Aprendiendo Inglés XXIV

Al entrar me encontré un paquete, con una nota, que decía: Aceptaré este castigo con tal que me perdones.

Claudia con complicaciones se levantó de la cama, se puso una bata y bajó a la cocina, yo fui al baño, pero mientras me lavaba las manos escuché sonar mi móvil. Extrañada porque llamaran tan pronto de madrugada todavía, lo cogí sin mirar por si era una urgencia.

-          Hola.

-          ¿Laura? –se me heló la sangre.

Claudia

Mis sentimientos estaban descompensados amaba a Laura, pero desde el primer instante supe que Helena robó todo mi ser. Seguía triste por su desaparición, pero las cachorras y mi momento íntimo con Helena habían hecho que sintiera felicidad, aunque no fuera plena por mi preocupación, seguía sintiendo felicidad.

Seguí andando a la cocina, preparé los biberones, los calenté y eché una cucharada de polvos ajustada al tiempo de vida de las criaturas. Cuando regresé cargada a la habitación vi a Helena muy seria.

-          ¿Qué ocurre? Te.. –me ahogué-. ¿Te arr..?

-          No. –cortó mi pregunta-. No me arrepiento en absoluto. Desearía que este momento no terminara, pero se que es peor si no te lo cuento.

-          Me estás asustando. –el miedo invadía cada poro de mi cuerpo, mi respiración se agitaba, mi mirada estaba clavada en ella.

-          Me ha llamado Laura. –sentí como aquella felicidad caía en pedazos, uno a uno, burlándose de mi inocencia. ¿Qué he hecho? Me asusté aún más-. No volverá. –mi corazón recibió una descarga y posteriormente me inundé de ira.

-          ¿Qué le has dicho? –pregunté muy furiosa.

-          Hey, tranquila. –veía a Helena tratando de contenerse.

-          ¡Qué demonios le has dicho! –exigí una respuesta, esa vez ni se lo pregunté.

-          Nada, sobre eso. Laura.. es, una dulzura, todos la aman, pero tiende a esfumarse cuando algo le desagrada, ella siempre supo lo nuestro, por mucha distancia que buscáramos entre ambas.

-          ¡No, no, no, no! Si no se hubiera ido nada de esto habría sucedido. –dije señalando la cama, reaccioné tarde pero vi que aquellas palabras le habían provocado daño.

-          Miéntete a ti misma si así te sientes mejor pero en el viaje nos interrumpieron varias veces, si no eso. –señaló la cama-. Ya habría sucedido antes.

-          Perdona. –murmuré suave.

-          ¿Perdona? ¡No! ¿Realmente me ves un monstruo, me ves capaz de hacer daño a Laura o a ti para que salga yo ganando? Nunca debí quedarme con una niña. –esas palabras si crearon mi odio.

-          ¿Niña? ¿Te he parecido una niña mientras me estabas follando? Con esas no juegues.

-          Toma. –se acercó y me dio un papel-. Ahí tienes al amor de tu vida, a tu querida Laura, ve a por ella.

Yo no sabía qué hacer, estaba arrepentida, tenía razón la había culpado sin saber, pero ansiaba tanto saber de Laura que me dejé llevar por el miedo escondido detrás de la ira. Se acercó a mí de nuevo y me quitó un biberón, luego agarró un cachorro y lo alimentó con ternura. Hice lo mismo con el glotón delicado y ella al terminar antes cogió a la que quedaba. Después de eso hicieron sus necesidades y los dejamos durmiendo de nuevo.

-          Buenas noches. –murmuró con sus modales Helena a la vez que salía y cerraba la puerta de la habitación. Me sentí terriblemente mal. Supuse que se fue a dormir a otra habitación, aunque horas más tarde entró a la habitación para darles la siguiente toma.

Así sucedió el resto de la semana, ella no se fue, seguía allí ayudándome con los cachorros. Al lunes siguiente, a primera hora se fue, ya que tenía que ir al instituto. No la vería hasta la tarde cuando me diera clase.

