Aprobé las oposiciones a notarias.
Después de aprobar las oposiciones a notarias salí por primera vez de marcha a celebrar el éxito. Fue una noche loca de la que no me arrepiento.
Acaba de recibir las notas de las oposiciones a notario que llevaba estudiando los últimos siete años. Había hipotecado mi vida con el objetivo de llegar a ser alguien en la vida y lo había logrado. Mientras todas mis amigas acababan la carrera universitaria, conseguían sus primeros sueldos e iniciaban una vida social de lo más activa. En mi caso desde el último curso de derecho me enclaustré en mi cuarto y durante siete largos años 6 días y medio a la semana, 12 horas al día, me encerraba a estudiar unas oposiciones que casi nadie aprobaba y yo lo había logrado.
En los últimos siete años creo que he debido salir unas 10 noches como mucho. Desde luego en esas noches me había soltado la coleta pero las consecuencias de esas noches de marcha habían afectado tanto los siguientes días de estudios que no me podía permitir repetir aquello, a pesar de las insistentes provocaciones de mis amigas. Había logrado ser inmune a las tentaciones y la vida me compensaba por ello.
En el amor, poca cosa. Conocí a un opositor en la academia. Al principio algún café, después pasamos por la cama y así estuvimos viéndonos durante dos años. Dedicaba mi tarde libre de los domingos a ir a su casa y fornicar durante toda la tarde. Una relación así es difícil de mantener por lo que sencillamente acabó apagándose. Me consolaba con mi dedo con el que frotaba mi coño cada vez que tenía ganas de hombre y así aprovechaba un poco más mi tiempo. Realmente no sentía nada por él y limitándose nuestra relación a simplemente la cama acabé por pensar que los traslados eran una perdida de tiempo y a pesar que no era lo mismo, yo sola podía consolarme.
Celebré mi aprobado con un sencillo whatsapp al grupo de mis amigas “desde ya, a cualquier plan que haya, me apuntó, he aprobado”. Desde luego ese día el whatsapp no dejó de sonar y de hacerme sentir especial con las felicitaciones llegadas incluso de gente que hacía años que no veía. Finalmente había valido la pena todo aquello esfuerzo.
El resultado de aquél mensaje dio resultado ese mismo viernes. Mis amigas me convocaban para celebrar mi aprobado. Yo me las prometía muy felices pero parte de aquella ilusión se vino abajo cuando llegué al bar donde habíamos quedado y me las encontré que habían venido acompañadas de sus novios e incluso maridos. ¿Dónde estaba mi esperada noche de only girls, que tanto habína hecho ellas y que a mi no me tocaba?.
Nos tomamos unas cañas, cenamos en un italiano y después de una copa en la mesa del restaurante, la mitad de los presentes se retiraron. Me quedé un poco cortada ante la falta de animación de mis “amigos”, pero la noche seguía.
Nos fuimos a un pub y después de dos rondas la mitad de la gente que quedaba volvió a irse. Solo quedaban dos parejas que seguro que se hubieran ido si yo no hubiese estado ahí y yo. Era mi primera noche libre en 7 años y me veía que me iba a quedar sola.
Fuimos a una discoteca y yo me fui a bailar con las chicas, los chicos se fueron a pedir unas copas. Después de bailar nos acercamos a la barra y viendo que Andres, el novio de Irene tenía al lado a un chico me puse a hablar con él. Fue un poco cortante porque resulta que no lo conocían de nada, pero el chico era majo. No tardó en llegar una chica del baño – su novia – pensé, pero no, como a mi, la acababa de conocer. Un pedazo de hembra, impresionantemente guapa y con un impresionante tipazo, pero en cuanto abrió la boca se la notaba que era más polígonera que una camioneta de reparto.
Nos quedamos los tres hablando durante un rato, mis amigos viéndome acompañada se despidieron de mi y me prometieron llamarme el día siguiente. Eran las cinco de la mañana y era de lo más lógico que quisiesen irse.
