Aprendiz de chupapollas: primera lección

¡Madre mía de mi alma, que paja me estaban haciendo!. Nunca me la habían tocado de ese modo, estaba fuera de mí de lo que estaba gozando.

APRENDIZ DE CHUPAPOLLAS: PRIMERA LECCIÓN

Esta es la triste y a la vez excitante crónica de lo que fue mi vida. Triste por los años en que me vi mendigando por unas monedas, y excitante porqué…bueno, eso lo revelaré más tarde, me parece que me estoy adelantando demasiado. Empezaré como se empiezan las grandes historias, con eso de “érase una vez…”. Pues érase una vez, en un lugar de esos que apenas cambian con el paso del tiempo, que había un sin techo por sus calles. Era yo. Años atrás me habían despedido, y aunque intenté por todos los medios salir a flote y conseguir otro empleo, no me fue posible. Con el tiempo las deudas se me acumularon y fui perdiéndolo todo: mi casa, mi mujer…y mi dignidad de persona. Que feliz e ignorante vive el que no sabe lo que es pedir dinero por las calles solo para poder comprar un mísero bocadillo en una panadería.

Había 3 ó 4 pueblos por donde yo deambulaba en según la estación del año. Los veranos los pasaba en el pueblo de mi infancia. Era un tanto humillante tener que volver donde me había criado y ver como me miraba la gente, con esos ojos de una compasión más falsa que un billete de siete euros. Dentro de mi mendicidad procuraba ir un poco arreglado, y por supuesto nada de drogas ni bebida. No estaba dispuesto a abandonarme hasta aquellos extremos, aunque no entendía porqué no lo hacía. En aquel pueblecito de la costa donde todos me conocían, era el único vagabundo que estaba por sus calles, y claro, a los niños y adolescentes les llamaba mucho la atención. Constantemente notaba como una punzada en la nuca de las miradas curiosas de los niños, sobretodo los más pequeños, que me señalaban con el dedo ante la desaprobación de sus padres, que les hacían bajar el brazo y seguir adelante como si hubiesen hecho algo vergonzoso.

Lo bueno de vivir en un pueblo donde todos se conocen y donde uno se conoce todos sus recovecos es que tenía mis trucos para conseguir algo de comida y aseo. No tenía familia, así que no podía recurrir a ellos para que me ayudaran a salir de la pobreza más miserable. Sí tenía algún que otro amigo que, cuando podía, solía echarme un cable dándome algo de dinero. No era mucho, pero para alguien en mi situación, esos pocos cuartos suponían la diferencia entre poder comer algo y estar en la inanición. Como ni uno solo de ellos me permitiría jamás que me diese una ducha en sus casas para poder estar un poco más presentable, buscaba rincones en donde podía lavarme sin miedo a que la guardia civil me detuviese (entonces el pueblo no tenía policía). Al igual que a mi cuerpo, procuraba lavar mi ropa. Ser mendigo era una cosa, pero ser mendigo apestoso era algo a lo que nadie se acercaría jamás, y no podía tolerar eso. Necesitaba acercarme a ellos. Necesitaba su dinero para sobrevivir.

En una cala rocosa lejos de la playa principal a la que es imposible acercarse por lo escabroso del camino es donde yo me aseaba. No solo yo, si no también mi ropa. Lo hacía siempre en días soleados, y como sabía que ni siquiera la guardia civil se acercaba a un lugar tan desolado, podía desnudarme y tumbarme a secarme al sol tras darme un baño, esperando que mi ropa se secase. Todo fue bien hasta que una tarde especialmente soleada, y en la que estaba disfrutando de un buen bronceado, comencé a notar como si alguien estuviese cuchicheando a lo lejos. Me incorporé y oteé a mi alrededor, temeroso de que alguien se hubiese acercado por allí. Por un instante pensé que serían un par de turistas que querían alejarse del bullicio de la playa, pero más tarde creí que sería fruto del sol, que había ido una imaginación, aunque juraría que entre los cuchicheos había como…risas. Risitas, más bien, como ahogadas por unas manos delante de la boca. A lo mejor serían niños traviesos que me habían seguido. Comprobando que mi ropa estaba de nuevo seca, me fui de allí cagando leches. No deseaba problemas y menos con niños, que de avisar a padres o a alguien más, me meterían en un buen lío.

