Apuesta BDSM
Nat, una chica Gótica, pierde una apuesta con un chico al que cree totalmente inocente
Natalie Vestía como siempre; botas negras hasta la rodilla calza negra, una camiseta de algún grupo de metal y una chaqueta negra. Su cabello era rubio, pero su maquillaje siempre negro y nada tímido. Ella era delgada, medía 1,70, pechos medianos y un trasero pequeño, pero bien formado, la naturaleza la había bendecido.
Finalmente a
brió la puerta, Paul, de unos 29
años, era unos centímetros más alto que ella, contextura delgada pero no era flaco. A diferencia de ella, el
vestía como todo un “normalillo”
, por eso había iniciado su apuesta.
Se habían agregado por Facebook y como ambos eran guapos no tardaron mucho en hablar, después de unos días de charla, toco el tema del sexo y Paul no dejaba de presumir su gusto por el BDSM y sus muchos encuentros sexuales.
Nat
ya estaba harta de escuchar como este niñato presumía tríos, orgias, haber tenido esclavas sexuales y haber sido esclavo el mismo, cuando ella, a los 35 no había tenido más que sexo regular a pesar de lo “gótico” y oscuro de su personalidad .
-Bueno Paul, muéstrame
-Oye, tranquilízate- El chico le pasó un vaso con una beb
i
da, ron. -¿Recuerdas los términos?
-claro, si de verdad tienes los juguetes
y haces lo
que pr
esumi
ste, podrás usarlos todos conmigo- . El increíble tono de tedio y aburrimiento e notaba en su rostro mientras tomaba el trago.
Ell
a estaba más que segura de que é
l no sabía nada de eso. Llevaba una camisa celeste, pantalones de lino cafés y zapatos blancos, lo único que le faltaba era un martillo de polo para ser el perfecto niño fresa.
-¿Y si yo pierdo? Preguntó Paul, recordando que ella había quedado en decírselo en persona.
Nat
sacó de su mochila, un pepino, una cámara y un traje de mucama. –Cuando pierdas, querido, te vestirás como mucama y serás mi sirvienta por 24 horas, cocinarás, me darás masajes, me prepararás baños de sales, y todo lo que se me ocurra-
-¿Entonces nada sexual?-. Preguntó Paul con los brazos cruzados y apoyándose contra una pared, no parecía sorprendido.
-Claro, si en algún punto me desobedeces o te portas mal, te meteré ese pepino por el culo,
y
solo
te lo sacarás cuando te
m
a
sturbes y acabes, claro que te grabare y sacaré fotos para asegurarme de tenerte para siempre-
Paul aceptó la apuesta con una
sutil
sonrisa y le hizo una señal para que lo siguiera.
Nat
estaba confundida, pensaba que él se asustaría, evitaría la apuesta y se acabaría ese asunto. Ahora estaba preocupada, pero al mismo tempo algo emocionada
. Si de verdad es un amo en el BDSM, ella cumpliría su sueño y sería una esclava, o tal vez una ama en el futuro
.
La llevó a la habitación principal, en la cama estaban acomodados t
odos los juguetes sexuales que é
l decía tener, Soga, vibradores, látigos, esposas, la típica bola roja que va en la boca,
todos de distintos tamaños;
al lado de la cama una gran X de madera y mucho más.
Nat
estaba congelada, se sentía
mareada
, la idea le llegó de pronto y por primera vez en la noche imagino que podía ser cogida esa noche.
Su fantasía era una cosa, pero odiaba perder, era altamente orgullosa, no iba a aguantar ser una esclava, no de esta forma.
-¿Estas bromeando no? No voy a dejar que uses nada de eso conmigo- dio media vuelta para escapar de ahí lo más rápido posible, pero Paul se abalanzó sobre ella.
Tenía un
par de esposas que uso para sujetar
sus manos en cuanto ambos cayeron al piso. Mientras ella gritaba que la
soltaran, él le tapó
la boca con una mano.
-P
erdiste una apuesta y debes pagarla, mejor hazlo por las buenas- Eso solo hizo que
Nat
forcejeara con más fuerza. Era muy orgullosa y no dejaría que alguien la castigara, no aguantaría la vergüenza de tener que pagar esa apuesta, de pronto un sonido “
bzzzzz
”.
“no” suplicó
Nat
en voz baja pero fue tarde, Paul había encendido un v
ibrador y en cuanto colocó el vibrador sobre
la vagina
,
sabía que él iría por todo. Con las manos
esposadas había poco que ella pudiera hacer. Paul usaba su peso para evitar que se moviera y ella cada vez sentía más placer
, ni su ropa interior ni la calza la protegían de las vibraciones
.