Mis dos nuevos amigos, Juan y Gloria, me llevaron hasta la pista de baile. Gloria bailaba super sensualmente tanto acercándose a Juan como a mi. La verdad es que estaba en esa pequeña línea entre cutre y ridículo o sensual. Poco a poco fui perdiendo mi vergüenza e intenté imitarla. Creo que dimos la nota un poco más de la cuenta, pero ¿qué más daba?, nadie nos conocía.
Eran las seis y medía de la mañana cuando las luces se encendieron y la música acabó.
Pasamos los tres por el guardarropas y una vez en la calle decidimos que hacer.
- Os llevaría a un local, pero dudo mucho que os guste – dijo Juan con la risa floja por el alcohol que llevaba encima.
- Si, si, si vamos – dijimos las dos al unísono. Ninguna de las dos queríamos irnos a casa. Estaba claro que Gloria, se sentía en la gloria en la noche y yo tenía mucho tiempo que recuperar.
- Ok, os invitó a una copa en mi casa. Queda un poco lejos, pero tengo bebidas y hielo – no lo dudamos y salimos a la calzada a la caza de un taxi.
En el taxi me dio la impresión que estaba de más. Juan y Gloria se hacían arrumacos mientras yo miraba por la ventana sintiéndome un poco fuera de lugar.
La casa de Juan estaba en un barrio en el que nunca había estado, creo que estaba cerca de Leganés, pero no podría decirlo, llevaba demasiado tiempo enclaustrada. La casa era pequeña. Poco más que un pequeño salón, un baño, una mini cocina y un cuarto que estaba segura que conocería esa noche la rubia oxigenada. La casa no estaba especialmente bien decorada, los muebles se veían gastados, la tele no era plana y las paredes parecían necesitar una manita de pintura. Eso si, el chico tenía una esquina del salón lleno de ordenadores y bichos encendidos, según nos dijo era informático.
Juan nos puso unas copas y nos sentamos en el sofá. Bebimos, bebimos y bebimos. La conversación empezó sobre el tiempo y acabó hablando de sexo. Juan y Gloria, se veía que tenían una basta experiencia y contaban anécdotas más increíbles a cada vez. Yo poco tenía que contar por lo que limitaba mis intervenciones a algún comentario y muchas risas. Era casi de día cuando Gloria se quedó dormida en su sillón. Juan aprovechó y me besó. No es que yo fuera una experta, pero el chico besaba de puta madre. Me dio un poco de corte darme el lote con esa chica ahí dormida, sobre todo teniendo en cuenta que yo la veía a ella como la favorita de nuestro anfitrión para ocupar su cama esa noche.
Juan empezó a subir su mano por mi pierna, yo que había tenido mil y un pensamiento a lo largo de la noche, en la hora de la verdad estaba un poco acojonada por sentir las manos de ese hombre avanzar por mi cuerpo. Juan sobrepasó la línea que marcaba mis falda y siguió hacía arriba, llegó a mis bragas y con un dedo apartó el elástico. Me daba muchísimo corté, pero yo le dejaba hacer. Juan llegó a mi coño y empezó a pasar suavemente su dedo por mi encharcada raja pero sin meter sus dedos entre mis labios que aún permanecían pegados uno al otro. Subió su mano y llegó a mi clítoris, me imagino que en ese momento él hubiera esperado de mi algo más de acción, pero era la primera vez que alguien llegaba hasta ahí en una primera cita y en realidad el segundo que me tocaba en mis partes rosadas.
Juan me miró fijamente dejando de besarme durante un instante. Agarró con fuerza mis bragas y la destrozó de un tirón. Menos mal que no es lencería fina, menos mal – pensé.
Ya con el camino libre de elásticos, Juan abrió mis piernas y empezó a masturbarme más fuertemente provocando en mi cuerpo grandes convulsiones y un sonoro continuar de suspiros. Viendo que estaba con las faldas por la cintura y la pelambrera de mi coño al aire le señalé a nuestra nueva amiga y le pedí que me llevase a su habitación.
- la vamos a despertar, vamos a tu habitación – dije esperando lo inevitable.
- Solo si te puedo arreglar esto.
- ¿Mi vagina?