Varias horas más tarde, ese mismo día, me encontraba cerca de la plaza principal con la idea de pillar algunas monedas con las que comer. Resulta muy duro ver como la gente te ignora y hacen ver que ni siquiera estás allí solo por un mal revés de la vida que te ha llevado a vivir en la calle. Mientras hacía tiempo, un grupo de chicas pasó no muy lejos de mí…y entonces escuché las mismas risitas que había escuchado en la pequeña cala donde me bañé. Me quedé mirándolas (no demasiado, por miedo a que los demás me considerasen un pervertido) y ellas me dedicaron algunas miradas fugaces mientras seguían riéndose. No comprendí a que podrían deberse sus comidillas y comentarios, o no lo comprendí hasta que caí en la cuenta de cual era el objeto de sus cotilleos: mi falo. Siempre he sido muy dotado incluso sin empalmar, y como ya llevaba tanto tiempo sin sexo ni nada parecido, había caído en una extraña inocencia de la que ellas me sacaron. Eso era lo que las chicas habían ido a hacer a la cala: ver a un hombre desnudo.

Las chicas estaban en esa época en que aún no son mujeres hechas y derechas, pero tampoco niñas, y dado que el pueblo era de esos apacibles y al margen del mundo moderno, el desarrollo y la curiosidad por el sexo podía postergarse bastante. No sabía qué pensar sobre ellas, salvo que su curiosidad natural las había llevado a fijarse en el mendigo del pueblo porqué de todos los vecinos, yo era el único que no tenía a quien recurrir en caso de que me acosaran. Con el paso de los días noté que ellas, fuese donde fuese, me seguían, y no me era posible hablar con ellas, porqué de hacerlo alguien iría a decirles a la guardia civil que quizá las estaría acosando o haciendo proposiciones poco honestas. El grupito estaba compuesto por media docena de chicas, dos morenas de pelo castaño claro, dos rubias, una pelirroja y una de pelo negro. Fue ésta última la que de un modo inevitable captó mi atención: a diferencia de las otras, la de pelo negro destacaba por encima de las demás no solo por sus ojillos azules, si no por un cuerpo precozmente tan desarrollado que era imposible caminar sin que sus tetas se le bamboleasen un poco. Aquella chica de pelo negro de cuerpo apetecible comenzó a llenar mis fantasías.

Creo que las demás chicas, cuando pasaban cerca de ellas y me miraban con sus ojos curiosos, empezaron a notar que mis ojos se iban por su compañera de larga melena negra. De pronto su mirada pícara se tornó en algo más encendido, más furioso, no tanto hacia mí si no entre ellas hacia su propia amiga. No entendía lo que pasaba y tampoco quería entenderlo, bastante tenía yo con intentar pillar algo para comer. Aún así seguía notando como me seguían. Una vez, cuando me encontraba en un callejón aislado de la gente (en donde acudía para aliviar mis aguas menores), de nuevo las mismas risitas se escucharon. Miré a mi alrededor buscando el origen de las risitas, me sacudí la polla para volver a meterla en los pantalones una vez acabé, y entonces me pareció ver como unos ojillos curiosos mirándome. Por un segundo dudé de estar mirando correctamente, pero un parpadeo de párpados me indicó que estaba en lo cierto. Era la chica pelirroja del grupito, que me señaló con el dedo que fuese donde ella estaba, oculta por los cubos de basura. Muy lista: a nadie extraña ver a un vagabundo mirando cubos de basura.

-Eh tú-me dijo-, ¿quieres ganarte unos pavos?.

Sabía que en mi situación, la idea de ganar dinero me atraería…pero en sus ojos vi un destello maligno que por dentro de la ropa me hizo helar la piel.

-¿Haciendo qué?.

-¿Acaso importa-lo desairó ella como si fuese una menudencia-?.

-Sí, importa. Mira niña, me he fijado que tú y tus amigas me andáis siguiendo. Dejadme en paz e id a vuestros juegos, que bastante tengo con lo mío. Sea lo que sea lo que andéis tramando, olvidaos de mí.

-Piénsatelo dos veces: entre mis amigas y yo podemos darte mucho dinero, todas somos hijas de papá-se regodeó-. Solo tendrías que ir al cobertizo de los Fernández.

-¿El granero abandonado que está a las afueras-fruncí el ceño-?.

-Ese mismo. Mañana a las seis. Estaremos como un cuarto de hora esperándote, y luego nos iremos. Si decides no ir, allá tú.

-¿Me daríais dinero solo por ir ahí?.

-Solo por ir-afirmó-. Tú mismo. Y oye…¿esa cosa tuya es de verdad?.

Tardé un par de segundos en comprender a que se estaba refiriendo, pero por el tono en que lo dijo no sabía si estaba relacionado con su oferta de dinero o era otra cosa a título personal.

-Sí, y agradecería que no me siguierais para mirarme esas cosas, no quiero que la gente empiece a pensar mal de mí.

