Aprendiz de puta (4: el escondite)
-Un cliente te me ha solicitado por un día entero.
Una noche a la hora de cerrar, cuando ya todas estamos vestidas de calle y hemos recibido nuestra jornada en uros, Iván me dice que me espere un momento, que quiere hablar una cosa conmigo. Todas las chicas nos despedimos con un hasta mañana, despedida que doy a todas y unos centímetros más larga a Johana, que se ha convertido en mi mejor amiga.
-Johana: hasta mañana Claudia, ¿qué haces, te quedas por un trabajo extra con Iván? je je.
-Claudia: no, no. Bueno, supongo que no. Dice que me quiere hablar de una cosa, mañana te cuento.
-Johana: ok cariño, das vidania.
-Claudia: das vidania Johana, hasta mañana.
Yo estoy la mar de tranquila esperando que se vayan todas para que Iván me diga lo que tiene que decirme, pero el comentario de Johana me pone un poco nerviosa. Iván me ha demostrado siempre gran simpatía, pero él es simpático con todas, no creo que me dirija una especial atención, o eso espero porque... iniciar una relación con Iván más seria que por ejemplo el primer cásting que me practicó el día que le pedí por trabajar en el club? Mmm ay no sé, Iván es un hombre que me gusta tanto por fuera como por dentro, el primer día que me folló encima de la mesa de su salón me gustó mucho su veterana experiencia en el arte de hacer el amor. ¿Y si ahora estableciera con él una relación seria, de chulo a prostituta primera? ¿Se me está yendo la olla con tantos pensamientos? Va a ser que sí, me conozco cuando me da por pensar y se me suele ir la cabeza por las nubes.
¡Bah! esperaré a que me diga eso tan discreto que tiene que decirme y no me preocupo más. Así es que olvidándome del comentario de Johana y apretando bien en el bolsillo el fajo de billetes que he ganado esta noche, me siento en la mesa del salón de la vivienda y espero a que Iván se haya despedido a todas y se haya encargado de sus cometidos. Cuando acaba cierra la puerta y se viene a sentar conmigo.
-Iván: tienes un trabajo extra Simona.
-Simona: mmm, bien, ¿de qué se trata?
-Iván: el señor Valerio. Supongo que lo recordarás como uno de tus clientes titulares.
-Simona: Valerio, oh sí. Uno de los clientes que se ha aficionado a mi. Lo tengo en mente porque es el único cliente que me ha solicitado por dos horas enteras, un señor solvente.
-Iván: sin duda es solvente el señor Valerio, conozco donde tiene la mansión y debe estar tan forrado de millones que le deben incluso aburrir. No sabes el refrán que dice; el dinero es como el estiercol, si se amontona mucho, huele.
-Simona: ja ja, no conocía ese refrán. Pues a mi ya me pueden bañar en polvo de oro que te aseguro que no lo voy a rehusar.
-Iván: bueno, a otra cosa. Lo que te decía es que el señor Valerio me ha pedido a ti por un día entero.
-Simona: mmm, ya, parece interesante porque, un día entero debe de oler muy mal si lo comparamos con el estiercol.
-Iván: le he dicho el precio, 1000 uros. Y no le ha ni hecho parpadear. Lo que te digo que le sobra la plata.
-Simona: mil uros.... mmm déjame saborear ese número, miil.... que bien sabe. Estoy completamente de acuerdo con ese trabajo extra. ¿Cuando quiere que vaya a su casa?
-Iván: mañana, he quedado con él mañana. Yo te llevaré a su casa y te volveré a recoger cuando me llaméis.
-Simona: pues fenomenal, ¿te pasas por mi casa a las.. 10?
-Iván: sí, a esa hora aparcaré cerca de tu casa. Esperaré a que tú salgas.
-Simona: sí claro, a ver si te ve mi madre me inundaría a preguntas.
-Iván: pues así quedamos, hasta mañana.
-Simona: hasta mañana.
Al día siguiente me despierto temprano por haber ido a dormir a las 2am. Y es a las 9 que ya estoy limpia y vestida almorzando con mi madre.
-Mamá: ¿y no necesitas llevarte comida ni nada?