- Solo el pelo de ella – no dije nada, no sabía que se proponía pero acepte con un ligero gesto con la cabeza.
Nos besamos con pasión y sin dejar de hacerlo nos dirigimos a su cuarto.
Aquella habitación era una leonera. Juan apartó la ropa tirada de su cama y la lanzó contra el lado ciego de su cama. Me sentó en el borde de la misma y volvió poco después con un trapo y un aparato en la mano que no pude ver bien. Me levantó, me hizo ponerme contra la pared y se acercó a mi, lo cierto es que estaba acojonada, con una mezcla entre miedo y excitación.
- ¿qué vas a hacerme? – pregunté
- Veras. – contestó sin decir más
Me fue desnudando poco a poco mientras me besaba el cuello. No tenía ni idea de donde estaba, ni realmente quien era esa gente. La conciencia me decía que me fuese, mi cuerpo me pedía quedarme. Me quitó la blusa muy sensualmente, dejó caer mi sujetado liberando mis pequeños pechos y dejó caer al suelo la falda soltando el estratégico botón lateral que la sujetaba. Estaba desnuda con un desconocido después de mucho tiempo, no tenía el cuerpo de Gloria, pero tengo mis cositas bien puestas y ni un gramo de grasa, cosas de la genética.
Me volvió a sentar al borde de la cama, abrió delicadamente mis piernas y empecé a notar un zumbido y algo metálico que empezaba a pasar por mi entrepierna. Era extremadamente excitante, me estaba afeitando el coño algo que nunca había hecho yo y me estaba poniendo más a cien si cabía. La verdad es que estaba que babeaba de excitación y muerta de vergüenza a la vez. Juan me tiró sobre la cama, me abrió las piernas y empezó a pasar las cuchillas por distintos pliegues de mi intimidad. Me lo estaba viendo todo y sinceramente me daba igual.
No pasaron un dos segundos desde que se apagó el sonido hasta que una lengua empezó a hacer círculos en mi hinchadísimo clítoris. Pocas veces me había comido el coño y sobre todo nunca tan bien. Ni en mis mejores dedos, ni en mis mejores fantasías había logrado recibir tanto placer como con aquella lengua. Juan chupó durante poco más de 10 minutos hasta que yo arqueando la espalda le llené su cara y boca de mi flujo que corría fuera de mi coño de una manera nunca vista antes. Mi amante descocido lejos de parar y con la cara aún chorreante no me dejó cerrar las piernas y sin mediar palabra me penetró de un golpe certero en mi coño.
Sencillamente me corrí al sentir aquella polla partirme en dos.
Siempre he preguntado a mis amigas en esas conversaciones de chicas, que se sentía cuando después de una relación larga con su novio de toda la vida y después de haber roto, se acostaban con otro distinto. La mayoría habían coincidido en decir que durante ese primer polvo siempre se acordaban de su exnovio, alguna me llegó a decir que sentir una nueva polla era maravilloso e incluso una me confesó que se derritió cuando la penetraron por segunda vez y dejo atrás un noviazgo largo y aburrido. Lo mío, fue más que eso. En ningún momento me acordé de mi amante futuro notario y solo sentí un placer que me envolvió entera y me hizo ver las estrellas del placer.
Juan no paró ante mi obvio orgasmo, siguió como un campeón dale que te pego. Estaba en la gloria y así tanto mis palabras como mi cuerpo se lo dejaban saber. Aquel chico no tenía una polla, tenía un ariete con el que estaba rompiendo todas mis barreras y prejuicios.
Una sobra nubló la habitación interrumpiendo la luz proveniente del salón. Era Gloria que medio dormida entró en la habitación. Era obvió que con mis gemidos la había despertado, probablemente también al resto del edificio, pero ellos no tenían acceso al cuarto
- joder chicos, ¿por qué no me despertasteis? – me quedé bizca allí abierta de piernas viendo como la chica se aproximaba a la cama y empezaba a desnudarse. Quise decir algo pero Juan me calló con un largo morreo que aplacó mis palabras. Cuando acabó, Gloria estaba completamente desnuda a nuestro lado mostrando un cuerpo creado para el pecado.