-Prometido. Nada de seguirte…es que es enormeeee-dijo abriendo los ojos-. Los chicos con los que hemos jugado a esas cosas no la tienen tan gorda. Es llamativa-y en su mirada vi la llama propia de la curiosidad…y de la perversidad. Aquella chica no era lo que parecía…pero entonces yo no lo sabía-.

-Pues por llamativa que sea, no andéis detrás de mí. Y en cuanto a lo tu oferta…bueno, ya veré…

Me di media vuelta y comprobé que en efecto nadie estaba cerca para habernos escuchado, y tampoco había alguien asomado a las ventanas adyacentes al callejón. Al girarme para ver a la pelirroja, ésta había desaparecido. Su oferta había calado hondo en mi cabeza. Algo me decía que aquel dinero estaba envenenado…pero en mi situación no era cosa de despreciarlo a la ligera. ¿Qué podría hacer?.

Llegué a las seis y cinco al cobertizo de los Fernández, una familia a la cual yo conocí tiempo atrás y que se habían mudado a la ciudad años atrás, dejando una granja en estado de ruina. En aquel granero lejos del centro urbano del pueblo estaban las seis chicas, el grupito al completo. La pelirroja esbozó una medio sonrisa aviesa al mirar a la puerta y verme aparecer. Las demás se rieron tapándose las bocas con las manos. Si en aquel momento alguien me auscultase el corazón, se quedaría sordo. Lo sentía a punto de salírseme del pecho del nerviosismo que tenía. ¿Qué me obligarían a hacer?.

-¿Ves como hablándole bien os dije que volvería-les dijo la pelirroja a las otras, aunque no comprendía su tono-?. Que conste que esto lo hacemos por ti, ¿de acuerdo?.

La morenita de tetas grandes asintió ligeramente ruborizada. Permanecí callado a la espera de ver como se desarrollaban los acontecimientos. La pelirroja dijo a su amiga que tenía que hacerlo y que querían verlo todo, que ellas ya lo habían hecho ayer y que le tocaba ahora a ella por no haber estado con ellas. La morenita protestó aludiendo en que no las había visto, pero ella juraron que sí, y me señalaron para que les validara su argumento. Me limité a asentir con la cabeza, pues la pelirroja mandaba, y a espaldas de la morenita me había hecho un guiño para que las respaldara.

-Vamos, ¿a que esperas?. ¿Es que tenemos que hacerlo todo por ti?.

Comenzaron a embaucarla. Se habían confabulado todas contra ella, a saber qué motivo tendrían. Al parecer la azabache debía quitarse el sujetador para marcar sus tetas por debajo de la ropa. Las demás, como animándola, hacen lo mismo: sin desnudarse, se quitan sus sujetadores entre sí y se quedan marcando.

-Vamos, acércate, ya sabes que debes haces-me ordenó la pelirroja-. Ya sabes, como ayer: puedes sobar pero no aprietes demasiado los pezones, que a veces se te fue la mano y nos pellizcaste más de la cuenta.

Aunque el tono era de advertencia, en verdad se trataba de una orden disimulada. La pelirroja quería que yo le hiciese eso a su amiga (“menudo aprecio le tiene”, pensé). Estaba a punto de llevar mis manos a aquel enorme par de tetas cuando una mano me detuvo de golpe, cogiéndome de la muñeca.

-¿¿Estás tonto??, has de subirle la camiseta, como nos hiciste a nosotras.

Con mano temblorosa lo hice, y le puse la camiseta a la altura del cuello, incluso pasándoselo por la nuca para que no se le cayera. Tuve que tragar saliva cuando por fin vi aquella maravilla: enormes, blandas, de formas delicadas…y un par de pezonazos que quitaban el sentido. Grandes, de color algo intenso, con una areola muy definida, ancha. La cara de la azabache era un semáforo atascado en rojo. Mis pantalones empezaron a cobrar vida allí mismo, lo que provocó que las demás se fijasen en como mi verga hacia moverse mis pantalones. La pelirroja quitó su mano de mi muñeca y me dio vía libre. El tacto de aquellas tetas fue lo mejor que había tocado en años: que calor manaba de ellas, que ardor había allí dentro contenido…Acaricié sus pezones y los pellizqué tal como la pelirroja quería que hiciera. Dios que homenaje me estaba dando, jamás pensé que algo así me pudiera pasar. Esas tetas eran el paraíso, me volvía loco. No sé cuanto tiempo me pasé sobando y acariciando teta, pero a la morenita la dejé bien caliente. Su respiración trabajosa hablaba por ella más que sus palabras.