Dejó libre su boca con lo cual
Nat
empezó a insultarlo ¡
Suéltame
hijo de puta, no voy a dejar que me hagas…AH, HM! Cuando ella soltó esos gemidos lo escuchó soltar una risita, LO ODIABA. Su intento de insultarlo otra vez fue
interrumpido
por una mordaza que tapo su boca, incluso sus tobillos ya estaban atados. El
vibrador
seguía haciendo su
trabajo
.
Volteó la cabeza y
vio
que una pared completa esta
b
a cubierta por un espejo enorme, podía verse con el estómago abajo, las manos en la espalda y sus pies atados de forma que chocaban con sus manos. ¡
Era una posición tan humillante!
Paul le dio una nalgada como para terminar de demostrar su dominio sobre ella.
-Ahora, voy a cambiarme y para cuando vuelva espero que tengas una mejor actitud-.
Nat
no podía responder, pero hizo todo para que sus ojos mostraran el odio y frustración que sentía. Se rehusaba a sentirse
sometida. Antes de irse, P
aul bajó su calza y retiro su ropa interior parcialmente,
aprovechando para manosearla,
entonces introdujo un vibrador pequeño. Volvió a vestirla y en cuanto se cerró la puerta, ese pequeño empezó a vibrar con una intensidad que nunca antes había sentido.
Nat
soltó un gemido de sorpresa y por la fuerza, sabía que terminaría acabando en muy poco tiempo. “un vibrador a control remoto” el hijo de puta va a torturarme sin si quiera verme”
, pensó mientras aumentaba su respiración.
Volvió a verse al espejo y su cabello despeinado y la posición, por algún mot
i
vo, comenzaron a excitarla. “no, no es el castigo, debe ser solo el
vibrador”, se repetía en negación.
Se controlaba para sentir el menor placer posible pero fue demasiado. El primer minuto fue bastante bien, el segundo empezó a sentir algo, pero para el tercero el placer comenzó a ser más de lo que podía controlar. Imaginaba cada cosa que le gustaba, cuando se excitaba viendo sangre en los videos musicales de metal que
amaba; cuando se calentaba imaginando sacrificios rituales que implicaban quitar la virginidad a una inocente.
El quinto minuto fue cuando comenzó a romperse, sentía placer por todo su cuerpo
. El vibrador se sentía tan bien, sus pechos contra el suelo, la ropa interior que apretaba cada vez más, sentir lo mojada que se había puesto. Por el sexto minuto no podía controlar sus gemidos, si no fuera por la bola roja que le tapaba la boca sus gemidos resonarían en toda la casa.
El 7mo minuto decidió que no le importaba nada, los ojos cerrados le permitían sentir el placer, pero el mismo motivo por el que nunca podía terminar en casa se lo evitaba ahora. Sentía ganas de orinar, o al menos una presión similar en el mismo lugar.
La situación era la más excitante que había vivido y no podía terminar por esa estupidez. De todos modos, todo el rollo se cortó cuando escuchó la puerta abrirse tras ella.
Paul estaba parado frente a ella, usaba un traje
. Camisa blanca, un chaleco con pantalón y zapatos negros; una corbata roja para terminar. Seguía viéndose como un fresa, pero más elegante, incluso imponente.
Nat
sintió un poco de miedo.
Paul sacó un control remoto rosa, al presionar un botón, el vibrador se disparó.
Nat
no pudo aguantar y comenzó a gemir, su ceño fruncido por el rencor que le tenía, pero el placer era muy fuerte. -¿ahora me onecerás, perdedora?-
preguntó mientras le quitaba la mordaza
-¡Vete a la m
Hmmm
, AHHH…Mierda, AHHH!-
-Me gusta la fuerza, pero no la actitud-. Volvió a amordazarla con la bola que ya estaba cubierta de saliva
. El vibrador se detuvo
La levanto del suelo y la llevó a la X. Primero ató una de sus manos para asegurarse de que no escapara, luego la otra y finalmente los pies. Estaba de espaldas y sus manos estaban aseguradas por unas esposas de cuero encadenadas a cada extremo. Una vez de espaldas,
Nat
no podía ver que hacia Paul, pero era obvio, en un segundo
le bajó la calza hasta las rodillas, y tenía una vista perfecta de su trasero y ropa interior.
Lo siguiente que escucho fue el sonido de tijeras
cortando
algo. ¡Su camiseta! Como no se la había quitado iba a cortarla, quería gritarle pero solo podía decir ¡
H
mmmm
HMPPFFF MGGGRRRRR! Luego cortó su calza, pero solo una parte, dejó las piernas como si tuviera medias altas. Luego, le quitó la mordaza
-¿sabes cuánto me costó esa camiseta estúpido? Voy a patearte los huevos hasta que…
-Entonces, ¿ya aceptarás que eres mi esclava?-
-No, idiota, y vas a soltarme
ahhomgggg
- La mordaza Volvió a su lugar.