La rubia se subió a la cama y posando su coño sobre mi boca se dio un largo morreo con Juan. No tenía ni idea de que hacer, lo lógico hubiese sido levantarme y largarla o largarme yo, pero la polla de Juan actuaba como implacable juez e inconscientemente dicto sentencia.
- ¿A qué esperas?, cómele el coño – dijo juan dejando por un momento la boca de la recién llegada. No es que no lo hubiese hecho nunca, es que nunca se me había pasado por la cabeza hacerlo.
Torpemente metí mi lengua en los pliegues de su coño e imaginando como me gustaría que me lo hiciesen a mi y aún recordando el tremendo orgasmo recibido empecé a pasar mi lengua por ese coño encharcado que goteaba flujo en mi boca.
Chupé hasta que tanto la Rubia como yo nos corrimos. Agradecí su rápido orgasmo pues el gusto que estaba recibiendo me impedía chupar con continuidad.
Juan reorganizó el status quo de la cama y haciéndome subir al cabecero puso a la rubia entre mis piernas. Gloria no tuvo que recibir instrucciones, metió la lengua directamente en mi clítoris y empezó a lamer. Aquello era el acabose, si alguna amiga me viese no daría crédito pues ni yo misma lo daba. Juan desde atrás y aprovechando el culo en pompa de la dormida le ensartó su aun dura polla en su coño y empezó a bombear con tal fuerza que la cara de Gloria se golpeaba con mi pelvis y le hacía correrse el lápiz de labios por toda ella.
Gloria evidentemente tenía kilómetros y a pesar de los gemidos y suspiros que daba no dejó de comerme en ningún momento, es más con sus dedos coronados con largas uñas jugaba con mi coño llegando incluso a rozar mi culo algo que me provocó un inmenso placer.
Me corrí una par de veces antes de ver el cuerpo de Juan ponerse tenso y correrse en el coño de la rubia mientras emitía el único gruñido de la noche por su parte. El chico al contrario que nosotras era muy silencioso follando.
Gloria cayó desfallecida dejándome a las puertas de un último orgasmo. Me hubiese echo un dedo allí mismo, pero la rubia cayó rendida sobre mi cuerpo sin darme posibilidad de hacerlo, de perdidos al río pensé, pero fue imposible. Juan cayó destrozado sobre la rubia y me besó una vez antes de echarse a un lado e invitarnos a quedarnos a dormir.
Dormimos los tres en la cama, la verdad un poco estrechos pues debía de medir un metro cincuenta y la cama no daba para más.
Me desperté ya entrado el día por lo gemidos de mis nuevos amigos al follar. Me hice la dormida pues el alcohol había desaparecido de mi cuerpo y no quería participar. La verdad es que me puso mucho ver como la polla de Juan volvía a tener vida y con ella martirizaba el coño de Gloria mientras esta se pellizcaba los pezones que coronaban aquellas impresionantes tetas y emitía sonidos animales.
Fue un polvo rápido gracias a Dios, concluido el cual Gloria se levantó, buscó sus bragas, se las puso, salió de la habitación para ir al baño, me imagino, y volvió. Acabó de vestirse y Juan la acompañó hasta la puerta.
- Ha estado guay – le dijo la rubia – tenemos que repetirlo, te dejo mi teléfono. Llámame. Tengo que salir pitando que a las 3 entro a trabajar – y oí la puerta.
Juan volvió a la cama y se metió en ella, yo volvía quédame dormida hasta un par de horas después en el que noté como una lengua frotaba mi sexo. Levanté la cabeza ya empezando a gemir y pude ver a mi anfitrión entre mis piernas devorando mi húmeda y encharcada vagina.
Juan me llevó de nuevo al estasis. Por primera vez en mi vida me corrí mientras apretaba mis pezones y disfrutaba de una mezcla de dolor y gusto que me llenaba toda. De nuevo y al igual que la noche anterior Juan se introdujo entre mis piernas y levantando las mismas y poniéndolas sobre mis hombros, metió aquel garrote que me llegó hasta la garganta y me hizo soltar un grito ahogado.