-Simona: no, nada de eso. Mi amiga Johana es muy buena cocinera y preparará un plato de su tierra.
-Mamá: Rusia, no sé que diantre deben comer ahí, porque al hacer tanto frío no deben poder cultivarse tomates, ni pimientos, y el gazpacho no deben tener con qué hacerlo.
-Simona: claro que no mamá, ahí comen otras cosas, el gazpacho es un plato típico mediterráneo. Ahí supongo que comen otras cosas como sopas calentitas, carne, y en fin ya te contaré.
-Mamá: bueno hija, y después de la fiesta dices que vas directa al pub, ¿no pasarás por aquí?
-Simona: exacto, después del cumpleaños de Benigna nos vamos todas a trabajar al pub, y no nos veremos hasta mañana.
-Mamá: pues que así sea, pásalo bien hijita, y no bebas mucho!
Me dice elevando la voz mientras me alejo de casa hacia una dirección inconcreta, pues lo que espero es que cierre la puerta para ir hacia el coche de Iván que ya tengo en vista. Una vez metida en casa y puerta cerrada me doy la vuelta y dirijo hacia Iván. Cuando estoy dentro del coche me saluda.
-Iván: ¿has dormido bien?
-Simona: creo que sí, no muchas horas pero estupendamente.
-Iván: bien pues de eso se trata, porque vas a trabajar durante todo el día.
-Simona: ¿trabajar? pero ¿follar durante todo el día? de eso se trata?
-Iván: no, bueno supongo que no. Dudo que el señor Valerio dé para coger durante 12 horas, pero me refiero a que.. ya lo verás, no se tratará de follar en la cama, dormir, follar, dormir. Sino supongo que te tendrá preparada alguna cosa especial por la cual tendrás que dar de tu mente además de tu cuerpo.
-Simona: ¿mi mente? ay ay ay, a ver si el señor Valerio descubre que soy tonta. Porque la verdad en el colegio no di pie con bola.
-Iván: no eres tonta te lo digo yo que conozco a mucha gente.
Iván me insufla estos ánimos mientras con el coche nos aproximamos a una zona más bien residencial y más bien de pasta gansa. Nos rodean casalotes grandes, elegantes y vigilados en la entrada por los mismos coches, grandes y elegantes. De pronto detiene Iván su seat Marbella ante una mansión que sin duda es la de Valerio, pues es la más grande de todas, con jardín, fuente, piscina, garajes, de to. Bajamos del coche y llama Iván al timbre. No tarda en venir a abrir la puerta una mujer de aspecto latinoamericano que nos invita a pasar.
-Muhé: pasen ustede, don Valerio me ha dicho que vendrían, le está esperando.
-Iván: bueno yo te dejo, ahora es todo tuyo.
-Simona: adiós Iván, hasta más tarde.
Flanqueada por la sirvienta entramos en el jardín y me acompaña hasta la casa. Una vez llegamos ante la puerta me dice.
-Muhé: bueno señora, yo me voy porque el señorito ha dado el día libre tanto a mi como al resto del servicio. Tienen la casa entera para ustedes.
-Simona: muy amable señora, páselo bien.
-Muhé: hasta lueguito.
Me olvido de la latina y llamo a la puerta.
-toc-toc-
No tarda en abrir el mismo Valerio que me recibe con los brazos abiertos.
-Valerio: hola querida, qué tal, no esperaba recibirte tan temprano. ¿Estás bien?
-Claudia: sí señor Valerio, estoy muy bien pero un poco intrigada, porque nunca había ido a casa de un cliente. Este es mi primer servicio a domicilio, je je.
-Valerio: uy olvídate de eso, ahora no eres una -ejem- golfa, ahora eres mi mujer y vamos a disfrutar de nosotros mismos.
-Claudia: lo que usted diga señor, estoy a su disposición.
-Valerio: vale pues pasa pasa, que vamos a acomodarnos en casa.
El señor Valerio y yo entramos en casa y me siento en una butaca mientras él arregla unas cuantas cosas. En acabado se sienta a mi lado y empieza un discurso.
-Valerio: ¿te ha gustado mi casa?
-Claudia: oh sí, es enorme, creo que nunca había estado en una casa tan grande, acostumbrada como estoy yo a vivir en un piso.