-Vamos, ya está bien, ahora te toca el resto. Ya sabes que hacer.

La azabache se negó muerta de vergüenza. Las otras comenzaron a decirle que si no lo hacía es porque seguramente sería lesbiana, que era una bollera y una cobarde. La pelirroja, para convencerla, animó a las demás a quedarse en bragas, y así lo hicieron. Vestidas de cintura para arriba, se quitaron sus falditas y sus pantalones para quedarse con la ropa interior puesta, tangas o braguitas, según el caso. Algunas incluso se giraron para deleitarme con la visión de sus tersos culitos, pero claro, me reservaban la morenita para mí. Era sumamente dócil e ingenua, porqué en ningún momento veía que las demás me la estaban entregando en bandeja de plata, me la ofrecían para que la sobara. De tan dócil accedió a los deseos de la jefa de grupo, y quedó desnuda de cintura para abajo. El espectáculo era tal que comencé a participar de él. La cosa prometía…y como tenía todo mi arsenal a reventar, lo saqué de mis pantalones en todo su esplendor. Algunas chicas se acercaron y me la tocaron con libertad, diciéndole a su amiga que solo lo hacían para recordar lo que me habían hecho ayer…y lo que ella aún tenía que hacerme.

-Vamos, ¿a que esperas?, nosotras ya sabemos que nos gustan los tíos. Lo que le hicimos a él nos gustó-me señaló la pelirroja-. Ahora te toca a ti, “vaquita”, ¿o acaso te gustan las chicas y estás colada por alguna de nosotros, bollera?.

-¿“Vaquita”-y me quedé extrañado al escuchar esa palabra-?.

-Sí, claro-respondió la pelirroja con total naturalidad e indiferencia-.

-No comprendo…¿“vaquita”-y fruncí el ceño buscando una respuesta-?.

-Claro, ya sabes…vaquita…¿no lo pillas?...

Entonces la pelirroja abrió las manos de par en par y se las pasó por delante de sus propias tetas, como dibujando otras más grandes. Entonces entendí a qué se refería y no pude si no esbozar una sonrisa sardónica y reírme un poco. Menuda forma de llamar a la que era su amiga…que seguía un poco dudosa de hacer lo que las demás le pedían.

-Vamos vaquita…¿vas a hacerlo o no?, que yo no pienso pasarme aquí toda la tarde esperando a que te decidas…esta es bollera, ¿verdad?. Seguro que es lesbiana…

-Seguro-habló la rubita de ojos azules a su compañera morena de ojos negros-. A lo mejor le gustamos alguna de nosotras…

Y lo decían adrede, por su tono de voz se notaba que lo decían así a propósito para que la chica de pelo azabache las oyera. La pinchaban constantemente casi para obligarla a hacerlo, la convencían a base de extorsión de hacer esas como para ser una de ellas. Apenas hablaba, pero después del sobe que le hice, no tenía muchas fuerzas para hablar. No tuvieron que decirme cual era el siguiente paso, lo di por ellas: acercándome un poco más, acerqué mi mano a su bajo vientre y comencé a acariciarla en su sexo. Separé un poco sus piernas y allí mismo me la estaba trabajando delante de las demás. Llevé su mano derecha a mi troncho y se lo hice tocar. Las demás la veían encantadas, felicitándole por cómo me lo hacía, que ellas mismas no lo habían hecho tan bien el día anterior.

-Mmmmmmmm sí que eres buena chica, tus amigas no me lo hicieron tan bien como me lo estás haciendo tú-le decía-. Ufffffff eso es, suavemente, de arriba abajo, no te detengas ojitos azules…eres una delicia…

¡Madre mía de mi alma, que paja me estaba haciendo la inocentona esta!. Nunca me la habían tocado de ese modo, tan inseguro pero firme al mismo tiempo, estaba fuera de mí de lo que estaba gozando. Ya no recordaba la última vez que había jugado a esas cosas con una mujer, y reverdecer laureles con un bombón como aquella morenita que tenía delante de mí era puro lujo…y puro vicio. La chica se relamía de gusto sintiendo la yema de mis dedos acariciando su coñito, metiéndome por una espesa mata de pelo.

-Oye zorra-fue regañada-, ni se te ocurra desperdiciarlo, tienes que hacerlo tal como hicimos nosotras. Vamos, ya, basta de toqueteos, eso solo no vale.

Fruncí el ceño. “¿Desperdiciarlo?”. Estaba perplejo, pero eso fue a más cuando a la nena, que tenía delante de mí, la vi agacharse, acercarse a mí…y empezar a aplicarme la mejor mamada de mi vida. Menuda aprendiz de chupapollas tenía delante de mí.