Me folló como a una coneja. A marchas forzadas, llegue a mi orgasmo de casualidad porque segundos después de irme yo, Juan inundó mi coño con su caliente lefa, o lo poco que le quedaba en los huevos porque el pobre chico había tenia una noche de aúpa.
Nos quedamos en la cama dándonos picos y hablando un poco. Cuando fui a recoger mi falda me pidió que me quedase un poco más, cosa que no pude hacer porque una cosa es avisar a tu madre que no vas a dormir y otra es la de llegar a las siete de la tarde oliendo a lefa.
Amablemente Juan me dio una toalla y me indicó que podía ducharme. El tío no se fue de baño y sentándose sobre la tapa del wáter contempló como me duchaba mientras me hablaba de lo uno y de lo otro.
Me despedí con un corto beso en los labios y salí a la calle.
No tenía ni idea de donde estaba, por lo que salí a la calzada a esperar un taxi. No había ni mirado a la izquierda para ver si venía alguno cuando Juan apareció en camiseta y pantalón de deporte.
- menos mal, pensé que no te alcanzaba. Te dejabas el móvil – le di las gracias y paré al primero que pasó.
El recorrido hasta casa fue una mezcla de sensaciones. Esa noche había sobre pasado muchos limites antes por mi no imaginables. Lejos quedaba esa chica de colegio de monjas conservadora y formal. Aquella estudiante de derecho siempre más pendiente de los estudios que de los chicos. Aquella opositora sin tiempo a nada. Aquella novia de opositor cuya única relación era un polvo rápido los domingos para volver corriendo a la mesa de estudio.
La llegada a casa no fue nada traumática. Mis padres pensaron que dormía en casa de una amiga.
- ¿Cómo llegas con esas pintas?, no te pudo dejar nada Laura? – me dijo mi madre.
- No se lo pedí, luego es un rollo tener que devolverlo – contesté echando balones fuera.
Vagueé un poco por la casa durante toda la tarde hablando por teléfono con mis amigas y no viendo el momento de meterme el sobre. Mi teléfono sonó por la entrada de un mensaje
- ¿qué tal llegaste a casa? – me escribían desde un numero desconocido
- ¿quién eres?
- Juan
- ¿cómo tienes mi numero?
- Te dejaste el móvil en casa. ¿Te acuerdas?
- Bien, bien gracias
- ¿tu que tal?
- Roto
- No me extraña.
- Ya
- ¿Qué haces llamar a tus chicas para ver como estamos?
- No solo a ti.
- ¿Y a Gloria?
- Tire su teléfono, la verdad es que no me interesa.
- Pensé que ella era la presa.
- Hasta que tu llegaste - me contestó vacilón
Whatsappeamos durante largas horas.
Esa noche me masturbé recordando lo vivido en un piso de dios sabe donde y dándome cuenta que era una mujer nueva.
Al levantare le pedí un crédito a mi padre. No iba a tomar posesión de mi nuevo destino hasta pasado unos meses y hasta entonces quería independizarme. Lo del dinero no fue problema, un poco de pesar que me fuese de casa, sobre todo teniendo en cuenta que solo me quedaban unos meses en Madrid, pero al final aceptaron.
Mi tía Fátima tenía un piso que me había ofrecido infinidad de veces y que estaba vacío. Me apetecía un poco de independencia ahora que no tenia que estar en mi cuarto estudiando todo el día
No había pasado ni tres días desde ese maravilloso viernes cuando ayudada por mis hermanos y cargada con mis maletas hacia mi primera mini mudanza. No es que fuesen muchas cosas, pero a ellos y a mi nos hacía ilusión que me ayudasen en ser la ultima que salía de casa de mis padres. El coño me empezaba a escocer por el nacimiento del pelo. Estaba deseando que se fuesen para poder pasar por el bidé y calmar el picor cuando entró un whatsapp en mi móvil
- ¿cómo andas?
- Ya instalada.
- Me invitas a un café
- Jo, no tengo de nada en la casa aun.
- Tampoco yo tomo café…
CONTINUARA…