-Valerio: es muy grande sí, tiene centenares de metros, jardín, piscina, servicio, incluso tengo un caballo, atrás, en las cuadras. Pero eso no es el tema a tratar; el tema a tratar es que esta casa no tiene una cosa que el dinero no puede dar, tú.
-Claudia: ¿yo? pero si yo soy una simple mujer, ni más linda ni más fea que otras muchas. Estoy segura que con dinero se podría usted conseguir mujeres dos veces más bonitas que yo.
-Valerio: ¿bonitas? bonitas por fuera quizá, pero yo no quiero una mujer bonita por fuera, la quiero bonita pero además jóven.
Yo me lo miro estupefacta, miles de mujeres bonitas y jóvenes estarían encantadas de venirse a esta casa, ¿por qué me ha elegido a mi?
-Claudia: discúlpeme señor Valerio, pero en el Bahía mismo tengo una amiga que se llama Johana a la que considero igual de bonita y casi tan jóven como yo, quizá usted la conoce.
-Valerio: Johana sí, una bella mujer, es bonita y jóven, pero es jóven por fuera, no por dentro.
Me quedo ahora triplemente más estupefacta que hace un momento. ¿Pero que dice este honorable señor de jóven por dentro?
-Valerio: te repito que Johana es bonita, pero no le gusta como le gusta a una niña, jugar, jugar por dentro y por fuera.
-Claudia: creo que empiezo a entenderlo señor Valerio. ¿Usted quiere jugar conmigo?
-Valerio: exacto, me has entendido a la perfección, yo quiero una mujer como tú, con el cuerpo de una mujer y con la mente de una niña dentro, como tú.
-Claudia: mmm, bien.
Me le afirmo entendida pero la verdad es que no entiendo mucho a este señor. Johana al ser mi amiga la considero suspicaz o juguetona o como se le llame en parecida medida que yo, pero este señor me prefiere, no entre media dozena sino como me da a entender entre miles.
-Claudia: ¿y a qué quiere jugar?
-Valerio: ¿te gustaba jugar al escondite de pequeña?
-Claudia: sí, y tanto, me encantaba esconderme y que no me encontraran. Y como es natural no me gustaba parar yo para encontrar a los otros.
-Valerio: pues de eso se trata, vamos a jugar al escondite por toda la casa. Apagaremos la mayoría de luces y sólo quedarán encendidas las de algunos pasillos. Practicamente todas las de las habitaciones quedarán apagadas y tú te tiene que esconder, porque cada vez que te encuentre perderás un punto.
-Claudia: bien, no parece muy difícil, no le veo ningún problema.
-Valerio: hay otra cosa. Sin un trofeo el juego se convertiría en aburrido. Hay una regla del juego que le da la emoción necesaria.
Ay ay ay, la frase del señor Valerio de que hay una regla que le da emoción al juego me suscita cierto temor. Callada espero a que me comunique tal regla.
-Valerio: se trata de lo siguiente; si a lo largo del día te encuentro una vez, nada, no pasa nada, si son dos tampoco, al igual si son tres. Pero si te encuentro cuatro o más veces antes de que den las 14:00, te sacaré toda la ropa y te echaré de casa.
-Claudia: ¡pero! usted no puede hacer esto! eso va contra las reglas del club! no puede usted ni maltratarme ni humillarme sin mi aprobación, no estoy de acuerdo!
-Valerio: el trato está hecho, Iván está de acuerdo en ello y no ha opuesto ningún problema, el juego empieza cuando en el reloj den las 11.
Diciendo esto el señor Valerio se escabulle cual comadreja y me deja con la boca abierta dudando de que sea cierto a lo que me enfrento. Una vez sola trato de pensármelo, son 1000. Iván dijo el día que me enrolé que ese era el virtual máximo a ganar en un día, y yo estoy a punto de lograrlo. Estoy aún pensando qué hacer cuando la luz del salón donde estoy se apaga misteriosamente. El señor Valerio debe tener el control de las luces de la casa desde algún lugar a control remoto. La luz del pasillo, como ha dicho antes sigue encendida y eso solo me deja una opción, huir hacia donde sea. Mi primera meta es la entrada de la casa, si está abierta me voy de aquí y que le den por culo al trofeo de 1000 porque yo no puedo trabajar así, con el corazón en un puño. Por suerte o por desgracia está cerrada a cal y canto.