-Eso es, así, como se lo hicimos nosotras. Nada de prisas…lento, pero muy lento ¿eh?, que si no, no cuenta.

Era verla abrir la boca y meterse todo mi ariete caliente y yo flipaba en colores. Tras unos mínimos toqueteos previos, había llegado el plato fuerte. La azabache me la estaba jalando con una soltura sorprendente, seguía las indicaciones de su amiga, que le decía “como lo había hecho ella ayer” a ver si ésta era capaz de superarla. Las amigas la miraban con satisfacción, contentas de verla humillada y de rodillas chupándosela a un vagabundo…y más tratándose de un señor vergón como el que yo tenía. Mi dotación de hombre era de (y no exagero) unos 22’5 cm. de largo por otros 5 de grosor. Por eso la pelirroja alucinó tanto en el callejón, donde me hizo la oferta. En estado de erección hay veces que las venas se me notaban un poco, por la durez que tenía. No sé si le gustaba a mi feladora notar eso, pero ella seguía a lo suyo muy entregada. Sus boquita no era muy grande, y sus labios eran carnosos y rosados. Pese a no ser bocachancla, podía lograr la hazaña de aplicarme una mamada, llegar a tocar con su nariz mi pubis y luego vuelta a sacarla entera para repetirlo justo después. Quien iba a decir que detrás de aquella chica de cara angelical se ocultaba una magnífica mamadora de pollas.

-Esas manos-le dijeron-…que yo le hice un masaje en sus huevos para demostrar que me gustaban los chicos…y si lo hice, entonces tú tienes que hacerlo…

-Eso-le dijo otra-…y yo se la sujeté por donde el pelo con mi mano y hasta tuve que aguantarme un par de segundos con toda ella dentro, para saber que me gustaba chuparla…así que no seas perezosa y hazlo…

-Y no te olvides de darle lametones en la punta, como hice yo…tienes que pasar la lengua por la puntita y hacerle círculos por alrededor de la cabecita roja…

Eran una panda de tramposas, le hacían toda clase de falsas indicaciones de las cosas que en teoría me habían hecho, y todo para ver si ella las hacía….y vaya que sí las hizo. Vaya pervertidas, no sé de donde sacarían las ideas que escuchaba, pero la chica de pelo azabache que tenía haciendo de chupapollas lo intentaba con todas sus fuerzas. Todo sea dicho, me costaba horrores mantener los ojos abiertos para verla chupar como una glotona. Lo hacía tan bien que pensaba en las virguerías que más adelante podría hacer con todo lo que le estaban enseñando sus en teoría amigas. Y digo en teoría porque al mirarlas, veía en sus ojos su deseo por humillarla conmigo, por vejarla. La envidia en el ambiente era tan grande que podía cortarse a cuchillo. Seguramente todos los chicos del pueblo irían detrás de ella y pasaban de las demás. Ahora ellas se resarcían.

-Uuuuuuuuuf que bien morenita mía, lo haces mucho mejor que tus amigas, y no te cortes en enroscar la lengua alrededor del tronco, tu amiga pelirroja lo hizo-la miré y vi su cara de contento por unirme al juego-…eso es, así me lo hizo…dale profundo, que así me lo hizo ella, fue hasta el fondo…mmmmmm síiiii…

Como ni siquiera pensaba en que eso acabase en polvo (seguramente con lo que me estaba haciendo ellas ya tendrían más que suficiente), me limitaba a disfrutar de la felación que me estaban aplicando en ese momento. Había perdido la noción de tiempo. Ni siquiera recordaba cuanto llevaba allí con los pantalones bajados, sintiendo aquella boquita preciosa tragándose toda mi herramienta. Sus labores de feladora eran supinas, controlaba la cadencia y el ritmo de forma endiablada, estaba en trance gracias a ella, que ni siquiera sabía lo bien que lo estaba haciendo. Para ella solo era el juego al que sus amigas habían jugado y ella se había perdido, y al que debía jugar ahora para así evitar que la recriminasen su puritanismo o sus posibles inclinaciones lésbicas. El grupo de cinco chicas, en ropa interior, me enseñaban sus tetas jugando a lo de “ahora lo ves, ahora no lo ves” con sus camisetas, todo para que yo siguiera encendido. No me hacía falta, su amiga me tenía al rojo vivo…pero les agradecía el detalle.