-Supongo que deberé cobrarme la apuesta y además castigarte por hacer que me cueste tanto-
Mientras ella seguía haciendo ruidos, no supo
que
hacía Paul, hasta que de pronto
¡
Smack
! Sintió una nalgada
-HMMMMMMGGG- El dolor no fue muy fuerte, la dio con su mano, pero el vibrador volvió a encenderse
-Voy a probar que eres una esclava sumisa y voy a darte nalgadas hasta que acabes-
Ella Abrió los ojos, y antes de poder decir otra cosa ¡SMACK! Otra nalgada, esta vez más fuerte, pero ella cas no reaccionó. Después de varias nalgadas sin que ella reaccione, Paul decidió dar el siguiente paso.
Le mostró a
Nat
una especia de paleta de cuero, como una tabla para picar, pero más alargada y de cuero negro, con tachas metálicas pequeñas. El miedo la invadió, empezó a sacudirse con toda su fuerza para intentar escapar, pero fue inútil. Primero un sonido de silbido y luego un estallido de dolor en sus nalgas, cada golpe la hacía saltar, y después de un momento el vibrador llegó a su máxima potencia.
Nat
se encontraba en un mar de sensaciones. El vibrador le daba placer, pero la situación era lo que más la excitaba,
haber sido dominada, haber perdido la apuesta, saber que el recibe placer mientras ella recibe humillación, vergüenza y dolor. Esa degradación por ser una perdedora y ser castigada era demasiado para ella, estaba completamente mojada.
Cada golpe la llenaba de dolor y gritaba por ello, pero inmediatamente la abrumaba el placer.
-Parece que estas lista, ¿vas a obedecerme? –
Nat
asintió algo asustada, entre gemidos
-¿Si te suelto, serás mi esclava obediente? –
Nat
asintió, acto seguido, Paul le quitó la mordaza.
–Quiero escucharlo de ti –Susurró Paul mientras pegó su cuerpo al de ella, con una mano apretaba su pecho y con la otra acariciaba sus nalgas como si fueran un buffet libre y el pudiera tomar lo que quisiera, porque así era.
-Soy tu esclava, AHH, y te
obe
…
Hmmm
, te obedeceré HHMMM
-Dime una fantasía o fetiche que tengas. –Ordenó
-Siempre he soñado con que me echen cera de una vela.
-¿Dónde?
-En mis tetas, en mis pezones, pero en cualquier lugar me gustará
Paul la soltó la lanzó a la cama, le sorprendió que también allí habían esposas para sujetarla en X, pero bastante más sueltas. Esta vez se encontraba boca arriba y en lugar de su mordaza le tocó un antifaz para que no pudiera ver nada. También le habían quitado el vibrador remoto, pero continuaba con el resto de su calza como si fueran medias altas
Las gotas de cera caliente empezaron a caer sobre ella esto le excitaba bastante, los primeros le causaban más dolor que otra cosa, pero después llegó el placer.
Comenzó
por la zona entre los pechos, y se iba deslizando hacia los pezones. Cada gota de cera le dejaba escapar un pequeño grito de sorpresa y cada vez más seguido se relamía los labios o daba gemidos largos.
Paul aprovechaba su mano libre para manosear cada centímetro de
Nat
, pero no tocaba su vagina por ningún motivo. A veces paseaba su dedo cerca al clítoris para tentarla, pero no lo tocaba, incluso retiraba la cera seca de algunos lugares para volver a llenarla de cera nueva.
Nat
no iba a admitirlo pero quería más placer, quería al vibrador de vuelta, pero eso será ahondarse en su humillación, y sabía que nunca podría hacerse eso. El castigo que recibía era demasiado fuerte como para que admita su vergüenza con un orgasmo, menos aún el primero
De pronto lo sintió, Paul comenzó a meterle los dedos y eso le robó un gemido por el placer que llegó de sorpresa.
-¿Qué HMM… haces?
-Eres mi propiedad, perdedora, voy a usarte –Oh, no, pensó
Nat
, quiere cogerme, no puedo dejar que…
-¡¡AHHHHHH!! –Fue un grito, más que un gemido, Paul no había tenido piedad y la penetró sin aviso, claro que no era nada nuevo para ella, tenía sexo desde hace más de 20 años, pero la vergüenza de que él pueda hacerle eso la llenaba de impotencia y el placer más intenso que había sentido. Gemía como actriz porno cada que estaba cerca el orgasmo e insultaba a Paul cada que estaba lejos.