-Claudia: estoy encerrada, no tengo otra opción que esconderme y quizá consigo que no me encuentre más de tres veces.
Así decidida mi estrategia empiezo a transitar silenciosamente. No conozco nada de la casa, será cuestión de empezar a hacer un mapa. El pasillo se alarga tramo a tramo dando acceso a diversas habitaciones, como dicen las reglas del juego, a oscuras. En una de ellas me decido a esconderme. Me meto debajo una mesa y me creo imposible de encontrar, a no ser que tenga un casco de visión inflaroja. Controlando mi propia respiración aguardo sigilosa a pasar todo el día aquí. Pasa un largo rato, un cuarto de hora, media, tres cuartos creo, a juzgar por mi sentido del tiempo. En esto que empiezo a oír un leve ruído de pasos, es él que se acerca silencioso por el pasillo. Bajo la mesa escondida por el mantel veo su sombra que entra en la habitación, se detiene en medio de ella y lo oigo dudar de qué hacer.
Ni tan sólo me atrevo a respirar por el miedo que siento, pero mi precaución es inútil. Desolada siento el mantel que se levanta y la voz triunfal del señor Valerio que canta victoria.
-Valerio: te tengo, uno a cero, te quedan dos.
-Claudia: oh vaya, le aseguro que no me va a encontrar más, o como mínimo se lo pondré muy difícil.
-Valerio: va, cerraré los ojos y contaré hasta 100.
Mientras oigo que el señor Valerio empieza a contar en voz alta me alejo a pisada suave sintiendo un poco más el juego que en el primer y asustado tiempo. Ahora creo que de verdad tiene un trofeo jugoso la partida, 1000 por jugar durante tres horas al escondite, no está tan mal. Trato de escoger mejor mi escondite y no me meto debajo de la típica mesa. Cuando paso por delante de una puerta con todo el aspecto de almacén de útiles del servicio doméstico me meto en ella. Es en efecto lo que sospechaba y está repleta de los útiles que usarán la latina que me abrió la puerta y más gente, pues la mansión es enorme. Tratando de hacer el menor ruído posible aparto un manojo de escobas y las vuelvo a colocar en la misma posición en que las encontré, pero ahora conmigo debajo. Ahora vuelvo a esperar silenciosa que este sea mi último escondite y den las 2 conmigo intacta aquí. Y la cosa parece prometedora, porque pasa tanto rato que hasta me aburre que no me encuentre el señor Valerio. Incluso entra una vez en la habitación, pero después de hechar un vistazo y parar la oreja, sin tan sólo respirar yo, lo da por perdido y continua su búsqueda por otros lares.
Pasa más de una hora, hora y media quizá. Estoy cantando victoria cuando maldición oigo que se acerca de nuevo. Abre la puerta y ahora se lo nota como convencido en sus pisadas. Quizá es que ha recorrido toda la casa y al no encontrarme en ningún sitio da por seguro que tengo que estar aquí.
-Valerio: fiii fuuu. (me silba)
Aunque yo permanezco muda, con gran esfuerzo pues mi risa lo daría todo por estallar a reír.
-Valerio: fiiiii fuuuu. (no puedo aguantarlo, gana él)
-Claudia: jaaaa jjaaa jaa ja ja.
-Valerio: te tengo, te pillé.
-Claudia: pero eso es injusto, no puede hacer eso de silbar porque yo caigo donde sea.
-Valerio: no lo he hecho para descubrirte, sabía que estabas aquí y podría haberlo hecho así o levantando las escobas.
Dice mientras me saco la utilería de encima y me le presento amenazadora delante.
-Claudia: pero es igual, no lo vuelva a hacer por favor.
-Valerio: está bien, no lo haré más, pero. (dice contemplandome ahora con mi juvenil sonrisa en el rostro) A la próxima que te encuentre tendrás premio.
-Claudia: ja ja ja, no me vas a encontrar bribón.