-Mmmmmmm que ricas tetitas tenéis, como me gustó sobarlas…pero que bien lo he pasado sobando las tuyas-puse mi mano sobre la cabeza de mi mamadora, que ya iba camino del Óscar a la mejor mamada de la historia-...las tuyas son especiales…

-¡Mecaaaaa-exclamó una de ellas, al escucharme decir ese comentario que en mi depravación había soltado adrede para ver que nueva cosa le ordenaban-!...no te dije que ayer yo le dejé terminar en mi boca…

-¡Anda, igual que yo-dijo la otra, como si lo hubiese recordado de golpe-!...

Por primera vez desde que empezó a mamármela, la azabache se paró y preguntó a ellas de lo que estaban hablando. A mí me sorprendió su actitud, o mejor dicho, todo lo que sabían. ¿De donde habían sacado tales ideas, o aquel vocabulario?. De acuerdo que niñas no eran, pero aquello…en mis tiempos, a la edad de aquellas chicas, yo estaba a ciegas con esas cosas. Ahora ya parecían nacer aprendidas, y de qué manera. Su deseo de humillar a su amiga parecía no tener límites, el odio que la tenían simplemente por su desarrollo físico era inmenso…y era yo quien disfrutaba de su venganza. Pese a toda la calma con que me chupaba, sabía que poco a poco acabaría haciéndome correr. Y sabía que, por lo que ya habían dicho, la azabache se lo iba a tragar todo…¿o no?.

-Vamos chica, que pareces más lenta que un caracol apático-le decía la pelirroja para conseguir que yo me viniera-…Te dijimos que fueses despacio pero no tanto…Que al pobre lo vas a matar de aburrimiento…

-¿Así te vale para animarte un poco-me dijo una de las rubias, y asentí con la cabeza mientras veía subirse la camiseta-?. Seguro que esto te servirá para que termines, que ya va siendo hora…

El muestrario de seis pares de senos mamarios que tenía ante mía prácticamente cubría el amplio espectro de posibilidades que había: la pelirroja (pelo largo recogido en moño por la nuca, con dos mechones sueltos cayéndole a ambos lados de la frente) era la menos dotada del grupo, aunque sus pezones eran prominentes, resaltaban a la vista (y parecía que le faltaban un último esfuerzo por desarrollar del todo, cosa que, en cuanto ocurriera, le proporcionaría unas domingas muy generosas); la primera de pelo castaño (larga melena hasta la mitad de su espalda) tenía unos pechos de tamaño medio a juego con una carita morbosa, con los ojos pardos y gesto algo inocente y al mismo tiempo pervertido, se la notaba que bajo aquella apariencia de niña mona y tranquila rugía una verdadera guarrilla; la segunda morena (pelo muy cortito, de ojos negros) era un término medio respecto a sus amigas, lo que tenía estaba bien puesto y era bastante proporcionada; la primera rubia (pelo rizado corto, de piel marmórea), cuyos ojos azules deslumbraban, poseía las segundas tetas más grandes del grupo, pero sus pezones y areola eran los más pequeños, un contraste de lo más sugerente; y finalmente la segunda rubia (pelo ondulado con flequillo, largo hasta el inicio de los hombros), con los ojos verdosos, sus tetas delataban que les faltaba un par de estirones, como a sus pezones, era la segunda en tetas pequeñas…pero en ese momento se las hubiese comido a todas.

Así mismo, el muestrario de culos que podía ver mientras me la seguían felando a todo felar era igualmente variopinto: la pelirroja no solo era la más pequeña de tetas, todo su cuerpo era enjuto y eso le hacía tener un culito muy delgado y con poca chicha donde agarrar (aunque compensaba su pequeño cuerpo con una gran perversión) si uno iba a acostarse con ella; la primera de pelo castaño claro tenía un cuerpo ajustado a sus tetas, aunque iba una pizca ancha de caderas, lo que le hacía un culito bien puesto, ideal para intentar sodomizarla (con el morbo oculto que tenía, seguro que disfrutaría de lo lindo con ello); la segunda morena tenía un culito idóneo, ni gordo ni flaco, a juego con su cuerpo y con sus ojos negros (que parecían arder como el carbón, como si dentro de ella su calentura deseara salir a la superficie); la primera rubia tenía un culito de formas generosas, pues lo veía entero y muy apetecible al ser la única en llevar un mini-tanga, ya que las anteriores llevaban unas braguitas de diversos tamaños (indicativo de que la nena estaba loca por mostrarse a los chicos y por tanto, de que la tocasen); finalmente la segunda rubia era la segunda en tener el mejor culito de las seis, aquello era ideal para meter y dar cachetes (y seguro que la rubia se portaría mal para que la castigasen)…al mirar aquellos culitos, me apetecía sodomizarlas a todas sin piedad.

