Aprendiendo las reglas

Una historia de época, donde un futuro esposo, deja claramente explicadas cuáles serán las reglas en su matrimonio.

No iba a permitir que esta situación modificara demasiado mi existencia.

Un matrimonio por conveniencia no era lo que tenía en mente para mi vida.

Esperaba casarme con Leopoldo, él era tan dulce y estaba enamorada desde que tenía memoria.

Pero mi padre tuvo que hacer ese mal negocio, y allí estaba yo para solucionar sus problemas. En una semana me casaría con un hombre 20 años mayor, con el que seguramente me aburriría a morir. Por eso pensaba conservar a Leopoldo, y por supuesto, él no tenía ningún inconveniente.

Ese día habíamos ido al teatro, nuestra relación era bastante inocente y no había pasado de algunos toqueteos y besos robados en la oscuridad y a los apuros.

Cuando llegué a casa, mi madre me comunicó que debía ir a la residencia de mi futuro esposo a presentarme con algunos visitantes que querían conocerme, me extrañó que me dejara ir sola, pero se excusó diciendo que tenía cosas que preparar.

Me abrió la puerta su sirvienta Jacinta, una mujer de alrededor de sesenta años, con aspecto maternal y sonrisa afable. Me hizo pasar al despacho, donde se encontraba mi esposo con la otra criada, Manuela.

El era un hombre alto y moreno, de unos 45 años, en ese momento se encontraba sentado en un regio sillón , y apenas levantó la mirada de la pipa que estaba preparando cuando entré.

Me extrañó no ver a los famosos visitantes y supuse que debía aguardarlos, así que sin esperar invitación me dirigí a uno de los sillones.

No te dije que te sentaras - me indicó él apenas levantando la voz

Me sorprendió la brusquedad de su comentario y me quedé de pie frente a él y a las dos domésticas, sin saber que hacer.

_Dime , Elisa- dijo con una voz que me sonó amenazadoramente suave- ¿qué te hace pensar que puedes tomarme por tonto?.

-No sé de que habla - murmure confundida

-Hablo de ti y del idiota con el que te has estado viendo. No voy a permitir que me humilles ante toda la ciudad

-Yo nunca...

-Claro que si-me interrumpió- pero no te preocupes, yo voy a enseñarte cuáles van a ser las reglas en nuestra relación, y cuando termine , besarás el suelo que piso.

Un escalofrío me recorrió al escuchar sus palabras

-Jacinta y Manuela comenzaran a mostrarte de que hablo, de más esta decirte que si no estas de acuerdo puedes marcharte, lo que dará por finalizado nuestro compromiso.

No podía permitir eso, lo que hizo que murmurara dócilmente " Haré lo que usted quiera".

-Perfecto – señaló dejando por fin la condenada pipa sobre una mesa

-Llévenla arriba y prepárenla- ordenó dirigiéndose a las dos criadas

Las mujeres me escoltaron hasta un dormitorio en la planta alta, donde me ordenaron desnudarme completamente.

Mis mejillas se pusieron rojas de la vergüenza pero hice lo que me indicaron sintiéndome profundamente humillada .

Mientras estaba ocupada en quitarme mis voluminosas faldas, pude observar que colocaban un lienzo blanco sobre las sábanas.

Cuando me hube despojado de toda mi ropa, me ordenaron sentarme sobre el lienzo y luego acostarme , manteniendo mis piernas abiertas, entonces pude ver que colocaban abundante espuma sobre mi coño y comenzaban a rasurarme.

Me mantuve completamente inmóvil, conteniendo la respiración por momentos, aterrorizada que pudieran cortarme.

-Tranquila querida, quedó muy bien- dijo Jacinta cuando terminaron, mientras acariciaba mi sexo para comprobar la eficacia de la tarea. Increíblemente sentí que respondía instantáneamente a la caricia arqueando mi pelvis hacia su mano.

-Parece que le gusta- dijo sonriendo y dirigiéndose a Manuela, que en ese momento estaba ocupada colocando unas cuerdas en un gancho del techo.