Riendo y gritando como la niña que me dijo antes que era, huyo de la estancia a esconderme de nuevo. Ahora busco mi escondite lo mejor que puedo. Paso por delante de un jardín pero lo doy por malo, paso por otro almacén del servicio y lo doy como provado/fallido, en esto que doy con unas escaleras de caracol que suben no sé donde. Este, este es mi tercer escondite, vamos a ver hacia donde conducen.
Sigilosamente subo los escalones de madera hasta un sin fin, porque las escaleras terminan en una puerta cerrada con llave que debe dar a una terraza o balcón.
-Claudia: ¡maldita sea! y ahora qué!
Presto atención con mi oídos a ver si oigo algo y maldita sea lo oigo, es el señor Valerio que terminado de contar ha reenprendido su búsqueda, entonces no puedo bajar.
-Claudia: que no suba por favor, que no suba. Con la esperanza prieta en mis puños permanezco inmovil en todo momento mirando hacia abajo. Lo veo pasar quizá tres o cuatro veces a lo largo de un largo rato, pero todas ni tan sólo mira hacia arriba. En una última vez se detiene debajo de la boca de la escalera, yo me pongo firme y recta intentando que los escalones me tapen, y así parece ser. Pero es inútil que no me vea porque lo que es subir, sube. Su voz me suena como un disparo que me atraviesa.
-Valerio: hola de nuevo chiquilla, esta vez me lo has puesto difícil, me ha costado mucho encontrarte.
-Claudia: mi objetivo no era ponérselo difícil, mi objetivo era ponérselo imposible.
-Valerio: pues te ha faltado poco para conseguirlo. Falta apenas media horita para que den las 2 y a las 2 se acaba el juego.
-Claudia: practicamente gano seguro, porque cada vez que me ha encontrado ha tardado más que la anterior, y en media hora dudo que me encuentre si seguimos el mismo ritmo de dificultad.
-Valerio: lo tendría dificil sí, si te volvieras a esconder. Pero creo que no nos va a dar tiempo a jugar otra partida, porque ahora me dispongo a darte el premio que te dije.
-Claudia: ¿un premio? mmm, sospecho de qué se trata dicho premio.
Digo mientras el señor Valerio ha subido hasta arriba del todo de la escalera, donde estoy yo, y grosero me chupa los dedos de la mano cual perro. Yo evidente me dejo hacer a gusto propio, pues el infantil juego del escondite ha hecho despertar una buena parte de neuronas en mi cabeza que llevaban un par de lustros dormidas. Una de las cosas que me ha gustado siempre y espero no decaiga es sentirme una niña, el señor Valerio ha conseguido en mi esta sensación de forma intensa después de hacerme jugar durante más de tres horas a juegos que juegan los niños incluso antes de conocer las videoconsolas. Y así, embrujada y húmeda siento cálida la grosera lengua del señor que me chupa la mano de una forma que en otra situación me habría parecido reprochable.
Le lengua va haciendo sus propios caminos y sube por mi brazo a la vez que me desabrocha la blusa. Yo le acaricio la cabeza comunicándole que por favor no detenga el juego, que me estoy divirtiendo mucho. Cuando me la tiene desabrochada me la saca y, sin sostén alguno yo, he tratado de venir preparada, se dedica a chupar otras cosas, o cositas tendría que llamarle, porque el tierno placer que me produce chupando y mordiendo el pezón me sabe a cosiita riquita, mmmm.
Su mano por otro lado, se ha metido también en mi cosita, la que tengo entrepiernas, y me mete el que supongo más largo dedo que tiene mientras con el más corto, el pulgar, recorre la rajita. Así mamada y masturbada en el cenit de la escalera de caracol, me siento en un sitio tremendamente inapropiado para hacer el amor. Pero en el mes y medio que llevo trabajando en el club empieza a saberme cotidiano ser follada en una suave cama, no sé qué pretende el señor Valerio aquí encaramados pero creo que me va a gustar mucho. Da igual que me sienta rarita siendo amada en lo alto de una escalera de caracol, porque el señor Valerio no deja de masturbarme tanto sexualmente como pectoralmente y mis manos no pueden hacer otra cosa que obedecer a mi cerebelo, la entidad que controla mis actos involuntarios, y le abrazan la cabeza contra mi.
