo y obedezco….
Pero mi madre seguía mirando a mi padre. Paseo con sus tacones y vestido azul por delante de mi descompuesto padre desparramado en el sofá con la cabeza ladeada. Seguí mirándolo con desprecio. Pasó por delante de mí y me vino a la nariz la rica sensación a perfume de mujer que me haría pajearme con solo olerlo. Dio la vuelta al sofá y se puso detrás quedándose parada, quieta, mirándolo.
En ese momento me levanté despacio y también rodeé el sofá colocándome detrás de mi madre absorta. Le rodeé los brazos por su cintura, pegando mi polla a su trasero y mi cabeza a su espalda.
Javi: Te quiero mucho mamá. No sufras más por él.
Ladeé su larga pelo negro y empecé a olerlo sin recato. Le besé el hombro y mi madre ladeó la cabeza permitiéndome acceder aún más a su cuello que besé y mordisqueé.
Javi: Vas a ser mía mamá. Ahora
Ana: Haz conmigo lo que quieras cielo
Puse ambas manos sobre su trasero manoseándolo. Mi erección ya era brutal y en un momento había subido el vestido azul de mi madre hasta su cintura, dejándome ver unas preciosas bragas negras muy ajustadas.
Javi: Mami, te deseo. Estoy loco por tu trasero y no paro de soñar con él desde que lo poseí la última vez.
Ana: Es tuyo nene. Volví a perder. Es tuyo.
Me arrodillé detrás de mamá y le bajé las bragas hasta medio muslo. El calor que salía de su entrepierna me ponía loco. Bese su trasero mientras lo agarraba. Notaba el frescor de sus carnes y la ligera tibieza de su sexo. Los dedos de mi mano se clavaban en sus glúteos que ladeé dejando su sonrosado esfínter a la vista. No dudando un segundo pasé mi lengua por su ano, con lo que noté como mi madre se erizó y echó su trasero hacia mía acomodando mi lengua en su ano.
Ana: Soy tuya nene. Eres el único hombre de mi casa.
Volví a ponerme en pie dejando caer mi pantalón corto y calzoncillos al suelo. Su ano estaba lubricado por mi saliva. Pasé un poquito la polla arriba y debajo de su orificio y empecé a meter la puntita, que extrañamente apenas opuso resistencia. Me deseaba.
Ana: Ay cariño, ¿Qué me haces? Ay
Mi padre seguía dormido justo delante de nosotros, totalmente dormido. Solté el cinturón del vestido de mi madre y pude acceder con facilidad a su sostén, que ladeé hacia arriba, cayendo sus ubres sobre mis manos, amasando sus tetas con mis manos, buscaba sus pezones para pellizcarlos. Seguí metiéndole la polla poco a poco.
Javier: Dios mamá, que buena estás. Que polvazo tienes. Que voy a dar por el culo hasta mañana sin parar.
Ana: Calla loco, ay sigue, sigue…
Sin soltar sus tetazas de mis manos, amasándolas por los nervios de no poderlas abarcar todas, mi madre se repantigaba hacia delante, junto a mi padre, inconsciente de la follada que estaba recibiendo su mujer a su lado. Empecé a bombearle el ano con firmeza rítmicamente. Mi madre se iba deshaciendo poco a poco.
Ana: Ay cariño, sigue así. No pares
Javier: ¿Qué siga que mamá? ¿Qué te hago?
Ana: Me das nene, me das…
Javier: ¿Te doy? ¿Qué te doy mamá? ¿Qué te estoy dando? Dime…
Ana: Por el culo hijo mío. Me estás dando por el culo
Mi madre se estaba soltando a hablar. No había duda de que disfrutaba y yo estaba dispuesto a que dijera todas las barbaridades del mundo. Disfrutaba enormemente oyéndolas. Así que seguía sacudiéndole fuerte por el culo y sin soltar un momento sus tetazas de jamona.
Javier: Te estoy rompiendo el culo mamá. Te lo mereces. Estás más que buena. Me encantas
Ana: Si cariño sigue dándome
Javier: ¿Te gusta mami?
Ana: Si nene, me encanta
Javier: ¿Te doy más fuerte cielo?
Ana: Sí, dame más. Dame todo lo fuerte que quieras. Hay mucho culo para ti. Dale fuerte nene.
Las embestidas por el culo a mi madre eran brutales. Mi polla entraba y salí con suma facilidad. Su culo no ofrecía resistencia alguna. Seguí agarrando sus tetas, amasándolas, debí hacerle daño pero a ella no parecía importarle. Gemía como una loca
Ana: Ay, cariño. Creo que me voy…
Javier: Díselo a papa. Díselo… Dile que te vas a coger de la follada de culo que te está dando tu hijo.
Mi madre, descontrolada, perdida, se dirigió al oído de mi padre y le habló en susurros
Ana: Óyeme cornudo. Tu hijo me está destrozando el culo a pollazos. Cosa que tú no sabes ni hacer maricón. Me va a correr ya mismo. Me tiene a punto. Mi culo es suyo. Cabrón
Y mi madre empezó a correrse tapándose la boca con la mano. Se le pusieron los ojos en blanco y no paraba de jadear intentando controlar su propio orgasmo.
Ana: mmmmmm, dios, dios, dios.
Javier: Córrete bien mamá que pronto me correré en tu culo.
Ana: Ay cielo. Sí, córrete en mi culo. Échame un buen polvo en el culo. Llénamelo de leche. Fóllamelo bien. Dale nene
No pude aguantar más. Sus palabras me pusieron loco y empecé a echar chorros y chorros de esperma dentro de su trasero. Tenía la sensación de mearme dentro de su coño y era interminable.
Quedamos extasiados, ella sobre el respaldo del sofá y yo sobre su espalda, oliendo el aroma que desprendía su cuerpo sudado. Olía bien de todas las maneras. Mi polla empequeñeció y se salió de su ojete dilatado. No tardó mi semen de chorrear poco a poco de su culo al suelo. Mientras el cornudo de mi padre seguía dormido seguramente soñando con los goles de su equipo.
Volteé a mi madre recién follada. La besé en la boca y empecé a chuparle las tetazas y por primera vez le eché mano a su coño, metiéndole un par de dedos. Estaba empapadísimo, y no se me ocurrió otra cosa de llevarla a su dormitorio donde la eché sobre la cama, le abrí las piernas y me eché sobre ella follándole el coño y chupándole las tetas como un loco hasta bien entrada la noche.
Como terminó todo, es otra historia.