Como no sabía sus nombres, pensé que sería buena idea ponerles algún tipo de mote para distinguirlas entre sí. A lo primero, de cuando las vi allí a todas juntas y no sabía qué pasaba, no tenía suficientes referencias como para distinguirlas y separar paja y grano, pero ahora la cosa era diferente. Entre ellas mismas ni una sola vez se llamaban por el nombre, así que a cada una les fabriqué uno. La primera fue la más fácil de todas: “Peli”, de “pelirroja”. Con ese pelo tan llamativo (precioso, todo sea dicho), no necesité rebuscar más. A la morena de ojos pardos la llamé “Larguirucha” por ser la más alta (de mínimo sacaba media cabeza a todas), y la de ojos negros la llamé “La Marimacho” ya que cada vez que hablaba, rayos, truenos y centellas salían por su boca, era de lo más malhablada. La típica chica con carácter de chico. En cuanto a las dos rubias, lo tuve de lo más facilito: a la rubita de piel marmórea y ojos azules la llamé “Rizos” por los casi tirabuzones que tenía por pelo (casi parecía que su madre se los hiciera), y la de los ojos verdes la llamé “Pecas” porque tenía bastantes en pómulos y mejillas. En cuanto a la última en discordia, el mote ya se lo habían puesto ellas, así que estaba hecho.

Vaquita era la que les ganaba a todas en cuerpo, tetas y culo (y eso seguramente despertaría sus celos constantemente) pero no en morbosidad. En tanto que las otras ya andaban calientes, mi chupapollas predilecta aún poseía la misma ingenuidad que una niña pequeña, cosa que a ellas les beneficiaba para así que la engañasen para hacer cosas que no quería…como por ejemplo pasarse ese laaaaaaaargo rato mamando polla como una descosida. Era tan tonta que no se daba cuenta que con las indicaciones que le daban no le confesaban como lo habían hecho ellas ayer, si no que estaban diciéndole como chuparme mejor: a veces se la sacaba de la boca, pasaba la lengua a lo largo y ancho del tronco, desde los huevos y la base hasta la punta, para más tarde volver a metérsela entera en su boquita linda; en otras ocasiones hacía mamadas rítmicas y muy lentas, que casi llegaba hasta su campanilla; en otras aceleraba el ritmo y chupaba solo hasta la mitad…y yo, que con tanto tiempo sin sexo ya debería haberme como tres o cuatro veces y haberla pintado de blanco, aún estaba por correrme.

-Vamos tía, ¿a que esperas?, termina ya perezosa, que se va a dormir-se rió Peli, haciendo reír a las demás-…dale duro y a fondo, que a mí no me costó tanto, que patosa eres…

Cuando de vez en ídem lograba alzar un poco la cabeza y mirarme con aquellos ojillos azules mientras tenía mi polla en su boca, asentía con la cabeza para decirle que sí, que quería que terminase. Ella me sujetó la base con fuerza (tanta que me hizo gemir de dolor) y comenzó a chupar con más prisa, un ritmo que iba en aumento y cada vez más alocado haciéndome estar cada vez más al borde del orgasmo. Eché la cabeza hacia atrás disfrutando del momento y mínimamente meneaba mis caderas como si estuviese follándole la boca. Las demás gritaban a coro “chupa, chupa, chupa…” dando aplausos mientras gritaban y mi chica azabache redoblaba esfuerzos con mi polla, que me la iba a dejar como los chorros del oro. Sus maneras, refinadas con los consejos de sus amigas, se encargaron de completar mi calentura y hacerle subir hasta tal punto que mis jadeos fueron subiendo de tono haciendo saber a las demás (que se estaban partiendo de risa al ver el espectáculo y verme cachondo) que estaba a punto de caramelo…y finalmente no pude contenerme por más tiempo y le di a Vaquita una soberana riada de chorros de mi esperma que Peli se encargó que se tragase poniendo su mano en la nuca de su amiga, para evitar que se saliera. Eyaculé tanto que un poco de semen se le escurría por las comisuras de los labios, y ella fue obligada a tragárselo igualmente. ¡Dios mío, no me había corrido así desde el instituto!.

-Madre mía chica, ¿pero ves lo que has hecho?, no tenías que tardar tanto, por eso se salió tanto de dentro-se reía-…que con nosotras él lo había hecho pero a nosotras no nos echó tanto…que patosa eres-la riñó-…pero aún así lo hiciste, como se lo hicimos las demás…chicas, ¿ahora ya sabemos que no es lesbiana, verdad?.