Después de irse, observé la nota sobre Laura, no dejaba de mirarla, me moría por ir a verla pero si se había ido era ella quien debía volver. No lograba concentrarme. Decidí descansar un rato con los cachorros.

HELENA

Tenía varias reuniones, pero aun así no lograba concentrarme, notaba como mi cabello, mi ropa, todo olía a ella, era torturador, me abrasaba los pulmones, tampoco podía impedir que mi cuerpo se humedeciera, que la deseara. Pero como siempre Laura, iba primero… la perfecta Laura.

Pasaron dos semanas desde que encontramos los cachorros.

-          ¡Helena! –escuché chillar a Claudia asustada y fui corriendo a su habitación-. Tiene, una mancha negra, ¿es malo? -Agarré al macho, y froté encima de la mancha.

-          Mira al resto. –observó a las dos cachorras con detenimiento.

-          Son, son.. –había felicidad en su rostro, una alegría inmensa-. ¡Son dálmatas! Me encanta, son mi raza favorita, por la película de Walt Disney, 101 dálmatas. Miré yo también a las hembras ellas no tenían ninguna mancha fuerte, apenas empezaban a crearse, se veían difuminadas y escondidas. No pude evitar ilusionarme también, era un paso grande con los cachorros, sentía como un padre ve sonriendo a su bebé por primera vez, con ilusión, sorpresa de algo nuevo. Y podía ver que Claudia se sentía igual que yo.

-          ¿Qué te parece si les ponemos algún collarcito para diferenciarlas a ellas? Y a él también aunque es más fácil reconocerlo.

Se ilusionó y ese mismo día fuimos a comprar los collares, uno rosa evidentemente para la más princesa y pequeñita, azul cielo para el galán de la camada y violeta para la grandullona de los tres. Les quedaban hermosos cuando se los pusimos, nos pasábamos el día admirándolos, haciéndoles fotos, eran para publicar en revistas de lo perfectas que eran esas imágenes.

Sus ojos estaban abriéndose poco a poco, estaban entrecerrados y con los días fueron adquiriendo más manchas. El macho era gracioso porque le salió una mancha negra en el ojo derecho, contrastaba con su tono azulado.

Una semana más tarde ya tenían los ojos abiertos del todo, poco a poco andaban, aunque no se sostenían en pie del todo.

Mi relación con Claudia era cada vez más amistosa, pero no parecía haber ningún indicio de algo más en ella. Yo me retiré, tal vez, era cierto y Laura ganaría de nuevo.

Decidí preparar mi clase de la tarde, verían una película en inglés y tendrían unas fichas para responder a las preguntas en base a la película, para ver lo que eran capaces de entender.

Cuando me fui esa tarde Claudia ya se había ido al instituto, que entraba a las 17:00, yo en cambio hasta las dos horas últimas no tenía que ir. Estuve con los cachorros, hasta la hora de irme, y se los dejé a Caroline, que con sumo gusto los cuidaba.

Al entrar en mi despacho me encontré un paquete, con una nota, que decía.

Aceptaré este castigo con tal que me perdones.

Después de leer eso, confundida abrí la caja y me encontré con mando pequeño de un huevo, que sirve para que uno de la pareja se lo introduzca, y el otro con el mando controle su vibración. Sonreí malvadamente.

Entré a su clase, no sabía si lo llevaba puesto por lo cual, cuando dejé mis cosas sobre mi mesa, presioné el botón de encender…

Obtuve una buena respuesta, se removió bruscamente en su asiento y dejó de hablar con su compañera, mientras se ponía muy roja, luego apagué de nuevo la vibración.

-          Muy bien chicos, hoy veremos una película. –obviamente todos se alegraron, aproveché y con la excusa de que nadie usara el móvil los separé a mi modo, los más guerreros delante de todo, y Claudia sola al final, introduje el DVD en el ordenador, apagué las luces y me fui al final de la clase, cerca de ella.