-Claudia: oooh, señor Valerio, ¿le hace esto a todas sus mujeres?
-Valerio: por supuesto que no. Pueden tener cuerpos jóvenes o maduros más o menos cuidados, pero practicamente en todas habita una mente vieja.
Me hacen reír por dentro las chorradas que me dice el señor, eso que me ha dicho es un piropo en extrema dulzor a mi parecer. Pero bajo su masturbación pocas fuerzas para reír me quedan, lo dejo hacer un rato más hasta que el deber me llama, y ya teníendole tanteado por encima de su pantalón, me agacho y se lo bajo todo para engullir el morcillón miembro al que aún le faltan unos cuantos dedos de sangre para estar tiesa.
-chrrbop- -chrrbop- -chrrbop-
La verga al entrar y salir de mi boca emite este ruido cuando está del todo hinchada, cosa para la cual no necesita más de tres caladas. Me enorgullece tener la mano del señor en la nuca, porque eso significa que al cliente le gusta la mamada que le estoy haciendo, porque no lo olvidemos, estoy haciendo un servicio a domicilio. El vigor de esta mano peró acaba demostrándome que la mamada le gusta cada vez más, porque esta me empuja a tragar hasta el límite en que, me la saco de la boca sintiendo arcadas y para que no le sepa brusca la detención a mi cliente se la sigo cascando con la mano. La verga se ve mediana tirando a grande como siempre se la he visto al señor Valerio, con la diferencia de que está vez no estamos tumbados en una mullida cama sino en un sitio muy diferente que le añade erotismo a la situación.
-Claudia: ¿cómo lo vamos a hacer? en el suelo o me cojo de la barandilla?
-Valerio: no nos vayamos a caer desde aquí arriba, no vamos a hacer tonterías. Ponte como perra aquí, en la plataforma final, que te penetraré derecho desde el último escalón.
Me saco el preservativo que tenía en el bolsillo de la blusa y después de colocárselo me pongo a 4 patas. El señor tiene que inclinarse un poco hacia adelante desde el penúltimo escalón, pero acaba teniéndome a la altura justa para metérmela. A la primera que me la mete siento agradecida como me la mete toda del tirón.
-Claudia: aaaaah.
Pequeña broma que me hace revivir un microsegundo la vivida hace tantos años primera experiencia en mi adolescencia. El tiempo que pasa entre la primera y segunda acometida lo extraño, para a la que regresa la segunda esta no tiene detención y me folla sin pausa haciendo temblar la escalera.
-Claudia: mm, mm, mm, esto, ¿no se desmontará la escalera? mm.
-Valerio: no tranquila, esta débil madera está sustentada en un esqueleto metálico, no hay nada que temer.
-Claudia: mm, mm, ¿nada que temer? mm, ay desdicha, mm, mm, me sabía perverso tenerle miedo a algo aquí arriba, mm, mm.
-Valerio: ¿quieres algo a que temer?
-Claudia: ¡no, no! je je, lo decía en broma, mm, no se le vaya a ocurrir a usted una locura, me siento muy bien, aah, mm, mm.
El señor Valerio me sigue follando hasta pasada la hora en que termina el juego, las 2. Por ahí a las 2 y media, como parece indicarme mi reloj vital, el señor se corre/terminamos la relación.
Una vez recobramos fuerzas para bajar de nuestro inestable nido de amor nos damos un baño en una lujosa bañera de burbujas en que el agua se lleva toda la esencia de amor de la que vamos impregnados después del apareamiento. Durante el baño al señor Valerio le da por servirme un coctel caribeño que saca de una neverita situada justo al lado de la bañera. Tanto lujo, por qué negarlo, me abruma. Cuando estoy limpia y lista me vuelvo a vestir y después de cobrar mi suculenta paga además de una jugosa propina, salgo a la calle donde el previamente llamado Iván me espera.
-Iván: ¿qué tal ha ido? ha sido muy duro el trabajo? necesitas el resto del día libre?
-Claudia: muy duro no ha sido la verdad, pero tomo ese día libre porque esto hay que celebrarlo.
Digo mientras me los saco del bolsillo y le enseño tres papeles morados.