Sus gemidos y burlas, la llenaban de locura. El no poder hacer nada al estar completamente atada la excitaba mucho.
Recibió una cogida impresionante, no sabía cuánto tiempo había pasado pero sabía una cosa, no podía acabar. Esa sensación le impedía hacerlo, por la vergüenza y el miedo de que orinarse encima cortaría el rollo. Pero después de tanto tiempo de coger, y con el impresionante morbo que sentía por primera vez, necesitaba hacerlo
-¿Por qué no acabas, perdedora? –
Nat
prefirió quedarse en silencio que decirlo. Pero entonces Paul le estrujo ambos pezones, como si la torturará por información. El dolor fue mucho, más que el placer
-¡Está bien, te diré, te diré, pero detente, me duele!, lo que sucede es que cada que estoy cerca de acabar, siento que tengo ganas de orinar y no puedo hacerlo
Paul sonrió y se quitó de encima, desató solamente las piernas de
Nat
y las levanto de forma que sus pies
etaban
a la altura de sus manos, era una posición muy incómoda. Estar en esa posición la cansaba, pero Paul ató sus tobillos a sus manos
asi
que la soga recibía toda la tensión.
Nat
tenía una perfecta vista de sus piernas abiertas y su entrepierna depilada, estaba roja por la cogida sin piedad que acababa de recibir. Se sonrojó por la vergüenza.
-¿Qué haces?
-¿Alguna vez escuchaste sobre
Squirt
? –Claro que sabía de ello, era la eyaculación femenina, y
Nat
había visto bastante porno al respecto
-No –Mintió
Nat
mientras se preguntaba si eso era lo que pasaría si se dejaba llevar
-No importa, ya lo sabrás. –
Le quitó el antifaz y vio como
Paul encendió un vibrador de “varita mágica” era bastante grande y como su nombre indicaba, era alargado y en la punta había una bola que vibraba. La intención de una varita, no es penetrar, sino estimular el clítoris. En cuanto
la tocó, sintió el extremo placer, fue muy rápido, sabía que no aguantaría
-No, suéltame hijo de puta, no vas a lograr que haga
na
...
!HMMMM
, AHMM, UMMMMM HMMMMM AHHHHHH! –Mientras gemía Paul le puso su propia ropa interior a la boca para que dejara de hablar. Acto seguido, Paul le metió dos dedos con su mano libre para asegurarse que recibiera estímulos por todo lugar. El placer era exorbitante, su vista se nublo y sus músculos comenzaron a contraerse, sentía el orgasmo llegar y todo su cuerpo resonaba
-Ahora, perdedora, terminaras en tu propia cara –Claro, la posición era perfecta para ello.
Nat
no pudo con la idea, la excitación de cometer ese auto castigo, esa auto-
humillación, era demasiado fuerte, su castigo era perfecto y el morbo de esa idea le causo que temblara su pierna izquierda al tiempo que recibía por primera vez un orgasmo.
-¡AAHH
HHHHHHHMMMMMMMM!
Su cuerpo se contrajo y su pierna izquierda se sacudía incontrolablemente
Era una droga
perfecta
, ahora entendía el porque la gente era adicta a buscar orgasmos, sintió que su cuerpo se rindió, y ella se rindió ante las ganas
de orinar
que sentía siempre. Un chorro de líquido salió disparado de su vagina y cayó todo sobre ella.
Por el olor, supo que era
squirt
, su mayor miedo no se había cumplido…al menos no del todo
El cumplimiento de su vergüenza, de su castigo y humillación hicieron que su orgasmo durará al menos 15 segundos
.
E
n ese estado, fueron una eternidad.
Su orgasmo había terminado pero el vibrador seguía en su lugar. Con lo sensible de su clítoris, el vibrador se volvió un aparato de tortura, era demasiado estímulo y le causaba dolor. Ella rogaba para que lo retiren pero no podía hablar con la mordaza
-¡
Hmmmmmm
, AAARGGGGGG, AMMMMMGGGG! –
Nat
intentó ver a Paul, pero solo vio un erecto pene acercándose a su rostro. Paul la agarro del cabello y terminó en la cara de
Nat
. Todo su rostro quedó cubierto de semen y se mezclaba con sus propios jugos, su rostro estaba cubierto, era la marca final de su humillación. Ambos habían terminado en la cara de ella, oficialmente, era su esclava, la había dominado completamente.
Paul apagó el vibrador y soltó sus ataduras, pero
Nat
estaba muy cansada. Se durmió en la misma cama, en la misma posición. Dos pensamientos encontrados cruzaban su mente. Primero, ahora sabía que era una esclava, que era sumisa y la humillación le causaba los más intensos orgasmos. Segundo, en contradicción con el primero, ella quería venganza.