Me quedé de pie apoyada en la pared. Notaba el nerviosismo de Claudia, como me miraba de reojo esperando que hiciera algo. Presioné el botón de encendido e instantáneamente ella aferró sus dedos a la silla. Ese gestó me enloqueció demasiado y sin esperar me acerqué detrás suyo. Estiré suavemente de su trenza hacia atrás para que me viera casi encima suyo. Después de eso, me quedé respirando cerca de su oreja, mientras sus manos se aferraban más fuerte y sus brazos se tensaban con fuerza, indicándome placer. Lentamente acaricié su nuca con ambas manos, luego sus hombros, y subí a sus orejas, masajeándolas por debajo. Estaba tan oscuro que sabía que no verían nada y el sonido de la película estaba fuerte.

Lentamente desde arriba introduje mi mano en su camiseta, acaricié su clavícula, podía notar el ascenso y descenso de su pecho desde la clavícula y sin aguantar más su agitación, bajé mi mano hasta su seno izquierdo y lo agarré con mi mano todo lo que pude agarrar pero me sobresalía, ella tan solo se agitó aún más.

-          Y eso, que este es el pecho pequeño.. –susurré en su oído-. Cuando llegue al otro harás que me corra por solo tocarte. –su piel se erizo ante mis palabras, y aquel pezón que tenía justo en la palma de mi mano se fue endureciendo, separé mi mano sin aguantar más y lo pellizque dulcemente. Ella gimió, por suerte gimió suave, cosa que me excitaba aún más. Puse mi otra mano en el bolsillo y aceleré el ritmo de la vibración del aparato, acto seguido ella se aferró fuerte a la mano que tenía en su pecho, agarraba con fuerza mi brazo.

-          Hel…eena.. –gimió susurrando- Nnno aguaa..ntaré. –Su voz así agitada me demostraba que era cierto, se correría en cuestión de segundos. Sin más saqué mi otra mano del bolsillo y la bajé hasta su zona, sabía que no tenía tiempo ni de desabrocharle el pantalón así que presioné mi mano encima mientras ella gimió más fuerte. Sentía ardor en mi mano, como si la pusiera encima de una estufa o radiador. Apretó más fuerte mi brazo, y un largo gemido, realmente muy prolongado salía de su garganta reprimido, sin poder ser liberado con gusto.

Mis manos temblaban de placer, no sabía cómo podía desear tanto a esa chica, a esa criatura, que cuando yo tenía 14 años ella no había ni nacido.

Miré la hora por instinto y vi que en breves minutos sonaría el timbre anunciando el final de la clase, por lo cual decidí recomponerme en mi sitio y Claudia hizo lo mismo. Recogí y me fui corriendo al baño, bajé mis pantalones y lencería, me senté en el inodoro, abrí mis piernas dejándolas apoyadas en las paredes, puse mi mano encima de mi clítoris, que estaba humedecido y muy palpitante y con tan solo eso, empecé a tener el orgasmo final, liberándome de ese placer acumulado durante semanas, hacía círculos más grandes en mi clítoris para terminar mi corrida con lentitud y tortura.

Un sonido me interrumpió de mi éxtasis, no tuve más remedio que hacer aguas menores, para vaciarlo todo y limpiarme. Luego salí de aquel lugar con cierto temblor en mis piernas.

Al acabar la última clase, me acerqué a mi coche y Claudia vino detrás de mí.

-          ¿Nos vemos en casa? –pregunté pícara.

-          Helena no pude evitarlo. –tomó aire-. He ido a ver a Laura. –mi corazón revivió con su habitual odio, tan solo pensar que podrían haberse tocado, besado, que ella había ido en su busca porque la necesitaba, todo aquello no acabaría nunca, era una historia interminable, indecisión, no había con cuál de las dos acabaría y yo no iba a seguir dejando que jugara conmigo.

-          En ese caso, dormiré en mi casa. –me di la vuelta y entré al coche.


Saludos mis grandes lectores, de nuevo os agradezco vuestros emails y apoyos para seguir escribiendo.

Aquí os dejo de los últimos capítulos de esta larga y complicada historia.

Recordad que seguiré encantada de recibir vuestros comentarios/emails, siempre los responderé con agradecimiento.

Saludos desde España.

Lady.