Cuando terminó con las sogas me ordenaron acercarme, primero ataron mis manos hacia adelante y luego las elevaron , tirando del otro extremo de la cuerda, de manera que quedaron sobre mi cabeza , entre tanto que mis pies apenas tocaban el suelo.

Me colocaron una venda sobre los ojos y salieron de la habitación dejándome así.

No podía creer lo que estaba sucediendo, me encontraba atada como un reo ¿Qué clase de lección pensaba darme ese hombre ?.

Con el paso de los minutos comenzó a hacer efecto lo incómodo de la posición, me dolían los brazos y comencé a sentir que algunas lágrimas caían de mis ojos.

Entonces la puerta se abrió, a pesar de que no podía verlo pude sentir su mirada sobre mi cuerpo , como si me estuviera tocando, mi vergüenza aumentó, ya que era la primera vez que un hombre me veía desnuda.

  • Por favor desáteme, me duele mucho, ya me humillo suficiente ¿Qué más quiere de mí?

-Quiero que te calles de una vez- susurró mientras colocaba una mordaza en mi boca- y quiero que recuerdes que yo decido cuándo es suficiente.

Entonces comenzó a recorrer mi cuerpo, no lo hizo con sus manos, sino con una especie de pluma, lo que provocó que me relajara y casi sin darme cuenta una sensación de placer comenzó a nacer dentro de mí.

Pude sentir como recorría mis senos de arriba hacia abajo y luego en forma circular, hasta que mis pezones se pusieron erectos y un gemido de placer salió de mis labios, entre la mordaza.

Luego siguió bajando hasta mi vientre, donde me atormentó girando alrededor de mi ombligo

Cuando llegó a mi coño, recién depilado, sentí que estallaría de puro goce, me arqueaba desesperada todo lo que permitian mis ataduras mientras él me torturaba acercando y alejando la pluma .

Entonces se dirigió nuevamente a mis senos, su boca reemplazó la pluma, y esta vez sin escalas se dirigió a mi sexo. Gemí indefensa mientras sentía su lengua, cuando pensé que no podría soportar un segundo más , lo sentí alejarse de mí y aflojar la cuerda que me sostenía .

Me llevó hacia la cama y me colocó cruzada, ató mis manos al otro extremo y separó mis piernas, entonces sentí por primera vez su cuerpo desnudo sobre el mío .

Me penetró con firmeza, pero a pesar de que era virgen, apenas sentí una pequeña molestia, ya que estaba tremendamente excitada y lubricada. Muy pronto los primeros estremecimientos del orgasmo me llegaron y gemí extasiada sobre la mordaza cuando él acabó dentro mío.

Cuando volví a la realidad, pude sentir que quitaba la mordaza de mis labios y me besaba con ternura, mis manos ansiaban poder tocarlo pero era imposible debido a las sogas que las aprisionaban.

Quise pedirle que me las quitara , pero antes de que pudiera hablar, nuevamente me amordazó.

Entonces comenzó a manipular mi cuerpo y me colocó boca abajo, cruzando mis brazos con las sogas.

No esperaba las nalgadas que comenzaron a caer sobre mi trasero expuesto. Muy pronto, sollozaba indefensa y comenzaba a sentir un tremendo ardor que se extendía por mis nalgas , no podía entender el paso tan abrupto de la ternura al castigo, Sin embargo, a pesar del dolor sentí que nuevamente la excitación se apoderaba de mí, y me encontré disfrutando de las sensaciones de los golpes sobre mi cuerpo mientras ansiaba cada vez más.

Él detuvo el escarmiento y acarició mis nalgas.

Me colocó en la posición adecuada y penetró por mi agujero que aún era virgen.

Cuando acabó se alejó y comenzó a vestirse, luego se acercó a mi costado y susurró a mi oído

Por hoy es suficiente.

Luego se marchó dejándome atada sobre la cama aún estremecida de sensaciones.

Al rato vino Jacinta, me higienizó, colocó una crema sobre mis nalgas y me ató de manera que pudiera dormir más cómoda.

Me quedé en su casa dos días, durante los cuales él me visitó varias veces mientras estaba atada a la cama.

Obviamente, al salir de allí , ni me acordaba de Leopoldo.

Y como él había predicho, amaba el suelo que pisaba.