Las demás debatieron un poco mientras la otra terminaba de chupar los restos de mi esperma y las miraba con gesto de duda, esperando su aprobación, como si de lo que hubiese hecho dependía su ingreso en ese club de amigas pervertidas. Las demás dijeron que sí con la cabeza y entonces Vaquita sonrió de una manera que todas se rieron en su cara…porqué en su boca aún quedaba algo de mi leche. Al darse cuenta terminó de tragar para quedar limpia y se incorporó, aún desnuda. Cuando yo me levanté, le dije a Vaquita que faltaba lo último, que se lo había hecho a las demás como premio por su trabajo y que ella también debía recibirlo. Peli, que obviamente no esperaba algo de eso, solo asintió mientras yo le guiñé un ojo con gesto pícaro. No iba a follarla, seguramente sería virgen siendo tan ingenua, y me preocupaban las posibles secuelas si intentaba penetrarla teniendo en cuenta lo cerrado de su sexo y lo grueso de mi verga. En su lugar le puse el culo en pompa con sus manos apoyadas en una viga de madera del granero, y con mis manos y mi boca la masturbé y se lo comí todo con glotonería hasta que la pobre acabó corriéndose y cayendo al suelo presa del orgasmo que le di. Las otras cinco quedaron alucinadas al ver correrse a Vaquita.

-Que perrilla eres, eso no nos pasó a nosotras, no como a ti-dijo Pecas-…nos lo hizo bien, pero lo tuyo ha sido colosal…ya pensaba que te daba algo…

-No, si la cosa es que algo le ha dado-contestó Rizos-…no hay más que verla como se ha quedado-y se rieron todas-…

Eran una panda de golfas, pero eso yo ya lo sabía. Cuando las veía por el pueblo mientras yo mendigaba por unas monedas, las veía hacerse las inocentes pero sus actos delataban que les gustaba provocar a los chicos…y a los hombres. Vagabundo o no, las chicas tenían unos cuerpos de escándalo y alguna que otra vez las miraba muy de reojo con aviesas intenciones, seguramente como el resto de hombres del pueblo. “Juventud, divino tesoro”, que dicen. No sé cuantas veces me había imaginado dándoles lo suyo a todas y a cada una de ellas, pues bien se notaba que lo iban pidiendo aunque nadie fuera capaz de notar lo perversas y excitadas que iban por ahí. El que me hubiera pasado esto había sido como un delirio, un sueño hecho realidad con el que me sentí el hombre más afortunado de la Tierra, y que me llevó a hacerme dos preguntas: si le había hecho todas aquellas perrerías a Vaquita…¿habría posibilidad de hacerles lo mismo a las otras?...o mejor incluso: ¿llegaría a pasarme a todas por la piedra?. Eso me ponía a cien.

Una vez Vaquita se recuperó de lo ocurrido la jefa del grupo, Peli, decidió dar por terminada la sesión y las demás volvieron a vestirse. Me guardé al matador dentro de mis pantalones, y mientras se llevaban a Vaquita de vuelta a casa me quedé a solas con dos de las chicas, con la jefa y Pecas, la que parecía la segunda al mundo.

-Aquí tienes, esto es lo prometido-y tuve que hacer un esfuerzo para no llorar del dinero que veía delante de mí. No era una fortuna, pero me garantizaría tener fondos por una buena temporada si lo sabía gastar-…Espero que te parezca suficiente…

-Sí, desde luego-asentí, disimulando mi entusiasmo-…y oye, ahora que la otra e ha ido, si alguna de vosotras queréis pasarlo bien…podemos divertirnos mucho…y yo estoy disponible para lo que queráis…

-¡A MÍ NI TE ME ACERQUES, CERDO-me gritó-!, ¡COMO ME PONGAS UNO DE SUS PUTOS DEDOS LLENOS DE MIERDA TE DENUNCIO!. LÁRGATE A TU PUTA ALCANTARILLA, ANDRAJOSO, Y COMO TOQUES A ALGUNA DE ELLAS TE LA CARGAS….¡¡AHORA FUERA DE AQUÍ, APESTADO!!.

¡Joder con la hija de papá!. Quedé de una pieza con sus palabritas: me dejó verla desnuda junto a las demás y resultó que me tenía un asco brutal, pero aún así me quería para someter a su amiga. Me largué de allí antes de que la cosa se saliera de madre, y el dinero fue mi salvación, aunque eso es una historia para contar en otra ocasión. Lo qué si he de contar es que a Vaquita la vi en otro día en circunstancias parecidas, haciendo cosas que me dejaron con la boca abierta deseando hacérselas yo. Continuará…